
ᴴᵉᵃᵛᵉⁿ ᵏⁿᵒʷˢ ᴵ ᵃⁱⁿ'ᵗ ᵍᵉᵗᵗⁱⁿᵍ ᵒᵛᵉʳ ʸᵒᵘ
X: La incomodidad...
Lando:
La mañana que se alzaba después de la carrera siempre tenia el mismo aire cargado de extrañeza, era como si el mundo entero se moviera mucho más lento de lo usual ahora que el rugido de los motores se había desvanecido en el aire, los periodistas con sus titulares sensacionalistas habían desaparecido y los mecánicos se encontraban empacando todo para la próxima ronda en Mónaco, dejando el Paddock como un cascarón vacío y desprovisto de vida… mucho más que de costumbre después del trágico accidente de Hamilton (★) que nos había dejado a todos por completo en vilo a la espera de recibir cualquier tipo de noticia con respecto a su recuperación qué no parecía encontrarse en medio del panorama en un futuro próximo, tal y como el equipo de prensa de Mercedes había informado, al anunciar con suma celeridad a su reemplazo para la próxima temporada: Aquiles Piquet, a quien yo tan solo había visto por unos fugaces instantes durante el comunicado antes de que decidiera que estar más tiempo de lo debido en este circuito se encontraba enfermándome, porque, resultaba innegable, que había algo en el aire del circuito de Imola qué pesaba sobre todos nosotros como una advertencia no dicha pero que se arrastraba en las pesadillas de todos, la viva prueba de eso era el monumento y todos y cada uno de sus tributos de respeto que se alzaba justo en el lugar donde antes estaba ubicada la fatídica curva de Tamburello.
Todo había sido un caos frenético e informe, pero yo solo era capaz de pensar en una cosa, o mejor dicho, en una persona.
Normalmente, este era el día que yo solía ocupar para relajarme un poco, dejar atrás la estresante presión de las carreras y el campeonato, desconectándome de todo y de todos antes de que tuviera que volver al trabajo con energía renovada… pero, esta vez, ese no era el caso, me encontraba en medio de una inusual y molesta excepción a causa de todas y cada una de aquellas ideas que daban vueltas en mi cabeza sin atreverme a detenerse por un solo segundo porque había demasiados interrogantes flotando sin estar atados a respuesta alguna, tal y como había sido el caso desde aquel instante en el que Lorenzo había vuelto a aparecer en mi vida con su acostumbrada arrogancia y su sonrisa fácil, pretendiendo que nuestros caminos nunca habían llegado a cruzarse…
Vaya mierda.
Y, hablando de Lorenzo Borja, yo no había sabido nada de él desde la noche anterior cuando, en medio de otro de sus acostumbrados berrinches, se había ido de la rueda de prensa causando una enorme conmoción a la que el equipo de Red Bull aun no había podido darle debida contención, un histérico caos en medio del cual el piloto italiano había desaparecido por completo prácticamente sin dejar rastro, yo, personalmente, no había llegado siquiera a atisbarlo ni siquiera por equivocación, Lorenzo no estaba en el Paddock ni en el hotel, y, lo peor de todo, era que eso no debería afectarme tanto como, de hecho, lo estaba haciendo en medio de mi maldito día libre.
Por supuesto que yo había tratado de ignorarlo, de la misma forma en la que lo había intentando a lo largo de toda mi vida porque el maldito bastardo arrogante de Lorenzo Borja no era en absoluto mi problema —él así lo había decidido—, pero incluso ahora, mientras conducía hacia la dirección que Luca me había enviado, yo no podía sacarme al italiano de la cabeza de la peor de las formas posibles. Seguía viendo a la perfección su expresión, la forma en la que había apretado la mandíbula antes de levantarse de golpe frente a todas las cámaras y todos y cada uno de los periodistas, marchándose sin mirar atrás, sin medir consecuencias, descuidado e impertinente como de costumbre, pero… extrañamente vulnerable como nunca antes en mi vida yo había llegado a verlo, yo estaba acostumbrado a verlo como una figura arrogante y desafiante, con una respuesta siempre más que lista para cualquier pregunta malintencionada que fuera lanzada en su dirección, pero, ayer, en aquella sala de prensa, todo había sido diferente porque desde que Lorenzo había puesto un pie en Imola, *todo* con respecto a él había sido diferente, y, aquello me molestaba y me afectaba más de lo que estaba dispuesto a reconocer ante cualquiera, incluso ante mi propia mente que no había dejado de pensar en el piloto de Red Bull desde que lo había visto tambalearse en el escalón más alto del podio.
Todo era un caos, el Paddock entero esta sumido en una histérica colectiva que hacía que todo el mundo hiciera mil y un locuras para las que nadie estaba preparado: por un lado estaba el accidente de Hamilton y la forma en la que aquello había conseguido hacer que Mercedes se tambaleaba hasta sus cimientos colocando a un piloto joven y sumamente imprudente como el reemplazo de un siete veces campeón del mundo, por el otro estaba Ophelia Vivienne y su maldito juego de poder con el que atemorizaba al Paddock entero mientras dejaba que Verstappen se metiera entre sus piernas en un baño público, también estaba Lorenzo y el caos andante que estaba hecho, y por último estaba yo mismo en medio de mi actual situación que yo no terminaba de entender del todo mientras detenía mi auto frente al lugar acordado…
Suspire pesadamente y deslice una de mis manos en medio de los rizados zarcillos de mi cabello, alborotándolos un poco mientras bajaba del auto antes de entrar finalmente al café. Era un lugar pequeño y sumamente discreto, con mesas de antigua madera oscura y una iluminación tenue qué había sido cuidadosamente pensada para ofrecer un ambiente que pretendía ser de lo más acogedor, pero que, en este preciso instante, me hacía removerme de forma incomoda justo en el afilado extremo de la desazón. Este no era el tipo de sitio que mi mente asociaba con mi ingeniero, y aquello solo me dejaba ver que, lo que quiera que fuera esto, era de todo menos una reunión casual.
