010; 𝐖𝐎𝐔𝐍𝐃𝐒
ADOLESCENCE — Ashtray
009; WOUNDS!
—ASH, ¿PUEDO IR A DAR UNA VUELTA? Ya estoy más animada —preguntó la rubia sonriente, haciendo que el joven apoyado en el mostrador se confundiera.
—Claro, ¿por qué deberías pedirme permiso? Si quieres ir, ve —contestó haciendo que la rubia sonriese y se empezara a levantar dirigiéndose a la puerta—. Sh, pero ve con cuidado.
—Sí, claro. Adiós —dijo despidiéndose mientras le daba un suave y ligero beso en la mejilla al pelinegro, sin darse cuenta que este había sonreído avergonzado al ella darse la vuelta.
Un mal sentimiento se apoderó de la rubia conforme iba andando y alejándose del puesto de Ashtray. Últimamente, sus supersticiones sobre el futuro jamás fallaban, pero en aquellos momentos lo único que quería era retirarlos, ya estaba demasiado lejos.
Se montó en la noria, en el canguro y en unas atracciones más. La rubia divertida se disponía a ir hacia un puesto de perritos calientes, cuando de repente, alguien la agarró fuertemente impidiendo que esta apenas pudiera moverse.
—¡Sh! ¡Relájate! —exclamó una voz que ella conocía demasiado bien.
Sin darle tiempo a reaccionar, la rubia fue lanzada contra una pared que había cerca de allí, haciendo que cayera fuertemente lastimándose bastante.
—¡¿Nate?! ¿Qué cojones? —exclamó histérica, y sin poder pronunciar algo más, un fuerte puñetazo fue dado contra su mejilla derecha, partiéndole el labio.
Nate era un joven alto y de complexión bastante musculosa, un golpe de aquel era una brutalidad.
El pecho de la rubia comenzó a subir y a bajar rápidamente, las lágrimas no tardaron en salir de sus ojos, repletos de ira contra aquel. Pero Mills sabía perfectamente que no tenía nada que hacer contra Nate Jacobs.
—¿Ahora lloras, hija de puta? Cassie sufrió un montón el otro día cuando la avergonzaste en aquella fiesta delante de todos —dijo Nate agarrando fuertemente del pelo a la rubia levantándola.
—¿Por qué actúas como si Cassie te importara? Claramente, la estás usando para poder olvidarte de Maddy. Chico, ¿tan traumado estás? Valórate un poco a ti mismo, ¿o eres tan gallina como tu padre? —dijo sonriendo maliciosamente sabiendo que en realidad lo había empeorado todo.
Nate repleto de ira, apretó su mandíbula enseñando incluso los dientes. De repente, colocó su mano en el cuello de ella y comenzó a apretar. Esta poco a poco notaba como el aire le faltaba cada vez más, hasta el punto de pensar que iba a morir allí mismo asesinada por Nate Jacobs.
Finalmente, este la soltó y ella cayó al duro y frío suelo, no sin antes recibir una fuerte patada en los costados, y otra en la pechos. Esta última fue lo que más le dolió de todo, y no pudo evitar soltar un grito de dolor mientras se colocaba sus brazos allí haciendo presión.
—¡Hijo de puta! —dijo llorando de dolor mientras estaba tumbada haciéndose presión para ver si el dolor se desvanecía de aquella zona.
—Como se te ocurra decírselo a uno de tus amigos narcotraficantes os juro que os mato a los tres. ¿Me escuchas? —preguntó sin recibir respuesta, y dando un vistazo rápido, se marchó corriendo, dejando a una joven adolorida en el suelo.
La mañana del viernes llegó, y Millie despertó, ¿en qué momento había llegado a su casa de vuelta? Seguramente fue después de aquella paliza, acabó volviendo. La joven en el momento en el que se levantó de la cama, varias partes de su cuerpo le dolían a muerte, pero todo fue indiferente en el momento en el que se miró al espejo. Tenía el labio partido, la mejilla en un tono morado, y lo más escalofriante era una gran mano marcada en su cuello, también de color morado. Joder se veía realmente mal.
Procedió a quitarse la parte de arriba del pijama, y lo que pudo observar la dejó sin respiración. Un moretón tremendamente grande se podía apreciar en su costado derecho... Al disponerse a ponerse el sujetador, un dolor brutal se le hizo presente en los pechos, a consecuencia de la patada, haciendo que la rubia apretara los ojos.
