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—Trata de pararte derecha. Adoptas una postura de combate cada vez que intentas algo —reclamó Loki, desesperado.

—Desde pequeña lo hago así, así que no empieces a criticarme —respondí fastidiada—. Hasta Banner tiene más paciencia que tú.

—No compares esto con lo que hacías con la Bestia Verde —replicó con los brazos cruzados, sentándose en el sofá de la habitación—. Hazlo como la última vez, pero esta vez intenta que dure más de dos segundos.

Suspiré, cerré los ojos por séptima vez e intenté crear una ilusión. Ya habían pasado casi tres semanas desde que Odín nos autorizó las lecciones, y aunque habíamos avanzado bastante —ya podía proyectar pensamientos, materializar objetos como él hacía con sus dagas—, las ilusiones seguían siendo un desafío para mí.

Respiré hondo... y de pronto, ahí estaba. Una réplica mía, perfectamente formada, a mi lado.

—¡Ahhh! ¡Lo logré! —grité, dando vueltas alrededor de la ilusión como una niña emocionada. Loki solo me dedicó una mirada de fastidio.

—Sí, sí, todos lo vimos —bufó, rodando los ojos—. ¿Ahora podemos descansar?

—Boop —toqué la nariz de mi réplica, haciendo que desapareciera con un destello—. Bueno, ¿y qué quiere hacer el joven príncipe el resto de la tarde?

—Supongo que una vuelta por la biblioteca no sería tan mala idea —dijo, levantándose y acercándose a la puerta—. ¿Milady? —ofreció su brazo con una elegancia casi burlona.

Tomé su antebrazo con una sonrisa satisfecha.

La cercanía entre la chica de Midgard y el príncipe que una vez traicionó a su reino ya no era un secreto. El rumor crecía con fuerza entre los pasillos del palacio, preocupando tanto a nobles como al propio Odín.

Después de cada práctica, solíamos pasear por los jardines o pasar horas juntos en la biblioteca. Era casi una rutina.

—¿Qué leeremos hoy? —pregunté mientras recorría los estantes, deslizando mis dedos por los lomos de los libros.

—Hoy preferiría hablar —respondió Loki, ya sentado frente a una pequeña chimenea, con los dedos entrelazados.

—¿Desde cuándo quieres hablar en la biblioteca? —le pregunté con curiosidad—. Siempre tomas el primer libro que ves y nos quedamos leyéndolo.

—Eso es porque apenas soporto tu interminable parloteo —dijo encogiéndose de hombros—. Pero supongo que no hay nada de malo en cambiar un poco.

—Eres un grosero.

Desde aquella discusión en la habitación, Loki había cambiado. Su trato había dejado de ser frío y cortante. Seguía siendo arrogante —eso parecía imposible de quitarle—, pero ahora se mostraba más... humano.

Me senté frente a él, observando sus rasgos sin disimulo. Sus ojos celestes parecían leerme el alma. Y sus labios... había noches en las que soñaba con ellos. No quería admitirlo, pero me tenía completamente atrapada. Lo peor de todo era que no sabía qué sentía él por mí.

Compartíamos momentos, bromas, paseos... incluso nos comportábamos como una pareja solo para molestar a los guardias y a los miembros del palacio. Pero ese tipo de juegos son peligrosos. Porque cuando uno de los dos cae, ya no hay marcha atrás.

—¿Y de qué querías hablar exactamente? —me senté en el suelo, al otro lado de la chimenea, cruzando las piernas.

—Nunca me dijiste la verdadera razón por la que querías que yo te enseñara magia —dijo, sin rodeos.

—¿Otra vez con eso...?

—Creo que es necesario hablarlo, Stark —me miró con seriedad—. No puedes seguir evitando el tema.

—Y yo creo que deberíamos beber algo primero —contesté, desviando la mirada—. Así el ambiente no se siente tan pesado.

—¿Es tan difícil hablarlo que prefieres hacerlo con alcohol en las venas?

—No exactamente. Es solo que nunca hemos bebido juntos... como tal —encogí los hombros mientras hacía aparecer una botella de vino y mi iPod—. Brunello di Montalcino, igualito al que mi padre intenta esconder de mí.

Loki sonrió con diversión al oír eso, mientras yo destapaba la botella con facilidad. Él hizo aparecer dos copas, pero se las quité de inmediato.

—No, no. Si vas a hablar y beber conmigo, lo haremos a mi manera —le pasé la botella para que bebiera directamente, mientras ponía algo de música.

—Y yo que pensé que eras más refinada, princesa —dijo Loki, tomando un sorbo largo de la botella antes de devolvérmela con una ceja arqueada.

—Que beba directo no significa que no tenga clase —repliqué, dándole otro trago—. Solo significa que tengo prioridades. Y ahora mismo, mi prioridad es no andar buscando copas de cristal como si esto fuera un banquete en Asgard.

