
✘ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴅɪᴇᴄɪᴏᴄʜᴏ
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Martes 30 de Mayo del 2023
Gimhae, Corea del Sur.
4:00 a.m.
Un año, dos meses y dieciocho días después del primer contagio.
...
Jimin corría, corría de la oscuridad que lo perseguía y estaba a punto de atraparlo entre sus garras, corría desesperadamente entre los arbustos frondosos mientras se daba de manotazos con las ramas rasposas, tratando de escapar de la gente de Dakho, de los mordedores, de Jeon absolutamente todos. Corría con Byron a su lado, qué era lo único que necesitaba, corría sin mirar a sus espaldas, pasando de largo la fogata que era la única luz existente en ese momento.
Esperó a que Jungkook se distrajera. En el primer momento en que el pelinegro bajó la guardia y apartó la vista de él, Jimin se había echado a correr.
La adrenalina lo había empujado al borde del colapso, y desde allí solo quedaba saltar al vacío.
Ignoró la forma en que su cuerpo se estremeció a medida que se alejaba cada vez más por un rumbo desconocido y oscuro. Realmente estaba escapando. Escuchaba a Jungkook llamarlo detrás suyo mientras lo perseguía entre los árboles como un maldito tigre.
Jimin no estaba pensando claramente. El pánico lo enajenó por completo. Fue un impulso momentáneo el querer huir. Sabía que no escaparía, sabía que Jungkook iba alcanzarlo en cualquier momento, pero de repente todo fue demasiado para él, la carga física y mental, y su única salida fue correr. Estaba asustado. Tenía las emociones a flor de piel, pues su mente se quedó en el feroz altercado que vivió en carne propia y que no quería volver a repetir.
Sentía que finalmente lograron hacerlo perder la cabeza. El panorama le daba vueltas, las ilusiones auditivas de sus risas histéricas hacían ecos en su cabeza. Se burlaban de él. La oscuridad empezaba a consumirlo todo, consumir sus esperanzas y deseos, consumir a sus amigos, consumirlo a él mismo.
La desesperación es para aquellos que ya no tienen esperanza, alguien dijo una vez. Y ahora lo entendía. Porque esa desesperación lo había consumido.
Mareado por el arranque de locura, Jimin se tropezó con la raíz de un árbol y cayó de bruces al suelo. No hizo un intento por levantarse y se quedó allí, lamentándose. Le dolía el cuerpo entero e hizo lo posible por no darle importancia al constante dolor en su cuello magullado y tórax lastimado. Estaba aguantando no quebrarse como el blando que era. No quería confirmar la razón por la cual los demás querían aprovecharse de él, por ser débil.
Por no querer actuar igual a ellos y perder su humanidad.
Todavía sentía las manos calientes de aquel hombre recorriendo su cuerpo, haciéndole asquear y enfadar al mismo tiempo. Desesperado, Jimin se talló la piel de su cuello en donde se había atrevido a besarlo.
Quería gritar de la impotencia.
Nunca, en toda su vida, le había dado gusto la muerte de un ser humano hasta que el hombre cayó de bruces delante suyo y Jungkook acabó con él.
¿Era espantoso tener ese tipo de pensamientos?
Dio comienzo una nueva etapa en la lucha por la supervivencia a la que debía ajustarse antes de que fuera demasiado tarde. De no hacerlo perecería como el contrincante más débil, porque no cabía duda que lo era en este momento. No seguía las reglas carentes de moral. Asesinar a sangre fría se convirtió en un aspecto fundamental, primitivo, pero irrevocablemente necesario.
Era la ley del más fuerte, prevalece.
Pero Jimin no quería someterse a eso.
No quería ser un monstruo.
Jimin estaba tan perdido entre el caos de su mente que no escuchó los pasos erráticos que lo estuvieron persiguiendo todo ese tiempo. Fue el gemido gutural detrás de él lo que lo hizo girarse, pero ya era demasiado tarde. Solo alcanzó a cubrirse la cabeza con los brazos, esperando el golpe, el mordisco...
No hizo nada por defenderse.
Sin embargo, el final nunca llegó.
Un zumbido rasgó el aire y la fuerte ráfaga que pasó volando por encima suyo le hizo levantar la cabeza. Jimin abrió los ojos, perplejos, viendo dos cuerpos estrellarse contra el suelo, revolcándose entre hojas secas y un remolino de polvo.
Jungkook.
Lo único que podía ver eran las patadas, gruñidos y golpes desesperados... Byron ladraba enloquecido, dando vueltas al alrededor de la pelea, con los colmillos al aire, sin saber si intervenir o proteger.
Con un gruñido, Jungkook se esforzó por tomar la cabeza del errante que estaba encima de su cuerpo, llevándose entre sus dedos un puño de cabello y piel necrosada. Maldijo entre dientes, pero consiguió enterrar el cuchillo en la sien del muerto que por fin se dejó caer, librándose de ser mordido por poco.
Respirando con dificultad, Jungkook se incorporó y se puso de pie. Su pecho subía y bajaba con violencia. Su rostro furioso estaba cubierto de fango mientras que su camiseta estaba hecha jirones, rasgada justamente por la mitad, manchada con sangre negra y asquerosos fluidos de muerto.
Jungkook le lanzó una mirada mortal a Jimin, quien lo miró sorprendido porque lo había salvado y luego, asustado porque el hombre que se encontraba claramente furioso ya lo había alcanzado.
—¡¿Qué carajos crees que estás haciendo?! ¡Si querías morir te hubiera dejado en aquel centro comercial desde un inicio! — su voz resonó.
Jimin agachó la cabeza silenciado por el poderoso grito. Jungkook ya reconocía esa cara afligida.
—No, no vayas a llorar de nuevo — le advirtió no estando dispuesto a dejarlo pasar en esta ocasión —. Lo que pasó con ese hombre no fue nada, te lo aseguro, así que levanta la mirada y demuestra porque has conseguido estar vivo todo este tiempo. ¿Eres un verdadero sobreviviente o has vivido por pura casualidad? —le preguntó con rudeza, sin quitarle los ojos oscuros de encima.
Jimin absorbió su nariz secretando líquido e hizo contacto visual con Jungkook desde el suelo:
—¿Es que nunca sientes nada? ¿No eres humano?
—No me vengas con esa ridiculez ahora.
—Nada parece afectarte lo suficiente — le dijo el castaño —. Ni siquiera asesinar a una persona.
Jungkoon soltó una risa amarga.
—¿No querías asesinarlo tu también? — preguntó él pelinegro, arqueando una ceja hacia él.
Entonces, sus ojos acusadores lo miraron fijamente como si fueran capaces de ver a través del alma de Jimin. Jungkook tenía el don de ver directamente a los ojos y hacer que cualquiera desviara la mirada y confesara sus secretos.
Jimin agachó la mirada y se quedó callado.
—Claro que querías, lo vi en tu mirada. Ese gratificante deseo venganza... de hacerlo pagar... —las palabras se resintieron en Jimin que se encogió de hombros —. Ese sentimiento te consumirá antes de que te des cuenta, pero lo hará más fácil. Te ayudará a asesinar — le dijo, asustando al contrario.
Ese era el problema.
Jimin no quería asesinar personas.
Era consciente de sus emociones, de lo que sintió en ese momento y lo que sentía ahora, lo cual chocaba con la moralidad que seguía aferrándose a él.
