Lights✨
Giró sobre su espalda y abrió los ojos lentamente. La luz de la mañana llenaba cada espacio de la habitación blanca. Movió la mano sobre la tela azul cielo hasta posarla en su vientre. El ardor en su piel había desaparecido por completo, bastaba con soltar las vendas para comprobar el estado de la herida. Cada día se repetía lo mismo. Tuve suerte. Si el cuchillo se hubiera clavado un poco más arriba y a la izquierda quizá no estaría apreciando la luz del día una vez más.
Una consecuencia más de sus apresuradas decisiones. Decisiones fundadas en un amor quebradizo y promesas en arena. Kim Jun Hui debía estar descansando tranquilamente junto a su esposa y a su pequeño hijo en alguna parte de Busan mientras él, confiando en su amor abandonó a su familia, su hogar, su pueblo para entregarse enteramente a Jun Hui. Los recuerdos del rechazo y la manera cruel en qué fue desechado lo atormentaban cada día, recordándole lo estúpido que había sido.
Pero era solo un chico.
Hyungwon no se justificaba, pero a sus dieciocho años no había tenido pareja y que un hombre tan amable, educado, agradable, atractivo y muy inteligente lo cortejara era casi un sueño. Cayó en sus redes, se cegó por las maravillas y las experiencias ofrecidas. No pensó nunca que la promesa de amor de Kim era una de sus muchas mentiras. Mentiras que conoció al escaparse de su pueblo y viajar a la ciudad de Busan. Cerró los ojos y se negó a recordar la cruel noche en qué descubrió que no era nada más que un juguete.
Se sentó en la cama ahora sin temer a moverse y soltar los puntos. Miró hacia la esquina de la habitación, los botes de pintura seguían debajo de la ventana en la espera de participar para darle vida a las paredes. Sin embargo, hoy tampoco tenía la intención de abrirlas. Pensaba que, al decorar la habitación estaría invadiendo un espacio que no le pertenecía. Porque nada de lo que estaba ahí era suyo. No importaba lo amable que el señor Shin fuera con él, Hyungwon no bajaría la guardia.
Salió de la cama y se estremeció al tocar el suelo frío. A pesar de los rayos de sol que se colaban por la ventana, el frío de invierno era abrasador. Por alguna extraña razón, o no muy extraña, quería hundirse en la cama y abrazarse a las almohadas todo el día. Pero de nuevo, no podía permitírselo. Con los ojos pesados y un gran bostezo arrastró los pies hacia el pequeño baño. Después de asearse bajó a la primera planta a preparar el desayuno del señor Shin y el suyo. Prestó atención al silencio queriendo confirmar si se encontraba solo en el primer nivel. Permaneció inmóvil sobre el último escalón buscándolo con la mirada y concluyó que no se encontraba cerca. Avanzó con pasos ligeros a su rincón favorito de la casa. La cocina. Desde que llegó a la mansión, hace poco menos de dos semanas, encontró en la cocina un refugio tanto para distraer su mente como para no estar junto al señor Shin. No le temía, pero el hombre era demasiado serio y lo intimidaba.
Desde la ventana de la cocina pudo ver al señor de la casa cortando las ramas marchitas de los arbustos. Usaba un chaleco de lana amarillo pálido sobre una camisa blanca y unos tejanos anchos. Hyungwon no solía verlo en ropa informal, casi siempre llevaba puesto un traje muy elegante en colores sobrios o abrigos muy largos que lo cubrían entero. Miró un poco más hacia atrás, la casa de los Kim. Eran una pequeña familia de cuatro personas, pero adoraban la navidad. Su lujosa casa brillaba con luces amarillas, azules, rojas y verdes, en el tejado había un muñeco de Santa con todo y el ridículo trineo. El frente estaba decorado con bastones de caramelo, muñecos de nieve, cascanueces y un enorme árbol de navidad. Hyungwon había descubierto al señor esconder una gran cantidad de regalos en el garaje, todos muy lindos forrados con papel navideño y moños rojos. Suspiró recordando lo felices que eran sus padres en esa época, preparando platillos tradicionales, organizando juegos, invitando a la familia y amigos y escondiendo regalos en el pequeño cuarto compartido por él y su hermano.
Aunque quisiera engañarse creyendo que en un futuro podría regresar a casa y participar en las fiestas, sabía que sería imposible. Abandonó a sus padres y sus últimos momentos juntos se reducían a una fuerte discusión donde se arrepintió de ser su hijo. No lo dijo en serio. Simplemente estaba influenciado por el enojo y la impotencia. Y ahora no tenía casa propia, ni pareja, ni sueños cumplidos.
