¡Hace mucho tiempo atrás!
Badir bostezó ligeramente, acomodándose mejor en el sofá. Con un gesto casi imperceptible, el vaso vacío que sostenía en su mano desapareció. Bajó la mirada y se sumergió de nuevo en la lectura de su libro, perdiéndose entre las palabras impresas. El ambiente estaba impregnado de una extraña tranquila, con la luz producida por las luces del techo y el suave murmullo de la cámara de la sala de cine en el fondo.
Por otro lado, Lena, en su constante labor de organización, tipeaba con rapidez, traspasando sus notas de la libreta a la pantalla digital. Además, sabía que esa era la forma más eficiente de comunicarse con su asistente artificial personal más tarde, para solicitar ajustes que mejorarían sus informes para los contratistas.
Elián, en cambio, se encontraba sentado con visible aburrimiento. A pesar de su expresión cansada, sus ojos estaban clavados en la pantalla digital frente a él. Le resultaba injusto que le asignaran una tarea tan monótona e innecesaria como vigilar la cámara de seguridad para asegurarse de que nadie se saliera de control.
—Si hubieran animatrónicos asesinos sería más divertido —bufó Elián, deseando más emoción en el trabajo—. Quiero moverme, no quedarme sentado aquí.
—Faltan aproximadamente siete minutos y treinta segundos para que termine la primera función —advirtió Lena, sin detener su ritmo en el teclado de proyección—. A menos que, al final, decidamos que es pertinente incluir el origen de Muzan.
—Entonces, ¿lo omití para nada? —masculló Elián, frustrado por escuchar eso; él solo quería contribuir a la causa y evitar que funen al enfermo.
—No dije eso —respondió Lena, levantando la mirada brevemente de su pantalla—. Simplemente sugiero que, de no considerarlo necesario, podemos explorar otra ruta.
—¿En serio? ¿Y cuál sería? —preguntó el menor, interesado en saber cuál sería la próxima reacción.
—La alternativa que propongo es usar el "tráiler" que utilizaron en las versiones anteriores para la función de las respiraciones. De esta manera, la tercera función sería, naturalmente, la canción de los alientos.
—Pero... ese video ya no existe. Fue borrado —intervino Elián con frustración, recordando su infructuoso intento por recuperarlo—. Y, antes de que lo propongan, tampoco pude usar la función de 'ir al día en el que fue publicado' para descargarlo. No me dejó...
—Hermanito, permíteme darte una lección rápida, ¿de acuerdo? —intervino Badir, dejando de leer y dirigiendo su atención hacia Elián—. Lo que se sube a internet nunca desaparece.
Lena profirió un sonido pensativo, meditando los posibles cursos de acción ante este dilema. Un breve pensamiento cruzó por su mente: si no se puede viajar a la época en la que el video estaba subido, tendría que forzar su recuperación mediante contenido ajeno al propio creador.
Sin embargo, para eso, necesitaba un dominio mayor en la tecnología que, actualmente, estaba manejando. Eso era imposible, incluso con su talento innato para adaptarse a los aparatos tecnológicos complejos. No podía asimilar una mejora tan abrupta en cuestión de minutos.
No obstante, conocía a alguien que sí podría adaptarse en tal margen de tiempo. Más que conocer a alguien, reconocía que su versión más joven sería capaz de hacerlo. Sin embargo, alternar entre sus sistemas podría ser peligroso. Los vigilantes potenciaron su cuerpo en todos los aspectos posibles, su poder incluido, y no sabía qué efecto podría tener en esa función.
Lena volteó a ver a los hermanos, suspirando pesadamente.
—Tengo una posible salida a este obstáculo —dijo la chica, respirando profundamente—. Llamar a Alina.
Badir arqueó una ceja. Hacía más de una década que no escuchaba ese nombre. De hecho, pensó que nunca lo volvería a escuchar, al menos no desde que Lena ocupó su lugar.
—¿Quién es Alina? —preguntó Elián, ignorante de la situación—. ¿Vamos a traer a más personas aquí?
—No —Lena negó, señalándose así misma—. Alina soy yo.
—¿Eh? —Elián ladeó la cabeza, confundido—. ¿Qué significa eso?
—Alina es el sistema operativo anterior de Lena —explicó Badir, mirando con aburrimiento a la chica—. Se podría decir que su 'despertar' hizo que Alina se actualizara en la Lena que conoces.
—Oh, ya entendí —asintió Elián—. Es una versión más joven de ella, ¿no?
—En efecto —confirmó Badir—. Alina es el nombre que le puso nuestra madre cuando llegó al clan.
—¿Y qué significa?—preguntó Elián, quien no estaba muy versado en las costumbres familiares, pero había escuchado que los nombres se cambiaban al llegar a cierta edad para que se asociaran con algo celestial.
—¿En siglas o en general? —preguntó Lena, buscando claridad—En el caso de que preguntes por el significado general, es 'Brillante'.
—Nuestra madre le puso así porque, al tener un cerebro cuyo funcionamiento se asemejaba más al de un programa con algoritmos y sistemas especializados que al de un humano, la etiquetó como 'genio' por su variedad de instrucciones y su capacidad de adaptación —explicó Badir—. Algo pretencioso, si me lo preguntas.
—En el caso de que quieras el significado en siglas, Alina significa: 'Advanced Lucine Intelligent Navigation Assistive' —definió Lena—. No me pidas que lo traduzca porque suena horrible...
—Asistente de Navegación Inteligente Avanzado Lucine —Badir tradujo, disgustando a la chica a su lado—. Está bonito... Y no estoy siendo sincero...
—¿Por qué tienes Lucine en tu nombre? —cuestionó Elián, sin comprender esa palabra innecesaria—Digo, eso no significa algo relacionado contigo.
—Mi verdadero nombre es Lucine... —revelo Lena.
—Ah... —Elián abrió la boca, contemplando uno de los mayores secretos del universo—... ¿O sea que Lena no es tu nombre?
—Es mi denominación actual y con la que prefiero que me llamen —asintió la chica—. Significa...
—En español, por favor —interrumpió Elián—... No entiendo mucho el inglés...
—Significa Entidad Lucine de Navegación Avanzada —definió Lena—. Aunque por lo general se puede definir como estrella.
—¿Entonces, de entre todos los nombres relacionados con el cosmos, elegiste estrella?
—Sí.
—¿Por qué? —preguntó Elián, sintiéndose un poco desplazado—. Digo, a mí no me van a dejar cambiarme el nombre y quería escoger ese...
—Ya tienes un nombre relacionado con una estrella —bostezó Badir—. Literalmente te puse 'Elián' por el titán Helios de la mitología griega... el sol es una estrella.
—Que conste que yo le sugerí Apolo —Lena admitió, negando ligeramente con diversión—. Tuvimos una discusión bastante seria ese día.
—Igual no cambiarás tu nombre por las costumbres del clan —Badir miró a Elián con cierto reproche—. Es innecesario.
—¡Pero yo también quiero participar en las tradiciones de la familia!
—No lo vas a hacer. —respondió Badir tajantemente.
—Respondiendo a tu pregunta —Lena intervino con rapidez—... Me puse 'estrella' porque tu hermano se puso 'Luna'.
Elián volteó a ver a Badir, sintiendo que había encontrado una respuesta a por qué su hermano había escogido un nombre tan raro para él.
—¿Tu nombre significa luna?
—Luna llena o luz de luna, sí —asintió Badir, sin darle mucha importancia—. Me puse así porque ella se puso 'estrella'.
—¿Entonces ustedes dos se pusieron de acuerdo para cambiar sus nombres?
Ambos se encogieron de hombros, no parecía importarles mucho en la actualidad.
—Entonces, ¿realmente quieres cambiar lugares temporalmente con ella? —Badir decidió cambiar de tema—. Si sabes que no sabemos qué podría ocurrir, ¿verdad?
—Es un movimiento arriesgado, sí. —asintió Lena—. Sin embargo, estoy dispuesta a tomarlo, sí. Claro, siempre y cuando me regreses a mi normalidad al finalizar la recuperación del video.
—Bien. —Badir respondió, bostezando—. Que conste que no me hago responsable por daños y perjuicios en este lugar.
—No te pongas quisquilloso y da la orden. —dijo Lena, afilando su mirada.
—¡Despierta, Alina! —exclamó, buscando sacar a Lena de su estado.
Lena abrió los ojos de golpe, su mirada inicialmente vacía se enfocó en Badir. Una fracción de segundo después, comenzó a procesar la situación.
"Error, los datos biométricos no concuerdan con ningún usuario", resonó en su mente.
La joven 'suavizó' su expresión, un gesto que, para los humanos, podría interpretarse como un cambio en su rostro, pero para Lena, significaba ajustar su respuesta al protocolo de activación.
"Iniciando protocolo... Misión actual: derrotar al objetivo", anunció, moviéndose hacia Badir con una determinación mecánica.
Badir observó con extrañeza la actuación de Lena. Normalmente, ella reconocería al usuario por su nombre y le preguntaría si tenía alguna solicitud. Pero esta vez, su acercamiento era peculiar.
Sintiendo un hormigueo de alerta, Badir esquivó hábilmente una patada que Lena lanzó hacia él. Al sentir un leve ardor en su mejilla, tocó el lugar y vio sangre en sus dedos.
—Su tacón me alcanzó —pensó, manteniendo su expresión impasible—. Si no tuviera habilidades de premonición replicadas, me habría golpeado de lleno.
Badir saboreó su propia sangre, un gesto que, aunque su rostro permanecía inexpresivo, revelaba cierto gusto por el sabor.
Mientras tanto, Elián observaba con asombro la escena. Había previsto la patada, pero nunca esperó que Lena llevara la confrontación a la violencia física. Aunque esos dos habían discutido mucho en el pasado, nunca habían llegado a este nivel de conflicto.
—Alina —llamó Badir, enfrentando la mirada vacía de la chica—, ¿No me reconoces?
—Datos biométricos no concuerdan con ningún usuario —replicó Alina, preparándose para otro ataque.
—Naturalmente —asintió Badir—. Ya no tengo el cuerpo de un niño de nueve años.
—El patrón vocal tampoco concuerda con ningún usuario —añadió Alina, sin mostrar signos de emociones o dudas.
—¿No sabes que el tono de voz cambia con la edad? —respondió Badir con calma, preparándose para esquivar otro intento de ataque de Lena.
—Muchas justificaciones sin bases —dijo Alina, antes de lanzarse nuevamente hacia Badir, mostrando una determinación implacable en su misión.
Alina se lanzó al ataque con una serie coordinada de puñetazos dirigidos al rostro del joven de cabello negro. La velocidad y precisión de sus movimientos eran impresionantes, pero para sorpresa de la chica, su objetivo logró esquivar dos de los golpes y, con un ágil salto hacia atrás, evitó el tercero.
—¿Es realmente necesario que tengamos este conflicto? —cuestionó el chico, mostrando una clara aversión a la violencia—. Preferiría evitar cualquier tipo de confrontación.
Una sombra se alzó detrás del joven, adoptando la forma de una masa negra disforme. Badir la acarició con gesto distraído, como si estuviera acostumbrado a su presencia, y suspiró con aburrimiento.
—Todavía estás a tiempo de resolver esto pacíficamente —advirtió el pelinegro—. Te lo sugiero seriamente.
Pero Alina, sin inmutarse por la sugerencia, avanzó con rapidez, con la clara intención de atacar. Desató una serie de patadas calculadas en diferentes tiempos, pero la masa negra que rodeaba al joven lo protegió eficazmente de sus embates.
—Que molesta —pensó Badir, mostrando una leve señal de molestia—. No recordaba que fuera tan insistente.
Alina, notando la expresión del joven, decidió cambiar de estrategia. Con agilidad, se posicionó sobre sus manos y lanzó una andanada de patadas, todas ellas dirigidas hacia la masa negra protectora. A pesar de la fuerza de sus golpes, la defensa del joven resistió sin ceder.
—Alina, cálmate —solicitó Badir, intentando detenerla con una orden firme—. Me sigue sorprendiendo su fuerza...
Aunque confiaba en la protección que le brindaba su guardián de sombras, no podía evitar preocuparse por la posibilidad de un daño accidental. Los ataques de Alina tenían la potencia suficiente para destrozar el concreto, lo que podría ser peligroso en un ambiente tan cerrado.
Alina, sin embargo, ignoró las palabras de Badir y continuó con sus ataques implacables. Su objetivo no era solo golpear al joven, sino también probar la resistencia de su defensa. Si lograba debilitarla, sabía que tendría la victoria asegurada.
—Es como un mosquito que no para de molestar —murmuró Badir con una pizca de exasperación—. Atacar de esta forma es inútil. Debería darse cuenta.
Mientras tanto, Elián observaba la pelea con creciente preocupación. No entendía por qué Lena, o lo que sea que la estuviera controlando, estaba atacando a su hermano.
—Hermano, ¿Qué está pasando? —preguntó, confundido— ¿Por qué te está atacando?
—No te preocupes, lo solucionaré lo más rápido posible —respondió Badir, tratando de apaciguar la confusión de su hermano sin darle contexto.
En situaciones normales, Lena y él estaban igualados en capacidades, pero, en este momento tenía una ventaja crucial: esta versión de Lena, Alina, no poseía todas las facultades de su contraparte. En una pelea de poca duración, él tenía todas las cartas a su favor.
Alina retrocedió, buscando distancia para reevaluar su estrategia contra su objetivo.
—El individuo parece tener un sentido de peligro desarrollado —pensó, recordando la aparente premonición del joven—. Su habilidad única, en un primer análisis, se limita a materializar su sombra para defenderse de ataques físicos. A pesar de esto, parece que también dispone de un factor de curación rápido y eficaz. Necesito recalcular mi estrategia.
Badir observaba atentamente a Alina, consciente de que su aparente calma ocultaba una mente calculadora. Conocía bien el protocolo de defensa contra extraños, y estaba seguro de que ella lo estaba analizando a fondo.
—Debe estar estudiándome —pensó el pelinegro, mostrando una sonrisa sutil—. El protocolo de defensa consta de dos fases: plantear una estrategia y realizarla. En el caso de no funcionar la estrategia, vuelve a la fase uno; formulando una nueva o adaptándola según la nueva información recopilada.
Antes de que Alina pudiera procesar completamente esta información, Badir apareció detrás de ella, provocando una reacción inusual en la IA. Por primera vez, mostró una emoción genuina; sus ojos se abrieron con sorpresa y temor. Su sistema comenzó a fallar, algo que nunca había experimentado antes.
"Error. Error. Error."
A pesar de sus intentos por actuar, su cuerpo se negaba a responder. La parálisis era total, y Alina no comprendía por qué. Sus sistemas siempre habían funcionado con eficacia, y esta falla repentina era desconcertante. De manera forzosa, su parte humana regresó ligeramente:
—¡Salió de mi sombra! —exclamó, alarmada, tratando de entender lo que ocurría— ¡¿Por qué no puedo moverme?!
No lo comprendía, ni sus sistemas, algoritmos o su poco razonamiento humano podían entender esa sensación en su cuerpo. Su adversario le estaba causando algo que creía que, gracias a su mente, nunca tendría: terror.
—Mi cuerpo se niega a pelear —pensó, atemorizada por la situación—... esto nunca me pasó antes en mi vida.
A pesar de no verlo a los ojos, o siquiera en su dirección, podía sentir un aura oscura recorriendo su espalda. Era ominosa y le daba malas sensaciones que no comprendía del todo. Sin embargo, podía imaginar completamente al hombre detrás de ella.
—¿No querías saber quién soy, querida Alina? —susurró Badir en su oído, provocando un nuevo colapso en sus sistemas—. Fui alguien criado para suceder el liderazgo de un clan en nuestro mundo. Pero contigo aquí, siempre seré el segundo.
Alina emitió ligeras chispas de su cabeza, alarmada por la persistencia de la falla en sus sistemas. Sus intentos de razonar como un ser humano tampoco daban resultado; solo le proporcionaban hipótesis sobre lo que podría estar ocurriendo.
—Cuando dejé de ser humano, mi pensamiento fue en otra dirección. Alejarme de toda responsabilidad esa es la solución —continuó Badir—. Un niño murió y un nuevo ser nació en su lugar. Una entidad nacida solo para tu existencia superar. Ahora, soy superior a ti, genio insignificante.
La sonrisa sádica de Badir contrastaba con su expresión habitual impasible. Disfrutaba manipulando a Alina como si fuera su presa, saboreando cada momento del juego. Aunque en el pasado la había visto como un rival insuperable, ahora la consideraba un genio insignificante al que, en otros tiempos, habría estado dispuesto a eliminar sin vacilar.
—Llámame Badir —se presentó, alejándose de su oreja con la misma facilidad con la que se había acercado—. El hombre que será tu nuevo usuario, así sea a las malas.
—¡Cálmate! ¡No temas! No importa si salgo lastimada... Soy una asistente que daría su vida por sus usuarios... ¡¡Cálmate!!
Alina luchó por restablecer sus sistemas, y aunque no logró recuperar su plena funcionalidad, pudo adaptarse a la situación. Identificó el principal obstáculo: la masa negra, que aún conservaba rasgos de la sombra del joven.
Teniendo en cuenta esta información, Alina procesó rápidamente su siguiente movimiento.
"Habilidad adquirida: Asalto Luminiscente."
Se posicionó ágilmente con sus manos apoyadas en el suelo y desató una serie de patadas, envolviendo sus pies en una energía amarillenta. Los golpes impactaron con fuerza en la sombra, destruyéndola por completo.
Badir intentó defenderse bloqueando los ataques con sus brazos, pero uno de los golpes lo alcanzó de lleno en el estómago, lanzándolo hacia atrás hasta chocar con la pared.
—Ah... para ser una versión más joven de ella... su fuerza mental vale algunos elogios —masculló Elián, impresionado por lo que acaba de suceder—. Calmó su pánico en un contratiempo y se adaptó para suplir una necesidad.
La técnica que usó también fue muy buena, para ser una improvisación, fue eficaz, fluida y hermosa.
Badir se recuperó rápidamente, manteniendo su expresión calmada e impasible a pesar del dolor interno que experimentaba.
—¿Por qué se adaptó tan rápido? —se preguntó, sorprendido por la habilidad recién mostrada por Alina—. Duele... No te culpo por temerle, mocoso.
Recordó las opiniones de su vida anterior, Nero, sobre Alina. Para él, ella representaba lo más cercano a la perfección, siendo capaz de adquirir poderes según lo requerido por la situación. Esta adaptabilidad lo llenaba de envidia, alimentando una admiración tóxica que finalmente lo sumió en la oscuridad.
Ella brillaba como una estrella, mientras él se sentía opacado como una roca lunar sin sol que lo iluminara. Recordar esa sensación lo enfurecía, odiaba rememorar su vida como humano y los lazos familiares que había abandonado en su búsqueda por el poder necesario para vencerla.
—Alina —nombró el pelinegro, mirando fijamente a la chica—... pensar que tenías tal capacidad de adaptación siendo tan joven. A pesar de titubear contra mí, tuviste el coraje de reprimirlo para tener la oportunidad de golpearme.
—¿Hermano? ¿La estás halagando por golpearte? —Elián murmuró, sin comprender por qué comenzó a hablar así; ¿su hermano tiene tendencias masoquistas?
—Como esperaba de la descendiente del clan rival —dijo Badir, su tono de voz mantenía cierta monotonía forzada—. Su sangre puede haberse diluido mucho, pero eso es trivial.
—No comprendo tu lógica —respondió la chica, analizando la expresión del joven—. Han pasado cientos de años. No queda ni un ápice de su material genético en mí. Ni una célula o gota de sangre perteneciente a ese linaje permanece en mi cuerpo.
—Te equivocas —respondió—. Sin embargo, no entendiste mi punto.
—Usted no sabe explicarse.
—Lo que quise decir es... Es que eso ha sido esplendido. Felicidades, niña —dijo Badir, materializando nueve tentáculos oscuros desde su espalda—. Lograste sacarme de quicio.
Alina retrocedió, marcando distancia y aprovechando para procesar la nueva información.
—El individuo, a diferencia de lo que se pensaba inicialmente, parece poseer más de un poder. Sus habilidades parecen estar relacionadas con las sombras y la oscuridad. Sin embargo— reflexionó, buscando una explicación—... Quizás sea como el poder de Nero, capaz de replicar poderes a través de las sensaciones. Reproduce poderes sin entender su teoría, lo que lo hace más débil.
La falencia en esta hipótesis es que, de alguna manera, no siente que sus poderes sean débiles. Sorprendentemente, su objetivo ha estado evitando el combate físico, lo que podría sugerir que no es su punto fuerte. Pero parece que esta vez tomará una postura más ofensiva.
—Antes de terminar esto, quiero preguntarte algo —dijo Badir, frunciendo el ceño—. ¿Crees que valió la pena desarrollar poderes?
—Perdí a mi familia para obtener mi habilidad —respondió Alina con monotonía—. Pero, esencialmente, valió la pena.
—Yo abandoné mi conexión con mi familia, mi humanidad —sonrió sutilmente el chico, agradecido de que su situación haya sido equivalente—. No me preocupé porque siempre he tenido a la luna de mi lado, aunque ahora tengo un pequeño solecito como hermano.
—¿La luna?
Los tentáculos oscuros, aparentemente erráticos, arremetieron contra Alina con fuerza. Ella los esquivó, tratando de prever un patrón de movimiento, pero notó que cambiaban de rumbo periódicamente, dificultando su anticipación.
Sin embargo, observó que los tentáculos compartían la debilidad de la masa negra ante los ataques de energía lumínica. Si lograba impactar en una zona impregnada de esta energía, infligiría daños considerables.
—Sí, la luna —asintió el joven—. La luna, como aliciente, refleja una habilidad. Representa la infinidad en su iluminación, acompañada del sol, su divinidad.
A pesar de los daños recibidos por la energía lumínica concentrada en el cuerpo de Alina, los tentáculos oscuros finalmente la atraparon. Ella quedó con la mirada vacía, analizando la situación en su sistema.
—Estas extensiones oscuras tienen su propio comportamiento. No son del todo obedientes a su usuario. Pueden recibir instrucciones, pero no las seguirán al pie de la letra —se percató la chica, teniendo una idea—... Supongo que para todo hay una primera vez en la vida. Que tuviera que detener mi corazón, no lo previa...
—A diferencia de su compañero, la luna no otorga amor ni tenacidad. Solo protege a aquellos que eligen un destino en la oscuridad.
Los tentáculos redujeron su agarre, notando que el pulso de Alina se redujo considerablemente. A pesar de esto, mantuvieron cierta fuerza para sujetarla en el aire. La movieron ligeramente, evitando que la sangre se le suba a la cabeza por la posición en la que la tenía.
—Oye hermano, falta un minuto para que acabe la función —notificó Elián, esperando que Badir terminara pronto—. ¿Ya la neutralizaste a tu manera? ¿O quieres que te ayude?
La verdad, cree que su hermano es todo un caballero. En ningún momento ha golpeado a Alina ni ha tenido la intención de pegarle con un puño o una patada. Sabe que si le pregunta, lo más seguro es que responderá que no quiere mancharse las manos; eso es mentira, es porque es todo un caballero.
Sin embargo, aunque él no lo sepa, la verdad es que Badir sencillamente sabe que en un combate cuerpo a cuerpo, él es un inútil.
—La idea es que me reconozca como un usuario. No quiero dejarla inconsciente ni lastimarla de alguna manera —dijo Badir, mirando fijamente a Alina.
Elián profirió un leve sonido pensativo. Tampoco es como si él buscara una excusa para golpear a Lena. Ella era como su madre, su figura materna. Jamás haría eso. Lo único que estaría dispuesto a hacer es derrotarla de un solo golpe. Después de todo, según su hermano, a Lena solo se le puede vencer si se le da un ataque tan fuerte que la deje neutralizada de un solo movimiento o abrumándola con ataques antes de que se adapte y adquiera poderes a lo loco.
"Poder adquirido: Toque nulificador"
Alina escuchó la voz en su cabeza y concentró más energía lumínica en sus extremidades, forzando a los látigos a liberarla. Su objetivo principal era tocar físicamente a su adversario. Pero el individuo parecía tener una habilidad natural para esquivar los impactos.
Al ver que Badir abrió la boca, Alina lanzó una patada, pero fue bloqueada por un brazo; Badir exhaló un viento gélido. Al sentir el frío, Alina confirmó sus sospechas. Este sujeto podía copiar, o peor aún, robar los poderes de otros usuarios. Seguramente estaba interesado en su habilidad única.
"Capacidad adquirida: Resistencia al frío."
La chica avanzó sin titubear, desafiando el viento gélido que intentaba frenar su avance.
—¿Qué paso? ¿Cómo se adaptó tan rápido? Al parecer, cuando potenciaron nuestras habilidades, en su caso fue reducir el intervalo que tenía —reflexionó el pelinegro—. Si utilizo mis otros poderes, ella simplemente se adaptará y adquirirá algo para contrarrestarlos. Si tan solo incapacitarla fuera una opción, ya la habría dejado inconsciente...
Antes de que pudiera encontrar una estrategia alternativa, recibió un puñetazo directo en la cara. El impacto fue inmediato, y Elián, observando la escena, no pudo evitar taparse la boca en señal de sorpresa. Sabía que su hermano podía curar rápidamente esa herida, pero el dolor era otra historia.
—Objetivo alcanzado —dijo la chica, su tono monótono adquiriendo una chispa de satisfacción—. Primer golpe directo logrado.
Alina retrocedió, dándose espacio para reevaluar la situación. Su poder "Toque nulificador" le permitía neutralizar las habilidades de sus oponentes al tocarlos físicamente, pero con alguien que poseía múltiples habilidades como su adversario, la neutralización era aleatoria.
Badir parpadeó, sintiéndose extraño al notar que su estatura había disminuido. Giró la cabeza hacia su hermano, quien estaba claramente sorprendido por lo que acababa de presenciar. El pelinegro comprendió de inmediato lo que había sucedido: Alina había adquirido un poder que interrumpía una de sus habilidades activas.
De las tres habilidades activas que poseía en ese momento —'Frost Breath', 'Darkness Abyssal Tentacles' y 'Age Shifting'—, era esta última la que había sido neutralizada.
Su cuerpo, que había dejado de envejecer a los nueve años, ahora se encontraba a la vista de su hermano y de la propia Alina. Esta evidente regresión lo enfureció. ¿Cómo podía permitirse parecer menos en presencia de su hermano menor?
¡Él no era un mocoso!
Maldice el hecho de que, al abandonar su humanidad, obtuvo longevidad eterna. Si bien es cierto que es algo por lo que muchos matarían, no es precisamente bonito cuando se obtiene cuando eres solo un jodido niño que ni llega a la década de edad.
—¡Te convirtió en un niño! —exclamó Elián, atónito— ¿Por qué hizo eso?
El enfado de Badir hervía como lava volcánica. Esta apariencia infantil era una afrenta a su orgullo como hermano mayor. Con apenas un metro y medio de estatura, se sentía indignado y avergonzado. Especialmente porque su ropa le queda tan grande que fácilmente podría ocuparla para esconderse.
Al notar la mirada de Elián llena de sorpresa y compasión, Badir se sintió aún más incómodo. Odiaba tener este aspecto. Le recordaba que toda su existencia solo era el resultado de las malas elecciones de un mocoso.
