❄ 16 - Ink & Fire
CAPÍTULO 16 | TINTA Y FUEGO
En el momento en que Jungkook se separó de Hwayoung, pues no soportaba la presión y tristeza que lo estaba carcomiendo, quiso estar solo para así no derrumbarse en frente de esa chica, su orgullo no se lo permitía. Al llegar al solitario pabellón, alejado del mercado y la celebración, pudo tomar un respiro y ser él mismo; su coraza de capitán le impedía mostrar sus emociones, pero no reprimía su lado humano, su corazón seguía sintiendo.
Tras varios minutos en silencio, sentado en el barandal del pabellón que daba hacia el lago de lotos, un hombre enmascarado, bailarín del festival, se acercó tras hacer una reverencia y le entregó un sobre dorado, cuyo sello mostraba la cresta del palacio del rey.
Enseguida supo que se trataba del príncipe heredero.
"Buenas noches, capitán. Supongo que debo felicitarlo por su inesperado matrimonio, aunque no estoy siendo sincero, lo que menos quiero es desearle felicidad, Jungkook. Me sorprende el cinismo que llega a tener, admito que me engañó en su momento, así que dejemos la charla formal.
Apenas y ha pasado un año desde que quien iba a ser tu esposa falleció, y sabes bien por culpa de qué y quién. Pero ahora que lo pienso, no me extraña, es el comportamiento de una bestia. Sé que es algo hipócrita llamarte así, cuando por desgracia compartimos cierto aspecto en común. Pero no podré perdonarte lo que sucedió, porque tanto ella como yo confiamos en ti, y a ambos nos traicionaste.
Pero estoy tranquilo, porque tarde o temprano tu nueva mujer terminará justo como la anterior, y no será por mí culpa sino por la tuya, porque estoy seguro que la historia se volverá a repetir y ese será tu castigo.
Sé que odias ser noble, intentas llevar la contraria para no sentirte igual a nosotros, porque no has olvidado de dónde vienes. Pero, así como los aristócratas son mentirosos y usan máscaras, tú también usas la tuya, tienes tu propia falsedad y en cualquier instante podría salir a la luz.
Estaré aquí sentado, esperando a que ese día llegue, forastero."
Jungkook apretó en su mano la carta, volviéndola una bola de papel deforme que guardó en el bolsillo de su pantalón. Le dolió lo que leyó, sobre todo porque era verdad, lo que Namjoon había escrito con el odio tan palpable hacia él, era la pura realidad. Incontables noches él se culpó de lo que sucedió con su prometida, incontables veces lloró a solas e incontables veces quiso morir en el campo de batalla para detener el sufrimiento; para su desgracia, la vida tenía otros planes y en cada situación abrumadora logró volver a casa.
Aun así, había una cosa que el venenoso príncipe heredero no sabía: Jungkook no había planeado casarse ni tampoco estado de acuerdo con ese insospechado compromiso. El muchacho conocía los sentimientos de Namjoon, sabía por qué lo odiaba tanto y por qué mencionaba la palabra "traición" en su carta, pero era algo que no le importaba ya, estaba agotado de ser un hombre moribundo. Si la vida le había dado una oportunidad de continuar, la tomaría, por lo menos hasta que cobrara venganza y su consciencia estuviera finalmente en paz.
Jeon se quitó el guante de su mano derecha y luego retiró el anillo de oro de su dedo anular, mirándolo con un semblante vacío, pues no sabía qué pensar. Su matrimonio con Hwayoung se sentía irreal, al punto en que esa argolla no significaba nada para él, pero sabía que sí significaba algo para sus padres, esposa y suegros. Al parecer todos habían aceptado la situación, menos él, menos su corazón.
—Esto es agotador... —Musitó para sí mismo —, estoy exhausto de luchar contra la corriente —Recostó su cabeza contra el pilar rojo del pabellón en su espalda, miró de reojo al cielo y a la brillante luna otoñal —. Yo sólo deseo volver a casa, volver a ese momento donde no sabía nada, donde sólo me preocupaba jugar con la nieve o levantarme antes que todos para ver el primer amanecer de verano en nuestra tribu —Soltó una risa airosa cargada de tristeza —. Soy un idiota soñador aún, madre —Negó con la cabeza y jugó con el anillo, tirándolo al aire y recibiéndolo en la palma de su mano.