Si, queria asesinar a ese hombre él mismo. Nunca habia odiado tanto a una persona. Quería verlo morir por lo que intentó y por poco consiguió hacer... Sin embargo, no pudo hacerlo porque algo en su cabeza le seguía diciendo que se trataba de un ser humano al final de cuentas, merecía la muerte, indudablemente, pero Jimin no deseaba tener un sentimiento tan corrosivo, insano y perverso en su interior porque terminaría consumiendo todo a su paso hasta solamente dejar los desechos.
En lugar de sanar y brindarle alivio, lo dañaría más y más, lo haría pudrirse por dentro. Cuando menos se diera cuenta sería un ser lleno de odio. Había una delgada línea entre la venganza y la justicia, la cual podía confundirse.
La venganza nunca era la mejor opción.
—J-jamás había tenido que asesinar a una persona antes, yo... no sé como hacer esto — Jimin escondió el rostro entre sus manos que estaban apoyadas en sus rodillas flexionadas —. Solamente quiero irme de aquí. ¿Cómo puedes vivir de esta forma?
Jimin estaba desesperado. Quería de regreso su vida cuando únicamente eran Byron y él contra los muertos vivientes. Nunca tuvo que pasar por algo parecido a esto porque estaba solo. Todo se empezó a ir en picada cuando se reencontró con la sociedad.
La gente, los sobrevivientes, era el verdadero problema en este apocalipsis.
Jungkook lo vio irritado —. ¿Cuándo entenderás que este es el mundo ahora? Debes olvidarte del pasado y adaptarte al presente. ¡Sal de tu burbuja, maldición!—le respondió como si fuese una basura evidente.
—¡Este no es el mundo!—le dijo Jimin gruñendo entre dientes. No era supervivencia sino maldad—. Este es el mundo en el que ellos quieren que estés, pero no es así. Todavía hay opciones.
—¿En serio? ¿Y cuáles son esas opciones? ¿Huir lejos solamente para ser atrapado al poco tiempo o colgarse de un maldito árbol? — dijo irónico, dejando a Jimin sin palabras, con su labio inferior temblando —. ¡No hay opciones! ¡Esto es lo único que hay!
Jimin quería protestar, decir que se equivocaba, pero en el fondo sabía que Jungkook tenía razón. Aun qué pensara, no había opciones para escapar de esto.
¿Qué podían hacer ellos contra un clan completo?
¿Qué podía hacer Jimin?
Nada.
Jimin se rindió y dejó caer los hombros.
Malhumorado, Jungkook sacudió su mano pegajosa.
—Que no se te ocurra volver a hacer algo así... créeme que mi paciencia no es finita — advirtió.
Entonces, Jungkook hizo un movimiento con la barbilla, indicándole que se levantara y caminara delante suyo, donde pudiera verlo. Derrotado, Jimin tuvo que obedecer e ir de vuelta a la fogata.
No había otra opción.
Cuando regresaron al campamento, el silencio se volvió más denso que antes. La tensión entre ellos era un hilo invisible que amenazaba con romperse con el más mínimo sonido. Jungkook se dejó caer en el extremo opuesto de la fogata y apoyó la espalda contra una roca, con la mandíbula apretada y los músculos de su cuello tensos como cuerdas de arco.
Aunque no hablaban, la molestia del pelinegro era palpable, casi tangible, gracias a la energía violenta que usaba en sus movimientos; mojaba un pañuelo con agua de su botellón para limpiar el pelaje rojo de Byron y deshacerse de parte de la evidencia.
Jimin sabía que estuvieron a punto de morderlo por su culpa y su camiseta quedó hecha jirones.
Por esa razón, simplemente lo observó en silencio, sintiéndose cada vez más pequeño... y curioso.
De pronto, comenzó a preguntarse muchas cosas del hombre que tenían delante.
A veces era inevitable no mirar la cicatriz en su rostro. De hecho, tenía algunas más pequeñas en los brazos, seguramente hechas por los estragos de la supervivencia salvaje. Admitía que le hombre era una bestia a la hora de pelear. A Jimin le sorprendió que pudiera quitarse un engendro de encima sin ayuda de nadie. Se ocupaba mucha fuerza y técnica. Cuando aquellos te tiraban al suelo prácticamente era imposible sacártelos de encima y salir ileso.
El castaño comprendió que para llegar a este nivel, Jungkook debió pasar por mucho.
Por supuesto, su forma de expresarse y actuar no era solamente por su mal carácter.
Jimin no lo entendía ahora y probablemente tampoco lo haría en el futuro, pues nunca había convivido con un hombre tan tosco, grosero y un tanto cruel, sin embargo, Jimin finalmente pudo ver algo que antes no, quien era el verdadero enemigo. Desde que se conocieron, Jungkook había tenido muchas oportunidades para dañarlo, de comportarse igual de mal que estas personas y no lo había hecho, al contrario, lo había ayudado.
Jungkook lo había salvado más veces de las que Jimin se había dado cuenta hasta ahora. Si, tal vez no lo había ayudado de la manera que quería, pero sí de la que necesitaba en este nuevo mundo...
Todas las palabras que le había dicho hasta ahora tenían un trasfondo...
Una vez terminó de limpiar al rottweiler, Jungkook se puso de pie y de un movimiento se sacó la camiseta por la cabeza para arrojarla al fuego que se avivó módicamente y arrojó chispas. Los grandes ojos de Jimin se abrieron apenas vio la primer tira de piel bronceada. Sus pantalones estaban demasiado bajos ajustados a sus caderas. Jungkook tenía seis cuadros ligeramente delineados sobre su abdomen que contaba con una fina línea de vellos que terminaban por esconderse en el elástico de su pantalón.
Jungkook se veía tan salvaje. Su cuerpo era grande y musculoso. Nada que ver con él. Cada movimiento suyo exudaba poder, como un león con cicatrices.
Al ser consciente de lo que estaba observando, Jimin se volteo rápidamente hacia el bosque y espero a que el hombre se pusiera su chaqueta.
Su pie comenzó a moverse con ansiedad y sus dedos se entrelazaron sobre sus piernas. Jungkook no pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo de igual forma y Jimin se ahorró su vergüenza.
Una vez vestido, Jungkook tomó la manta que hace unas horas no pensó en compartir con él y se lo arrojó a Jimin, la cual aterrizó en sus pies.
—Duérmete... si es que puedes. Al amanecer todo tiene que seguir su curso sin levantar sospechas. Yo vigilaré — agregó, fijando su vista en el bosque.
Jimin no se atrevió a contradecirlo. No quería poner en duda el nivel de paciencia de Jeon, pues seguía teniendo ese sentimiento de temor con respecto al hombre y lo fácil que su mal carácter explotaba.
No obstante, todavía tenía algo que picaba en su lengua...
—Jungkook...—Jimin lo llamó con cautela y aquel le dio una mirada vacía, un poco malhumorada posiblemente pensando que diría alguna tontería o algo que daría pie a una discusión —. Gracias por salvarme. Tal vez no lo has hecho con esa intención, pero lo agradezco — dijo con toda su sinceridad.
La verdad no sabía por cual de todas las veces le estaba agradeciendo.
Jungkook mostró un dije de sorpresa en sus ojos. Le respondió con un simple sonido gutural y se volvió a voltear al bosque, no dándole más atención.
