
ᴵ ᶜᵃⁿ ʷᵃⁱᵗ ᶠᵒʳ ʸᵉᵃʳˢ ⁱᶠ ᴵ ᵍᵒᵗᵗᵃ
IX: La celebración...
⚠︎ TW! : Homofobia implícita, uso de términos despectivos⚠︎
Lorenzo:
Última vuelta.
Mi respiración iba y venía mientras yo trataba de mantenerme centrado con el rugido del motor llenando cada ápice y fibra de mi cuerpo. El auto vibraba a mi alrededor a causa del esfuerzo al que yo me encontraba sometiéndolo, mucho más allá de los límites razonables con los neumáticos desgastados apenas siendo capaces de aferrarse al asfalto caliente de la pista con cada minuto que pasaba.
Solo una vuelta más. Eso era todo lo que necesitaba.
Leclerc seguía justo detrás de mí, ejerciendo presión mientras se mantenía justo en el rango del DRS, por completo al acecho mientras esperaba el más mínimo error para lanzarse, para atacar y dejarme atrás, pero, eso no iba a pasar, no está vez. No después de todo lo que había pasado durante el desarrollo de esta carrera, no después de todo lo que yo había sufrido al correr aquí en el único lugar de todo el mundo al que yo siempre había buscado evitar como a la peste misma que había infectado mi vida entera desde el inicio.
Los pianos de la variante alta temblaron bajo las ruedas del auto cuando yo pase por completo agresivo, cortando el aire con una precisión que iba más allá de lo quirúrgico con cada uno de mis movimientos perfectamente calculados. El auto se sacudió ligeramente pero yo, rápidamente, me asegure de corregirlo sin siquiera dudarlo por una sola décima de segundo. Yo no iba a dudar ni un solo ápice, no ahora, yo no iban a dejar que nadie me arrebatará esta victoria que tenia mi nombre escrito por todas partes.
Durante la bajada a Rivazza tenía a Charles pegado a mi alerón trasero con la alarmante insistencia que solo seria capaz de demostrar un piloto sumamente desesperado por darle la vuelta a la entera carrera en tan solo una vuelta, pero, eso no iba a suceder sin importar cuan desesperado estuviera el piloto de Ferrari, esta carrera era mía, me pertenecía por derecho.
Ni siquiera me atrevía a respirar o a pestañear.
Una trazada perfecta en la última curva, tan solo una más.
Apreté el volante con tanta fuerza que los nudillos qué aún continuaban resentidos por mi pelea con Lando protestaron de forma dolorosamente aguda mientras salía de la curva en dirección a la recta final, pise el acelerador a fondo y el motor rugió atronadoramente a modo de protesta mientras me acercaba cada vez más y más hacia las luces de la meta que se encontraban brillando delante de mí a tan solo unos cuantos segundos de distancia que se estiraron más allá de lo debido en una espera interminable al tiempo que el pit wall¹ estallaba en una locura de brazos levantados y pancartas agitándose. El equipo gritaba en mis auriculares de forma ensordecedora y mi nombre estaba en todas las pantallas, pero, nada de eso me importaba ni en lo más mínimo porque yo no podía oír nada más allá de rugido de mi pulso al golpearme los oídos y no podía ver nada más allá de la bandera a cuadros que se encontraba ondeando en el horizonte, cada vestigio de mis fuerzas y todos y cada uno de mis pensamientos se encontraban enfocados y dirigidos única y exclusivamente en aquella dirección.
Hasta que… cruce la línea de meta y la bandera a cuadros se agitó declarando algo que yo había estado persiguiendo de forma casi ciega y desenfrenada toda la vida: había ganado, mi primera victoria aquí, en Imola.
De todos los lugares posibles, había alcanzado mi primera victoria aquí.
El tiempo pareció colapsarse sobre si mismo con el violento estallido de una supernova. El aire se escapo de mis pulmones con un suspiro que casi resultó doloroso mientras relajaba mis dedos tensionados sobre el volante para soltarlo al tiempo que mi cabeza caía hacia atrás, mis ojos cerrándose por un instante, calmando las revoluciones de mi mente para adaptarme al ritmo normal del mundo real que me golpeó con la violencia de un maremoto, casi dejándome sin aire mientras volvía a abrir los ojos.
Mis auriculares prácticamente explotaron con los gritos de mi ingeniero—. ¡Lo lograste, lo lograste! ¡Eres el ganador de un Grand Prix!
Una risa se escapo de mi pecho casi sin que yo fuera consciente, incrédula, eufórica, desbordante mientras levantaba una de mis manos en el aire en una celebración instintiva, imaginando que sostenía entre mis dedos la bandera, no de mi país, sino de mi hogar.
Yo había ganado.
En Imola.
En mi séptima carrera.
Mi nombre quedaría por siempre escrito en los libros de historia, y, absolutamente nadie podía ser capaz de quitarme eso.
Conduje el auto hasta el pitlane, el rugido del motor era prácticamente amortiguado del todo por los gritos eufóricos de mi equipo que no dejaban de sonar a través de mis auriculares mientras mi pecho subía y bajaba con fuerza con mi respiración tratando de regularse, una tarea prácticamente imposible considerando que mi mente todavía no era capaz de procesar lo que acababa de pasar.
Porque yo acababa de ganar. Acababa de convertirme en el ganador de un Grand Prix, y no de cualquiera, de Imola, entre todos.