— espontaneidad, qué humana cualidad —ironizó.

—Además —continué, girándome hacia él con una sonrisa retadora—, ¿cómo te atreves a decir que estas canciones no tienen estilo? Fueron elegidas por el mismísimo Tío Rogers. Y si eso no es tener clase, no sé qué lo es.

Loki se limitó a mirarme, esbozando esa sonrisa suya tan odiosamente encantadora.

—Entonces dime... ¿vas a responder a mi pregunta?

Suspiré largo, mirando hacia el fuego.

—Sé lo que es estar atrapada. Estar encerrada sin haber hecho nada... sin merecerlo.

—¿Acaso el Hombre de Lata te tenía en una jaula dorada cuando eras niña? —preguntó, apoyándose en la pared como si estuviera en una obra de teatro.

—Jajaja, no. Stark apenas me conoció cuando yo tenía casi quince. Aunque la educación privada fue más una prisión decorada con sarcasmo y órdenes estrictas. La verdad... desde que tengo memoria, viví en una especie de cárcel disfrazada de laboratorio.

Loki me observó con atención, bajando un poco la guardia.

—¿Por qué estabas ahí? ¿Stark sabía todo esto?

—No. Según mis expedientes, fui un lindo accidente para HYDRA. Mi madre, si es que se le puede llamar así, se metió con mi padre, y nueve meses después me dejó como regalo en las manos equivocadas. Desde bebé, me usaron como si fuera... una rata de laboratorio—dije con amargura las últimas palabras—. ¿Y lo mejor? Con genes Stark. Todo un combo para experimentar y llevar.

Mis traumas, mis chistes.

—Entonces tu madre no era una bruja como pensé... aunque con lo que cuentas, quizás sí lo era —añadió con ironía—. Ahora también entiendo tu acento raro.

Solté una carcajada.

—Sí, estabas totalmente perdido con esa teoría. Mis poderes no son místicos, Loki. Solo químicos. Me inyectaron suero tras suero hasta que mi ADN dijo "suficiente, se nos va a morir la niña con tanto líquido de suero del súper soldado". Pero no te equivocas con lo de "bruja". Esa mujer tenía menos alma que un billete falso.

Le pasé la botella. Loki la tomó con cierto recelo, como si dudara si debía seguir escuchando o cambiar de tema.

—Volviendo a lo importante —añadí—, odio ver a alguien más atrapado como yo lo estuve. Especialmente a ti.

—¿A mí? —repitió, alzando una ceja—. ¿Después de todo lo que hice? Según muchos, debería estar encadenado de por vida. Quizás hasta con bozal incluido.

—Porque sé que no era lo que realmente querías... Tú no naciste para obedecer órdenes sin sentido ni destruir por capricho. Aunque a veces te lo tomes como pasatiempo. O bueno, eso veo yo.

Loki enmudeció por un segundo. Sabía que no podía rebatir eso. No del todo.

—Esa es mi respuesta —añadí, con una sonrisa suave, aunque cargada de historia.

—¿Y qué pasó con tu madre?

—Con suerte, lo que se merecía. La última vez que supe de ella, estaba con los mismos que alguna vez me torturaron.

—¿La mataste? —preguntó, más curioso que escandalizado.

—¿Yo? —solté una carcajada—. No, no me robé ese privilegio. Creo que la vida se encargó de darle lo que merecía. Y sin anestesia.

—¿Y el resto?

—La curiosidad mató al gato, Loki.

—Pero yo no soy un gato. Soy un dios —dijo con una sonrisa arrogante—. Así que... eso no aplica, linda.

—Ahí está el Loki que conozco. Egocéntrico, sarcástico, y eternamente molesto.

—Lo tomo como un cumplido.

—Ellos sí pasaron por mis manos —murmuré, bajando la mirada hacia mis palmas—. Literalmente. Pagaron por todo lo que me hicieron. A veces siento que mis manos todavía están cubiertas de sangre.

Un silencio tenso se instaló entre nosotros. Uno de esos que pican por dentro.

Me levanté de golpe, tomé su mano y lo obligué a ponerse de pie.

—¿Y ahora qué? —preguntó con el ceño fruncido.

—Amo esta canción. Y no voy a bailarla sola —puse sus manos en mi cintura—. No te pongas tenso o vas a moverte como una tabla, y créeme, no pienso terminar con un esguince de segundo grado.

Puse mis manos sobre sus hombros y empecé a marcar el ritmo suavemente.

—¿Quién te enseñó a bailar así? —preguntó, entre intrigado y desconfiado.

—El tío Steve —respondí con una sonrisa—. Decía que toda chica debía estar lista para su primer baile importante. Lo que no me dijo fue que iba a ser con alguien que parece tener siglos... literalmente.

