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02.

La mejilla de Kim Jennie estaba roja y caliente, debido a la gran bofetada que le dio su padre, la chica solo miró hacia abajo, asintió a todo lo que le decía el viejo, las palabras dolían más que los golpes, la pelinegra estaba harta de los malos tratos, los golpes y los terribles regaños qué su padre le propinaba.

Ella era la única hija de este hombre, ella recibiría algún día toda su herencia y tenía que ser un gran ejemplo, su padre le exigía buenas calificaciones, que fuera la chica más hermosa, inteligente y popular de su escuela pero Jennie no quería esa vida, no le molestaba el echo de ser popular o de poder comprar cosas costosas pero el precio que tendría que pagar en un futuro sería muy alto; vivir una vida como empresaria, lo cual, ella no deseaba, ella quería ser pintora, pintar era su vida, su inspiración, la razón por la que seguía despertando en las mañanas, era su mundo totalmente pero cuando se lo contaba a su padre, este fruncía el ceño y decía la típica frase... "Te morirás de hambre".

Cuando Jennie le confesó a su padre que había sentido atracción por una mujer, este le dio un gran golpe que casi la hace caer al suelo, el hombre gritó con coraje, su rostro completamente rojo, sus manos empuñadas y sus ojos abiertos como platos, caminó hacia su hija, quién se encontraba en el sofá, mirando hacía abajo y en un completo shock.
No permitiré que mi única hija sea lesbiana, ¡No me harás quedar mal Kim Jennie!, ¡¿Entendiste?!" — Exclamó aquel hombre, su tono de voz era tan fuerte, que Jennie sintió escalofríos al escucharlo, la culpa la invadió, sabía que su padre hablaba enserio, nunca lo comprendió, él le exigía ser alguien ejemplar, cuando en realidad, él nunca lo fue, lo poco que Jennie recuerda de su niñez, es a su padre ausente y borracho, un pésimo padre y amigo, jamás logró entender su lógica.

Jennie tenía miedo de ser una perdedora, es por eso que cuando vió a Lalisa Manoban entrar por la puerta de su salón, sintió una repulsión enorme, odiaba a las personas como ella, con una apariencia desarreglada y que no hacían ni el mínimo esfuerzo por verse bien, Lisa sería su objeto para olvidar los malos tratos de su descuidado padre.

Jennie no quería verse como Lisa, esa chica era una perdedora y la exigencia de su padre por convertir a su hija en una señorita deseada, amada y querida por todos, hizo qué Jennie fuera de las típicas chicas que aplastan a las personas que creen que son inferiores a ellas.

Cuando la pelinegra entró a la preparatoria, sabía que sería el centro de atención, se convirtió al poco tiempo en capitana de porristas pero Lisa había sido su dolor de cabeza, su presencia no le agradaba a Jennie, su olor a Freak y su terrible gusto para vestir hacían que la mencionada quisiera vomitar, ella seguía sin entender porque no se cambiaba de escuela, ya le había echo mil y una bromas junto con Jisoo y ella seguía sin decirle o reclamarle nada, como si nada hubiera pasado.

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Lalisa corrió desesperadamente al baño, su pantalón se había arruinado por completo, una gran mancha café estaba en ellos, tenía dos opciones: La primera era salir en ropa interior y que todo el mundo se riera de ella.
La segunda era: Salir con el pantalón manchado y que todo el mundo pensara que se había echo en los pantalones como una bebé. Ninguna opción era convincente, las dos la harían quedar como una estúpida y perdedora, más de lo que ya era, no podía correr el riesgo de ser molestada por más idiotas aparte de Jisoo y Jennie, ya tenía suficiente con ese par.

Lisa recordó que llevaba una sudadera en su mochila, la sacó de ahí y la amarró a su cintura, esta tapaba toda la mancha así que no se preocupó demasiado.
Colocó sus audífonos, subió el volumen al salir de el baño, no quería escuchar las críticas o burlas, estaba acostumbrada a que se burlaran de ella pero era humana, tenía sentimientos y algunas veces le dolían los comentarios sobre su cuerpo, había luchado muy duro para amarse así misma y el hecho de que todo el tiempo señalaran sus defectos no ayudaba a qué se sintiera cómoda.

La clase de gimnasia era la más cansada, Lisa siempre se las arreglaba para no cumplir con los ejercicios, cualquier excusa era válida... Todo era útil con tal de no ponerse el diminuto uniforme que la hacía sentir nerviosa, solo lo usaba cuando corría por las mañanas, con cuidado de que nadie de su escuela la viera, sabía que se burlarían de su cuerpo y correría el chisme por toda la preparatoria, prefería no arriesgarse.

Lisa y Rosé se dirigieron al gran gimnasio, la clase estaba a punto de empezar así que Rosé corrió rápidamente a su posición, sabía que su mejor amiga jamás la acompañaba a esa clase, así que solo la dejaba irse a las gradas. Lisa subió a las gradas como de costumbre, sacó el libro que estaba por terminar y comenzó a leerlo, hoy Jacob no practicaba así que ella se sintió triste, deseaba verlo después de tener un día de mierda pero no fue así.

— ¿Ahora que excusa tienes Manoban? — Preguntó el profesor con un evidentemente sarcasmo.

— Ayer murió mi abuela — Sollozó Lisa.

— ¿En serio? — Preguntó el profesor fingiendo preocupación.

— Sí profesor — Fingió llorar.

— Que extraño, esta es la sexta abuela que se te muere en menos de 3 meses — Contestó extrañado.

— Es que, tengo una familia extraña — Sonrió nerviosa.

— Muy bien, para que olvides la partida de ti querida abuela y tengas algo en mente, quiero que le des 20 vueltas a toda la cancha — Ordenó — Rápido — Tomó su silbato e indicó que diera inicio a la orden.

— Pero... — Trató de intervenir pero el profesor la interrumpió.

— Se acabaron las excusas Manoban, haz lo que te ordené, ¡Yá! — Gritó aquel hombre.

Lisa de mala gana, se propuso a hacer lo que el hombre le indicó pero este la detuvo.

— ¿No se te olvida algo? — Tosió

—Creo que no — Respondió confundida viendo a su profesor.

— No puede correr con esa ropa —  Puntualizó el hombre, señalando su vestimenta.

— Y-Yo me siento cómoda así — Dijo Lisa, las palmas de sus manos le sudaban, estaba rezando para que el profesor no le pidiera cambiarse, lo cual fue inútil ya que las palabras que deseaba que fueran eliminadas de la boca del profesor, salieron sin previo aviso.

— Tiene que cambiarse, es tú obligación y una orden que debe acatar, eres una estudiante modelo, debes hacerlo para dar el ejemplo — Señaló — Hazlo rápido — Dijo para después marcharse a impartir su clase.

Lalisa sonrió falsamente, dejando ver sus hermoso dientes y sus ojos se hicieron pequeños, realmente odiaba esa clase, no podía creer que esa era la primera vez que hacía ejercicio en la escuela, los maestros solían ponerle buenas calificaciones solo por ser una chica buena en todas las materias, pero este profesor no hacía excepciónes, ese era el motivo por el cual lo odiaba, era nuevo en su trabajo, llevaba muy poco dando clases pero aún así, Lisa en poco tiempo le tomó un coraje infinito.

Eres un ser de luz Lalisa, eres un ser de luz — Se repitió a si misma tratando de mantener su postura relajada.

Tomó sus cosas y caminó hacía los vestidores, se puso la playera blanca y el short azul de su uniforme deportivo, era muy pequeño para su gusto, se vio mil veces al espejo, no se convencía, odiaba que sus piernas se vieran, no le gustaba.

Con los nervios de punta, el corazón a punto de salirse de su pecho y con la respiración agitada, soltó un suspiro y optó por caminar hacia la clase nuevamente, pasó por todo el mar de personas, las cuales no dejaban de susurrar, sabía que estaban diciendo cosas negativas sobre su cuerpo.

Llegó finalmente a su clase, todos la miraron con una expresión indescriptible, parecían hipnotizados por algo, Lisa no entendía porque, supuso que fue por su apariencia.
Continuó su camino hasta toparse con los ojos felinos de Kim Jennie recorriendo su cuerpo, aquello le erizó la piel por completo, no dejaba de verla, estaba siendo algo incómodo.

Jennie, por primera vez sintió algo en su estómago al ver a Lisa, su mente le decía que era repulsión al ver a esa perdedora de nuevo, pero su corazón decía: Ella es tan hermosa, justo tu tipo Kim Jennie.

Lisa comenzó a correr, Jennie no dejaba de seguir sus movimientos con la mirada, Lalisa solo corrió, dio las veinte vueltas que le ordenaron, terminó totalmente empapada de sudor, su flequillo se pegaba a su frente y su camiseta deportiva estaba transparente de tanto sudor, hacía que se notará el top que llevaba debajo de esta, por primera vez no se sintió cómoda haciendo ejercicio.

Cuando la clase terminó, Rosé estaba esperándola para irse a casa juntas, la rubia corrió a los brazos de la más alta y la abrazó fuertemente, casi sacándole el aire a la menor. Esas muestras de amor entre ambas, eran completamente normales, no les importaba que los demás las mirarán extraño, ellas lo hacían todo el tiempo, sin importar el lugar o el momento.




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