Jimin se cubrió con la manta que por fin le brindó la calidez que necesitaba.
—Byron, ven aquí mi pequeño héroe — llamó al perro que fue hacia él caminando con cansancio —. Gracias por salvarme —le dio un beso en el puente de la nariz y se acurrucaron para dormir.
Algo importante era que no podía descansar, sentir paz interior, sino estaba en compañía de su mascota, se acostumbró así, y aunque sabía que no dormiría en lo absoluto, cerró sus ojos. Lo último que miró fue a Jungkook poniéndose de pie empuñando su pistola Ak mientras estudiaba el entorno oscuro.
El resto de la madrugada Jimin lo escuchó caminar incansablemente de un lado hacia otro alrededor de la fogata, alrededor de ellos.
[...]
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Había un sentimiento inquietante y pusilánime en su corazón. Aunque Jimin escuchaba y veía todo lo que acontecía a su alrededor a la mañana siguiente cuando los hombres del pelotón despertaron sufriendo de resaca y conmocionados porque había una baja en el equipo, no se involucró de ninguna manera y simuló demencia cuando Minho preguntó por el paradero del imbécil que se embriago hasta el amanecer.
Nadie sabía nada e inmediatamente los hombres se recompusieron y tomaron las armas para partir al interior del denso follaje y buscar al hombre perdido.
A pesar de no haber dormido en lo absoluto, Jimin no se sentía exhausto, al contrario, se encontraba más despierto y vivo que nunca. Era la adrenalina corriendo por sus venas. La brisa congelada tampoco ayudaba a calmar sus nervios.
Estaba haciendo exactamente todo lo que acordó con Jungkook; permanecer callado, caminar a la par suyo y controlar su nerviosismo. Esa era la parte difícil.
Envolvió sus manos intranquilas en la correa de Byron y la apretó con fuerza mientras avanzaba. Aquellos no parecían notarlo de igual forma, pues era un cero a la izquierda de la ecuación, él no era nadie importante aquí, solo un esclavo, que seguía manifestando el mismo miedo que el día anterior y el anterior a ese.
Nada nuevo, nada que encendiera sospechas.
Recorrieron parte de los alrededores y lo único que habían encontrado era la botella de licor sobre una roca con forma de hongo. Ya se encontraban muy cerca del lugar donde ocurrieron los hechos, sin embargo, aquellos no encontrarían nada que no fueran restos de carne humana y huesos ensalivados, además de posiblemente un muerto alimentándose de ellos por la manera en que Byron se tenso al olfatear el suelo.
Jimin se sentía asfixiado por la sensación de pánico al imaginar las barbaridades que le harían si se enteraban que ellos fueron los culpables. Estaba hiperventilando y Jungkook le dio un codazo junto a una mirada firme, casi letal, para que se tranquilizara. Antes de descubrir el cadáver, el cual debía estar detrás de aquel roble gigantesco a veinte metros de distancia, se detuvieron a descansar y discutir sobre los siguientes movimientos.
Todos estaban agotados, incluido Jungkook, quien pasó en vela el resto de la madrugada. La temperatura, los infernales mosquitos y el ambiente tampoco ayudaba a sumar energías. Y para colmo, ahora estaban perdiendo tiempo valioso de luz solar en la búsqueda.
—Ese hijo de puta. ¿Dónde carajos se metió? —Minho gruñó roncamente por el cansancio corporal y dejó caer su mochila pesada al suelo—Por su propio bien espero no encontrarlo o lo golpeare tan fuerte que no podrá moverse en una puta semana—se recargo en un árbol.
—¿Cuándo fue la última vez que lo vieron? — Jungkook le preguntó a los hombres con naturalidad, incluso con fastidio, como si los culpara del trabajo extra.
Jimin admiraba la facilidad con la que se le daba simular y no mostrar emociones.
—Cuando fui a dormir estaba terco en quedarse otro rato, pero lo mande al demonio. Ya saben lo raro que se pone — el hombre que Jimin reconocía como Gunwook se rascó la nuca, escondiendo la evidente resaca que dominaba su semblante —. ¡Cómo iba a saber que el muy gilipollas se metería en el bosque y no volvería! — se deslindó de la culpa, alzando su voz molesta.
—Estaba tan ebrio que no dudo que se cayera en una zanja — dijo Minho.
—¿Y ahora qué? No podemos seguir vagando — habló el tercer hombre, Kamden, que tenía los brazos tatuados cruzados sobre el pecho —. El jefe nos envió hasta aquí para hacer reconocimiento, no a buscar un borracho que se perdió en el bosque.
Al escucharlos, Jimin no pudo evitar pensar que esta gente no conocía la lealtad ni siquiera entre ellos mismos. Solo se preocupaban por sus propios traseros.
Minho agarró el puente de su nariz y resopló.
—¿Y qué hay de ustedes, lo vieron? — preguntó Minho dirigiéndose en esta ocasión a Jungkook y a Jimin, parándose frente a este último que volvió a sus cinco sentidos e hizo contacto visual con el hombre delante suyo—Durmieron alejados de todos, deben haber escuchado algo extraño. ¿Tú viste algo, Igor?—se encargó de enfatizar la palabra.
Los nervios de Jimin afloraron al ser cuestionado de forma directa por Minho. El hombre tenía una mirada intimidante, capaz de sacar la verdad involuntariamente. En su caso en particular, la horrible cicatriz surcaba una línea mejilla a mejilla cruzando por el puente de la nariz, lo cual lo hacía ver más feroz.
—No vi nada — respondió secamente, sin pensarlo.
—¿Estás seguro? — lo cuestionó. Minho escaneó su anatomía de arriba a abajo y ladeó la cabeza a un costado —. Desde hace rato me preguntaba por qué te ves tan sucio. ¿Qué diantres te pasó? ¿Te revolcaste en la tierra? — le quito una hoja seca del cabello.
—Yo... me caí en un desnivel — Jimin evadió la pregunta lo mejor que pudo, pero no fue de mucha ayuda porque a su mente vinieron los recuerdos de la pelea cuerpo a cuerpo, las imágenes de la sangre, los restos del hombre muerto, los ojos sin vida...
Su corazón se aceleró e inconscientemente miró en dirección al roble.
Minho entrecerró los ojos.
—¿Qué tienes aquí...? —arrugando las cejas, Minho tiro hacia abajo la camiseta de Jimin, exponiendo la piel color morada con verde oscuro que rodeaba todo su cuello y era imposible esconder, detallando levemente la figura de unas manos y en específico, los dedos.
—Mierda, ¿qué es eso? — Kamden se acercó.
—Definitivamente no lo tenías ayer. ¿Qué te pasó? ¿Quién te lo hizo? —sosteniendo su camiseta para evitar que huyera, Minho dio un paso intimidante al frente al mismo tiempo que Jimin dio uno hacia atrás —. Responde.
—E-esto es... —balbuceo Jimin, incapaz de decir algo coherente o lo suficientemente convincente.
Su mente se quedó en blanco y su corazón se hundió hasta el suelo. Seguramente su expresión aterrada y las lágrimas formándose en las esquinas de sus ojos ya lo habían delatado, pues los hombres hicieron una barrera delante suyo mientras lo miraban con ojos agresivos.
Este era el fin.
Lo habían descubierto.