—Joder... —se lamentó con una voz aguda, mientras hacía todo lo posible para vestirse.
Finalmente, se puso unos pantalones anchos negros de deporte, junto a un top blanco de tirantes (porque hacía calor) y encima de este una chaqueta Bomber de su padre, también negra. Junto con una bufanda del mismo color y unas gafas de sol.
La joven se dirigía hacia el instituto sin que su madre pudiera verla y así ahorrarse preguntas, a pesar de que iba una hora antes de que el instituto abriese. Apenas podía andar debido a la caída del otro día en el gimnasio, y a las patadas que el adulto le habia proporcionado el día anterior. Iba literalmente destrozada.
Una vez que llego a la institución fue directa hacia una especie de salón que habia alli, en este habia un gran sofá y una mesa. Para su suerte el insituto estaba abierto, y pudo ir a aquella sala a descansar mientras esperaba a que el insituto empezara.
Sentada en aquel sofa, un ruido de alguien entrando al establecimiento la hizo ponerse en alerta.
—¿Dónde cojones estabas? —preguntó alteradamente un joven pelinegro acercándose a ella rápidamente.
—¿Qué?
—Te estuve buscando toda la maldita noche, me recorrí el puto parque de atracciones entero varias veces y no estabas en ningún lado. Cuando te dije que podías irte era a dar una vuelta, no a irte sin más y encima sin decírmelo —comentó cabreadísimo, haciendo que la rubia desviara su mirada hacia el lado—. ¿Por qué coño llevas gafas de sol? —preguntó algo más calmado.
La joven pareció pensárselo durante varios segundos sin saber que responder, haciendo que el joven volviera a encabronarse y bufara.
—Te he hecho una pregunta. Contéstame —ordenó levemente tratando de que la rubia le hiciera caso.
—No puedo —se lamentó recordando las palabras de aquel castaño "como se te ocurra decírselo a uno de tus amigos narcotraficantes os juro que os mato a los tres", y no podía arriegarse, pues Ashtray y Fez eran lo más importante para ella, junto al pequeño Michael.
—¿No puedes? Vamos quítatelas, ¿por qué vas así vestida hoy? —preguntó curioso mientras ideaba un plan para quitarle aquellas grandes gafas a la rubia.
—Hace frío... —contestó dándose cuenta que era septiembre y aquel día estaba soleado—. Mierda.
—¿Por qué me mientes? —preguntó preocupado.
—No te estoy mintiendo... es que no puedo, Ashtray. Compréndelo —suplicó la joven mientras se pasaba las manos por la cara—. Solo olvídalo, porfa —dijo mientras respiraba nerviosamente.
—Está bien —dijo mientras levantaba las manos vencido.
La rubia le dio una sonrisa débil para luego darse la vuelta e irse de nuevo al sofá a tumbarse un rato, pero sin esperárselo, el pelinegro le arrebató las grandes gafas negras que ocultaban aquel moretón en la mejilla y un poco en el ojo, a pesar de que este último lo tenía perfectamente abierto.
—¡Ashtray! —gritó la rubia con la respiración rápida, con miedo a la reacción del pelinegro.
Por su parte, este solo quedó mirando los moretones en la cara de ella, quedándose atónito y con su respiración entrecortada.
—¡Te he dicho que me dejes! —gritó alterada, sacando a Ash de sus pensamientos.
—¿Quién coño te ha hecho eso? —dijo el pelinegro notando como le faltaba el aire, haciendo que este apretara su puño con fuerza.
—Nadie, te he dicho que me dejes, Ashtray. ¿Por qué no lo entiendes? —preguntó alterada.
—Espera, ¿me estás diciendo que alguien te ha pegado y quieres simplemente pasarlo por alto? ¿Tú te estás escuchando, Millie? —preguntó señalándola con el dedo haciendo que aquella suspirase.
—No, Ash... él me amenazó. Me dijo que si os lo contaba a ti o a Fez nos iba a matar a los 3 —contestó la joven con un miedo muy notorio, haciendo que el joven riera irónico.
—Primero, ¿a Fez y a mí? Me parece que el que te lo ha dicho no nos conoce muy bien... —dijo sonriendo y enseñando los perfectos dientes blancos que tenía, sintiéndose muy seguro de sí mismo—. Y segundo, sabes perfectamente que quien se atreva a ponerte una mano encima será lo último que haga, y eso estoy intentando, rubia. Dime quién te ha hecho eso.