Las luces de los garajes parpadeaban a medida que avanzaba por el pitlane, y en cuanto detuve mi monoplaza en la zona qué le correspondía al primer lugar, el mundo entero exploto en un vivido caos de euforia y celebración.
—¡Sal de ahí, cabrón! —grito mi ingeniero entre risas.
Yo apague el motor y me tome un segundo para respirar, tan solo un segundo antes de que dejara que toda la euforia me consumiera por completo. Solté el volante de su base y sin cuidado alguno lo deje sobre la parte delantera del auto para luego quitarme el casco con manos temblorosas, tire de la balaclava y el aire frío golpeó mi rostro mientras salía del auto, ni siquiera había dado dos pasos fuera del monoplaza cuando todo mi equipo de mecánicos salto sobre mí.
—¡Ganaste, ganaste! ¡En serio lo hiciste!
Sus brazos me rodearon y me levantaron en el aire, sacudiéndome con una euforia que yo mismo sentía que me quemaba desde adentro hacia afuera de la mejor de las formas posibles, la adrenalina me cegaba y nublaba mi juicio como no lo había hecho nunca antes provocando que varias risas eufóricas se escaparan de mis labios, yo no podía dejar de reír, no podía dejar de sonreír, nunca me había sentido así en la vida, o, al menos, no hacía mucho tiempo.
Los otros pilotos estaban llegando a sus garajes y bajando de los autos. Vi a Max quitarse el casco y la balaclava antes de sacudir la cabeza con una mezcla de divertida resignación antes de acercarse al lugar donde los mecánicos me habían dejado en el suelo—. Que cabrón eres, Enzo —me miró con una media sonrisa, claramente molesto al haber quedado fuera del podio, pero alegrándose por mí aunque fuera un poco—. Primera victoria en la séptima carrera, eres un animal.
—Tenía que pasar tarde o temprano —le dije con una sonrisa de pura insolencia mientras le tendía la mano buscando un apretón, él nego con la cabeza y en su lugar me atrajo hacia su cuerpo para darme un abrazo qué yo no dude en corresponder.
Deje que mis ojos se moviera por el pitlane hasta detenerse en el garaje de McLaren, donde en el último escalón del podio, Norris, se encontraba saliendo de su auto con movimientos cargados de tensión y frustración, aún no se había quitado el casco, pero su entero lenguaje corporal me decía todo lo que necesitaba saber, estaba enojado e irritado, jodidamente frustrado por el desenlace de la carrera. Bueno, que se jodiera, él ya había tenido su momento y ahora me tocaba a mí.
La voz de uno de los comisarios interrumpió mis pensamientos con súbita violencia—. Podio, es hora.
Asentí y me encamine hacia el pasillo que llevaba a la ceremonia del podio, quitándome la parte superior de traje de carreras mientras el calor me envolvía y me sofocaba. A mí alrededor todo era un caos, cámaras, reporteros y flashes, todo girando a gran velocidad hasta convertirse en una neblina de sonidos fuertes y colores vibrantes que amenazaba con volverme loco, hasta que cruce la puerta que llevaba al podio, una vez afuera, el rugido de la multitud me golpeo de lleno, el estruendo provocado por miles de personas se elevaba en el circuito provocando que yo prácticamente pudiera sentir como el suelo temblaba bajo mis pies. Por un instante me quedé allí, por completo estático y aturdido, no por el ruido que retumbaba en mis oídos, ni por las luces cambiantes qué danzaban en el podio, ni por el aire impregnado por el familiar y característico olor de los neumáticos quemados y la gasolina al que yo estaba más que acostumbrado debido a la forma en la que, prácticamente, había crecido rodeado de eso todo el tiempo, rodeado de todo esto, todo esto que me pertenecía por derecho, la entera magnitud del momento, mi primera maldita victoria.
Respire hondo sintiendo el sabor metálico del sudor y la adrenalina deslizándose en mi paladar mientras, finalmente, me movía de mi lugar, subiendo los escalones de dos en dos con el pulso tan acelerado que sentía mi corazón vibrar en el interior de mi pecho haciendo que mi entera anatomía temblará de pura y dura emoción, toda esa emoción que no era capaz de gestionar y mucho menos de controlar en estos precisos instantes donde todo parecía tan irreal y tan real al mismo tiempo. Cuando mis pies tocaron la plataforma más alta en el podio, el circuito entero estalló en gritos, sonreí sin poder evitarlo y mire hacia abajo para encontrarme con las banderas ondeando y las pancartas con mi nombre agitándose sin cesar, los colores de Red Bull destacando entre la multitud mientras todo mundo gritaba mi nombre. Era impresionante, para nada parecido a algo que hubiera experimentado antes, mi nombre en tantas partes al mismo tiempo, la sensación de victoria de la que había escuchado hablar toda mi vida.
Aquí era a donde yo pertenencia, por derecho de nacimiento.
Charles se ubico a mi izquierda en el lugar que le correspondía al segundo lugar, y, Lando se ubico a la derecha en el escalón más bajo del podio, deje que mi mirada se desplazara hasta posarse de lleno en su figura descubriendo que él mismo se encontraba mirándome esbozando una expresión que pretendía ser neutral pero que fallaba miserablemente en su patético intento provocando que la mirada verdosa del piloto inglés pesara sobre mí con algo que yo no supe descifrar en aquel momento, pero que, sinceramente, no me importaba ni en lo más mínimo, no justo ahora.
Aparte mi mirada de Lando y me gire hacia él trofeo que descansaba en la mesa, esperando a ser levantado. Mi nombre grabado en el metal de la placa, una marca imborrable de lo que yo había logrado justo aquí: hacer historia como ningún otro piloto lo había hecho nunca antes de mí.