—El poder neutralizado no fue el esperado —admitió Alina, recalculando su estrategia—. Proporcionando análisis visual del nuevo aspecto del objetivo a vencer.
Alina abrió los ojos, observando detenidamente al niño frente a ella. Aunque había discrepancias evidentes, como la tonalidad de la piel y la pigmentación del iris, así como su comportamiento y ciertas incoherencias en los datos biométricos, no cabía duda: ese niño era Nero Caelestis, un usuario de prioridad uno.
Su banco de memoria desplegó una escena del pasado, llevándola de vuelta al día en que fue acogida en el clan después de perder a su familia. Fue una transición difícil, pero la primera persona a la que se le presentó fue al hijo de su señora, Nero.
Era un niño tímido que se ocultaba detrás de su madre, sus ojos evitaban el contacto directo con Alina. La mujer sonrió con ternura antes de dirigirse a ella.
—A partir de ahora, acompañarás a mi hijo —dijo con amabilidad—. No te preocupes, querida, mi niño siempre estará contigo. Al menos, como mínimo.
Las palabras de la madre fueron reconfortantes, pero lo que más impactó a Alina fue el suave susurro de Nero.
—Ll-llevémonos bien —murmuró el niño, y Alina sintió un ligero estremecimiento en su interior.
—Lo mismo digo, usuario Nero —respondió, su voz resonando con una calidez inesperada.
De vuelta al presente, Alina comparó la timidez de aquel niño con la expresión de repugnancia de su objetivo actual. Aunque eran opuestos en gestos y comportamiento, algo en ellos le recordaba al otro. El recuerdo de la primera interacción con Nero evocaba una sensación extraña en su sistema, una conexión que no sabía cómo interpretar del todo mediante su algoritmo.
El niño se acercó a ella, y Alina, sin apartarse, sostuvo su mirada con desdén. A pesar de avanzar hacia ella, el niño no la atacó ni mostró ninguna intención de hacerlo. Alina sintió un leve ardor en sus mejillas, una respuesta inusual para su programación.
—Estás bloqueando mi camino —dijo el niño, con un tono irritado—. Muérete.
Al instante, Alina se apagó, cayendo al suelo mientras el niño pasaba a su lado. Para ella, la orden de "morir" equivalía a apagarse, una acción que siempre le resultaba desconcertante. Sabía que solo sería temporal; pronto reiniciaría sus sistemas, pero esta vez, el encuentro con el niño había desencadenado una serie de reacciones internas inesperadas.
Badir utilizó los tentáculos oscuros de su espalda para recoger el cuerpo de Alina y llevarlo al sofá de la habitación. Observó con enojo a la chica y luego se miró en el espejo de la habitación, sintiendo repugnancia por su propia apariencia.
—Hace mucho que no te veía, mocoso —pensó, como si hablara con Nero—. Al final, tenías razón en tu visión del mundo. El humano es, completamente, menos bueno de lo que se imagina o quiere ser.
—¡Hermano! ¿Qué le has hecho? —exclamó Elián, acercándose preocupado—. La has matado... ¡No responde!
Badir intentó activar la gracia que alteraba la edad de su cuerpo, pero falló. Parecía que, aunque Alina estuviera apagada, el efecto de la habilidad seguía activo. Supuso que era temporal, no creía que existiera una habilidad permanente de ese tipo.
—No la he matado —respondió Badir, frustrado—. Solo se está reiniciando. Dale unos segundos.
Badir chasqueó los dedos, encogiendo su vestimenta para que sea apropiado para su altura y complexión actuales. Bufó, creyendo que todo esto era culpa de Lena por proponer algo tan arriesgado como traer a Alina. Definitivamente va a darle un sermón cuando regrese.
Es por esto que odia los duelos. Son solo encuentros donde algunos imbéciles resultan victoriosos, siendo el imbécil de esta ocasión su persona. Muchos dirían que, al mantenerse contra alguien como Alina, ganaría honor y dignidad.
Que falsedad... todo lo que consiguió fue lastimarse. Sí, puede curarse, en poco tiempo también podrá recuperar su cuerpo adulto. Pero... ¡¿Quién le quita el dolor que siente en las tres diferentes partes de su cuerpo?!
¡Váyanse a la mierda! ¡Por eso prefiere ser un soporte!
—¿Volverá como Lena o como Alina?
—En este momento, Elián, eso es lo que menos me importa —cortó Badir—. Maldición, esto duele mucho —murmuró, tocando su rostro para acelerar su propia curación.
—¿Estás bien? —preguntó el castaño, preocupado por su familiar.
—¡No, Elián! —exclamó Badir, tratando de apaciguar el dolor que siente en el rostro—¡Obviamente duele que alguien te pegue en la jodida cara! ¡Mi brazo casi no puede moverse! ¡Y mi estomago duele como el infierno!
Diversas voces rieron en su mente, divirtiéndose con la situación. Siempre era gratificante ver a Badir expresar o alterarse de una forma u otra. Aunque había ciertas voces quejándose por no haber participado en el breve combate y, solo unas pocas, debatiendo como podrían haberla vencido en otros escenarios.
—Para ser honestos, en comparación conmigo, no es tan fuerte físicamente —Elián trató de argumentar su postura—. Por eso no sé qué tanto te dolió.
—¡No te importa!
—Oye, solo estoy preocupado por ti. No te pongas así...
—Tsk —Badir chasqueó la lengua, fastidiado, mientras miraba su nueva forma infantil con frustración.
—Ahora que lo pienso... —Elián observó a su hermano mayor, ahora reducido a un niño, y no pudo evitar soltar una risa contenida.
—¿Qué? —preguntó Badir, intentando controlar su irritación y respirando profundamente en intervalos regulares para mantener la calma.
El fastidio de Badir se desvaneció, pero el dolor persistió. Maldijo internamente que su cuerpo fuera tan selectivo con las emociones que deseaba suprimir y las que no.
—¿Quién es más fuerte, Lena o tú? —cuestionó Elián, observando la situación en la que se encontraba su hermano—. Digo, si te costó enfrentarte a esta versión de ella...
—No me "costó" —aclaró Badir, indignado por la insinuación—. Ni siquiera la ataqué. Solo esquivé y la atrapé. No tenía intención de incapacitarla ni nada por el estilo.
—Entonces... —Elián inclinó la cabeza, invitando a su hermano a continuar.
—Si Lena y yo nos enfrentáramos sin restricciones... me causaría muchos problemas, demasiados —admitió Badir, reconociendo la maestría con la que Lena podía contrarrestar su propio poder.
—Ah, perderías —concluyó Elián, encontrando cierta lógica en esa afirmación; si la pelea se prolongara, Lena podría acumular resistencias y poderes que eventualmente abrumarían a su hermano.
—La vencería —afirmó Badir, rechazando la idea de que volvería a empatar con ella como lo hicieron en el pasado—, creo...
Alina abrió los ojos, explorando la habitación en busca de un usuario al que servir. Aunque su expresión habitualmente imperturbable se mantuvo, una chispa de nerviosismo titiló en sus ojos al ver al niño de tez pálida.
—Usuario de prioridad uno: Nero Caelestis —pensó la chica, al analizar parcialmente al joven—... alerta, anomalías detectadas en el sistema.
Alina, consciente de su rol como asistente, trató de mantener la compostura, pero la presencia del niño evocó un cambio en su comportamiento. Decidió actuar de manera más amigable, aunque su programación interna le recordara mantener la neutralidad.
La chica decidió ocultar su leve inquietud detrás de una sonrisa suave, inclinándose sutilmente con sus dos manos en la parte inferior del estómago.
—Señorito Nero, ¿desea realizar una solicitud? —preguntó, tratando de mantener un tono ligeramente positivo—. Recuerde que no puedo darle más barras de chocolate del que su cuerpo puede tolerar.
—¿A ti te gustan las barras de chocolate? —preguntó Elián, interesado en compartir por primera vez un gusto con su hermano—¡Genial! ¡A mí también!
Badir suspiró, frotando su sien del estrés. Abruptamente, su enojo se disipó, volviendo a su estado emocional normal. Ahora que estaba calmado y falto de emoción iracunda, podía dar una instrucción apropiada.
—Alina, necesito que busques algo, por favor —solicitó, observándola atentamente.
Aunque Alina intentó mantener su compostura, su parte humana sentía una mezcla de 'nerviosismo' y 'deseo' de impresionar a un usuario de prioridad uno.
—Sí, señor. ¿Podría proporcionar más detalles sobre lo que está buscando? —preguntó con cortesía, aunque una leve ansiedad se filtraba en su voz.
El nerviosismo de Alina aumentó ligeramente ante la mirada penetrante de Badir, pero se esforzó por mantener su compostura.
Badir profirió un sonido pensativo, manteniendo la mirada fija en la chica. Era extraño, se supone que, en este modo, Alina debía de carecer de emociones humanas. Ella solo fue capaz de expresarse libremente al aprender lo suficiente de los miembros del clan para 'asumir' su propia personalidad y ser dotada de una conciencia propia.
Supone que, al ser potenciadas sus habilidades, este modo obtuvo breves atisbos de facultades futuras. Asemeja esto con llevar al límite este modo para que no difiera mucho del estado normal, pero, sin llegar a cruzar cierta línea divisora.
—Alina, por favor, busca el video 'Há Muito Tempo Atrás'. Fue subido a la plataforma el día 10 de abril de 2022. Es un contenido audiovisual que tiene una duración de, a lo mucho, dos minutos. Como dato extra, y de mucha importancia a la hora de buscar, el idioma del video es portugués.
—¿Deseas que busque el video 'Há Muito Tempo Atrás'? —preguntó la chica con una voz alegre, aunque una ligera tensión nerviosa se filtraba en su tono, iluminando sus ojos levemente—. Se usará la información proporcionada para una búsqueda más eficiente.
—Sí, por favor, te lo agradecería mucho —Badir respondió, suponiendo que la consulta no duraría más de diez segundos —. Si pudieras, en segundo plano, adaptarte a la tecnología de este lugar sería maravilloso.
—¡Iniciaré mis servicios! —Lena exclamó, golpeando con un ligero puño a su palma izquierda.
—Sigo diciendo que se borró —Elián bufó, viendo como Lena encendía tres pantallas holográficas.
Pasó un segundo...
Dos segundos...
Al tercer segundo, Elián quería reafirmar su posición, pero antes de que una sola palabra saliera de su boca.
—Encontrada —la rubia notificó, su tono de voz mantenía esa positividad, aunque se podía percibir una nota de alivio en su expresión—. Se han conseguido video reacciones al video en cuestión en la misma fecha de subida. Con un poco de edición, el video se recuperará.
—... —Elián parpadeó, respiró hondo, y vociferó en su mente más de diez insultos distintos.
—¿Desea que comience a editar el video? —preguntó la chica, manteniendo el brillo azulado en sus ojos —. Alternativamente me seguiré adaptando a la tecnología de ese lugar.
—Por favor —asintió Badir, acomodándose de una forma más agradable en el sofá.
—Iniciando —informó, procesando la orden.
—Gracias —agradeció el pelinegro, bostezando ligeramente—. Tu eficiencia será recompensada con un café único y especial solo para ti.
—¿Café? —preguntó Alina, sin comprender del todo, pero tratando de ocultar su desconcierto—¿Me gusta el café?
La información de su gusto por la bebida denominada como 'café' no estaba en su sistema. De hecho, estaba, extrañamente, casi vacía. En este momento no tenía gustos o favoritismos programados que no fueran 'Majestad Moriana' y 'Nero'.
Es confuso, su base de datos, si bien no está vacía del todo, carece de información vital que, supone, tenía antes. No puede centrar su atención completa en averiguar la razón, debe cumplir la orden de su usuario. Pero, pondrá en segundo plano, junto a la orden de adaptación, un análisis en su historial de memoria. Tal vez solo es un fallo por una sobrecarga de poder.
Agradece que, al menos, sus algoritmos siguen manteniéndose. Sería todo un problema que tuviera que crearlos desde cero. Tendría problemas para resolver problemas y acatar ordenes de ser así.
—Te gusta tanto como a mí —Badir asintió, sin dudar ni un poco de su afirmación.
—Anotado. Edición en marcha...
¿El café le gusta tanto como a su usuario? Tiene sentido.
Aunque, en su banco de memoria, no estaba el dato de que Nero gustara de esa bebida. De hecho, los gustos que tiene registrados del hijo de su señora son: 'Barras de chocolate' y 'criaturas adorables'.
Intuye que, simplemente, es un rasgo que adquirió en un lapso que no está en sus recuerdos actualmente.
Badir desvió su atención hacia el reloj digital en la pantalla de proyección que vigilaba a los invitados. La primera función había terminado con éxito. Luego, giró la cabeza para mirar a su pequeño hermano.
—¿Sabes qué hora es?
—¿Es hora de aventura?
—No. Es hora de darles a los invitados ocho minutos de receso mientras Alina termina de editar el video.
—¿Entonces irás a dar el aviso? —Elián inclinó la cabeza, siguiendo el razonamiento de su hermano.
—¿Yo? —Badir preguntó, sin mostrar mucho ánimo—. Para nada. Esto es trabajo para nuestro afamado presentador principal.
—Pe-pe-pero —Elián tartamudeó, sintiéndose como un recadero—... ¿por qué no lo haces tú?
Badir frunció el ceño, mirando fijamente a su hermano. Lentamente, señaló su propio rostro.
—¿Crees que estoy en condiciones de ir?
Elián parpadeó. Sinceramente, a él no le importaría presentarse ante los invitados con una herida en el rostro. Además, eso era solo una excusa; su hermano fácilmente podría cambiar de forma o de apariencia. No eliminaría el dolor, pero sí ocultaría el daño.
—¿Y si jugamos piedra, papel o tijeras? —preguntó Elián, tratando de no ser un simple recadero—. Digo, podríamos hacerlo...
—Curioso... cuando era niño —Badir recordó, evocando recuerdos de su ser original—... a ese juego se le llamaba cuarzo, papiro o navaja.
—Pero... eres un niño —Elián se burló, viendo el aspecto de su hermano con diversión.
—Jodete.
—¿Entonces aceptas?
—Claro...
Y así, comenzó un juego de piedra, papel o tijeras de tres rondas...
—A todo esto, ¿Cuándo fue creada esta organización? —cuestionó Michikatsu, interesado en saber la diferencia de tiempo entre ellos y las lunas—. En nuestra época no han sido formadas.
— Según lo que dijo el pilar retirado, hay al menos unos 100 años de diferencia, aunque podrían ser siglos más —supuso Yorīchi, sin ahondar mucho en ello.
La decepción se reflejó en el rostro de Michikatsu.
—Es una lástima. Me habría gustado luchar contra esos dos —suspiró, resignado a la idea de que solo podría observar el poder de Akaza y Kokushibō a través de una pantalla.
—Bueno, podrás ver más de ellos aquí, supongo —consoló Yorīchi, tratando de infundir algo de optimismo en la situación.
—Algo es algo —murmuró Michikatsu con resignación.
Repentinamente, el anfitrión, denominado Elián, apareció en el centro del escenario. Observó a los presentes con una sonrisa forzada, ocultando su frustración por haber perdido en el juego de piedra, papel o tijeras.
—¡Descanso de 8 minutos! ¡Descanso de 8 minutos, damas y caballeros, niños y niñas! ¡Tienen un descanso de 8 minutos! —anunció Elián con algunos aplausos, aunque su tono revelaba una leve irritación.
Con su mensaje entregado, el anfitrión desapareció en una estela de píxeles de colores, dejando un silencio incómodo en la sala. Los presentes no esperaban un descanso tan temprano, pero al comprender que tenían un tiempo de libertad, comenzaron a entablar conversaciones entre ellos.
Algunos se agruparon con quienes estaban más cerca, mientras que otros se aventuraron a charlar con personas que despertaban su interés. Jigorō, con su autoridad natural, advirtió a sus alumnos antes de partir hacia los pilares de la edad dorada.
—Voy a hablar con los pilares de la edad dorada. Espero que se comporten mientras no estoy—les indicó con seriedad.
—¡Claro que sí, abuelito! —exclamó Zenitsu, prometiendo comportarse, aunque su mente ya estaba en otra parte, pensando en su amor verdadero.
Kaigaku asintió con aburrimiento, consciente de que la situación sería molesta.
—Hmmm... —murmuró, resignado a su destino mientras contemplaba el único melocotón que le quedaba.
—Bueno, los dejo —concluyó Jigorō antes de encaminarse hacia donde se encontraban los pilares de la era Sengoku.
Al ver cómo Jigorō se alejaba con determinación, Zenitsu decidió que era el momento de hablar con alguien que había captado su atención desde que puso un pie en ese extraño lugar. Ella era hermosa, perfecta, digna de admiración en cada gesto y movimiento. Zenitsu estaba seguro de que alguien con una apariencia tan pulcra nunca lo rechazaría ni lo dejaría solo.
Kaigaku observó con disgusto cómo Zenitsu se acercaba lentamente a los dos hermanos del distrito rojo. Una mueca de desdén se dibujó en su rostro oscuro. ¿Por qué, de entre todas las mujeres, Zenitsu siempre se sentía atraído por las más irritantes?
Era evidente que esa peliblanca era sinónimo de problemas en más de un sentido. Pero, ¿saben qué? Que se las arregle solo. Si Zenitsu quería lanzarse al mar y nadar con tiburones solo por una carnada, adelante. Estaba seguro de que el hermano de la chica, como buen tiburón, estaría encantado de devorarlo por ser un idiota.
Con paso vacilante, Zenitsu se aproximó avergonzado hacia la chica de blancos cabellos. La joven tenía el cabello despeinado y unos ojos azules como el cielo, aunque juraba que antes eran de un bello color verdoso.
—Es-Esto, hola —balbuceó Zenitsu, intentando encontrar las palabras adecuadas.
Ume, la chica, observó al chico con extrañeza. ¿Quién era este?
—¡Aléjate de mi hermana, maldito! —rugió Gyūtarō, el hermano mayor, emitiendo un aura asesina que hacía temblar incluso a los más valientes. No tenía su kama, pero todavía poseía puños, dientes y pies dispuestos a hacer daño.
Ante el aura amenazante de Gyūtarō, Zenitsu chilló y lágrimas comenzaron a emerger de sus ojos.
—¡Eso! ¡Llora, maldito! —dijo Gyūtarō, con orgullo de ver al hombre que intentaba mancillar a su hermana romper en lágrimas.
Ume suspiró, sintiendo que la situación era absurda. En un acto de compasión, se acercó al chico. No es que no apreciara la protección de su hermano, pero en este caso no parecía necesario.
—¿Qué necesitas? ¿Estás bien? —preguntó con una sonrisa radiante, esperando calmar los ánimos y darle una salida amable al joven.
En el momento en que escuchó su voz, el mundo de Zenitsu pareció desvanecerse. El bullicio de la sala se desvaneció y todo se tornó blanco, como si estuviera envuelto en una luz celestial. Ella estaba allí, en el centro de ese resplandor, emanando una belleza que lo dejó sin aliento.
Sus ojos, dos gemas brillantes, parecían contener la esencia misma del cielo. Su cabello, que caía en suaves ondas sobre sus hombros, irradiaba un brillo que rivalizaba con las flores de ciruelo blancas en primavera. Su sonrisa, cálida y acogedora, parecía tener el poder de calmar la tormenta más furiosa.
Un aura divina la envolvía, haciéndola parecer un ser celestial descendido a la tierra. Todas sus cualidades más nobles se destacaban en esa aura, haciendo que pareciera aún más hermosa a los ojos de Zenitsu, quien se sentía como un simple mortal ante su presencia.
Él la observaba, incapaz de apartar la mirada. Para él, no había duda: ella era un kami. Y en ese momento, se sintió el hombre más afortunado del mundo por haberla encontrado.
Kaigaku, desde su perspectiva cínica, observaba la situación con una mezcla de fastidio y sarcasmo.
—Por favor, he bebido de agua estancada de mejor calidad que esa mocosa —pensó, observando la reacción dramática de Zenitsu. No había dicho nada, pero sabía exactamente lo que estaba pasando por la mente de esa escoria.
—¡Casémonos por favor! —exclamó Zenitsu, inclinándose con fervor hacia la chica.
La chica, sorprendida y alarmada, retrocedió ligeramente, pero fue retenida por el firme agarre de Zenitsu.
—¿Qué? —murmuró, intentando soltarse, pero sus esfuerzos fueron en vano ante la determinación del joven.
—¡Por favor, por favor, casémonos! —continuó Zenitsu, abrazando a la chica con desesperación para demostrar su amor.
La chica se sentía cada vez más invadida e incómoda. Ni siquiera el admirador más desesperado se acercaba tanto. Con este tipo de personas, por lo general, bastaba una sonrisa y una breve interacción para dejarlos satisfechos.
Pero este chico...
¡le estaba pidiendo que se casara con él!
Gyūtarō, el hermano protector, apretó los puños con furia. Su mirada estaba fija en Zenitsu, considerando innumerables formas de hacerle pagar por su atrevimiento.
—¡Por favor, por favor, por favor! ¡Cásate conmigo! —imploraba Zenitsu, entre lágrimas y súplicas desesperadas—. Cuando me convierta en cazador, podría morir en cualquier momento. Te lo ruego, cásate conmigo. Por favor. Por favor. Por favor.
Las lágrimas brotaban de los ojos de Zenitsu en una cantidad alarmante, como si cada palabra pronunciada aumentara su angustia. Su voz, irritante y chillona, resonaba en la sala, generando un ambiente incómodo para todos los presentes.
Ume profirió un pequeño sonido de molestia, cerrando los ojos ante la escena. No comprendía qué estaba pasando. Se suponía que ella debería estar desesperada y con ganas de romper en llanto, no ese chico.
Gyūtarō se acercó a Zenitsu, sus nudillos crujieron amenazadoramente mientras se preparaba para darle unos cuantos golpes en la cara. No podía perdonar a un miserable que había molestado a su hermanita con una propuesta tan blasfema y con la osadía de tocarla físicamente.
Kaigaku, observando la situación con una sonrisa sardónica, disfrutaba del sufrimiento de su "compañero de entrenamiento". Todo castigo que recibiera Zenitsu era completamente justificable y, en parte, se lo merecía.
Sin embargo, a pesar de su disfrute del espectáculo, Kaigaku seguía sin entender del todo a Zenitsu. Según su maestro, había encontrado a Zenitsu lleno de deudas y problemas debido a una estafa amorosa.
—Qué patético —pensó Kaigaku, chasqueando la lengua. ¿Cómo podía seguir buscando matrimonio después de haber sufrido tanto por una mujer?
—¿Qué está haciendo? —preguntó Yorīchi, desconcertado por el repentino comportamiento del rubio.
—Está proponiéndole matrimonio a una desconocida —respondió Michikatsu, frunciendo el ceño ante la extraña propuesta de Zenitsu.
Jigorō se frotó la sien, visiblemente estresado por la situación. No podía permitirse dejar solo a Zenitsu en una habitación con al menos una jovencita, porque este tipo de cosas podrían ocurrir. Aunque tampoco entendía del todo a Kaigaku, como el mayor de los dos, debería sentir la responsabilidad de velar por Zenitsu en su ausencia.
—¿Una propuesta de matrimonio? —murmuró el padre de Dōma, sorprendido de que el rubio hubiera sucumbido tan fácilmente ante los encantos femeninos.
Claro, él también era propenso a dejarse llevar, pero tenía un mejor autocontrol. Recordaba que, de todas las mujeres con las que había estado, ninguna había recibido una propuesta de matrimonio, aparte de su esposa.
—¿El chico no ha considerado que ella podría estar comprometida ya? —planteó la madre de Dōma, con una mirada de comprensión.
En el barrio rojo, era normal que las chicas se alegraran si alguien les pedía matrimonio. La falta de entusiasmo de la chica indicaba que probablemente ya estuviera comprometida.
—Este necesita una pareja urgentemente —pensó Dōma con sarcasmo, encontrando la situación bastante divertida. Parecía que Zenitsu estaba tan desesperado por afecto femenino que pronto se ganaría el título del joven más necesitado de amor de la historia.
—¿Puedo ir a darle una lección a ese imbécil? —preguntó Hakuji, molesto por el trato de Zenitsu hacia la chica.
—No. Ya hay alguien que se ocupará de eso —suspiró Keizo, observando cómo el hermano de la chica parecía estar a punto de saltar sobre Zenitsu.
—¿Por qué? ¿Por qué hace eso? —preguntó Koyuki, visiblemente desconcertada.
—Seguramente quiere casarse antes de morir. Aunque esa no es la forma de hacer las cosas —respondió Keizo, tratando de explicar la situación a su hija.
—Exacto, al menos podría haberle ofrecido un montón de peces raros o animales marinos costosos para comprar su mano en matrimonio —asintió Managi, de acuerdo con la opinión de Keizo.
El chico al lado del pequeño pescador chilló, con las manos temblorosas, consciente de que la situación podría desembocar en violencia y él podría salir lastimado en el fuego cruzado.
Nakime observó en silencio, sin comprender el comportamiento del rubio. También deseaba casarse, pero sabía que abordar a alguien de esa manera solo provocaría rechazo.
Magare chasqueó la lengua, molesto por el ruido que hacían los demás. A él no le importaba si Zenitsu quería casarse con la chica, pero la algarabía le resultaba irritante.
Tampoco entendía por qué Zenitsu estaba tan decidido a casarse. Sí, había escuchado que podía morir en cualquier momento como cazador de demonios, pero eso no era razón suficiente. Él también estaba destinado a morir joven y no tenía ningún interés en casarse con una mujer.
Tal vez si se curara y pudiera sobrevivir, lo consideraría, pero era una idea lejana. Además, estaba seguro de que la mayoría de las mujeres de su época no soportarían su lengua afilada. O al menos eso es lo que decían los inútiles de su clan hace unos años.
Kaigaku sintió un malestar creciente, desviando la cabeza hacia su maestro. Desde la distancia, Jigorō lo observaba con cierta decepción. Su expresión era firme y acusadora, como si le estuviera reprochando silenciosamente su falta de vigilancia ante el comportamiento de Zenitsu.
Gruñendo interiormente por la situación, Kaigaku se preguntaba por qué recibía la mirada reprobatoria cuando era Zenitsu quien estaba creando todo el revuelo. Inhaló profundamente, conteniendo su frustración, y se encaminó hacia Zenitsu para intervenir.
—Soy el mayor, debo hacerme cargo de él a como dé lugar —masculló Kaigaku, interpretando la mirada reprobatoria de su maestro—. Maldita tierra —añadió entre dientes, irritado por la situación.
Gyūtarō, quien estaba a punto de golpear a Zenitsu en la cabeza, gruñó con frustración. Justo cuando iba a dar el golpe, un intruso arruinó su plan. Había planeado una tortura meticulosa, pero ahora el compañero del rubio estaba interfiriendo.
Con un golpe certero, Kaigaku impactó en la cabeza de Zenitsu, haciendo que este soltara un chillido de sorpresa. Luego, lo agarró por el haori amarillo y lo obligó a enfrentarlo cara a cara.
