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✘ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴅɪᴇᴄɪɴᴜᴇᴠᴇ

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Jueves 01 de Mayo del 2023

Gimhae, Corea del Sur.
19:13 p.m.

Un año, dos meses y veinte días después del primer contagio.

...

En el borde del acantilado bañado en los matices amarillo, anaranjado y rojizo del atardecer, Jimin se demoró mucho tiempo, mirando el cuerpo inerte, despidiéndose de la mujer que fue parte de su grupo al igual que de su refugio borroso sobre la llanura cubierta de césped. No quería marcharse. Sus mechones marrones de cabello se alborotaron por la brisa helada que le acarició la camiseta, adherida a su piel por el sudor. Todo se sentía como un sueño que no terminaba y, nunca lo haría.

La señora Jungie tenía razón, todo fue culpa suya. Él provocó toda esta mierda, no intencionalmente claro, pero lo hizo. Jimin sentía dolor, pero sobre todo remordimiento y culpa, una aplastante culpa.

—Fue suficiente. Tenemos que irnos, despídete de una vez — el pelinegro lo llamó, el cual esperaba impacientemente detrás suyo.

El ocaso se aproximaba en unos cuantos minutos. Tenían que volver al campamento con el pelotón y después, a la Capital. Jimin no quería volver a ese macabro sitio, con esa desalmada gente, pero no le estaban dando la oportunidad de elegir.

Emitió un suspiro y, finalmente, alcanzó a Jungkook para continuar con el viaje cuesta abajo por la pendiente rocosa. Al principio sus pies se rehusaban a moverse, sin embargo, se obligó a sí mismo a irse con la mente perdida y melancólica.

Lo único en lo que pensaba era; en la noche o a plena luz del día, en el bosque o en la ciudad, por causa de los humanos o de los errantes, la muerte les llegaba a todos por igual en el momento más intempestivo y de la manera más cruel posible. Si algo estaba destinado a suceder, entonces sucedería sin importar cuanto lucharas para evitarlo.

A veces las cosas eran inevitables.

A veces no había opciones.

A veces la esperanza era ridícula.

Jimin comenzaba a resignarse a este destino y esta vez era de verdad.

No había escapatoria.

A los pocos minutos, el risco quedó muy atrás y una interminable barrera de árboles se alzaron alrededor de ellos, imponentes y retorcidos, con copas que crujían al rozarse entre sí por el soplo del viento. Se encontraban en el corazón del bosque, muy lejos de cualquier rastro de civilización. Las cigarras emitían un canto seseante y envolvente, como si viniera de todas partes y de ninguna al mismo tiempo.

Mientras más avanzaban, más corría el tiempo, la oscuridad se volvía más apretada, la humedad en el aire más densa, mientras que el frío comenzaba a colarse por los poros, como cada vez que el calor del sol se escondía detrás de las montañas.

La noche se estaba cerrando sigilosamente alrededor de sus cabezas.

El cielo, teñido de un azul marino profundo, dejaba entrever algunas estrellas que se filtraban entre las ramas torcidas, y cada vez que el viento sacudía, las sombras danzaban como figuras escalofriantes.

Jungkook sabía que no llegarían al campamento antes de que la oscuridad se hiciera total. Era imprudente continuar caminando, pues el terreno era irregular y traicionero. No había senderos claros, solo hojarasca, raíces sobresalientes, desniveles y ramas afiladas como cuchillas que salían de la nada.

Con gesto serio, buscó una pequeña elevación, como un montículo o colina, que ofreciera visibilidad y pudiera brindarles un mínimo de seguridad. Pero no veían absolutamente nada, todo se había vuelto oscuro, únicamente veían las siluetas negras de los árboles y los arbustos robustos. Era espeluznante. Jimin, nervioso, tropezaba constantemente con obstáculos invisibles en la penumbra. El sonido de cada crujido bajo sus botas le hacía saltar el corazón

Jungkook sacó dos linternas de su mochila. La tenue luz amarilla cortó un pequeño tramo en la negrura, pero el bosque parecía tragarse el resplandor. La penumbra no los dejaba ver nada más que aquello que alcanzaba a proyectar la luz recta de las linternas a unos cuantos metros por delante.

Caminaban sin detenerse pero no llegaban a ningún lado. No había señales, ni indicios de que estuvieran yendo en la dirección correcta, pues no se distinguía la profundidad del bosque; las montañas, el horizonte, la orilla de la carretera, el pueblo...

Estaban atrapados en un abismo interminable.

—No me gusta esto... —susurró Jimin.