Maldita sea, acababa de convertirme en una puta leyenda.
Extendí la mano y tome el trofeo, deslizando la punta de mis temblorosos dedos sobre las letras qué conformaban mi apellido, un ligero escalofrío recorriéndome de pies a cabeza mientras me mordía el labio inferior y sujetaba con fuerza el trofeo. Era mío. No terminaba de creérmelo.
El himno de Italia se encontraba sonando y los flashes de las cámaras parpadeaban mientras la multitud no dejaba de rugir, pero, ahora que la adrenalina se había disipado un poco, mi caótica mente ya se encontraba en otra parte…
Me encontraba sosteniendo la copa, levantándola en el aire, sabiendo que debía estar tan eufórico como cuando había salido del auto y subido al podio porque esto era histórico —mi primera victoria de Fórmula 1, en apenas mi séptima carrera—, pero había algo en mi pecho que yo no terminaba de hacer encajar en el lugar en el que se suponía qué debía estar, porque, de hecho, nada estaba en donde se suponía que debía estar. Levante la vista al cielo mientras sostenía el trofeo contra mi pecho, un nudo indescriptible formándose en mi pecho mientras me mordía el labio inferior y sentía como las lágrimas picaban de forma casi dolorosa en mis ojos. Imola seguía pesando sobre mí como una correosa sombra y la incomodidad y el desasosiego se negaban a irse.
Apreté la mandíbula y aparte mi mirada del cielo para posarla en la multitud, dejándola vagar de aquí a allá, pretendiendo que no lo estaba buscando a él. Sabía que estaba allí porque él siempre estaba, desde que yo tenia uso de razón. Mis ojos recorrieron la entera multitud buscando, buscándolo a él en medio de los ingenieros con sus auriculares colgando del cuello y los mecánicos con los uniformes de las diferentes escuderías, hasta que, en medio de tanta gente con el uniforme de McLaren, lo vi a él, porque mis ojos siempre se veían arrastrados hacia su figura de la misma forma en la que un magneto atraía a los imanes.
Luca estaba, como de costumbre, apartado del resto, los brazos cruzados sobre su pecho y la llamativa gorra de McLaren empujada hacia abajo como si buscara esconderse del inclemente sol que brillaba en el cielo sobre nuestras cabezas… o de mi mirada que, evidentemente, podía sentir sobre él, porque Luca era así, siempre sentía todo y nunca se le escapaba nada, en especial si estaba relacionado conmigo.
Por un momento, fugaz, pensé que él también se encontraban mirándome, pero luego volvió la cabeza y apartó la mirada para posarla en uno de los mecánicos qué se encontraba hablando con él. Un cosquilleo cargado de incomodidad se deslizó por mi espalda, recorriendo mi columna de la misma forma en la que lo haría un gélido escalofrío qué me hizo morderme la cara interior de la mejilla mientras me removía con desazón sobre la punta de mis pies. No tenía sentido que me importará, no había razón alguna para que en este preciso instante –mi instante– yo estuviera buscando su reacción y aprobación en lugar de dedicarme a disfrutar de mi victoria.
Pero ahí estaba, de la misma forma en la que yo siempre me había visto arrastrado en su dirección sin importar el tiempo que pasara.
Una vez más, me removí en mi lugar sobre el escalón más alto del podio, sintiendo el peso del trofeo en mis manos como si de repente fuera demasiado para ser soportado, como si de repente todo resultará ser demasiado… la multitud se encontraba celebrando por completo eufórica a mis pies, la luces continuaban cegándome y el interminable desfile de flashes de las cámaras de los periodistas estaba lejos de quedar atrás, pero, en el fondo, entre toda aquella euforia que se encontraba embargando mi entero semblante, la incomodidad que me provocaba este circuito seguía allí.
Nunca era capaz de desprenderse del todo del interior de mi psiquis.
El himno de Italia terminó y la multitud rugió con renovada fuerza mientras yo dejaba mi trofeo cuidadosamente ubicado a mis pies antes de tomar la botella de champán, sentí el vidrio frío contra mis manos, el peso familiar que se sentía más extraño que nunca ahora que me encontraba en el punto más alto de mi carrera al tiempo que la presión se acumulaba en el interior de la botella, la bebida esperando a explotar.
Lando de me dio un ligero empujón con el hombro, llamando mi atención antes de mirarme con una media sonrisa burlesca y por completo divertida—. ¿Estas listo para tu bautizo, Lorenzo?
—Ni lo intentes —fruncí el ceño pero él ya había destapado su botella y sin siquiera dudarlo por un segundo me apunto con ella, el líquido salió disparado, empapándome el rostro y la ropa, el impacto frío y burbujeante del champán me hizo dar un respingo al tiempo que volvía el rostro para evitar de lleno el golpe del frío liquido mientras la risa burlesca de Lando se elevaba en el aire cargado con el efervescente burbujeo del champán—. ¡Hijo de…! —sacudí la cabeza provocando que el licor goteara de los zarcillos más largos de mi cabello negro al tiempo que me pasaba la mano izquierda por el resto para quitarme el exceso que no me dejaba ver bien.
—Bienvenido al club de los ganadores —el piloto inglés se encogió de hombros con falsa inocencia. Era más que obvio que se encontraba representando un papel para las cámaras que no dejaban de captar atentamente cada segundo de nuestra interacción en el podio, un intento desesperado de su jefe de prensa por dejar ver que no existía ninguna tipo de aspereza entre ambos después de lo que había pasado en Australia.
