- La casa de enfrente volvía a ser habitada por una nueva familia. El pequeño de hebras negras y labios voluptuosos observaba el gran camión azul que obstaculizaba su visión. Más adelante, aparcado, un auto rojo como los de su colección, pero ya no había nadie allí dentro.

—¿Qué haces, HeeSeung?

—¡Mami, mira! tenemos vecinos nuevos ¡tienen un autito como el mío!

—Luego iremos a visitarlos, ahora sal de la ventana...tu padre llegará pronto y sabes que no quiere que estés en la ventana espiando. —La mujer con la misma tonalidad de cabello que tenía el menor, lo tomó de un brazo con una fuerza que el pequeño no estaba acostumbrado a recibir. No al menos por parte de ella.

El pequeño HeeSeung, esa noche había sido una vez más un niño mal educado según el hombre de traje. Él solo había preguntado si podía jugar a la pelota como lo hacían en la tele. Creyó que el hombre de traje estaría feliz por querer practicar uno de esos juegos que veía en la gran televisión.

Cuan equivocado estaba.

Fue encerrado en su cuarto sin comer y con las luces apagadas. Él sabía que HeeSeung le temía a la oscuridad.

“—¿Puedo jugar como ellos? —preguntó el menor, señalando el juego en la pantalla —¡se ve divertido!

El hombre que casualmente no vestía con su traje negro lo observó por unos instantes y con muecas asqueadas negó con pasividad.

—El fútbol es un deporte sucio, HeeSeung. Imagínate que llegues a casa lleno de barro y sudoroso. No, no, y no. Aquí dentro estás a salvo.

HeeSeung acostumbraba a ser un niño caprichoso. Debió haber obedecido la decisión y no escapar al día siguiente con una pelota hecha de medias de diferentes colores. Ese día se le había hecho tarde y el hombre de traje, por desgracia, lo encontró tal y como él lo había dicho: 

Embarrado.

Sudoroso.

Y sucio...muy sucio.

HeeSeung se fue a dormir sin comer, con las luces apagadas. Con su mejilla izquierda rojiza y sus ojos empañados de lágrimas. Una mano tapando su boca para evitar que los sollozos se escaparan"