Y eso fue más que evidente para mí en el momento en el que lo vi a él.
Estaba sentado cerca de una de las ventanas del lugar con una taza de algo que yo suponía que era café en medio de sus manos de forma distraída mientras su mirada se encontraba por completo perdida en la calle al otro lado del cristal. No tenía la postura relajada de siempre, la que solía adoptar durante los briefing o en el garaje, de hecho, había algo en su expresión, algo que no supe identificar, que consiguió ponerme en guardia casi de inmediato justo en el momento en el que su vista se apartó de la ventana, volviendo su cabeza en mi dirección para dejar que su mirada se encontrara con la mía en una silenciosa señal que yo tome para acercarme a él con el corazón latiendo ligeramente acelerado bajo mi caja torácica.
—Supongo que esto no tiene que ver con el trabajo —le dije a modo de saludo mientras apoyaba mi brazo fugazmente en el respaldo de la silla antes de deslizarla hacia atrás para sentarme justo frente a él con mi ceja arqueada en una expresión inquisitiva.
—No esta vez —fue todo lo que Luca respondió provocando que la sensación de incomodidad que aleteaba en mi pecho se intensificara cada vez más y más.
Okay, definitivamente pasaba algo.
—Entonces, ¿de que querías hablarme? —le pregunte mientras cruzaba mis brazos, adoptando una postura ligeramente defensiva sin siquiera ser consciente del gesto.
—Es sobre él.
Luca no necesitaba decir su nombre para que yo supiera en el acto a quien se refería. El aleteo en mi pecho se congelo, mi cuerpo entero se tenso y, sin que yo siquiera fuera capaz de evitarlo, una risa sarcástica y sin humor de escapo de mis labios—. Por supuesto que lo es, siempre lo es.
Porque al parecer, últimamente, todo siempre volvía a Lorenzo.
Luca me sostuvo la mirada sin llegar a apartarla ni un segundo. No había burla en su expresión, de hecho, tal y como era la norma general con el brasileño, sus facciones se encontraban esbozando su característica expresión de indiferencia que dejaba ver que no estaba dispuesto a dejarse arrastrarse por ninguno de mis comentarios incisivos ni mis provocaciones, y, eso era una mierda, porque provocaba que el control de la entera conversación se escapara de mis manos.
—¿Por qué lo besaste? —espetó Luca y las palabras cayeron sobre mí como un golpe inesperado, haciéndome tensar los hombros de inmediato como si estuviera preparándome para recibir un golpe, uno como el que Lorenzo me había lanzado en el podio.
Abrí la boca para responderle, pero todas las palabras había desaparecido de mi mente, sentí como mi propia respiración se volvía más pesada, apretándose en mi pecho porque la verdad es que no me había esperado aquella pregunta, no así, no de forma tan directa.
Aparte mi mirada de sus ojos oscuros y la pose sobre el mundo al otro lado de la ventana, sintiéndome tan sofocado como solía estarlo en el interior del cockpit cuando el calor abrasador azotaba el circuito—. ¿Por qué mierda me preguntas eso? —le dije con mi voz sonando mucho más tensa de lo que pretendía.
—Porque quiero saber la respuesta, Lando —su tono de voz era tranquilo, pero estaba muy lejos de ser suave, estaba más que claro que quería una explicación y que no iba a dejarme en paz hasta que consiguiera una.
Pase saliva, sintiendo mi garganta seca y mi mente en blanco. No sabía que responderle. No tenía respuesta, no había comentarios sarcásticos o burlones, no había evasivas ingeniosas o provocaciones maliciosas, su pregunta me había agarrado tan fuera de base que me había desarmado por completo sin una sola posibilidad de defenderme porque, realmente, yo no tenia forma alguna de hacerlo, nunca la había tenido y era por eso que yo había tomado todos y cada uno de los pensamientos relacionados con el beso que había compartido con Lorenzo y los había empujado directo al fondo de mi mente, desde donde yo podía fingir que aquello no se había significado nada, aún cuando, en el fondo de mi ser, yo sabía que si que lo había hecho.
El silencio entre nosotros se alargo cada vez más y más hasta volverse denso y pesado como el aire cargado antes de una tormenta. Yo seguía con la vista clavada en la ventana y en la vida que se desarrollaba al otro lado del cristal, realmente no estaba viendo absolutamente nada, tan solo estaba tratando de ordenar mis pensamientos, tratando de encontrar una jodida respuesta que tuviera sentido para mí, pero no la había, o si la había, no era una que yo quisiera reconocer.
Luca, por el contrario, no apartó la mirada de mi rostro, continuo mirándome, yo pude sentirlo, sentir la intensidad de su mirada perforándome la piel casi como si pudiera ver lo que sucedía en mi mente, la forma en la que los engranajes de mi mente se encontraban trabajando a toda velocidad para encontrar una respuesta que yo no tenía.
—Mira Lando, no es tan complicado —Luca dijo con un suspiro escapando de sus labios—. Como yo lo veo, solo hay dos razones por las que hiciste eso.