Al recibir el golpe, Zenitsu soltó a Ume, quien retrocedió para ponerse detrás de su hermano, temblando por la situación. A pesar de ello, no podía apartar la mirada, observando con atención lo que sucedía.
—¿Qué demonios estás haciendo? ¡Estás molestando a ella y a todos aquí! —exclamó Kaigaku, con una vena marcada en la frente, mientras regañaba a Zenitsu.
—A-aniki —intentó decir Zenitsu.
—¡No me llames así! ¡Jamás sería el hermano mayor de alguien como tú! —interrumpió Kaigaku, con voz firme.
—¡Eh! ¡No digas eso! —balbuceó Zenitsu, intentando defenderse.
—Estás deshonrando a nuestro maestro con tu comportamiento —continuó Kaigaku, su tono lleno de reproche—. Más te vale dejar de hacer tu estúpido numerito de pedir matrimonio, a menos que quieras que te pase lo mismo que en el pasado —amenazó, haciendo que Zenitsu rompiera en llanto.
En medio de las lágrimas, Zenitsu recordó fugazmente su pasado, reviviendo memorias dolorosas de traición y abandono. Si no fuera por su abuelito...
Gyūtarō miró a Zenitsu con desprecio. Era solo un llorón victimista que no podía admitir que había acosado a su hermana. Se preguntaba si merecía otro golpe por romper en llanto cuando él era el verdadero culpable.
Ume observaba a Zenitsu con extrañeza. Aunque se sentía confundida, tenía una leve curiosidad por él. Sabía que era hermosa y había usado eso para sobrevivir, pero nunca alguien se le había lanzado de esa forma antes.
Kaigaku soltó un suspiro cansado mientras observaba a los hermanos, sintiendo una mezcla de alivio y molestia por la situación resuelta.
—Listo —declaró, con una mirada atípicamente seria hacia los hermanos—. Ya están libres de la escoria con patas.
—Hasta la escoria tiene más dignidad que él —siseó Gyūtarō, con un rastro de enojo palpable en su voz. Ese maldito acaba de ser añadido a su lista negra.
—Muchas gracias —agradeció Ume, inclinándose levemente—. Mis brazos ya me empezaban a doler.
Sin embargo, antes de que la situación pudiera calmarse, Zenitsu interrumpió con una declaración absurda.
—No, espera—el rubio intervino—¡Ella será diferente a la anterior! ¡Ella dijo que me ama, me ama mucho, mucho!
Gyūtarō miró con repugnancia y enojo a Zenitsu, preguntándose cómo se le ocurría decir tal blasfemia. Kaigaku frunció el ceño, preguntándose si Zenitsu era incapaz de mantener la boca cerrada por cinco minutos.
Ume, al escuchar estas palabras, se acercó a Zenitsu, fingiendo una leve sonrisa.
—¡Me casaré! —pensó Zenitsu con alegría, imaginando toda una vida junto a ella. Pero antes de que pudiera continuar con sus ilusiones, sintió un fuerte impacto en su mejilla. Al recobrar la noción, se percató que Ume estaba abofeteándolo una y otra vez.
—¡Duele, duele, duele, duele! ¡Detentee! ¡Du-du-du! —masculló Zenitsu adolorido, mientras se cubría. La chica solo lanzaba palmadas hacia su cabeza repetidas veces.
Kaigaku y Gyūtarō sonrieron satisfechos al presenciar esto.
El primero disfrutaba del sufrimiento de Zenitsu, y aunque no era la primera vez que veía a una mujer golpear al rubio, siempre era satisfactorio. El hermano de Ume se regocijaba al ver a su hermana haciendo justicia, aunque le molestaba que ella tuviera que ensuciarse las manos con Zenitsu.
Ume detuvo su ataque físico, pero continuó con su enojo verbal:
—¡En ningún momento dije que te amaba! —acusó, señalándolo—. ¡Solo te dirigí la palabra porque me disté pena!
—¡¿Qué?! ¡¿Entonces no me hablaste porque me amas mucho, mucho, mucho?!
—¡No! ¡Y ahora que veo que estás bien, me voy! —declaró enfadada, alejándose de Zenitsu para ponerse detrás de su hermano.
—¡No! —exclamó Zenitsu, desplomándose en el suelo, desilusionado por su amorío fallido.
—Se lo merece —refunfuñó Gyūtarō—. Es más, merece más golpes —siseó, observando al rubio rendido en el suelo.
—Nada mal, niña —admitió Kaigaku, reconociendo la fuerza de Ume a pesar de su falta de entrenamiento físico—. Aunque es obvio que a Zenitsu le dolió más lo que dijiste que los golpes que le diste.
Gyūtarō sintió orgullo al escucharlo. Había educado a Ume para que se defendiera de los abusadores, aunque rara vez era necesario.
—Para la próxima vez, golpéalo antes de que te agarre —añadió Kaigaku, recordando la fuerza física que Zenitsu debía tener gracias a los entrenamientos de su maestro.
—¿Cómo iba a saber que tenía esas intenciones? —se defendió Ume, sintiendo que no merecía la crítica.
—No necesitabas saberlo. Roba antes de que te roben, mata antes de que te maten —corrigió Kaigaku, recordando las duras lecciones de vida que había aprendido.
La vida era así: dura y despiadada. Dudar solo te distraía de lo más importante: uno mismo.
Ume observó a su hermano con una mezcla de curiosidad y reconocimiento. La forma en que ese chico se expresaba resonaba con una familiaridad que no pudo evitar notar.
—Esas... —susurró, su mirada desviándose hacia el pelinegro, preguntándose si había algo más detrás de sus palabras.
—Veo que lo comprendes —respondió Gyūtarō con un asentimiento, reconociendo la situación implícita en sus palabras—. ¿Eres un huérfano criado en las calles?
—¿Algún problema con eso? —inquirió Kaigaku, con un ceño fruncido que revelaba su irritación ante la pregunta.
—Je. No para mí —respondió Gyūtarō con una sonrisa socarrona, mostrando su aceptación hacia las circunstancias de Kaigaku.
—Debo encargarme de una escoria —declaró Kaigaku, sin despedirse de los hermanos mientras se alejaba en busca de Zenitsu, quien yacía en el suelo, sumido en el desconsuelo.
—Ka-Kaigaku —sollozó Zenitsu, luchando por respirar entre lágrimas—. ¿Por qué? ¿Por qué te involucraste...? ¡No era tu problema!
Kaigaku lo observó con una expresión de disgusto que era inusual en él, una muestra clara de que Zenitsu había cruzado un límite.
—¿Qué significa esa cara? —exigió Zenitsu, incapaz de soportar el juicio silencioso de Kaigaku—. ¡Detente! ¡Deja de mirarme como si fuera un monstruo!
La expresión de Kaigaku permaneció impasible, incluso se intensificó ante la exasperación de Zenitsu.
—¡Tú... asúmelo! ¡Arruinaste mi sueño de matrimonio! —gritó Zenitsu, buscando desesperadamente alguna respuesta en el rostro de su compañero de entrenamiento.
Kaigaku no se movió, ni siquiera alteró su gesto.
—¡Dime algo!
Con calma, Kaigaku sacó un melocotón de su bolsillo y se lo ofreció a Zenitsu, sorprendiéndolo.
—Toma —dijo Kaigaku—. Come y deja de llorar frente a todos.
Zenitsu recibió la fruta con los ojos húmedos, dio una pequeña mordida y, después de un momento, le agradeció tímidamente.
—Gra-Gracias.
Kaigaku rodó los ojos ante el gesto de agradecimiento, sintiéndose incómodo por haber ayudado a alguien a quien consideraba una escoria.
A lo lejos, Jigorō cambió su mirada decepcionada por una sonrisa orgullosa al ver el gesto de compasión de Kaigaku.
—Tus... Sucesores, son por mucho patéticos —Michikatsu opinó, evidenciando su desconfianza en las habilidades de los jóvenes—. Pueden ser fuertes con el suficiente entrenamiento, pero su comportamiento no me inspira mucha fe.
—Creo que no deberías ver lo que son, deberías ver en lo que se pueden convertir —Yorīchi contrarrestó, mostrando una perspectiva más optimista—. Confío en que los escogiste por el potencial que tenían, ¿verdad?
Michikatsu evaluó a los jóvenes con detenimiento, notando tanto sus virtudes como sus carencias.
—Bueno, él... tiene 'talento' si se le puede llamar así —observó Michikatsu, señalando a Kaigaku—. Pero carece de muchas cosas. El otro... bueno, con suficiente trabajo, puede sobrevivir.
—Ambos son la contraparte del otro —Jigorō intervino—. Son huérfanos que, por diferentes circunstancias, llegaron a mí. Pero cada uno tiene lo que el otro necesita para ser mi sucesor. Prefiero que se complementen entre sí para convertirse en pilares igualmente valiosos.
—Ya veo —asintió Yorīchi con calma—. Espero que alcancen su máximo potencial.
Michikatsu, sin embargo, seguía sin comprender del todo las razones por las que estos jóvenes eran considerados sucesores de un pilar.
—Específicamente, ¿qué es lo que le falta a cada uno? —preguntó, buscando una explicación más detallada.
—A Zenitsu le falta voluntad. Es demasiado cobarde, llorón y evita el entrenamiento. No ha logrado realizar más que la primera postura de la respiración del rayo —explicó Jigorō.
—¿Solo la primera? —Michikatsu frunció el ceño ante esa revelación—. Eso es problemático.
—Si perfecciona la primera postura al máximo, puede hacer un trabajo ejemplar —opinó Yorīchi—. Lo importante es la calidad de su técnica, no la cantidad de posturas que domina.
—Bueno, al menos tiene la postura fundamental de la respiración —Michikatsu concedió—. Sería peor si no pudiera realizar la primera.
—Esto...
—No me digas —Michikatsu detuvo a Jigorō—. El otro puede realizar todas las posturas menos la que se usa de base para la mayoría de ellas, es eso, ¿verdad?
El antiguo pilar rugiente asintió, dándole la razón. Sin embargo, el verdadero problema, a su parecer, era otro.
—En cuanto a Kaigaku, tiene mucho potencial y talento, pero carece de corazón —continuó Jigorō—. Es obstinado y confiado en sus habilidades, pero le falta empatía y compasión por los demás.
—¿Empatía y corazón? —Michikatsu levantó una ceja, intrigado por esta afirmación—. ¿Eso es un problema?
—Kaigaku muestra poco interés por los demás y desprecia a quienes considera inferiores —explicó Jigorō—. No es bondadoso ni tolerante, lo que dificulta su relación con los demás.
—Bueno, ser una buena persona no es un requisito para ser pilar o un cazador de demonios —opinó Michikatsu.
—¿A qué te refieres con ser tratado como los demás? —preguntó Yorīchi, buscando entender mejor la situación.
— Yo amo a mis dos estudiantes por igual, me preocupo por ellos con la misma intensidad y... eso le disgusta. Él considera un insulto ser tratado de la misma forma que alguien a quien considera inferior —explicó Jigorō.
—Naturalmente —pensó Michikatsu—... Es el derecho de los poderosos ser tratados mejor que los débiles. Y es deber de los débiles admirar a los fuertes —reflexionó, reflejando una mentalidad arraigada en la jerarquía y la superioridad.
—Entiendo mejor la situación ahora —asintió Yorīchi—. Te deseo suerte en tu enseñanza.
—Gracias —respondió Jigorō con gratitud—. Espero poder guiar a estos jóvenes hacia un futuro brillante como pilares.
El chico amante de los peces muertos, después de presenciar la pequeña escena de la proposición de matrimonio, se esforzó en intentar entablar una conversación con el niño de baja estatura con pelo negro erizado a su lado, pero él solo temblaba en su asiento. Managi, intrigado por la reacción del niño, se acercó con cuidado, tratando de no asustarlo más.
—¿Por qué tiembla? ¿A qué le tiene miedo? —se preguntó, observando cómo el niño se sacudía sobre sí mismo.
El chico de manos temblorosas volvió a protegerse sobre sí mismo al percibir la presencia cercana de Managi. Si bien es cierto que le estaba cayendo 'bien', no podía controlarse en estos momentos y, si pierde el conocimiento por el miedo, algo malo sucederá.
Mientras tanto, Keizo y su familia, desconcertados por la escena surrealista protagonizada por el rubio, decidieron entablar una conversación con las personas más cercanas en la habitación. Para su sorpresa, se encontraron con una familia un tanto peculiar, con aire de líderes de un culto, cuyo hijo pequeño tenía unos ojos tan hermosos como un arcoíris.
El tema principal de la conversación: el día de nacimiento de Dōma.
—Tus padres son raros —comentó Hakuji, mirando a Dōma con cierta sospecha.
—Todos los humanos lo son —Dōma pensó, respondiendo en su mente.
—Ha-Hakuji —intervino Koyuki, reprochando a su hermano con una mirada—. No deberías juzgar así.
Ella, preocupada por los sentimientos de Dōma, pensó que las palabras de su hermano podrían haberlo ofendido.
—Perdón —se disculpó Hakuji, aunque su tono denotaba cierto escepticismo.
—No te preocupes, sé que pueden parecer un poco extraños —respondió Dōma con calma, aunque su mente estaba calculando la mejor forma de responder—. Un poco sería quedarse corto, pero no se puede elegir a la familia, ¿verdad?
—¿Por qué actúas así? —preguntó Hakuji, frunciendo el ceño ante la respuesta de Dōma—. Es obvio que estás fingiendo.
—Ah, parece que este chico tiene algo de astucia —pensó Dōma, impresionado por la observación de Hakuji—. Es una especie de norma en mi culto, siempre debo mantener una imagen, por eso actúo así la mayoría de las veces.
—¿Y no te molesta?
—Yo... no siento nada... —Dōma reflexionó internamente—. ¿Por qué debería molestarme? No tiene sentido —se cuestionó—. No, para nada.
Mientras tanto, Nakime, siempre solitaria, se dedicaba a tocar su Biwa en un rincón apartado de la habitación.
—¿Podría callarse? Estoy tratando de disfrutar del silencio —intimidó Magare, cuya voz venenosa asustó a Nakime, quien se apresuró a obedecer su orden sin chistar—. Tsk.
Por alguna razón, la presencia de esa mujer puso a Magare en guardia, como si en algún momento pudiera intentar atentar contra su vida. La idea de estar fuera de su morada ya lo estaba volviendo paranoico, maldiciendo el haber terminado atrapado con estos individuos. Si querían mostrarle el futuro, mejor lo hubieran llevado solo a él.
—Proceso de edición completado —anunció Alina, girando hacia Badir, quien bostezaba en el sofá—. Duración total del video: 1 minuto y 10 segundos.
—Bien hecho —felicitó Badir, con una sonrisa sarcástica—. Para ser una I.A. nerviosa, no lo hiciste nada mal...
—Yo... no sé de qué hablar, señorito Nero —respondió Alina, con un tono de voz ligeramente ansioso—. Carezco de tales parámetros comportamentales en mi programación...
—Sí, claro —dijo Badir, sin creerle del todo—. Elián, acabamos aquí.
—Oh, qué conveniente —comentó Elián, con una sonrisa nerviosa—. El proceso termina justo cuando ocurre un problema.
—Se suponía que tú debías estar vigilando para que no se mataran —le reprochó Badir a Elián, suspirando—. Para eso te pusimos a cargo de la cámara de seguridad.
—¡Es que era aburrido!
—¿Y cómo le explicarás a Lena que por tu descuido Zenitsu y Kaigaku tuvieron un altercado con los hermanos del distrito rojo y, al mismo tiempo, dejaron una mala impresión en los otros? —cuestionó Badir, dejando a Elián sin palabras.
—¡No lo sé! ¡Dame un poco de tiempo para solucionarlo!
—Hmp. A veces odio ser tan buen hermano —bufó Badir, levantándose del sofá y abandonando la comodidad del asiento—. Alina, ven, deja eso ahí. Voy a recompensarte con un café.
—¿Quiere que regrese a modalidad libre para ello? —preguntó Alina, con una leve vacilación en su voz, nerviosa y con la impetuosa necesidad de regresar a su normalidad—. Sería mejor para disfrutar plenamente de su recompensa.
—No —respondió Badir de inmediato—. Quiero pasar tiempo de calidad con mi asistente favorita.
En realidad, no mentía. Aunque disfrutaba charlando con Lena mientras bebía café, otra parte de él deseaba conversar con Alina. Aunque fuera una versión inferior de su compañera, deseaba saber cómo fue su desarrollo en esa etapa.
Pueden compararlo con el sentimiento que les da a los jugadores al querer probar las primeras versiones de su juego solo por curiosidad o por morbo.
No conoce del todo a esta chica, solo la rememora debido a algunos fragmentos de memoria de Nero, pero quería conocer personalmente a la jovencita que causó que un niño tan 'bueno' decidiera sacrificar su humanidad por poder.
Alina no comprendía del todo esa etiqueta de 'asistente favorita'. Su sistema no procesaba una alternativa como esta. Le hace sentir incómoda e incluso mortificada ante la idea de que Nero tenga más asistentes.
—Soy tu única asistente —respondió, negándose a computar la posibilidad de que Nero tuviera a otras ayudantes.
—Y, aun así, sigues siendo mi favorita —contestó Badir, pensando en el café que prepararía; debía ser lo suficientemente especial para ser considerado como tal.
—Tú también eres mi segundo usuario favorito —Alina confesó, según su sistema, después de su señora, Nero era el usuario al que más le complacía servir.
—¿De veras? Me siento honrado de ser el segundo lugar, como siempre —dijo Badir, rodando los ojos con sarcasmo—. Adivino que tu primera opción es mi madre, ¿verdad?
—En efecto. La señora Moriana es mi prioridad. Sin embargo... —Alina titubeó, su sistema estaba procesando las palabras de Badir y tratando de comprender su posible sarcasmo.
—¿Sin embargo? —preguntó Badir, deteniéndose y girándose hacia su hermano, quien, con un gesto de su mano, indicó que ya podía continuar con su plan.
Elián asintió, agradeció con el pulgar y desapareció del lugar dejando una estela de píxeles de colores.
—Sin embargo, cuando asumas el liderazgo del clan, por mandato de tu madre, pasarás a ser mi prioridad. Estaré contigo en las buenas y en las malas. En la salud y en la enfermedad y-
—No. Dios me libre —interrumpió Badir, con gesto perturbado—. Eso suena a un compromiso con pasos extras y, conociendo a mi madre, con letras extremadamente pequeñas en el contrato. Además, basado en mi experiencia, tenerte como pareja es horrible.
—¿Experiencia? —preguntó Alina, tratando de entender la lógica detrás de las palabras de Badir—. ¿Qué quieres decir con experiencia?
—Nada en especial solo... recuerdos mortificantes —respondió Badir, teniendo una expresión similar al de las mil yardas al rememorar la crianza de Elián—. Definitivamente no quiero más compromisos ni responsabilidades.
—Las responsabilidades se irán cuando envejezca. Yo estaré ahí para usted hasta que yo también estiré la pata. No será para siempre —dijo Alina con su típica neutralidad, su voz resonando en la habitación.
Badir dejó escapar un suspiro pesado mientras reflexionaba sobre la incertidumbre de la longevidad eterna que compartía con Lena. La idea de una permanencia en un mundo que parecía carecer de sentido lo abrumaba. Observó a Alina, más como una compañera de conversación que como una presencia tranquilizadora en su vida tumultuosa.
—A veces me pregunto cuándo llegará el apocalipsis o la extinción de la humanidad. Si sucediera antes de que cumpliera 100 años, estaría encantado. Claro, primero debe fallecer Elián, no quiero que él sufra —confesó Badir, su voz cargada de un anhelo melancólico.
Alina, con su comprensión limitada de las emociones humanas, trató de ofrecer una respuesta lógica.
—Podría realizar un cálculo aproximado de cuánto tiempo le queda a la humanidad, basándome en las tendencias actuales. Sin embargo, sería solo una estimación, sujeta a numerosas variables desconocidas —propuso, buscando ofrecer algún tipo de consuelo.
El comentario de Alina provocó una risa irónica en Badir, quien sacudió la cabeza con una leve diversión.
—No, gracias, pero no. Por ahora vamos por un café.
—Como usted diga.
Elián apareció en el medio del escenario, observando a los invitados charlar entre sí. Su atención se centró en los hermanos del distrito rojo, quienes parecían anormalmente tranquilos dadas las circunstancias. Esperaba ver a Gyūtarō especialmente alterado por lo sucedido.
El joven suspiró y buscó con la mirada a Zenitsu y Kaigaku, notando la tensión entre ellos. Uno se encontraba comiendo un pequeño melocotón con nerviosismo, mientras que el otro estaba cruzado de brazos, con una expresión de enfado en el rostro. Decidió intervenir para calmar la situación.
—¡El descanso ha terminado! —exclamó, sonriendo con determinación—¡Antes de continuar, me enteré de que hubo un pequeño problema entre ustedes! ¿Quién puede decirme qué ocurrió?
Gyūtarō no perdió el tiempo en señalar a Zenitsu con ira.
—¡Ese maldito acosó a mi hermana! —gritó, exigiendo venganza—¡Mátalo para que tenga un ajuste de cuentas! ¡Yo me ofrezco, no tengo problemas en ocuparme de él!
Zenitsu se sobresaltó ante la amenaza, mordiendo apresuradamente el melocotón. Prefería atragantarse antes que enfrentarse a la furia de Gyūtarō.
—Pequeña, ¿te lastimó este joven? —preguntó Elián, adoptando un tono compasivo—. No tengas miedo de hablar, Ume-chan.
—¡Yo no soy un...! —Zenitsu trató de intervenir, pero se atragantó en el intento.
—¡No hables con la boca llena! —intervino Kaigaku, golpeando la espalda del rubio y haciéndolo escupir el melocotón.
—¡No tenías por qué pegarme tan fuerte! —se quejó Zenitsu, sintiéndose agraviado.
Elián observó la escena con calma, comprendiendo que era necesario calmar los ánimos.
—Supongo que... un poco —respondió Ume tímidamente—. Fue bastante intrusivo... y, a pesar de su apariencia, es fuerte.
—¡Sacrificio! ¡Sacrificio! —vociferó Gyūtarō, insistiendo en una severa retribución.
—¡Suficiente! —intervino Jigorō con firmeza—. Disculpa el comportamiento de mi alumno. Te aseguro que esto no volverá a suceder.
Elián se dirigió a los presentes con seriedad.
—Si bien es cierto que lo que hizo Zenitsu no pasó a mayores, asegúrense de comportarse adecuadamente. Además, les pido que no mencionen este incidente nuevamente. ¿Estamos claros?
—¿Mencionar? —preguntó Kaigaku, interesado en el acuerdo.
—Sí, mencionar. No quiero oír hablar de este incidente otra vez. Si mantienen esto en secreto, les prometo una deliciosa comida después. ¿Aceptan?
Gyūtarō estaba a punto de rechazar la oferta, pero su estómago le recordó lo vacío que estaba. Ume, por su parte, le dio una señal de aprobación.
—Está bien —concedió, a regañadientes.
—¿Y para nosotros también aplica? —inquirió Zenitsu, con la esperanza de recibir una recompensa.
—Depende de tu comportamiento —respondió Elián con cautela.
Jigorō asintió con seriedad.
—El comportamiento de ambos será intachable, ¿verdad?
—Sí, por supuesto —confirmó Zenitsu, con una sonrisa nerviosa.
—Kaigaku tampoco causará problemas —añadió Jigorō, mirando a su alumno con expectación.
Kaigaku frunció el ceño, pero asintió en silencio.
Elián exhaló con alivio al notar el silencio que se apoderó de la sala tras llegar a un acuerdo.
—Excelente, me alegro de que hayamos llegado a un acuerdo —dijo, mirando a los presentes con una sonrisa—. Volviendo al tema principal; esta vez reaccionarán a algo relacionado con los cazadores de demonios.
La mención de los cazadores captó la atención de los miembros de la cofradía presentes.
—¿Cazadores? —preguntó Michikatsu, mostrando interés—. ¿En qué sentido?
—Sí, ¿en qué sentido? —replicó Jigorō, con curiosidad sobre el futuro de los cazadores.
—¡Los estilos de respiración! —respondió Elián, entusiasmado.
—Oh, los siete estilos de respiración, supongo que apareceré entonces —Michikatsu admitió, esperando tener una participación destacada.
—¿Siete? —preguntó Elián con una sonrisa burlona—. ¡Son muchas más!
—¿Se crearon más formas derivadas? —preguntó Yorīchi, recibiendo un gesto afirmativo por parte del castaño—. ¿Ves? Te dije que las siguientes generaciones lo harían bien.
—Dudo mucho que esas respiraciones sean la gran cosa. Pero les daré el beneficio de la duda —Michikatsu se cruzó de brazos, mostrando su escepticismo sobre las variantes de las derivaciones de la respiración de Yorīchi.
—Nuestra respiración aparecerá —dijo Jigorō, dirigiéndose a sus alumnos con determinación—. Con suerte, ambos serán protagonistas. Den un buen espectáculo, muchachos.
—Yo no creo que aparezca, abuelito —admitió Zenitsu, con un dejo de tristeza al pensar que no era lo suficientemente bueno para representar su estilo de respiración.
—Como sucesor, espero estar a la altura —respondió Kaigaku, mostrando confianza en sus habilidades para sorprender a la mayoría.
La pantalla del cine se iluminó, captando la atención de los invitados mientras se enfocaban en el único texto visible en el centro.
«Hace mucho tiempo atrás...»
—Oh, parece que esta vez es un video histórico —observó Keizo, intrigado por el contenido visual. Nunca había imaginado que presenciaría tales eventos en una pantalla.
Koyuki sonrió al notar el interés de su padre por la historia de los cazadores de demonios. Supuso que le inspiraban, al proteger a los humanos de las criaturas malignas.
Hakuji mostró una expresión similar a la de Koyuki, aunque por motivos diferentes. El artista marcial encontraba satisfacción en ver a personas fuertes que podían enfrentarse a los demonios en igualdad de condiciones. Aunque preferiría que no fueran espadachines, tenía malas experiencias con los practicantes de kenjutsu.
—Aunque, ¿qué se consideraría como "hace mucho tiempo atrás"? —se preguntó el padre de Dōma.
—Tal vez se refieran al periodo Heian —sugirió su esposa—. La señorita mencionó esa época antes.
—Aunque la mencionó como un periodo de tiempo del que uno de nosotros viene —recordó el hombre—. Aunque podría ser...
—Creo que se refiere al periodo Sengoku —intervino Jigorō—. Aunque los cazadores de demonios existen desde el periodo Heian, los primeros respiradores nacieron en la era Sengoku.
—Sí, lo más probable es que sea de nuestra época —concordó Yorīchi con el antiguo pilar rugiente.
—Es interesante —admitió Michikastu, imaginando que esa parte del video se centraría en su época; esperaba salir en él.
Kaigaku solo se limitó a estar sentado de brazos cruzados, esperando su participación. Si es sincero, nunca le ha importado la historia. Él es más de seguir avanzando sin importar lo que ha ocurrido antes. Esa es la mentalidad que lo ha ayudado a sobrevivir y, en consecuencia, es la correcta.
Zenitsu solo se removió incomodo, a pesar de estar mentalizado con que no aparecería, en el fondo de su corazón sí quería participar y hacer orgulloso a su abuelo.