Antes de que Jimin se pusiera sobre sus rodillas y sintiera la presión de confesarlo todo y rogar por su vida, de pronto, una mano se atravesó en su visión periférica. Jungkook cerró su mano alrededor de la muñeca de Minho con fuerza y el otro hombre soltó la camiseta de Jimin de inmediato, con un gruñido áspero, retrocediendo con la cara contraída de dolor.
—¿Qué mierda, Jeon? — escupió Minho.
El alivio inundó a Jimin cuando aquel hombre se alejó.
Jungkook lo había salvado otra vez, no obstante, la sensación de calma se desvaneció tan rápido como llegó.
Todo sucedió tan rápido que Jimin apenas pudo comprenderlo. Con su mano libre Jungkook atrajo a Jimin bruscamente hacia él, jalándolo por la cintura hasta que quedaron pegados. La espalda de Jimin contra el pecho de Jungkook. Pudo sentir su fuerza dominante y sus músculos duros. Su brazo estaba rodeado su cuerpo entero para mantenerlo en su sitio. Jimin se asustó por un momento, pero su cuerpo no tuvo reacción alguna y se quedó en esa incómoda posición con la respiración agitada.
La mandíbula de Jungkook se tensó junto a su sien y Jimin giró lentamente solamente para darse cuenta que aquella mirada mortal estaba fija en Minho.
—Ten cuidado con esa mano si es que quieres seguir conservándola, Minho — Jungkook le advirtió al hombre, viéndolo fijamente con ojos retadores y algo divertidos—. Solamente yo puedo tocar mis cosas... ¿O acaso alguna vez yo he intentado tocar a tu mujer? —le preguntó.
Minho frunció el ceño, invadido por el desconcierto, agarrando su muñeca mientras los miraba con ojos grandes. El castaño se quedó inmóvil, perplejo, solo siendo consciente del pecho de Jungkook subiendo y bajando contra su espalda y de la presión de su brazo alrededor de su cintura.
—¿Así que de pronto te importa el esclavo, eh? Pero qué sorpresa — mencionó aquel lleno de burla, pero Jungkook no hizo ni un solo gesto —. Está bien, si te hace sentir mejor, no volveré a tocarlo — dijo, alzando las manos en falso gesto de paz —, pero aún no ha respondido la pregunta. ¿Has visto lo que tiene en el cuello?
Minho volvió la mirada oscura a Jimin y éste tembló ligeramente.
Ambos sabían que estaba ocultando algo.
Fue entonces cuando la comisura de los labios de Jungkook se alzó divertidamente, dibujando una sonrisa socarrona que destilaba confianza:
—¿Quién crees que se lo hizo, imbécil? — respondió él y Minho parpadeó, sin alcanzar a procesar lo que acababa de escuchar —. ¿De verdad quieres que te lo explique? ¿Nunca has follado? — Jungkook pasó su mano por el cuello magullado de Jimin —. Esto apenas es una marca. Hay más en otros lugares...
Jimin se estremeció al sentir la mano de Jungkook tocar su piel, mientras intentaba procesar lo que acababa de decir. No había sutileza ni mucho menos amabilidad en la forma en que Jungkook lo sujetaba. Los dedos de Jungkook estaban hundidos en la carne de Jimin, clavándose con fuerza en su cintura. Lo apretaba contra su pecho con una firmeza que rayaba en lo peligroso.
Su toque no era falso, era completamente real...
Jungkook realmente lo estaba tocando.
Eso lo alteró.
Porque le recordó la posición en la que estaba.
Le hizo recordar todo lo que había sucedido.
Sin pensarlo, Jimin empujó a Jungkook, queriendo apartarlo de él, queriendo sacudirse su contacto. Fue un acto reflejo más que una decisión consciente. Sin embargo, Jungkook lo atrapó nuevamente, sujetándolo con una facilidad que era desesperante. Lo atrajo hacia él con un tirón seco, evitando que se fuera corriendo.
Entonces, con la otra mano, Jungkook lo tomó por la mandíbula, obligándolo a alzar el rostro. Jimin se resistió y echó la cabeza hacia atrás cuando Jungkook se inclinó sobre él, quedando muy cerca.
—¿Vas a correr otra vez? — le preguntó con media sonrisa —. Hazlo. Volveré a alcanzarte — Jungkook acarició su mejilla lentamente.
Jimin se quedó inmovil ante el contacto.
—Esta mañana no estoy de humor para soportar a nadie, mucho menos a ti—los dedos de Jungkook se enroscaron en la mandíbula de Jimin. Se inclinó ligeramente, quedando muy cerca, tanto que Jimin tuvo que echar la cabeza hacia atrás por inercia —. Creo que he sido muy bueno contigo todo este tiempo...
El tono de sus palabras fueron como un golpe directo al corazón. No sabía si seguía fingiendo o lo estaba diciendo en verdad... El rostro de Jungkook no mostraba dudas y sus ojos... se movieron, como midiendo la distancia entre ellos. Jimin tembló cuando aquel se acercó y sus mejillas se tiñeron de un rubor involuntario por su propia reacción, que no pasó desapercibida por Jungkook, qué bajó la mirada por una fracción de segundo a sus labios entreabiertos, suaves, temblorosos...
Jungkook lo miró un momento antes de reaccionar.
Su mirada volvió a enfocarse, como si tomara conciencia de lo que estaba haciendo, de dónde estaban, de quién los estaba mirando. La tensión en su brazo disminuyó un poco y el castaño, por fin, pudo soltar el aire que había estado conteniendo como si le hubieran permitido regresar a la superficie después de estar demasiado tiempo bajo el agua.
Kamden frunció el ceño y resopló con desdén.
—A la mierda todo esto. No me importa — murmuró, dándoles la espalda mientras se internaba de nuevo en el bosque, sin intención de seguir involucrándose.
—Debes estar jodiendo. ¿En verdad te cogiste a un tipo? —Minho los vio con aberración.
—¿Alguna vez me has visto bromear? — replicó el pelinegro, con una expresión endurecida como piedra —. Ahora que lo sabes, espero que dejes de joder y no te entrometas — espetó con frialdad.
—Siquiera sabía que tirabas para ese bando. Pero bueno, quien soy yo para juzgar, ¿no es así? — Minho carcajeo, todavía incrédulo y recogió su mochila del suelo —. De acuerdo. Basta de perder tiempo follando como cavernícolas y bebiendo. Si Chen está vivo volverá al campamento. Vámonos.
Una vez dada la orden, Minho continuó la caminata por el sendero rocoso.
—Así que pasaste una buena noche, amigo. Algunos solo escuchamos los jodidos ronquidos de Kamden —Gunwook le dio un apretón en el hombro a Jeon y después, miró al castaño —. Buena suerte, chiquitín. Espero que la próxima vez no mueras asfixiado.
Aquellos se fueron riendo, alejándose de los restos humanos del hombre que estuvieron buscando y estuvo delante de sus narices todo este tiempo.
Una vez que los perdieron de vista entre los arbustos, Jungkook soltó a Jimin como si éste quemara al igual que Jimin retrocedió de un salto, mirándolo acusadoramente.
—¿Qué estás haciendo?
—Se llama salvarte el pellejo — Jungkook lo señaló —. Debiste cubrir eso. ¿Creíste que no lo verían?
