𝘊𝘢𝘱𝘪́𝘵𝘶𝘭𝘰 𝟪。
EN ALGÚN LUGAR ABANDONADO.
ㅡ¡Así no! ㅡgritó el pelirrojo, cubriéndose el rostro con ambas manos y bufando en señal de frustraciónㅡ, ¡tienes que tener las manos frimes!, ¡deja de temblar!0
El tiempo se les acababa. Una semana y dos días después, Eddy aún no sabía disparar sin cerrar los ojos y desviarse por los nervios. El chaparrito suspiró, volviendo a poner su mano derecha en la culata de la pistola, y la otra con el dedo en el gatillo.
ㅡAhora, fija tu vista en aquel enorme círculo rojo en el centro de la madera ㅡrepitió, señalando con la barbilla.
Aún temblando, el pelíazul intentó disparar.
Cerró los ojos en el intento.
ㅡ¡No cierres los malditos ojos, carajo!
Quitó los grandes audífonos contra sonido y los lanzó al suelo, junto con las gafas de seguridad, volteándose con el arma aún en mano.
ㅡ¡Es mi primera vez disparando una de éstas, tenme paciencia!
ㅡ¡Cómo si jamás hubieras disparado una!
ㅡ¡No una calibre sesenta y seis, duh! ㅡrespondió, de forma sarcástica.
ㅡSi no aprendes cómo hacerlo, ¡y además lo haces bien!, el omega morirá por tu culpa ㅡaquello fue un balazo directo al corazón de Eddyㅡ. Eres un completo idiota, completamente inservible. Eddward tuvo que haberme dejado matarte, serías un peso menos para él también. ¡Ni siquiera tendrías que llamarte alfa!, ¡no mereces ser un alfa para ése omega!
Eddy levantó el arma y la tomó entre sus dos manos, sin cerrar los ojos y con los dientes apretados, disparó dos veces. Una dió en su estómago, la otra pegó en su corazón. La habitación quedó en completo silencio. Eddy vió, a algunos pasos de sí mismo, cómo el alfa pelirrojo yacía tirado en el suelo, luego de caer de rodillas tocándose el pecho e ir de cara a la cerámica blanca.
Aún no había sangre. Rolf se quedó de pie, estático, mirando al alfa de cabellos azules. A Eddy le empezaron a temblar las manos, soltó el arma y las miró con sumo cuidado, casi petrificado. Se preguntaba, en murmurllos inentendibles, qué mierda había hecho. Volvió a ver el cuerpo. Aún sin sangre.
Rolf dió dos pasos y Kevin comenzó a moverse. Levantó sus brazos y los puso en el suelo, con ayuda del delta se puso de pie y comenzó a limpiar la tierra de sus ropas. Eddy estaba aún más petrificado. Cayó al suelo de rodillas.
ㅡÉso estuvo... bastante bien ㅡdijo, quitándose la camisa blanca. Debajo de ella había un chaleco antibalas, señaló los agujeros del pecho y el corazónㅡ. No cerraste los ojos, y aunque la primera bala dió en el estómago, la segunda fue directo al corazón.
ㅡY-Yo... yo...
ㅡÉsos fueron tiros perfectos, señor McGee ㅡle sonrió Rolf, tomando el arma del suelo.
ㅡT-Tú estabas... yo te disparé y tú... ㅡtartamudeaba, no podía creer lo que acababa de pasar. ¿Qué acababa de pasar?
ㅡAh, cierto ㅡrecordó, quitándose el chaleco, dejando ver una camiseta blancaㅡ. Si intentas hacer ésa mierda de dispararme de nuevo ㅡse inclinó, mirándolo con los ojos bien abiertosㅡ... te mataré, aún así esté agonizando cómo animal degollado.
El delta y el alfa salieron de la habitación, dejando a un Eddy al borde del desmayo junto a una enfermera. Podía ser una mierda, pero Kevin no quería que le pasara nada a ninguno de los dos hermanos de Eddward.
El señor Dorm, el padre de Kevin, había construído (debajo de su mansión) un gran subsuelo en el que podían entrenar diferentes movimientos: estrategias, disparos, pelea con hombrecillos de algodón, pelea mano a mano, peleas con cuchillos, etcétera.