Sacudió la cabeza y se giró hacia la nevera en busca de frutas para la ensalada de Hoseok, sin darse cuenta de la mirada curiosa que lo observaba desde el jardín.
—¡Oh Dios! —ahogó un grito con la palma de la mano mientras sus mejillas se cubrían de rojo.
Hyungwon movió todos los recipientes del refrigerador en la espera de encontrar más fresas. Las que había comprado el día anterior desaparecieron después de su pequeño ataque de ansiedad. Lo que empezó con robar dos fresas y sumergirlas en miel terminó con los frutos rojos agotados. Y es que cuando se trataba de fresas o moras, Hyungwon no tenía control, mucho menos cuando estaba triste o agobiado.
—¿Pasa algo? Te escuché gritar.
Hyungwon brincó con una mano en el pecho y se giró lentamente, con la cabeza gacha.
—N-no, no, señor Shin.
Hoseok frunció los labios, pero no lo corrigió.
El mayor miró el bowl transparente con unos cuantos trozos de manzana y enarcó una ceja.
—¿Hoy no te apetece comer fresas?
—Y-yo... las f-fresas —apretó los ojos y presionó el recipiente contra su abdomen.
Hoseok se asustó y le retiró el objeto rápidamente.
—No hagas eso. Mejor dime, ¿Por qué estás tan nervioso? —preguntó metiendo las manos en los bolsillos del pantalón. Creyó que si mantenía distancia y sus manos lejos, el chico se relajaría. Funcionó. Su pecho dejó de subir y bajar violentamente y el rubor en sus mejillas disminuyó, sin embargo, sus hombros continuaban tensos.
—Las fresas se terminaron. ¿Le apetece desayunar algo más? —preguntó mirando alrededor de la cocina pensando en que más preparar—. Pero si lo prefiere, puedo ir al mercado y traer un poco...
Hoseok le sonrió.
—¿Recuerdas lo que te dije cuando llegaste? —le preguntó. Su tono de voz fue suave, como una caricia al oído.
Hyungwon entrecerró los ojos enumerando las escasas indicaciones que recibió el primer día, pero ninguna se relacionaba con las fresas o el desayuno.
—No, señor.
El pelinegro dio un paso adelante y apartó con delicadeza el fleco de los ojos de Hyungwon.
—Las necesidades, antojos y deseos que se te presenten, hazmelos saber. No importa lo que sea, yo me encargaré —susurró mirándolo directamente a los ojos.
La respiración de Hyungwon se cortó. De pronto se había olvidado de cómo respirar y su cuerpo congeló. El aliento caliente golpeó sus labios volviéndolo un manojo de nervios. Afortunadamente, Hoseok se alejó con una sonrisa.
—Tomaré sólo un café —anunció caminando hacia la cafetera. Sacó una taza blanca con dibujos de renos y se sirvió—. ¿Tienes algo que hacer hoy? ¿Irás con Minhyuk?
Hyungwon sacudió la cabeza, consciente de que Hoseok no podía verlo agregó:
—Minhyuk viajó a Goyang para ver a su familia. Volverá la próxima semana —explicó. Simplemente porque sentía la obligación de hacerlo.
—Bien. Tenemos muchas cosas que hacer hoy —contó, limpiando sus labios con un pañuelo—. Prepárate, saldremos en media hora.
ˏˋ ★ ˎˊ
Tenía derecho a estar nervioso y confundido. El señor Shin y él nunca salían. Cada uno vivía por su cuenta, y la mayor parte del tiempo él estaba solo y lo entendía. Shin Hoseok jamás abandonaría la universidad ni su oficina en el despacho jurídico más importante de Busan por su simple mayordomo.
Hyungwon acomodó el cuello de su sweter y se puso los únicos guantes que tenía. Las temperaturas cada vez eran más bajas y temía enfermar, y por ende, empeorar su situación, pero tampoco quería gastar dinero en compras innecesarias cuando debía ahorrar para continuar con sus estudios y buscar un lugar propio. Miró de reojo a su jefe e imaginó lo cálida que sería su campera de abrigo y todo su conjunto de invierno. A diferencia de Hyungwon, el viento frío no molestaba en lo más mínimo a Shin Hoseok y sus costosas ropas.
