❄ 3 - Cold Night
CAPÍTULO 03 | NOCHE FRÍA
El sonido del viento ulular entre las hojas del espeso bosque creaba una inmensa tensión entre ambos bandos. Con la respiración contenida, los dientes apretados, mano en la espada y el corazón en la garganta, esperaban quién diera el primer paso. En alerta total, el sudor escurría por sus frentes, y los ojos con pupilas dilatadas se clavaban en el rival, a punto de reaccionar ante cualquier movimiento.
Tebengri sonrió ampliamente, como un maniático se lanzó hacia Jungkook quien resistió el golpe de los metales de sus espadas, las cuales vibraron y las hojas se rozaron creando un sonido cortante y agudo. Los escuadrones salieron al ataque enfrentándose a los hábiles y rápidos guerreros mongoles, mientras Beomhwa se escabulló en medio del caos para soltar a Jimin.
El joven de cabello cenizo estaba prácticamente inconsciente, ensangrentado, con los alambres de púas enterrados en su cuerpo. Jung al tocarlo sintió que el alma le llegó al piso; el joven capitán estaba helado y apenas podía respirar. Como pudo cortó las ataduras con su espada, sin embargo no pudo quitar el resto de alambre, lastimaría a Jimin y no había tiempo. Lo tomó con el máximo cuidado que pudo y lo cargó, en esos momentos el pequeño capitán en sus brazos le trajo recuerdos de cuando apenas era un niño y siempre se lastimaba, y él, Beomhwa, era quien lo ayudaba. Por desgracia, esta vez no se trataban de raspones o moratones creados por el entrenamiento, eran heridas mortales por el campo de batalla y defender Astrum.
El polvo seco y amarillento del suelo se levantó como nubes alrededor de los soldados, el picor de este en la nariz y el sudor en la piel de los hombres se sentía leve ante las subidas de adrenalina al bloquear el golpe del acero enemigo o esquivar una flecha que iba directo a la cabeza o el pecho. Las ráfagas de aire zumbaban en sus oídos al compás de la respiración agitada y los latidos del corazón tamborileando.
—¡Capitán! —El grito de un miembro del escuadrón resonó, un mongol se había lanzado como un lobo de caza sobre Jeon para apuñalarlo por la espalda. El hábil capitán dio una fuerte estocada a la espada de Tebengri haciéndolo retroceder por el impacto, éste sólo reía disfrutando del caos a su alrededor. El pelinegro sacó una daga de su abrigo y miró hacia atrás, lanzándola directo a la cabeza del hombre, enterrándose en su frente y haciendo que el Kithano soltara su arma, cayendo en un golpe seco al suelo mientras la sangre brotaba de su cráneo, encharcando el piso y la poca hierba amarillenta del campo.
Tebengri no desaprovechó la oportunidad para atacarlo y el filo de su acero cortó la piel de la mejilla de Jeon, quien logró a tiempo interponer la hoja de su espada hacia un lado, desviando el arma enemiga y los filos rozándose, carcomiéndose mientras chirriaron secamente.
—Sigues siendo un cachorro, Zenith —Musitó el mongol con una sonrisa torcida, Jungkook frunció el ceño y apretó los dientes, iracundo de escuchar hablar a la basura mongola frente a él. Forcejearon apoyando sus fuerzas en las hojas de sus espadas, las cuales temblaban ante la presión del acero apretarse entre sí, como si ambas armas fueran a partirse en cualquier momento; los tendones y dedos de los hombres comenzaron a sentirse adormilados, sin embargo la muñeca de Tebengri se dobló más por la tensión en sus músculos.
—Cállate —Gruñó el de ojos bicolores y aprovechando la fugaz debilidad en el agarre del mongol dio un golpe más con su espada, y girando sobre su eje le propinó una fuerte y firme patada en el estómago, haciéndolo retroceder nuevamente.
—Muéstrame... —Musitó el líder Kithano, soltando una risita mientras recuperó con rapidez el aliento —, muéstrame a la bestia que escondes bajo esa fachada, "capitán Jeon".
El nombrado sólo soltó un bufido entremezclado con una risa burlona, como si el guerrero frente a él hubiera dicho un disparate digno de sacarle una carcajada, sin embargo los orbes del capitán mostraban todo menos diversión; oscurecidos y con un brillo mortalmente peligroso, en armonía con la frívola oscuridad del cielo en medio del anochecer.