...
Jungkook y Hwayoung llegaron juntos al mercado, donde sus familiares al verlos, respiraron aliviados. Todos se hallaban escribiendo sus deseos en las linternas, para así luego encenderlas y dejarlas volar. Poco a poco el cielo se iba llenando de linternas flotantes, iluminando el manto nocturno del reino.
Areum miró a su esposo y ambos sonrieron cómplices al notar que Hwayoung tenía sobre sus hombros el abrigo de Jungkook.
Hwayoung se acercó a su madre, Narae, quien le tendió una linterna de papel apagada y una caja negra alargada y pequeña, que era el tintero para escribir el deseo junto a su esposo. La jovencita se acercó al capitán con una pequeña sonrisa de emoción y tomó el pincel, hundiendo la punta en la tinta suave, quitando el sobrante mientras Jungkook le sostenía la linterna.
Escribió sobre el papel anaranjado su deseo, el cual era bastante modesto y sencillo, tal como era Hwayoung. Pidió que su familia estuviera sana, unida y fueran felices, y al final escribió un "gracias". Tomó una vela encendida y prendió el cuadro de cera al que estaban unidas las cuerdas que sostenían la linterna, este ardió y Hwayoung dio un último empujón con sus manos para que la bonita linterna, ahora iluminada, flotara y su deseo fuera escuchado por las divinidades.
La chica sonrió al ver a su esposo, el cual la había observado todo el tiempo, y ahora ella sostuvo la linterna de él. Jungkook agarró el pincel y aunque estaba listo para pedir su deseo, nada llegaba a su mente, todo estaba en blanco y de nuevo se sintió perdido, que le faltaba algo para poder sentir como cualquier persona; él se estaba esforzando por pedir un deseo como todos los demás, pero algo lo detenía.
No sabía qué pedir, no sabía qué sentir o qué hacer, así que se sentó y su esposa lo miró algo desconcertada, sentándose también al frente de él, poniendo la linterna en su regazo.
—¿Pasa algo, mi señor? —Hwayoung vio cómo el capitán soltó un pesado suspiro y dejó de lado el pincel.
El pelinegro bufó, frustrado, apoyando el codo sobre la mesa y posó su mejilla sobre la mano enguantada —. No... no sé qué deseo pedir —Se sinceró y evadió la mirada de la fémina, centrándose en el pequeño cajón donde la tinta fresca reflejaba las llamas ambarinas de las luces que iluminaban el mercado.
—Ya veo... ¿T-te incomoda que esté mirando? —Hwayoung se sintió tímida al tutearlo y se mordió nerviosamente el labio inferior.
—No, no es eso. A decir verdad, nunca se me dio bien esta práctica —Se rascó la nuca y se aclaró la garganta —, quiero decir, se me da fatal pensar en un deseo ya mismo.
—Hm... creo que comprendo. Bueno, yo pido casi todos los años el mismo deseo —Soltó una risita —. No es necesario que pidas un deseo ahora, en cambio puedes agradecer por algo que ya tengas —La mujer jugueteó con la tela de la linterna, dibujando con su dedo figuras circulares invisibles, era un hábito que tenía cuando estaba nerviosa —. Nadie sabrá qué fue lo que escribiste, una vez la linterna haya llegado a lo alto del cielo, junto con el resto.
Jungkook meditó por un momento lo que su esposa le dijo, la miró y notó cómo ella tenía su vista centrada en la linterna en vez de encararlo, sin duda la intimidaba, pero no la culpó por eso. Desde que tenía uso de razón y su instinto había despertado, sus ojos cambiaron y con ello la forma de las personas reaccionar a él; en su mayoría, las mujeres evadían como podían mirarlo de manera directa a los ojos, así que estaba más que acostumbrado, eran pocas las que lograban sostenerle la mirada.
—Tienes razón —Dijo con voz rasposa, y más animado tomó el pincel, sumergiéndolo de nuevo en la tinta.
Jungkook recordó de entre tantos libros que leyó de la biblioteca de su padre, uno que tenía palabras inusuales, especiales o complicadas, y memorizó una que siempre le llamó la atención por su significado. Según el señor Daeyeong, esa palabra provenía de un lugar lejano, en las costas del mar mediterráneo; las personas en ese lugar eran sabias, inteligentes y habilidosas.