Hoseok apagó su celular y prestó atención a su alrededor, en específico, a Hyungwon.
—¿Qué haces? —preguntó con un atisbo de enfado.
—¿Eh?
El chico se miró de arriba abajo buscando lo que estaba mal con él.
—¿¡Estás loco!? Podrías pescar un molesto resfriado— se detuvo en mitad de la calle para quitarse el abrigo, la bufanda y el gorro.
—Yo... era el único abrigo limpio que tenía —se excusó, porque era vergonzoso decir que no poseía tanta ropa como él.
Lo vio sacudir la cabeza y murmurar algo entre dientes que no consiguió entender. Lo vistió con su abrigo, envolvió su cuello con la bufanda oscura y cubrió su cabeza y orejas con el gorro de lana.
—Señor Shin, ¡No! ¿Qué hay de usted? —Asustado hizo el amago de desvestirse, pero Hoseok lo detuvo.
—Compraré otro y otros más para ti. No quiero verte de nuevo con esas sudaderas.
Hoseok tomó su mano y lo arrastró al centro comercial. No mintió cuando dijo que lo surtiría de abrigos. Por dos horas lo hizo probarse ropa de invierno, botas acolchadas y guantes de colores. Y para su sorpresa, se negó a que el mismo Hyungwon llevara las compras alegando que no debía cargar cosas pesadas. Las compras no se detuvieron ahí, luces, muñecos de nieve, guirnaldas, esferas, regalos y un hermoso árbol de navidad.
Sus ojos no podían dejar de mirar el árbol que lo sobrepasaba por mucho y era tan ancho que Hoseok tuvo que mover uno de los sillones para que entrara en la sala. Las esferas grandes y de color azul brillante eran sus favoritas de toda la decoración. Gracias al efecto nevado del árbol y la cantidad exagerada de luces, toda la sala brillaba en tonos azules y blancos. Hyungwon suspiró nuevamente atreviéndose a tocar uno de los copos de nieve que colgaba en una de las ramas, sonrió inmediatamente y alejó su mano como si tuviera miedo de que se fuera a deshacer.
Estaba tan concentrado en el árbol que no escuchó los pasos de Hoseok ni cuando lo llamó por su apodo.
—Wonnie —repitió, esta vez en un tono más fuerte.
Hyungwon saltó y se giró para encontrarlo junto al sillón más grande usando unos jogging y una remera sin mangas.
—Iré al gimnasio. No prepares la cena, yo la compraré de vuelta.
El muchacho se sintió hipnotizado por la musculatura de los brazos y el torso tonificado.
—¿Qué deseas comer?
—Lo que usted elija está bien para mí —su respuesta fue mecánica y prácticamente ensayada. No era consciente siquiera de la pregunta, pero sabía lo que debía responder.
Hoseok peinó su cabello hacia atrás y acomodó el bolso en su hombro.
—No. Lo intentaremos de nuevo —sonrió de lado antes de aclararse la garganta—. Hyungwon, ¿Qué deseas comer?
Las mejillas de Hyungwon se calentaron y su vista cayó en picada. Su jefe actuó extraño, desde el primer momento, pero desde esa mañana lo hacía con mayor frecuencia. ¿Qué deseaba comer? Cualquier cosa, cualquier cosa que impidiera irse a la cama con el estómago vacío.
—¿Eomuk? —susurró deslizándose hacia adelante.
Hoseok sacudió la cabeza.
—Es una cena, Hyungwon —dijo riendo. La primera risa que Hyungwon presenciaba—. A veces olvido lo joven que eres.
Caminó hasta el pasillo de la entrada con Hyungwon detrás de él.
—Barbacoa y fideos, ¿Está bien para ti?
El joven asintió jugando con las mangas de su abrigo tejido.
Hoseok terminó de ponerse los tenis y lo miró en silencio. Se miraron así por casi un minuto y fue Hyungwon quien apartó la mirada avergonzado.
—Volveré en dos horas —prometió abriendo la puerta.