Mis dedos se crisparon sobre la mesa y mi corazón se salto un puñado de latidos en su marcha, pero aún así no dije nada.
—O lo besaste porque querías joderlo —continuo hablando sin ningún tipo de rodeo o discreción—. Porque sabias que eso lo desestabilizaría, que lo romperías en el momento más importante de su carrera, o…
Sus palabras se detuvieron por un segundo, dándome la oportunidad de rellenar el espacio en blanco con aquello que él consideraba que era la verdad, pero, por supuesto que yo no lo hice, y no solo porque no quisiera, sino porque no podía hacerlo.
—O lo besaste porque sientes algo por él.
Mi respiración se atasco en mi garganta y todo el color se evaporó de mi rostro—. Eso no es…
Pero antes de que pudiera pensar en terminar, la voz de Luca, esta vez más seca y cortante me interrumpió sin siquiera darme la oportunidad de escapar—. Sea cual sea la razón, ambas tienen consecuencias y lo sabes muy bien, Lando.
Solté una risa seca sin una sola pizca de humor—. ¿Consecuencias? ¿Ahora esto es una maldita lección de moralidad? ¿Tú, entre todos, vienes a hablarme de moral?
Luca permaneció contemplándome sin expresión alguna, pero su mirada oscura era tan afilada e incisiva como el tono que envolvía sus palabras—. No es moralidad. Es lógica —el mayor se inclino un poco más sobre la mesa, acercándose aun más a mí—. Si lo hiciste para joderlo entonces eres aun más mierdilla de lo que pensé, porque desestabilizar a un rival de esa forma no solo es bajo, es jodidamente despreciable.
Mi mandíbula se apretó con fuerza, tanto que pude sentir la presión que era ejercida directamente sobre mis dientes de forma alarmante mientras me esforzaba para mantenerle la mirada de forma desafiante, sin siquiera atreverme a parpadear por el miedo que me daba revelar más de lo necesariamente sensato con alguno de mis gestos.
—Y si lo hiciste porque realmente sientes algo por él… —Luca se quedo en silencio por unos cuantos segundos, sopesando el impacto de sus palabras mientras me estudiaba de forma profunda—. Entonces más te vale hacerte cargo de eso, porque no es justo que Lorenzo sea el único que cargue con las consecuencias de tus acciones de mierda.
Mis dedos tamborilearon contra la mesa sin que yo pudiera pensar en evitarlo mientras algo en el interior de mi pecho se retorcía. Me incline hacia adelante, acortando aún más la distancia qué imperaba entre nosotros mientras fruncía el ceño por completo enojado. Porque yo realmente no podía creer que me hubiera arrastrado hasta aquí en medio de mi día libre tan solo para interrogarme en favor del maldito de Lorenzo Borja, de quien, sin importar que, yo no era capaz de deshacerme en ninguno de los aspectos de mi vida, infectando incluso la exigua relación que había conseguido construir con Luca después de mi primera victoria en Miami—. ¿Por qué te importa tanto? —le escupí con mis palabras envueltas en un tono de algo que pretendía ser incisiva indiferencia pero que sonaba más como el ladrido furioso de un perro acorralado, porque así era como yo me sentía justo ahora, siendo prácticamente diseccionado por un hombre al que estaba muy lejos de considerar un amigo a causa de un imbécil de mierda.
Luca no reaccionó, él rara vez lo hacía. Tan solo se limito a mirarme con una expresión tranquila y apacible, contemplándome de la misma forma en la que uno miraría a un infante qué perdía el control en medio de uno de sus berrinches, y, aquella condescendiente arrogancia tan solo consiguió cabrearme cada vez más y más, sabía que con cada paso que yo daba en aquella dirección me encontraba perdiendo el control de la conversación, pero, aquello no importaba, después de todo, desde el momento en el que había accedido a ver a Luca fuera del garaje, ese control se había resbalado de mis manos.
Así que, nada de lo que pasará a continuación me importaba ni en lo más mínimo.
—¿Por qué mierda te importa lo que sea que esté pasando entre Borja y yo? —insistí mientras sentía como el pulso rugía en mis oídos, enturbiando cada vez más y más los tórridos pensamientos que daban vueltas en mi mente como un río infecto de ira y humillación—. ¿Acaso eres su maldita niñera?
El brasileño suspiro mientras dejaba que uno de sus codos se apoyara en la mesa, apoyando su rostro en la palma de su mano. —No es eso.
—Entonces dime que mierda es —lo interrumpí antes de que pudiera empezar a escaparse del asunto con alguna de sus explicaciones evasivas y sin sentido—. Porque desde que llegaste a este equipo no haces nada más que correr detrás de Lorenzo como si fueras su maldita sombra.
El pelinegro me sostuvo la mirada sin vacilar, pero, por primera vez en toda la conversación, su mirada se endureció—. Así que es eso.
—Si —solté en un tono de voz brusco y desafiante—. Porque hasta donde yo sé, Lorenzo Borja, segundo piloto de Red Bull, no es asunto tuyo.
Luca, se inclino hacia mí y bajo el tono de su voz, convirtiéndolo en un susurro bajo e intenso que tan solo fue audible para mis oídos—. Es asunto mío, porque conozco a Lolo antes de que siquiera supieras de su existencia.
Sus palabras me hicieron tensarme de inmediato, como si acabará de recibir un fuerte golpe directo en el pecho, que además, me había dejado sin aire para atreverme a responder o a replicar de inmediato.