—¿Cómo querías que lo cubriera? Apenas tengo lo que llevo puesto, debiste darme algo —en lugar de restregarme contra ti, quiso decir, acomodándose el cuello de la camiseta y dando otro paso hacia atrás para poner más distancia entre ellos.
Jungkook torció la boca, pero no se molestó en discutir. Había logrado lo que quería. Por esta vez, les habían creído o al menos, habían decidido ignorarlo.
El silencio que quedó entre ellos fue incómodo.
Ninguno hizo contacto visual. Jimin sentía todavía la presión de aquellos dedos marcándole la piel y el aliento demasiado cercano. Mientras que Jungkook miró hacia otro lado antes de decir:
—No te quedes atrás — dijo sin verlo a la cara.
Y se fue, no dejando ni polvo a la vista, se fue como si no hubiese hecho nada, como sino lo hubiese tocado, dicho aquel disparate e invadido el espacio personal de Jimin hace tan solo un momento atrás, el cual seguía procesando lo que acababa de pasar.
No estaba seguro de cómo debería sentirse al respecto y tampoco quería admitir que Jungkook logró desestabilizarlo de algún modo extraño.
Entendía la razón de su actuar, era por el bienestar de ambos, pero eso no quitaba el hecho de que casi se le sale el corazón del pecho cuando aceró su cara a la suya. Estuvieron tan cerca. Jimin no recordaba cuando fue la última vez que su rostro estuvo así de cerca del de alguien más.
No recordaba la última vez que su corazón latió tan rápido, sus piernas flaquearon y sus mejillas se ruborizaron por ser tocado por otra persona...
El castaño se llevó una mano al pecho agitado como si hubiese corrido un maratón.
Jungkook prácticamente lo había manoseado sin su permiso, sin embargo, por muy confuso que fuese para Jimin... no sintió enfado, miedo o asco, sorpresa probablemente, pero no era ninguno de los tres. No fue como la pesadilla ultrajante e invasiva que padeció la noche anterior, fue diferente.
Fue diferente porque Jimin estaba comenzando a depositar su confianza en el pelinegro... en el hombre que pese a todo, una vez más le había brindado protección. A pesar de no conocerse, Jungkook lo seguía ayudando por alguna razón.
Si seguía vivo e intacto, indudablemente era gracias a Jungkook. Él mismo lo dijo, no podía confíar en nadie. Si existían razones ocultas o un precio futuro a pagar a Jimin no le importaba mucho, pues esto era lo mejor que tenía hasta ahora, lo más seguro.
Conmocionado, Jimin miró a Byron. El can todo el rato estuvo viéndolos devuelta, sentado en el piso con la lengua rosada de fuera. Parecía curioso por lo que estaba pasando entre los dos humanos.
—No, no digas nada...—le advirtió.
Jimin se las arregló para arrastrar sus pies detrás de Jungkook con las cejas aún fruncidas y las piernas temblando. No estaba seguro de cómo debería sentirse al respecto y tampoco quería admitir que con ese simple contacto físico, Jeon logro desestabilizarlo y ponerlo muy nervioso... aunque no sabía exactamente en que sentido.
[...]
El viaje terminó cuando el sol estaba en su punto más caliente de la tarde, bañando con luz dorada la cima de aquel peligroso acantilado en donde las suelas de los zapatos resbalaban sobre las rocas alisadas por el paso del tiempo. El terreno era inestable, y la inminente caída cientos de metros ladera abajo no ofrecía oportunidades de vivir.
El fuerte viento le despeinaba los mechones de cabello marrones, cubriendo la visión de sus ojos. A esa altitud el aire era traicionero, golpeaba con fuerza y amenazaba con derribar todo de un solo empujón. A Jimin le costaba respirar y sus oídos estaban taponados por la presión del ascenso.
—Byron, cuidado — advirtió en voz alta, tensando la correa para alejar al perro del borde peligroso.
No se atrevía a acercarse demasiado, pues temía que hubiese un derrumbe y cayeran cientos de metros. Sería una muerte horrible.
Aun así, el hermoso panorama que se desplegaba frente a ellos era digno de una pintura: los campos verdes se extendían como un mar interminable, las montañas se alzaban en un final lejano mientras que las pequeñas viviendas campestres yacían regadas por el campo que abarcaba varios kilómetros de zona verde y en específico, resaltaba una estructura más grande en el centro de todo.
Allí estaba su objetivo.
Parado a orillas del barranco, Jungkook se agachó y vio por última vez el mapa marcado con líneas rojas hechas por Jimin. La brisa ondeaba los extremos del papel.
Con los binoculares en la otra mano, le preguntó: —¿Es ese de allá, cierto? — Jungkook señaló hacia la estructura con un movimiento de su mentón.
Jimin se acercó con pasos lentos, temerosos, y alzó la mirada con los ojos abiertos como platos. Un embrollo de sentimientos surgieron en su estómago al mirar su refugio desde la lejanía: asombro, anhelo, incredulidad, dolor... Tuvo que parpadear varias veces para asegurar que no era un sueño.
Todo su malestar físico se desvaneció como polvo barrido por el viento. La fatiga abandonó sus músculos, sustituida por el impulso visceral de correr. Estaban aquí, tan cerca... tan cerca de la libertad que podía sentirla en la punta de los dedos.
Estaba tan cerca pero tan lejos a la vez.
Si estiraba su mano era casi como si lo tocara...
Una sonrisa entrañable estuvo apunto de levantar la comisura de sus labios, pero Minho tarareando de felicidad y chocando la mano con Gunwook lo hizo caer al estiércol, recordando la razón de este viaje.
No estaban allí para rescatar a nadie o para recuperar la libertad sino para sentenciar la ruina de aquellos que apreciaba.
La impotencia más grande que podía sentir era estar aquí y no poder escapar. No poder huir a pesar de no tener cadenas que lo detuvieran físicamente. No poder hacer nada, no poder evitar esto, no poder gritar a los cuatro vientos: "¡Corran! ¡Están en peligro! ¡Escóndanse, escapen, protéjanse!"
Allá estaba su grupo. Y por un mágico segundo, se imaginó corriendo hacia la libertad, dejando toda esa mierda muy atrás. Sin embargo, tampoco podía olvidar que Sunoo seguía atrapado en la Capital. Aquel era tan solo un niño. Él no tenía la culpa de nada de esto. Debía tener mucho miedo ahora mismo, esperando a que regresara a su lado como se lo prometió.
Jimin no podía abandonarlo.
Y no lo haría.
Lo mantendría a salvo sin importar que.
Jimin tragó saliva con dificultad. Su pecho dolía, pero sus labios se movieron en un susurro.
—Lo lamento... —musitó, dirigido al edificio lejano, a su gente, a su propia conciencia, mientras la culpa volvía a caerle encima como una piedra.
Minho, Gunwook y Kamden se agruparon. Aún con ayuda de los binoculares, el edificio se distinguía muy poco debido a la lejanía. Desde esa distancia no era más que una silueta gris, difusa entre el ramaje. No podían confirmar si estaba habitado o si era otra ruina abandonada por el apocalipsis.
Minho tomó la decisión de acercarse al refugio, pues si iban a planear una estrategia de entrada y saqueo, necesitaban saber con certeza cuántos ocupantes había, qué tipo de defensas habían montado y cómo estaban distribuidos los accesos.