Jungkook no respondió. Solo levantó la linterna un poco más alto, como si la luz pudiera protegerlos de los monstruos que se escondían entre los árboles.

El canto de los grillos se volvió más agudo. El ambiente estaba impregnado por una energía inquietante. Una presión invisible flotaba sobre ellos, caminaba a sus espaldas, cargando el aire con un peso difícil de explicar. Tal vez era solo la mente de Jimin, sensible y sobrecargada por todo lo que habían vivido, pero lo sentía. Algo no estaba bien.

El crujido de las hojas bajo sus botas parecía más fuerte de lo normal, y un sonido lo hizo detenerse con un sobresalto. Una rama se agitó violentamente sobre su cabeza; un pequeño mochuelo voló por la oscuridad y se introdujo en un hueco que había en un tronco. Jimin dejó escapar un suspiro tembloroso y negó con la cabeza, reprochándose su paranoia. Aún así, sus pasos se volvieron más cautelosos.

El castaño caminaba un paso detrás de Jungkook, quien avanzaba con determinación, limpiando el camino con su cuchillo mientras apartaba las ramas y zarzas rebeldes. No hablaban porque no querían hacer ruido. Solo se oía el siseo del viento entre los árboles y el zumbido ocasional de insectos.

Sin embargo, el pelinegro parecía alterado de una forma que no lograba ocultar. Cada cierto trecho, giraba el cuello para comprobar que Jimin y el perro seguían tras él, cuando antes no le había importado mucho que estuvieran allí. Su cuerpo, por lo general relajado incluso en situaciones límite, ahora parecía estar hecho de alambre tensado.

La mano que sostenía el rifle estaba firme, su pulgar descansaba sobre el gatillo, no se había movido de ahí, como si temiera que algo fuera a aparecer en cualquier momento. La línea de su mandíbula se marcaba con fuerza, y la nuez de su garganta subía y bajaba constantemente, revelando su ansiedad.

Jimin se dio cuenta del cambio. Evidentemente, un mal presentimiento cruzaba por su mente.

El suceso inédito con la señora Jungie había logrado inquietarlo de algún modo u otro. Conocer esta nueva y aterradora fase del virus.

Lo que sucedió no fue normal y no estaban preparados para algo así.

Si los días anteriores Jungkook había sido cuidadoso en explorar terrenos indómitos y desconocidos, ahora estaba en completa guardia, estudiando atentamente cada centímetro del área en donde estaban parados. La ansiedad no era normal en Jungkook, si estaba preocupado entonces había una razón importante de por medio y eso no le gustaba a Jimin.

Jimin no conocía cómo era la supervivencia en el bosque y tardó un rato en entender que Jungkook estaba rastreando y evitando algo a toda costa debido a las pequeñas señales que identificaba. En un tramo más adelante, se hincó sobre la tierra al reconocer unas marcas; huellas peculiares y borrosas formadas en el suelo. Vestigios de algún animal.

—¿Qué es eso? ¿Son huellas de... mapache? — le preguntó Jimin con esperanza, ayudándole a alumbrar las huellas con su linterna amarillenta.

Los dedos de Jungkook tocaron la tierra húmeda que formaba aquellas preocupantes figuras y después, levantó su vista al sendero por el cual caminaban. El camino había sido anteriormente asentado por algo, se percibía gracias al césped maltratado y los matorrales caídos hacia ambos laterales.

—Tenemos que tomar otra ruta — avisó él y se levantó abruptamente, confundiendo a Jimin —. Esto no fue hecho por un mapache.

—¿Entonces por qué cosa? — preguntó el castaño, con las emociones a flor de piel. Jungkook no respondió, pero su cara amarga dijo muchas cosas —. ¿Qué hay mal? Anda, dímelo.

El pelinegro pareció dudar en decirle para no alterarlo. A decir verdad, lo importante no era el animal sino su estado: —Dijiste que nunca has visto un animal infectado, ¿cierto?— cuestionó.

Jimin abrió sus ojos asombrados.

—No — respondió de inmediato, no gustándole la conversación que venía.

—Yo tampoco — dijo él en voz baja, viendo al frente aún, estudiando la arboleda —. Pero he escuchado las historias. Peores que un muerto común, más repugnantes, más ágiles y más difíciles de asesinar —enfatizó sombríamente—, encontrarse con una de esas bestias es casi una muerte segura y estas huellas dicen tres cosas. Era un animal grande por la distancia que hay entre las huellas, el patrón en el que se desplazaba era extraño, no hay rumbo fijo, y secretaba un líquido negro — Jungkook señaló los vestigios salpicados sobre los matorrales.

