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˗ˏˋ苦痛 ↬ 𝟢𝟧﹕𝖱𝖾𝖼𝗅𝗎𝗍𝖺𝗆𝗂𝖾𝗇𝗍𝗈.

𝐒e moría por gritar, por rogarle a su padre que la escogiera a ella en vez de a Itama. No, no permitiría que llevaran a su hermano a una muerte segura. El cuerpo de Hayami temblaba por la impotencia que le causaba no poder hacer nada. Sus suplicas no serían oídas por el hombre, quien esbozaba una sonrisa orgullosa.

Itama apenas podía mantenerse en pie; la armadura que portaba se le hacía muy pesada. Miraba con temor a sus hermanos varones, los cuales también se mostraban algo preocupados por el pequeño. Él no era un shinobi destacable, no a comparación de sus dos hermanos mayores. Tampoco demostró mejoría en cuanto a sus habilidades durante los meses de entrenamiento; solo les quedaba rezar para que regresara a salvo.

Tobirama notó que Hashirama estaba apretando los puños, conteniendo su ira. Puso su mano delante de él y le dio una mirada amenazante: si decidía darle la contraria a su padre, no lo defendería. El mayor simplemente agachó la cabeza y dijo algunas palabras entre dientes que el de cabello blanco no llegó a escuchar del todo bien.

—Estás preparado; demuéstrame que eres un verdadero Senju —comentó Butsuma—. No tengas piedad con los enemigos, esto no es ninguna guardería.

—Padre... —Desvió la mirada, sintiéndose intimidado; sus palabras parecían más ordenes que motivadoras—. No estoy seguro si te haré sentir orgulloso...

—Lo harás, porque te convertirás en un guerrero formidable al igual que tus hermanos. —Le dio una palmada en la espalda—. Deja de ser tan modesto contigo mismo.

Su padre le entregó una banda que tenía grabado el logo del clan Senju. Se la colocó en su frente y le dedico otra sonrisa. Itama nunca vio tan emocionado a su padre como ese día, debía ser un logro para él que su hijo, al fin, pudiera asistir a la guerra. Una pequeña lágrima salió de sus ojos marrones: tenía miedo de lo pasase en aquel lugar desolador.

—Kawarama tenía siete años cuando lo mandaste al matadero. —El primogénito intervino—. ¿Vas a hacer lo mismo con Itama? ¡Tiene seis, por un demonio!

—¡¿Otra vez con tu rebeldía?! —Butsuma apretó los dientes—. No hables, no tienes derecho de dirigirme así la palabra.

El castaño recibió un ligero golpe de parte de Tobirama, quien le trataba de comunicar entre señales que no lo contradijera, que debía guardar silencio. Hashirama lo ignoró por completo y se puso de cuclillas, tratando de igualar la altura de su padre.

—Un hombre que no muestra ni una pizca de piedad a sus propios hijos, no debería recibir el apelativo «padre» por parte de ellos.

—¡Tuve mucha piedad contigo, mocoso! —Alzó su mano.

Y lo que sus hermanos esperaban llegó: por primera vez, su padre le dio una bofetada a Hashirama. Pensaban que se callaría luego de recibirla, pero mantuvo su postura erecta, como si no le hubiera pasado nada. Miró desafiante a Butsuma, quien frunció aún más el ceño.

—Te crees muy valiente, ¡¿no?!

Lo tomó del cabello; soltó un gemido de dolor. Su padre lo obligó a arrodillarse, mas este ponía resistencia. Se podía escuchar el llanto de Itama, el cual le rogaba que tenga piedad con su hermano mayor.

Hayami rodeó el cuerpo del niño de cabello bicolor con sus brazos. Ambos observaban como Hashirama era golpeado por su padre. Unos finos hilos de sangre descendieron de sus fosas nasales. Él trataba de aparentar que no le dolía en lo más mínimo.

—¡Hashirama, cálmate! —gritó Tobirama—. No eres un animal, sé civilizado.

—Tu hermano sabe su posición, deberías ser como él.

Itama mantenía sus manos aferradas a la ropa de su hermana, quien disimulaba su temor para no asustarlo más de lo que ya estaba. En cuanto Butsuma volteó la cabeza hacia su dirección, un escalofrío recorrió su cuerpo. Hayami tenía miedo, incluso más que el menor. No quería tenerlo cerca, ni siquiera estar en el mismo lugar que él.

