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❄ 11 - Warmth on a rainy day

CAPÍTULO 11 | CALIDEZ EN UN DÍA LLUVIOSO

El día siguiente, a primera hora los habitantes del clan Jeon se encontraban en medio del campo lleno de tumbas, pequeñas pilas de rocas amontonadas, en cada una los familiares de los guerreros caídos los lloraban, en su mayoría mujeres con sus hijos pequeños. La frívola lluvia repiqueteaba en las sombrillas de bambú e impactaba contra el suelo polvoroso, creando charcos oscuros y la poca hierba reseca se sentía agradecida de recibir aquellas gotas.

Hwayoung alzó su cabeza hacia la izquierda, mirando a su esposo. El joven pelinegro tenía sus ojos fijos sobre las tumbas, sus orbes estaban sin brillo y oscurecidos no sólo por el cielo gris y la tristeza, había algo más, tal vez era frustración o preocupación. El atuendo completamente negro le daba un aire misterioso e incluso tenebroso ante lo vacío que se sentía la presencia del capitán, era inquietante no percibir algo de calidez incluso estando tan cerca que compartían la misma sombrilla, que al agarrarla dejaba ver los nudillos blanquecinos del varón, sosteniéndola con fuerza.

La ceremonia pasó en total silencio a excepción de los sollozos, nadie dijo siquiera una palabra, no eran necesarias; las palabras y frases poéticas no traerían a la vida a sus seres queridos, y se notó que la mejor decisión era simplemente respetar el luto.

...

En el territorio de los Park, frente a una elegante lápida adornada con flores aún frescas y vívidas, la lluvia empapaba el cuerpo encorvado de Jimin, el cual tenía una manta encima de sus hombros, aún se recuperaba pues no habían pasado muchos días desde el ataque y sus heridas fueron especialmente graves. Llevó una mano hacia su garganta, la cual aún dolía debido a la soga y cómo fue arrastrado por un caballo al punto de ahogarse. Apretó con fuerza los dientes, sintiendo la ira acumularse y sus ojos arder con lágrimas de frustración.

Le había fallado a sus guerreros como capitán, también a su clan y por supuesto a su padre, quien era el antiguo líder y verdadero capitán del sexto escuadrón. Tras enterarse del informe de cuál era el estado de los cuerpos, sintió un enorme frío recorrerle de pies a cabeza, una oleada de ansiedad lo golpeó y la sensación de querer gritar le hizo arder la garganta, sin embargo ni siquiera recordó cómo logró mantener la compostura ante su amigo, Jungkook.

Fue un imprudente. Cuando llegó a los almacenes y descubrió el caos que se desataba, ordenó a sus hombres detener a los enemigos, los cuales en medio de carcajadas, gritos y provocaciones, lo incitaron a seguirlos colina arriba. No lo pensó dos veces enceguecido por la adrenalina, más adelante lo esperaban con una trampa, lo tumbaron de su caballo tensando una cuerda a cada extremo del camino repentinamente y debido al golpe no pudo reaccionar, fue entonces cuando lo rodearon y las torturas empezaron. Se estremeció de sólo recordarlo.

Si hubiera esperado la ayuda de Beomhwa y Jungkook todo habría sido diferente, pero su inexperiencia le costó la vida a muchos hombres y por poco la propia.

—Lo siento tanto, padre —Musitó con voz herida —. Aun no comprendo por qué nos abandonaste de aquella manera tan repentina —Se sentó frente a la tumba, sin importarle estar en medio del aguacero —, lo que sí entendí es que no eras un hombre débil ni enfermizo, no fue normal que en sólo un par de días cayeras en cama y dejaras de respirar a la medianoche.

Sus ojos se nublaron, recordando el semblante pálido de su progenitor y cómo con el pasar de las horas su voz se puso más ahogada y la tos que no paraba terminó convirtiéndose en sangre, hasta que el brillo en sus ojos desapareció y su pecho dejó de moverse, el doctor soltando un suspiro le pasó la mano por los párpados, cerrándoselos, y luego el llanto de su madre inundó la habitación.