Sonrió de medio lado ante el recuerdo de él siendo un adolescente curioso, husmeando entre las montañas de material, documentos y escritos de su padre. Escribió entonces en la linterna, en un idioma desconocido para Hwayoung, la palabra que rondaba su mente.
"καλοψία"
—¿Qué dice allí? —Hwayoung preguntó, los trazos eran diferentes y era la primera vez que veía esas letras, su forma le recordó a hierbas y flores por alguna razón, le pareció una escritura muy bonita.
—Kalopsia —Contestó el capitán, contemplando los bonitos ojos marrones de su esposa, la cual por fin tomó valor y le devolvió la mirada —. El significado te lo diré si el deseo se cumple —Ya iba conociendo a Hwayoung y sabía que era muy curiosa, ella desearía conocer qué quería decir esa extraña palabra, pero sintió que aún no era el momento de decírselo.
Hwayoung soltó una risita, sintiéndose atrapada y ladeó la cabeza, sin romper el contacto visual con el varón —. Lo esperaré paciente, mi señor —Se aclaró un poco la garganta —. Aunque admito que me gusta como suena, tal vez es por su voz —Musitó lo último, divisando las luces anaranjadas que seguían inundando el cielo.
Jeon sonrió de medio lado y finalmente tomó la vela, encendió la cera y lanzó con delicadeza su linterna al cielo. Se quedó con una inusual sensación de alivio, como si la tinta hubiera sido sus preocupaciones y la linterna fuera la encargada de llevárselas lejos, para luego en lo alto, consumirse hasta borrarlas y convertirlas en ceniza.
Hwayoung se quedó absorta mirando el cielo adornado de una infinidad de linternas, su resplandor y colores anaranjados le recordaron a los rojizos y preciosos atardeceres. Jungkook por su parte, no prestó tanta atención a eso, sino a la mujer que estaba a su lado.
Si pudiera describirla con una palabra sería "paciencia", pues no cualquiera tendría dicha cualidad para tratarlo como ella lo hacía, había algo en Hwayoung que emitía dulzura, ahí él comprendió porqué ella les gustó tanto a sus padres, quienes fueron bastante duros con su prometida anterior las primeras veces. Pero, Jungkook ya no buscaba una similitud entre ambas, sabía que eran dos personas diferentes, con distintas maneras de ser y pensar, y eso le aliviaba, porque así no pensaría que Hwayoung era un reemplazo de su fallecida prometida, de lo contrario, todo sería mucho más doloroso al punto de no soportarlo.
Por eso mismo escogió la palabra "Kalopsia" para plasmarla en la linterna. Su corazón deseaba sanar, y aunque fuera necesaria una ilusión, anhelaba ver y sentir la belleza en lo cotidiano, en lo inhabitual, en lo triste, en lo alegre, en las pequeñas cosas que le hacían acelerar el corazón, las emociones que lo abrazaban con calidez; deseaba ver belleza en lo oscuro, en lo imperfecto, en lo caótico y hasta en lo cruel. Pues, aunque en el mundo en que vivía, la crueldad, la guerra y la muerte era lo que lo acompañaban como su sombra, si tenía a su lado a la persona correcta, podría tener valor y así asegurar una razón para continuar y respirar una vez más, llenar sus pulmones del aire impregnado de vida que su moribunda alma necesitaba para poder dejar atrás el pasado y ganar su propio perdón.
Y mientras la pareja de jóvenes avistaban el cielo, no muy lejos de ese mercado, el pequeño llamado Soobin abrazaba con cuidado su linterna de papel.
El infante se hallaba a un lado de un pozo de agua, y tras sacar un poco, vertió el líquido en el suelo polvoroso para así crear barro, simulando tinta, pues él no tenía dinero para comprarla.
—Hm... ¿Tú qué crees, Salem, los dioses escucharán nuestra plegaria, aunque no sepamos escribir? —Le preguntó a su peludo gato negro, el cual había sido nombrado con tan inusual nombre por un mercader forastero que le había regalado un pan y sardinas secas a Soobin hacía mucho.