El dolor llegó en punzada, cómo aquella vez que estaba jugando con el cuchillo en lugar de comer y se pinchó el dedo con la punta de éste. Se detuvo un segundo, acariciando superficialmente aquella zona de su pecho en cuestión.
Desde que el omega no estaba dando vueltas a su alrededor y "provocándole dolor de cabeza", se había estado sintiendo mal. Mareado, con dolores en el pecho y muchas veces no dormía de noche. Le impresionaba cómo el aroma de un nuevo omega podía cambiarlo tanto, ni siquiera había sufrido éstas "consecuencias" cuando salía con Nazz.
ㅡSeñor ㅡle llamó Rolfㅡ. ¿Podemos hablar un segundo?
Al voltearse, Kevin logró ver al delta con un par de cafés en sus manos y su cuadernillo de bitácoras... siempre escribía algo nuevo en él.
ㅡPor supuesto ㅡmurmuró, lo suficientemente alto cómo para que el delta escuchaseㅡ. Pasemos a mi oficina.
Un par de puertas más tarde, el alfa finalmente abrió una puerta de madera bordó gastada y se adentró en la oficina. Rodeó el pequeño escritorio (más pequeño que el que tenía "allá arriba"). Cuando tomó asiento y suspiró con deje de relajo, vió a alguien más sentado en otro de los sofás de la habitación.
ㅡ¿Qué haces tú aquí? ㅡpreguntó, mirándole con el seño fruncido.
ㅡ¿En serio? ㅡEd rióㅡ. ¡Te estuve hablando en todo el camino aquí!, ¿de verdad no me escuchaste? ㅡlanza un bufido divertido al aire y se cruza de brazosㅡ. He estado aquí desde hace muuuucho tiempo.
Kevin negó con un suspiro: ㅡ¿Qué tienes ahí?
Rolf le extendió el cuadernillo de bitácoras y uno de los cafés que llevaba en su otra mano.
ㅡAquí se esconden todas las leyendas sobre almas gemelas y personas que están predestinadas a estar juntas ㅡexplicó, acomodándose en su asientoㅡ. Lee la página veintidós.
ㅡPágina... veintidós ㅡdijo, pasando de página en página.
Levantó un poco la vista y se encontró con los ojos del otro alfa clavados en el libro. Su rostro algo fruncido y sus dedos moviéndose lentamente de arriba hacia abajo le daban la impresión de que estaba pensando. Muy profundamente.
ㅡUnión de Almas y Lazos Predestinados ㅡtoqueteó los dibujos con las yemas de sus dedosㅡ. ¿A qué se debe semejante nombre, tan largo? ㅡantes de levantar la vista, frunció el señoㅡ. ¿Es por el omega?
ㅡY también porque te duele el pecho ㅡseñaló Ed, con la lata de cerveza que llevaba en su mano izquierda.
ㅡ¿Creen que todo ésto es por Eddward? No seas ridículos.
ㅡ¿Puede tomarse unos minutos para leer la bitácora? ㅡsoltó Rolf, bebiendo de su café.
La bitácora que Rolf había escrito relataba y estudiaba a fondo los ataques de cada jerarquía, el celo y la forma en la que los aromas de los "predestinados" podían cambiar (entre envejacer/perder el aroma y rejuvenecer/hacerse más fuerte) después de la unión.
Se hablaba de cómo los deltas (nacidos y "hechos") junto a los betas eran completamente excluídos de la sociedad. Por mientras, los alfas gobernaban y los omegas eran sumisos personales. Se hablaba de las marcas en el inicio del aroma y los nudos que se dan durante el sexo en el celo.
Aquel libro explicaba muchísimo más y mejor las cosas que él había aprendido en la escuela y en la vida. Era un libro de historia de hace años, escrito en un par de meses, por una persona que leía muchísimos libros.
Rolf pasó por detrás suya, leyendo una parte en voz alta, señalándola con el dedo:
ㅡ"Cuando alfa y omega, siendo predestinados, se encuentran: sus ojos cambian de color a uno más brillante"
ㅡ¿A qué te refieres? ㅡpreguntó, quitando los ojos del libro.
ㅡDesde la última vez que ha visto al omega, sus ojos han cambiado. Cuando recuerda al señor Marion, o escucha a alguien hablar de él, sus ojos brillan ㅡseñalóㅡ. Y, lamento decirlo, pero dijo que iba a tomar en serio mis creencias cuando las viera por usted mismo.