Antes de que siquiera supiera de su existencia
Mi mente era un pandemónium que trabajaba a toda velocidad tratando de darle sentido al pequeño fragmento de nueva información que Luca acababa de arrojar justo en mi dirección, mis pensamientos bullendo e hirviendo mientras trataba de unir piezas que no terminaban de encajar por más que me esforzara.
—¿Desde cuando? —cuestione, aunque, yo sabía muy bien que no me iba a gustar la respuesta, porque aquello dejaba en evidencia algo contra lo que yo no quería llegar a enfrentarme, aún.
Luca dejo que sus labios se alzaran en una sonrisa sin humor. —Desde mucho antes de F3.
Me quedé sin aire una vez más. Antes de la F3. Antes de que yo llegara, algo sospechosamente preciso para alguien que decía no estar involucrado en medio de todo este caótico y confuso asunto…
¿Por qué Luca había hablado directamente de F3? ¿Qué demonios sabía él? ¿Acaso aquello tenía que ver con el hecho de que Lorenzo afirmaba no recordar nada del tiempo que habíamos compartido estando juntos en aquella categoría?
Eran demasiadas preguntas sin respuesta que provocaron que algo se apretara justo en el centro de mi pecho con dolorosa fuerza, pero, aún así me esforcé por ignorar aquella horrible sensación y seguir delante de la mejor forma en la que yo sabía hacerlo: como si no hubiera pasado realmente nada que pudiera llegar a afectarme o importarme.
—¿Y qué? —replique con una risa seca. Sabía que yo había preguntado en primer lugar, pero ahora mismo, no quería escuchar una palabra más con respecto al asunto—. ¿Eran amigos? ¿Eres su maldito hermano perdido o algo así?
—No es de tu maldita incumbencia —su respuesta fue rápida, cortante y lo suficientemente firme para que yo supiera que, por primera vez, había conseguido empujarlo contra uno de sus límites qué, hasta el momento, parecían jodidamente inexistentes, y, eso, tan solo me hizo querer ir más allá.
—Claro que es de mi incumbencia —insistí mientras apoyaba mis manos con fuerza sobre la superficie de la mesa—. Porque si mi ingeniero tiene algo que ver con uno de mis rivales, quiero saberlo, tengo el derecho a saberlo.
El brasileño me miró por un momento con aquella expresión tan inusual en su rostro normalmente tan contenido, pero, luego, sin decir nada más, se inclino hacia atrás y alargo una de sus manos para tomar su café, llevándolo a sus labios con una calma que parecía más ensayada que cualquier otra cosa.
—Lando, no todo gira en torno a ti.
Maldito. Claro que todo giraba en torno a mí, al menos este extraño y retorcido todo en el que me había visto envuelto desde el instante en el que había conocido a Lorenzo en Fórmula 3, con su sonrisa fácil mientras cargaba su casco debajo del brazo y me tendía la mano para presentarse con sus palabras envueltas en un acento tan marcado que yo lo había mirado por completo desconcertado hasta que había aceptado su mano de forma vacilante.
Yo odiaba esto, odiaba no saber y que todos se burlaran de mí por eso. Era como una obra de teatro donde todos se sabían sus líneas menos yo porque nunca me habían entregado el guion, así que allí estaba, de pie bajo el reflector sin saber que hacer o que decir, y haciendo el ridículo con cada maldito segundo qué pasaba, y, si había algo que yo detestaba con mi alma entera era hacer el ridículo.
—No todo gira en torno a mí —repetí soltando una risa seca mientras dejaba que mis ojos se colocaran en blanco—. Claro, que conveniente.
Pero claro que lo hacía, giraba en torno a mí, porque, sin razón alguna, Luca había hablado directamente de Fórmula 3. Luca sabía lo que había ocurrido entre Lorenzo y yo, o, al menos lo intuía y no dudaba en utilizarlo como una cruel arma contra mí, y, aquello tan solo me cabreo aún más.
—Así que lo conoces desde antes de la F3 —dije volviendo al tema que me importaba, no estaba dispuesto a dar marcha atrás—. ¿Y qué? ¿Siempre han sido así de cercanos o esto es algo nuevo y encantador?
—¿De verdad crees que te voy a responder?
—Si no tienes nada que ocultar, ¿por qué no? —mi tono de voz fue más provocador de lo que había pretendido originalmente.
Luca dejo el café sobre la mesa y me sostuvo la mirada sin un solo ápice de emoción presente en las atractivas facciones de su rostro—. Será porque no tienes derecho a saberlo.
Sentí un ramalazo de ira y frustración recorriéndome la espalda como si fuera un escalofrío cálido y desagradable—. ¿No tengo derecho? —mi voz bajo una octava pero la rabia seguía allí, por completo latente bajo la superficie de mi semblante—. Bese a ese cabron hace semanas, por accidente porque estaba borracho, y todo el mundo me lo sigue recordando, pero yo no puedo saber que mierda pasa entre ustedes dos.
El mayor arqueo una ceja, sopesando mis palabras—. ¿Y para que quieres saberlo?
No estaba preparado para esa pregunta. Me golpeó de lleno y sin advertencia. Apreté los labios porque la verdad es que yo no tenía una respuesta clara. No sabía para que quiera saberlo más allá de aquel asunto que me negaban a reconocer incluso en el silencio de mi mente. Sabía que me molestaba no saber. Sabía que me molestaba qué Luca estuviera tan cerca de Lorenzo y que hubiera un pasado donde yo encajaba pero no pertenecía. Me molestaba que Lorenzo pudiera recordar eso, pero no sé acordara de nosotros…
—¿Nada que decir? —Luca ladeo su cabeza hacia la derecha, estudiándome con una expresión que me volvía loco por la forma en la que me reducía a poco más que un niño pequeño particularmente molesto—. Interesante.
