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☆꧁12 años atrás꧂☆
Hinata suspiró mientras sentía la presencia en la casa de él. El hijo de Kushina jamás estaba demasiado lejos cuando ella estaba despierta y andando en la casa.
Después de ser encontrada por Kakashi en el bosque, los ancianos se reunieron y le dieron varias opciones. Le dolió ver que ninguna de ellas era un castigo para los lobos que la habían lastimado. Ella terminó huyendo, como si fuera la que había actuado mal y eso aún le dolía. Pero, un año después de irse de la manada, se sentía bien.
Kakashi había ofrecido hacerse cargo de ella, como un padre sustituto ya que el suyo se había desligado de ella cuando se supo que no podía cambiar. Hinata había vivido en el pequeño refugio que había contado la manada para cachorros sin padres, pero lo irónico es que ni siquiera allí se sintió parte. Los niños fueron crueles, haciendole consciente de que ella si contaba con un padre... Aunque él se había desecho de ella.
Hinata dió vuelta el filete que estaba cocinando.
Extrañamente, Kakashi la sacó de la manada al otro día del ataque. Él dijo que tenía amigos en otra manada y que serían aceptados allí. Hinata no preguntó nada, simplemente lo siguió, sin saber qué otro golpe le daría la vida. Con esa última broma, había aprendido a no esperar nada bueno de la vida.
Resultó ser un buen cambio, aunque generalmente vivía en una pequeña cabaña con Kakashi, a veces él tenía tareas en la manada que lo sacaban por varios días y ella se quedaba en la casa de Kushina.
Kushina, era una mujer dura y dominante, una loba alfa con la fuerza que rivalizaba con cualquier macho. Pero, ella jamás la trato como una sirvienta, por su defecto por no poder cambiar. La loba la trataba como una hija, cosa que confundió al principio a Hinata. Ella no estaba acostumbrada al contacto, y Kushina era una mujer que estaba todo el tiempo invadiendo su espacio personal...
Hinata saltó al sentir una mano caliente en su baja cintura y se giró con un chillido. Ver sus ojos celestes con una chispa de broma hizo que soltará el aliento que había retenido con un suspiró.
— Naruto...—, gruñó con molestia mientras él sonreía.
Naruto era el hijo primogénito de Kushina, él tenía 25 años, pero a veces se comportaba como alguien de su edad. Él tenía su propia cabaña, ya que se había independizado de sus padres hacia unos años, pero Hinata siempre lo veía por allí casi todos los días.
Ella hizo un mohín, mientras él seguía sonriendo y mirando su rostro fijamente. Hinata sintió su piel hormiguear y el calor subió por sus mejillas. Él era condenadamente guapo, se sintió tonta al pensar que Toneri había sido el chico más apuesto. Naruto era mucho más grande, sus brazos eran troncos de árboles y sus rasgos afilados eran masculinos y totalmente calientes.
—¿Qué hay, pequeña?
Y su voz...
Su voz grave y profunda siempre hacia que su estómago se apretara y sus pezones se pusieran duros. Hinata apretó más fuerte el tenedor que tenía en una de sus manos y desvío la mirada de su expresión divertida. Estaba segura que él sabía lo que provocaba en su cuerpo, ya que Naruto siempre se divertía molestandola. Aunque, jamás fue hiriente ni una broma de mal gusto. Él parecía disfrutar de hablarle y romper su espacio personal, como si tuviera derecho a ponerse cerca de ella y tocar su brazo o manos sin pedirle permiso. Pero, él también era un lobo totalmente alfa, sus padres lo eran y él había salido totalmente dominante. Comprendía cuál era su naturaleza, así que intentaba pensar que no era algo personal contra ella.
Hinata no respondió, ella se volvió para seguir cocinando. Algo que le había enseñado Kushina, era que no debía sentirse intimidada por nada ni nadie. Puede que la manada de Remolino fuera brutal, pero ellos protegían a sus miembros más débiles. Ella había sido testigo de la brutalidad de los lobos de esa manada, cuando al poco tiempo Kakashi había llegado con ella. El anterior alfa había estado en contra, pero Minato, el padre de Naruto lucho por el liderazgo, apoyando a Kakashi. Él tuvo que matar al anterior alfa y varios de sus hombres cuando atacaron las cabañas cercanas y eso, lo convirtió en el Alfa de Remolino.
Él había evitado el puesto, diciendo que sólo traía problemas, pero no dudo en pelear cuando su íntimo amigo estuvo en problemas.