Levantó sus manos, extendiéndole su celular. Cerró el cuadernillo de bitácoras y se puso a reproducir el vídeo que Rolf le había tendido. Nathan, desde el sofá, había grabado un pequeño momento en la vida del alfa pelirrojo.
Entre sus manos había una corbata (la que el omega había dejado caer en la camioneta de Rolf). Sus ojos brillaban cómo dos esmeraldas recién pulidas, mientras sus labios querían surcarse en una pequeña sonrisa. Nathan hizo zoom y, cuando sus risillas resonaron por el audio, Kevin levantó la vista y sus ojos se volvieron oscuros.
Rolf se sonrió triunfante.
Luego de unos minutos de silencio, envió a Ed y a Rolf lejos de sí mismo y de su vista, quedándose con el cuadernillo de bitácoras del delta entre sus manos. Se acercó a su escritorio y volvió a abrir el cuadernillo, leyendo más detenidamente y con algo de paciencia.
Leía y releía los mismos párrafos intentando entenderlos. Su pecho dolía y sus ojos se fruncían por las punzaciones que su cuerpo le brindaba. Movió un poco sus manos por su cabello y bebió agua de aquella botella que había olvidado el delta.
"Después de marcar a un omega, se crea un lazo.
El alfa puede sentir tanto el pensamieno cómo los
sentimientos de su pareja, al mismo tiempo, el
omega también lo siente"
"Los supresores, llamadas estúpidamente 'píldoras
anticelo', sirven para controlar el ciclo de calor tanto
en omegas cómo en alfas. Además de los supresores,
existen vacunas y operaciones..."
"Los alfas suelen ser muy posesivos con sus omegas"
"Tienen 'comandos de voz' que sirven mucho para
cuando otros alfas quieren acercarse a sus omegas,
o cuando otros omegas le coquetean al alfa..."
Se le formó un nudo en su estómago y sintió algo de náuseas al leer uno de los últimos párrafos.
"Si un alfa marca a un omega anteriormente
marcado, la marca anterior del omega podría
llegarse a borrar e intercambiarse por la nueva
marca. El alfa no se verá afectado por dicha
acción, pero el omega, en el peor de los casos,
podría morir"
Todo a su alrededor se silenció. Sus oídos se taparon y todo se detuvo. Tomó su celular y abrió el nuevo mensaje que aparecía en la pantalla. Era una fotografía de un número desconocido, al abrirlo se encontró con Eddward a medio vestir, amordazado y tirado en el suelo.
"Te lo advierto. Éste es el omega
que tú abandonaste. Y no será el
mismo omega si no nos traes el
dinero intacto"
Se levantó casi de un salto, corriendo hacia la puerta y saliendo de ella dando un portazo al final. Se dirigía al Cuartel General dando pasos largos, corriendo cómo si su vida dependiera de ello. La puerta se abrió y dejó ver a todo el mundo girando sus cabezas hacia él.
ㅡTengo un mensaje ㅡcreyó haber dicho. Sus oídos aún estaban tapados y su pecho palpitaba en punzaciones aún más dolorosas.
Dió un par de pasos tambaleándose y luego se tomó de la mesa. Abrió una de las computadoras y conectó en celular a ella, mostrando la pantalla de su celular en la computadora, y de ésta a un gran televisor en la pared.
Aunque muchos le preguntaban por la foto, él simplemente mostró el mensaje. No iba a verla de nuevo. No iba a mostrársela a sus hermanos. No iba a dejar que ésa fotografía viera la luz del día otra vez... y haría lo mismo con los Robinston.
Tomó bocanadas de aire e ignoró a las personas que le cedían asientos o le pasaban bebidas frías. Levantó la cabeza, mirándolos uno por uno, hasta que finalmente sus ojos se conectaron con los de Rolf.
ㅡNo esperemos más. Vámonos ahora.
El personal se preparó a la llamada de urgencia. Series de tres camionetas sin placas salieron del escondite y se dispersaron. Cada personal tenía un número distintivo. El lugar en el que se encontraba Eddward era un predio amplio y basto, por lo que necesitaban gente caminando a su alrededor.
Plank, la mano derecha de Jhonny, dirigía al Comando O-39. Jhonny dirigía el Comando O-71. Rolf dirigía el Comando O-46.
Nazz y parte del personal de Jhonny se quedaron en la Base, comandando a todos los líderes desde ahí.