—¿Así quieres jugar? —le lancé una mirada de advertencia antes de, finalmente, abrir mi propia botella y usarla para contraatacar, el champán explotando en el aire, empapando su cabello y parte de su rostro. No me interesaba si todo esto era solo un juego mediático, en este preciso instante planeaba disfrutarlo al máximo porque este era mi momento.
—¡Maldito! —protesto el menor entre risas mientras se sacudía como perro mojado.
—Tú empezaste.
—Yo solo te di una probadita, pero tú… —intento apuntarme otra vez, pero en está ocasión yo fui más rápido y me aparte riendo mientras, accidentalmente, él terminaba empapando a Charles.
—¡Ey, yo no tengo la culpa! —exclamó el monegasco, retrocediendo con una de sus manos en alto.
Los mecánicos abajo gritaban por completo eufóricos, mi equipo no dejaba de celebrar mientras el confeti caía a nuestro alrededor. Y yo, yo intente dejarme llevar por el momento, por la euforia que envolvía mi primera victoria, por la sensación de satisfacción que se suponía qué debía sentir.
Pero mi mirada casi se desvío.
Casi.
Porque me detuve justo antes de hacerlo.
No lo busque entre el público aunque sabía que estaba allí, sabía que él probablemente me estaba mirando.
Sabía que, aunque yo intentará actuar como si nada estuviera pasando, aunque intentará perderme en las risas y en las burlas de los otros dos pilotos junto a mí, esa sensación opresiva en mi pecho siempre terminaba llegando hasta mí de la mano de este condenado circuito porque era tan parte de mí como el propio Luca lo era.
Pero no dejaría que fuera así, al menos no por ahora.
No lo dejaría ganar ese espacio en el interior de mi mente.
Lleve la botella medio vacía a mis labios y le di un profundo sorbo, respirando hondo mientras volvía a enfocarme en lo que tenia delante.
—Bueno, ¿y ahora que? —pregunte fingiendo una ligera indiferencia que estaba lejos de sentir verdaderamente.
—Ahora bajas, disfrutas de la gloria y dejas que el equipo te cargue como el héroe del día —respondió Leclerc mientras sonreía y sacudía su cabello húmedo y revuelto por el champán.
Rodé los ojos antes sus palabras pero no pude evitar que una sonrisa divertida y satisfecha elevará las comisuras de mis labios.
Imola seguía siendo una mierda.
Pero por ahora, aquí yo era el ganador, y eso era lo único que importaba.
Mientras bajaba los escalones del podio, aún con la adrenalina vibrando el mi piel y en todos y cada uno de los rincones de mi mente, escuche mi nombre siendo pronunciado justo a mi espalda. Me giré de forma casi distraída y allí estaba él.
Lando abriéndose paso entre la gente con su típico aire de despreocupada indiferencia que no conseguía ocultar del todo el inusual brillo que resplandecía en su mirada verdosa, tal vez era el reflejo del atardecer en sus orbes verdes o el cansancio de una carrera especialmente extenuante, pero había algo qué no encajaba por completo con la imagen que con tanto ahínco el piloto de McLaren se encontraba esforzándose por proyectar.
—Felicidades —su tono de voz era casual, pero la forma en la que se encontraba mirándome tenía más peso del que cualquiera de los dos quería admitir— . Lo hiciste bien.
Parpadee por completo sorprendido. Esto no era un juego mediático llevado a cabo frente a todas las cámaras y los periodistas, esto era privado, personal, esto era real y genuino, era solo nuestro.
—¿Eso es todo? —me apresure a responder con una sonrisa ladina en un intento de aligerar la atmósfera cargada de extrañeza del momento—. Me costo mucho sacarte del camino, esperaba algo más dramático.
Una risa leve se escapo de los labios de Lando mientras cruzaba los brazos sobre su pecho—. ¿Qué esperabas? ¿Una reverencia? —se burló—. No voy a mentir, es una mierda perder, en especial contra ti, pero… —se detuvo un instante, sus ojos recorriendo mi rostro, casi como si estuviera buscando algo— … pero lo merecías.
Mi corazón se salto uno o dos latidos en su marcha, no por sus palabras en sí mismas, sino por la forma en la que las había dicho, sin una sola pizca de burla o mala intención, como si genuinamente se creyera lo que estaba diciendo, algo muy extraño viniendo del maldito Lando Norris.
—Tendrás otra oportunidad de vencerme —dije, tratando de volver la conversación a su cariz anterior—. Pero, no esperes que sea fácil, Norris.
—Contigo nunca nada es fácil, Lorenzo —me sonrió por unos breves instantes antes de que su expresión volviera a la normalidad—. Supongo que eso solo hace las cosas más interesantes.
Antes de que yo pudiera decir algo más, mi ingeniero me llamo a lo lejos y yo volví mi rostro en su dirección por unos cuantos segundos, pero cuando mi mirada trató de buscar a Lando nuevamente, él ya se encontraba alejándose entre la multitud en dirección a su garaje.
Me quede allí un momento, sin ser capaz de moverme, con demasiados pensamientos dando vueltas en mi mente y una sensación extraña en el centro de mi pecho. Por más que lo intentará no podía dejar de pensar en lo que él acababa de decirme.
“Lo merecías”.
Yo sabía que yo lo merecía, pero que él me lo dijera, verdaderamente se sentía diferente a cualquier otra cosa que hubiera experimentado en medio de la euforia de esta victoria.