—El día que la veas —La voz del pelinegro salió ronca. Levantó una mano y limpió la sangre que escurría de la herida en su rostro, como si fuera simple sudor, sin mostrar pizca de dolor alguno —, estarás de rodillas ante mí con la vida colgando de un hilo, Tebengri.
Los gritos y quejidos se escuchaban lejanos para ambos líderes, quienes tenían conectadas sus miradas y los latidos de sus corazones. Los arqueros mongoles habían sido derrotados al fin por el escuadrón de Beomhwa, mientras este a duras penas logró sacar a Jimin de ese infierno; Jung tenía clavada en su brazo derecho una flecha y otra en la pierna por proteger al menor. El otro escuadrón a duras penas sobrevivía, los cuerpos en el suelo abundaban y las fuerzas de Astrum menguaban con el pasar de los minutos.
Un estallido alertó a todos en el campo de batalla mientras en la lejanía una fuerte y abundante columna de humo tinturado de rojo vivo se alzó a los cielos, expandiéndose en una explosión. El olor a pólvora y vaporosa ceniza tintada ondeó con el viento hasta llegar a ellos.
Tebengri aún risueño se paró derecho, guardando su espada y acomodando con ligeresa las láminas de su armadura recubierta en cuero negro —. Te veré luego, capitán —Sus ojos brillaban con diversión al igual que la cicatriz en su rostro resaltaba con el reflejo de la luna sobre su piel —. Continuaremos nuestro juego, la próxima vez sin interrupciones.
Todos los solados Kithanos se agruparon para proteger a su señor mientras éste se retiraba, su largo cabello ondeaba y una sonrisa siniestra adornó sus labios antes de exclamar con satisfacción: "Espero con ansias el invierno".
Jungkook sintió un punzón en el pecho, apretó con fuerza sus dientes y muy tenso maldijo en su mente. Guardó su espada importándole poco si no la limpiaba, todo en él estaba empapado en sangre y el olor metálico de esta trajo infinidad de recuerdos. Miró a su alrededor, la mayoría del escuadrón estaban muertos, algunos heridos eran ayudados por los sobrevivientes, caminando hacia la dirección opuesta de la señal de humo escarlata a lo lejos.
—Capitán —Uno de sus hombres, agotado y tembloroso miró a Jeon —, es hora de irnos.
—Adelántense, cuando lleguen a la ciudadela avisen a los de nuestro cuartel para que vengan a recoger a los caídos; merecen un entierro digno —La voz del capitán salió oscura y ronca, mientras sus ojos bicolor estaban vacíos, gélidos. Dio un par de palmadas sobre el hombro del soldado y otro compañero trajo su caballo.
—¡Sí, señor! —El desgastado soldado hizo una reverencia y caminó junto a los demás de vuelta a casa, luego de una noche tan tormentosa.
Jeon acarició el cuello de su corcel, juntó su frente con la de él y musitó bajo —. Lo has hecho bien Yoru —El animal soltó un bufido cariñoso cerrando los ojos ante las caricias de su amo. Jeon subió a su montura, haciendo una mueca de dolor por un incipiente ardor en su torso el cual no quiso prestar atención y bajó a paso suave la montaña. A lo lejos vio a Beomhwa junto a los soldados restantes, en un caballo llevaban a Jimin inconsciente. Su mandíbula se tensó al verlo en ese estado, en su interior rogó a los cielos para que su amigo se recuperara.
Cuando llegaron a la aldea externa de la ciudadela, el sol apenas estaba saliendo, los rayos de color rojizo bañaron los cuerpos exhaustos y heridos de las tropas. Los campesinos salieron alarmados al ver a los dos capitanes volver en tal estado; no regresaron ni la mitad de tropas que salieron esa madrugada al campo de batalla y comenzaron a pensar que los mongoles serían el azote del reino si el príncipe heredero no hacía algo pronto. Si tan sólo el rey no hubiese caído enfermo en esos momentos de vulnerabilidad.
—¡Mi señor!, ¿y el capitán Jeon? —Unos cuantos aldeanos preguntaron alarmados al no ver al joven entre ellos. Beomhwa sonrió un poco y con voz calmada les explicó que Jungkook estaba bien pero tenía un asunto que atender antes.
...
El gélido viento removía las hojas marchitas de los árboles alrededor de la figura parada frente a una tumba con flores secas. El muchacho de ojos tristes limpió el musgo de las rocas que formaban la lápida, renovó el incienso en la pequeña cuenca de barro esmaltado y los pequeños remolinos de humo claro perfumaron el pequeño espacio; dejó un ramo de coloridas flores, crisantemos variados y frescos, dándole irónicamente vida y color al lugar donde yacía esa persona especial.