Jimin sabía que no contaban con nada de eso, aunque por supuesto, no se los dijo. Solo habían montado tablas de madera en las ventanas y algunas puertas, además tenían la reja "electrificada" que circundaba el edificio. El sistema de seguridad no funcionaba cuando llegaron, así que prácticamente era una simple malla oxidada de hierro que podía ser derribada fácilmente.
Sin perder más tiempo, los hombres se deslizaron hacia el oeste, tomando rutas separadas mientras ellos esperaban ahí. Llevaban una radio rudimentaria, su única línea de comunicación.
—De las personas que residen ahí, ¿cuántas saben defenderse? — le preguntó el pelinegro.
Jimin vaciló, no queriendo responder.
—Cuatro... —murmuró muy a su pesar.
Jongin, Taemin, Yoongi y HyungSik. Cuatro de un grupo de casi cincuenta personas sabían usar una pistola y podían luchar decentemente cuerpo a cuerpo. Querían emboscar al grupo equivocado, no se necesitaba un plan o una estrategia cuando allí adentro únicamente se encontraban mujeres, hombres de edades avanzadas y enfermos.
Jungkook despegó sus ojos de los binoculares para verlo con clara incredulidad.
—Dime la verdad. Si mientes en algo, quien pagará-
—Esa es la verdad — interrumpió Jimin con molestia y luego, suspiró con impotencia. La lamentable verdad era que podían llegar con sus armas y tomarlo todo sin un rival digno. Nadie podría detenerlos —. Son personas indefensas que no saben luchar siquiera contra los engendros.
—¿Engendros? ¿Así los llamas? — preguntó Jungkook sarcástico.
—¿Qué son para ti sino? — Jimin lo miró fijamente, frunciendo las cejas —. Llamarlos muertos es un poco vago cuando todavía pueden moverse y comer —le explico ofendido porque se mofara de él.
Engendros era su nombre porque eran criaturas que fueron personas alguna vez, luego murieron y volvieron a nacer con un aspecto anormal y deforme.
De igual forma Jungkook no le dio crédito a su ingenio y rechistó, viendo el paisaje.
Ambos guardaron silencio y se quedaron en el barranco un buen tiempo... simplemente aguardando por noticias.
Agobiado, melancólico, el castaño guió su mirada apagada a donde Jungkook veía con pasión y respiró por la nariz el aire fresco.
Al menos la vista era hermosa. Algo bueno debía haber en esto. El panorama yacía tan pacífico, etéreo y precioso, ya que parecía el mundo antes de la plaga de los infectados, bendecido por la naturaleza. Un pequeño grupo de pájaros pasó volando a través de los rayos del sol, creando sombras en los árboles debajo de ellos.
Una imagen embustera de la calma.
Absorto en la vista, Jungkook se puso de pie, quedando hombro con hombro con Jimin mientras veían la naturaleza, ambos luchando contra sus propios demonios. Estando aquí en la cima de todo, con una sensación falsa de serenidad invadiéndole, el pelinegro recordó los primeros planes que había hecho sobre ir a Gimhae.
Si lo hubieran hecho a tiempo... todo fuera tan distinto.
Lamentablemente el hubiera no existe.
Estaban metidos en esto y era lo único real.
Entonces, el momento fue arruinado por los hombres de Dakho hablando a través de la radio, quienes avisaron que básicamente ya tenían la información que necesitaban para atacar al grupo de Seúl, incluso Minho mencionó haber visto a un hombre viejo salir del edificio junto a varias mujeres, sin embargo, los dejaron libres meramente porque todavía no era el momento de atacar.
Jungkook inmediatamente giró hacia Jimin y notó la cara horrorizada que puso éste por el último dato y miró velozmente hacia el edificio borroso.
El castaño se paró cerca de la orilla.
—Jimin...—Jungkook llamó al hombre que parecía tener la intención de arrojarse al vacío para volver con su grupo. Una caída así indudablemente lo mataría —Jimin. Está hecho, ¿puedes entenderlo? Y pase lo que pase, no podrás evitar lo que viene.
Más que un comentario, fue más bien una advertencia, una clara advertencia.
El castaño lo miró con ojos perdidos.
No podía evitarlo.
¿Realmente no podía evitarlo?
Jimin levantó la barbilla para mirarlo entre sus pestañas deprimidas. Le respondió con un silencio, un silencio largo que pudieron significar muchas cosas y no dejó satisfecho a Jungkook, ya que aparentemente sus palabras no quedaron del todo claras.
—Es inevitable —recalcó el pelinegro.
Finalmente, Jimin desvió la mirada derrotada al paisaje con un suspiro:
—Podemos quedarnos hasta el atardecer, por favor... Quiero un momento de paz antes de que todo comience—pidió, mirando después el horizonte nublado por las nubes.
Sabía que luego de este día, nunca volvería a tener paz interior. Nunca volvería a sentir paz en general.
Una guerra estaba a la vuelta de la esquina.
Más que una guerra, sería una masacre.
Para sorpresa de Jimin, Jungkook no dijo nada, pero con un gesto cansado, aquel dejó caer el fusil a un costado y se acercó hasta el borde del acantilado. Se sentó con naturalidad en ese peligroso lugar, dejando que sus largas piernas colgaran sobre el vacío, como si no le importara en absoluto la altura o una inminente caída.
Aquel de pronto se veía muy agotado.
Había algo casi melancólico en su mirada.
Tal vez él también necesitaba un momento.
Jimin vaciló por un instante. Sus pies se afianzaron en la roca, pero finalmente, inhaló y se sentó a su lado, manteniendo una distancia prudente, para evitar cualquier roce accidental entre ellos.
Ambos miraron el cielo.
Era extraño tener un momento tan sereno y silencioso cuando todo era violencia.
Jimin entrelazó los dedos sobre su regazo, jugando con ellos como un niño nervioso. Sus pies colgaban sobre el acantilado, lanzando pequeñas patadas al aire. Ninguno de los dos dijo palabra el tiempo que estuvieron allí, simple y sencillamente se dedicaron a ver el atardecer, a no pensar en nada durante varios minutos, a vivir un momento de paz... un momento normal.
Eran dos personas, un perro y un bosque.
Jimin intentó no pensar en la huida, en el peligro, ni en el dolor. Solo... miró el mundo en su momento más agradable. El atardecer se desplegaba como un bonito cuadro, con pinceladas de oro, magenta y azul profundo que teñían las nubes. El viento olía a tierra y a flores salvajes.
De pronto, una mariposa azul emergió de entre las flores que crecían al borde del barranco y aleteó frente al rostro de Jimin. Con ternura y cuidado, el castaño extendió lentamente el dorso de su mano.
El insecto se posó sobre ella.
Jimin contuvo la respiración y una sonrisa suave se formó en sus labios. Jungkook lo miró de reojo, pero no dijo nada o hizo algún gesto. Tal vez pensó lo extraño y tonto que era actuar de forma tan delicada en un mundo tan agresivo.
Jimin apretó los labios, enternecido, y se dio cuenta que Jungkook lo miró de reojo, pero obviamente no dijo nada. Le gustaban los animales. Acercó la mariposa a la cara de Byron, la cual salió volando cuando el perro quiso olfatearla.
Tanto Jimin como Jungkook miraron por encima del hombro para verlo jugar.
Definitivamente era extraño, casi irreal, ver cosas de ese estilo en esos días oscuros.
