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🪷 | 𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 22

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"El valor de las joyas"

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Si hay algo que las mujeres provenientes de buena familia tienen ventaja, es en dos cosas tan sencillas como resaltantes: su apellido y conocimientos.

Y Miura Maiko lo entendía a la perfección.

Nacida en el seno de una familia noble, con relaciones cercanas a la corte imperial, fue influenciada por su narcisista madre desde niña para que buscara convertirse en concubina y específicamente lograr ser princesa consorte. Su madre le metió en la cabeza múltiples veces que nació para ser una princesa y el orgullo de su familia. Cualquier cosa que le digas a un niño quedaría grabado en su memoria de la misma forma en que escribes una nota para no olvidar algo importante. No es un motivo justo, pero sí la razón de su actitud bastante... Vanidosa.

Muy vanidosa.

Ser concubina real ya era algo que nadie la había bajado desde hace unos años, su nombre ya era conocido, su egocentrismo no era para menos estando en esa posición. Pero convertirse en esposa de un hijo del emperador no solamente le facilitaría más riquezas, sino que ayudaría a su familia a unir lazos con la sangre de realeza.

Pescar al segundo príncipe fue tarea fácil por ser el más enamoradizo. Con los demás difícilmente tendría oportunidad de captar su atención a ese nivel.

Hasta donde sabe Sekido y Aizetsu nunca se han interesado genuinamente en mujeres: ya sean concubinas, nobles o incluso sirvientas. Solo supo que, hace un par de años, cuando el príncipe de orbes azules tenía diecinueve años, por mucho tiempo fue cortejado por una noble, hija de un gobernador.

La chica lo conoció en persona durante un evento en el palacio y se enamoró locamente de él, tanto que por meses hizo lo imposible por ganarse su interés. Hasta investigó por su cuenta las cosas que le gustaban: sus pasatiempos, comida y accesorios favoritos. Está claro que los libros fueron el regalo principal. Pero él no es idiota, obviamente se dio cuenta muy rápido de los sentimientos de la chica, y aunque de buena fe intentó rechazarla sin romperle el corazón, su paciencia se agotó y la mandó al carajo sin importarle dejarla llorando. A Aizetsu nunca le gustó estar involucrado con mujeres. Ni sentimental ni físicamente. Únicamente un par de ocasiones llegó a tener "amantes" (todas nobles), que usaba por un tiempo antes de aburrirse.

Mientras tanto, la situación con Sekido era aún más compleja. No era raro verlo con mujeres, pero tampoco común. Es como si a veces tuviera el humor suficiente para enredarse en aventuras, y que ellas lo soportaran. Porque sí... Meterse con el oji-rojo era estar dispuesta a aguantar su carácter tosco y poco amoroso. Pero Sekido, al igual que el anterior mencionado, siempre tuvieron una preferencia por las nobles que por las concubinas. Pese a que estas últimas les eran más, por así decirlo, "accesibles". Muy probablemente porque ven a las concubinas como prostitutas y a las mujeres de nobleza no... o no tanto.

Urogi era una buena opción. Su personalidad es contraria a los otros. Es normal verlo con su bella y brillante sonrisa, además de su actitud juguetona y coqueta. Pero pronto notó que el lindo príncipe de ojos amarillos está más ensimismado con sus mascotas con plumas que con las mujeres, cuando se enteró lo que pasó con una chica que tenía una relación con él e hizo una broma diciendo que las palomas asadas son un plato gourmet. A Urogi no le hizo nada de gracia su comentario. No hace falta mencionar que la chica estuvo a punto de morir, pero por suerte solo la echaron del palacio. Le tuvo que dar gracias a un tío que tiene un cargo importante y la salvó de ser ejecutada.

Con todo esto mencionado, sólo queda uno quién fue el único con el que pudo sacar provecho. No es secreto para nadie que Karaku es un mujeriego por excelencia, su fama trasciende más allá de las puertas del palacio (esto porque también ha llegado a meterse con cortesanas de casas de Oiran). Cambia de mujeres como cambia de ropa por día. Literalmente.