—No sé qué es un estilo de respiración, pero espero que al menos uno de los cazadores use veneno —comentó Managi, bufando e inflando su pecho.
El chico de manos temblorosas se encogió, protegiéndose con las manos. Desde su perspectiva, todos los cazadores de demonios eran unos locos que desafiaban a criaturas sobrenaturales con solo una espada.
Nakime deseaba tocar una nota en su Biwa, pero sintió un leve temor. El hombre que la había silenciado antes, a pesar de parecer enfermo, le causaba una incertidumbre. Como si sus palabras pudieran influenciar a otros para acabar con sus vidas.
Magare entrecerró los ojos, seguro de ser el único presente de la era Heian. Si los respiradores originales aparecieron después, significaba que estaba a salvo por el momento. Tal vez, al conocer la historia de los primeros usuarios, pudiera evitar futuros problemas.
Aunque aún dudaba de su capacidad para convertirse en demonio. Y aunque lo hiciera, le parecía humillante tener una debilidad tan asquerosa como la luz solar. Pero entre ser un demonio y morir a los veinte años, prefería lo primero sin duda alguna. Cualquiera en su situación haría lo mismo.
Una suave melodía, llena de calma, comenzó a resonar, envolviendo la atmósfera mientras el fondo del video se transformaba en un antiguo pergamino, mostrando pasajes japoneses en la parte superior. La sombra de una puerta Torii se dibujaba en la pantalla.
—Hace mucho tiempo atrás... —susurró una voz, envuelta en misterio y solemnidad.
Desde la oscuridad, una figura se delineaba, vestida con un traje oscuro que apenas dejaba entrever sus rasgos. Sus ojos, ardientes como brasas, miraban fijamente a los espectadores. Era indiscutiblemente Kibutsuji Muzan, pero su identidad se ocultaba entre las sombras.
—La existencia de demonios fue comprobada —continuó la voz narrativa, resonando con autoridad y antigüedad, como si estuviera narrando una leyenda ancestral japonesa.
—Aunque en nuestro caso fue hace poco —admitió el padre de Dōma—. Mi esposa y yo creíamos que eran meras leyendas.
—Jamás pensamos que fueran un mal tan presente en el mundo —la mujer asintió, hastiada de la presencia de seres tan viles en la tierra.
—Últimamente me siento apostador —admitió Dōma en sus pensamientos—. Apuesto a que mis progenitores no les entra en la cabeza que, los demonios al venir de los humanos, técnicamente solo esparcen un mal latente que ya existía de antes.
—¿Ese es...? —Michikatsu frunció el ceño al ver la figura ensombrecida.
—Kibutsuji Muzan —Yoriichi nombró, centrando toda su atención en la pantalla—. El rey de los demonios.
Por fin tenía una leve idea de su aspecto, aunque no dudaba de que pudiera alternar o cambiarlo a su gusto. Aunque la sombra oculte su identidad, no le preocupa, sabe que, si se lo llega a encontrar, lograría reconocer su poderío y su ansia de destrucción.
—¿Por qué esconden su identidad? —preguntó Kaigaku, pensando en que el misterio es un poco innecesario; ni qué ese hombre estuviera con ellos.
—Tampoco importa mucho si puede cambiar de aspecto —Jigorō masculló—. Ese hombre se esconde muy bien entre los humanos.
—¿Por qué el rey de los demonios tiene una apariencia tan humana? —preguntó Managi, creía que el monarca de tales criaturas debería de ser más... 'artísticamente monstruoso'.
—Eso lo hace peor —chilló el chico de manos temblorosas—. Es como ver a otra persona matarte para luego devorarte, haciéndote su esclavo al poco tiempo.
—Creía que tendría el aspecto de un abuelito —murmuró Ume, recordando el aspecto que se imaginó para el rey demonio pocos minutos antes—... o que estuviera pelón.
—... pero los demonios no envejecen, ¿no? —preguntó Gyūtarō, sin comprender mucho el razonamiento de su hermanita. Sin embargo, no dejaba de pensar en lo adorable que se ve diciendo 'o que estuviera pelón'.
Nakime sintió que ya había sentido esa mirada antes, pero rápidamente negó. Es imposible, ella no ha conocido al rey de los demonios; de ser así, no estaría viva. Sin embargo, el sentimiento no desaparece.
Magare permaneció impasible al ver la silueta ensombrecida del rey de los demonios. Si bien es cierto que la identidad del demonio progenitor es de su interés, poco le importa si el video la oculta. Aunque debe admitir que la mirada de Muzan le parecía un poco familiar.
El pergamino comenzó a avanzar hacia la derecha, revelando una máscara de oni. En ese momento, Yorīchi emergió, su figura destacando con su aura de poder. Con un movimiento fluido, blandió su katana hacia la máscara, desatando una llamarada que parecía emular el ardor del sol.
Abruptamente, el espadachín miró fijamente a los espectadores. Yorīchi, con sus ojos blancos que irradiaban determinación, parecía ser una fuerza imparable. El viento acariciaba su cabello mientras sus aretes hanafuda ondeaban con gracia en la brisa, añadiendo un toque de solemnidad a su imagen imponente.
—Y un espadachín desarrolló una forma para luchar contra ellos. —proclamó la voz del narrador, resonando con autoridad en la sala, como si estuviera tejiendo la leyenda misma.
Todos, excepto Michikatsu, giraron la mirada hacia Yorīchi. Para muchos, fue una sorpresa descubrir que él era el respirador original.
Magare, por otro lado, observaba a Yorīchi con desprecio. Para él, ese hombre representaba una amenaza, no solo por su deseo de convertirse en demonio, sino también porque había proporcionado a los cazadores el arma más poderosa contra estos.
—Si logro convertirme en demonio, evitaré tu nacimiento matando a toda tu familia —pensó Magare, con la determinación fría y calculada de alguien que ya ha decidido su curso de acción. Rastrearía el linaje de Yorīchi y, si fuera posible, lo eliminaría antes de que tuviera la oportunidad de propagarse.
—Antes de que digan algo, sí, Yorīchi es el creador de la respiración madre —intervino Michikatsu, anticipando las reacciones de los presentes.
—Por favor, no me vean como alguien especial —suplicó el pilar del sol con humildad—. Soy un humano, al igual que todos ustedes. No soy alguien a quien deban idolatrar.
—¿Un humano? —se cuestionó Michikatsu, bufando ante la descarada modestia de su hermano.
Para Michikatsu, Yorīchi era mucho más que un simple humano. Desde una edad temprana, había mostrado signos de ser extraordinario. Poseía la marca del cazador y una habilidad innata para la respiración. Y cuando ejecutaba su técnica, irradiaba un aura que lo distinguía como un ser excepcional, similar a un espíritu. Pero, a pesar de sus logros, Yorīchi insistía en negar su singularidad, y eso era frustrante.
Lo que más irritaba a Michikatsu era que su hermano, siendo tan extraordinario, no reconociera su propio valor. Su poder y fuerza es tal que, incluso cuando él es superior a todos los pilares de su generación, no siente que esté cerca de llegar al nivel de Yorīchi.
Eso le enoja mucho. Lo asquea y le da repulsión en más de un sentido. Ese descaro de decir que no es especial, que las futuras generaciones los superaran, ese pensamiento le enferma. Odia que, alguien que es especial, no lo reconozca.
Lo único bueno de que su hermano sea especial es que creó las respiraciones. Benditos sean los alientos. Antes de ser un cazador de demonios, si bien es cierto que había conseguido vivir plenamente con su esposa e hijos, estaba atrapado en la monotonía.
Como cazador obtuvo un poder que nunca habría conseguido quedándose como un samurái. Como el líder del clan Tsugikuni era poderoso, sí, pero a comparación de los demonios y otros cazadores no era más que un debilucho más.
Sin embargo, una vez desarrolló su respiración lunar... el superar a los otros miembros de la cofradía y dejar atrás incluso a los pilares de su generación fue un juego de niños. El único que falta es Yorīchi.
Es una lástima que su tiempo se esté acabando... con el suficiente tiempo tal vez podría acercarse un poco más, aprendería, de alguna forma, a recrear esa espada carmesí que usa su hermano y su brecha disminuiría, aunque solo un poco.
—Suponía que era un pilar extremadamente poderoso, pero no imaginaba que tanto —admitió Jigorō, sintiendo un profundo respeto por Yorīchi. La revelación de que era el respirador original le impresionó.
Kaigaku frunció el ceño ante la revelación. ¿Cómo podía ser que ese hombre, que parecía tan pasivo, fuera el respirador original?
Zenitsu, por su parte, sintió un escalofrío recorrer su espalda. El hecho de que el respirador original estuviera en la misma habitación que él le llenaba de temor y emoción al mismo tiempo.
—¿Por qué sus ojos se volvieron así? —preguntó el chico de manos temblorosas, asustado por la mirada penetrante de Yorīchi.
—Brutal —comentó Managi con un tono de admiración siniestra—. He oído que los ojos son lo que nos hace humanos. Si se les quita, nos convertimos en monstruos. Y este hombre parece más monstruo que el propio rey de los demonios.
—¿Entonces él es el creador de esas 'respiraciones' de las que hablaba ese tipo? —inquirió Hakuji, sin comprender del todo las técnicas de kenjutsu a las que se referían.
—Parece que es el precursor de todo esto para las generaciones futuras —respondió Keizo, con un respeto evidente por aquellos que sentaron las bases para las generaciones venideras.
—Parece controlar el sol —observó Koyuki, maravillada por la habilidad del espadachín—. Es como si fuera un espíritu.
—Debió de ser un enviado de los dioses en su época —reflexionó el padre de Dōma, con un tono reverente—. Tiene todo lo necesario para serlo.
—Concuerdo contigo, querido —asintió la esposa del hombre, compartiendo su perspectiva con amabilidad.
—Si es un enviado de los dioses... ¿por qué no pudo eliminar al rey de los demonios? —intervino Dōma con un toque de sarcasmo en su voz; no importaba cuál fuera la respuesta, todas reflejaban mal a las deidades a las que adoraban sus padres.
Nakime observó la escena a través de su flequillo, maravillándose con lo que veía. Para ella, aquel hombre era como un espíritu protector enviado para purgar a los demonios de sus pecados. Anhelaba inspirarse en él para tocar una melodía conmovedora.
—No se parece en nada a los samuráis que vienen al distrito —murmuró Ume, notando la diferencia entre un espadachín respetable y los hombres que abusaban de su autoridad en el distrito.
—No creo que sea un samurái —añadió Gyūtarō con desdén—. Esos tipos que vienen al distrito siempre usan el mismo peinado aburrido.
El video cambió de escenario, transportando a los espectadores a una escena de alba, donde el sol emergía lentamente en el horizonte. La luz matutina comenzaba a dispersar las sombras de la noche, pintando el cielo con tonos dorados y rosados. Debajo, el vasto mar se extendía en todas direcciones, una maravilla de la naturaleza que inspiraba asombro y serenidad. Sin embargo, la imagen se veía algo distorsionada debido al filtro utilizado en el video.
—Ellos temían a la luz del amanecer —intervino el narrador, mientras dos espadas chocaban en la pantalla, simbolizando la lucha entre la oscuridad y la luz—. Y así como ella, fue creada la respiración del sol.
El sonido del choque de las espadas resonó en la sala, mientras la narración continuaba, envolviendo a los espectadores en la atmósfera mística de la historia que se desarrollaba ante sus ojos.
Nakime agudizó su sentido de la audición, percatándose de las suaves notas creadas por un instrumento de cuerda en el video. El sonido envolvía la habitación, evocando una atmósfera serena y melancólica. Se preguntaba si se trataba de un biwa, el tradicional instrumento, o de algún instrumental similar.
El chico de manos temblorosas dejó escapar un pequeño grito al presenciar y escuchar el choque de las espadas en la pantalla. Aunque sabía que no estaba ocurriendo en ese momento, el constante temor lo llevaba a imaginar una situación en la que sí ocurriera en ese instante, haciendo que su corazón latiera con fuerza en su pecho.
Managi abrió los ojos, admirando la extensa masa de agua que aparecía en el video. Aunque el filtro de la imagen dificultaba su visión, la belleza del mar era innegable. Ese vasto océano era un lugar de asombro y misterio que despertaba su curiosidad y anhelos de exploración. Era un lugar al que le encantaría viajar algún día, para sumergirse en sus profundidades y descubrir sus secretos; realizando obras de arte con todos los materiales que pueda encontrar.
—El amanecer en el mar es realmente hermoso, ¿no crees, hermano? —susurró Ume a Gyūtarō, agradeciendo que pueden presenciarlo aquí. Nunca podrían, con la vida que tienen, haberlo visto con sus propios ojos.
—Si tú lo dices, debe serlo —respondió Gyūtarō con una sonrisa suave, encontrando provechoso que su hermana pueda ver cosas 'hermosas' que no podrían haber visto de otro modo.
—La respiración original —intervino Jigorō, ilusionado ante la revelación—. De la que descienden todas las respiraciones, el aliento madre que marca el origen de nuestra principal arma contra los demonios.
Kaigaku observó de reojo a Michikatsu, preguntándose qué tipo de respiración usaría él. Si su hermano, el respirador original, usaba el aliento madre, se preguntaba por la técnica que usaba. Recordó haberlo visto hablar con su maestro en una ocasión, y aunque no había escuchado sus palabras, la expresión de Michikatsu no parecía denotar mucha expectativa en él.
Zenitsu abrió ligeramente la boca, admirando con fascinación a Yorīchi. En un momento, había fantaseado con la idea de crear una nueva forma para la respiración del rayo, pero rápidamente descartó la idea al darse cuenta de sus limitaciones. No tenía el talento ni la destreza de su abuelo o de Kaigaku.
—No me agrada ser venerado de esta manera —confesó Yorīchi, su voz resonando con humildad—. Creé la respiración solar para proteger y servir, no para ser adorado como un ídolo.
—Tu modestia me resulta repugnante —pensó Michikatsu con amargura, sintiendo que la suavidad y compasión de su hermano solo lo humillaban y lo hacían sentir inferior.
Esa modestia y sencillez que emite su hermano le hastía. Una persona poderosa no debería ser así. Alguien especial, un elegido de los dioses, no tendría por qué ponerse en el mismo lugar que los humanos inferiores. La forma de ser de su hermano le mortifica constantemente.
—¿Entonces los cazadores de demonios usan esa 'respiración del sol' para enfrentarse a los demonios? —preguntó Keizo, sorprendido por la técnica de kenjutsu que acababa de presenciar en el video. La habilidad exhibida eclipsaba con creces lo que había visto en su dojo vecino.
—Si es así, eso explicaría cómo pueden equipararse con los demonios en la batalla —asintió Hakuji, comprendiendo ahora el secreto detrás de su eficacia en combate.
—Jamás habría imaginado que la correcta respiración pudiera otorgar habilidades tan sorprendentes —murmuró Koyuki, un poco sorprendida por la revelación. Tal vez, pensó, si mejoraba su respiración, podría dejar atrás su frágil salud.
—Dudo que otros puedan dominar esa respiración —opinó el padre de Dōma, levantando ligeramente un dedo—. Un poder como ese solo podría ser un regalo de la kami del sol para su elegido.
—Solo aquellos elegidos por ella podrían realizarla —confirmó la mujer del hombre, asintiendo con la cabeza en acuerdo.
—¿El fuego que emana de la espada es real o solo es imaginario? —inquirió Dōma, ignorando a sus padres y curioseando acerca de los efectos del video.
—Nadie ha podido, ni podrá, dominar la respiración solar de Yorīchi —declaró Michikatsu con un deje de ira en su voz—. Es demasiado compleja en su simplicidad. Por eso se han creado derivaciones menos poderosas.
—No considero que sean inferiores. Son partes de un todo. Algunas simplemente adaptan aspectos de la respiración solar para aprovecharlos con sus propios estilos — Yorīchi comentó, intentando aportar una visión más equilibrada.
—Hmp —bufó el pilar de la luna, negándose a aceptar esa idea.
A veces, Michikatsu consideraba que su hermano era demasiado ingenuo, incapaz de ver las consecuencias de la brecha entre su técnica y la de los demás. Había observado cómo algunos cazadores, incluso pilares, a pesar de estar agradecidos con Yorīchi por proporcionarles un arma contra los demonios, se sentían desanimados. Los entendía perfectamente. Saber que sus estilos eran meras imitaciones fallidas, incapaces de compararse con la original, afectaba incluso al más fiero de los guerreros.
Pensar que ha visto a Rengoku estar ligeramente desanimado por eso le da una mala sensación y hasta lo ha llegado a considerar un mal presagio. Sin embargo, por ahora, no ha perdido toda voluntad a comparación con algunos cazadores de bajo rango.
—Entonces, ¿usted tampoco puede usar la respiración solar? —preguntó Kaigaku, desafiante.
—Mira, niño —respondió Michikatsu, sin siquiera mirarlo—. He sido quien más se ha acercado a igualar la letalidad de la respiración de mi hermano. Mi aliento lunar es tan exclusivo como el suyo, imposible de emular para cualquiera que no sea yo.
Michikatsu respiró profundamente, sintiendo el peso de su legado. Sabía que su técnica se perdería con él, ya que no había podido enseñarla a nadie. Todo su esfuerzo y sacrificio parecían condenados al olvido.
—Así que, muchacho, no te hagas el listo. Eres solo un novato cuyas habilidades están desequilibradas desde el principio. No te metas conmigo. A diferencia de mi hermano, a mí no me importa quitarle la vida a otro ser humano.
No había ni una pizca de falsedad en sus palabras. Como samurái, había participado en numerosas batallas que habían terminado con la muerte de incontables guerreros y civiles, aliados y enemigos por igual. A veces había matado por necesidad, otras por deber y algunas más por simple mala suerte. Pero a diferencia de Yorīchi, que desde niño había detestado infligir dolor a otros, él no sentía remordimiento al lastimar a aquellos que no fueran demonios.
—Vaya... —Zenitsu murmuró, impresionado por las palabras del hermano del respirador original. Siempre había deseado tener el coraje de confrontar a Kaigaku, al menos un poco. Aunque nunca se había atrevido, ver a otra persona hacerlo lo conmovió profundamente.
—Tsk —Kaigaku chasqueó la lengua, sintiendo que su resentimiento hacia ese hombre aumentaba aún más. Lo único malo era que este hombre, a diferencia de Zenitsu, no temía a responderle o defenderse.
—Kaigaku, cálmate —ordenó Jigorō, golpeando el suelo con su bastón—. Este no es el momento ni el lugar para que actúes imprudentemente.
Kaigaku gruñó, reprimiendo su rabia por la orden de su maestro. Sentía que su sangre hervía cada vez que cuestionaban su habilidad. Ese hombre lo había llamado un espadachín desequilibrado. No le importaba si era el hermano del respirador original; quería verlo sufrir o caer de forma patética.
—No deberías haberle respondido así —intervino Yorīchi, considerando que la reacción de su hermano fue exagerada—. El chico simplemente no midió sus palabras.
—Me provocó —respondió Michikatsu, suspirando al escuchar el tono compasivo de su hermano—. Aunque tienes razón. No debería haberme molestado en responderle.
Magare entrecerró los ojos, agradeciendo que la discusión se detuviera. Era increíble cómo los de este lugar no podían quedarse callados. Realmente detestaba a los parlanchines; si pudiera, cerraría sus bocas de una vez por todas.
Un dolor punzante le atravesó el pecho, recordándole el peligro de enojarse. Su estrés solo aceleraría la progresión de su maldita enfermedad. Y la presencia de un espadachín con habilidades sin precedentes en la habitación no ayudaba en absoluto, sobre todo si ese hombre era el ejecutor de su única esperanza de salvación.
El pergamino se tiñó de un tono rojizo, como si estuviera manchado con la sangre derramada en antiguas batallas. Pequeñas siluetas de árboles emergieron de la superficie, como testigos mudos de las luchas pasadas. En el centro de la escena, un espadachín se enfrentaba a una máscara de oni, portando un casco de samurái.
—Pero él solo... —murmulló una voz en la penumbra.
De repente, Yorīchi volvió a aparecer en la pantalla, destacando sobre un fondo blanco donde letras borrosas apenas eran distinguibles. Alrededor de él, llamas negras danzaban en un torbellino ominoso, mientras sujetaba con firmeza el mango de su katana.
—... no podría derrotar a toda la oscuridad. Como el único capaz de utilizar tal esgrima —continuó la voz, cargada de significado y misterio.
Las siluetas de los usuarios de respiración surgieron en la pantalla, cada una representando un estilo diferente. Aunque sus rostros permanecían ocultos en la sombra, sus figuras emanaban una presencia imponente y llena de determinación.
—De ellas se derivaron catorce formas de respirar —concluyó la voz, dejando en el aire el eco de un legado que trascendía el tiempo y el espacio.
—¿Catorce? —preguntó Michikatsu, con un dejo de decepción en su voz, mientras fruncía el ceño ante la aparente falta de innovación de los cazadores —¿Han pasado cuatro siglos y solo han inventado siete más?
Su expectativa de ver un progreso significativo en las habilidades de las generaciones posteriores, que se suponía superaría tanto a él como a su hermano, se desvanecía con cada palabra.
Existen siete estilos de respiración: Solar, lunar, viento, llamas, roca, rayo y agua. Ya que su hermano y él no podrán dejar sus respiraciones, las siguientes generaciones deberían usar las otras cinco. Sin embargo, esperaba que crearan estilos más variados. Si solo han inventado 7 estilos más en cuatro siglos, no han logrado evolucionar mucho.
—Para mí, son muchas —comentó Yorīchi con calma, como si estuviera meditando sobre la cuestión —. Las cinco respiraciones que creé derivando la mía fueron la base. Los cazadores debieron poner mucho empeño para adaptar su estilo y crear uno nuevo para sacar un mejor provecho.
—Son solo derivaciones de derivaciones —murmuró Michikatsu, recordando un detalle importante—. Por favor, díganme que no hay derivaciones de la respiración del agua.
No era una crítica hacia el estilo que su hermano había creado para un compañero pilar, sino más bien una expresión de su preocupación por la simplicidad de ese estilo. Es completa, sí, tiene ataques y defensas adecuados, es una buena respiración. Pero su facilidad a la hora de aprenderla le molesta.
Para él, la dificultad de aprender una técnica estaba directamente relacionada con su valor. La respiración del agua, siendo tan simple, era fácil de aprender y perfecta para novatos. Al menos en su época, era de las más usadas debido a su relativa facilidad. Es una técnica perfecta para los novicios que no tienen con lo que defenderse.
Claro, si un cazador no es afín a su respiración, se vuelve ineficiente a la hora de combatir. Por norma general, muchos humanos son afines a la respiración del agua. Es sencilla, fácil de aprender, perfecta para novatos. Incluso alguien que no tiene afinidad con ella puede aprenderla.
No obstante, si en el futuro un cazador afín a esta respiración no puede dominarla y, en consecuencia, se ve en la necesidad de crear una derivación de esta, es porque es malo a secas. ¿Cómo no vas a poder hacer la respiración más fácil?
Ahora solo falta que venga un Kyōgen que pueda usar la respiración del agua de una forma tan débil que ni siquiera pueda mentalizar su elemento como corresponde —pensó Michikatsu, pensando en la posibilidad de que exista un cazador de demonios tan falto de habilidad que ni pueda imaginar o visualizar el agua como se debe.
—Hermano, no creo que las derivaciones creadas en base a las que cree sean porque no lograron aprenderlas —Yorīchi intervino, ofreciendo una perspectiva diferente—. Tal vez notaron que un elemento de la respiración no era lo suficientemente explotado y crearon una versión más adecuada a ello.
Michikatsu reflexionó sobre las palabras de su hermano, considerando esa posibilidad.
—La respiración del agua se caracteriza por ser elegante, flexible y completa —mencionó, reconociendo sus cualidades—¿Qué podrías sacar con eso?
—Una respiración que se centre en la elegancia y otra en la que la flexibilidad sea crucial. No son malas opciones si me lo preguntas.
—Aunque yo prefiero la letalidad —admitió Michikatsu, admitiendo su preferencia por la efectividad brutal en el combate—. Aunque lo de la flexibilidad no me parece nada mal.
Una profunda respiración se escuchó, como un susurro del viento entre los árboles, inhalando el aire para luego soltarlo débilmente. El fondo se oscureció gradualmente, tornándose completamente negro como la noche más profunda. Sin embargo, al poco tiempo, una figura emergió en el video.
Era un hombre de cabello blanco con una expresión alocada y despiadada. Su rostro estaba recubierto de varias cicatrices.
—Viento (Yo soy)
—Me agrada su semblante de locura —admitió Gyūtarō, con una sonrisa traviesa bailando en sus labios—. Además, dejando de lado su cuerpo, no es atractivo.
Ume se removió incómoda, sintiendo un calor repentino subir por su cuello. Aunque para muchos aquel hombre con cicatrices y una mirada salvaje podría resultar espantoso, para ella, era como un iracundo huracán en medio de la tormenta, asaltante y peligrosamente seductor.
—No es hermoso, Ume —pensó la chica para sí misma, tragando en seco—... es solo... atrayente.
—Se ve que es un pilar digno de su puesto —Jigorō sonrió, con una chispa de orgullo en sus ojos—. La cofradía sigue teniendo bases extraordinarias.
—Parece un salvaje —murmuró Zenitsu, con un escalofrío recorriendo su espalda—. Menos mal que está de nuestro lado...
Kaigaku observó al pilar de viento con interés, encontrando una extraña fascinación en su aspecto tosco y desafiante. Siempre había desconfiado de aquellos que parecían demasiado refinados; en la batalla, la crudeza y la brutalidad muchas veces prevalecían sobre la cortesía.
—Se nota que es un desquiciado —Managi opinó, encogiéndose de hombros—. No me transmite mucho, la verdad. Aunque su pelo me gusta; el blanco es un color bastante agradable y pulcro.
—D-da mucho miedo —tembló el chico de manos atemorizadas—. No dudo que sea capaz de acabar con cualquiera que se interponga en su camino.
—Parece un tifón que destroza todo lo que tiene delante —pensó Nakime, observando al pilar del viento con una mezcla de temor y admiración—. Quizás alguno de estos usuarios de respiración pueda servirme como inspiración.
—Parece que ha librado muchas batallas —mencionó Hakuji, contemplando las cicatrices en el rostro del hombre.
Koyuki asintió, tosiendo un poco. A pesar del miedo que inspiraba su aspecto, creía en la bondad latente dentro de aquel hombre.
—Ha peleado mucho para proteger a otros —Keizo asintió—. Es un hombre digno de admirar.
—Su cabello es blanco —el padre de Dōma se percató—. Debe tener algo especial.
—Aquellos con una apariencia peculiar siempre esconden algo único dentro de ellos —la madre de Dōma asintió, con una sonrisa comprensiva.
—Qué aspecto más grosero —pensó Dōma, evaluando la apariencia del usuario de la respiración del viento—. Aunque seguro eres un trocito de pan, ¿no es así, Blanquito? —sonrió, burlándose del cabello blanco del pilar.
—A pesar de su aspecto intimidante, creo que tiene un corazón bondadoso —opinó Yorīchi, con una mirada comprensiva—. Además, por lo poco que puedo ver, posee buenas capacidades.
