• [CAPÍTULO] • : «𝐈𝐈»
(PARK JIMIN)
El arte de los títeres comprende muchas formas diferentes de operar los que son a mano y las marionetas, junto con las personas disfrazadas de negro. Hay muchísimas técnicas diferentes, y siento que podemos usarlas todas. Cómo las voces me usan a mí. Hay veces que pienso que se sentirá normal, que se enamoren de mí a primera vista por ser un hombre común y corriente, pero luego caigo en cuenta que soy así por una razón. Soy aterrador. Lo sé. Pero esto tiene su encanto.
Me aleje de las cortinas blancas dando tres pasos hacia atrás, sin voltear. Moví la cabeza, haciendo crujir mis huesos, enderecé mi cuerpo, sin mover las manos que estaban tomadas en mi espalda. Giré sobre mi propio eje, con los ojos cerrados. Entre abrí mis párpados, apreciando la decoración de mi alrededor, un perfecto estante lleno de libros bien acomodados. Escritorios llenos de papeles, pertenencia de mis colegas del trabajo sobre las mesas. Di pasos lentos y cortos hasta llegar a mi respectivo lugar. Mientras me sentaba sobre la silla de madera, respiraba el aroma a café del aire, saludando a la soledad y el silencio que me acompañan.
«Jimin» «Jimin» «Jimin» «Jimin» «Jimin»
Ellas me llaman, no saben tener paciencia. Siempre quieren todo ya, pero la vida es como el juego del ajedrez y para jugarlo debes saber. Que el punto clave del ajedrez es la templanza, la paciencia y la calma durante la concentración. Quién no tiene cierto nivel de autocontrol tendrá una desventaja considerable. Así que necesito tener autocontrol, o perdería absolutamente todo y eso es lo que no quiero.
«Jimin» «Jimin» «Jimin» «Jimin» «Jimin»
Vuelven a insistir aún más en ellas, pareciera que se multiplican, me enloquecen y arruinan mi paz. Por eso amo la soledad. Porque la soledad es silenciosa, no te juzga y te permite ver la vida como espectador externo. Pero con estas malditas hijas de puta jodiéndome la existencia es imposible ser uno con la soledad. Se que otras personas no estén de acuerdo con sus acciones, pero para mí, nuestro amor siempre será asesino.
«Jimin» «Jimin» «Jimin» «Jimin» «Jimin»
Vuelven a insistir una vez más. Apreté tan fuerte como pude los párpados, tapé mis oídos con las palmas, comencé a hacer trabajo de respiración. Intenté pensar en otra cosa y así ignorarlas por completo. Comenzó a darme un tick en el ojo. Llevé mis manos a mis cabellos rebeldes y comencé a revolverlos para luego tirarlos. Aunque siendo honesto a veces me siento muy incómodo con las voces, por qué me hacen sentir intranquilo y manejan todo de mí. Sin embargo, confío en ellas porque nunca me traicionaría. Su único propósito es protegerme. En el fondo, sé lo que están haciendo. En el fondo, sé que está manteniendo el equilibrio entre lo bueno y lo malo.
«¿Por qué nos ignoras?» «¿Por qué no nos respondes?» «¿Por qué no quieres jugar con nosotras?»
—¡Déjenme tranquilo un jodido día! —les grité con una voz poco o nada cariñosa— Tan solo eso les estoy pidiendo.
«Shh, cállate» «recuerda que todo lo que piensa nosotros, lo escuchamos» «no te librarás de nosotras tan fácil, Jimin» «si nos das lo que queremos, te dejaremos tranquilo un tiempo»
—Por favor desaparezcan... no las lastimaré, ya no haré eso... Quiero cambiar… de verdad, eso quiero. —siseo. Acaban de aparecer y ellas ya se estaban metiendo conmigo.
«Di algo más real» «O al menos creerte tu propia mentira»
—¿Qué quieren de mí? —levanté mis ojos y miré hacia el frente.
«A ti no te queremos, tú ya eres nuestro» «Ellas son las elegidas, a ellas las queremos»
—¿Elegidas? —pregunté con desdén, no sabía que eran las elegidas— ¿Qué debo hacer?
«Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas»
—Por favor déjeme ir. No hice nada malo el día de hoy. No. Solo estuve observando el objetivo.
«Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas»
«Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas»
«Mátalas» «Mátalas» «Mátalas» «Mátalas»
—¡Váyanse de una maldita vez! ¡Váyanse! ¡Ahora! —apretó aún más los ojos hasta que los párpados quedaron unidos— ¡No les haré daño! ¡Yo no soy así! ¡Ya no más!
Entonces abrí los ojos mientras que una de mis manos estaba cerrada en un puño, estw golpeó contra la mesa de madera. Mi vista estaba puesta en el techo, bajé con lentitud la cabeza y miré al frente. Solté una risa nasal, en el marco de la puerta yacía la regordeta profesora de matemáticas con una expresión de horror, mirándome fijamente.
—¿Se encuentra bien, profesor Park? —trató de sonar segura y tranquila pero no quitaba el hecho que estaba aterrada. Su voz temblaba.
—Oh si. Solo son las voces. Ya sabe… —respondió con tranquilidad.
La profesora regordeta de matemáticas palideció, sus piernas comenzaron a temblar. Él se puso de pie. Caminando hacia ella.
—¿Las qué…? —tartamudea.
—Es broma… Estoy estresado por haber corregido tantos exámenes mal hechos.
«¿Sientes su miedo?» «Nos teme, nos gusta»
—¡Oh! Lo entiendo… entonces, no lo molestaré.