—Lo siento —Fueron las primeras palabras que abandonaron la boca del joven, con voz decaída y débil cayó de rodillas derrotado —. Soy de lo peor, es el primer año y vengo cubierto de sangre, entregándote flores con las mismas manos que tomaron tantas vidas horas atrás, y tras del hecho, vengo a despedirme porque hoy me casaré.
Jungkook cerró los ojos y frunció el ceño con dolor, sus párpados enrojecidos y pestañas mojadas brillaron por el sol que besaba su piel ligeramente tostada, amoratada, manchada de suciedad y sangre seca. El llanto silencioso que derramaba se unía en compás a los cantos de los pájaros lejanos, su corazón sintió un punzón seguido de puro dolor como si una mano lo tomara e hiciera trizas, su mente estaba abrumada por completo.
Tantas emociones en unas horas, altos y bajos, preocupaciones y molestias. El peso sobre sus hombros lo sintió como una herida al rojo vivo, miró sus palmas enrojecidas; había matado a mongoles, bandidos e inocentes por igual, había entregado tantos suspiros entristecidos al viento por cada vida que su lucha y la de su reino reclamaron.
—¿Por qué me dejaste solo? —Mustió en un hilo de voz esas crudas palabras, soltando un sollozo tembloroso apoyando su frente sobre las rocas de la tumba mientras las pequeñas gotas saladas de sus lágrimas caían sobre los pétalos de los crisantemos, como rocío luego de la lluvia —. ¿Por qué no me llevaste contigo?
El hombre que era temido por todos, el que se veía fuerte como un roble, gélido como la nieve en invierno; un demonio sin corazón como muchos lo llamaban, no era más que ese niño atemorizado y solitario que creyó dejar en el pasado. Con su cabeza apoyada sobre el antebrazo, recostado en la lápida de rocas, se quedó dormido arrullado por el cantar del amanecer y la calidez de los cielos abrazarlo, mientras la tristeza de su alma brotaba como el agua de los ríos.
...
El salón elegante y amplio de la casa Jeon estaba adornado con las flores más frescas y perfumadas, las alfombras limpias y tejidas pulcramente con los mejores hilos. En la cocina los sirvientes trabajaban con rapidez, preparando la comida y recibiendo a los invitados de la boda en el salón; los Cheong y muchos integrantes del clan Jeon. Mientras tanto en la habitación la novia era preparada.
Hwayoung tenía su cabello negro y perfumado recogido de forma elegante con una corona de perlas ovaladas y lirios blancos, especialmente seleccionados como buen augurio, transmitiendo sencillez en medio de las lujosas telas y pureza en la mujer, deseando a la pareja una vida tranquila y próspera. Maquillada suave y sutil con tonos tierra y dorados, labios rosados e hidratados haciendo juego con su piel blanca, sus orejas portaban unos preciosos pendientes de cuarzo rosa, y de la joya caían en cascada hilos de oro con diminutos diamantes al final de estos.
La seda era de la mejor calidad, brillante y suave de color blanco con un estampado de flores y formas de mandala en oro sobre la túnica encima del impoluto Hanbok blanco. Por último unas zapatillas plateadas y delicadas sobre sus pies para terminar el conjunto nupcial de la chica.
Mientras las doncellas daban los últimos retoques, Hwayoung se miraba en el gran espejo de cuerpo entero, soltando un suspiro. No sabía cómo sentirse precisamente, en el fondo estaba feliz, emocionada porque siempre quiso que este momento llegara, sin embargo esa felicidad estaba oscurecida por el miedo. Hacía esto por el bienestar de su familia, de sus padres, como agradecimiento por la vida que le brindaron a pesar de no ser Cheong de sangre. Y su miedo era sobre todo porque recordó las palabras de su futuro esposo: «Casarse con un desconocido, un hombre que no la amará, ¿no siente tristeza?»
Suspiró de nuevo, intentando borrar esos pensamientos. Una de las doncellas la miró curiosa —. Señorita, los suspiros llegan más lejos que los gritos —Dijo un refrán en un intento de subirle el ánimo —. Vamos, es un día especial donde debería estar feliz y sonriente.
—Lo estoy —Dudó un poco antes de responder —, sólo estoy nerviosa —Disimuló, sin embargo jugueteó con sus dedos esperando a ser preparada por completo.