ㅡ¿Dónde nos están enviando? ㅡpreguntó Eddy, con el corazón latiéndole demasiado rápido.
Kevin dobló en una esquina, dos camionetas le siguieron el paso: ㅡNo estoy seguro. Nos están guiando a un lugar que no tiene dirección ni número. Un lugar baldío. Probablemente inhabitable ㅡotro giro luego de unas callesㅡ. Jhonny va a una fábrica de fósforos abandonada en la esquina de la Jungla, Plank va al hospital mental en las afueras de Peach Creek.
ㅡ¿El Hospital número 85? ㅡpreguntó Ed, en la parte de atrásㅡ. ¿Qué no estaba cerrado por remodelaciones?
ㅡAhora mismo está vacío, no hay nadie cuidando de él. Además tiene un sótano, pueden haber escondido a Eddward allí ㅡse explicó.
ㅡ¿Cómo sabes tsnto de un maldito hospital mental? ㅡpreguntó Eddy, con un deje de curiosidad en su voz.
ㅡMi primo Marshall fue encerrado ahí antes de suicidarse ㅡmurmuróㅡ. Era un buen tipo, pero la sociedad no está preparada para buenos tipos cómo él ㅡvolvió a girar en una esquina, los neumáticos chillaron bajo su giroㅡ. Hay una discoteca abandonada a un par de pasos de la Costa Seafell ㅡmiró por un segundo a Eddyㅡ. ¿Te suena?
ㅡTsk... ¿ése lugar? Jamás fue bueno ㅡlevantó los hombros, restándole importanciaㅡ. Nadie va ahí desde hace años.
ㅡLo sé, yo lo cerré ㅡhabló Rolfㅡ. Tuvimos un altercado muy grande con el propietario... ahora yace dando fiestas con los peces muertos en el fondo de la Bahía.
Ed y Eddy se miraron entre sí y tragaron en seco, devolviendo la vista hacia adelante.
ㅡKevin ㅡllamó Ed, recibiendo un suave "mhm" del alfaㅡ, ¿tú crees... que mi hermano está ahí?
ㅡNo... yo sé que está ahí ㅡdijo, haciendo énfasis en una de sus palabras.
Ed sonrió. Eddy miraba a ambos confundido, ¿desde cuándo se habían vuelto tan amigos? El ritmo constante de la camioneta había cambiado, ya que el plano era completamente llano y no había casas cerca, los pilotos habían acelerado.
Eddward Marion, el pobre omega de ojos azules y brillante sonrisa, yacía tirado en un sucio piso de cemento sin barrer. Lo tenían amarrado de piernas y manos, sin pantalones. Sus rodillas sangraban de las veces en lo empujaron y arrastraron por el suelo. De las veces que ha querido soltarse, en sus muñecas había cortes y quemaduras gracias a la soga.
Su cuerpo estaba golpeado y algunas partes no las sentía. En el peor de los casos sus heridas estaban secas e infectadas... tal vez algunas simplemente no habían sanado aún. Cuando no lo necesitaban para nada, cubrían sus ojos y ponían una mordaza sobre su boca.
Había llorado tanto, que si le sacaban la venda de los ojos, éstos estarían tan hinchados que no podría abrirlos. Creía haber perdido la voz de tantas veces que había gritado por ayuda.
Una canción corta y lejana se oía cada vez que lo dejaban todo en silencio. Cuando sus abusadores iban a almorzar o a beber por ahí, el silencio era tal, que una suave melodía se oía desde el otro extremo del lugar.
Una que había amado entre tanto dolor.
Gimió de dolor al último golpe de aquella tarde, que le fue directo al estómago. Las lágrimas caían sobre sus mejillas sucias. Rogaba para que pudieran encontrarlo mientras se acurrucaba en el suelo congelado. Murmuraba la canción para sí mismo, intentando darse autoconsuelo.
El dolor de los golpes de aquella tarde, poco a poco, lo iban adormeciendo. Mientras más lejos estaba de morir, dejaba salir cortos suspiros mencionando el nombre del alfa que alguna vez odió con todas sus fuerzas, pero que ahora esperaba que viniera a rescatarlo.
ㅡSé que vendrás ㅡse repetía una y otra vez, mencionando su nombre, cómo si fuera la última vez que fuese a decirlo.
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