Cuando Hoseok desapareció, Hyungwon tocó su corazón regañándose por su comportamiento irracional. El señor Shin era muy amable por darle trabajo, techo y comida, pero él era un malagradecido por mirarlo con otros ojos. Culpaba a su ruptura y decepción de romantizar cada gesto de amabilidad que el mayor le ofrecía. Sin embargo, Hyungwon no creía estar cometiendo un pecado al notar los atributos del mayor. Hoseok Shin era atractivo; su cuerpo duro y marcado por firmes músculos, un rostro bendecido en belleza, piel cremosa y un porte elegante y maduro que hipnotizaba a cualquiera. Hyungwon había escuchado por boca de Minhyuk , que su profesor era muy popular entre las y los jóvenes de la universidad, incluso las profesoras se peleaban por compartir asiento en la sala de profesores a la hora del almuerzo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el timbre de una llamada entrante. Buscó el teléfono que estaba en una pequeña mesa circular al costado del sofá y tomó la mañana. La voz enérgica de Minhyuk lo saludó.
—¡Wonnie! ¡Feliz navidad! —gritó extasiado.
Hyungwon rio encantado de escuchar a su único amigo.
—Aún no es navidad, Min. Ni siquiera es medianoche.
Minhyuk se movió del otro lado de la línea, probablemente buscando privacidad.
—Lo sé, pero para cuando sea navidad estaré tan ebrio que no podré formular una oración completa.
Arrugó la nariz y asintió.
—Deberías controlar tu forma de beber —sugirió sentándose en la alfombra frente al árbol. No podía dejar de mirarlo impresionado por lo hermoso y brillante que era—. Algún día te traerá problemas.
Minhyuk resopló.
—Los problemas me siguen con o sin alcohol.
Los dedos de la mano de Hyungwon tocaron la herida en su vientre sobre la ropa. Todavía recordaba las palabras del médico:
'Tuviste suerte que el arma no perforara tu intestino '
—¿Qué harás está noche? —preguntó Min queriendo cambiar la conversación. La culpa lo atormentaba, si él hubiera vuelto temprano a casa, el idiota abusador no lo habría seguido y Hyungwon no tendría una cicatriz a lo largo de su abdomen por intentar defenderlo—. ¿El profesor Shin saldrá? ¿Pasarán juntos navidad?
Hyungwon apartó la mirada hacia las cajas de regalos bajo el pino.
—No lo sé. Me dijo que traería la cena.
—¡Eso es maravilloso! Estaba muy triste pensando que pasarías las fiestas solo —admitió en un tono nostálgico, sintiendo verdadera pena por él—. Volveré en tres días y saldremos juntos. Lo prometo.
Media hora después se despidieron y Hyungwon pudo subir a su habitación a tomar un baño y cambiar las vendas. La casa estaba limpia, había terminado de leer los pocos libros que Minhyuk le prestó y como no tenía que preparar la cena se prolongó la sesión de baño. Con delicadeza lavó su cabello usando un shampoo de melocotón que encontró en oferta en el supermercado. Para ser barato dejaba su cabello suave y ligero, además de un aroma dulce sin llegar a ser molesto. Al salir se vistió con una linda camisa blanca, un suéter de lana azul dos tallas más grandes y unos jeans rectos junto a sus amadas botas negras. Había sido regalo de su madre al terminar la secundaria y las amaba más que a cualquier otra pertenencia. La casa era cálida por lo que no era necesario abrigarse.
Pensó que sería correcto esperar al señor Shin en la sala y después de comprobar que faltaban diez minutos para que se cumpliera el plazo de tiempo que había mencionado, se sentó en el sillón de dos plazas a jugar con un hilo suelto de su abrigo.
La puerta principal se abrió lentamente motivando a Hyungwon a ponerse de pie. Un pequeño grupo de voces llamó su atención y se acercó lentamente al pasillo. Junto a Hoseok estaban dos hombres y un niño pequeño, uno de ellos moreno y alto, el que llevaba al niño era un poco más bajo y con la piel blanca como la de Hoseok.
—Hyungwon, acércate —ordenó Hoseok con una expresión seria mas no intimidante. Su cabello lucía desordenado, en contraste con su aspecto cuando se fue, lo que evidenciaba que había tomado un baño antes de salir del gimnasio.
El chico obedeció y saludó a los recién llegados inclinando la cabeza.
—Buenas noches, bienvenidos— se acercó al hombre con el niño y extendió su brazo esperando recibir el abrigo.
—Yoo Kihyun —dijo el hombre estrechando su mano a cambio—. Y él es Jooheon, pero prefiere que le digan Honey.
—¡Hola!
Hyungwon sonrió aturdido. Soltó su mano y miró al moreno alto. La situación se repitió.
—Son Hyunwoo. ¿Estás mejor? ¿No deberías guardar reposo? Seok nos dijo que estabas lesionado —habló saliendo del pasillo. Pasó un brazo por debajo del hombro de Hyungwon y lo ayudó a llegar al sofá más cercano.