⋆。˚ 🏎 ⋆。˚
El ruido de la celebración seguía allí: aplausos, gritos, las cámaras parpadeando hacia mí rostro desde todas las direcciones, todo parecía estar bien, pero, realmente no lo estaba porque la euforia en mi interior se encontraba disipándose sorprendentes rápido. Sostenía el trofeo entre mis manos y el olor de champán aun impregnaba mi traje, pero con cada minuto que pasaba, todo a mi alrededor y en el caos de mi interior, empezaba a sentirse… lejano, suma y extremadamente lejano, como si de repente me encontrara observando todo desde afuera, desde una perspectiva que no era la mía pero que al mismo tiempo me pertenecía por completo, como si la emoción se estuviera escapando de mi interior, filtrándose por alguna grieta en mi pecho sin que yo pudiera hacer algo para detenerla.
El pitlane se volvió opresivo, demasiada gente a mi alrededor, demasiadas luces cambiantes, demasiado calor en torno a mí. Mi respiración se aceleró pero no de aquella forma en la que solía hacerlo cuando me encontraba dentro del auto, no era la adrenalina propia de una competencia, era algo más denso, algo más asfixiante que se encontraba consumiendo cada resquicio de mi mente con abrumadora rapidez.
Porque sin importar cuanto tiempo pasará, o lo que sea que yo hiciera, el circuito de Imola siempre lograba volver a mí para envolverme como una maldición. No importaba que hubiera ganado. No importaba que todos estuvieran sonriéndome, felicitándome como si fuera a ser el próximo campeón del mundo. Dentro de mí, nada de eso importaba, ya no más, porque algo seguía en el mismo lugar oscuro de siempre.
Un par de manos me agarraron por los hombros sin un solo ápice de delicadeza y di un sobresaltado salto en mi lugar al tiempo que volvía mi mirada para encontrarme con Max contemplándome con su sonrisa fácil y despreocupada—. Ey, Enzo ¿qué te pasa? Te ves como si hubieras visto un fantasma, o como si estuvieras a punto de vomitar.
Tragué saliva, mi boca se sentía pesada, lenta y pastosa, como si estuviera llena de heno seco—. Estoy bien —era mentira, claro que lo era. Pero nadie tenía forma de saberlo con certeza, ni siquiera Max—. Creo… creo que necesito un poco de aire.
Y sin más, conseguí escabullirme antes de que el rubio, o cualquier otro, pudiera seguir haciendo preguntas para las que yo no tenía respuesta más allá de las mentiras. Deje el trofeo en un lugar seguro y me aleje del ruido, de los flashes, de la gente, de todo, cruzando el pitlane con pasos rápidos mientras sentía como mi propio cuerpo se volvía cada vez más plomizo y pesado con cada segundo que pasaba en este maldito lugar, con cada paso que daba en cualquier dirección.
Yo había ganado, mi primera victoria que pasaría a la historia de la Fórmula 1 junto con mi nombre convertido en una leyenda, se suponía que debería sentirme invencible, en la cima del mundo, pero, todo lo que yo era capaz de sentir era el mimos pánico opresivo y envolvente de antes, golpeando el centro de mi pecho como un puño cargado de todo ese miedo que me había perseguido desde que era niño haciéndome sentir que nada de esto me pertenecía de forma verdadera, que yo estaba lejos de merecerlo.
Una vez más, yo no podía respirar.
El aire no llegaba a mis pulmones, o tal vez llegaba demasiado, llenándome de golpe y con pesada intensidad, ahogándome en algo invisible que yo no era capaz de ver, y mucho menos, de controlar de forma alguna mientras mi pecho subía y bajaba demasiado rápido, el ritmo frenético y desbocado de mi corazón alterado con fuerza en mis oídos. A mí alrededor, el Paddock seguía su ritmo habitual, ruido, gente, voces, risas, motores rugiendo y pasos apresurados, pero, en el interior de mi mente todo sonaba lejano y amortiguado como si me encontrara con la cabeza sumergida bajo litros y litros de agua helada que segundo con segundo se filtraba en mis pulmones, gélida, paralizante, cada sonido rebotando mil veces contra las paredes de mi cráneo y deformándose en mi cabeza al tiempo que sentía mis piernas por completo entumecidas, como si no fueran mías, como si mis pasos no me pertenecieran de la misma forma en la que no lo hacían mis manos qué no dejaban de temblar de forma incontrolable.
Estaba al borde de un ataque de pánico, del peor que había azotado mi semblante en mucho tiempo, pero, aún así seguí caminando, no sabía a donde iba, a donde me llevaban mis pasos, mi mente estaba demasiado ocupada para pensar en un destino, lo único que sabía era que necesitaba moverme, alejarme de todos, de todo lo que me rodeaba y me oprimía, pero, no importaba cuanto avanzara, la presión en mi pecho seguía allí, porque todo estaba en mi mente, en mi interior, y no había forma alguna de que yo pudiera escapar de eso, nunca había existido, la había buscado desde que era tan solo un niño pero el paso del tiempo no había traído consigo alivio, sino, absolutamente todo lo contrario.
Intenté tragar saliva, pero mi garganta estaba cerrada.
No, no, no, no.
Esto no estaba pasando.
Había ganado. Había ganado mi primera carrera en Fórmula 1. Aquí, en Imola, en este circuito de mierda. Debería sentirme eufórico como lo estaba en el momento del podio, en la cima del mundo ya que estaba en la cima de mi carrera. Debería estar riendo, celebrando, disfrutando el momento, de mi momento. Pero lo único que sentía era terror.