—Si no hubieras enfermado... yo no habría sido capitán, estoy seguro que tú habrías tomado una mejor decisión —Se levantó, sacando una daga de su bolsillo, con la mirada perdida y los labios fruncidos levantó el filo hacía sí mismo.

Tomó entre las manos su cabello rubio platinado, era algo que le molestaba, todos lo veían como un adorno. "El pequeño capitán". "El niño que juega a ser valiente". "Tener buen rostro es su único talento". "¿Cómo alguien tan débil puede ser capitán?".

—Por eso me haré fuerte, por mi clan, por mis amigos, por ti, padre.

El filo de la daga se deslizó con gracia y rapidez sobre las hebras de cabello, cortando con precisión, el peso desapareció y la brisa fría chocó contra su nuca ahora descubierta, liberó entonces un pesado jadeo, entre alivio y sorpresa, una sensación curiosa. Desde niño le había sido inculcado que su cabellera debía mantenerse larga al ser noble, de lo contrario sería visto como indecencia y rebeldía; aunque para él esas palabras nunca tuvieron real importancia.

Miró entre sus manos el resto de cabello, sujetado de una cinta naranja, la apretujó para luego dejarla sobre la tumba del antiguo líder de los Park como una promesa: dejaría de ser un niño para convertirse en un verdadero capitán.

...

La lluvia se detuvo al anochecer, todo estaba tan silencioso que el cantar de los grillos era audible en la distancia. Jungkook se encontraba fuera del edificio del escuadrón, las luces ambarinas de las lámparas de aceite iluminaban parte de su semblante pensativo, liberando el muchacho un suspiro largo con el cual su respiración salió en una grácil nube de vaho.

Había tenido una reunión con sus hombres, por suerte para él la mayoría estaban en óptimo estado, los heridos se recuperaban gracias al trabajo de las enfermeras Cheong y por supuesto de Hwayoung, quien todos los días colaboraba.

Todos se hallaban más que listos para proteger su clan de cualquier ataque, tomando posición defensiva y vigilancia continua en conjunto con el escuadrón de Beomhwa. Necesitaban también centrarse en la recuperación de Jimin y esperaba que el joven tuviera la fuerza suficiente para superar lo sucedido, pues Jungkook más que nadie sabía que por lo que el menor de los capitanes había pasado no era ni el comienzo de la fiereza y crueldad de los ataques de Tebengri, siendo ése un total demente.

Pero estaba seguro que tendrían unas cuantas semanas de descanso. Al día siguiente iniciaría el festival otoñal, y aunque no era en absoluto el momento de celebrar algo, eran fechas que no podían omitirse. Más que todo porque el ataque ni siquiera afectó mínimamente al príncipe o a nobles de alto rango, sólo a los capitanes de escuadrones bajos; era curioso cómo lo que suponía una tragedia para los clanes pequeños, para los de la realeza no significaba nada más que la pérdida de unos cuantos peones de poca categoría.

Tomó un profundo respiro y caminó hacia la casa principal, en el corto trayecto alcanzó a disfrutar un poco del olor a tierra mojada y la brisa fría chocar contra la piel de su rostro, a decir verdad siempre le gustó más el frío y en ocasiones extrañaba la nieve, pero a su vez esta le traía muy malos recuerdos.

Abrió la puerta y en la entrada se encontró con su padre, el cual iba en su dirección —. Bienvenido, hijo —Saludó el hombre con una sonrisa —. Justo iba a buscarte, quería comentarte un asunto.

—¿Sucedió algo? —Preguntó curioso y luego sus ojos se dirigieron a Hwayoung, la cual apareció detrás después de que el señor Jeon la llamara.

—Ya que Hwayoung ha sido de gran ayuda en la enfermería, quería que ella revisara el estado de tus heridas —Le respondió —. Es importante que estés bien para el desfile de mañana y el inicio del festival.

—Ah, cierto —Musitó, soltando un bufido —. ¿Pero no sería mejor que ella descansara? Mañana será un día largo y tendrá que estar a mi lado todo el tiempo —Se refirió a Hwayoung, a quien todos los demás nobles reconocerían como su esposa cuando la vieran acompañarlo.

Todo festival iniciaba con un desfile Real, en el cual el príncipe y su familia recorrían las calles principales de la ciudadela hasta llegar a la gran plaza central, acompañado de bailarines y siervos que portaban las banderas del clan Kim, así como parte de su guardia real. Esa clase de payasadas las disfrutaba al máximo el príncipe Namjoon, heredero al trono. Por supuesto los capitanes tendrían que presenciar en primera fila en la plaza los espectáculos que se llevarían a cabo.

—No te preocupes, este año dejarán ingresar a las personas de las demás aldeas, habrán muchos invitados por lo que las primeras horas de la mañana el desfile demorará un par de horas en volver a la plaza finalmente, podemos darnos el gusto de llegar un poco más tarde —Aseguró su padre.

—Si no es molestia para usted, mi señor, ¿me permitiría revisar sus heridas? —Pidió la joven, mirándolo con una tímida pero gentil sonrisa.

—Está bien —Aceptó Jungkook, sorprendiendo incluso a su padre. El pelinegro caminó por un lado y se dirigió sin decir nada más hacia la habitación designada para la pareja.

Hwayoung lo siguió sintiéndose nerviosa. Incluso en calma era intimidante, o más bien daba más miedo verlo tan tranquilo, pues no sabía qué esperar de él, sobre todo después de lo ocurrido la noche anterior en su despacho.

Ya en la habitación, la bella chica se acercó a la ventana que estaba abierta y entraba el gélido viento nocturno, ondeando las cortinas blancas y dejando ingresar el olor del fresco jardín cercano.

La cerró tras aspirar el aire puro y se giró hacia su esposo quien se quitaba el abrigo negro, dejando a la vista un elegante chaleco azul marino y una camisa oscura que se ajustaba a la perfección a su gran figura y fuertes brazos.

—Estos días han sido lluviosos, harán el desfile de todas maneras, por lo que veo —Hwayoung inició la conversación, a lo que sorprendentemente para ella, Jungkook continuó sin problema o mostrarse antipático.

—Sí, de todas formas el príncipe estará resguardado en su carroza, así que a él le da igual si el resto del mundo queda empapado por la lluvia —Comentó con fastidio en su voz, algo que no pasó desapercibido para ella. Tal vez el rumor de que la mayoría de capitanes detestaban al príncipe no era tan falso como pensaba.

Mientras tanto el atractivo capitán se quitó el chaleco y comenzó a desabrocharse la camisa, los botones de sus muñecas y desnudando el torso, poco a poco. Sin pensar mucho, Hwayoung se había quedado un tanto embobada observándolo; la piel blanca del pelinegro resaltó debido a la suave luz de las lámparas, dándole un color canela terso y los ojos marrones de la mujer se fijaron sobre cada una de las cicatrices pequeñas que había sobre el musculoso abdomen, no pasando por alto el detalle de cómo se frunció de manera sutil por el ambiente frío.

Tras quitarse por completo la camisa, Jungkook la tiró sin mucho cuidado sobre la amplia cama y miró a su esposa, sus gélidos ojos, aunque eran fieros por naturaleza y tenían el poder de hacer temblarle las piernas a más de una persona, no mostraron molestia en ese momento.

—¿Entonces, va a revisarme? —La miró sin darle mucha importancia a su reacción, aprovechado para estirar un poco el cuello y chasquearlo, soltando un bajo gruñido de alivio al quitarse semejante tensión, dejando su mano derecha sobre la nuca y su brazo flexionado mientras sus orbes bicolores se fijaron en la nerviosa figura de la fémina.

—Eh... ¡S-sí! —Hwayoung reaccionó, sintiéndose avergonzada, sus mejillas se colorearon de un febril rosado, abriendo la caja de madera que contenía la medicina lista para usarse, dejándola a un lado y acercándose a Jungkook.

La bella noble, sintiendo sus rodillas temblar y el corazón agitado palpitarle con fuerza, pasó la punta de sus dedos sobre las cicatrices rosáceas en el abdomen del capitán, a lo que él se contrajo, estremeciéndose ligeramente, provocando que Hwayoung alzara su cabeza y mirara directo al rostro de su esposo, algo alarmada.