Chasquee la lengua y aparte la mirada de su rostro. Yo odiaba perder y parecía ser que con Luca, eso era todo lo que yo podía hacer.
Luca sonrió, por primera vez, dejándome atisbar algo de verdadera emoción en aquel gesto, era una sonrisa cargada de burla y suficiencia—. Somos mejores amigos, y ya —soltó con absoluta naturalidad, encogiéndose de hombros como si sus palabras no fueran la gran cosa.
Me quedé en silencio por unos cuantos segundos, parpadeando lentamente por completo desconcertado, tratando de procesar la estupidez que él acababa de decir—. ¿Qué?
—Eso —le dio otro sorbo a su café, por completo impasible—. Mejores amigos. No hay más historia.
—¿Me estas jodiendo?
—No.
Lo mire con incredulidad. No podía estar hablando en serio, porque nada en la forma en la que Luca había actuado desde que había aparecido en mi vida —y en la de Lorenzo— sugería que eran tan solo mejores amigos…
—¿”Mejores amigos”? —tepetí en un tono de voz furioso y mordaz—. ¿Eso es todo lo que tienes para decirme?
—Sip —fue todo lo que dijo antes de reclinarse en la silla, mirándome con esa maldita expresión neutral que, desde siempre, me había dado ganas de provocarle una reacción real aunque aquello implicase arrancársela—. ¿Esperabas otra respuesta? —pregunto con un tono de voz que estaba cargado de toda la burla que dejaba ver que disfrutaba de mi reacción, porque era obvio que yo no le creía ni una sola palabra.
Porque, por supuesto, que esperaba otra respuesta.
Esperaba algo que explicará porque mierda, Luca era tan importante para Lorenzo hasta el punto de, prácticamente, correr a sus brazos después de cada maldita carrera aun cuando estaban en equipos rivales, algo que justificara la manera en la que Luca lo miraba cada vez que estaba en el podio, algo que me hiciera entender porque siempre parecían estar juntos… y la verdad, es que “mejores amigos” no explicaba nada.
—No te creo.
El mayor me miró con una tranquilidad irritante, una molesta falta de reacción—. No necesito que me creas.
Hijo de puta.
Apreté la mandíbula, sintiendo como el calor de la rabia me subía por el cuello—. Déjate de mierdas, Luca. Si reglamente fueran solo mejores amigos, ¿por qué no me lo habías dicho antes?
—Porque no preguntaste.
Tuve que respirar hondo para no tomar su maldita taza de café y lanzarla contra la pared más cercana—. Sigues mintiendo.
Luca volvió a inclinar la cabeza una vez más, una sonrisa burlesca y por completo divertida elevando las comisuras de sus labios mientras deslizaba la punta de su lengua sobre uno de sus colmillos—. Tal vez.
Bastardo.
La rabia me golpeó tan fuerte que apenas pude pensar.
Solté una carcajada seca y casi maniática mientras me inclinaba aún más hacia adelante, sintiendo como el borde la mesa se clavaba en medio de mis costillas sin que aquello llegara a importarme ni en lo más mínimo mientras posaba mi mirada en sus ojos oscuros—. ¿Sabes qué? Me tienes hasta la mierda con tu actitud.
Luca arqueo una ceja en completa y apacible calma—. ¿Qué actitud?
—La de creer que eres más listo que los demás solo porque eres un bastardo sin emociones —mi tono se volvió más áspero y mil veces más venenoso sin que pudiera evitarlo.
El ingeniero suspiro y dejo la taza sobre la mesa con una calma que se me antojo casi insultante—. No es mi culpa que no te guste lo que digo.
Apreté lo dientes con tanta fuerza que me dolió la mandíbula—. No te creo una mierda.
—No necesito que me creas.
Mi puño derecho choco contra la mesa con un golpe seco, haciendo que la taza tintineara en su lugar mientras algunas de las personas de la cafetería volvían la cabeza en nuestra dirección para ver lo que estaba pasando, pero aquello no me importo ni en lo más mínimo, no justo ahora, y, de hecho, Luca ni siquiera se inmuto.
—Vete a la mierda —le espete con mi voz cargada de ácido veneno.
—Ya lo hiciste tú.
Mi cuerpo se tenso y antes de que pudiera controlarme, agarre el cuello de su camisa y lo empuje con fuerza contra el respaldo de la silla sin siquiera molestarme por las miradas indiscretas de la gente y lo susurros inquietos que se elevaron en el aire—. Dime la maldita verdad.
—Ya te la dije —su expresión no cambio ni siquiera ante la presencia de mi mano en su ropa.
Apreté lo dientes con tanta fuerza que pude sentirlos tronar y rechinar en lo más profundo de mi cráneo. Quería partirle la cara. Quería hacerlo reaccionar de cualquier forma, pero, él solo me miraba con aquella expresión tan jodidamente tranquila de alguien que sabía exactamente que reacción estaba causando con su indiferencia. Y yo lo odiaba por eso.
