Zéro | 𝘗𝘳𝘰́𝘭𝘰𝘨𝘰。
La puerta del auto de Garu se cerró de un buen golpe.
Allá se iba, a lo lejos. Lejos de su apartamento y de su esposa. Lejos de aquellos malos sabores de boca y el veneno de los vecinos que querían meterse en su vida. Lejos de la voz chillona de la mujer que convivía con él y con quién compartía un anillo.
Lejos de saber qué pasaba cuando ya no estaba en el departamento.
Y allí estaba, cerca, el vecino del piso de abajo.
Y seguro me dirán, "¡claro, uno siempre tiene que irse con el vecino!, ¡engañar a su pareja con el vecino!, ¡qué común, qué cliché!"; pero, ¿qué otra opción tenía?
Sus tíos pensaban que tenía la vida de princesa que ellos le habían brindado alguna vez, pero no sabían de los golpes que escondía de ellos.
Su mejor amiga, Ching, sabía que su esposo era un poco brusco y arisco a veces; pero jamás llegó a imaginarse que su mejor amiga acababa golpeada en el suelo de la cocina algunas veces. Incluso ahora, aún no lo sabe.
Su rostro sonriente y sus mejillas sonrosadas hacían al resto de la gente sonreír con ella, pero nadie sabía lo que escondía.
Tobe, el vecino que le había brindado un pequeño lugar en su casa para escapar de la soledad y el dolor desgarrador de la escena agria que su esposo le habría brindado la noche anterior, estaba ahí para ella.
Siempre lo estuvo, aunque tardara meses en darse cuenta de ello.
Parada, de pie en la entrada del apartamento de Tobe, oyendo suavemente su voz al otro lado de la puerta. Tocó un par de veces, un suave golpeteo; tres veces seguidas y luego dos con ocho segundos de diferencia. De ésa forma; ella sabía que era él, y él sabía que era ella.
Había cosas que él no sabía.
Secretos mutuos que ambos querían contarse.
El hecho de ya no estar solos.
Aquello era arriesgado, pero también seguro.
Había cosas que ella no sabía.
ㅡBuenos días, vecina ㅡle sonrió cálidamente, cuando abrió la puerta de su apartamentoㅡ, ¿viene por una tacita de café?
ㅡMe encantaría ㅡfue lo que murmuró, para levantar los ojos del suelo y engancharlos con los contrarios.
Cuando ponía un pie dentro del apartamento que no tenía ninguna luz encendida y las cortinas abiertas de par en par, que estaba llena de flores hermosas y sillones cómodos, aquel apartamento que tenía medallas y trofeos bonitos, e incluso fotos de gente que le gustaría conocer... se sentía segura.
Su seguridad eran las flores que aún crecían incluso después de creer que se morirían en invierno.
Su seguridad era el café matutino que a veces bajaba a buscar después de una noche larga sin dormir cómodamente en una cama.
Su seguridad eran los fuertes brazos del hombre que había brindado sus horas libres a oír cada uno de sus llantos y emociones escondidas.
Su seguridad era el piso cuatro, habitación cero treinta y cinco.
Su seguridad ya no estaba en el piso cinco, en la habitación cero cuarenta y cinco. Ahí ya no había nada más que recuerdos vacíos, memorias rotas, insaciables mentiras, pequeñas y largas discusiones sin acuerdo. Ahí vivían monstruos.
Aún así... ahí vivía una bella princesa, siendo torturada por una horrible bestia... pero, su refugio estaba abajo del castillo, con el florista favorito del pueblo.
Qué, aunque aún ella no lo supiera, había pasado por lo mismo hace tiempo...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro