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No está en ninguna parte señor Han─dijo Jungkook con la voz entre cortada, debido al cansancio. Había recorrido toda la aldea en busca de Lim hyun-Soo.
─¿Dónde habrá ido ese muchacho?─preguntó tosiendo el señor Ahn con melancolia viendo los zapatos de paja, su bastón nuevo, la nota de agradecimiento y las monedas.
El señor Han soltó un suspiro preocupado por la situación, pues en lo que llevaba en la aldea, la joven Princesa jamás había desaparecido de esa forma. Es más, no había salido de allí desde que había llegado y no había manera que conociera el bosque y menos el pueblo, o al menos, no en su estado de amnesia.
El peligro era latente. Si no encontraba a la princesa pronto, probablemente alguien podría hacerle daño o los soldados del Rey podrían encontrarla y llevarla con él.
─Ni siquiera se despidió─dijo una pequeña niña limpiandose las lágrimas. Lim Hyun-Soo pasaba tardes enteras jugando con ella.
La preocupación se traspasaba a todos los aldeanos, quienes se habían encariñado con aquel muchacho escualido y torpe que siempre era regañado por Seokjin.
El erudito por su parte notó las miradas juzgadoras sobre él y entonces comprendió lo injusto que había sido con aquella chica.
El remordimiento comenzó a carcomer su conciencia, por lo que decidió ir en busca de ella por su propia cuenta, y así enmendar su error.
Así que subiendo a su caballo, emprendió su camino a toda velocidad hacia el bosque, dejando boquiabiertos a todos. Incluyendo a Jungkook, quién se quedó inmóvil viendo desaparecer por el bosque al erúdito.
Cabalgó y cabalgó hasta que la noche cayó, pero no encontro ningún rastro de ella. Gritó un par de veces su nombre y su voz hizo eco en la oscuridad y soledad del lugar. Estaba exhausto y realmente y por primera vez, estaba preocupado por ella.
Antes del amanecer, volvió a la aldea sin novedad alguna. Sin embargo se encontró con la noticia de que el señor Ahn, había caído gravemente enfermo durante la noche, por lo que en palabras del señor Han, problamente no pasaría otra noche.
Seokjin fue a visitarlo y el señor Ahn sonrió apenas lo vio entrar por la puerta de su habitación.
─Ah, estás aquí muchacho...─dijo con algo de dificultad para hablar.
─¿Como está señor Ahn?─Seokjin sonrió de manera amable mientras se le acercaba y se sentaba a un costado de aquella cama.
─Creo que ya estoy bien─contestó el anciano a modo de broma.
El erúdito sonrió levemente.
─¿La haz encontrado? ─preguntó el anciano luego de un momento de silencio, pero al notar la confusión asomarse en aquel joven rostro, sonrió─. A la chica, a Lim Hyun-Soo
Seokjin frunció el ceño alarmado al darse cuenta de que él también sabía que era una chica. Antes de que pudiera negarlo, el anciano comenzó a reír levemente.
─¿Como lo-...
─¿Como lo sé? Lo supe desde que ella llegó aquí─interrumpió sonriendo nuevamente─. Las facciones de una mujer y la nobleza de su origen no son muy díficiles de identificar muchacho. Debes ver más allá de los detalles.
Nuevamente Seokjin se notó confundido.
─¿Es que acaso no sabes a quién rescataste, joven erúdito?─el anciano se mostró sorprendido.
─¿De que está hablando?─Seokjin lo observó fijamente a los ojos─. Usted... ¿Sabe quién es ella?
El silencio del anciano otorgó la obvia respuesta.
─¿Quién es?─el erúdito se acercó un poco más a él─. Señor Ahn, digame quién es...
El señor Ahn lo miró con melancolía mientras recordaba sus años de juventud en el pueblo.
─No creo que deba ser yo quién deba decirtelo muchacho
─Señor Ahn... Porfavor
El ancino lo observó en silencio por unos segundos.
─Cuando la encuentres─carraspeó sintiendo su corazón latir con menos frecuencia─, protegela y ayudala a cumplir su cometido. La Princesa ha sufrido mucho y seguirá sufriendo hasta que la llama de su corazón y la tormenta de su mente se detenga...
─¿Qué? ¿De que está hablando señor Ahn? ¿Que cometido? ¿Cuál Princesa?─Park estaba íncreiblemente confundido y su mente se retorcía desesperadamente al tratar de buscar las respuestas─. No entiendo nada señor ¿A que se refiere con todo esto?
─Mucha sangre será derramada bajo el filo de su espada─Ahn sintió una sensación de tranquilidad y libertad consumirle por completo─. Ella te necesitará para lo que viene. Debes protegerla y mantenerte a su lado pase lo que pase. Prometelo...
─Señor Ahn─Seokjin se preocupó al verlo así─. Señor Ahn ¿está bien?
─Prometelo...
Seokjin no tuvo de otra que aceptar mientras sus ojos se cristalizaban y sentía la muerte sombría en la habitación.
─Lo prometo Señor Ahn... Tiene mi palabra.
Ahn sonrió levemente ante su respuesta y poco despúes, soltó un profundo y suave suspiro a la vez que cerraba lentamente sus ojos, cayendo finalmente, en el descanso eterno.
Inmediatamente, el sollozo de Seokjin se hizo presente en la habitación haciendo eco en el silencio.
El señor Ahn había fallecido antes del mediodía.
Al salir de allí, Seokjin fue en busca del señor Han para avisar sobre el deseso del anciano. Al cabo de un rato, ya estaba toda la aldea preparando el funeral.
─¿Que ocurre erúdito Park?─preguntó el señor Han viendolo sentado en una roca cerca del huerto con la mirada perdida y un semblante triste y melancolico─. ¿Estás así por Lim Hyun-Soo o por el señor Ahn?
─Por ambos─contestó conteniendo las lágrimas.
Han soltó un suspiro y se acercó para sentarse a su lado viendo aquellas plantas de col tan hermosas.
─No te culpes, lo del señor Ahn es algo que debía pasar. Es natural morir.
─¿Y lo de Lim Hyun-Soo?─volteó a verlo─. ¿También es natural su huida de aquí?
─Lo es─contestó Han con serenidad─. En algún momento iba a irse y cumplir con su destino. Solo espero que no esté en peligro.
Aquellas palabras le hicieron recordar lo que el señor Ahn le había mencionado sobre ella.
─Señor Han...─volvió la mirada al frente─. El señor Ahn me habló sobre la verdadera identidad de Lim Hyun-Soo. Me dijo muchas cosas sobre ella de hecho, cosas que me dejaron muy confudido. Me hizo prometer que debía mantenerme a su lado y ayudarla en algo que ella debe hacer. Sin embargo, estoy sumamente confundido y molesto, porque aún no sé quién es ella y porque parece ser, que todo el mundo sabe sobre su procedencia menos yo. Dígame... ¿Usted sabe algo al respecto señor Han?
Han no se sorprendió ante lo que escuchaba. Él había hablado con Ahn por la noche cuando cayó enfermo, y le había confesado que sabía la verdadera identidad de Lim Hyun-Soo y lo feliz que se sentía de haber conocido a la Princesa.
─Señor Park, hay muchas cosas que he estado ocultandole en el último tiempo, pero creo que ya es tiempo de que usted lo sepa─sentenció Han aún mirando las plantas de col de su huerto─. Lim hyun-Soo, es en verdad una Princesa de Joseon, la Princesa más poderosa, hija del anterior Rey
Seokjin lo observó fijamente sintiendose algo abrumado y sorprendido por la revelación de aquella información.
─Con lo que pude investigar, ella fue una víctima más de su Tío, y fue él quién desató una casería dentro del palacio con el único proposito de hacerse con el trono ─Han sintió compasión por la muchacha mientras relataba todo aquello─. El actual Rey llevó a cabo un macabro plan para matar a todos los sivientes del Rey, soldados, eunucos, concubinas, Príncipes y a los mismos soberanos del Reino, excepto por Shireen que logró escapar de sus garras al caer por el acantilado.
─¿Shireen?─preguntó Seokjin desconcertado aún por lo que estaba escuchando.
─Cho Shireen. Ese es su verdadero nombre─respondió Han mirando ahora a Seokjin─. Ella es nuestra verdadera Princesa señor Park
Seokjin estaba atónito ante lo que escuchaba. La noticia era como sentir un balde de agua fría recorriendo su espina dorsal. No podía creerlo, todo ese tiempo no había tratado mal a una simple campesina, si no a la mismisima Princesa del reino.
─Pero ella es...─Seokjin se sintió mareado ante tanta información que procesar─, extranjera ¿cómo es posible que sea una princesa? ¿acaso, está casada con un príncipe?
Han negó.
─Fue adoptada por el príncipe heredero, cuando era pequeña, y fue criada como tal en el palacio. Aunque no tiene sangre real, es legalmente, es una princesa de nuestra nación─explicó el anciano─. Y eso la hace legítimamente la verdadera heredera al trono, y no quién está hoy sentado en él
Conmocionado, Seokjin observó a Han.
─Por eso los soldados del Rey la buscaban, querían saber si seguía con vida. Probablemente nunca encontraron un cuerpo y por eso...─los ojos de Seokjin estaban llenos de lágrimas al empatizar con la muchacha─. Y yo la traté tan mal... Yo, no tenía idea que era una Princesa, que había sufrido tanto...
El erúdito comenzó a llorar a más no poder por el simple hecho de sentirse una escoria por todo lo que había hecho.
Han lo abrazó de lado para consolarlo.
─No se hubiera ido de aquí de no ser por mí culpa─Seokjin se alarmó y miró fijamente a Han─. Si los soldados la encuentran van a matarla. Debo ir por ella, puede estar en peligro ahora mismo
Seokjin se levantó desesperado de aquella roca con la intensión de ir por su caballo, pero fue rápidamente detenido por Han.
─¿Donde crees que vas Kim Seokjin? ─preguntó duramente levantandose también.
─Debo ir a buscarla─al joven erúdito poco le importó que lo llamara por su verdadero nombre, solo se acercó a él y habló─. Si algo le pasa jamás me lo perdonaré. Hice una promesa y voy a cumplirla. Si tengo que arriesgar mi vida en ello, lo haré, pero le juró que protegeré a la Princesa, aunque sea lo último que haga.
─No hablas con la sabiduría de un erúdito señor Park. No sabes a lo que te puedes enfrentar─advirtió el anciano mirandolo fijamente─. ¡Hay muchas cosas que aún no sabes y que están ligadas a tu vida pasada!
Seokjin se sorprendió ante aquello frunciendo el ceño.
─¿De que habla señor Han?
Han se pasó la mano por la frente sintiendose algo estresado por la situación.
─Si quieres ir por ella, no te lo impediré. Vé, traela con vida, sana y a salvo, pero no hagas nada más que eso─el anciano se acercó más a él mirandolo fijamente─. Por favor escuchame, no arriesgues tu vida sin tener un plan antes. No solo tú podrías salir lastimado, también la Princesa... Y muchos de nosotros.
Seokjin solo lo observó fijamente casi desilusionado por sus palabras, en completo silencio, y poco a poco se fue alejando de él, hasta ir donde estaban los demás.
Al día siguiente el señor Ahn era enterrado cerca de la aldea, todos lloraron y con ello también el cielo.
Al terminar el funeral, Seokjin recibía una carta de Han de parte del señor Ahn que escribió antes de su partida. Una carta que iba dirigida para la Princesa y que debía ser entregada a ella cuando Seokjin la encontrara.
Así mismo el erúdito, empacó sus cosas para varios días. Iría a buscar a
Shireen y traerla de vuelta a la aldea junto a la ayuda de su fiel aprendiz, Jungkook. No sabía cuanto iba a tardar la búsqueda, pero esperaba encontrarla lo más pronto posible.
─¿Cree que Lim Hyun-Soo esté en el pueblo? ─preguntó Jungkook arreglando los útimos detalles de su caballo antes de subirse a él.
Seokjin no le había dicho nada sobre la verdadera identidad de Lim Hyun-Soo y tampoco lo haría, al menos hasta que lo estimara conveniente. Por lo pronto, Jungkook creía que Lim Hyun-Soo no era más que un muchacho con amnesia que había tenido un grave accidente.
─No lo sé, pero espero encontrarlo allí─contestó el erúdito subiendose a su caballo─. Si está en el pueblo o no, lo voy a encontrar aunque sea lo último que haga
Sentenció y dando un grito, salió a toda velocidad de la aldea hacia el pueblo, siendo seguido por su fiel aprendiz.
Los bellos ojos marrones de la Princesa, se plasmaron sobre aquel lugar.
Una gran muralla y una gran puerta dividían el pueblo del palacio. Afuera, soldados protegían la entrada.
La tela transparente que caía de la parte superior de su sombrero de paja, se levantó danzando delicadamente en el aire por la suave brisa, dejando ver el nostalgico rostro de la Princesa.
Nada parecía haber cambiado, todo parecía exactamente igual a la última vez que estuvo en aquel lugar.
De pronto, vió salir de allí a Taehyung. Con aquella flamante sonrisa, y esa cálida mirada de la que se había enamorado.
Su corazón no pudo evitar sentirse abrumado por aquello, y sus ojos rápidamente se cristalizaron. Dió media vuelta inmediatamente cuando él dirigió su mirada en su dirección.
Una parte de su corazón, esperaba que la reconociera y viniera a su lado, la abrazara y se fueran lejos de allí. Sin embargo, su sed de venganza parecía más fuerte que cualquier sentimiento de amor que pudiera sentir en ese momento.
Volteó su cabeza levemente para verlo de reojo, pero ya no estaba. Entonces, decidió seguir su camino, y alejarse de ese lugar que tanto dolor le traía.
Caminó por las calles de tierra, con el rostro cubierto por aquella tela blanca transparente que caía desde su sombrero de paja, observando a su alrededor a personas pidiendo limosna, otros, bajo el sol, sin comida, ni agua, algunos heridos y recostados sobre el suelo como esperando la muerte.
Totalmente abandonados.
Sintió cuál espada atravesar su corazón al ver todo aquello. Un nudo en su garganta se formó, y se hayó con las manos atadas sin saber que hacer, ni como ayudar ante lo que sus ojos veían.
El nuevo Rey, había privatizado el agua y también racionado por cada familia, los alimentos como el trigo y las semillas. Ahora debían pagar el doble por todo aquello, las cosechas daban pocos frutos, sacrificaban el doble de animales por día, para tener menos gastos, y los pobres, cada vez eran más pobres.
Shireen, se acercó a un niño huerfáno que estaba sentado en el suelo con sus labios resecos y su piel quemada por el sol.
Sonrió y sacó una cantinplora de agua y una manzana que pensaba comerse más tarde.
─Ten, es todo lo que tengo por ahora. Por favor tomalo. Es para ti─dijo ella extendiendo las cosas hacia el niño, con una sonrisa en su rostro y sus ojos levemente cristalizados.
El pequeño sonrió también con un especial brillo en sus ojos.
─¡Gracias joven, muchas gracias!
El niño comenzó a comer con tal entusiasmo, que reconfortó el alma dolida de la joven Princesa. Le acarició el cabello y se levantó para seguir su camino.
De pronto, al doblar por otro callejón, se detuvo de golpe.
Una madre, un anciano y dos niños casi moribundos, en arapos, llorando, suplicaban bajo la sombra del árbol de una casa que estaba siendo saqueada y destruida por unos soldados.
Observó la situación a distancia prudente sin entender la razón de aquello.
La fustración, la pena y rabia, comenzaron a torturarla. Tensó su mandíbula y apretó con fuerza el puñal de la espada que caía en su cintura, la cuál había quitado de un soldado que la había reconocido aquel día donde sus recuerdos volvieron a su mente, hace un par de semanas atrás.
Ni siquiera se había dado cuenta de lo mucho que había avanzado hacia ellos con la espada en mano, que reaccionó casi de golpe, cuando escuchó las fuertes pisadas de un par de caballos corriendo en aquella dirección.
A través de la tela que cubría su rostro pudo reconocer al instante al jinete al mando; Kim San-Hyun, el padre de Kim Tae-hyung.
El recuerdo de aquel hombre disparandole una y otra y otra flecha para hacerla caer por el precipicio, la hizo tambalear sobre el suelo.
Retrocedió torpemente y comenzó a caminar lo más rápido que posible, por donde había venido anteriormente, en su intento por salir de allí antes que él la reconociera. Guardó su espada con los nervios a flor de piel, y para cuando las pisadas de los caballos se detuvieron, el llanto de aquellas personas también.
Se escuchó un par de ruidos secos sobre el suelo, y entonces se detuvo de golpe.
El silencio reinó un par de segundos.
Shireen sintió una fuerte presión en el pecho, seguido de un nudo en su garganta.
Nuevamente comenzó a correr para salir de aquel callejón. Chocó miradas con el niño que anteriormente había ayudado, y dió la vuelta en la esquina para meterse a otro callejón que daba dirección a la calle principal.
Volvió a detenerse.
La falta de aire y la conmoción por lo sucedido, hacian que su cuerpo se sintiera cansado y hasta tembloroso.
Las lágrimas no tardaron en salir y recorrieron su frío semblante, bajo aquella tela trasparente.
Reafirmó una y otra vez lo que iba a hacer.
─Prometo, juro, que aunque me cueste la vida, voy a acabar con cada uno de ellos. ¡Lo juro!
Los días pasaron.
Shireen se escabullía en los establos del pueblo, para descansar junto a los caballos, y durante el día deambulaba cual alma en pena por las calles del pueblo, intentando ayudar con lo que podía a los más desamparados.
Era ágil, y rápida, por lo que nadie se daba cuenta cuando su mano se deslizaba en un abrir y cerrar de ojos para robar comida o incluso algo de ropa.
Dormía en diferentes lugares para no ser descubierta. Por las noches, tenía pesadillas sobre su pasado, pesadillas que la torturaban al punto de no dejarla dormir. Siempre despertaba llorando y cansada. Se sumía en sus tristes recuerdos y antes del amanecer, desaparecía.
Era como un fantasma, un recuerdo que desaparecía apenas el gallo cantaba.
En el bullicioso mercado del pueblo, Shireen observaba a su alrededor con nostalgia.
Reconoció cada puesto, cada comerciante, y por unos segundos, se vió así misma junto a su prima Min Soo-Ah riendo mientras compraban decoraciones para el cabello y sus peinados.
El ruido de su estomago la hizo despertar del trance y entonces recordó que no había comido hace dos días, por lo que decidió ir por algo de comer.
Caminó entre las personas y se deslizó sigilosamente entre los puestos de frutas.
Con manos ágiles y ojos vigilantes, aprovechó la distracción y seleccionó cuidadosamente algunas frutas maduras, ocultándolas hábilmente bajo su ropa para evitar ser descubierta.
Mientras se alejaba del puesto, Shireen escuchó un clamor repentino y al voltear a ver, divisó a un grupo de soldados del rey que marchaban con paso firme por el mercado arriba de sus caballos.
Su corazón se aceleró enseguida y decidió esconderse detrás de una columna de personas, esperando que los soldados no la reconocieran.
─¡Atención! ¡Rindan honores, a su majestad el Rey Min Do-Hyun!─exclamó uno de los jinetes.
En ese momento, una majestuosa e imponente caravana real se acercaba. Estaba encabezada por los soldados del rey, vestidos con sus brillantes armaduras, y en el centro de la caravana, montado en un majestuoso caballo blanco, su tío, el rey vestido con su extravagante atuendo real.
A medida que el séquito pasaba frente a ella, todos los ciudadanos abrieron paso, y en silencio, se postraron humildemente, mostrando respeto y devoción al monarca.
El rostro del rey le trajo recuerdos dolorosos de su pasado, y en lugar de unirse a la multitud, la ira comienzó a tomar su cuerpo. Sus sentimientos y emociones más sobrías relucieron en su mente. Los latidos fuertes e incontrolables de su corazón, retumbaba en sus oídos, su cuerpo se paralizó y sus ojos se cristalizaron al instante. Su mandíbula se tensó, y llevó su mano a la empuñadura de la espada colgada en su cintura que está lista para ser desenfundada.
Lanzó una mirada furtiva al rey bajo aquella tela transparente que reveló sutilmente su rostro cuando la brisa levanta un poco esta.
Con determinación ardiente, da un paso adelante.
Y luego otro.
Y otro.
Su mirada está fija en el rey.
Es el momento que tanto estaba esperando. Al fin acabaría con el sufrimiento de todo Joseon y restauraría el honor de su familia.
De pronto, una mano rodea su brazo, y otra mano presiona sobre su nuca, obligandola a inclinarse ante la caravana del Rey.
De reojo observa al culpable de tal acto.
Tiene cabello largo de color castaño, algunas finas trenzas, aretes extravagantes cuelgan de sus orejas, lleva anillos en sus manos, su vestimenta parece común. Sus labios son gruesos y rosados, su piel blanca parece tersa, sus ojos plasmados en el suelo tienen un leve brillo, y una cicatriz en la mano de la que la sostiente, se lleva finalmente su atención.
─No te muevas, si no quieres morir...
Ella alzó la mirada al frente, y observó cómo la caravana se alejaba, y con ello, también su oportunidad de vengarse.
Se levantó de golpe, haciendo que la soltara. Las personas a su alrededor volvieron a lo suyo, y dirigió su mirada al hombre a su lado.
─¡¿Porque hiciste eso?! ¿Quién te crees para detenerme?─inquirió molesta.
El joven solo la observó detenidamente.
─Soy Park Jimin... Un gusto─dijo él finalmente, extendiendo su mano hacia ella, para estrecharla.
─No me importa quién seas, no vuelvas a meterte en mis asuntos.
Shireen pasó por su lado dejandolo con la mano extendida y siguió su camino.
A pesar de su furia y sed de venganza, concluyó que no era el momento, ni el lugar adecuado para actuar.
Esperaría pacientemente, planeando la mejor manera de llevar a cabo su venganza y restaurar el honor de su familia.
Él sonrió y volteó para seguirla.
─¿No te enseñaron tus padres que es de mala educación ignorar un saludo? ─Jimin la observó con curiosidad nuevamente─. Dime, ¿porque te acercabas de esa forma a la caravana del rey?
Shireen volvió a ignorarlo, pero está vez Jimin le detuvo el paso al estamparse como tronco frente a ella.
─¿Que secreto ocultas?─preguntó acercandose más a la chica, levantando un poco la tela queriendo ver el rostro detrás de esta.
Inmediatamente, la Princesa estampó la palma de su mano contra la mejilla del joven de cabello largo.
Jimin se quejó y se sorprendió al mismo tiempo, luego la fulminó con la mirada por tal acto.
─Me haces perder el tiempo, molesta a alguien más con tus preguntas ─sonó fría en sus palabras, y su rostro no se suavizó en absoluto a medida que hablaba─. Te lo advierto, no vuelvas a aparecer frente a mí, o lo último que verás será el filo de mi espada en tu cuello
Advirtió la Princesa mirandolo fijamente y para luego pasar nuevamente por su lado, esta vez chocando su hombro contra el de él.
─¡Espero que nos volvamos a ver...!─Jimin alzó la voz con una sonrisa en su rostro, viendo a la chica alejarse, desvaneciéndose entre la multitud.
Shireen estaba decidida a forjar su propio destino y enfrentar al rey cuando llegara el momento adecuado.
Mientras tanto, buscaría la forma de ayudar al pueblo, hacerse más fuerte, y si era posible, buscar aliados que pudieran unirse a su cruzada, para derrocar al enemigo.
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