Si bien tiene esa costumbre, no significa que se encapriche con cualquier mujer. Él también tiene sus gustos y estándares. Así que si quería sorprenderlo lo suficiente para llegar a ser favorita, debía sacar todos sus atributos para encantarlo.

Al fin de cuentas, no es una exageración decir que todas las mujeres jóvenes de la capital están cautivadas por los príncipes y sus encantos y belleza sobrenatural. No solo son los hombres perfectos para casarse en el sentido político y adinerado, si no, en el físico también.

El oji-verde había sido su fuente de comodidades por mucho tiempo. Por eso necesitaba asegurar su puesto de cualquier forma. No podía darse el lujo de permitir que alguien le arrebatara la perfección que ha estado construyendo en ella misma.

Se dirigía a la habitación de Karaku, en sus manos llevaba envuelto entre sábanas un regalo que personalmente ella hizo para él. Esperaba que lo recibiera con gusto, además que ya hace un tiempo que no se encontraban con frecuencia.

Paró su andar frente a la puerta. Arregló los adornos pesados de su cabello y palmeó levemente su kimono verificando que se viera presentable y hermosa. Y también aprovechó para abrir un poco pero de manera provocativa su escote.

-Un momento, señorita Maiko, la anuncia-. -habló el guardia custodio de la puerta, sin dejarle terminar.

-¡Ay, por favor! Apártate. No hace falta anunciar mi presencia. ¿Por quién me tomas? Soy Maiko Miura, por si se te olvidó.

Su arrogancia y vanidad en su voz hizo callar al joven guardia que optó con rodar los ojos y asentir. Claramente conocía la relación de ella con Karaku, así que simplemente le abrió la puerta, cediendo el paso.

Maiko sonrió triunfante y no perdió el tiempo. Entró a la habitación real mientras el guardia cerraba la puerta.

Karaku estaba sentado en un sillón con una pierna recargada sobre la otra mientras le sacaba filo a su katana con una piedra. Parecía concentrado, lo bastante para no notarla Alzó la vista para mirarla a los ojos. Se sorprendió notablemente y sonrió antes de dejar la piedra a un lado y guardar en su forro el arma.

-Maiko... Mi bella Maiko. -saludó sonriente-. Me sorprende tu visita, ¿qué te trae por aquí? ¿Soñaste conmigo? No me sorprendería, soy muy guapo. -dijo bromeando, aunque con el tono de voz parecía más en serio que broma.

-No exactamente, aunque siempre sueño contigo. -le siguió el juego-. Te traje un regalo. -sonrió la chica dando una reverencia de saludo, luego desenvolvió la pequeña sábana para dejar ver una almohada hecha de algodón. -Supuse que quizás estarías agotado y pensé en una manera de hacer sentir mejor a su Alteza.

Karaku no perdió su sonrisa, más bien, la ensanchó.

-Awww. Siempre tan considerada, por eso me gustas.

Él extendió su mano derecha dando señal que se lo entregara, y con la otra dejó la katana recostada en una mesa. La katana relucía de brillo ahora tenía filo.

Maiko dio unos pasos al frente hasta llegar hasta donde se encontraba el chico de orbes verdes y entregarle en sus manos el obsequio. El chico vio la almohada con cierta fascinación.

-Te lo agradezco. -dijo sincero, apretando la almohada-. La verdad necesitaba una almohada suave para dormir como debo. Mis almohadas ya me dan dolor de cuello, mandaré a que las cambien.

Ella apretó levemente sus labios viéndolo fijamente a sus ojos color hoja. De esas miradas que una persona le da a otra como si buscara que le leyeran la mente o se conviertieran en adivinos. Karaku pareció entender y de modo un tanto socarrón le dijo:

-¿Quieres hacerme compañía?

-¿No te molesta? -preguntó juntando sus manos, queriendo persuadirlo concientemente inconsciente.

-Claro que no, nunca me molestarías. Ven. -palmeó un silloncito al lado de él.