Entre los ladridos del perro y el cielo que seguía mutando en colores cálidos y abrazantes, dejaron que al tiempo se lo llevara el viento. Era sorprendente, reconfortante, descubrir que aún existían pequeños fragmentos de paz. Jimin estaba seguro que jamás volvería a presenciar algo tan lindo antes de morir, ya que probablemente no faltaba mucho para eso.
—Propósito — Jungkook habló de repente, rompiendo con el silencio que habían mantenido hasta ese momento.
Jimin frunció las cejas, confundido, porque el hombre iniciara una conversación entre ellos, no obstante, no dijo nada, siquiera lo miró directamente, solo esperó pacientemente a que prosiguiera.
—Me preguntaste cómo puedo vivir de esta forma —aclaró él—. Tengo claro el propósito por el que sigo vivo. Nunca he pensado en escapar porque no estoy pensando en recuperar una vida que perdí hace mucho. No hay nada para mí allá afuera, solo está aquí, mi mundo se redujo a esto y no me iré hasta lograr lo que quiero — contestó con una irreprochable determinación.
Esta vez, Jimin giró hacia él y miró directamente su perfil masculino.
El anaranjado del cielo provocaba que sus ojos parecieran los de un león qué se vio obligado a pelear en una formidable lucha. Y aunque no perdió la batalla, quedó realmente herido. Tenía cicatrices físicas, pero no parecían doler tanto cómo las que llevaba por dentro. Había... dolor en su mirada. Sin embargo, era más la rabia, la furia que rabiaba de sus ojos.
El hombre era alguien difícil de comprender. Hasta el momento, Jimin no podía decir que entendía a Jungkook o las cosas que hacía, tampoco comprendía todo lo que tuvo que pasar porque ciertamente no lo sabía, apenas lo conocía, pero había algo mal ahí.
—¿Y ese propósito vale tanto para aceptar convertirte en el títere de ese idiota? — se atrevió a decirle con una brizna de molestia en su voz —. Es claro que lo odias... Creo que lo odias incluso más que yo. Pero aún así haces lo que dice.
Jungkook soltó una risa breve, apagada, que no llegó a sus ojos.
—Vale como no tienes una puta idea — respondió sombríamente —. A veces uno tiene que hacer cosas que detesta... porque no hay otra forma de seguir adelante. Pero probablemente tú no lo entenderás.
Valía con tal de avanzar. Para vengarse. Para no volverse completamente loco. Valía la pena tragarse el asco, la culpa, el miedo. Valía la pena ensuciarse las manos hasta los codos si al final podía devolverles a todos un poco del dolor que le provocaron.
No solo le robaron la libertad sino que le arrebataron su identidad, sus decisiones e incluso su propio rostro. Lo transformaron en un monstruo. Lo convirtieron en uno de ellos, en el terror de los sobrevivientes, en el terror de personas buenas como Jimin, quien podía notar cuánto le temía, incluso podía darse cuenta que a sus amigos les causaba temor.
En el comedor de la casa que compartían, las sonrisas instantáneamente morían al verlo llegar a la cocina y las conversaciones amenas se deshacían en murmullos incómodos. Nadie lo miraba directo a los ojos. Era como si el simple hecho de existir lo volviera escalofriante. Tal vez pensaban que no debían actuar con normalidad ante alguien tan miserable como él.
Y estaban en lo correcto, era miserable.
Estaba tan sediento de venganza. Estaba tan cegado por la furia que haría lo que fuese si al final, cuando acabara con todos, tendría satisfacción. Eso es lo que quería.
El castaño ladeó ligeramente la cabeza, estudiando su rostro endurecido. Entendía que algo malo estaba pasando por la cabeza de Jungkook porque sus ojos expresaban demasiado odio... incluso en ese momento, cuando el pelinegro solo estaba allí, respirando, sin moverse... daba miedo.
No era lo que había hecho.
Era por todo lo que aún no había hecho.
—He pasado por mucho. Cosas que tu mente tan pura ni siquiera imagina. Para este punto, flaquear significa dejarlos ganar—se limitó a decir.
—¿No han ganado ya?—preguntó Jimin más rápido de lo que hubiera deseado.
La realidad era desagradable, terriblemente desalentadora, pero era un hecho que habían perdido ante estos exterminadores, porque eso era lo que eran, exterminadores. Destruían todo a diestra y siniestra sin importarles lo más mínimo.
El pelinegro lo miró seriamente a los ojos y Jimin pensó que dijo algo erróneo, sin embargo, no era más que la verdad.
—Ellos ganan cuando tú te rindes, y eso es lo que quieren. Hacerte sentir temeroso y derrotado — le contestó contundente.
—Bueno... ya han logrado hacerme sentir así, pequeño y asustado — confesó él con sinceridad aunque le avergonzaba admitirlo.
—Es porque eres demasiado bueno — dijo aquel, desviando la mirada al decirlo.
Jimin miró a Jungkook, parpadeando.
¿Había sido un cumplido o una burla?
—Quisiera ser más como tú... así no me importaría nada — mencionó en voz baja.
Si pudiera apagar sus emociones como él, si pudiera enterrar el miedo, el dolor... tal vez sería más fuerte. Tal vez no se sentiría tan débil. Tal vez podría actuar de otra manera.
Para Jungkook este infierno parecía ser tan sencillo. Nada parecía afectarle lo suficiente. El pelinegro se movía entre la violencia y la sangre como si formara parte del paisaje cotidiano. Como si ya no sintiera. Siempre con ese rostro inmutable, esa mandíbula tensa, esa mirada vacía. Por momentos, Jimin se preguntaba que estaba pasando por la cabeza de aquel, que estaba sintiendo realmente, que estaba reprimiendo, que había detrás de las barreras de concreto.
Hubo un destello de algo en el rostro de Jungkook... un gesto de desconcierto que se transformó rápidamente en una expresión de desagrado. No respondió nada. Solo lo observó durante un largo tiempo.
Ansioso, el castaño se mordió los labios.
—¿Por qué me miras así? — cuestionó él.
—Así miro a alguien que a alguien que acaba de decir una estupidez — contestó, sin inmutarse —. Creeme, no quieres esto.
—Tú tampoco lo querías — contestó el castaño enseguida —... ¿no es así?
Los ojos de ambos se encontraron mientras Jimin decía aquello y el silencio que se instaló después entre ellos fue denso.
Jungkook no desvió la mirada y Jimin pasó saliva lentamente.
Aún había una tensión, arrastrada desde su último acercamiento hace unas horas, primero un roce de cuerpos y ahora una mirada más larga y penetrante de lo normal. Jimin bajo un poco la mirada con nerviosismo Sabía que Jungkook lo notaba. Sabía que cada vez que lo hacía lo notaba.
De pronto, los ladridos de Byron desgarraron el momento. El perro había fijado su atención en el bosque, gruñendo con los pelos erizados mientras miraba con fiereza hacia un punto entre los matorrales.
El follaje se agitó bruscamente.
Jimin y Jungkook se pusieron en alerta de inmediato. El castaño sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras se levantaba de un brinco, tomando el bate con ambas manos. Jungkook, más rápido que él, ya había empuñado su fusil y se adelantó unos pasos, colocándose frente a él.
Algo volvió a mover los esponjosos matorrales, y entonces, entre el crujido de ramas y hojas pisoteadas, una figura emergió.