Mis dedos se aferraron al cuello de mi camisa de nomex² tirando de la tela elástica de forma insistente, como si con eso pudiera deshacerme de la sensación de ahogo… era por completo inútil porque no se trataba de algo externo, era algo físico que nacía directamente de mi interior, mi propio cuerpo era demasiado pequeño para contener lo que se estaba acumulando dentro de mí, expandiéndose como ácido corrosivo y caliente en el centro de mi pecho.
No podía respirar, no podía pensar.
Me apoye en una pared, tirando con fuerza del cuello de la camisa mientras el mundo se inclinaba de forma alarmante, o tal vez era yo quien se inclinaba. Me agache sin ser capaz de evitarlo, mis codos sobre mis rodillas y mis manos en mi la cabeza, intente respirar pero no podía.
No podía recordar la última vez que me había sentido así.
O tal vez sí.
Tal vez si porque siempre que ponía un pie en este circuito sentía que estaba muriendo.
No fui consciente de nada de lo que se encontraba aconteciendo a mi alrededor hasta que sentí una mano apoyándose en mi hombro con firme delicadeza. Mi entera anatomía reaccionó antes que mi mente, sobresaltándome y apartándome de golpe, casi cayendo al suelo mientras trataba de regular mi respiración qué era un completo desastre entrecortado y frenético, todo seguía girando demasiado rápido, demasiado fuerte.
—Ey —la voz de Luca. Yo apenas era capaz de escuchar algo más allá del desgarrador bramido de mis pensamientos en mi mente, pero, la reconocí al instante.
Levante la mirada con esfuerzo, mis pulmones trabados, oprimidos como si tuviera una tonelada de ladrillos directamente encima de mi caja torácica. Y allí estaba él, mirándome con el ceño fruncido y su expresión mezclando preocupación y algo que no alcanzaba a identificar en medio de mi estado actual.
—¿Qué…? —intente hablar pero mi propia voz me sonaba sumamente extraña, débil, como si pronunciar cada sílaba significará un esfuerzo sobrehumano.
Él se inclino un poco más cerca de mí, su mano posada sobre mi hombro con suave delicadeza, como si temiera hacerme daño si accidentalmente ejercía más presión—. Estas teniendo un ataque de pánico, Lolo —no sabía si resultaba obvio para todo el mundo, o si simplemente él me conocía demasiado bien, tal vez eran ambas cosas al mismo tiempo.
—No… yo… no
—Si —dijo el mayor con firmeza, sin dejarme seguir hablando—. Respira.
Era ridículo. ¿Cómo carajo iba a respirar? Ese era justamente el problema.
Luca se dejó caer de rodillas frente a mí, sus ojos fijos en los míos. Su presencia era lo único que parecía real en medio de todo el caos, la única cosa que no se sentía borrosa o deformada—. Concéntrate en mí —dijo con su voz siendo más baja y calmada ahora—. Respira conmigo —él inspiró profundamente, exagerando el gesto para que yo lo viera bien y yo intente imitarlo, pero fracase—. Otra vez —insistió sin moverse de su posición.
Lo intente una vez más, siguiendo el ritmo que él marcaba para mí.
Inhalar. Exhalar. Inhalar. Exhalar.
Poco a poco, lo que antes era un torrente incontrolable y caótico de pánico empezó a apaciguarse. Yo seguía sintiéndome como un prisionero en mi propio cuerpo pero, al menos, ya no sentía que iba a explotar en cualquier maldito momento.
Luca no dijo nada más, solo se quedó allí, sin insistir en hacerme hablar porque él no necesitaba hacerlo, él ya sabía, él siempre sabía.
Me quedé apoyado contra la pared, temblando un poco con el eco del pánico haciendo eco en el centro de mi pecho, mi respiración seguía siendo un desastre irregular, aunque al menos ya no me sentía al borde del desmayo. Y él estaba allí, junto a mí, con los brazos cruzados y la mirada fija en un punto cualquiera. Parecía tranquilo pero yo lo conocía lo suficiente para notar la tensión en su mandíbula y la forma en la que presionaba los labios.
—Sabes lo que es, ¿verdad? —mi voz salió más rota de lo que esperaba.
Luca volvió la cabeza lentamente, mirándome de reojo—. Si —admitió sin rodeos.
Apreté los puños y me mordí el labio inferior—. ¿Desde cuando?
—Desde siempre, Lorenzo.
No es como si yo hubiera esperado otra respuesta.
Me pase una mano por el rostro y me sentí supremamente agotado de golpe. Todo el subidón de la victoria había desaparecido, dejando solo la opresiva sensación de pánico y ahogo que venía con esta maldita pista.
El brasileño suspiro y sin siquiera molestarme en mirarme hablo una vez más:—. No tienes que seguir corriendo aquí si te destroza tanto —él no era condescendiente o burlesco, solo se encontraba exponiendo un hecho, uno tan lógico como el respirar.
Pero, lo que él no entendía —lo que nadie entendía— es que yo no podía evitarlo. No podía simplemente decidir no correr aquí.
—Si tengo que hacerlo —replique con la garganta apretada y la voz firme con férrea determinación—. No hay opción.
Luca se giro por completo hacia mí, esta vez no se molesto en ocultar su expresión: estaba molesto y frustrado—. Claro que hay opción —dijo con su voz llena de esa calma tensa qué solo solía usar cuando realmente estaba tratando de mantener el control—. No te van a echar del equipo si decides que prefieres saltarte este circuito como lo hacías en F2.