Sin decir más se marchó por dónde vino, su expresión había cambiado a una más tranquila. Pero sé que en el fondo se estaba muriendo de pánico. La gente mala es aquella que pretende conscientemente ocasionar daño a otras personas. En ocasiones, sin embargo, esta gente puede provocar dolor sin intención debido a su falta de inteligencia emocional. Pese a ello, en la mayoría de las ocasiones el daño ya está hecho. Esas personas son como yo. Es bastante habitual encontrarnos, a lo largo de la vida. Con personas que olvidan los errores que han cometido y que, peor aún, se consideran con el derecho a juzgar a otros individuos. También como yo. Si bien no soy Dios para decidir quién hace el bien o el mal, soy quien lo ayuda a que lleguen a su juicio final.
El bien y el mal son dos conceptos contrapuestos los cuales representan la eterna dualidad que vive durante el transcurso de su vida el ser humano. Como muchos saben, todos nosotros como individuos nacemos con la capacidad innata de poder hacer tanto lo uno como lo otro, el bien y el mal, a través de nuestras acciones diarias, guiadas por un sistema de valores único y en ocasiones cuestionable. Es gracias a la sabiduría y a la experiencia que la mayoría de personas aprenden a diferenciar qué es lo que está bien y lo que está mal, aunque también existen algunas personas que no llegan a alcanzar el nivel de sabiduría mínimo para ello.
Yo solo dejo que mis buenas amigas o mejor dicho, mis torturas mentales e emocionales. Sean las que manden, digan a quien debo mandar a su juicio final, quienes son los elegidos para morir. Esas voces que me atormentan desde que tengo uso de razón, me han dicho que yo tengo un don especial, brindado el mismo satanás. Esas voces que me trajeron miseria, fueron las mismas que me salvaron. Cuando era pequeño me daba miedo oirlas, mamá y papá creían que estaba loco. En realidad solo papá, mamá al contrario siempre me comprendió y me defendía de todos.
«Es producto de tu imaginación, hijo» «Son amigos imaginarios que están contigo para que no te sientas solo» «Los amigos imaginarios tienen una función en el desarrollo emocional y social de los niños que los tienen. El amigo imaginario sirve de canal para que el niño libere sus sentimientos, tanto positivos como negativos. El niño puede atribuir sus propias emociones al amigo imaginario para expresarlas y liberarlas»
Dijo mamá una vez para calmar mi llanto cuando maté a mi gato, esas voces me habían pedido hacerlo. Yo no quería pero las voces dijeron que si no lo hacía matarían a mamá. Ella era psicóloga, siempre me instruyó desde su campo de estudio. En cambio papá, solo deseaba verme desaparecer. «¡Eres un maldito bastardo!» «¡Mi peor error!» «¡Desde que naciste solo trajiste miseria a esta familia!», me gritó papá una vez o muchas veces. Cuando se enteró de lo que había hecho. Las palabras pueden llegar a ser más dañinas que una agresión física. Esto es especialmente real cuando provienen de una persona especial para nosotros.
Lo que ellos no sabían es que las palabras tienen tanto poder, que son capaces de ocasionar un dolor emocional muy elevado. Como si hubiéramos recibido un golpe, como si una embestida directa partiera nuestra alma, y fragmentamos el corazón en mil pedazos. No obstante, este efecto sólo tendrá poder si las palabras en sí vienen de una persona que nos es significativa: nuestra pareja, un familiar, un amigo. Es como una rotura de nuestros esquemas y equilibrio, es sentir una agresión procedente de un vínculo muy íntimo.
«El impacto del lenguaje es sorprendentemente duradero. ¡A ningún niño se le va a olvidar con facilidad una mala palabra, y ninguna persona puede borrar de su mente la agresión verbal o comunicativa de su pareja!», le dijo mamá en su discusión.
«¡Es un asesino!» «Todos nuestros vecinos le tienen miedo» «debemos deshacernos de él». Papá me odiaba y aún desconozco el por qué.
«Es nuestro hijo. ¿Cómo puedes decir eso?», le respondió mamá.
Pero la gota que derramó el vaso fueron las palabras de papá; «Es un pecado tenerlo, vamos a deshacernos de él cuánto antes».
¿Que yo era un asesino? ¿Por matar a un gato? ¿De verdad?
Ese día todo cambió para mí. Fue un antes y un después. Los mate. A mamá por pensarlo. Y a papá por no quererme. ¿Eso me hace una mala persona?
El lenguaje no es sólo un conjunto de palabras asociadas a significados que heredamos y aprendemos social y culturalmente. En realidad, el lenguaje es ante todo una forma de comunicar y transmitir emociones. Ahí donde incluso el tono y la expresión facial, «comunica». A lo largo de nuestra vida podemos recibir comentarios poco adecuados, desafortunados o incluso maliciosos. Ahora bien, la mayoría de ellos los dejamos ir y no dejan huella alguna en nuestro cerebro. Los que sí dejan marca y cicatriz, son los que vienen de boca de seres queridos.
Todos guardamos en el sótano «oscuro» de nuestra memoria, esa frase despreciativa que algún familiar cercano nos propinó. Puede también, que aún hoy, aún recuerdes con dolor ciertas frases y ciertas palabras evocadas por esa persona a la que tanto querías. Por eso los mate. Porque yo no quería ser quien soy, pero lo era y ellos como mis padres debían aceptarme, no rechazarme cómo escoria. Lo más gracioso de todo, es que me sentí bien verlos arder, verlos sufrir. Escuchar sus gritos de auxilio. Me dió tanto placer y satisfacción. Me di cuenta que matar a un animal no era lo mismo que matar a una persona. Así que tiempo después, volví a hacerlo. Al crecer esa actividad se convirtió en una polla parada, en ganas de llorar a lo loco mientras veía un cuerpo sin vida.
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