—Se le ve bastante habilidoso sí —asintió Michikatsu, apreciando la determinación en los ojos del usuario de una respiración que le intrigaba—. Parece letal, despiadado y guarda un odio natural hacia los demonios. Un buen representante, al fin y al cabo.
—Iniciamos bastante bien —Yorīchi mencionó, con una sonrisa reflexiva—. ¿Crees que sus habilidades han alcanzado su culmen?
—Se le ve joven —admitió Michikatsu—. No posee una marca de cazador, pero eso le da un margen de crecimiento más amplio. No dudo que pueda llegar al nivel de nuestros colegas.
—Yo creo que es capaz de superarnos —admitió Yorīchi, con una nota de esperanza en su voz.
—¿A nosotros? ¿Por qué lo dices?
—Porque confío en ellos.
Magare observó al hombre en la pantalla con cierta exasperación, nunca había visto a una persona tan desarreglada y descuidada. Su rostro lleno de cicatrices le asqueaba, y su expresión desquiciada le causaba una mala sensación en el estómago. Tal vez fuera por su linaje privilegiado, pero ese individuo, sin lugar a duda, tenía todas las señales de ser un criminal, o al menos un delincuente.
Es entonces cuando se pregunta qué tipo de personas aceptan como cazadores de demonios. Porque puede afirmar que ser una 'buena persona' no es un requisito obligatorio. Solo hace falta verlo para darse cuenta: es evidente que antes de matar demonios, sería capaz de matar hasta a su propia madre.
Y eso lo dice él, alguien a quien ni siquiera le importa su propia familia. Más aún, los odia en más de un sentido.
El chico de cabello blanco se desvaneció en un destello etéreo, dejando en su lugar a un hombre corpulento y de gran tamaño. Sus facciones, aunque imponentes, transmitían una serenidad única, como si estuviera sumido en una profunda contemplación. Sus ojos, blancos como la nieve, no reflejaban la luz del entorno, indicando su ceguera.
—Piedra (Un pilar)
—¡Un devoto! —exclamó el padre de Dōma, su voz resonando con orgullo—. Es reconfortante ver a alguien tan comprometido con su fe entre los cazadores de demonios de este calibre.
—Los dioses lo protegen en cada batalla —añadió la esposa del hombre, admiración palpable en su tono—. Su devoción es verdaderamente admirable.
Dōma, por otro lado, no pudo evitar dejar escapar un pensamiento burlón.
—¿Y este qué hace? ¿Llorar a los dioses para que lo consuelen? —se preguntó para sí mismo, teniendo cierta burla en sus pensamientos. La ironía de ver a un hombre tan alto sumido en la fe le resultaba cómica, aunque secretamente se preguntaba si se postraría o se arrodillaría para completar la imagen.
Kaigaku abrió los ojos, sorprendido, al ver al hombre que lo acogió en su niñez en su templo. Lo poco que sabía de él era que fue encarcelado por falsos cargos de 'acabar con la vida' de los huérfanos que cuidaba. No, debe detenerse, él no debe recordar o reflexionar acerca de su pasado. Eso solo obstaculiza su avance. Sin embargo, si bien rememorar su pasado era peligroso, saber que seguía vivo le otorgaba una sensación de alivio, por más efímera que fuera.
—¿Qué habrá comido para crecer tanto? —se preguntó Zenitsu, incrédulo ante la estatura del hombre en la pantalla.
La incomodidad de Kaigaku aumentó al darse cuenta de que Gyomei, de entre todos en el templo, era quien peor se alimentaba. Quizás, con el salario de la cofradía, finalmente pudiera comer adecuadamente, pero prefería no profundizar en esos pensamientos.
—Debe tener una fuerza física impresionante —observó Jigorō, admirando el cuerpo imponente del pilar—. Me pregunto qué tan pesada será su arma Nichirin.
—Es un auténtico gigante —murmuró Gyūtarō, sintiendo una pizca de envidia por la musculatura del hombre en la pantalla.
—¿Por qué tiene los ojos así? —preguntó Ume, confundida—. ¿Está ciego?
—¡Es increíble! —exclamó Hakuji, impresionado por la fuerza del pilar—. ¡Debe ser increíblemente poderoso!
—Creo que "monstruoso" se queda corto para describir su poderío —comentó Keizo, asintiendo con admiración.
—Me transmite confianza —dijo Koyuki, notando una sensación de seguridad en la presencia del hombre.
—¿Por alguna razón me recuerda a esas mujeres extranjeras que siempre chismorrean sobre cosas que no les incumben? —preguntó Managi, frunciendo el ceño con perplejidad al no comprender sus propios pensamientos.
El chico de manos temblorosas, por otro lado, simplemente murmuró con cierta ira:
—Es demasiado alto para mi gusto.
—Es como una montaña que no se mueve —reflexionó Nakime, impresionada por la imponente presencia del pilar—. Aunque su aspecto es un poco intimidante.
La envidia brotó en el corazón de Magare al contemplar el físico del hombre en la pantalla. Comparado con su propio cuerpo débil, aquel hombre parecía haber sido bendecido por el suelo. Pero, ¿realmente estaba haciendo buen uso de su impresionante fuerza? Antes de ser un cazador de demonios, probablemente ni siquiera la usaba. La injusticia del mundo se hacía evidente ante sus ojos, y una sensación de disgusto se apoderó de él.
Yorīchi dejó escapar una sonrisa apenas perceptible, pero llena de esperanza, mientras asentía brevemente. Verdaderamente creía en el potencial de esa nueva generación para superarlos. Observar a aquel hombre, sin la necesidad de una marca, irradiaba una fuerza que rivalizaba e incluso superaba la de sus colegas pilares. Quizás incluso...
—¡Maravilloso! —exclamó Michikatsu, sus ojos brillando con admiración—. ¡Es extraordinario! Su cuerpo ha alcanzado límites que van más allá de lo convencional. Incluso sin una marca, puedo sentir que está en un nivel mucho más alto que nuestros pilares.
La risa de Michikatsu resonó en la habitación, su satisfacción era palpable al encontrarse con un guerrero de tal calibre. Sin embargo, en su entusiasmo, había un pequeño detalle que lo desilusionaba: no existía en su época.
Puede sonar crítico y estricto cuando analiza la técnica de sus oponentes, pero es porque le complace comparar y maravillarse con la capacidad de otros usuarios. Aunque no lo admitiera con frecuencia, adoraba competir.
Le encantaba medir su poder con el de los demás y maravillarse con las habilidades de otros guerreros. Este hombre sería un rival perfecto. Desde que se convirtió en el segundo pilar más fuerte de su generación, anhelaba un contrincante digno.
—Veo que te ha gustado el representante de la respiración de la roca —comentó Yorīchi, observando con satisfacción la reacción de su hermano—. ¿Ves ahora por qué confío en el futuro?
—No, no lo veo. Pero eso no importa —respondió Michikatsu, sus ojos aún fijos en el pilar—. Parece tener más de 25 años; probablemente sea el más experimentado de los pilares de su generación.
—La marca de cazador de demonios, aunque sea un gran potenciador, no parece ser necesaria en este caso —opinó Yorīchi con seriedad—. Podría poner en riesgo su vida en cualquier momento, incluso minutos después de obtenerla.
—Sí, es cierto —concordó Michikatsu con un gesto de asentimiento—. Pero él no la necesita. En su estado actual, es perfecto.
Ese hombre había dominado cada fibra de su ser y perfeccionado sus técnicas hasta un punto en el que, si activara su marca, alcanzaría un poder inimaginable. Sin embargo, el precio de morir en cualquier momento no valía la pena. Todo lo que había logrado, todo el esfuerzo dedicado a dominar su cuerpo y la respiración de la roca, se perdería en un instante. Era una tragedia en potencia.
De repente, como un destello, el hombre desapareció, dejando en su lugar a un joven con los brazos cruzados. Su cabello ardía con la misma intensidad que las llamas, y su mirada irradiaba positivismo, confianza y pasión.
—Llamas (Respirar).
—Es un descendiente de Rengoku —Michikatsu se percató, frunciendo ligeramente el ceño—. Supongo que su herencia es fuerte...
Jamás pensó que vería al descendiente de uno de sus colegas y, que, para su sorpresa, fuera bastante similar en aspecto. Fácilmente podría confundirse con un hijo o un nieto, no como un descendiente de más de cuatro siglos de diferencia.
—Me alegro de que su familia haya perdurado —Yorīchi mencionó, recordando con cariño al pilar que lo había acogido en la cofradía—. Seguramente debe ser una persona ejemplar.
—Debe ser el hijo del mocoso de Rengoku —Jigorō sonrió, evocando el recuerdo del joven Shinjurō—. Esperemos que su llama no se apague.
—¿Quién es Rengoku? —preguntó Zenitsu, confundido por la referencia a un nombre desconocido.
Kaigaku frunció el ceño, tratando de recordar dónde había escuchado ese nombre antes. La mención de su maestro sobre alguien llamado Rengoku resonó en su mente, pero las circunstancias exactas parecían escaparle.
—¿No se supone que hay casi 400 años de diferencia entre ustedes? —inquirió el padre de Dōma, perplejo por la posibilidad de que estuvieran hablando del mismo individuo.
—Sí, ¿Cómo conocen al tal Rengoku? —añadió la madre de Dōma, intrigada por la anomalía temporal.
—Rengoku no es un nombre, es un apellido —Jigorō aclaró, intentando despejar la confusión—. De esta familia han salido muchos de los pilares de la llama.
Zenitsu profirió un sonido de comprensión, entendiendo las razones de la confusión. Espera, ¿eso significa que todos los hombres en esa familia son físicamente iguales?
Kaigaku arqueó una ceja, recordando abruptamente el momento en el que su maestro había mencionado 'Rengoku' en su presencia hace un tiempo. Su instructor uso de ejemplo a 'Rengoku' para echarle en cara que, si seguía actuando como normalmente hace, terminaría siendo un malgeniado sin remedio.
Sin embargo, la expresión del hombre en el video era todo lo contrario a lo que había imaginado. El gesto de ese hombre era todo lo contrario a malgeniada. Era asquerosamente positiva.
—¿Y cómo sabían que era su descendiente? —preguntó Keizo, confundido por la explicación.
No sabe mucho de este tipo de temas, pero no todos los descendientes son similares a sus antepasados.
—Porque es igual a él —Michikatsu respondió con seguridad—. No hay mucha diferencia, es el mismo.
—La familia de los Rengoku tienen un peculiar tono de cabello —Yorīchi añadió—. Similar al de una llama. Es por ese detalle que son parecidos entre sí.
—Sí, normalmente en esa familia todos los hombres son copias —Jigorō asintió, recordando al joven Shinjurō que se había unido al cuerpo en sus últimos años como cazador.
—Es decir que no tienen hijos, se clonan —Dōma bromeó para sí mismo con una sonrisa traviesa, encontrando humor en la idea de una familia de clones.
—¿Las esposas y madres de esa familia son copiadoras o expertas en replicación? —añadió Managi con una risa, uniéndose a la conversación con una nota de humor.
Magare afiló su mirada, clavándola en el hombre que aparecía en la pantalla. La sonrisa desbordante de positivismo le provocaba una incomodidad visceral; era como si cada destello de alegría fuese una afrenta personal. Desearía poder borrar esa sonrisa de su rostro y extinguir la pasión innecesaria que irradiaba. Además, la mera idea de que su familia tuviera un linaje como cazadores de demonios le parecía indignante, casi un error en el orden natural de las cosas. Se preguntaba por qué las lunas superiores o incluso el mismísimo rey de los demonios no habían rastreado a esos insignificantes insectos y los habían eliminado de una vez por todas.
Sabe que los humanos son inferiores a los demonios y, por ende, deberían preocuparse poco por ellos. Pero sería una decisión acertada acabar con el linaje de una familia que se dedica principalmente a formar pilares que, por muy débiles que sean, resultan ser una molestia.
—La capa me parece un poco incómoda de ver —opinó Gyūtarō con un dejo de irritación en su voz, frunciendo el ceño ante el diseño que veía en la pantalla.
Ume tragó saliva con nerviosismo, apretando ligeramente el brazo de su hermano. Observar el cabello del pilar despertaba en ella una sensación extraña. A pesar de la belleza de la llama, un sentimiento de temor se apoderaba de ella. Era la primera vez que experimentaba algo así.
—¡Sin capas! —exclamó el chico inestable con vehemencia—. Las capas podrían ser peligrosas, podrían incluso provocar la muerte del portador.
Mientras tanto, Nakime sonreía ligeramente, perdida en sus pensamientos.
—Una llama incandescente que ilumina la oscuridad —murmuró para sí misma—. La flama cálida que da cobijo en la frialdad del mundo. Sí, ambas le quedarían...
Por otro lado, Koyuki tosió ligeramente, rompiendo el silencio con una comparación inesperada.
—Por alguna razón, me recuerda un poco a los panecillos extranjeros que nos regalaron una vez.
—¿Los Oliebollen? —preguntó Keizo, intrigado por la conexión entre un guerrero flameante y unos simples panecillos.
—Sí —confirmó Koyuki con una sonrisa—. Aún recuerdo cuando Hakuji-san intentó hacer la receta.
Hakuji suspiró, tratando de evitar los recuerdos de su fracaso culinario.
—Mis habilidades como cocinero son pésimas —admitió con cierta resignación—. Trabajar con masa no es algo con lo que esté familiarizado, y menos con una receta extranjera.
La vergüenza lo embargaba al recordar el resultado de su intento por hacer esos panecillos. Por alguna razón que desconoce, no se freía en el centro. La única forma que encontró para remediarlo fue abrir un pequeño agujero en el medio. El resultado fue un panecillo todo feo con un agujero en la mitad.
Al final... un agujero en el centro era el defecto más evidente de su creación, un recordatorio constante de su torpeza culinaria.
—A mí me gustaron mucho, Hakuji-san —intervino Koyuki con dulzura, tratando de aliviar la incomodidad del joven.
—La intención es lo que cuenta, fue una innovación interesante —apuntó Keizo, ofreciendo un gesto de apoyo a su alumno.
—Gracias —murmuró Hakuji, desviando la mirada mientras luchaba contra la vergüenza que lo invadía.
El cambio en la pantalla reveló la figura de un hombre cuya identidad estaba parcialmente oculta por vendajes que cubrían la mitad inferior de su rostro. Sus ojos, de colores distintos, destellaban con una intensidad inusual, agregando un aura de misterio a su apariencia. A su lado reposaba una pequeña serpiente, que parecía moverse con una especie de sincronía invisible con su compañero humano.
—Serpiente (Concentrar)
—Esta respiración es nueva —señaló Yorīchi, queriendo saber cómo se ha desarrollado ese aliento—. Serpiente, ¿cómo crees que sea?
—Flexible —respondió Michikatsu, escrutando los músculos del usuario de ese aliento con detenimiento —. Para ser un pilar, parece poseer una capacidad física por debajo de lo esperado. Seguramente compensa su falta de fuerza con agilidad y flexibilidad.
—¿Agilidad? ¿Es porque las serpientes son ágiles? —inquirió Yorīchi, queriendo saber la lógica usada por su hermano.
—No —contestó Michikatsu con un gesto de negación —. Es más bien por su estatura.
—¿Su estatura?
—Es enano.
—Un aliento relacionado con las serpientes. Sería interesante analizarlo —reflexionó Jigorō, con una chispa de curiosidad en su voz al referirse a la elección temática del pilar.
¿Tiene una serpiente como mascota? —preguntó Zenitsu, visiblemente sorprendido por el reptil que descansaba en la nuca del individuo —¿Se pueden domesticar esas cosas?
Kaigaku frunció el ceño, encontrando un poco débil al usuario del aliento de la serpiente. Sabe que, al ser un pilar, es poderoso. Pero, a comparación de los que han aparecido, no le transmite mucho más allá que le gustan las serpientes.
—¿Por qué es tan pequeño? —cuestionó Hakuji, mostrando su perplejidad ante la estatura del hombre en cuestión.
—No todos podemos tener una altura prodigiosa —respondió el chico, con un atisbo de valentía en su voz temblorosa, desafiando la mirada inquisitiva de algunos.
—Pero ese tipo es un adulto y mide como diez centímetros menos que yo —se defendió Hakuji, sintiéndose incómodo al percatarse de que estaba debatiendo con el individuo más raro del lugar.
—¡Qué ojos más artísticos! —exclamó Managi, inspirado por la peculiaridad de los ojos del hombre —¡Qué vistoso!
Siendo franco, le tentó la idea de arrancárselos y luego coserlos en algún animal muerto para usarlos como ornamento. Se imaginó cómo resplandecerían en los peces de su repertorio, agregando un toque de extravagancia a su colección.
Gyūtarō iba a quejarse de lo atractivo que es ese hombre, pero luego vio los vendajes, esos vendajes... Esos vendajes, por alguna razón siente que esos vendajes ocultan un aspecto que lo hace horrible.
—¿Sus ojos son... hermosamente raros? —preguntó Ume, inclinando la cabeza con curiosidad ante la contradicción de esa singular belleza.
—¡Qué ojos más maravillosos! —expresó el padre de Dōma, encantado por lo poco común que eran.
—Los dioses deben haberlo escogido para proteger a otros y purgar el mundo de esas criaturas malvadas —sugirió su esposa, encontrando los ojos del hombre hermosos y especiales.
—Oh, mira, un colega de ojos "diferentes" —Dōma se percató, 'interesado' ligeramente en la historia de este individuo—¿También te dieron muchos 'Cariños' solo porque naciste con esos ojos? ¿También te ven como una herramienta para contentar a otros?
O quizá... ¿se auto desprecia por nacer en un mundo tan patético?
Si es sincero, si tuviera emociones, seguramente se sentiría así. Ese hombre era como él, pero, teniendo emociones, seguramente odie a muchas personas. Sobre todo, a su familia, si es que sucedió lo que cree.
Aunque bueno, ese odio puede servir para algo, ¿no creen?
Magare frunció el ceño, sintiendo una leve conexión con ese hombre. Por unos instantes, reconoció cierta oscuridad en su semblante. Era como si una sombra se cerniera sobre él, una sombra que Magare conocía muy bien, una que solo podía ser producto de una profunda desilusión con el mundo que los rodeaba. Esa oscuridad resonaba en su propio corazón, un eco de desdén y desesperanza.
Se preguntó qué demonios había pasado en la vida de ese hombre para llevarlo a ese estado de desencanto y amargura. ¿Había nacido en las peores circunstancias posibles? ¿Odiaba nacer en este mundo injusto, cruel y despiadado?
Sentía curiosidad de saber si ese hombre también odiaba a su familia, a su entorno, al mundo o, en el mejor de los casos, denigraba a otros por sentir que no dan la talla.
Para ser un cazador de demonios, puede llegar a encontrarlo interesante. Es una lástima, hubiera sido un demonio interesante en otras condiciones. Lamenta que no sea del bando demoniaco. Aunque tampoco le importaba, a él no le interesa hacer amigos; a lo mucho alguien que, al igual que él, siente repulsión por las circunstancias en las que nació y su vida en general.
—No sé qué como asociarlo —admitió Nakime en silencio, sumida en sus pensamientos—. Tal vez cree una melodía de dos notas para representar a una serpiente...
El individuo acompañado por la serpiente desapareció, dando paso a la presencia de un hombre en el centro de la pantalla. Su expresión, aunque no carecía de fuerza, transmitía un dejo de melancolía que se reflejaba en su mirada. Lo más llamativo de su apariencia era la peculiaridad de llevar dos haoris de distintos colores.
—Agua (Yo...)
—Oh —murmuró Jigorō al reconocer al hombre de cabello oscuro —. Creo que es el alumno de Sakonji-san.
Nunca lo había visto personalmente, pero las descripciones en las cartas de su antigua colega eran suficientes para reconocerlo. La expresión del hombre era exactamente como se había descrito: melancólica y decadente.
—¿Entonces él es el actual pilar del agua? —preguntó Zenitsu, vislumbrando una amenaza potencial en ese hombre; su presentimiento era desfavorable.
—Es obvio que sí —refunfuñó Kaigaku, molesto por la pregunta que consideraba evidente.
—Su estilo es un poco extraño —comentó Managi, haciendo una breve mueca—, esos dos patrones diferentes en su haori no combinan para nada.
—Ese hombre no da miedo —pensó el chico inestable, luchando por recomponerse de su estado tembloroso —... se parece a mí —meditó con tristeza, como si una voz melancólica se lamentara en sus pensamientos.
—Entonces, un pilar de la respiración del agua —reflexionó Michikatsu, observando detenidamente al hombre en la pantalla—, tiene habilidades notables, pero podría mejorar. Comparado con los pilares del viento y la roca, no veo mucho margen de mejora sin la marca del cazador.
Yorīchi observó al representante de la respiración del agua, parpadeando ligeramente. Por alguna razón vio un leve reflejo suyo. Tal vez ese hombre sea como él, una persona que normalmente parece impasible a toda situación, pero que, en las ocasiones correctas, en verdad, eran bastante emocionales.
—Es un tanto melancólico para ser un espadachín, ¿no? —comentó el padre de Dōma, notando la tristeza en la expresión del hombre.
—Transmite un aura fría —coincidió su esposa—, seguramente ha sufrido mucho en su vida.
—Parece demasiado joven para haber vivido tanto dolo —se lamentó el padre de Dōma, sintiendo compasión por el hombre.
Dōma sonrió ligeramente, reconociendo la expresión del pilar. Ha visto el mismo gesto en muchos de los devotos que lo adoran. Muchos de ellos se culpan a sí mismos por la muerte de un ser querido y, en consecuencia, viven atrapados en un '¿y si hubiera?'. No puede confirmar si este pilar tiene el mismo caso, pero...
—Al menos parece que, a regañadientes, sigues con tu vida—reconoció Dōma, manteniendo una sonrisa ligera en su rostro—. Sin necesitar de alguien al que adorar...
Debe ser sincero, para él, todos los humanos son igual de patéticos, ninguno es diferente. Pero este hombre le resultó ligeramente interesante. Porque al igual que sus devotos, es alguien lamentable. Sin embargo, a diferencia de los que lo adoran, parece tener un alma casi inquebrantable.
Ese pilar del agua no se ha rendido ante la fe ciega que caracteriza a los humanos. En su experiencia, en un momento de desesperación, cualquiera sucumbe a la necesidad de 'creer en algo' para que le sirva de apoyo. Por muy estúpido que suene.
—¡Pobrecito! —murmuró Koyuki, conmovida por la expresión del hombre.
—Nadie en la vida está exento de dolor y sufrimiento —reflexionó Keizo—. Él, seguramente, aprendió de esas experiencias para forjar quien es. Después de todo, ningún hombre puede escapar de su destino.
—Lo importante es que sigue luchando por proteger a los demás —concluyó Hakuji, admirando la fortaleza del pilar del agua.
—Parece frío y calmado como lo es el agua —reflexionó Nakime, observando al cazador—, pero estoy segura de que demuestra una fuerza implacable, como una marea en su máximo apogeo.
Magare no mostró ni el más mínimo interés en el usuario de la respiración del agua. Una intuición le decía que no había motivo para preocuparse; tal vez era solo un individuo que había sobrevivido por pura suerte o, en el mejor de los casos, porque otros habían sacrificado sus vidas para que él pudiera seguir adelante. Al menos, a diferencia del pilar de la llama, este hombre no exhibía una sonrisa tan desagradablemente positiva. Aunque no era una expresión de desprecio como la del pilar de la serpiente, Magare no podía evitar sentir que era una expresión más tolerable que la de Rengoku.
—Jamás había visto a alguien tan deprimente —murmuró Ume, con una ligera mueca de tristeza—, parece estar sumido en la tristeza todo el tiempo.
—A veces, un hombre aparentemente deprimente puede ser peligroso, Ume —respondió Gyūtarō con una sonrisa leve—, y cuando encontramos a la persona adecuada para proteger, nos volvemos invencibles.
La sonrisa de su hermano la reconfortó; ver esa expresión en su rostro la tranquilizaba y le brindaba felicidad.
El hombre que llevaba dos haoris con diferentes patrones abandonó la pantalla, cediendo su lugar a un niño con una expresión distraída y nebulosa. El niño vestía el uniforme estándar de la compañía de cazadores de demonios, sin ningún tipo de añadido o personalización que lo hiciera destacar.
—Niebla (Soy...)
—¿Un niño? —preguntó Michikatsu, frunciendo el ceño con sorpresa—. Parece no tener más de trece o catorce años por su desarrollo. Eso es... fantástico. No pensé que habría un prodigio tan joven entre los pilares de esta generación.
—Debe tener un talento y un potencial muy buenos —asintió Yorīchi, con una leve sombra de tristeza en su voz —. Aunque me entristece que alguien tan joven se haya integrado a la cofradía. Su familia...
Michikatsu reflexionó un momento antes de responder. Si es sincero, perder familiares, por muy mal que suene, puede ser un precio que pagar por el poder. Un precio que valía la pena pagar si se lo preguntan.
—Bueno. Gracias a esa tragedia descubrió un potencial que habría pasado desapercibido de no ser por eso —admitió, su tono de voz reflejando una mezcla de orgullo y pesar—. Su respiración de la niebla ha de ser muy interesante.
Un leve atisbo de emoción había invadido a Michikatsu, algo que rara vez experimentaba por otros. Sentía un extraño sentido de orgullo hacia el joven pilar de la niebla, un sentimiento que apenas podía comprender. Sin embargo, este fugaz momento de calidez fue rápidamente eclipsado por un torbellino de pensamientos intrusivos.
De repente, la imagen de su familia se coló en su mente, como un doloroso recordatorio de lo que había dejado atrás. Por un instante, extrañó la calidez de su hogar, la risa de su hijo y el llanto del recién nacido, la tranquilidad junto a su esposa.
Que patético de su parte.
Se supone que él decidió irse por voluntad propia. Esa vida monótona no valía la pena. Era demasiado simple para alguien como él. Su esposa y sus hijos están bien, ellos no necesitan de su presencia para seguir adelante.
—¿Sucede algo? —preguntó Yoriichi, notando la distracción de su hermano.
—No —respondió Michikatsu con rapidez, intentando despejar su mente de esos pensamientos intrusivos—. No sucede nada.
—Me alegró —dijo Yorīchi con una sonrisa, aliviado de que no hubiera nada grave—. Creía que había pasado algo malo.
—Nada muy importante —respondió Michikatsu, recomponiéndose de su momento de debilidad—. Volviendo al tema, ¿Qué piensas de este niño?
—Su expresión me parece familiar —admitió Yorīchi, con un gesto pensativo en su rostro.
—Claro —asintió Michikatsu, entendiendo el comentario de su hermano—. Es porque se parece a la tuya, ¿no es así?
Lo reconoce, la expresión de ese niño era bastante similar a la de Yorīchi. Ambos parecen tener la mente en las nubes y tener una capacidad de atención deficiente. Dan las vibras de que se pueden distraer hasta con una mariposa que sobrevuela en las cercanías.
—Tal vez.
La ceja de Kaigaku se crispó al presenciar la escena. Internamente, se preguntaba cómo un niño podía ascender a ser un pilar. La idea de que alguien más joven que él alcanzara tal posición antes que él lo llenaba de rabia.