Ambos reímos. Y por primera vez en toda la noche, el silencio fue cómodo.

Apoyé mi cabeza en su pecho, y él acarició mi cintura con el pulgar. La burbuja que nos rodeaba parecía ajena al mundo entero.

—¿Cuánto llevamos así? —preguntó, pegándome un poco más a él.

—Casi una hora, creo —contesté entre risas—. Y ya que estamos en plan sinceridad... ¿por qué quieres tanto el trono?

Él se separó como si le hubiese lanzado una granada.

—¿No crees que ya es tarde? Deberían haber venido por mí hace rato...

—No te hagas el tonto conmigo —chascando los dedos lo obligué a sentarse con un leve empujón mental—. Me encargué de que no vinieran. Así que habla.

Loki resopló, recargando la cabeza en la pared.

—Me encanta cuando rompes las reglas... —dijo con una sonrisa torcida.

—Y yo cuando dejas de esquivar preguntas.

—Desde pequeños, Thor y yo crecimos con las palabras de Odín como un maldito eco eterno: "Uno de ustedes reinará Asgard." Siempre "uno", nunca "ambos". Y por supuesto, todos sabíamos quién era ese "uno".

—Pero tú querías serlo igual —me senté frente a él, cruzando las piernas—. ¿Por qué?

—Porque quería que Odín me viera. Que viera que podía ser un gran rey. Mejor aún, que fuera mío el derecho a elegir serlo. Pero nunca fui el hijo que él quería. Porque ni siquiera fui realmente su hijo.

—Eso no te hace menos. Al contrario —me incliné hacia él—. Si te enfocaras de verdad... serías mejor rey que Thor. Más astuto, más diplomático. Y probablemente menos propenso a romper techos con el martillo.

Nos miramos. El vino se notaba en nuestras mejillas, y en las palabras que ya no medíamos.

—Eso crees tú... porque no sabes lo que soy realmente —susurró, bajando la mirada.

—Sé que eres Loki. Un dios, sí, pero también brillante, audaz... y mucho más humano de lo que admites. Has tomado malas decisiones, sí. ¿Quién no? Pero tengo claro que tomarías las correctas por Asgard.

—Soy un monstruo...

—No digas eso —le tomé la mano con firmeza—. No lo eres. No contigo. No ahora.

Él bajó la cabeza y apartó su mano, como si no mereciera el contacto.

Me acerqué, de rodillas, hasta quedar frente a frente.

—Déjame verte.

Esas palabras lo dejaron desconcertado. La humana le había pedido que se mostrara tal como era, sin disfraces, sin trucos... sin miedo. Y ella no tenía ni una pizca de temor en los ojos. Solo curiosidad. Solo... calidez. El simple tacto de sus dedos sobre los de él fue casi un alivio. Tal vez, por primera vez en mucho tiempo, Loki se arrepentía de haber actuado a sus espaldas. Pero fue un pensamiento que desechó con la misma rapidez con la que solía negar todo lo que le resultaba incómodamente humano.

Loki cerró los ojos. Su piel comenzó a cambiar lentamente frente a ella. Azul, profunda, viva. Fría. Cuando terminó de transformarse, alzó la mirada. Era un gigante de hielo, tal como lo ocultaba de todos, y aún así, allí estaba ella, observándolo como si fuera una obra de arte olvidada por el tiempo. Ni asco, ni horror. Solo asombro.

—Este soy yo... —dijo con voz grave—. Una bestia. Algo que estaba destinado a morir solo.

Ella quiso tomar su mano, pero apenas lo hizo, un ardor repentino le recorrió la piel y soltó un pequeño quejido. Loki reaccionó de inmediato, apartando la mano con rapidez.

—Puedo hacerte daño así —dijo con una mezcla de preocupación y miedo—. No lo sabía...

—Nah, tranquilo —rió ella con una mueca—. Eres... ardiente, literalmente. Eso es todo.

Sus rostros estaban a centímetros. El alcohol aún hacía su efecto, pero no era lo único. Era la cercanía, la tensión, la conexión. Una chispa que llevaba tiempo creciendo.

—Eres... increíblemente bello de ambas maneras —murmuró ella, acariciándole la mejilla azul. A pesar del ardor evidente, se limitó a morderse los labios. ¿Valiente? ¿Imprudente? ¿Estúpidamente romántica? Quién sabe.

Pasó su mano por la mejilla azul de Loki, conteniendo el dolor con una mordida en el labio. Loki, sorprendido, volvió lentamente a su forma normal mientras cubría con cuidado su mano quemada. No podía entender cómo, sabiendo que dolía, ella volvía a tocarlo.

Y entonces ocurrió. Las miradas se entrelazaron como si fuesen dos imanes y, como si lo hubieran estado esperando desde hacía siglos, sus labios se encontraron en un beso suave, inseguro al principio, que pronto se tornó más intenso. Loki rodeó su cintura, atrayéndola hacia él, mientras ella se aferraba a sus mejillas como si quisiera grabar ese momento en su piel.

