δεκαεπτά | 𝘑𝘶𝘦𝘻。
TOBE
ㅡSu esposa ha sido muy buena con nosotros ㅡdijo Adam, con media sonrisaㅡ. Nuestros hermanos juntaron flores por la calle y se las dieron en un ramo ㅡseñaló el pequeño ramo que Pucca cargaba, mientras se acercaba a nosotros.
ㅡ¿M-Mi esposa? ㅡsonreí ante el repentino apodo, aunque mis ojos brillaban al escuchar a alguien decir éso.
ㅡSí, y gracias al cielo que dejó a la señorita Kim. Ella sí que no lo merece ㅡmurmuró Kevin.
ㅡKevin, estamos en el juzgado saludando a Tobe por la molesta de la señorita Kim ㅡdijo Michelle, con los brazos cruzadosㅡ. ¡Ay, cuánto quisiera golpearla!
ㅡ¡Yo igual! ㅡgritaron los niños, uno a uno.
ㅡ¿A quién quieren golpear? ㅡpreguntó Pucca, impresionadaㅡ. Recuerden lo que les dije, no pueden golpear a nadie porque sí. Y menos si es una niña.
ㅡ¡Le quitó al señor Tobe a mi hermano! ㅡse quejó el pequeño Mushuㅡ, ¡y a nosotros nos ha dejado sin historias de piratas y espadines!
ㅡ¿Historias de piratas y espadines?
ㅡHay muchas cosas que aún no sabes ㅡreí, besándole la mejillaㅡ. ¿Cómo sabían que estaba aquí?
ㅡ¡Pucca nos lo dijo! ㅡgritó uno de los niños, y rápidamente fue callado por pequeñas quejas. Parece que era un secreto.
ㅡBueno, me sorprendieron ㅡles sonreíㅡ. Gracias. A todos. De verdad, necesitaba algo cómo ésto después de... tanto.
Michelle y Pucca se llevaron a los niños a jugar afuera, mientras que Adam y Kevin se quedaron conmigo. Me han comentado de su estadía en la Universidad y de cómo Pucca logró contactarlos con ayuda de Minho.
ㅡHemos... oído que la señorita Kim le pidió el divorcio, señor Tobe ㅡmurmuró Kevin.
ㅡ¿No le ha sido suficiente con arruinarle la vida en primer lugar? ㅡmurmuró Adam.
ㅡMuchachos, muchachos ㅡlos detuve, con una ligera sonrisaㅡ. ¿No les he enseñado yo a no hablar así de las personas?
ㅡLo sentimos, señor ㅡsusurraron ambos, al mismo tiempo.
ㅡNo han perdido sus costumbres ㅡme crucé de brazos, con una sonrisaㅡ. Aún así ella haya "arruinado mi vida", tal como dicen ㅡhice comillas con mis dedos y volví a cruzarme de brazosㅡ, eso no nos da el derecho a ninguno de hablar de ésa forma.
ㅡ¿Ni siquiera a usted?; después de todo, arruinó su vida.
ㅡY la nuestra en el proceso ㅡel pelirrojo sonrió de ladoㅡ. Desde que usted se fue, no hemos encontrado profesor de artes mixtas que pueda enseñarnos cómo usted nos ha enseñado.
ㅡLamento haberlos abandonado ㅡdije, con media sonrisa.
ㅡUsted no nos ha abandonado. Creo que nosotros lo hemos abandonado a usted ㅡAdam golpeteó uno de mis hombros.
ㅡEran niños pequeños, ¿qué pudieron haber hecho? ㅡlevanté mis brazos y los animé a abrazarmeㅡ. Sigan luchando por sus sueños, no se rindan ni dejen que nadie los haga rendirse.
ㅡ¡Sí, señor! ㅡdijeron, al unísono.
Cuando volví a verles los rostros, éstos apagaron sus sonrisas con una mirada de asco y seriedad, al voltearme, me di cuenta de una mujer con tacones negros, una minifalda apretada a las piernas y una camisa blanca algo reveladora... sí, es Clara.
ㅡÉsa mujer es tan... orgullosa ㅡdijo Kevin, con los dientes apretadosㅡ. Quisiera que entendiera que no se va arruinando la vida de los demás así cómo así.
ㅡNo es orgullosa, es vanidosa. Muy vanidosa ㅡdijo Adam, cruzado de brazos.
Reí con los dientes apretados, y volví a verlos.
ㅡSé que no leen muchos libros de mujeres, pero Jane Austen dijo, en su libro "Orgullo y Prejuicio", que la vanidad y el orgullo son cosas distintas, aunque sean sinónimos ㅡellos me miraron atentosㅡ. Cito, entonces, "el orgullo, está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros" ㅡexpliqué, y sus miradas de asombro me hicieron sonreírㅡ. Aún sigo enseñándoles cosas, ¿cierto?
ㅡNo es lo que nos enseña, es cómo lo hace.
Al entrar en ese juzgado... me sentí más acompañado que nunca.
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