Odiaba que no reaccionará. Odiaba que no me diera la jodida pelea qué había estado buscando desde el día cero porque, entre todas las personas, él, Luca Oliveira parecía ser por completo inmune a mis provocaciones…
Lo solté con un empujón brusco y me enderece rápido, respirando profundamente para tratar de apaciguar el torrente caótico de mi ira, sintiendo como el pulso me latía en la sienes mientras, sin decir una sola palabra más, giraba sobre mis talones para salir de la cafetería con pasos firmes, ignorando las miradas de todos los presentes mientas sentía como el calor de la furia me quemaba desde adentro. Porque yo había estado muy lejos de ganar esta discusión, y eso era algo que yo odiaba.
⋆。˚ 🏎 ⋆。˚
Salí de la cafetería con pasos rápidos, casi furiosos, con la mandíbula tan apretada que sentía que varios de mi dientes podían astillarse bajo el peso de mi ira mientras sentía como mi cuerpo entero ardía como una antorcha alimentada por ira y frustración.
El aire fresco golpeó mi rostro, pero no hizo nada para calmar el calor de la rabia que prácticamente podía sentir hirviendo sobre mi piel, mis manos seguían tensas, los músculos de mis brazos punzaban por completo impacientes para golpear algo —o a alguien—.
¿Quién mierda se creía ese maldito cabrón?
Apreté mi mandíbula con fuerza, sintiendo como mis dientes amenazaban con astillarse bajo el peso de mi ira homicida a medida que la conversación de mierda se repetía una y otra vez en mi mente.
¿Amigos?
¿Solo amigos?
Todo en él. En la forma en la que Luca lo protegía y lo defendía cuando creía que nadie estaba mirando, en la forma en la que los oscuros orbes de Lorenzo siempre se estaban moviendo en busca del brasileño sin importar que estuviera ocupando el escalón más alto del podio… nada de eso tenía sentido si solo eran “amigos” porque entre los amigos nunca existía ese tipo de tensión, yo lo sabía mejor que nadie.
Pero, con respecto a Luca y Lorenzo, lo peor de todo el maldito asunto, es que yo no tenía ni una sola puta prueba de lo contrario y eso me estaba volviendo loco. Porque yo no sabía absolutamente nada, no sabía que habían sido, que mierda seguían siendo, no sabía desde cuando se conocían ni hasta donde llegaba el alcance de su historia.
Pero si que si sabia algo, sabía que estaba historia existía y que involucraba por todas partes a Lorenzo.
El maldito Lorenzo Borja. El imbécil que había estado jodiéndome la existencia desde que había llegado de nuevo a mi vida a través de su primera carrera de Fórmula 1, que no tenía nada mejor que hacer que sacarme de quicio con cada maldito comentario, cada mirada desafiante. El bastardo que me había besado y luego actuado como si nada… o tal vez era yo el que actuaba como si nada.
No.
Él solo pensamiento me hizo apretar los puños con dolorosa fuerza.
Yo no era el que estaba fingiendo que no sucedía nada entre nosotros… era él.
Él. Solo él con su sonrisa prepotente y arrogante, con su desenfadada actitud con la que iba por el mundo pretendiendo que nada le importaba, desestabilizándome cada vez que abría la boca como si tuviera algún derecho a hacerlo después de haber pasado por completo de mí, después de haberme ignorado para correr directo a los brazos de sus propio perro guardián qué, constantemente, me miraba como si yo no tuviera derecho alguno a hacer preguntas, como si yo no tuviera nada que ver, como si yo no estuviera metido en medio de todo esto de cada una de las formas, cuando, claramente, yo si que lo que estaba, y, era justo por eso que no pensaba dejar las cosas de esta forma. No, esta vez, no iba a echarme para atrás por el bien de una historia que ni siquiera terminaba de entender, esta vez, sin importar lo que tuviera que hacer, yo iba a descubrir que mierda pasaba entre ellos, porque esto no se iba a quedar así.
Sin mirar atrás, salí de la cafetería y camine hacia mi auto a toda velocidad con mi mente convertida en un caos de bramidos e ira homicida.
Apreté el volante con ambas manos, cada musculo de mi mandíbula doliendo por la presión que era ejercida por mí mientras sentía la sangre hervir hasta su punto de ebullición en el interior de mis venas.
Amigos. Mejores amigos.
Que jodida broma.
Si realmente eran solo amigos, ¿por qué no me lo habían dicho antes cuando la pregunta había surgido en primer lugar?, ¿por qué Luca se metía de lleno en todo lo que tenia que ver con Lorenzo y yo?, ¿por qué lo miraba como si supiera exactamente lo que el italiano necesitaba y lo que pasaba por su cabeza en cada segundo sin necesidad de palabras? Y, lo peor de todo, era que el maldito imbécil de Borja, no parecía tener ningún problema con eso, de hecho, lo dejaba ser, lo dejaba entrar.
Y yo no podía. Llevaba años intentándolo, ¿y qué había obtenido? Un maldito juego de tensión, golpes en los podios, empujones y besos robados en callejones oscuros, momentos efímeros y superfluos que no significaban nada.
¿O tal vez sí?
Mi agarre sobre la superficie del volante se hizo más fuerte.
No.
No iba a dejar que esa pregunta apareciera en mi mente justo ahora.
Necesita respuestas y vaya que sabía como y donde encontrarlas.
Cuando llegue al hotel, todavía sentía la rabia ardiendo bajo la superficie de mi piel, latiendo en mis sienes como un maldito e infecto recordatorio de la conversación anterior. Subí las escaleras en lugar de tomar el ascensor, necesitaba moverme, quemar la tensión en mi cuerpo antes de hacer algo aún más estúpido.
Pero, por más que lo intentaba, la tensión, no desaparecía de mi semblante.