Se separaron por la falta de aire, respirando con dificultad, pero sin apartarse del todo.

⊱❑┇ Loki ┇❑ ⊰

¿Y ahora qué? ¿Qué fue lo mejor de la noche? ¿Ese beso cargado de deseo reprimido? ¿El eterno baile en medio de la nada? ¿O el hecho de que no salió corriendo al ver mi piel azul? Aunque, bueno, el vino también merece algo de crédito en este guion caótico.

Ella tenía las mejillas rojas y los labios aún entreabiertos. Parecía estar a un paso de volver a besarme... o vomitarme encima. Con humanos borrachos, nunca se sabe.

—¿Y eso por qué fue? —pregunté, acariciando su mejilla con dedos suaves, cosa que claramente no debería estar haciendo.

—Quisiera poder responder... pero ni yo lo entiendo —respondió, todavía aturdida, como si no supiera si quería besarme o prenderme fuego otra vez.

Mi propósito era claro. Usarla. Manipularla. Sacar provecho. Ya sabes, el clásico "Loki siendo Loki". Pero ahora... ahora quería verla sonreír otra vez. Eso era un problema. Un gran, gigantesco, enorme y emocionalmente inconveniente problema.

—Es hora de irnos —le ofrecí la mano, tratando de volver a mi rol de "dios frío y en control de todo". Pero ella se levantó con más tambaleos que dignidad.

—¡Espera! —se soltó y fue directo a recoger la botella y la caja musical—. ¡Ahora sí!

La vi beber de nuevo y ya estaba a un tropiezo de estamparse contra una repisa. Intenté alcanzarla, pero salió corriendo como alma poseída.

Los guardias, que jugaban a las cartas, se incorporaron como si de repente el rey de Asgard se hubiera dignado a mirar sus vidas mediocres. Yo solo apunté en dirección a la chica que ahora... ¿bailaba con la botella?

—Oye, preciosa —me acerqué, quitándole la botella—. Ya fue suficiente por hoy.

—Tal vez para ti, pero para mí... ¡jamás es suficiente! —canturreó, girando  como un trompo pero con gracia.

Estaba feliz. Ridículamente feliz. Hasta que, claro, tropezó y se dio un golpe que hizo crujir el suelo.

Corrí a ayudarla, pero ella se rió como si se hubiera ganado la lotería.

—¿Sabes? —me dijo entre mechones desordenados—. Te ves bien cuando sonríes. Me gusta tu cara. ¿Lo sabías?

Los guardias me miraban aguantándose la risa. Les devolví una mirada que básicamente decía: Ríanse una vez más y los convierto en cabras.

La levanté de la cintura y la llevé a su habitación.

—Deberías dejar de ser tan serio —dijo, pinchándome la mejilla como si yo fuera un peluche.

—El trago en ti es una tragedia griega, Stark —la recosté—. Duerme.

—Mmm... no quiero —me jaló del brazo—. Nadie me dice qué hacer.

—¿Segura de eso? —la miré con sorna.

Desvió la vista, toda avergonzada. Touché.

—¿Te conté alguna vez sobre mi moño de conejo? —preguntó de la nada, jalandome otra vez—. Era chiquito, rosita... ataba genial el cabello.

—Qué historia tan conmovedora —respondí, fingiendo emoción—. Deberías escribir un libro.

—Lo perdí —hizo puchero—. Era lo único bonito que tuve al salir de ese lugar horrible.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿En serio estaba llorando por un moño? ¿En este momento? ¿Esto es una comedia o una tragedia? Porque yo no traje guión.

—Seguro lo encontrarás después —me solté de su agarre—. Ahora descansa.

—No quiero.

—Sí quieres —dije, yendo hacia la puerta.

—No quiero que te vayas...

Me detuve. Esa fue nueva. Normalmente me echaba como si fuera un vendedor de enciclopedias.

—Ha sido un día largo, y no puedo quedarme. Ya me arriesgué demasiado viniendo aquí.

—No te agrado, ¿verdad?

¿Otra vez con eso? Por los Nueve Reinos...

—Me agradas, preciosa —la miré—. ¿Por qué otra cosa crees que bailé contigo toda una hora? Y eso sin contar el beso...

Se sonrojó tanto que parecía un tomate con piernas. Se veía... tierna. ¿Tierna? ¿Otra vez? ¿Dónde está el Loki que se reía de los sentimientos ajenos? ¿Quién es este blandengue que se derrite por una humana ebria?

Soy un gigante de hielo. Mi corazón es frío. Y tenía un plan. Un plan glorioso. Conquista, venganza, poder. Todo eso.

Pero, joder, la quería a mi lado. Aunque me costara el trono.

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