Los indicios estaban ahí. Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Jimin al notarlo y como acto reflejo, miró de izquierda a derecha y luego a sus espaldas. Todo estaba oscuro. Sus cinco sentidos se avivaron más que nunca debido al miedo de saber que esa cosa había estado aquí.

—¿Crees... crees que un animal infectado atacó a la señora Jungie? — susurró el castaño con temor, la linterna tiritando en su puño.

El silencio del pelinegro confirmó su pregunta.

Entonces, Jimin se relamió los labios resecos y tomó una bocanada de aire.

De repente el bosque se había vuelto profundamente perturbador y alarmante. Esto era una confirmación de que ningún sitio en el mundo era seguro. La ciudad estaba infestada de errantes a diferencia del bosque, sin embargo, en este último yacía una nueva amenaza, monstruos peores, escasos pero desafortunadamente más letales.

Y claramente, Jimin no deseaba un encuentro con un esperpento de ese calibre, ni por temeraria curiosidad. Un animal infectado era una contienda diferente, prácticamente imposible de luchar y ganar.

—Cerca de mí, Jimin. No te alejes — indicó Jungkook con seriedad. Una seriedad que le indicó peligro mortal a Jimin y asintió, acatando sus órdenes —. Atento a Byron, puede que él llame más la atención.

Jimin abrió sus ojos asustados —. Mierda — fue lo único que pudo soltar y acortó la correa del perro.

Desviaron el trayecto por el occidente, siguiendo una ruta secundaria, improvisada que se abría entre la maleza. El sendero se volvió más agreste, y pronto el bosque los engulló por completo. Ahí los árboles eran más gruesos y viejos, de troncos nudosos y raíces que salían del suelo como serpientes duras.

Pero antes de eso, bajaron por una zona montañosa, descendiendo de altitud por una pendiente irregular que les exigía zigzaguear constantemente para evitar desniveles peligrosos. Las pequeñas piedras sueltas rodaban cuesta abajo con un sonido seco y alarmante. Cada tanto, se veían obligados a rodear espesos muros de matorrales que crecían como una muralla, inquebrantables, con espinas que atrapaban la ropa y rasguñaban la piel expuesta.

Era un terreno sin guía.

Solo intuición.

Solo oscuridad.

Se sentía como si cada vez se alejaran más de su destino e incluso el castaño se atrevería a decir que estaban perdidos. No reconocía nada de esto. Ningún árbol, ningún cruce, ninguna formación rocosa.

Conforme descendían, el aire se volvía más húmedo, y un olor a tierra mojada les impregnó los pulmones.

Las estrellas, mínimamente visibles entre las copas de los árboles, no ofrecían consuelo alguno, y la linterna de Jungkook proyectaba sombras largas y deformes sobre la vegetación. Las ramas crujían, las hojas se estremecían como si algo invisible caminara junto a ellos, al margen del haz luminoso.

Llevaban caminando toda la noche.

Apretó los dientes. Cuando sus piernas comenzaron a temblar con cada paso y su respiración se volvió dolorosa, Jimin se acercó a Jungkook y, sin pedir permiso, alzó una mano para aferrarse a la correa de su mochila, así aquel no se alejaría demasiado y no se quedaría atrás.

El pelinegro no se detuvo. Solo giró levemente por encima del hombro, reconociendo su presencia antes de seguir avanzando con paso firme. No pareció molestarle, al contrario. El leve tirón de la correa que ejercía Jimin solo hizo que el pelinegro caminara más deprisa, obligándolo a mantener el ritmo.

El castaño respiraba con fuerza, concentrado en los pasos de Jungkook, en su silueta como único punto de referencia en medio de aquella oscuridad abrumadora. Por momentos, el sonido del bosque se cortaba, como si no existiera nada allá, solo fuera un vacío sin fondo, y solo se oía el crujido de sus pasos.

Jimin sentía el corazón en la garganta. Era como si estuvieran adentrándose en un mundo escondido y ya no estaban seguros de poder volver atrás.

No podía dejar de mirar sus espaldas con temor; la oscuridad los seguía incansablemente. Estaban huyendo de algo que jamás habían visto, de algo horrible imposible de vencer, de algo que no sabían si era real o un cuento para asustar a la gente.

El viento arrastraba una abrumadora humedad. El olor a agua estancada delataba la presencia de un lago cercano, y el sonido de insectos flotando sobre confirmaba que no estaba lejos. Jungkook propuso detenerse en la orilla hasta que amaneciera. Era peligroso seguir avanzando sin visibilidad, agotados como estaban y con los sentidos saturados.