Hinata vió de reojo a Naruto moverse por la cocina, viendo las cicatrices que adornaban sus brazos por esa brutal pelea. Él había tenido 24, pero había luchado con sus padres y Kakashi para protegerla. Aún tenía pesadillas sobre esa noche, los aullidos que rompieron la noche y los gemidos de los lobos que murieron. Y, al ser la protegida de la familia del Alfa, ella tenía mucho respeto en la manada. Jamás se había sentido de esa manera y aún se asombraba cuando hembras se detenían para hablar con ella en el pueblo o los machos la saludaban con respeto.
Ella no era nada, pero todos la trataban como si fuera un familiar del alfa.
También, la experiencia de la última broma de los miembros de su anterior manada la habían cambiado. Tenia cicatrices que le recordaban esa noche cada vez que se veía en espejo, y eso la había vuelto más fría. Ya nada la afectaba como antes, pensó mientras pinchaba la carne y la sacaba del fuego. Le dejó en el plato con un sonido sordo y se volvió, para acomodarse en la mesa. Sentía la mirada de Naruto en ella, pero Hinata no le prestó atención mientras acomodaba todo y luego se sentaba para empezar a comer.
En un principio, se había sentido asustada, siempre mantenía la barbilla casi pegada a su pecho y con la necesidad de pedir disculpas por sólo respirar. Y, aunque Kakashi siempre había sido amable con ella, la única que pudo cambiar eso fue Kushina.
La mujer empezó con un trabajo tan situl y amable, que Hinata no había notado el cambio hasta que empezó a responder con palabras mordacez a las bromas de Naruto. Aún recordaba que él había dicho algo sobre su olor una noche y ella lo había mirado fijamente, y su boca se movió antes de que pueda detenerse: «Pues, ponte algo en tu nariz y ya que estás, también en tu hocico»..
Hinata se había asombrado, y se había quedado tensa, mirando como una de las cejas de Naruto se alzaban. Los segundos parecían haberse convertido en horas mientras él la miraba y había estado a punto de disculparse, cuando el lobo había sonreído. Su respuesta la había dejado casi con la boca abierta cuando dijo: « Puede que no me desagrade. ¿Dije eso?»
Ella le había fruncido el ceño cuando él le guiñó un ojo y se fue dejándola sin saber qué decir.
Desde esa noche, ella había aprendido que no necesitaba ocultar su opinión y Kushina sólo alimentaba ese sentimiento cada vez que la veía enfrentar a cualquier lobo, hembra o macho, con palabras mordacez. Si había notado que todos tenían eso, y era muy extraño que fueran a una batalla. Los machos eran más físicos, pero jamás vió que uno se pusiera violento con una hembra. Kushina le había explicado, que los de la manda de Remolino respetaban a las mujeres por traer vida, además que creían fervientemente en la Diosa Kaguya, Diosa de la Luna. Y al ser una hembra, ellos consideraban que todas eran sus hijas, por lo que las cuidaban.
Hinata se crispó al sentir que la punta de sus cabellos era tomada y giró un poco la cabeza. Su rostro se sonrojó al ver primeramente la cadera de Naruto justo al frente de su cara. Él tenía un pantalón vaquero, que marcaba su cadera fina, pero ella no le prestó mucha atención y subió rápidamente los ojos hacia su rostro. Él seguía acariciando las puntas de su cabello con sus dedos, mirando fijamente su rostro. Hinata redujo la mirada en su expresión, sin saber con qué saldría ahora.
— Feliz cumpleaños —, dijo finalmente, con un susurró ronco.
Hinata se sorprendió por sus palabras y giró el rostro, buscando la mirada el calendario que estaba cerca del refrigerador. Se sorprendió al ver la fecha y darse cuenta, que efectivamente, era su cumpleaños. Volvió a mirar a Naruto, que se mantenía en la misma posición, aún con sus cabellos entre su índice y pulgar.
— Gracias —, murmuró sin saber qué más decir.
Naruto sonrió y luego soltó su cabello. Algo en sus ojos celestes pasó, se oscureció con una promesa, pero Hinata no pudo descifrarla.
— Pronto —, gruñó.
Hinata le frunció el ceño, pero él se giró.
—¿Pronto, qué?— preguntó alzando la voz, al ver que él salía de la cocina.
Naruto se detuvo, justo en el umbral, pero no sé volvió.
— Pronto—, volvió a decir y salió por la puerta.
Hinata puso los ojos en blanco y volvió a cortar la carne.
Naruto siempre se hacia el misterioso...
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