Cada vez que pensaba en la cara de Luca, en su voz burlonamente tranquila diciendo que eran “solo amigos”, sentía que algo en mi interior se acercaba cada vez más y más a su catastrófico punto de quiebre. Estaba a punto de hacer una maldita estupidez, y no quería hacerlo, yo no era Lorenzo Borja lanzado puñetazos en los podios.
Fue entonces que pase por el bar del hotel y lo vi.
De repente recordé la risa bruscamente interrumpida de Oscar al entrar al baño equivocado, los gemidos levemente ahogados de Ophelia Vivienne y el rostro sonrojado de Max… El mismo Max que ahora mismo se encontraba sentado en una de las mesas cercanas a la ventana con un cóctel agitándose en una de sus manos mientras miraba su teléfono con una expresión relajada, como si no tuviera una sola preocupación en la vida después de que yo había visto lo que había visto junto con Oscar.
Perfecto. Esto era más que perfecto.
Sin siquiera pensarlo, yo cambie de dirección para acercarme a su mesa deteniéndome justo frente a él.
—Tienes cara de alguien que no quiere ser molestado —le dije mientras me apoyaba una mano en el respaldo de la silla qué estaba vacía justo frente a él—. Pero te voy a molestar de todas formas, Verstappen.
Max levanto la vista a toda prisa, su mirada encontrándose con la mía mientras parpadeaba por completo sorprendido y con un vestigio de pánico subyacente aleteando en las facciones de su rostro, claro, tenía sentido, el pobre imbécil seguramente creía que yo quería hablar con él al respecto de lo que había visto en el baño el día anterior justo después de la rueda de prensa… que tierno, y que patético, nada en este mundo me importaba menos que los por menores de la vida amorosa de la nefasta pareja heterosexual de turno en el Paddock, el hecho de que Verstappen se revolcara de forma tan indiscreta con la hija de un alto directivo de la FIA, que, además, era una periodista de la peor calaña que había atacado directamente a su compañero de equipo —y supuestamente buen amigo—, resultaba, ciertamente, muy interesante por decir menos, pero aquello no me concernía, al menos no justo ahora.
—No me interesa lo que sea que tengas con Vivienne —le espete, antes de cualquier cosa, mientras tomaba asiento, apoyando mis codos sobre la mesa—. Voy directo al punto —dije sin rodeos, yo estaba cansado de los rodeos—. ¿Sabes qué mierda pasa entre mi ingeniero y tu compañero de equipo?
—¿Por qué todo mundo me pregunta sobre eso? —Max no estaba particularmente sorprendido con la pregunta, pero, tampoco parecía del todo cómodo con ella.
Aquello me hizo detenerme un segundo y parpadear claramente sorprendido—. ¿Cómo que todos?
—Nada —Max dejo el vaso sobre la mesa de una forma más brusca de lo necesario—. Enzo me dijo que ambos son mejores amigos desde la infancia.
Su respuesta cayó sobre mí como una piedra muy pesada lanzada desde muy alto. Era, exactamente, la misma mierda, la misma línea perfectamente ensayada, que, muy seguramente ambos habían practicado antes en caso de que alguien tuviera preguntas, solo que yo no era un alguien normal.
—¿Solo eso? —cuestione con la mandíbula firmemente apretada una vez más.
—¿Qué más podría haber? —Max respondió mi cuestionamiento con otro, pero, por la expresión de su rostro pude ver que él mismo no sabía mucho más de lo que decía.
—Nada en absoluto —fue todo lo que le dije antes de levantarme de mi asiento porque, en verdad, no tenía sentido seguir con esto, no si todo lo que había obtenido había sido la misma respuesta, la misma jodida respuesta.
“Mejores amigos desde la infancia”
Mentira.
Es verdad que yo no podía probar lo contrario, no tenía ni una sola maldita prueba, pero sabía que era mentira.
Salí del bar del hotel con pasos rápidos, sintiendo el familiar calor de la rabia y la frustración subiéndome por el cuello mientras cruzaba el lobby sin detenerme a mirar a nadie con la mente girando a mil por hora, tal y como me sucedía cuando me encontraba corriendo en el circuito. El ascensor se sintió insoportablemente lento mientras subía hacia mi habitación, apoye la espalda contra la pared metálica al tiempo que me pasaba una mano por el rostro por completo frustrado porque esto me estaba volviendo loco.
Sabía que esto no debería importarme, sabía que tal vez debería dejar ir el asunto.
Pero no podía.
No podía porque yo tenía que saber, de hecho, tenía el derecho a saber, porque detrás de esa respuesta de encontraba aquella otra que con tanto ahínco yo me había esforzado por buscar desde que mis ojos se habían topado con los de Lorenzo Borja en los test de pre temporada¹: ¿por qué él se encontraba ignorándome y actuando como si nunca antes nos hubiéramos conocido?
Luca y él estaban ocultando algo.
Cuando llegue a mi piso, camine directo a mi habitación y cerré la puerta con más fuerza de la necesaria, el sonido resonando con fuerza en el silencio del cuarto sin que me importará ni en lo más mínimo mientras me dejaba caer sobre la mullida superficie de la cama con la cabeza dándome mil vueltas, el ceño fruncido y el pecho todavía ardiendo con aquella familiar sensación de enojo que me decía que estaban jugando conmigo como si yo fuera un maldito imbécil.
Ninguno de los dos iba a decirme la verdad. Eso estaba claro.