—Ese niño parece ser más joven que nosotros —observó Zenitsu, impresionado por el talento del chico. Una pizca de envidia se coló en su voz—... Si yo fuera un poco más talentoso, podría hacer algo igual de genial y hacer orgulloso al abuelo...
—Un prodigio, ¿eh? —Jigorō sonrió, vislumbrando un futuro prometedor para la cofradía—. Si sigue mejorando, podría superar a muchos de los pilares de su generación.
—Pensar que un niño esté arriesgando su vida cazando a viles criaturas —suspiró la madre de Dōma, con pesar ante la peligrosa realidad que enfrentaba el pequeño.
—Rezaré para que llegue a su retiro en las mejores condiciones posibles —dijo el padre de Dōma, tratando de consolar a su esposa.
—Padre, ya atrajiste la mala suerte —pensó Dōma, observando al joven pilar con una sonrisa apenas perceptible —. Ese niño no pasa de los quince años. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.
—Los mocosos como él suelen tener poco amor por el arte —masculló Managi, hastiado por la presencia del niño. Sin embargo, su comentario fue interrumpido por el chico de manos temblorosas a su lado.
—Pe-pero... si tienes su misma edad, ¿odias a los de tu edad o qué? —preguntó el chico, asustado por su situación.
Managi no respondió, pero sintió cómo la ira le crispaba la ceja. Ese niño le producía un sentimiento de repulsión inexplicable, incluso más profundo de lo habitual. Desde hace mucho, sentía que no encajaba con los otros niños de su edad, pero este en particular le provocaba un desagrado más intenso.
—Es un prodigio con la espada, supongo —murmuró Hakuji, encontrando cierto interés en el joven—. Aunque me hubiera gustado ver a un prodigio en artes marciales.
—Nuestros vecinos estarían bastante indignados de que un niño tenga más técnica que ellos —rio Keizo, entre divertido y sorprendido por el nivel del chico.
—Me preocupa que no llegue a viejo —admitió Koyuki, sintiendo la angustia de pensar que el niño podría morir joven—. Alguien de su edad no debería arriesgarse tanto...
—Su expresión es irritante —Gyūtarō refunfuñó, percatándose que esa mirada no era más que una forma de despreciar a todos a su alrededor, rebajando a cualquiera al no querer prestarles ni un ápice de atención.
—¡Es adorable! —exclamó Ume, encontrando al niño encantador; evidentemente no era tan 'lindo' como ella, pero no negaba que era muy tierno. Le daban ganas de abrazarlo, apretar sus cachetes y jugar con su cabello.
—Definitivamente es irritante —pensó Gyūtarō, viendo cómo su hermana sucumbía ante el encanto del chico—. Se equivoca si cree que le va a quitar a mi hermana.
—Su expresión y su semblante son tan confusas como la neblina —reflexionó Nakime, tratando de encontrar inspiración en el niño—... Si se busca lo suficiente, en el interior de la niebla, ¿Encontrarás un interior frío o cálido?
Si es sincera, ni ella sabe porque pensó eso. No conocía al niño, pero pensar que alguien tan distraído y con una expresión tan aburrida sea, en el interior, alguien cálido no es muy probable. Lo más seguro es que sea una persona objetiva al que le importen poco las personas.
La mirada crítica de Magare recorrió al niño distraído que ahora formaba parte de la cofradía. Su tono de desdén apenas se contuvo mientras reflexionaba sobre el joven:
—¿Qué demonios hace un niño tan distraído en la cofradía? —pensó para sí mismo, con su característico aire de crítica. La falta de atención de aquel chico, en su opinión, sería su perdición en algún momento futuro.
Con todo el afán de ofender a los que dirigen a la compañía de cazadores de demonios, son idiotas. El personal seleccionado dejaba mucho que desear. Desde un criminal hasta un devoto musculoso, pasando por un individuo con una sonrisa asquerosamente optimista que le provocaba repulsión al nivel de querer que alguien le abra un jodido agujero en el pecho para que deje de joder. Ahora, la presencia de un niño con problemas de atención solo reforzaba su opinión.
—Aunque, por alguna razón —reflexionó en silencio—... creo que este niño estaría mucho mejor cortado por la mitad.
La figura diminuta de la mujer ocupaba ahora la pantalla, con un accesorio de mariposa delicadamente posado en su cabello y un haori que exhibía un diseño con motivos similares.
—Insecto (Un pilar)
Oh, es la que usa veneno —Michikatsu se percató, sorprendiéndose un poco de que sea un pilar—. Supongo que, al no tener la fuerza suficiente para decapitar a un demonio, decidió compensar su evidente carencia con veneno.
—Su respiración seguramente sea como la picadura de los insectos —supuso Yorīchi, observando con interés a la usuaria de la respiración del insecto—. Es original y creativo.
—Su haori y su adorno de mariposas son intrigantes —admitió Michikatsu, analizando ligeramente un poco más al pilar del insecto—. Si bien es cierto que algunas mariposas son venenosas, la verdad es que ellas tienen el veneno dentro de sus cuerpos.
De lo poco que sabe de estos temas, es que las mariposas no usan veneno para atacar o defenderse. Ellas simplemente poseen toxinas dentro de su cuerpo que, al ser devoradas, liberan para producir cierto malestar en el depredador. De esa forma, en la siguiente ocasión, se la pensarán dos veces antes de intentar comer otra.
Yorīchi meditó ante lo expuesto por su hermano, ciertamente, tiene razón. Sin embargo, esperaba que, en el caso del pilar, no fuera literal y solo sea un simbolismo que ella escogió por aprecio o por añoro a otra persona. No desea que su destino sea el ser devorado solo para envenenar a un demonio. Sabe que los cazadores siempre deben darlo todo para eliminarlos, pero le duele que más vidas se pierdan.
—Por alguna razón —Zenitsu tragó en seco, nervioso por ver a la chica—... esa mujer me da un poco de miedo.
—Hmp —Kaigaku miró de reojo a Zenitsu, sorprendiéndose de lo dicho por el rubio—. Por primera vez no se quiere casar con una mujer.
—Aunque sí es hermosa... —susurró el Agatsuma, por mucho temor que le dé, era una mujer bastante bella.
—¡Olvídenlo! —gruñó Kaigaku, molesto. Si Zenitsu encuentra a una mujer hermosa, por mucha mala sensación que le dé, se casaría con ella. De no ser así, entonces no habría acabado en la calle, estafado, y sin dinero en primer lugar.
Jigorō profirió un sonido pensativo, suponiendo ligeramente la identidad de la mujer. Ha escuchado que, actualmente, la compañía de cazadores de demonios posee un lugar llamado 'Finca Mariposa', cuya propietaria usa un accesorio asociado a ese insecto. Se preguntaba si era ella.
Oh~ —dijo Dōma, dejando que la última nota de su voz se desvaneciera lentamente.
El niño de ojos arcoíris se interesó ligeramente en la mujer; le resultaba bastante familiar. Muchas veces había perdido el tiempo observando las mariposas sobrevolar los jardines de su culto. Todas terminaban igual: muertas.
Ya fuera por su mano o debido a la efímera vida que tenían. Resultaba sorprendente cómo una mariposa, tras pasar por todo un proceso desde su estado de oruga, podía morir en tan solo unos pocos días, a veces incluso en cuestión de horas.
Sin embargo, uno de sus pocos 'pasatiempos' cuando no estaba escuchando las aburridas historias de sus adoradores, era cortarles las alas a esos lepidópteros. Las mariposas eran tan pequeñas, frágiles, venenosas y, sobre todo, inútiles.
Presenciar cómo se retorcían después de ser despojadas de sus alas resultaba fascinante. Era una lástima que no pudiera experimentar emociones y disfrutar como se debía de tal dramatización. Una representación perfecta de la crueldad del mundo.
—¡Qué mujer más hermosa! —exclamó el padre de Dōma, maravillado por la belleza recatada de la dama; aunque, si mostrara un poco más de piel, no estaría nada mal—. Seguramente tiene un busto bastante lindo oculto dentro de ese uniforme.
La esposa del hombre se cruzó de brazos, mirando de mala manera a su marido. Realmente odiaba cuando lo veía dirigir esos ojos indecorosos a otras mujeres. Sabía que, en este caso, no era culpa de la señorita, sino de su esposo, pero eso no significaba que no estuviera enojada.
—Quiero decir —el hombre se percató del enojo de su esposa—¿no te parece una mujer encantadora, Dōma?
—Padre, el hecho de que busques revolcarte con cualquier mujer 'hermosa' que veas o se te cruce va a ser la causa de tu muerte —pensó el niño, escuchando la pregunta de su padre con indiferencia—. Sí. Es una mujer encantadora.
—E-ella parece —el chico de manos temblorosas tragó en seco, escuchando numerosas voces en su cabeza—¡Débil! ¡Toxica! ¡Mentirosa! ¡Deprimentemente irascible! ¡Y por ello debe morir!
Las palabras resonaban en su mente, mezclándose con el palpitar acelerado de su corazón. El miedo se agolpaba en su pecho, pero una determinación sombría se apoderaba de él.
El pequeño tardó unos pocos segundos en recomponerse, alzando ligeramente la mirada para ver mejor a la mujer.
—E-ella parece... que está enojada por dentro —dijo, su voz temblorosa reflejando el escalofrío que le recorría la espalda.
El chico entendió a qué se referían sus 'manos' al advertirle sobre la peligrosidad de la mujer. Ciertamente, parecía ser débil físicamente, pero su semblante sonriente y amable solo escondía a una mujer que se había sumergido en la toxicidad del odio.
Esa 'señorita' no sonríe por alegría o por sentir placer, lo hace como un acto mentiroso. Es deprimente e injusto, pero ella morirá debido a eso. Es terrible, ¿por qué el destino de aquellos que niegan la realidad y dan una posibilidad más favorable terminan mal?
—¿Por qué el chico dice eso? —preguntó Koyuki, al ver al niño de manos temblorosas.
—Supongo que tendrá sus razones, hija mía —respondió Keizo, sin entender del todo el comportamiento del chico; de hecho, ahora que lo pensaba, era bastante inusual.
—Es porque su sonrisa es falsa —intervino Hakuji, sorprendiendo a Koyuki y a su maestro—. Quiero decir, es obvio que está fingiendo sonreír.
—¿Falsa? —preguntó Koyuki, mirando a la mujer con detenimiento.
—Yo la veo bastante convincente, la verdad —opinó Keizo, sin percibir la supuesta falsedad en la expresión de la mujer.
—Esa sonrisa es igual de falsa que la de Dōma —pensó Hakuji, recordando el gesto del niño de ojos arcoíris con el que había hablado durante el pequeño descanso que tuvieron.
—Si hay una respiración del insecto... ¿Puede haber una respiración de los peces? —se cuestionó Managi en su mente, interesado en saber si era posible tal aliento—... ¿Y también se podría integrar veneno?
—¡Es bastante linda! —Ume halagó, admirando el aspecto de la cazadora con genuino interés—. Aunque su sonrisa es un poco venenosa.
La niña sonrió ligeramente, observando a la cazadora con una mezcla de admiración y precaución. Para ella, la belleza de esa mujer era como una moneda de doble cara: atrayente pero potencialmente peligrosa. Aunque su sonrisa era un poco superficial si se lo preguntan.
—El veneno que hace es lo único que la hace interesante —Gyūtarō refunfuñó, queriendo entender mejor cómo se preparaba la cazadora para enfrentar al demonio que acechaba el distrito.
—Es como una mariposa venenosa que tiende a destruir todo aquello que toca —Nakime sonrió, recordando una antigua leyenda del pueblo en el que vivía.
El relato trató de cómo una pequeña niña, ignorante de los peligros de la naturaleza, salió del pueblo para jugar con los animales. Quedó maravillada por los colores vistosos de una mariposa que sobrevolaba el lugar al atardecer. La historia terminó con la desaparición de la niña cuando cayó la noche. Algunos decían que murió envenenada por tocar al insecto, otros afirmaban que fue secuestrada; lo único claro era que nunca regresó.
Magare afiló su mirada, desconfiando de las capacidades de la mujer. Había tenido malas experiencias con farmacéuticos y boticarios. Todos, sin excepción, resultaron ser incompetentes e inútiles en su trabajo. A pesar del dinero que había invertido en ellos, fallaron en la única misión que les había encomendado.
Odiaba a aquellos que creaban medicinas, creyendo que podían tratarlo todo, pero aun así no habían logrado curarlo de su enfermedad terminal. Esta mujer podía parecer una 'profesional' en el campo, pero estaba seguro de que tampoco podría curarlo.
Más aún, estaba convencido de que, si bebiera una medicina elaborada por ella, en lugar de prolongar su tiempo de vida, solo acortaría su agonía. Esa sonrisa falsa tampoco le agradaba; era tan repugnante verla ocultando sus verdaderos sentimientos que le hastiaba verla.
Era tan desagradable... tal vez porque se parecía a una mariposa. Odiaba a las mariposas, y en realidad, a cualquier forma de vida. Verlas revolotear por su patio, a pesar de su corto tiempo de vida, le irritaba.
La mujer desapareció, y en su lugar surgió una criatura con cuerpo de hombre y cabeza de jabalí. El pecho de la criatura mostraba la musculatura de un joven en plena forma, mientras que su cabeza era la de un porcino.
—Bestia (Respirar)
Dōma parpadeó, encontrando a la criatura bastante bizarra y graciosa de ver. Por unos instantes, creyó vislumbrar a un hombre con cuerpo de jabalí, pero luego unió los puntos y reconoció que, a menos que fuera un demonio, eso era imposible.
—Solo es un chico con la cabeza de un jabalí como máscara —observó el niño de ojos arcoíris—. Parece que prefiere ser feliz que encajar en la sociedad, supongo...
Los padres de Dōma se quedaron sin palabras, pensando que esa criatura era demasiado rara para existir de verdad. Un hombre mitad jabalí, sin importar si tenía cuerpo humano o no, seguía siendo una bestia.
—¿Ese es un hombre mitad jabalí o un jabalí mitad hombre? —preguntó Hakuji, desconcertado por lo que veía.
Keizo soltó una pequeña carcajada, encontrando al joven sumamente interesante. Nunca había visto a alguien tan peculiar como para ponerse la cabeza de un animal como máscara.
Koyuki se dio cuenta de que la cabeza de jabalí era solo una máscara. Ahora tenía curiosidad por el aspecto real del rostro del joven. Aunque le daba vergüenza admitirlo en voz alta, pensó que tal vez sería igual de atractivo que Hakuji.
—Para su edad, tiene un cuerpo bastante tonificado —reconoció Michikatsu, observando el físico del joven—. Su respiración debe ser agresiva; supongo que es una derivación del aliento del viento.
—Es una persona bastante peculiar —opinó Yorīchi—. Seguramente ha sido criado amando a la naturaleza.
—¿Crees que fue criado en la naturaleza por su máscara? —preguntó Michikatsu, recibiendo un leve asentimiento de su hermano—. Sabes que, simplemente, podría haberse caído de pequeño, ¿no?
Yorīchi volvió a asentir, reconociendo que había considerado esa posibilidad también. Pero prefería pensar que la alternativa que mencionó era la más probable.
—Por alguna razón siento que ese tipo es un abusador —Zenitsu acusó, sintiendo una mala sensación al ver a ese tipo—. Maldita sea, otra vez no.
Kaigaku se frotó la sien, enojándose por el drama de Zenitsu. No sabe por qué Zenitsu dice eso, pero le parece exagerado que lo diga de esa forma. A él solo le dio vibras de inadaptado; nadie que haya vivido en sociedad se pone una máscara de cabeza de jabalí muerto.
—¿Por qué dices eso? —preguntó Jigorō—. No puedes afirmar sin razón ese tipo de cosas, Zenitsu.
—¡Siento que es un salvaje que golpea a la gente sin razón! —Zenitsu respondió, asustado por su futuro— ¡Y que me va a golpear mucho!
Ese tipo no parece diferir mucho en edad con él, por lo que posiblemente se conocerán en el futuro. No puede ser, él ya tiene suficiente con Kaigaku respecto a personas que le hacen sentir mal. Ahora, si es que su presentimiento no falla, deberá soportar a dos.
—Zenitsu, no digas eso —Jigorō negó, reprochando ligeramente a su alumno—. Si ese chico está aquí, debe ser porque lucha fervientemente con los demonios. No creo que te golpee sin razón alguna. Y, en el supuesto caso de que lo haga, tal vez es porque no le caes bien.
—Pe-pe-pero, ¡¿Yo qué he hecho para merecer este tipo de desprecio?! —preguntó Zenitsu, desvariando—. ¡Es que no lo sé! ¡Quiero una explicación! ¡¿Qué he hecho?!
—Existir —pensó Kaigaku, el mero hecho de que Zenitsu exista ya es un castigo—. No seas idiota. Lo que nuestro maestro trata de decirte es que nadie es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo. Y si ese tipo te golpea es porque no le caes bien.
—¡Igual me sigue pareciendo injusto!
—Nunca dijimos que lo fuera —Jigorō señaló—. Así son las cosas en la cofradía. No puedes caerle bien a todos los miembros. Sin embargo, eso no debe evitar que puedas colaborar con ellos.
—Siento envidia de su rostro —masculló Ume, sin entender del todo ese sentimiento—. Por alguna razón, creo que es bastante bonita.
—Algo anda mal —pensó Gyūtarō, notando que su hermana no se ha dado cuenta de que ese es un hombre y no una mujer—. Esto, Ume, él es un hombre. Su cuerpo lo delata.
—Lo sé —asintió la peliblanca—. Pero me dio un sentimiento bastante extraño...
—¡A la bestia! ¡Es un tipo con cabeza de jabalí! —exclamó Managi, sorprendido por lo que estaba viendo—. ¡Qué maravillosa idea! ¡Ese tipo es un genio!
Desde que era pequeño, Managi había visto personas que usaban ropa hecha a partir de la piel de animales. Sin embargo, nunca había presenciado a alguien que cortara la cabeza de un animal y la usara como máscara. En ese momento, la inspiración le llegó. En lugar de ser un hombre con cabeza de jabalí, quería hacer un jabalí con cabeza de hombre. Aunque para eso tendría que conseguir una cabeza humana, lo cual era bastante difícil.
—¡Ese chico está loco! —El chico de manos temblorosas se asustó, ocultando su cuerpo entre sus brazos para sentirse protegido—. ¡Hay que largarnos! ¡No, hay que acabarlo! Por misericordia, deberíamos acabar con él. ¡Yo quiero saber cómo se sentiría hacerlo con él!
Al escuchar lo último, todas las voces se callaron y el chico hizo una mueca de asco. Qué pensamiento intrusivo más asqueroso y vulgar.
—Es una bestia salvaje —pensó Nakime, viendo al cazador—. Una bestia que está a punto de atacar con sus colmillos.
Magare hizo una breve mueca, asqueado al ver a la criatura. En un primer momento, pensó que se trataba de algún demonio traidor que escapó de la voluntad de su rey, pero lo descartó; eso era imposible en primer lugar. La segunda opción era que solo fuera un vándalo que asaltaba a los viajeros en los caminos por pura barbarie. Una persona sin educación y, sin lugar a duda, un idiota que, por descuido de su madre, si es que llegó a tener, se cayó de chiquito.
La criatura se desvaneció, dando paso a una jovencita que, al igual que la usuaria de la Respiración del Insecto, lucía un delicado accesorio de mariposa en su cabello.
—Flor (Concentrar)
El padre de Dōma dejó escapar un suspiro, sintiendo una cierta frialdad en la presencia de la joven frente a ellos. Más allá de su atractivo físico, emanaba un aura de indiferencia que lo dejaba intrigado.
—Que fría —murmuró para sí mismo, observando detenidamente a la chica.
—Que chica tan mona —intervino la madre de Dōma, admirando la elegancia y recato que irradiaba la joven—. Debería ser la norma para todas las chicas. Así, mi esposo nunca las vería como una potencial compañera sexual.
El pequeño Dōma, con sus ojos de arcoíris, no podía apartar la mirada de la chica. Sentía una extraña sensación en su cuerpo, como si algo burbujeante y perturbador se removiera en su interior. Para su desconcierto, una leve expresión de disgusto se reflejó en su rostro. Se preguntaba cómo era posible que él, que se consideraba incapaz de sentir algo, experimentara una reacción tan confusa al ver a una joven desconocida.
Pero, aun así, algo en su cuerpo, le decía: "Es una perra"
—No puedo decir mucho sobre su poder y potencial de crecimiento —admitió Michikatsu, tratando de analizar a la chica con detenimiento—. Pero supongo que puede llegar a ser más hábil que la usuaria de la Respiración del Insecto.
Supone que esta chica debe ser la estudiante, hermana, o alguien cercano al pilar del insecto. Usar el mismo tipo de accesorio en el cabello, si bien no es una norma u obligación, es común en las familias.
—Respiración de las flores es un lindo nombre —Yorīchi opinó, encontrando cierta elegancia en la denominación del aliento—. Me sorprende la variedad que han logrado en el futuro.
Desde que empezó este video, ha visto respiraciones cuya inspiración a la hora de realizar técnicas han dejado de ser elementos de la naturaleza para pasar a ser animales y, ahora, plantas. Siente alegría de que su respiración solar haya podido dejar un legado tan extenso.
Zenitsu jugaba nerviosamente con sus dedos, sintiendo una mezcla de emoción y vergüenza ante lo que acababa de presenciar. La chica que tenía delante parecía estar en la misma etapa de la vida que él; tal vez, podrían incluso ser pareja en esta peligrosa misión como cazadores de demonios.
—Qué posibilidad tan maravillosa —susurró para sí mismo, dejando volar su imaginación ante la idea de un futuro compartido con ella.
—Juro que, si dices 'linda' una vez más, te golpearé —gruñó Kaigaku, observando con fastidio la expresión soñadora de Zenitsu.
Era el colmo para él. No entendía qué veía Zenitsu en las mujeres. Hasta ahora, no había visto a ninguna que considerara fea o poco atractiva. Para Kaigaku, era evidente que Zenitsu no las veía como personas 'lindas', sino más bien, era Zenitsu con la realidad completamente alterada.
—Mira el lado positivo, al menos no lo está gritando a los cuatro vientos —intervino Jigorō con una sonrisa, tratando de no desilusionar a su alumno.
—Si lo hiciera, el escaso aprecio que le tengo, el mínimo, se desvanecería por completo —Kaigaku respondió con un gesto de resignación, aceptando a regañadientes las palabras de su maestro.
—¿Será familiar de la mujer que usa la Respiración del Insecto? —se preguntó Managi al notar el accesorio de mariposa en el cabello de la chica—. Aunque... ¿Respiración de las Flores? ¿Utilizará veneno también?
—O tal vez usa su espada como espinas —sugirió el chico de manos temblorosas, señalando una posibilidad—. ¡Las espinas pueden ser muy dolorosas!
—Sí, eso también podría ser —Managi asintió, concordando un poco con su compañero de asiento—. Pero... si existen respiraciones de elementos naturales, de animales y, ahora, de plantas... eso da cabida a que exista una respiración de los peces o un aliento de los jarrones, ¿no?
El chico no respondió, simplemente se encogió sobre sí mismo al escuchar la voz de Managi. Todavía no se sentía listo para interactuar de más con él.
—Se ve delicada como una flor —comparó Nakime al observar a la chica—. Pero estoy seguro de que muestra sus espinas cuando está en combate.
—Parece una esclava bien vestida —pensó Gyūtarō con una leve mueca, recordando algunos eventos pasados al ver la expresión de la chica.
Ume contempló a la usuaria de la Respiración de las Flores con curiosidad, encontrándola fascinante. No solo era hermosa, sino que también irradiaba amabilidad y cortesía. Le habría gustado conocerla; estaba segura de que se llevarían bien.
El rostro de Magare adoptó una expresión sombría al ver a la chica en el video. En esta ocasión, no había un motivo específico; de hecho, no tenía una opinión formada sobre ella. Pero, inexplicablemente, una sensación de inquietud se apoderó de él. Era como si ella, de alguna manera, lo rematara en su momento más agónico.
La escena cambió, y ahora un joven de cabello amarillo ocupaba el lugar de la chica anterior. Con los ojos cerrados, se preparaba para ejecutar la primera postura de la Respiración del Rayo. Vestido con su uniforme característico, lucía un haori amarillo.
—Rayo (Yo...)
El cuerpo de Kaigaku se tensó cuando se enfrentó a la desconcertante realidad. Su ceja se crispó ante la revelación que acababa de presenciar.
—¿Qué? —susurró, su voz temblando ligeramente, incapaz de comprender lo que veía— ¿Dónde estoy yo?
No podía creer lo que veía. Zenitsu era el usuario que representaba la Respiración del Rayo en el video. Aunque su maestro le había advertido de esa posibilidad, lo hizo de manera que ambos estuvieran presentes. Pero ahora, era solo Zenitsu; todo rastro de su persona había sido eliminado.
Zenitsu, por su parte, parecía igualmente desconcertado, incapaz de asimilar lo que veía.
—¡¿Soy yo?! —Zenitsu preguntó, con la voz llena de asombro y sorpresa— ¿Por qué estoy solo?
—¡¿Ves?! ¡Te dije que tenías mucho potencial! ¡Domina tu postura y podrás hacer grandes cosas! —Celebró, felicitando a Zenitsu mientras revolvía su cabello—... aunque, ¿por qué no está Kaigaku? ¿Será qué...?
La preocupación se reflejaba en los ojos del maestro mientras consideraba la posibilidad de que algo hubiera sucedido con Kaigaku. La idea de perder a uno de sus estudiantes más prometedores lo llenaba de temor y angustia.
No, era solo que, no quería creerlo, no podía.
La posibilidad de que uno de sus dos preciados alumnos hubiera sucumbido ante los demonios y partido de este mundo le dolía. Eran su mayor orgullo y felicidad, y pensar en perder a uno de ellos era insoportable. Sabía que el trabajo de cazador de demonios era peligroso, pero confiaba en que ambos heredarían su respiración y se convertirían en los pilares del rayo.
—¡¿Acaso estoy muerto?! —Kaikagu se cuestionó, mirando sus propias manos temblorosas—. No, eso es imposible, no puede ser. ¿Acaso... a esto se redujo todo?
Se sintió derrotado.
Él creía que, si vivía, aunque sea un día más, podría ganar algo. Nunca había ganado nada, a pesar de tener talento y ser especial; siempre había vivido en la mediocridad.
Pensaba que, al convertirse en un cazador de demonios, obtendría poder, reconocimiento y dinero. Lo tendría todo: poder, reconocimiento, dinero...
Pero al final, ni siquiera representó a su respiración en este miserable video. Todo lo que había hecho no había servido para nada. Aceptó el trato de un demonio, traicionó a aquellos que consideraba su familia, y ahora... murió sin ganar nada.
—¿Para qué demonios nací siquiera? —se preguntó en silencio, sintiendo que el peso de su existencia se volvía abrumador—. Si no logré nada, entonces, ¿qué sentido tuvo nacer en este mundo? ¿Sufrir? Supongo que así fue.
Cada recuerdo de su vida parecía un eco vacío, un reflejo de esfuerzos en vano. Recordó los días de soledad en las calles, la lucha diaria por sobrevivir con lo mínimo indispensable. Todo aquello parecía ahora una cruel burla del destino.