Hoseok quiso detenerlo pero le pareció divertido lo preocupados que se veían sus amigos por su joven mayordomo. Necesitaban salir más y convivir con personas de verdad.
—Hyunwoo, no seas muy brusco —sugirió Kihyun yendo tras ellos—. No estás haciendo dieta, Hyungwonnie ¿O sí? Espero que no porque hice muchos pastelitos y galletas y Hoseok es un aburrido que no sabe apreciar un buen postre ¡HYUNWOO! ¿Bajaste la comida del auto?
El aludido cerró los ojos murmurando entre dientes. Se alejó de Hyungwon despeinando su cabello castaño.
—Papá es un tonto —Jooheon rio cubriendo sus ojos con sus manos regordetas.
—No lo soy —se defendió buscando las llaves en su pantalón—. Mierda, ¿tienes las llaves?
Kihyun estiró su mano para golpear la frente de su novio bajo la mirada confundida de Hyungwon y con las risas de Jooheon de fondo. Hoseok pasó en medio de ellos para cubrir el espectáculo con su enorme cuerpo.
—Ignóralos. No pensé que fueran tan ruidosos —dijo lo último mirando sobre su hombro. Suspiró y tomó la mano de Hyungwon arrastrándolo a la cocina—. ¿Me ayudas a preparar la cena? Kihyun se encargó de los postres y haremos la carne en el jardín, solo necesitamos algunos acompañamientos...
Hyungwon lo escuchaba atentamente o al menos eso intentaba pues su mente y ojos estaban concentrados en la unión de su mano con la de Hoseok. Solo él era consciente de que seguían unidos cuando Hoseok comenzó a buscar los ingredientes en los estantes y el refrigerador. Apretó los labios intentando no sonreír y delatar lo emocionado que estaba aunque sabía que era imposible. Sus mejillas lo delataban.
—¿Me ayudas a calentar el arroz? —preguntó inclinándose hacia adelante para encender el horno. Frunció el ceño al sentir un tirón hacia arriba. Volteó la mirada y encontró a Hyungwon estirándose para alcanzar el microondas, bajó la mirada descubriendo sus manos entrelazadas. Poco a poco aflojó el agarre de los dedos delgados hasta deshacerlo y tosió alejándose.
Arrasando con el silencio Kihyun entró desdoblando un mandil con una nochebuena pintada en el centro y muchas pequeñas alrededor. Sacudió las manos y sacó a Hoseok de la cocina pidiéndole que ayudara a su novio a encender el carbón. A regañadientes aceptó suplicándole, en el oído, que no incomodara a Hyungwon.
—Seok es un buen cocinero, pero yo soy mejor —explicó mirando todo lo que había dejado preparado Hoseok, que no era mucho, unos cuantos vegetales cortados en rodajas y la mantequilla derretida en una sartén—. ¿Te puedo llamar Wonnie?
—Ah, .. Sí, claro —respondió bajito. Siguió con la mirada los movimientos de Kihyun sin saber cómo ayudarlo.
Kihyun podía parecer alguien difícil de tratar, pero era todo lo contrario. Unos pocos minutos le bastaron para romper las barreras de timidez de Hyungwon y mantener una conversación fluida.
—Yo prefiero abrir los regalos antes de dormir. Hyunwoo dice que soy muy desesperado, yo no opino lo mismo —lo señaló con un palillo y entrecerró los ojos—. ¿No crees que es mejor ver tus regalos antes de dormir? La buena comida y un poco de alcohol te hacen caer rendido y lo más probable es que abras tus regalos al mediodía. ¿Qué sentido tiene?
El menor soltó una risita encogiendo los hombros.
—Ninguno.
—¡Claro! Es ridículo —dijo volviendo a su trabajo, revolver los huevos—. Además, Jooheon pasa navidad con su mamá así que tiene que irse temprano por la mañana.
—Oh, entonces abramos los regalos después de cenar —sugirió.
Sus propias palabras le dieron un golpe de realidad. Él no tenía un regalo para Hoseok. Había pasado un buen rato mirando el árbol y los regalos debajo, todos llevaban el nombre de Hyungwon. Incluso el hombre moreno agregó más regalos, pero ahí no había ni uno solo para Hoseok. Lentamente bajó el cuchillo con el que cortaba el tofu para el guiso.
—Yo no compré un regalo para el señor Shin —dijo en voz alta llamando la atención de Kihyun.