El niño no quería que se quedaran sin pedir su deseo, así que, en vez de escribirlo, lo dibujó. Con su índice como pincel y el lodo como tinta, trazó círculos y líneas rectas, recreando a una mujer y un hombre, y en medio se hallaba un pequeño hombrecito, que en su mente nombró Soobin, y un gato gordo, que nombró Salem.
El deseo de Soobin era tan simple, pero a su vez desgarrador.
—Deseo que Salem y yo tengamos una familia, algún día... algún día —Tras soltar un melancólico suspiro, Soobin tomó una de las velas decorativas y encendió el bloque de cera en la base de la linterna. Sonrió ampliamente al ver cómo esta se alzó por si sola, con lentitud hasta unirse al océano de luces de papel que surcaban los cielos.
...
La media noche llegó y las campanas de las torres que protegían las esquinas de la ciudadela resonaron. La primera noche de festival había llegado a su fin y dio comienzo a una semana llena de alegría para las familias, donde se disfrutaban banquetes y actividades únicas de la temporada.
Tras despedirse de los Cheong, la familia del capitán volvió a su cómodo hogar para poder descansar, las siervas enseguida se apresuraron para atender a sus amos en lo que necesitaran.
—Bueno, hoy fue un buen día, así que lo mejor que podemos hacer es ir a descansar —Comentó Areum, a lo que todos asintieron.
El señor Daeyong puso una mano encima del hombro de su esposa, abrazándola de medio lado —. Mañana será un día lleno de trabajo, tu madre tendrá que ir al mercado por provisiones para joyería, así que sería bueno que la acompañaras, hijo.
—De paso, aprovecharé para enseñarle un poco a Hwayoung de nuestro oficio —Aseguró la mujer, a lo que su nuera hizo una leve reverencia y agradeció.
—Está bien. Estoy rendido, así que iré a dormir. Buenas noches —Dijo Jungkook y caminó hacia el corredor que llevaba a las habitaciones.
Hwayoung se despidió de sus suegros y se quedó un rato mirando hacia los jardines por la ventana, el ambiente era frío y se escuchaba el sutil silbar del viento. Sonrió y se dio ánimo para los días que vendrían, sintiéndose menos desolada en la enorme casa de los Jeon.
Ingresó a la alcoba y se dirigió hacia el armario, corrió la puerta y sacó un pijama de algodón bastante bonito, notando que estaba nuevo y perfumado. Se posó tras el separador de espacios con marcos de madera, que hacía de vestidor y llegaba un poco más alto sobre los hombros de Hwayoung.
La iluminación tenue y cálida de las velas hacía que la tela del separador dejara ver la silueta del cuerpo de la muchacha. Primero se quitó el abrigo negro de su esposo, la tela era suave y olía muy bien, tanto que no pudo evitar llevarlo a su nariz para disfrutar un poco más de dicha fragancia. Sintiéndose tímida por sus propias acciones soltó una risita y lo puso sobre el borde del separador.
Normalmente los nobles tenían a su lado siempre a una persona que los ayudaba a vestir, a bañar y los atendía hasta en los mínimos detalles, algo que Hwayoung nunca llegó a disfrutar del todo, pues quería tener intimidad, era muy pudorosa con su cuerpo y no le gustaba que nadie la mirara. Su madre la regañó varias veces por ese comportamiento, según Narae, tener a alguien a su servicio era algo común y que como noble, su hija merecía ese tipo de atenciones, además que era trabajo de las siervas ayudar a sus amas en esas tareas.
Hwayoung temía que en casa de los Jeon las cosas fueran igual, pero se llevó la sorpresa de que Areum le diera la posibilidad de elegir: era tan libre de pedir una ayudante, como de hacerse cargo de sí misma. Su suegra le dijo que ninguno de ellos permitía que los siervos los acompañaran a la hora de vestirse o bañarse, y que comprendía bien ese deseo de tener privacidad.
El enorme alivio que sintió la joven incluso la sorprendió. Admitía que era una mujer bastante independiente, tal vez demasiado y eso le costó varios regaños a lo largo de su vida como hija de los Cheong.
Hwayoung ya se había desnudado, su piel blanca y tersa tomó un color acaramelado por las luces de las velas, y el largo cabello ahora libre de adornos, caía grácil sobre su espalda.