Me reí, pero sonó hueco y vacío—. ¿Y que diría la gente? ¿El equipo? ¿Los medios? Todos estarían preguntando que mierda me pasa.
—¿Y qué? —espetó él, inclinándose aún más cerca de mí—. ¿¡Que importa lo que piense la gente!? Aquí solo importas tú.
Lo mire con la mandíbula tensa, la sangre rugiendo en mis oídos. No tenía una respuesta para él, no un que quisiera darle, no quería decir eso en voz alta. Me pase una mano por la cara, intentando calmarme mientras sus palabras seguían resonando en mi mente una y otra vez.
”¿Qué importa lo que piense la gente?”
Importaba. Claro que importaba. Ahora importaba para mí.
Tome una profunda bocanada de aire, todavía sintiendo el peso del ataque de pánico en mi pecho, y, entonces decidí soltar la verdad antes de que pudiera pensar en arrepentirme—. Porque si la cago una vez más me echan.
Luca frunció el ceño, su expresión cambiando al instante—. ¿Qué?
—Mi director de equipo me lo dejo muy claro después de lo que pasó con Norris —solté con la voz áspera y la amargura envolviendo mis palabras—. Lo del beso, la pelea en el podio, el puto escándalo… no le hizo gracia. Me dijo que estoy en la mira de la FIA, que si cometo otro error, si vuelvo a darles otra razón para verme como un problema, me sacan del equipo sin dudarlo.
El mayor se quedo en silencio, procesando lo que acababa de decirle—. Eso es una mierda —dijo finalmente con la rabia llameando en sus ojos negros—. ¿Y el otro imbécil? ¿A él no le dijeron nada?
—Nos dieron el servicio comunitario a los dos, pero… —me mordí el interior de la mejilla, sabiendo que aún no le había dicho lo peor.
—¿Pero que? —Luca notó mi vacilación.
Respire hondo y solté la última parte, la que no había dejado de quemarme por dentro desde aquella maldita conversación—. También fue homofóbico conmigo.
El silencio que siguió a mis palabras fue ensordecedor. Los músculos de la mandíbula de Luca se tensaron, sus puños se cerraron con tanta fuerza que por un momento pensé que estaba a punto de golpear algo—. ¿Qué te dijo, Lorenzo?
Me reí, pero fue un sonido vacío, sin humor—. Que la FIA no me echó porque no quería un escándalo por discriminar a un “maricón problemático”.
Luca cerro los ojos un segundo, exhalando lentamente, como si estuviera tratando de contener la tormenta qué se agitaba en su interior—. Ese hijo de puta…
—No le des vueltas —me apresure a decir antes de que las cosas se salieran aún más de proporciones—. Ya paso.
—No, no paso —su voz era baja pero sumamente incisiva y cortante—. Sigues aquí forzándote a correr en un circuito que te destruye porque sientes que no tienes otra opción. Claro que no paso—. Luca se paso una mano por su corto cabello—. Eso no esta bien. Le prometí a tu papá que te cuidaría…
Allí estaba otra vez. Allí estaba cuando yo ni siquiera quería pensar en eso.
—Ya te dije que paso —mi voz sonó más áspera de lo que pretendía. No quería hablar más de eso, no podía hablar más de eso.
—No —Luca se giro completamente hacia mí, y esta vez su mirada se encargo de atraparme sin escapatoria—. Sigues aquí, sigues jodido por esto y sigues actuando como si no importará.
Apreté la mandíbula, sintiendo la presión en mi pecho crecer de nuevo—. ¿Y qué quieres que haga? —espete con rabia mientras ladeaba mi cabeza hacia la izquierda—. ¿Qué vaya con mi jefe de mierda y le diga que toda su porquería homofóbica me esta afectando? ¿Qué le pida que sea más amable la próxima vez que amenace con echarme?
El ingeniero ni siquiera se inmuto con mi brusca reacción—. Quiero que dejes de aguantar todo —dijo con la calma tensa qué solo usaba cuando estaba realmente molesto—. Quiero que entiendas que no tienes que seguir jodiéndote solo porque alguien más te ha hecho creer que lo mereces.
Sus palabras, como de costumbre, me golpearon más fuerte de lo que quería admitir. Volví mi cabeza a un lado, incapaz de sostenerle la mirada—. No es tan fácil.
—Créeme que lo sé —respondió en seguida—. Pero tampoco significa que tengas que hacerlo solo —sentí su mano en mi brazo, apenas un toque, pero tan solo un toque suyo bastaba para anclarme al presente una vez más. Le sostuve la mirada. Algo en su expresión era más intenso de lo que yo alguna vez había visto en su semblante, como si estuviera viendo algo en mí que le gustaba y lo enojaba a partes iguales—. Confía en mí.
Sus palabras se quedaron en el aire que discurría entre nosotros, pesando más de lo que deberían hacerlo.
—Siempre he confiado en ti, Luca.
Ese era mi mayor error. Pero es que yo no quería hacer nada de esto solo, y él era la mayor constante en mi vida.
La sala de prensa estaba llena, las cámaras parpadeaban, y los micrófonos estaban más que listos para capturar cada una de las palabras que estaban por ser pronunciadas. Algo en mí no estaba del todo presente porque verdaderamente yo no quería estar aquí.