—¿Eh?
Parpadeó varias veces antes de darse cuenta de que hablaba en voz alta. Se sonrojó ridículamente y salió corriendo de la cocina sorprendiendo a Jooheon que entraba con Hoseok.
—¿Qué pasó? —preguntó Hoseok mirando hacia las escaleras por dónde desapareció el chico.
—No tengo la menor idea.
Una expresión de preocupación se instaló en el rostro de Hoseok y se mantuvo ahí por el resto de la noche.
ˏˋ ★ ˎˊ
El reloj marcaba las 9 en punto. Todos los establecimientos estaban cerrados desde hace más de una hora y no tenía ni un solo centavo en la bolsa. No era bueno con las manualidades y aunque lo fuera en su pequeña habitación no tenía materiales. Era malo escribiendo poemas o poesías. No estaban enamorados para dedicarle una canción y mucho menos sabía tocar el piano, el único instrumento en la mansión. Sabía dibujar, no era un experto, pero un dibujo era un regalo muy simple para alguien tan impresionante como Shin Hoseok. Todo lo que llevaba en su maleta estaba usado a excepción del collar de piedra aguamarina que su madre le había dado, a escondidas de su padre, momentos antes de abandonar su casita en el pueblo. Secó sus lágrimas y buscó el collar entre su ropa. Ahí estaba, envuelto en un pañuelo blanco de seda. Con mucho cuidado lo desenvolvió para comprobar su estado. El hilo de cuero estaba intacto y la joya en el centro brillaba con la luz blanca. Su madre le contó que su abuelo trabajaba en el campo y un día se encontró con un hombre japonés que huía de su país y a cambio de hospedaje y alimento le dio un puñado de esas piedras. La mayoría de las gemas formaban parte de las joyas de su abuela y su madre y el resto permanecían guardadas en un cofre oculto en la casa de su abuelo. Él había tenido la fortuna de recibir una piedra.
Una mínima parte de él se sentía culpable por entregar una joya significativa y quizás, el único recuerdo de su familia, pero su consciencia le gritaba que hacía lo correcto. Su hermosa madre fue clara con sus palabras: entrégale este collar a quién le dé calor a tu corazón. El señor Shin, era esa persona. Él lo rescató de las calles, le dio un techo, comida y un trabajo honrado. Necesitaría muchas más vidas para agradecerle a él y a Minhyuk todas las molestias.
Muy seguro de haber tomado la decisión correcta, bajó para unirse al pequeño grupo. Se dejó ir por las voces animadas y las risas contagiosas. Todos estaban en el jardín esperando por él, incluso el pequeño Jooheon permanecía quieto sentado en las piernas de Kihyun como si no estuviera a punto de perder la decencia y ensuciar sus cachetes con el azúcar glas de las galletas.
Hyungwon cruzó la puerta manteniendo la mirada en sus pies. El color rojizo alrededor de sus ojos delataban su sesión de llanto y no quería despertar más preocupaciones entre los mayores. A través de su flequillo vio que Hoseok palmeaba el asiento junto a él y ahí se sentó, en completo silencio.
—¡Genial! Podemos empezar —exclamó emocionado Kihyun.
—La carne está en su punto —dijo Hyunwoo regocijándose de su experiencia en la parrilla.
Hoseok rodó los ojos tomando un trozo de carne y poniéndolo en el plato de frente a Hyungwon como si fuera un acto cotidiano y no acelerara el corazón del chico. Continuó en una entretenida conversación con Hyungwon sobre los cambios en la planeación de las clases en la universidad. Resultó que Hyunwoo también era maestro en la misma universidad donde trabajaba Hoseok, pero él impartía clases de química y bioquímica.
—¿Quieres panceta de cerdo? —preguntó inclinándose para que lo escuchara sobre la música, la que Kihyun exigió poner a volumen alto para que todo el barrio pudiera escucharla.
Hyungwon asintió removiéndose en la silla. No conocía las costumbres de la ciudad ni del señor Shin, pero sabía de antemano que ese tipo de gestos solo lo tenían los enamorados o las personas con mucho reconocimiento y valor. Y Hyungwon no calificaba en ninguno de los casos.
—Me encanta tu suéter, Wonnie —comentó Kihyun, con las mejillas abaratadas de carne—. Tengo uno parecido en color blanco. Mierda, tenemos que salir un día de compras, es muy difícil encontrar a alguien con buen gusto en estos tiempos.