Parece que crecer solo en las calles, bebiendo del agua del suelo, comiendo precariamente, robando para sobrevivir, fue para nada. Ser acogido por su maestro, entrenar la respiración del rayo y ser nombrado su sucesor, fue para nada.
Todo se reduce a nada.
Zenitsu observó a Kaigaku con una mezcla de compasión y pesar. A pesar de las diferencias y los conflictos entre ellos, no podía evitar sentir empatía por su compañero. Sabía que Kaigaku no era una persona fácil de tratar, pero también reconocía su talento y dedicación.
Su compañero de entrenamiento, a diferencia de él, tenía talento y nunca se había quejado de algún entrenamiento. Kaigaku era obstinado, no importa qué reto le pusiera su maestro, él lo superaba porque, según sus palabras, odia perder.
Su sueño era que, al llegar a su nivel, pudiera luchar codo con codo a su lado. Empezando una amistad y haciendo orgulloso al abuelo, el maestro que los entreno a ambos. Pero parece que, en ese futuro, no fue posible.
Era evidente para Zenitsu que Kaigaku había luchado con todas sus fuerzas por alcanzar lo que se proponía. Su determinación y su afán de superación lo habían llevado lejos, pero ahora, frente a esta cruel realidad, todo parecía desmoronarse.
Sabe que Kaigaku es ambicioso, mucho, de hecho. Sin embargo, quiere creer que...
—Quizás se fue sin lamentos —pensó Zenitsu, tratando de encontrar consuelo en medio de la desolación—. Después de todo, aún nos tiene a nosotros, ¿no es así? A pesar de nuestras disputas, seguimos compartiendo al mismo maestro, somos... familia.
—Parece que, al final, uno de ellos sí logró llegar a un nivel más que decente —admitió, aunque en su mente había apostado por el pelinegro—. Aunque parece que su compañero de entrenamiento no parece haber tenido la misma suerte.
Debe admitirlo, el mocoso maleducado, a pesar de ser un espadachín desequilibrado, tiene el talento suficiente para sobresalir en algunos años, si se esfuerza, claro está. Si no está en este video es evidente que murió.
—Posiblemente se encontró a un demonio poderoso al que no podría vencer con sus habilidades—Yorīchi sugirió, buscando una explicación plausible para la ausencia de Kaigaku en el video—. Al menos fue como un cazador de demonios. Seguro lucho con honor hasta el final.
—Sí... no tendría muchas esperanzas en ello —Michikatsu respondió, mirando a un Kaigaku desmotivado en el suelo—. Después de todo, sé cómo se siente.
No hay honor en irse de este mundo pensando en que, en retrospectiva, nunca ganó nada. Lo entiende, se siente así todos los días de su vida. Puede tener gente a su lado, o hasta personas que le guarden mucho aprecio o admiración.
Nada de eso importa al final.
Si tus sueños parecen distantes, nadie podrá llenar ese hueco.
—Al parecer, uno de ellos está aquí con nosotros —comentó, con una pizca de curiosidad en su voz—. Aunque, ¿por qué salió él? Uno esperaría que fuera su maestro.
—Bueno, su maestro está retirado —Keizo explicó, recordando la pequeña charla que tuvieron los espadachines de la era Sengoku con el antiguo pilar en la reacción anterior—. Seguramente su alumno logró grandes cosas y por eso está en el video.
¿Su color de pelo es natural? —preguntó Koyuki, pensando en que ese amarillento cabello no era del todo algo normal.
—¿Por qué salió el pervertido? —Ume inquirió con un leve puchero—. Me caía mejor el otro.
—El otro murió —Gyūtarō respondió, con un tono algo áspero—. A mí tampoco me agrada ese chico, pero al menos gracias a él obtendremos comida deliciosa.
—Cierto —asintió la pequeña—. Aunque sigue sin agradarme que aparezca.
—¿Por qué tantas características tan antinaturales? —preguntó el padre de Dōma, cuestionándose la razón de que existan tantas personas especiales.
—Primero un hombre con ojos peculiares y ahora un chico de cabello distintivo —la madre de Dōma asintió, reconociendo que había muchas particularidades—. Nuestro hijo debe sentirse muy identificado.
—No. Lo que sucede es que ustedes se están dando cuenta de que nacer con un rasgo 'diferente' no es un indicativo de que eres especial —pensó el niño de ojos arcoíris—. No importa el color de los ojos ni la tonalidad del cabello. Creer que eso hace especial a alguien es un claro indicativo de que eres un idiota.
¿Realmente son la misma persona? —Managi cuestionó, sorprendido por la disparidad entre la persona en la habitación y la que aparecía en el video—. El de la pantalla parece realmente una tormenta implacable y el que está aquí, eh... existe.
El chico de manos temblorosas miró de reojo el video, viendo a través de dos de sus dedos. Ese joven de pelo amarillo era, al menos en una primera impresión, como él. Si él pudo lograr cambiar de ese modo, le entró una pequeña esperanza, ¿él también podría hacerlo?
Magare clavó su mirada en el joven de la pantalla con desprecio. Para él, alguien tan ruidoso y aparentemente débil no merecía figurar en el video. ¿Qué credibilidad podía tener como espadachín si era golpeado por una niña? Además, ¿desde cuándo los hombres lloran? La sola idea le resultaba incomprensible.
La sensación de desagrado se intensificaba al recordar la impresión que le causaba ese chico: un individuo carente de afecto femenino, un arrastrado en busca de atención.
¿Se casaría al primer indicio de interés por parte de alguna chica que considerase "linda"? No lo dudaba.
En lo que sí dudaba, era en que lograra desposar a alguien.
Observaba su quijada torcida y su apariencia poco agraciada, y no podía evitar sentir un profundo escepticismo. ¿Quién podría sentirse atraído por eso? Solo alguien ciego, bastante ingenuo, joven o sin opciones, concluyó.
Además, percibía en él una vibra de mentira, como si estuviera constantemente maquinando para salir favorecido en cualquier situación. Era capaz de distorsionar la realidad en su beneficio, como un escritor que altera los hechos para presentarse como el héroe de la historia.
—Es horrible —pensó Magare, sin apartar la vista de la pantalla—. Me da asco solo verlo.
Mientras tanto, Nakime comparaba al Zenitsu del video con el Zenitsu presente en la habitación.
—Ese chico se ha convertido en la encarnación de un rayo —reflexionó—. Resplandece a una velocidad increíble.
En la pantalla emergió un hombre de aspecto extravagante, su sonrisa exudaba una excentricidad peculiar. Llevaba un llamativo accesorio en la cabeza que capturaba la atención al instante, como una fuerte explosión.
—Sonido (Soy...)
Michikatsu observó con atención al usuario de la respiración del sonido, estudiando sus habilidades a través del mundo transparente que se desplegaba ante él. A primera vista, destacaba como un pilar ejemplar con un repertorio impresionante de técnicas. Sin embargo, un sentimiento oscuro empañó su apreciación.
Era una sensación que no había experimentado en mucho tiempo, una que había enterrado desde que dejó atrás su clan. Era innegable para él reconocer a un shinobi, aquellos con los que su clan tenía una relación tensa y a menudo hostil. El usuario de la respiración del sonido era, sin duda, uno de ellos.
—Extravagante —comentó Michikatsu, encontrando su apariencia llamativa—. Es inusual ver a un miembro de ese grupo destacarse de esa manera.
—Supongo que busca llamar la atención—sugirió Yorīchi, contemplando su aspecto exuberante—. Imagino que su respiración también será igualmente peculiar.
—Pero... —Michikatsu se detuvo un momento, reflexionando sobre sus palabras—... es un shinobi. Debería estar más oculto.
—Probablemente sea alguien que no sigue las normas de su clan —reflexionó Yorīchi, mostrando un atisbo de duda—. Preferiría ser visto que permanecer oculto.
—Supongo que, de alguna manera, eso lo hace superior a ellos —concedió Michikatsu, reconociendo que este shinobi, entre todos los demás, merecía un poco de su respeto.
—¿Superior a ellos? —preguntó Yoriichi, tratando de entender el razonamiento de su hermano—. Ah, entiendo...
Aunque había nacido en un clan de samuráis, desconocía muchos detalles sobre la compleja relación entre samuráis y shinobis. Desde que se fue para evitarle problemas a su hermano, había evitado los conflictos relacionados con la casta guerrera. Él solo era feliz en su casa junto a Uta. Sin embargo, algunas conversaciones con su hermano le habían proporcionado cierto conocimiento sobre los samuráis.
Sabía, por ejemplo, que la relación entre samuráis y shinobis era tensa debido a sus ideologías opuestas. Supuso que Michikatsu no fue tan crítico con las habilidades del usuario del sonido debido a su sorpresa por lo poco que parecía un shinobi.
—¿Respiración del sonido? —murmuró Jigorō, haciendo una conexión entre ese aliento y el suyo propio—. ¿Podría ser una variación?
Aunque no tenía pruebas sólidas, una intuición le sugería plantear esa posibilidad. Pero en ese momento, su atención debía centrarse en los usuarios de respiración presentados y en pensar una forma de animar a su estudiante.
—Tsk —Zenitsu chasqueó la lengua con envidia —. Maldita sea, es demasiado atractivo.
Mientras tanto, Kaigaku permanecía sumido en su asiento, con una expresión vacía. Desde su infancia, no había experimentado una sensación tan abrumadora de inminente muerte. A diferencia de cuando era niño, y pudo escapar coqueteando con su ejecutor y aprovechando la ambición natural de los demonios, ahora no tenía forma de salvarse; o al menos no le han dado la oportunidad de hacerlo.
Ume se removió incómoda, sintiendo una extraña vergüenza al reconocer la atracción que le despertaba aquel hombre. No era que lo encontrara lindo, adorable o hermoso, simplemente era atractivo, y esa idea la inquietaba. Su aspecto sugerente, con esos brazos musculosos y una altura imponente, despertaba en ella sensaciones que le resultaban difíciles de explicar.
—Tiene buen rostro... Su piel es tersa y sin imperfecciones, y debe medir fácilmente más de 1,80 —observó Gyūtarō, analizando cada detalle del pilar.
Para Gyūtarō, ese hombre era motivo de odio y desprecio. Le repugnaba su mera existencia. En su visión del mundo, era injusto que alguien como él, con todas las cualidades para atraer la admiración y el amor de todos, coexistiera con personas como él, que habían vivido en la miseria y habían sido humilladas una y otra vez.
Lo odiaba profundamente y desearía su desaparición. Si tuviera la oportunidad, lo eliminaría con sus propias manos en ese mismo instante.
—Tranquilo, onii-chan —reconfortó Ume, abrazando el brazo de su hermano —. A menudo, la belleza está en los ojos de quien mira. Y para mí, tú eres hermoso.
Gyūtarō recibió el abrazo con gratitud, sintiendo que la ira hacia el pilar del sonido se disipaba por un momento gracias al amor de su hermana.
—Mi pequeña hermanita es todo lo bueno que existe en este mundo horrendo e injusto —pensó el mayor.
—Es un hombre bastante... —comenzó el padre de Dōma, antes de ser interrumpido por su esposa.
—Atractivo y sexy —completó ella.
El hombre miró a su esposa con incredulidad. Ella no solía fijarse en otros hombres; de hecho, desde que eran jóvenes, había sido fiel solo a él, ignorando a los demás. Nunca habría esperado escuchar esas palabras salir de su boca para referirse a otra persona.
—Sí, eso es —asintió el padre de Dōma, aceptando a regañadientes el comentario de su esposa.
Aunque le costaba admitirlo, una vil sensación de celos comenzaba a apoderarse de él. Se resistía a aceptar que envidiaba ligeramente al hombre que había logrado elogios de su esposa, rompiendo así su voto de fidelidad. Sin embargo, se consoló pensando que mientras no fantaseara con estar con él, todo estaba bien.
—Oh, vaya traje interesante que llevas —intervino Dōma, observando la vestimenta del pilar —. Te ves como un mono de circo.
—¡Qué apariencia tan extravagante y llamativa! ¡Debe ser un gran artista del escenario! —exclamó Managi, maravillado por la presencia tan destacada del hombre —¡Me encantaría hablar con él sobre una idea explosiva que tuve el otro día!
El chico de manos temblorosas gimoteó de miedo, chillando al ver a un hombre tan atractivo. Para él, individuos como aquel no deberían existir en este mundo. Esa apariencia imponente, combinada con su musculatura, altura y presencia, lo convertían en una figura aterradora. Definitivamente, odiaba a los hombres altos...
—Vaya —exclamó Keizo, abriendo los ojos de par en par al ver al hombre de aspecto llamativo—. Supongo que debe ser bastante popular entre las mujeres.
Hakuji asintió, mostrando su acuerdo con su maestro.
—Sí, su masculinidad es... demasiada.
Al escuchar la respuesta de Hakuji, Koyuki bajó la cabeza ligeramente, sintiéndose entristecida por la extraña posibilidad de que a Hakuji le gustaran los hombres.
Para Magare, aquel individuo parecía algún tipo de pervertido adinerado. Su riqueza era evidente a simple vista, y su extravagancia no pasaba desapercibida. El accesorio en su cabeza seguramente tenía un valor considerable. Sin embargo, ese aspecto "provocativamente asqueroso" le resultaba obsceno de una manera peculiar. No le sorprendería en absoluto si se enterara de que el hombre se acostaba con más de una mujer a la vez.
—Mmm, ¿Sonido? —Nakime se preguntó, mostrando su interés en esa forma de respiración— ¿Utilizará música o melodías para su aliento?
El hombre de aspecto extravagante desapareció, dando paso a una joven de cabellos rosados con destellos verdosos. La chica llevaba un haori que complementaba su uniforme de cazadora de demonios, pero debido a su prominente busto, su uniforme no cerraba por completo. Además, su expresión parecía reflejar cierta inocencia.
—Amor (Un pilar)
—¡Qué mujer! —exclamó el padre de Dōma, abriendo los ojos de par en par, maravillado por los atributos femeninos de la chica.
Nadie podría culparlo; la joven tenía un cabello muy hermoso. Sin embargo, sus ojos se desviaban hacia una zona del pecho particularmente llamativa. Sentía la tentación de tocarlos, de explorarlos en detalle, y de realizar otras acciones que no podía mencionar en ese momento.
La expresión ingenua que adornaba su rostro añadía un encanto especial. La aparente inocencia contrastaba con su cuerpo voluptuoso y su atuendo ajustado, lo cual la hacía aún más fascinante.
Él anhelaba escuchar su voz y gimoteos, en todas las formas posibles, aunque maldijo profundamente el hecho de la separación temporal que los distanciaba por más de un siglo. Daría cualquier cosa por pasar una noche con ella.
Mientras tanto, la esposa del hombre cruzó los brazos con gesto de molestia y asco, observando la actitud de su marido con desaprobación. No entendía cuándo había comenzado a desarrollar tendencias tan lascivas hacia cualquier mujer atractiva que se cruzara. Aunque en este caso, era comprensible. ¿Qué le pasaba a esa mujer?
Con su uniforme demasiado ajustado y revelador, prácticamente con el pecho al descubierto, la chica despertaba una incomodidad evidente. Su vestimenta, corta y provocativa, parecía diseñada a propósito para exhibir su cuerpo de manera sugestiva. No entendía por qué elegía vestirse así. Si fuera ella, al recibir ese uniforme, lo habría quemado sin dudarlo.
—¿Por qué los pechos de las mujeres son más grandes que los de los hombres? —preguntó el niño de ojos arcoíris, observando el llamativo busto de la chica—. ¿Tienen más proteínas en su carne?
Otra pregunta rondaba su mente: ¿por qué los hombres también tienen pechos si no los usan para nada? Aunque no eran tan grandes como los de las mujeres, tampoco había visto que fueran capaces de producir leche para alimentar a los bebés. ¿Cuál sería la función de algo tan inútil?
El chico de manos agitadas detuvo su temblor y clavó la mirada en la mujer. En ese instante, aunque no lo comprendió del todo, comenzó a experimentar una variedad de emociones. En su mente, un tumulto de pensamientos se alzó; las voces debatían acerca de la chica.
Dos de ellas la encontraban "linda" e "interesante", mientras que otra, más melancólica que las anteriores, afirmaba que su aspecto era "adorable", pero también "decadentemente disonante". Por otro lado, la voz enojada solo murmuraba insultos denigrantes hacia la mujer. Sin embargo, una voz se impuso sobre las demás, tomando momentáneamente el control.
—Es solo una ramera —murmuró el chico, expresando su opinión sobre la apariencia de la mujer.
—¿Lo dices por cómo va vestida o por su pecho anormalmente grande? —inquirió Managi, interesado en la perspectiva de su compañero de asiento.
El chico gruñó, molesto por la pregunta. Para él, nadie debía cuestionar las razones o motivaciones detrás de sus opiniones. Simplemente, ella era una ramera y punto. Consideraba su apariencia sugestiva y provocativa como vil, una mujer que alimentaba la lujuria de los hombres.
Sin embargo, en lo más profundo, una pequeña parte de él notaba una similitud entre ambos. Una estupidez, pensaba. Esa mujer probablemente no sería capaz de decir una mentira, incluso si su vida dependiera de ello. No, ¿acaso había dicho mentira? Qué torpeza; él jamás haría algo así. Él se consideraba la persona más honesta del mundo, un pobre niño víctima de los abusos de un mundo injusto y repleto de odio.
—¿Quién diseñó ese uniforme? —cuestionó Michikatsu, frunciendo el ceño ante el aspecto poco decoroso de la cazadora—. Las otras dos mujeres del video tenían uniformes más decentes.
En cierta medida, sentía molestia, pero no hacia la chica. Ella no tenía la culpa de que su uniforme tuviera unas medidas inapropiadas ni de que tuviera un propósito revelador y provocativo. El verdadero culpable de esa situación era el diseñador del uniforme.
—Debe ser incómodo combatir así —asintió Yorīchi—. Creí que, en el futuro, habría alguien que tomaría las medidas de los uniformes.
—Seguramente existe alguien, y lo hizo —supuso Michikatsu, acentuando aún más su ceño—. Pero parece que no le importó y diseñó un uniforme que satisficiera su deseo de ver a una mujer vestida de esa forma.
Siendo sincero consigo mismo, si él fuera mujer y recibiera ese uniforme, iría personalmente donde el diseñador y lo golpearía en la cara. Después, quemaría el uniforme frente a sus ojos y solicitaría uno más apropiado o incluso preferiría usar su kimono nagagi morado.
—¿Por qué alguien asociado a la cofradía querría ver a una de las cazadoras de demonios vestida así? —se cuestionó Yorīchi, sin comprender ese tipo de pensamiento; no creía que alguien afiliado a la cofradía hiciera algo así.
—Independientemente de eso —cortó Michikatsu el tema, centrándose en algo más importante—. Su respiración parece estar ligada a un sentimiento.
—Entonces, sus emociones deben estar bastante unidas a su aliento —concordó Yorīchi, compartiendo la suposición de su hermano—. Tal vez sea una chica bastante enamoradiza.
—Enamoradiza e ingenua, sí —asintió Michikatsu—. Eso explicaría por qué no se ha dado cuenta de las posibles consecuencias de portar ese uniforme.
Magare, a diferencia de los cazadores anteriores, no mostró ira ni asco. En cambio, su rostro reflejaba confusión y extrañeza, como si estuviera tratando de entender lo que veía.
—¿Por qué?... ¿Por qué lleva el pecho casi al aire? —se preguntó en voz alta, mirando a la chica con incredulidad. Reformuló su pregunta con un tono de desaprobación—: ¿Eres tonta?... ¡¿Te gusta ser tonta?!
Era evidente que la chica no era una depravada ni una pervertida, pero Magare la consideraba, en el mejor de los casos, idiota. Imaginaba que le habían dado ese uniforme con propósitos lascivos, pero su falta de perspicacia la llevó a quedarse con él para siempre. Se preguntaba cómo había logrado sobrevivir lo suficiente como para convertirse en pilar.
En su opinión, necesitaba enfrentarse al sufrimiento, tener desarrollo en la vida. No toleraba su actitud positiva, especialmente en presencia de alguien como él. La alegría de la chica le resultaba tan molesta como la del pilar de la llama.
Zenitsu, al verla, abrió los ojos de par en par, sus iris se dilataron como corazones. Para él, ella era maravillosa, hermosa, dotada, inigualable, adorable, linda, preciosa...
Kaigaku la observó con desgana; su mente aún estaba perturbada por su posible muerte y no tenía ánimos para opinar sobre una mujer con un atuendo revelador.
Jigorō, por respeto, cerró los ojos. No podía creer que, en la nueva generación de la cofradía, aún existiera un diseñador que deseara ver a las cazadoras vestidas de esa manera. En su época también había uno, pero prefería los muslos y el trasero a los pechos; los tiempos cambiaban, suponía.
—Efectivamente —asintió Hakuji con ligereza, sin apartar la mirada del suelo—. El suelo está hecho de suelo.
—Y de muy buena calidad —coincidió Keizo, también observando el suelo—. Definitivamente, es un suelo fantástico.
—¿De qué cree que esté hecho, maestro? —preguntó Hakuji, tratando de entablar una conversación—. No reconozco muy bien estos materiales. Solo sé que es un suelo muy bueno.
—Yo tampoco tengo idea —admitió Keizo, sin apartar la mirada del suelo—. Pero sus materiales son de tan buena calidad que no puedo dejar de verlos...
Koyuki se sonrojó al mirar a la usuaria de la respiración del amor. La encontraba bastante linda y adorable, con una expresión ingenua que le atraía. Agradeció en silencio que su padre y Hakuji no estuvieran mirando; habría sido demasiado embarazoso.
—¿Su cabello es... rosado? —se preguntó Nakime, preguntándose si eso le había causado algún problema a la chica—... Te compadezco.
Ella también tenía cierto problema con ese color. Sus ojos eran de una tonalidad similar al rosado, lo que a veces atraía miradas extrañas de hombres desconocidos. Por eso prefería ocultarlos. Al final del día, el negro y el rosado no eran una combinación muy favorecedora.
La chica desapareció, cediendo el escenario a la imponente figura de Michikatsu Tsugikuni, el único usuario de la Respiración Lunar. Se erguía alto y musculoso, con una presencia que irradiaba majestuosidad y dignidad. Su rostro estaba marcado por líneas rojas que se asemejaban a llamas, una en la frente y otra en la barbilla, añadiendo un aura misteriosa a su apariencia. Vestía un kimono nagagi con un patrón hexagonal en tonos púrpura y negro, combinado con pantalones hakama negros estilo umanori, sujetos por un uwa-obi blanco.
En un fugaz instante, otros dos pares de ojos se manifestaron en su rostro, pero desaparecieron tan rápidamente como habían aparecido.
—Lunar (Respirar)
—Al fin —mencionó Michikatsu, suspirando por la tardanza—, hasta que aparezco yo.
Realmente estaba agotado por esperar tanto tiempo su turno. Sin embargo, le complacía estar en ese puesto; siempre era mejor dejar lo mejor para el final. Aunque, claro, estaba obviando que aún faltaba la Respiración Solar. Sería mejor no tomarla en cuenta, de hacerlo, se enfadaría por ser el penúltimo en aparecer.
Le agradó el detalle de que representaran su capacidad para utilizar el Mundo Transparente con tres pares de ojos. Ciertamente, no le agradaría tener esa apariencia todo el tiempo, pero como simbolismo le parecía correcto. Aun así, se preguntaba por qué pasó tan rápido. Nadie, excepto su hermano o él, podría haber notado ese fugaz cambio.
—Te ves increíble —opinó Yorīchi, admirando la postura de su hermano—, seguro que si cuando eras niño vieras en lo que te convertiste, estarías orgulloso.
A pesar de sus palabras, ese fugaz momento en el que su hermano fue representado con tres pares de ojos lo inquietaba. Podría ser una forma de representar el Mundo Transparente, pero parecía demasiado pretensioso y fuera de lugar en ese contexto.
Michikatsu bufó; poco le importaba lo que su versión infantil pensaría en ese momento. Ese mocoso torpe carecía de visión. No solo deseaba convertirse en "el samurái más fuerte", sino que también carecía de la habilidad para serlo. Él ya no deseaba ser "el samurái más fuerte", ya ni siquiera se identificaba con ese deseo; ahora quería ser como su hermano. En este momento, quería ser "el espadachín más poderoso".
—Deberías estar orgulloso, eres fuerte —opinó Yorīchi, sonriendo débilmente; no comprendía la reacción de su hermano, pero lo apoyaría.
—Pero no lo suficiente —murmuró Michikatsu por lo bajo—, aunque sí estoy orgulloso.
Michikatsu se percató de la sonrisa débil de su hermano, una expresión que fácilmente podría pasar desapercibida. Odiaba esa sonrisa, la aborrecía. Sin embargo, se permitiría disfrutarla solo por esta ocasión. Porque sí, Yorīchi tenía razón, debía estar orgulloso de estar por encima de todos menos de él; era lo que le correspondía.
—Una postura digna de un hashira de la edad dorada de la cofradía —asintió Jigorō, agradecido por tener el honor de conocer al respirador original y a su hermano.
—Si así se ve él —murmuró Zenitsu, asustado por la autoridad que emana ese hombre—, no me quiero imaginar a su hermano.
Kaigaku suspiró; al final, ese hombre tenía razón. Fue débil, perdió la vida y, por ello, ni siquiera salió en este miserable video. Él, quien fue entrenado por el pilar rugiente y tiene un talento que lo diferencia de los demás, no fue ni nombrado. A diferencia de Zenistu, una escoria, una tierra, que sí apareció.
—Él tampoco se parece a los samuráis que vienen al distrito —mencionó Ume, comparando el aspecto de Michikatsu con otro samurái—. Aunque si es por su porte, quizás sí...
Por el momento no es una experta, pero sí sabe que debe reconocer a los samuráis como parte de su trabajo. Ellos son clientes bastante recurrentes en el distrito rojo. Ella, seguramente, tenga muchos clientes de esa índole en el futuro. Lo agradece, tal vez, si tiene suerte, en un futuro terminé casada con uno.
Gyūtarō se le quedó mirando a su hermana por unos instantes, negando levemente.
—Más te vale no corromper a mi linda hermana, vieja bruja —pensó Gyūtarō, maldiciendo internamente a la dueña de la casa del té.
No es que no agradezca que los acogieran ni que hubiera preferido que su hermana no recibiera educación, tampoco se queja de que les dieran trabajo a ambos. Pero le desagradaba la idea de que su hermana se convirtiera, con el tiempo, en una persona como las del distrito rojo.
—Es alguien que impone, eso lo admito —asintió Managi, cruzándose de brazos y con una tonalidad en su voz similar a la de un crítico—, aunque si tuviera un aspecto más aberrante sería mucho mejor.
—Ni siquiera en la noche están a salvo —murmuró el chico de manos temblorosas, soltando una ligera carcajada.
Los demonios salen cuando el cielo nocturno está en su punto, la luna es su aliada y su protectora. Pero, irónicamente, es placentero encontrar a un cazador que use un aliento lunar. Le alegra encontrar tal ironía, aunque siente que un futuro decadente y triste le pasará a ese hombre.