—Que no, Ashtray —volvió a negarse la rubia, sabiendo que Nate era más alto y musculoso que los dos hermanos.
Ashtray solo suspiró tratando de no perder la paciencia, pero se tranquilizó por ella, por ella...
—Joder, ¿esto también es un moretón? —dijo dándose cuenta de una sombra que tenía la rubia en el cuello—. Son dedos! ¡¿Quién cojones te ha hecho esta brutalidad?! —preguntó bastante alterado mientras se llevaba las manos a la cabeza.
—Ashtray, por favor. Ya vale.
—¡No, ya me estás cansando tú a mí, Millie! ¡Te estoy tratando de ayudar, alguien te ha pegado una puta paliza donde casi te ahorca! ¡Trato
de saber quién es, porque esto no es una puñetera broma, y no me ayudas, joder! ¡Casi te ahorcan, Millie! Dime quién es, o me voy cargando al que te mire si quiera —exclamaba mientras apoyaba sus manos en los hombros de la joven.
—¿Qué? ¿Y eso por qué?
—No sé, a lo mejor esta recordando lo que te hizo en el parque. No lo sé, Millie, por ello deberías contármelo.
La joven se quedó en blanco, no tenía pensado responder. Unos fuertes pasos de numerosos alumnos se hicieron presentes por todo el instituto, ya estaban entrando puesto que este ya había empezado también. Una figura alta que andaba sola pasó por en frente de la sala donde se encontraban Ash y Millie. La respiración de la joven se entrecortó al verlo, y él simplemente le sonrió con maldad para luego seguir andando.
—Fue Nate Jacobs... —afirmó el pelinegro observando la reacción de la rubia, la cual se tensó al nombrar al moreno.
—No, claro que no —dijo nerviosa.
—Claro que sí, eres muy mala mintiendo. Ese hijo de puta se va a cagar vivo, va a tener suerte si es capaz de contarlo —susurró lo último.
—No, Ash. Por favor.
—Cállate ya, Millie. Hoy no vamos al instituto, tienes pinta de no haber dormido apenas en la noche, y yo igual. Vayámonos a mi casa y listo, ¿sí?
—Está bien.
Los dos jóvenes se encontraban en la casa de él, habían vuelto andado. Ella estaba dormida en el sofá, dejando a simple vista los golpes de su rostro y la marca de su cuello, mientras que él estaba sentado en un sillón de en frente mientras la analizaba detenidamente. Un pelirrojo se hizo presente en la habitación a los minutos.
—¿Qué hacéis aquí?
—A Millie le dieron una paliza ayer. Fue el puñetero Nate Jacobs. Le pegó varios golpes, mira ven —dijo llamándolo para que se fijara en la mejilla de ella.
—Joder eso tiene mala pinta.
—Y también la intentó ahorcar —señaló aquellos grandes dedos marcados en el cuello de la rubia.
—¡Joder! Ese hijo de puta...
—Mañana hay una fiesta en la casa de Lexi y Cassie, donde obviamente estará Nate. Vamos, y le damos su merecido —planeaba el pelinegro cuando una rubia despeinada levantó la cabeza mirándolos.
—No. No vais a hacer una mierda.
—Cállate, ya te he dicho que ese no se va a atrever a hacernos nada.
—¿El puto Nate Jacobs nos ha amenazado? —cuestionó el pelirrojo mientras reía irónico—. Qué curioso, vaya.
—¿Te hizo algo más? —desvió el tema el joven hacia ella.
—Sí... me dio varias patadas fuertes —contestó débil mientras volvía a acostarse en el sofá.
—Joder, eso tiene que doler... —le susurró el pelirrojo a Ash tratando de que sólo el se enterase, cosa que era imposible con la rubia allí, por la audición que ella tenía.
—Ni te lo imaginas, Fezco. Yo llegué a pensar que me iba a matar allí mismo —dijo débil la rubia para luego caer rendida en un profundo sueño.
Por parte de los hermanos, estos estaban ideando algo para que el joven Nate Jacobs no se le volviera a pasar por la cabeza ponerle una mano a Mills. El plan era bastante siniestro, pero aquello no le importaba, ¿cómo pudo ser tan bestia con una joven de solo 16 años? Esa pregunta les hacía la sangre hervir, y solo pensaban en una cosa, en acabar con Nate Jacobs.
¿Que harían en la fiesta?
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