—¡Ah, lo siento! ¿Estoy muy fría? —Preguntó con voz nerviosa pero cargada de calidez, alejando los dedos de la piel del hombre. Jeon era mucho más grande que ella y estaba dándole la espalda a la lámpara, por lo que al estar tan cerca el uno del otro, la sombra de él cubría el cuerpo de Hwayoung, fijándose en cómo brillaban con cierta inocencia los bonitos ojos de la mujer y sus labios recubiertos de un delgado bálsamo rojizo.

—No es nada —Jungkook carraspeó, mirando hacia una esquina de la habitación, evadiendo el contacto visual con su esposa. Ella sintió sus orejas calentarse al igual que el resto del rostro, se mordió con suavidad el labio inferior repetidas veces en un intento de entretener su mente y haciendo el mejor esfuerzo por evaluar la salud del capitán.

Para sorpresa de ella, había sanado muy rápido, aunque no había visto de forma directa las heridas recién hechas el día de la boda, estaba segura de que no eran simples arañazos. Hwayoung caminó alrededor de Jungkook, esta vez posando su mirada sobre la espalda marcada y fornida del pelinegro, notando enseguida algo que le hizo soltar un ligero jadeo de sorpresa.

A parte de las muchas cicatrices que tenía en su espalda también, en medio de sus omóplatos el dibujo de la huella de un gran felino estaba tatuada en su piel con tinta azul, y sus garras dejaron el rastro de un rasguño que se arrastraba desde la nuca hasta la huella, en medio de esta había un símbolo, los tres diamantes en un blanco puro. Sin poder evitar la tentación, pasó sus dedos desde la nuca, por todo el centro palpando la hendidura de su columna, recorriendo el tatuaje; la piel de Jungkook se erizó ante el delicado toque de Hwayoung.

—Creí que iba a revisarme las heridas, no a curiosear mi tatuaje —La voz rasposa del hombre la hizo estremecer, sin embargo ella no se quedó atrás y refutó, sin imaginarse que en los labios del arrogante capitán se marcaba una diminuta sonrisa de suficiencia.

—Mi señor, sólo cumplo mi trabajo, también tiene heridas en su espalda —Se justificó, conteniendo una risita y se obligó a concentrarse en su verdadera tarea. Estaba segura que tendría más oportunidades de admirar el tatuaje.

—¿Y bien? —Jeon dio un paso adelante para así girarse y enfrentar de nuevo a Hwayoung, alzando una ceja en espera de una respuesta al exhaustivo examen de la joven.

—Sus heridas están prácticamente sanas, solo un poco irritadas, no hay peligro de que se abran y están cicatrizadas en su mayoría —Se acercó a la cajita y sacó un ungüento bastante cremoso —. Le aplicaré esto para que termine de reparase la piel que falte por cicatrizar, hasta que ya no sienta dolor al palpar los lugares donde fue herido.

—Primero tomaré un baño —Avisó el varón —, luego usaré la medicina —Hwayoung asintió con una pequeña sonrisa y el capitán caminó hacia el cuarto de aseo personal, dejando sola a la nerviosa muchacha.

—Después de todo tiene su lado amable también —Musitó para sí misma, soltando una risita y acunando sus mejillas calientes en las pequeñas palmas de sus manos, sintiéndose tímida ante lo sucedido pocos minutos atrás.

En su mente repitió una y otra vez la sensación cálida en sus dedos por la piel tersa de Jungkook, recordando también el aroma varonil de éste, fresco y que le recordó al invierno cuando estuvieron tan cerca; no era tan fuerte como un perfume, era más sutil y propio de él, tal vez era el aroma natural del elegante y gruñón capitán.

—Mañana será un largo día —Murmuró, acostándose sobre la cama, agotada, cerrando sus ojos y dejando que su consciencia se esfumara con suavidad hasta que todo se volvió oscuro y su cuerpo se relajó por completo, sosteniendo entre sus delicados dedos el recipiente pequeño de la medicina para su esposo.

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