Sin embargo, del baño de la alcoba salió Jungkook, que, perdido en sus pensamientos como de costumbre, no había notado a la mujer en el vestidor hasta que ella soltó un jadeo de sorpresa, al girarse para mirarla, ella tenía sobre su boca las manos, devolviéndole la mirada con el rostro enrojecido.
—¿¡Mi señor?! ¡L-lo siento mucho, no sabía que estabas aquí! —Hwayoung puso sus manos sobre el borde del vestidor y se agachó un poco para esconder su cara. Estaba ardiendo de vergüenza, ella ya se había hecho a la idea de que dormiría sola por mucho tiempo, ya que su esposo se negaba a compartir el espacio durante días.
—Sólo vine a cambiarme, las criadas movieron casi toda mi ropa a esta habitación —Comentó con su característica serenidad.
Hwayoung observó a su marido, con la orilla del vestidor justo debajo de sus ojos y sus dedos sujetando el borde, parecía un gato asustadizo escondiéndose del peligro. Y en efecto, el capitán era peligroso.
Él había olvidado la camisa del pijama sobre la cama, por lo que su torso se hallaba desnudo, dejando a la vista su piel marcada de cicatrices pequeñas y tintada de enigmáticos tatuajes azules; el pantalón de algodón satinado negro abrazaba de manera elegante la estrecha cintura del varón, en contraparte, sus hombros eran anchos al igual que su pecho, sin llegar a ser exagerado, era simplemente cautivador.
Jeon alzó una ceja al sentirse observado y giró hacia su esposa, quien se escondió enseguida tras el vestidor. El pelinegro se puso la camisa y tomó la ropa que se había quitado en el baño, dejándola en una cesta para que las siervas la lavaran luego.
—Vístete rápido, hace frío —Le dijo sin mirarla, caminando hacia la salida.
—M-mi señor... —La tersa voz de la mujer lo hizo detenerse —, ¿no dormirás aquí? —Preguntó, algo temerosa, aún así se atrevió a lanzar la cuestión, pues ese rechazo por parte de su esposo le seguía doliendo.
—No quiero incomodarte —Contestó el joven capitán.
Tras unos segundos de silencio, en los cuales Hwayoung se mordisqueó el labio inferior, decidiendo si decir o no lo que sentía, eligió ser honesta, después de todo él mismo le había dicho que su honestidad era algo bueno.
—Me incomoda más que sigas durmiendo en otra habitación... —Musitó en un hilo de voz, temiendo que él no la haya escuchado, pero sintió tanta pena que no se consideraba capaz de volver a decir semejante frase en voz alta.
—Ya veo —Jungkook se giró, encontrándose con la mirada de Hwayoung, medio escondida en el vestidor —. Bueno, he sido sermoneado por mis padres infinidad de veces ya, supongo que si duermo en esta habitación podré tener algo de tranquilidad —El pelinegro se dio por vencido, observó los atrapa-sueños que colgaban de la pared, justo arriba de la cabecera de la cama, y más confiado se acostó, se cubrió hasta la cintura con las sábanas de piel gruesas, y se giró dándole la espalda a su esposa.
Hwayoung quedó algo atontada, había sido más fácil de lo que esperó. Tal vez ser sincera con él no era tan malo. Se puso el pijama tan rápido como pudo, pues había comenzado a sentir frío, y apagó las velas; la luz de la luna se alcanzaba a colar por las cortinas y así pudo llegar a la cama. Con suavidad, simulando a un perezoso, se subió y se cubrió con las sábanas, soltando un modesto respiro aliviada al sentir calidez, aunque también se sentía rígida al ser la primera vez que dormía con un hombre.
Ignorando lo más que pudo su acelerado corazón, se volteó hacia el lado opuesto, su espalda frente a la de él y comenzó en su mente a contar ovejas y repetir párrafos de los libros de medicina para así quedar dormida.
Por su parte, Jungkook era capaz de escuchar el tamborileo del corazón de Hwayoung, pero no le molestó, sus pensamientos estaban de nuevo centrados en la carta que había recibido y en la sutil, pero a su vez directa amenaza por parte de Namjoon, y como ahora la jovencita a su lado estaba en medio de sus problemas.
Hizo una nota mental de a primera hora quemar la carta para que así nadie más la leyera. Apretó sus manos en puños sobre la sábana, Jungkook se prometió a sí mismo que no permitiría que la historia se repitiera, por el bien de todos.
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