No dudó ni un segundo en sentarse felizmente en el lugar donde le señaló. Ya daba por hecho su cometido, ahora solo tenía que usar algunas habilidades y pequeños juegos para ir jalando la cuerda hacia ella como hace de costumbre. Tratándose de Karaku es fácil.

-Te he extrañado mucho... ¿Por qué no me llamas? -le susurró envolviendo los brazos en su cuello para acercarlo-. Hecho de menos tu compañía, tu voz, tus besos, tu cuerpo... ¡¿Por qué demonios desapareces?! -terminó de decir mientras tomaba su rostro con firmeza para que la viera a los ojos.

Él le contestó simple, y alzó sus hombros.

-He tenido cosas que hacer.

O tal vez no muy fácil. A veces se hace el difícil y le gusta hacerse de rogar. Fue lo que Maiko pensó.

-¿Qué cosas? Yo no te he visto tan ocupado. No me mientas. -ella alzó una ceja, desconfiada-. Pudiste haberme dicho algo si en verdad te sientes mal.

-¿Por qué tendría que hacerlo?

-Sabes que solamente tienes que llamarme y yo me encargaré de curar todos tus males. -le habló suave, sonriendo de lado. Se atrevió un poco más y tocó con inocencia fingida el torso del contrario, por encima de sus ropas.

Él sonrió vacilante.

-Tú sabes aprovechar el tiempo, ¿verdad?

-Solo si se trata de ti...

Comprobado. Es sencillo. Lo ha sido y lo sería todo el tiempo porque Maiko Miura no es cualquier mujer con la que un hombre, incluido uno de los se pueda resistir a unas palabras y roces sensuales de piel. Ella estaba segura que tenía al oji-verde comiendo de su mano, y su seguridad crecía al mismo tiempo que se calentaba el beso que ella inició y él se lo siguió con gusto.

Cuando ella pensaba que el ambiente cambiaría a otra actividad más íntima, se le cortó drásticamente como con dos pares de tijeras filosas, como si fuera agua fría que hubiera caído sobre ellos, como un gélido viento que entra en una ventana. Karaku la tomó de las manos para apartarla, viendo el rostro claramente confuso de la joven mujer.

Karaku dio una risa nerviosa. Sabía que ella estaba haciéndose preguntas en sus pensamientos por tal acto y debía responderle.

-Cómo te dije no he estado durmiendo bien, estoy cansado. Otro día. -dijo Karaku, pausado.

Flechas puntiagudas hirieron su orgullo y ego. En todo el tiempo que llevaba una "relación" con Karaku nunca la rechazó en absolutamente nada. Bastaba a veces con dar una mirada cargada de sensualidad para encender la llama de deseo en él... Pero ese día se veía tan distinto. Tan lejano. Tan distante.

Por primera vez se sintió avergonzada. Sentimiento que no pensó experimentar y menos con él. Se incorporó desviando la mirada.

-Está bien... -murmuró.

-No te sientas mal, bonita, no te he dejado de querer. Solo me siento cansado hoy. Pero agradezco tus intenciones para hacerme sentir bien. -le dijo sonriendo mientras tocaba su mejilla con cierto toque coqueto.

La joven mujer lo miró alzando una ceja y suspiró largo. No necesitaba hablar para dejarle en claro que estaba molesta. Luego se movió, alejando la mano de su rostro de mala gana.

-¿Estás enojada?

Esa bendita pregunta. Típica de hombres, pensó Maiko.

-No.

-Si te enojas conmigo estaré más triste que el depresivo de mi hermano menor. -le susurró con un leve puchero en sus labios. -Y créeme no me quieres ver como él.

Maiko suspiró con pesadez y lo dejó pasar.

-Da igual. No te preocupes. Te entiendo... -hizo una pausa y un recuerdo de un tema que quería sacarle al oji-verde llegó a su memoria-. A propósito, en unos meses será tu cumpleaños...

-De mis otros hermanos también, por desgracia. -corrigió Karaku.