—Suelta a tu hermano ahora mismo —ordenó—. Es un hombre, no un niñito que necesita protección.

—P-padre... —murmuró—, deja que esté un rato a mi lado, p-por favor.

—Cállate, ni se te ocurra volver a contradecirme. —Agarró a Itama del brazo.

El niño lloraba y rogaba que no quería ir a la guerra, que quería quedarse al lado de su hermana. Puso resistencia para que su padre no se lo llevara. Butsuma tomó esto como un acto de rebeldía e intensificó su agarre; Itama soltó un quejido.

—Estás haciendo de todo para decepcionarme, mocoso. —Arrugó su frente.

—¡D-déjame! —Cerró los ojos abruptamente—. ¡Quiero estar con mi hermana! ¡Quiero estar al lado de mi mami!

Los hermanos Senju se quedaron en silencio: hacía mucho que no la mencionaban. «Mamá» era una palabra que estaba prohibida pronunciar. Butsuma no permitía que le preguntaran acerca de ella, ni ellos ni el resto del clan. Era una completa desconocida, alguien sin siquiera un nombre.

Como Hayami atendía en la tienda médica, oía algunos rumores. Eran pocos los que se relacionaban con su madre, pero ahí estaban. Algunos afirmaban que fue una kunoichi médica; otros, que era un simple civil... No recordaba nada de ella, ni su rostro. El único que tenía una ligera noción de su madre era Hashirama, mas no solía hablar mucho de ella. Lo poco que decía tampoco ayudaba.

—¡No la menciones! ¡Deja de hacerlo! —Lo agarró del mentón, alzando su rostro—. No la necesitas, no eres un bebé indefenso que necesite estar en brazos de una mujer. ¡Estás a punto de ser un hombre!

—Y-yo quiero a mi mami —murmuró entre lágrimas.

La niña no podía soportar más. Se armó de valor para tomar un kunai y lanzarlo a su padre. Él pudo esquivarlo, pero le hizo un ligero corte en el lado izquierdo de su mejilla. Soltó a su hermano, el cual no dudó en correr a sus brazos para refugiarse. Butsuma pasó sus dedos sobre el corte, sintiendo como un pequeño chorro de sangre recorría su pómulo.

—¡No quiere ir, ya te lo ha dicho! —espetó Hayami—. Entiéndelo.

—¿Te atreves a hacerle eso a tu padre? —Se acercó lentamente.

Su corazón latía rápido, empapado de adrenalina. Nunca, en sus once años viva, se le había ocurrido tratar de hacerle daño a su padre; sin embargo, esa vez estaba harta de todo. Por culpa de Butsuma, Kawarama murió. Hayami se culpaba internamente: si hubiera actuado así antes, tal vez su hermano se hubiera salvado. Negó con la cabeza, no podía seguir reprendiéndose por el pasado.

—Escúchame. —Su voz era hostil—. No eres nadie para ordenarme algo; no tienes ninguna habilidad destacable, ni siquiera debería considerarte...

Butsuma escuchó como la entrada de la carpa se abrió abruptamente. Enderezó su postura y dirigió su mirada hacia la persona. Su ceño se tensó al verla enfrente de él. No era frecuente que Yū estuviera en la carpa donde se atendían las reuniones estratégicas.

—¿Qué te trae por aquí? —inquirió el hombre.

—Estaba buscando a mi aprendiz. —Sonrió de forma cínica—. No la encontré en su casa, así que decidí buscar aquí... ¡Oh!, así que mi suposición era cierta.

—No te la llevarás, tengo un problema que resolver con ella. —Fulminó a su hija con la mirada.

—Apártate de mi camino, no quiero lidiar contigo por hoy. —Dio unos pasos hacia adelante, pero sintió la mano de Butsuma sobre la manga de su yukata—. Los líderes de ahora no respetan a sus mayores, ¿no es así?

—Ya te mencioné que no va a ir contigo. —Apretó los dientes—. ¡Deja de insistir!