Pero, si realmente ambos se conocían desde hace tanto tiempo, tenía que haber algo en alguna parte…
Si pensarlo dos veces, saque el teléfono del bolsillo y desbloquee la pantalla antes de que tuviera tiempo para arrepentirme. Abrí Instagram y escribí el nombre de Luca en la barra de búsqueda, su perfil apareció en segundos y yo deslice hacia abajo repasando sus publicaciones, como era de esperarse, Luca no era alguien que compartiera demasiado, pero algo tenía que haber así que me moví entre fotos de garajes, autos y circuitos, nada fuera de lo normal, pero, entonces vi una foto, claramente de hace varios años…
Me detuve y toque en la pantalla para abrirla.
Era una foto en algún sitio que yo no reconocía, tal vez una calle en algún lugar de Europa que dejaba ver a Luca apoyado contra una pared de ladrillo con un cigarrillo tambaleándose en sus dedos y una sonrisa despreocupada… pero además, no estaba solo.
A su lado, con un brazo colocado sobre su hombro y una expresión de burla siendo esbozada por su inconfundible rostro estaba él. Lorenzo Borja.
Mi corazón dio un violento vuelco. Era más que evidente que la foto era de hace mucho tiempo… apreté la mandíbula sintiendo mi pulso acelerarse porque ahora no solo sabía que estaba ocultando algo, de hecho, ahora tenia pruebas, pero, para mi creciente curiosidad e ira homicida, aquello no era suficiente, yo necesitaba más, verdaderamente necesitaba mucho más así que deje que mis dedos se movieran casi por instinto, deslizándose hacia abajo por el perfil del brasileño porque, si aquello que ambos proclamaban con tanta naturalidad, era cierto, debía haber más fotos como esa. Con ese pensamiento en el primer plano de mi mente continúe pasando publicaciones cada vez más y más antiguas que catecismo por completo de significado o importancia para mí, hasta que vi otra de aquellas fotos que me hizo detenerme en seco casi paralizado en mi posición.
Eran ellos dos otra vez. Pero, en esta ocasión, eran tan solo un par de niños. Era dos niños pequeños, tal vez de cinco o seis años de pie en la orilla de una playa paradisíaca con los pies cubiertos de arena blanca y sonrisas infantilmente despreocupadas en sus rostros, el fondo era muy claro y no dejaba lugar a duda alguna: la foto había sido tomada en algún lugar de Brasil.
Sin que yo pudiera evitarlo, mi garganta se seco y mi respiración de atasco en mis pulmones. Verdaderamente, yo no estaba muy seguro de lo que había estado buscando al meterme de lleno —y de forma tan invasiva— en el Instagram personal de mi ingeniero, pero, definitivamente, no era esto, no un pasado tan lejano, no algo que demostrará qué no solo se conocían de antes sino que siempre se habían conocido. Que toda su jodida vida siempre había parecido girar en torno al otro. Y no ni siquiera tenía una puta idea.
Mi pulso martilleaba en mis oídos como un rugido caótico e incesante mientras miraba la foto, mi mirada clavada en los dos niños que se reían de algo fuera de cámara. Yo estaba prácticamente petrificado, y, todo empeoró cuando me fije en la descripción que acompañaba la foto:
"Desde el inicio"
Mierda.
Solté el teléfono y pase una mano por mi rostro mientras exhalaba con frustración.
Joder. Me había equivocado.
El eco de las palabras de aquella descripción seguía atorado en mi cabeza, junto con la maldita imagen de ellos dos en Brasil, dos niños riendo como si el mundo entero fuera suyo.
Cerré los ojos con fuerza mientras me mordía el labio inferior porque yo había tratado mal a Luca como una completa mierda sin razón alguna, bueno, si tenia una razón: me había mentido a la cara, pero vaya que él tenia razón en una cosa: esto no giraba en torno a mí.
Y era por eso que no podía dejar esto así.
𓈒 𓇼 ACLARACIONES
¹ Test de Pre temporada: Los test de pretemporada en Fórmula 1 son sesiones oficiales de pruebas que se realizan antes del inicio del campeonato, donde los equipos evalúan el rendimiento, la fiabilidad y el comportamiento de sus nuevos monoplazas en condiciones reales de pista.
🤓☝🏻Y esa es la única de este cap porque aquí andamos explorando un lado más humano de Lando y no solo como piloto.
Peroooo tenemos esto:
⋆。˚ Aclaraciones especiales ⋆。˚
★: Lando menciona que Lewis Hamilton tuvo un accidente en la carera de Imola qué lo incapacito por el resto de la temporada, siendo reemplazado por un piloto joven. Para aclarar que esto es FICCIÓN y hace parte del universo de National Anthem, más específicamente de la nueva historia de mi twin Circe Into You:
No es necesario que la lean para entender el resto de la historia de Just Pretend, pero si quieren pueden pasarse por el perfil de _circvlion_
Nota de autora:
¡Estoy viva! 👻😶🌫️ Esta vez me demore un poco más porque pues quería dedicarme de lleno a mi nueva historia de Lando y además pues la vida adulta esta algo desordenada ahora, de todas formas, aquí les traigo un nuevo capítulo.
Les recuerdo que todo esto es ficción y no los hechos ni mis opiniones, no sé lo tomen literal.
Espero que les gustará este cap que es algo diferente al tono de los anteriores, acepto todo tipo de quejas, reclamos, transferencias jeje.
También quiero agradecerles por los 350 votos, gracias por tanto amor, lkm.
Sin más que decir, nos vemos en el siguiente cap.
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