-Lo sé, lo sé. Pero a lo que me refiero es que es una edad bastante mayor, no? Dicen que es de "desposar".

-¿A qué te refieres? -preguntó sonriendo, pero con una expresión de confusión.

-Escuché que la emperatriz estaba interesada en que sus hijos se casaran.

Obviamente ella sabía que Karaku es el menos interesado en contraer matrimonio de todos sus hermanos, es más que claro que ama disfrutar de su soltería a todo dar. Su relación con él nunca ha sido oficial, sólo pasar el rato, pero por el momento le bastaba.

Sin embargo, quería buscar una manera de engancharlo más para conseguir su objetivo. Aunque no parecía funcionar y más por su repuesta:

-Oh, sí, sí, cierto.... -su voz salió en un tono contrario a la sonrisa que mostraba-. Mamá quiere lo mejor para nosotros, eso dice, y le creo. Quiere un futuro matrimonio estable para nosotros. Pero decidió que mejor elijamos libremente. Por el momento, yo no me veo casado... Al menos no todavía.

-No necesitas decirlo. Yo comparto tus ideales. Sin embargo... Imagino que un día tendrás que hacerlo. Y tienes una esposa perfecta en tu mente. -dijo Maiko sonriendo de lado. Pese a que hablaba en general, trataba de señalarse ella misma y que él captara su mensaje.

Karaku captó el mensaje. Claro que lo hizo. Pero a su memoria no llegó los coqueteos de Maiko ni cualquier otra mujer. En su lugar, lo ocupó la inocente y linda chica que lo tenía cautivado desde hace unos meses.

<<En mi mente y corazón>> Pensó Karaku y en sus labios se formó una sonrisa. Por esos segundos su mente estaba en cualquier lado menos pisando tierra.

Cuando volvió en sí respondió con voz suave.

-Sí, definitivamente un día me casaré con una bella dama que me hará feliz.

Maiko sonrió triunfante.

-¿Supongo que quizá conoces a quien consideras perfecta para ti?

-Oh, sí, y mucho.

-Tal vez habla contigo en este momento... Debes buscar bien...

Dos veces no podía ser rechazada. Solamente sería un beso, qué daño le haría si él está cansado? Pero para su mala sorpresa, no fue así. Justo cuando se acercó lentamente y estaba por besarlo él se alejó. Bueno, no se alejó directamente, pero ese gesto y expresión evitativo lo decía todo.

-Mi estándar es irreal. -dijo él, mintiendo y a la vez diciendo la verdad. Después de todo, esa chica no le parecía real por lo linda que la encontraba.

Maiko no era tonta. Era más que obvio que le estaba evadiendo el tema. No entendía qué pasaba.

Después de eso ninguno habló por segundos. Maiko no sabía si estar confundida o avergonzada por lo anterior. Pero ciertamente eso también le enojó... ¿Cómo se atreve a rechazarla? ¿Acaso su cuerpo no le parece tan atractivo como cuando lo volvía loco? ¿O ese día estaba de mal humor? No, Karaku se veía tranquilo. ¿Entonces por qué la ignora? Maiko necesitaba una respuesta y cada vez surgían más dudas, se volvería loca.

La puerta sonó dos veces y un sirviente se hizo anunciar. Karaku le accedió casi de inmediato, era como si esperaba que llegara.

El joven sirviente hizo su presencia pasando por la habitación y se detuvo antes de dar una reverencia. En sus manos cargaba una pequeña caja de bronce pintada de azul y blanco, con diseños de flores.

-Con permiso, Alteza. El pedido que me encomendó ha llegado.

-¡Ah! Cierto, colócalo en la mesa de allá. Ten cuidado, su contenido es valioso. Luego te diré a dónde la llevas. -dio la orden que su sirviente asintió escuchando cada instrucción.

La interrupción del sirviente y la orden de Karaku llamó la atención de Maiko quien se fijó en dicha caja que fue dejada sobre una mesita de madera. Antes que el sirviente la cerrara con su tapa pudo visualizar joyas... Joyas ridículamente caras.