La senil mujer se acercó a él y le susurró unas palabras al oído. Hashirama trató de escuchar lo que estaba diciéndole a su padre, pero su hermano Tobirama le dio una palmada en la cabeza para que no lo haga. Una vez los murmullos de Yū cesaron, vieron como su progenitor se quedó en silencio. Cerró los ojos y agachó la cabeza.

—Niña, vámonos. —Le ofreció su mano—. Debemos atender un parto de una familia muy importante; tengo la impresión de que recibiremos una buena paga si es varón.

Hayami dudaba si debía ir con su maestra o no. Finalmente, decidió acompañarla debido a que esta le hacía una seña con los ojos que no lograba entender. Itama también quería ir, pero el brazo de su padre se lo impidió.

—Lo s-siento —musitó cerca de su padre cuando se estaba retirando del lugar.

En cuanto salieron de aquella carpa, Yū soltó un gran suspiro. Se apoyó sobre el hombro de la niña y continuó su camino, pero no iba hacia donde le dijo a Hayami.

—La carpa médica está del otro lado —comentó la menor.

—Quería felicitarte por tu valentía, pero lo tuviste que arruinar en el último segundo. —Frotó su frente—. Estoy cansándome de repetirte a cada rato que no debes decir «Lo siento» a algo que no es tu culpa.

—¿Lo oíste? —La vio asentir con la cabeza—. Lo sien...

—Ni se te ocurra pronunciar esa palabra. Y, por si acaso, lo del parto fue una excusa; tenía que sacarte de esa situación de algún modo.

—¿Hace cuánto estabas allí? —preguntó con algo de duda.

—Desde que empezó la conversación. Tenía intenciones de intervenir antes... hasta que sacaste el kunai. No creí que tuvieras agallas, niña.

Se mantuvo callada, sus mejillas se tiñeron de un ligero rojo. Se sentía avergonzada de haber hecho eso. Su hermano Tobirama siempre le aconsejaba que no le diera la contraria a su padre. Sin embargo, con el acto que cometió, las cosas con su progenitor se complicarían.

—Tu otro hermano Tobirama y tú son parecidos a su madre.

—¡No lo diga en voz alta! Está prohibido que la mencionen. —Se tensó al oír esa palabra.

—Solo para los que están bajo las ordenes de Butsuma; yo no lo sigo, así que puedo hablar de ella lo que quiera. —Sonrió de lado—. En verdad, necesito hacerlo.

—Podía... podríamos tomar el camino más alejado para que pueda dar su caminata diaria. —Señaló el bosque—. Nadie nos podrá escuchar allí.

—Mejor te contaré de poco a poco; no creo que estés preparada para oír todo de golpe.

—Si usted lo prefiere así, está bien.

Salieron de los límites del campamento Senju. Yū se aseguró de que nadie merodeara por esos lares. Una vez comprobó que no había ninguna persona que podría ir de chismosa con Butsuma, se sentó en el suelo. Le dijo a Hayami que hiciera lo mismo y esta hizo caso. La mujer sacó un paquete de cigarrillos. Cogió uno y lo encendió, ansiosa por no haber probado tabaco por mucho tiempo.

—No lo haga, podría enfermarse más de lo que ya está —advirtió la niña.

—Solo fumo cuando estoy estresada. —Inhaló el humo—. Esto es lo que me mantiene viva. De grande lo entenderás, o tal vez no.

—¿Va a hablarme de mi madre? ¿Podría saber cuál es su nombre? —Tosió al sentir el humo del cigarrillo entrar en sus fosas nasales.

—Era de las pocas kunoichi que valían la pena. Claro está que fue porque yo la entrené... La extraño tanto que duele sentir este vacío que dejó su perdida.

—¿La conoció? ¿Era su aprendiz?

—Era más que eso, niña. Es por esa razón que odio a tu padre, me la arrebató de mi lado. ¡Pero no dejé que se saliera con la suya! ¡Podrá intimidar a los demás, pero yo sé sus sucios secretos!

—¿Padre oculta algo?

—Demasiado, hay tantas cosas para incriminarlo que podría poner en peligro su liderazgo del clan Senju. Aunque, en caso de que las rebele, me arrastraría a mí al abismo junto a ese idiota. ¡Y no quiero habitar en el mismo pozo que él!

—1910 palabras.

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