—Espero que no estés hablando de mí —intervino Hoseok. Sus ojos se volvieron dos filosas dagas que, por supuesto, no infundieron miedo en el bajito—. Tengo un estilo diferente, más elegante y formal. Mi trabajo me lo exige.
—¿También te exige hablar como si tuvieras un diccionario en la boca? —preguntó lanzándole una mirada cargada de burla. Porque así era Kihyun, así era su amistad.
—Yo pienso que cada uno es hermoso a su manera. No, Hoseok no es hermoso. Es atractivo —habló Hyunwoo mirando fijamente a su novio—. ¿Por qué me miras así? Seok no es mi tipo.
El mencionado frunció el ceño y tomó la mano de Hyungwon obligándolo a seguirlo. Caminaron por el amplio jardín hasta cruzar el callejón y llegar al frente de la casa. Hoseok se detuvo entonces, volviéndose hacia Hyungwon. No soltó su mano, lo miró a los ojos y le sonrió.
—¿Q-qué sucede, señor? —cuestionó muy confundido. Sus latidos se volvieron violentos dentro de su pecho, sus manos empezaron a sudar y con ello, la vergüenza llegó. Debía parecer tan patético a los ojos del señor Shin, todo sudoroso, ruborizado y avergonzado. Si de algún modo quería demostrar que era un hombre valiente, con sus reacciones estaba destruyendo su fachada. No dejaba de ser un muchachito inmaduro e iluso, como un cachorrito que daba la pata con la mínima caricia.
—Minhyuk me llamó por la mañana —comenzó a hablar. Dio dos pasos reduciendo la distancia, su aliento se mezclaba con el del chico y ni siquiera estaban tan cercas. No lo suficiente para juntar sus frentes o sus labios—. Me pidió un último favor.
—Min es un poco molesto a veces, no le haga caso —bromeó desviando la mirada hacia cualquier parte del jardín delantero.
Hoseok sonrió. Tomó la otra mano de Hyungwon comenzando con una ronda de caricias con el pulgar en ambas palmas.
—Puede que sea verdad. Sin embargo, cuando terminó de contarme sobre qué se trataba el favor, no pude negarme —dejó de hablar solo para esperar la reacción del chico. Sucedió tal cual lo esperó. Sus ojos redondos y grandes se abrieron mientras que sus labios se separaron lo suficiente para que un suspiro se escapara de entre ellos—. No cuando te involucra.
—Señor Shin...
—Tomaste una mala decisión, sí, pero tu mundo no terminó ahí. Dejaste a tu familia y aunque no conseguiste tu propósito, tienes muchas más oportunidades esperándote. Min dice que tienes buenas calificaciones y yo, al ser profesor titular, tengo el derecho de solicitar una beca para ti —explicó con una sonrisa sincera, no como las que se esfuerza en dar cuando está delante de otras personas ajenas a su círculo de amigos—. Puedes tomar los cursos de fin de semana si deseas continuar apoyándome en la casa o estudiar en la semana y trabajar los sábados. Además, te ayudaré a contactarte con tus padres. Tal vez piensas que ellos están molestos contigo, pero no importa que tan mal te hayas comportado tus padres te siguen amando...
Hyungwon abrazó a Hoseok y ahí, entre sus fuertes brazos, se rompió. Lloró sin vergüenza, de dolor, de tristeza, de anhelo. Los regalos bajo el árbol no le importaban, nada se comparaba a la oportunidad de volver a hablar con su madre, de escuchar la voz de su padre, las risas de su hermano. La noche después del asalto, en el hospital, lloró abrazado a la mano de Minhyuk mientras le contaba lo arrepentido que estaba por abandonar su hogar y sus sueños. Cuando llegó a la mansión Shin desechó la posibilidad de volver a la escuela, primero debía pagar sus deudas, conseguir una casa y el perdón de sus padres antes de siquiera pensar en estudiar.
Con una mano acarició el cabello oscuro de Hyungwon amando lo fácil que se deslizaba entre sus dedos y el aroma a melocotón que liberaba con cada caricia. Cuando creyó que el episodio de llanto estaba por terminar lo alejó de su cuerpo y lo obligó a mirarlo sosteniendo su barbilla con una mano.
—¿Por qué lloras? ¿No estás feliz?
Hyungwon asintió secando sus mejillas con el dorso de su mano.
—Estoy muy feliz, señor Shin.