-¿Qué es eso? ¿Son joyas? -preguntó sonriendo, esperanzada de escuchar una confirmación.

Karaku la miró de reojo y luego soltó una risa como si quisiera calmar la tensión.

-¿Verdad que son bellas? Las busqué exclusivamente para que fueran únicas de otros pedidos que he hecho.

-Ya lo creo. No era necesario tantos regalos. -dijo ella fingiendo estar avergonzada por el presente.

Karaku reprimió una risa y negó con la cabeza.

-No, esas no. No son para ti. No deberías preocuparte por ello dado que te he regalado cajas con los más finos accesorios, ¿no es así? No te falta nada... Pero no te preocupes, hermosa, a ti también te daré más joyas si quieres. -explicó vertiendo alcohol en una copa-. ¿Gustas? -preguntó haciendo un gesto con su mano refiriéndose a la copa.

Maiko apretó sus puños tan fuerte que sintió sus propias uñas enterrarse de la rabia. Esto ya era el colmo.

-No, ya debo irme. Con su permiso.

-¿Cómo? ¡Pero si acabas de llegar...!

Las palabras de Karaku fueron ignoradas. Ella dio su rápida e irritable despedida del aposento antes de marcharse hechando humo por las orejas.

-Agh, ¿pero qué le pasa a esta mujer? Todas son iguales, nada las satisface-. murmuró soltando un leve bufido molesto para después beber de un trago el líquido de la copa.

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No era necesario mencionar que los últimos acontecimientos de (T/n) los había sentido poco reales. Como una conspiración mala del universo o como si en su vida pasada hubiera sido un ninja mercenario que causó un genocidio y el castigo divino le cayó en su ser para atormentarla.

Pero hasta entonces, todas, o tan siquiera la mayoría de las veces que le pasaba algo, era por su culpa y su actitud inconsciente de romper algunas reglas principales que le habían dado desde que llegó al palacio. Como salir sin permiso, tratar de escapar, o confiar estúpidamente en esos pacíficos orbes azules que se veían amigables. Esas razones la llevaron a tener desdicha suerte, ya aprendió la lección a las malas, pero...

Esta vez no fue así.

Ni siquiera hizo algo para llamar la atención. No, no, no, esto no debería estar pasando.

Y sin embargo, ahora se veía en un estado menos que vulnerable. Su espalda zurraba con el frío piso de mármol del santuario, acorralada por los brazos toscos de el menor de los príncipes. Bastaba un poco más de cercanía para que sus narices rozarsn. Y sus ojos dorados como el oro destellaron, y no un brillo bonito.

¿Cómo llegó hasta esa incómoda situación? Esa es una anécdota que se contará a detalle. Con lujo de detalle.

-Hasta que por fin te atrapé, rata. -murmuró cerca de su oído, su aliento cálido le causó escalofríos.


Buenas.

I always come back. 🦖

En fin, imagino también que nadie extrañó este horrible intento de fanfic barato. Pero como me insistieron tanto en actualizar me puse manos a la obra.

Este es mi regalo de cumpleaños. Hoy la escritora cumple 19 años 🕴🏻👍🏻 (Ya estoy vieja)

En este cap quise darle su propio espacio a Maiko para que la conozcan más como personaje y "entiendan" su rabia contra rayi y el por qué le hará algo malo pronto (muy malo).

Pero no se desesperen. Luego de este cap se vienen como siete u ocho capitulos de puro drama entre rayi y los hermanos. Las ideas las tengo anotadas. Spoiler: Más de Urogi y Aizetsu.

Y, ¿por qué Zoha quiere matar a rayi? Lean el siguiente cap 👍🏻 (No hay siguiente cap, debo escribirlo MUAJAJAJA)

Antes de irme, último dato, en el próximo capítulo cambiaré la portada de la historia nuevamente. Y esta vez sí me encanta el resultado.

Beban agua y cuídense. Gracias por el apoyo. ෆ⁠╹⁠ ⁠.̮⁠ ⁠╹⁠ෆ

Meli 💝

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