Jungkook avanzó y apuntó sin dudar. El cañón del arma siguió cada paso de la silueta que se abrió paso desde la maleza.
Jimin contuvo el aliento.
Una mujer.
—¡Espera! — Jimin agarró el antebrazo de Jungkook para que descendiera la pistola cuando reconoció la figura femenina.
—¿Señora Jungie? — preguntó Jimin, confundido.
—Dios mío. Joven Jimin, ¿es usted? — preguntó la mujer mientras se las arreglaba para salir de los arbustos y soltarse de las ramas que se aferraban a sus tobillos.
—Señora Jungie, ¿qué está haciendo afuera, es decir, aquí en el acantilado? — hizo una pausa —. ¿Cómo me encontró?
Al principio el castaño pensó que estaba alucinando el rostro conocido, pero al darse cuenta que no era así, le lanzó una mirada inquieta a Jungkook que tenía el entrecejo fruncido. De repente su semblante se ensombreció drásticamente. Ninguno entendía qué estaba pasando y Jimin no quería que Jungkook pensara que esto era algún tipo de complot porque no era así.
Jimin se fue acercando a ella con Jungkook pisándole los talones, desconcertado ante la aparición de la mujer en la cima del barranco. Debía recorrer mucho trayecto de naturaleza salvaje para llegar aquí arriba, sin mencionar que no traía algún arma o mochila con provisiones. ¿Cómo diantres había llegado a este punto ella sola?
Los hombres de Dakho no debían verla.
—N-no lo sé... me perdí en el bosque cuando estaba buscando comida, pero de pronto reconocí su olor y lo seguí hasta aquí — fue su respuesta al mismo tiempo que seguía acercándose a él, caminando de forma lenta.
—¿Mi... mi olor? — Jimin ladeó la cabeza, no entendiendo en un primer instante, sin embargo, cuando escuchó al rottweiler gruñir desde la cima de una piedra, sus pies dejaron de avanzar.
Oh no...
—No te acerques — Jungkook agarró el brazo de Jimin para hacerlo retroceder y quedar delante suyo, teniendo su arma lista para disparar a la mujer infectada.
—Joven Jimin, por favor. No se vaya otra vez, necesitamos su ayuda... algunos murieron de hambre y otros están muy débiles...—la mujer siguió acercando a ellos, dando pasos lentos y seguidamente, levantó las brazos tratando de encontrarlo.
La infección avanzada le había arrebatado el sentido de la vista y la mujer giraba la cabeza bruscamente de este a oeste, norte a sur, al no saber exactamente en dónde estaba parado Jimin. Cuanto más se acercaba, mejor se podía ver su apariencia física; tenía los ojos grisáceos, venas negras alrededor de la cara leprosa, el cabello se le estaba cayendo y efectivamente, contaba con una grotesca herida en la pantorrilla de la cual cojeaba.
Le faltaba casi todo el chamorro.
—Cuando usted se fue Jimin todo se volvió un caos y nos quedamos sin comida... Salí a buscar por mi cuenta y fui atacada por una cosa extraña, no era un muerto, le juro—tosió con fuerza—l-le juro que estoy bien... —la mujer histérica le sonrió con los dientes negros sin detenerse. A cada paso que avanzaba los arrinconaba al acantilado.
—Señora Jungie, por favor, quédese donde está. No queremos hacerle daño—dijo Jimin, espantado al ver a la mujer en esa condición.
¿Qué demonios había sucedido en su ausencia?
—¿H-hacerme daño? Pero... pero no estoy infectada, se lo he dicho —insistió ella.
—De un paso más y le volaré la puta tapa de la cabeza — advirtió Jungkook esta vez.
La mujer tuvo un extraño tic en la cabeza, mientras giraba el cuello al mismo tiempo que algo pareció quebrarse abruptamente en su semblante pacífico
—¡¿Cómo se atreve a amenazarme?! ¡Estoy así por culpa suya, Jimin! ¡Nos abandonó! ¡Pensé que era buena persona, pero es un hijo de puta que se fue sin dejarnos nada! — exclamó la mujer salpicando restos de sangre oscura por todos lados.
Byron comenzó a ladrar más fuerte y desesperado, mientras que el pelinegro acarició el gatillo con su dedo.
—¡Señora Jungie, cálmese!—exclamó Jimin en un grito exasperado.
—¡No me voy a calmar! ¡Merece el mismo destino que nosotros! —sentenció la mujer antes de voltearse al lugar preciso donde Jimin estaba de pie, lo había localizado, y emitió uno de los característicos gemidos ahogados que producían los engendros que hizo vibrar su cuerpo entero—¡Aquí están! ¡Vengan todos! ¡Aquí...!
La bala atravesó la frente de la señora Jungie que inmediatamente cayó muerta sobre el suelo cuando los sesos podridos salieron disparados por su nuca.
Respirando fuertemente por la boca, Jimin miró el cuerpo de la mujer.
Estaba muerta.
—¿Pero qué carajos fue eso? — soltó Jungkook, perplejo. Fue el primero en avanzar y cauteloso, movió con su bota el cuerpo inerte —. Nunca había visto a nadie en una etapa parecida. Se supone que se convierten en los primeros sesenta segundos. Máximo un par de minutos.
Jungkook volvió a sacudir el cuerpo de la mujer, asegurándose de que estaba muerta.
—Intento llamarlos... eso es una mierda.
Al castaño no le importó esa basura en ese instante y apartó a Jungkook para no faltarle el respeto a la mujer que ya estaba evidentemente muerta y después, se agachó para cerrar sus ojos grises abiertos.
Entonces, su corazón se apachurró dentro de su pecho.
—Lo lamento — Jimin se desplomó y tomó su mano helada entre las suyas —. Yo nunca quise dejarlos a su suerte. No fue mi intención que esto sucediera, en verdad lo siento. Todo es mi culpa — dijo sin parar.
La señora Jungie murió de una forma espantosa y lenta. Jimin tampoco había visto un caso así antes, era la primera vez.
No había un lapso de conciencia luego de ser infectado. Una de las razones por la cual la infección se propagó tan rápido por el mundo era precisamente porque la infección actuaba tan rápidamente que después de recibir la mordida las personas se convertían en segundos, entre los primeros 30 a 120 segundos, como máximo.
Pero Jimin no se detuvo a analizar el hecho inédito acerca de que tal vez el virus había mutado en varias formas de presentarse, sino pensó en las últimas palabras de la mujer. Su culpa creció luego de escucharlo de otra persona. Aparentemente, muchas cosas habían sucedido en su ausencia y no estaba seguro de querer saberlas.
Jimin se quedó unos minutos arrodillado delante de la señora Jungie en tanto pedía por su alma. Mentiría si dijese que sintió tristeza o pena por su descenso, pues sinceramente lo único que tenía en la cabeza era que, al menos, la mujer no tendría que vivir la guerra que se avecinaba.
No, la guerra que ya estaba aquí.
[...]
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El primer acercamiento de Jimin y Jungkook, debo decir que me emocione al escribirlo pero me controle xd.
Fue un capitulo largo. Espero les haya gustado mucho el capítulo y estoy abierta a dedicarle a alguien siguiente, solamente coméntelo aquí. Os quiero:)
Esperen el siguiente capítulo con ansias. Pueden decir teorías o cualquier cosa que piensen va a suceder.
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