Hoseok sonrió satisfecho. Esperaba que en algún momento Hyungwon dejara de llamarlo por su apellido.
—Minhyuk me pidió que no te dejara solo en navidad —admitió, con los ojos fijos en los labios resecos, por el frío, del menor—. Aunque fue mi idea armar todo esto.
—¿Mmh?
Lo liberó para girarlo con las manos en sus hombros y dirigiendo su mirada a la casa de alado.
—Te vi esta mañana espiando a los vecinos y deseando su espíritu navideño. Pensé que lo correcto, ya que estás lejos de casa, sería organizar tu primera navidad como chico de ciudad —dijo con voz suave y una sonrisa de mil soles—. Ki y Nunu se unieron por decisión propia después de contarles mi plan. La idea era tener una cena de galletas y leche en la sala, pero Kihyun dijo que una cena tradicional era mucho mejor.
Hyungwon sorbió su nariz desviando la mirada hacia la parte trasera de la casa. Hyunwoo y Kihyun estaban "escondidos" detrás de un muñeco de nieve inflable y Jooheon dentro del trineo de Santa. Sonrió emocionado.
—Muchas gracias, Señor Shin. Es lo mejor que alguien ha hecho por mí —dijo con sinceridad. Buscó en el bolsillo de su pantalón y sacó el pañuelo de seda—. Y-yo también tengo un regalo para usted.
Las mejillas coloradas de Hyungwon le confirmaron al mayor que se trataba de un regalo especial y no dudó en tomarlo y desenvolverlo.
—Oh. Es hermoso —susurró levantando el collar para apreciarlo mejor—. Gracias, Hyungwon.
Hyungwon carraspeó. Su pie izquierdo se movió sobre la escasa nieve dibujando formas.
—Es auténtica. Mi abuelo recibió muchas gemas como pago hace muchos años y han estado en nuestra familia desde entonces, nunca antes habíamos regalado una aguamarina —contó. Recibió el collar y abrió el seguro. Sus dedos temblaron cuando Hoseok se giró para que se lo pusiera. Luchó por no lucir torpe y afortunadamente lo logró—. Usted es un verdadero ángel, es lo menos que puedo ofrecerle.
Una vez que el collar estuvo en su cuello, Hoseok tomó la gema entre dos de sus dedos y sonrió. Realmente adoraba a ese chico y todas las acciones que hacía.
—Me gusta. ¿Estás seguro de que quieres que yo la tenga?
—Sí.
Se miraron a los ojos y el menor le sonrió tiernamente. Por alguna razón el corazón de Hoseok se aceleró y empezó a latir a un ritmo poco saludable. Más tarde se haría ver por su cardiólogo, tal vez después de navidad. Él le devolvió la sonrisa y volvió a mirar la gema, esta vez con más detalle.
Levantó la vista de nuevo cuando sintió una presencia muy cerca. Hyungwon estaba ahí, a milímetros. Su corazón empezó a latir con fuerza de nuevo y toda su cara se sintió caliente. No esperó a que el menor tomara la iniciativa y juntó sus labios. Esos labios estúpidamente hermosos y carnosos se sentían tan bien contra los suyos. ¿Podía la boca de un hombre ser tan malditamente dulce? No lo creía, no hasta que probó cada rincón de la de Hyungwon.
Hyungwon en cambio, pensaba que estaba soñando. Porque no existía manera en el mundo en que el señor Shin lo besara con tanta pasión, con deseo, pero los brazos de Hoseok a su alrededor bastante apretados se lo confirmaban. Todas sus preocupaciones desaparecieron cuando el mayor deshizo el beso y le sonrió.
—Feliz navidad, Wonnie y bienvenido a casa —susurró con alegría.
Que Jun Hui y el mundo se fuera a la mierda, él aprovecharía el día y todos los momentos que tuviera hasta morir.
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¡¡HOLA!!
Una chica en Twitter me dijo que el espíritu navideño vivía mientras el arbolito seguía en nuestras salas ajajaj y con esa esperanza me atrevo a subir el especial de navidad hasta hoy🙃🙃
Es algo cortito, pero que tengo/tenía completado desarrollar en una historia completa, con más detalles, y con un final más claro. Pero estoy corta de inspiración jajaj.
Espero que les guste mi humilde especial. Prometo volver con una historia más digna, linda y mejor ejecutada
😭😭♥️
¡Feliz Navidad! y ¡¡Feliz año nuevo!! ✨🎉🥳
¿A alguien le gusta el mpreg?
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