—Bueno, es normal —Comentó la otra doncella mientras terminó de acomodar los lirios de la corona —. Con todo el respeto, señorita, pero el capitán Jeon sin duda es un hombre impresionante.
—Sí, es bastante intimidante, pero así mismo es guapísimo —Congenió entre risas su compañera, logrando que Hwayoung brotara una sonrisa.
—Es una mujer afortunada, muchas ya desearíamos que nuestros futuros maridos fueran así: trabajadores, valientes, habilidosos y muy inteligentes...
—Sí, sí, chicas —La novia soltó una leve carcajada ante el entusiasmo de las jóvenes —, lo comprendo. Gracias, me siento mucho mejor —Las mujeres sonrieron y terminaron su labor, dejando lista y magnífica a Hwayoung.
Con pasos cuidadosos se levantó y caminó hacia su madre y la señora Jeon quienes acababan de entrar, quedando deslumbradas ante la belleza de la novia. La abrazaron con cuidado, su madre con ojos llorosos dejó un beso en su frente, estaba sumamente orgullosa y emocionada por ver a su hija convertida en una mujer.
Sin embargo ese momento fue interrumpido por el sonido de una porcelana partirse y los gritos de un varón resonar por las paredes. Las mujeres se miraron confundidas y con cuidado salieron para ver qué sucedía. La señora Jeon soltó un jadeo, llevándose las manos a la boca, los invitados estaban atónitos igual y Hwayoung sólo pudo quedarse en silencio, con los labios entreabiertos.
El señor Jeon tenía a un lado de sus pies unas tazas de porcelana astilladas, se le habían caído, y los gritos eran reclamos hacia una persona que había llegado a la boda de una forma que nadie imaginó.
—¡No puedo creer la vergüenza que me haces pasar! —Gruñó el líder del clan, alzando su mano para golpearlo, enfurecido.
Jungkook había llegado.
Estaba en su uniforme militar, manchado de sangre y suciedad por todos lados, incluso su piel. Tenía una gran cortada en la mejilla derecha y la herida estaba amoratada ya, sus ojos con pesadas ojeras bajo los párpados y sus iris oscurecidos, como si estuviese desolado, vacío, un muñeco que apenas y mostraba alguna emoción.
—¡Cariño! —La señora Jeon corrió hacia su hijo y se puso entre él y su esposo —. Por favor, no es momento —Pidió la mujer mientras intentaba calmar a su marido, el cual sentía que explotaría si Jungkook no desaparecía de su vista en ese momento.
Los sirvientes comenzaron a murmurar y mirarse preocupados, el capitán Jeon no se veía del todo bien, estaba agotado y a duras penas se sostenía en pie, además de encontrarse herido y apestando a sangre.
—¡¿No te da vergüenza haberme desobedecido?! ¡Llegar tarde y sobretodo así al día de tu boda! —Señaló iracundo las fachas del menor. Jungkook escuchaba todo lejano, realmente no tenía cabeza para nada en esos momentos, su padre no comprendía en absoluto la situación por la que pasaba, ni sus sentimientos o deseos, se sentía como una mera marioneta sin fuerza de siquiera refutar algo.
—S-señor Jeon —La voz temblorosa de Hwayoung hizo callar al nombrado, el líder del clan la miró, avergonzado por el comportamiento de su hijo —. Creo que la prioridad es que mi prometido esté bien —Pasó saliva pues sintió la boca seca, su corazón estaba latiendo a mil; no imaginó que el imponente hombre del día anterior llegaría a verse de esa forma —. Sus heridas necesitan ser tratadas.
—Estoy de acuerdo —El padre de Hwayoung se acercó a su amigo, al señor Jeon, y posó una mano en su hombro intentando que lo escuchara —. Debemos recordar que es un capitán, anoche hubo ataques a las afueras de Astrum y el muchacho sólo fue a cumplir su deber.
Jungkook cerró los ojos y soltó un suspiro, no aguantaba más, se sentía asfixiado. Se adentró a la casa, dejándolos allí discutiendo el asunto. Varias doncellas lo siguieron junto a su madre para atenderlo y en esos momentos Hwayoung no sabía si la boda siquiera sería posible.
Se preguntó si aquella escena se repetiría incontables veces en el futuro, pues ella no sabía realmente cómo era la vida de un capitán ni lo que significaba ser uno de Astrum en específico.
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