Horner estaba sentado a mi izquierda, con su postura rígida y profesional, más que listo para intervenir si era necesario. A mi derecha, Lando y Charles, se encontraban en sus lugares asignados, disfrutando del momento sin preocuparse demasiado. Yo, por otro lado, tenía una sensación extraña en el pecho, como si estuviera esperando un golpe que no sabía si llegaría.
Las preguntas habían sido normales hasta ahora: sobre la estrategia, sobre lo que significaba haber ganado en mi séptima carrera de Fórmula 1, sobre el equipo y el desarrollo del monoplaza. Yo me dedique a responder las preguntas con las respuestas que había ensayado con mi jefe de prensa unos minutos antes de la sesión, respondiendo cada una de ellas con una sonrisa automáticamente artificial, con la compostura que todos esperaban de mí, de un piloto de Fórmula 1.
Todo estaba bien, hasta que ella habló.
Ophelia Vivienne.
—Lorenzo, tu victoria de hoy ha sido histórica, sin duda, pero algunos críticos dicen que solo ocurrió debido a circunstancias excepcionales. ¿Qué opinas sobre aquellos que creen que no habrías ganado de no ser porque el rendimiento de Max en esta carrera fue deficiente? —la pregunta era una puñalada disfrazada de asquerosa objetividad.
Apreté la mandíbula por un segundo, buscando controlarme. No era la primera vez que ella en especifico trataba de desacreditarme a mí y a mi rendimiento en la pista, y sabía que no sería la última vez—. Bueno, esto es Fórmula 1, creo que como periodista deberías saber que las circunstancias siempre juegan un papel importante —mi voz salió firme, esforzándome en no mostrar señales de molestia—. Pero al final del día, lo que se necesita para ganar carreras es puro talento, y yo lo tengo.
Ophelia esbozo una sonrisa cortante, era más que obvio que no se esperaba que le respondiera con tanta calma, y también, era más que obvio que ella no había terminado conmigo.
—Hablando de circunstancias… después del escándalo mediático de hace unas semanas, muchos han estado especulando sobre tu… orientación —hizo una pausa intencional para asegurarse de que cada persona en la sala estuviera pendiente de cada una de sus palabras—. Teniendo en cuenta que la F1 siempre ha sido un espacio dominado por hombres heterosexuales, ¿Crees que tu imagen podría afectar la percepción del público y de los patrocinadores sobre ti y tu equipo?
El aire en la sala se puso tenso y cargado de repente.
Mi agarre en el micrófono se volvió más fuerte casi de forma inconsciente.
Lo había visto venir, por supuesto que lo había hecho, con Ophelia siempre lo veía venir, pero eso no lo hacía menos asqueroso. La forma en la que lo dijo, como si mi sexualidad —o lo que la gente asumiera de ella— podía ser un problema mucho más grande que mi carrera. Como si ser gay fuera un inconveniente que mi equipo y mis patrocinadores tenían que manejar sin importar que tan bueno fuera en la pista.
La sala de prensa estaba en completo silencio, esperando mi respuesta.
Y lo único que podía pensar era en que, si yo, tan solo de casualidad, decía algo equivocado, Horner tendría una razón más para cumplir su amenaza.
El silencio en la sala era opresivo e insoportable. La mirada de todos estaba sobre mí, esperando mi respuesta, esperando que lo manejara con la indiferente compostura que se esperaba de un piloto de Fórmula 1. Esperando que hiciera lo que cualquier otro piloto hubiera hecho en mi exacta posición: sonreír, fingir que no me importaba y seguir adelante.
Pero yo no iba a hacer eso, sin importar las consecuencias.
Solté el micrófono y este cayo con un golpe seco sobre la mesa, me levante de golpe, arrastrando la silla hacia atrás con un chirrido y las voces empezaron a elevarse a mi alrededor, confusas y sorprendidas pero a mí no me importo. No mire a Horner ni a Lando o a Charles, tampoco mire a Ophelia aunque sentía su mirada clavada en mí como si esperaba que, de alguna forma, yo reaccionará justo así.
Pero, aún así, yo no pensaba darle la satisfacción de una respuesta.
Los flashes de las cámaras explotaron, los murmullos se convirtieron en toda una cacofonía caótica de voces que me persiguió mientras cruzaba la puerta. Escuche a alguien llamándome —probablemente Horner, tal vez alguien de mi equipo de prensa— pero, aún así no me detuve.
Salí al pasillo, todavía con el pulso acelerado mientras sentía la rabia ardiendo bajo mi piel.
Yo había ganado la carrera. Había ganado en Imola.
Pero, al parecer, nada de eso era suficiente.
𓈒 𓇼 ACLARACIONES
¹ Pit Wall: El pit wall en F1 es la zona junto a la pista donde los ingenieros y estrategas de un equipo supervisan la carrera, analizan datos en tiempo real y comunican órdenes a los pilotos.
² Nomex: El Nomex es un material resistente al fuego utilizado en los trajes de los pilotos de F1 y el personal de boxes para protegerlos de altas temperaturas y llamas en caso de accidente.
Y esas dos son la únicas de este cap ☝🏻🤓
Nota de autora:
¡ESTOY VIVA! 👻👻 Ya sé que paso un mes larguito desde el último cap pero estaba tratando de poner en orden mi fcking vida adulta, así que hoy les traigo este cap que les debía de hace raton.
Nuevamente aclaro que todo esto es nada más ficción, es un fan fic y no los hechos.
Espero que les gustará el cap, acepto todo tipo de quejas, sugerencias, depósitos lmao.
Sin más que decir nos vemos en el siguiente cap. 🏎😶🌫️
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