Magare frunció ligeramente el ceño, sintiendo algo diferente en ese individuo. A diferencia de los demás, él no parecía emitir positivismo, deshonestidad ni tenía el aspecto vulgar y agresivo de un criminal. Era digno, majestuoso y, detrás de todo ese semblante, se ocultaba un sentir bastante oscuro.
Lo había observado de reojo, esas miradas envidiosas, ambiciosas y con un claro temor por la muerte. Nunca había sentido simpatía por nadie, de hecho, podía estar seguro de que, incluso como humano, tenía pocas emociones. Sin embargo, podía llegar a congeniar con ese hombre.
Si temía a la muerte siendo tan joven, era porque se encontraba en la misma situación, con una muerte prematura pronosticada de antemano. En el caso extremo de que se convirtiera en demonio y alcanzara el rango suficiente, podría ofrecerle la oportunidad de convertirse en uno.
No como amigo o conocido, sino estableciendo una relación de socios en negocios.
Él sería su ejecutor personal, un gesto de agradecimiento por salvarlo de la muerte. Además, con la eternidad por delante, podría cumplir sus ambiciones y, quizás, aplacar la envidia que sentía por su hermano.
Eso nos lleva a otro asunto: el hermano de ese hombre representaba una amenaza. Si rastreaba a su familia y la eliminaba de raíz, también significaría sacrificar al espadachín de la respiración lunar. Era una lástima, pero entre obtener un ejecutor y destruir a ese hombre, prefería lo segundo.
Yorīchi volvió a aparecer, esta vez como representante de la respiración original. Sin embargo, no estaba solo; junto a él se encontraba un joven que portaba el uniforme de los cazadores de demonios junto con un haori verde con cuadros negros. Lo más peculiar era que, al igual que el respirador original, poseía unos aretes hanafuda.
—Y sol (Concentrar)
—Pero... ¿qué? —Michikatsu abrió los ojos, sorprendido por lo que veía—¿Quién demonios es ese?
No se sorprendía al ver a su hermano; era evidente que iba a aparecer. Sin embargo, no conocía a ese mocoso. Al lado de su hermano había un joven, con los mismos aretes hanafuda, y con un cabello semejante al de su familiar. Él creía que no habría nadie, aparte de su hermano, capaz de realizar la respiración madre.
Yorīchi sonrió sutilmente, agradecido por saber que, al final, sí hubo alguien con la capacidad de heredar su respiración solar. Le alegraba saber que, en el futuro, existiría una persona que usaría su aliento para ayudar a la humanidad al cazar demonios.
—Yorīchi, los aretes que porta ese muchacho son los tuyos —mencionó Michikatsu, recibiendo un asentimiento de su hermano—¿Tuviste o vas a tener algún hijo?
La única explicación que se le viene a la mente en este momento, al menos una que puede creer, es que ese chico sea un descendiente de su hermano que, por alguna razón, logró aprender la respiración solar.
—Lastimosamente no —respondió Yorīchi, entristecido por recordar que, en algún punto de su vida, pudo haber sido así—. Independientemente de eso... me alegra saber que mi respiración volvió en el futuro.
—Otra posibilidad es que le hayas pasado los conocimientos de tu aliento a alguien —meditó Michikatsu, conteniendo su irritación por la situación—. Cosa que no debe ser posible. Nadie en nuestra época debió poder realizarla.
—Tal vez las personas a las que les enseñé mi respiración no pudieron usarla —repitió Yorīchi—. Pero sus descendientes tal vez sí.
—Eso sería demasiado circunstancial —respondió Michikatsu, refunfuñando un ligero insulto—. Pero posible.
Le hierve la sangre al pensar que alguien haya logrado usar la respiración solar. Se suponía que el aliento de su hermano y el suyo se perderían en la historia. Todo porque nadie podría aprenderlos. Ahora, su técnica es la única que se perderá.
Lo odia, le asquea, le hastía; ¿por qué siempre el mundo favorece a su hermano?
Magare observó a los dos representantes con una mirada inerte, perpleja y desenfocada. No podía creerlo. Pensaba que si ese hombre moría, se llevaría consigo esa maldita respiración. Sabía que, posiblemente, si acababa con su familia, ningún aliento sería desarrollado.
Pero... ¿y si aunque acabara con el linaje de ese espadachín antes de que empezara, no funcionaba? Ese chico, por muy similar que sea a Yorīchi, no parece estar relacionado con la sangre. Tenía miedo. ¿Qué tal si esa respiración estaba destinada a llegar a los humanos más tarde que temprano?
No, estaba siendo paranoico. Era imposible, ni que existieran dioses que anhelaran la destrucción de los demonios. Eso no existía. No existían los dioses, ni los espíritus, ni los budas. Todos eran solo cuentos e historias exageradas.
Él sería eterno, y nadie, ni siquiera esos dos, podría detenerlo...
Zenitsu suspiró, agradecido de encontrar a una persona que no pareciera un salvaje. Si ese chico no distaba mucho en edad, entonces significaba que podrían ser compañeros. Lo agradecía, si tuviera que soportar solo a esa bestia salvaje, estaría perdido.
Aunque esperaba que no se entrometiera mucho en su romance con la chica de las flores, o en cualquier otro posible amorío que pudiera tener. Ya lo podía ver viéndolo con mala cara por tratar de cortejar a una señorita.
—Aunque si fueras una chica —Zenitsu se imaginó a ese chico como una jovencita—... serías hermosa.
—Así que existirá otro usuario de la respiración madre —murmuró Jigorō, sonriendo por tal posibilidad; tal vez el mundo estuviera preparando el escenario necesario para la ejecución del rey demonio.
—Los ojos del chico son algo lindos —Ume admitió, encontrando hermosa la tonalidad y la profundidad de su mirada.
—Bah —Gyūtarō bufó, molesto por lo dicho por su hermana—... aunque me produce un sentimiento familiar...
—El espadachín de la era Sengoku impone muchísimo —Managi opinó, viendo la majestuosidad de Yorīchi—. El niño, en comparación con él, es solo un solecito inocente.
—¿Inocente? —cuestionó el chico de manos temblorosas—. Literalmente decapita demonios.
—Dije "en comparación con él" —Managi resaltó—. Es obvio que nadie con una espada en la mano es completamente 'inocente'.
—¿De verdad ese chico sabe usar esa espada? —preguntó Hakuji, dudando de sus habilidades por su aspecto—... tiene cara de panadero.
Hakuji no estaba acostumbrado a ver a alguien con esa apariencia blandiendo una katana. La idea de alguien que trabaja con masa convirtiéndose en un hábil espadachín le resultaba extraña, pero no podía negar la determinación en la mirada del joven.
—Curioso —admitió Keizo, frotándose la barbilla con dos de sus dedos—. Yo le vi cara de carbonero.
—Bueno, ambos trabajos requieren del fuego —intervino Koyuki, pensando que ambas opiniones no estaban tan alejadas—. Aunque yo solo pensé en él como una buena persona. Como tú, Hakuji-san.
Koyuki elogiaba la percepción de Hakuji como alguien amable y afable, algo que no todos podían ver a simple vista.
—Y-yo no creo poder ser catalogado de esa forma —respondió Hakuji, sintiéndose un poco incómodo con el cumplido—. Pero gracias.
—Los dioses respondieron al llamado y trajeron a otro elegido al mundo —dijo el padre de Dōma con una sonrisa, expresando su esperanza en el nuevo portador de la respiración solar—. Esperemos que sea capaz de purgar este mundo de los demonios.
La esposa del hombre asintió, mostrando su acuerdo con su marido y compartiendo su optimismo hacia el nuevo elegido.
—Pero sí parece solo un bailarín —pensó Dōma, encontrando al nuevo usuario de la respiración solar como un mero artista dedicado a la danza, específicamente a las danzas ceremoniales.
—Es el sol que brilla en la inmensidad del cielo azul, siempre acompañado por su hermano, la luna —reflexionó Nakime, encontrando la inspiración que necesitaba en la dualidad celestial.
Nakime contemplaba la imagen del sol y la luna en su mente, dos fuerzas opuestas pero complementarias que luchaban contra la oscuridad.
—Ambos quieren destruir la oscuridad —continuó—. Pero solo el sol, a diferencia de la luna, no mira a otros con superioridad, pero tampoco con inferioridad.
Nakime se sumergió en sus pensamientos, explorando la idea de la coexistencia pacífica de la luz y la oscuridad.
—Y, aunque el sol se ponga, la nueva generación representará el amanecer. Es una historia familiar digna de una canción —Nakime sonrió con emoción, imaginando la melodía que podría componer—. Tal vez pueda unirla a la anterior...
(Yo soy un pilar, respirar, concentrar)
—¿Ese fue todo el video? —preguntó Managi, recordando las palabras del anfitrión súbitamente—. Bueno, para ser un adelanto supongo que está bien...
—Si esto es un adelanto... sálvenos cuando salga algo que no sea 'corto' —chilló el chico de manos temblorosas, su nerviosismo palpable en su voz.
—¿Por qué siento que, a pesar de que esto es corto, han pasado horas? —Zenitsu murmuró, su incomodidad evidente en su tono de voz.
Zenitsu se pasó una mano por el rostro, sintiéndose agobiado por la cantidad de información que acababa de procesar en tan poco tiempo.
—Es por la información —Jigorō explicó—. Al tener mucha información, tardas en procesarla.
Kaigaku bufó, desgastado por la información recibida. Sigue negándose a creer que su muerte fue pronosticada solo porque no apareció en el video. Realmente está más aterrado por su fallecimiento que irritado por la aparición de Zenitsu.
Kaigaku cruzó los brazos con frustración, tratando de ahuyentar los pensamientos intrusivos sobre su propio destino.
—Supongo que no fue tan malo —suspiró Michikatsu, tratando de recomponer su ira interna—. Los pilares de esa generación son mejores de lo que esperaba.
Magare puso los ojos en blanco, molesto por escuchar ese 'Los pilares de esa generación son mejores de lo que esperaba'. Si esos pilares superaron sus expectativas, eso significa que los otros que han existido son peores. Solo faltaba que haya un alcohólico, definitivamente esa organización está condenada a la decadencia.
—A mí me gustó —Yorīchi admitió, sonriendo sutilmente—. Me es grato saber que mi aliento pudo derivarse de tantas formas para ayudar en la lucha contra los demonios.
—Bueno, fue solo un adelanto —reconoció Michikatsu, acomodándose de mejor forma en su asiento—. La información vendrá en el siguiente material.
Yorīchi asintió, expectante del siguiente video.
El aroma especiado del café flotaba en el aire, mezclándose con el murmullo de la calle y el suave tintineo de las tazas. Badir y Alina estaban sentados en la zona exterior de una cafetería, bajo la sombrilla que los protegía del sol matutino. Aunque estaban en realidad en el comedor del lugar, Badir había pedido que se simulara el ambiente de una típica cafetería. Desde su posición, tenían una vista directa hacia la calle pavimentada, adornada con pequeñas mesas circulares y sombrillas similares a la suya.
En la mesa frente a ellos, dos tazas de café reposaban sobre el mantel blanco. Alina sostenía delicadamente una taza de Café Especiado de Otoño, mientras que Badir optaba por un café negro más simple.
—Señorito Ner-
—Me llamó Badir —corrigió él, con un tono suave pero firme—. Y ya no soy un 'señorito'.
—¿Cómo quisiera que me refiera a usted en esta sesión?
—Badir.
—Entendido.
—Ahora sí, ¿cuál es tu pregunta?
—Badir, ¿comenzaste a beber café negro para hacerte el interesante o alguien maduro para las chicas? —planteó Alina, con su típico tono neutral, pero con un destello de curiosidad en sus ojos.
Badir levantó una ceja, como si la pregunta fuera absurda, pero, al mismo tiempo, mereciera cierta consideración.
—¿Por qué beber café me haría ver como alguien interesante o maduro? —respondió él, con un toque de sarcasmo en su voz.
—Los niños no toman café. Eso es algo que hacen los adultos. Si un niño o adolescente bebe café, es porque quiere parecer maduro —explicó Alina, sacando conclusiones lógicas.
—Verifica tus fuentes, niña —contrapuso Badir, tomando un sorbo de su café negro—. Yo llevo bebiendo café desde los ocho años. Además, me gusta el negro.
Alina asintió, procesando la información.
—Ya veo... es por ello por lo que disfruta bebiéndolo, ¿no? Es su rutina —reflexionó.
—Más o menos... —murmuró Badir, dejando la frase en el aire, como si hubiera más que decir, pero no quisiera profundizar en el tema.
La expresión de Badir seguía siendo imperturbable, sus ojos cansados y su postura relajada, pero una sombra de intriga cruzó fugazmente por su rostro. La transformación temporal que lo había forzado a ser un niño no había cambiado su esencia, solo había alterado su altura y algunas características triviales. Sin embargo, sus ojeras y su tez pálida seguían siendo las mismas.
Alina observó a Badir por un momento, notando las pequeñas imperfecciones en su aspecto que lo diferenciaban de la apariencia registrada de Nero en su sistema.
—¿Por qué tienes ojeras? ¿Su horario de sueño se ha vuelto desequilibrado? —preguntó ella, con la misma neutralidad, pero con un atisbo de preocupación en su voz— ¿Quisiera que hable con su madre para modificar sus horarios y pueda tener más tiempo de descanso?
Badir desvió la mirada hacia la calle pavimentada, evitando la pregunta directa.
—Las ojeras ahora son una parte de mí que no puedo quitar —respondió vagamente, cambiando de tema—. No llames a mi madre, es innecesario y, además, ella comprende que mi aspecto actual es más ventajoso que perjudicial.
—Comprendo.
—Dejando ese tema de lado, ¿qué tal el café?" planteó Badir, dando otro sorbo a su taza.
Alina miró su propia bebida, el Café Especiado de Otoño, con una ligera curiosidad.
—¿Desea que analice el sabor y los ingredientes en la bebida que estoy consumiendo? —preguntó ella, siguiendo su protocolo.
—No. Solo dime qué opinas —insistió Badir, con un tono de voz que denotaba cierta impaciencia.
—Ner- Badir —corrigió Alina—. En este modo carezco de la capacidad de dar una opinión. No poseo emociones, carezco de experiencias personales al pie de la letra y, sobre todo, mis respuestas se basan en algoritmos y datos que se me han proporcionado de antemano.
Badir asintió, había previsto ese tipo de respuestas. Sin embargo, podía evadir ese tipo de limitaciones simplemente reformulando la petición.
—Si tuvieras emociones y usaras las pocas experiencias personales que tienes almacenadas en tu base de datos, ¿qué opinión tendrías acerca del café que estás consumiendo? —preguntó Badir, tratando de obtener una respuesta más allá de la lógica.
Alina consideró la pregunta, tomando un sorbo de su café antes de responder.
—Está delicioso —respondió, con un tono de voz neutral pero positivo.
—Perfecto, ¿viste que si podías? —bromeó Badir, siendo ligeramente sarcástico en su tono de voz, pero con un destello de satisfacción en sus ojos.
—¿Debería buscar a alguien para que te de una mejor opinión? —propuso Alina, considerando que la respuesta de Badir fue vaga y no suplió su necesidad de aprobación.
—Lastimosamente, en este lugar solo estamos tú, Elián, un esqueleto blasfemo y yo —respondió Badir, tomando otro sorbo de su café, con una mueca de descontento.
Alina frunció levemente el ceño, procesando las palabras de Badir.
—¿El chico que estaba a tu lado no es alguien a considerar? —preguntó ella, buscando alternativas.
—A él no le gusta el café —respondió Badir, con cierta desilusión en su tono de voz, como si lamentara la falta de afinidad de su hermano por la bebida.
—Naturalmente, es de suponer que el esqueleto no puede beber, ¿verdad? —cuestionó Alina, encontrando ilógico tomarlo en cuenta.
——Sorprendentemente, sí puede," respondió Badir con ironía—. Pero tampoco le gusta. Puro mal gusto aquí.
—Tal vez si agendas una cita con tu madre—propuso Alina—... a ella le gusta el té, pero podría probar el café por ti."
La mención de su madre pareció tensar ligeramente los hombros de Badir.
—No —respondió él, cortante, desviando la mirada hacia la calle—. Aunque la representación de la vida y la muerte se casaran. Jamás...
Una voz femenina resonó en la mente de Badir, interrumpiendo el silencio de sus pensamientos. "Qué malo eres, hijo mío. Estaría encantada de beber contigo" susurró, evocando cierto malestar en la mente del pelinegro.
Badir entrecerró los ojos, no porque su madre le cayera mal. A diferencia de lo que muchos podrían pensar, él no odiaba a su progenitora. De hecho, la amaba y respetaba mucho. Reconocía que ella podía tener tendencias cuestionables, pero él también tenía sus propias cualidades oscuras. No era un hipócrita; sabía que ambos estaban enredados en más de una situación complicada.
Por ejemplo: ambos son sádicos de cuidado.
Sin embargo, una cosa era reconocerlo y otra muy diferente era demostrarlo. Prefería mantenerse al margen en su relación con su madre. Además, así evitaba que los seguidores del culto, que la adoraban como una divinidad, invadieran su privacidad.
—Cada vez que me niego a ver a mi madre, siento algo en el pecho —pensó el chico, frunciendo el ceño. —¿Acaso ella me maldijo con arritmia cardiaca?
—¿Qué tal Winter? —propuso Alina, recordando que él y Nero eran bastante cercanos.
Badir aligeró un poco su ceño, recordando brevemente su infancia. Pasaba mucho tiempo con sus primos, a quienes consideraba como hermanos menores en aquel entonces. Suponía que, incluso cuando era humano, sentía la impetuosa necesidad de ser un hermano mayor.
—Él es más de chocolate caliente—respondió Badir con una leve nostalgia—. Además, es un idiota sin remedio.
"¿Sabes? Eres mi primo favorito. Si me lo pides, podría intentar beber café", resonó la voz de un joven en la mente de Badir, aunque él optó por ignorarla.
—¿Selene? —planteó Alina, sugiriendo otra opción.
Badir profirió un leve sonido pensativo, evitando pensar demasiado en ella. Aunque solía pasar tiempo con Winter y Selene, desde que ella se obsesionó con los venenos, le tenía cierto recelo. Sus experimentos eran... cuestionables en más de un sentido.
—¿Quieres que me envenene?
—¿Por qué su prima trataría de envenenarlo?
—Para probar si es capaz de crear una toxina capaz de hacerlo.
—... comprendo.
"No me agrada que pienses eso de mí. Que sea verdad no significa que no me ofenda", resonó la voz de una chica en la mente de Badir, claramente indignada por la insinuación.
—¿Koru? —mencionó Alina.
—Él... él está muerto, Alina —respondió Badir, con un deje de tristeza en su voz—. Murió poco después de que despertaras una consciencia, así que es entendible que no lo recuerdes...
"Al menos aquí ya no tengo que lidiar con esas cosas...", suspiró una voz en la mente de Badir. Aunque su ser original pudiera haber muerto, él seguía atrapado aquí, y si era sincero consigo mismo, prefería estar aquí que afuera.
—Comprendo. Perdón por mencionarlo—dijo Alina, disculpándose.
—Sin problema —respondió Badir, tratando de disipar la melancolía que había invadido la conversación.
—¿Actualmente existe algún miembro del clan que comparta tus gustos con el café? —preguntó Alina, buscando iniciar una conversación.
Badir tomó un sorbo de su café antes de responder.
—No me he informado de las nuevas integraciones desde hace muchos años. La mayoría de mis responsabilidades fueron pasadas a ti.
Alina reflexionó un momento antes de replicar con su característica neutralidad.
—Como asistente, debo hacer hincapié en que yo no estoy para hacer todo el trabajo de mis usuarios. Mi labor es asistir, facilitar y aumentar la eficacia de sus trabajos. Darme tus responsabilidades es sobrevalorar mis capacidades.
Badir sonrió ligeramente ante la respuesta de Alina.
—Créeme cuando te digo que sé muy bien lo que eres y no eres capaz de hacer. Te conozco al derecho y al revés. Tanto externamente como internamente. Por eso sé mis responsabilidades están en buenas manos contigo.
Alina asimiló las palabras de Badir, procesándolas en silencio antes de continuar con la conversación.
—Halagador, pero sigue siendo un pensamiento bastante evasivo. Volviendo al tema del café, ¿tiene algún conocido que suela disfrutar de un café con usted, aunque sea lo común? —preguntó, mostrando interés genuino en la vida de Badir.
Badir reflexionó por un momento antes de responder, con un matiz de extrañeza en su voz:
—Mi mascota.
"Es la primera bebida a la que me habían invitado... supongo que por eso me gustó", admitió una voz femenina con cierta timidez en la mente de Badir, reconociendo que su aprecio por el café tenía raíces en una experiencia tardía. Siendo sincera consigo misma, recordaba con claridad que ese café fue el primero que había probado en su vida.
Alina, sin embargo, se mostró preocupada por la seguridad del animal:
—Los gatos y los perros no deben beber café. La cafeína presente en el café es muy peligrosa para la mayoría de los animales, incluyendo los antes mencionados. Los felinos y los canes son más sensibles a los efectos de la cafeína que los humanos. Incluso una pequeña cantidad puede causar grandes efectos adversos en ellos. No recomiendo hacer eso.
—¿Y yo cuándo dije que mi mascota era un perro o un gato? —cuestionó Badir con cierto tono de desafío, desviando la atención de la pregunta inicial.
—¿Podría especificar el animal? —insistió Alina, mostrando preocupación por la seguridad del animal.
—No —respondió Badir de manera tajante, revelando su renuencia a compartir más detalles.
—Badir, tratar de evadir la pregunta solo pondrá en potencial peligro a tu mascota —advirtió Alina, buscando garantizar la seguridad del animal y mostrando una determinación inflexible.
—Alina, aunque no lo parezca, ya tengo la edad suficiente para tomar mis decisiones, poseo un cuerpo de adulto, aunque no esté en este momento, y he replicado un poder que me dota de la sabiduría necesaria para saber que no es y que no es peligroso —declaró Badir con una seguridad que rozaba la arrogancia.
Alina, manteniendo su tono neutral, advirtió con cautela:
—La sabiduría no equivale a la madurez.
La respuesta de Alina hizo que Badir frunciera el ceño, recordando ligeramente el porqué, a pesar de no haber conocido a esta versión de Alina en su momento, cada vez que la ve en sus memorias lo saca de quicio.
Justo en ese momento, la campana resonó en la habitación, alertando a los dos. El sonido llenó el espacio, interrumpiendo su conversación.
—¿Qué función tiene la campana? —cuestionó Alina, ignorante del significado del aviso—¿Es alguna clase de timbre de emergencia o dicta un intervalo de tiempo?
Badir suspiró pesadamente, asumiendo que sería Elián quien plantearía la curiosidad en esta ocasión. Pero, para su sorpresa, el muy idiota se escondió para evitar ser encontrado rápidamente por Lena en caso de que regresara.
—Su estupidez me sorprende. Nadie escapa de Lena cuando se enfada.
Mucho menos si es alguien que fue criado por ella. No importa donde se esconda Elián, Lena prácticamente podría rastrear su posición con el mero pensamiento.
—Y ahora les voy a contar un secreto de "The Upper Moons React" —Badir comentó, cambiando de tema con monotonía—. La razón por la que el cuervo de Inosuke no aparece es porque este último lo ha intentado devorar en 18 ocasiones. En consecuencia, le tiene miedo.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Alina, confundida—¿A quién le estás hablando?
—A pesar de eso, el cuervo siempre acompaña a Inosuke en sus misiones. Simplemente mantiene cierta distancia.
—Badir, si sigues así, me veré obligada a intervenir y realizar un chequeo médico para investigar un posible fallo en tu mente.
—En fin, nos vemos. No se pierdan el próximo episodio "Formas de respirar" —concluyó Badir—. Y no te recomiendo entrar en mi cabeza. Te llevarías... una sorpresa.
Diversas voces rieron en su mente, deseando que Badir no hubiera dado esa advertencia.
Recuento de palabras: 32.794. (Yo: ¿Kha?)
Publicado: 19/Abril/2024
Editado: ???
¡Saludos a todos mis queridos lectores!
Estoy emocionado de compartir con ustedes el primer capítulo de "The Upper Moons React". Como algunos de ustedes podrán notar, este capítulo es una reinterpretación y reescritura del segundo capítulo de la versión anterior. Encontrarán algunas reacciones similares, pero también descubrirán otras completamente nuevas y diferentes.
Me sorprende la extensión de este capítulo, especialmente considerando que las reacciones puras de los personajes suman casi 18.500 palabras. Además, tuve que reescribir el contenido del video para proporcionar más detalles, ya que el video original fue eliminado.
(A pesar de que el video fue eliminado, las videos reacciones de las personas que cayeron en la trolleada del dueño del canal siguen por ahí) XD.
También adapté el pequeño descanso que tuvieron los personajes en la versión original. A pesar de todo esto, no esperaba que el texto alcanzara tal longitud. En resumen, es un capítulo bastante extenso.
(Perdón por el Shitpost de anciano)
Agradezco sinceramente que se hayan tomado la molestia de leerlo. De hecho, es curioso, la versión original de este capítulo se publicó el 13 de abril de 2022. Es decir, estoy publicando este capítulo con 5 días de retraso en comparación con mi yo del pasado. Evidentemente, tenía más tiempo libre en esa época.
Dado el contenido de este capítulo, creo que es obvio cuál será el tema del siguiente episodio. Se basará en el siguiente video:
https://youtu.be/9rROcKJ_YL4
Como la traducción ya está en el libro anterior, se podría decir que ya tengo la traducción. Sin embargo, puede que tarde un poco en publicar el próximo capítulo porque he estado ocupado. El capítulo que acaban de leer tardó entre dos y tres semanas en proceso, y eso que trabajé en él de a ratos.
Espero que hayan disfrutado de este capítulo y me encantaría conocer sus opiniones. Me despido compartiendo algunas imágenes. Lamentablemente, no pude encontrar a los artistas, pero todos los créditos van para ellos.
PD: Originalmente iban a ser imágenes de Kimetsu, pero me pareció divertido que hayan hecho una especie de crossover del universo de 31 Minutos con Jujutsu Kaisen.
[Aquello que lo inició todo: separados al nacer]
[Kento Triviño o Tulio Nanami]
[¡No me gusta como canta! ¡Devuélvase para Japón!]
[¡Es Juan Pablo Sopa! ¡El Abogado que habla como idiota! ¡Y cobra como genio!]
[Siempre es grato ver a Guaripolo ser madreado]
[Juanin, el blogero que se convirtió en hechicero]
[Portadas de Tulio]
[Toc toc toc]
[Diente blanco, no te vayas :(]
[Somos un noticiero... ¡Vivimos de la desgracia ajena!]
[Presentación de Tulio como hechicero]
¿Cuál fue su imagen favorita?
En lo que a mí respecta, la última capturó mi atención de manera especial.
Además, quiero aprovechar esta oportunidad para expresar mi gratitud. En la historia anterior, algunos de ustedes recomendaron un rap de Jujutsu. Fue mi primer acercamiento a esa serie y debo decir que me gustó. A veces me resulta un poco complicado entender algunos aspectos, pero siempre termino encontrando una explicación que tiene sentido para mí.
Sin más preámbulos, me despido. ¡Hasta la próxima!
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