Pero pronto el terreno comenzó a cambiar bajo sus pies. Lo que antes era un suelo sólido, cubierto de ramas secas y raíces, pasó lentamente a convertirse en una trampa blanda y engañosa. Con cada paso que daban, el piso respondía con un sonido húmedo y grumoso, un plop suave y espeso, pues la tierra se aferrara a sus botas para impedirles continuar.

—¿Qué putas es esto?—dijo Jungkook para sí mismo.

Las suelas de sus zapatos se hundían centímetros, pero lo suficiente para que caminar se volviera torpe. El barro comenzaba a pegarse como una goma, succionando cada pisada con resistencia.

El rottweiler, hasta ahora obediente y alerta, empezó a mostrar señales de incomodidad. Agitaba las patas al avanzar, sacudiendo con disgusto el fango que se aferraba a sus patas. Su nariz húmeda olfateaba con insistencia el aire, captando algo que ni Jimin ni Jungkook podían detectar. La tensión en su cuerpo creció con cada metro que avanzaban, hasta que finalmente, se detuvo por completo.

Byron clavó las patas con fuerza en la tierra, bajó el lomo en señal de rechazo y estiró la correa hacia atrás, negándose a continuar. El castaño intentó animarlo a seguir, tirando suavemente de la correa.

—Vamos, amigo. Casi llegamos — susurró con voz temblorosa, pero Byron no se movió.

Retrocedió un paso, y luego otro. El perro estaba aterrado. Estaba erizado, con los músculos tensos, las orejas echadas para atrás y la cola metida entre las patas. Miraba hacia la espesura nocturna. Algo allá adelante no le gustaba, y Jimin lo sintió de inmediato, una punzada fría en la base de la nuca.

El perro tenía tanto miedo que ni siquiera quería hacerle frente a la amenaza y eso fue la señal que le indicó a Jimin que algo andaba terriblemente mal.

—Byron, ¿qué sucede? Vámonos—murmuró el castaño en un hilo de voz y el perro lloriqueo levemente, negándose a continuar.

Jimin dejó de luchar contra el lodo en sus zapatos por un momento y alumbró los alrededores. La luz de su linterna se quebraba en la bruma que empezaba a extenderse, y una quietud antinatural se había instalado a su alrededor. Ya no se oían grillos. Ya no se oía nada. Solo su respiración y el sonido lento y viscoso del barro cuando se movían.

Algo estaba mal.

Con el corazón en la garganta, Jimin miró el suelo.

—Dios mío — se llevó una mano a la boca.

La linterna iluminó el suelo a escasos metros delante de ellos y fue entonces cuando vio las docenas de huellas, las mismas pisadas que había visto antes marcaban el barro húmedo. Iban de un lado a otro, en círculos erráticos, profundas y definidas, como si la criatura hubiera caminado de un lado hacia otro.

Jimin tragó saliva con dificultad y alzó la mirada para ver cómo la luz revelaba el cuerpo hundido de un animal pequeño, visible entre el fango espeso. Solo era un pedazo de un zorro, lo reconoció por el pelaje anaranjado. Estaba medio sumergido, con el hocico enterrado en el barro. Más allá, otro bulto. Un conejo, arañado por todas partes. Y al fondo, un venado, partido a la mitad. El torso tenía las costillas abiertas como las páginas de un libro, y del interior colgaban trozos oscuros. El olor que llegó a su nariz era intenso. Ferroso, pútrido y nauseabundo.

Jimin se detuvo en seco. Con el estómago revuelto y el miedo invadiendole rápidamente, giró la linterna hacia los alrededores y la verdad se reveló.

Mechones de pelo pegados a las ramas bajas. Huesos partidos, algunos roídos, otros astillados. Algunas extremidades aún con pedazos de carne necrosada, algunos pequeños, como de aves o roedores, otros más grandes... demasiado grandes. Fragmentos de cuerpos esparcidos por la zona como si hubieran sido arrojados ahí con violencia.

Esta tierra estaba impregnada de muerte.

Estaban en la guarida de la bestia.

Era su lugar de caza.

Jimin se quedó helado y luego, tragó saliva al sentir que cada sonido del bosque se había esfumado. No había viento. No había nada. Entonces, Byron gruñó.

Jimin sintió que el frío le recorría la espina dorsal. No necesitaba una explicación. Ya lo entendía.

—J-jungkook... — susurró con temblor en la voz, apenas podía respirar —Creo que está aquí..

Fue demasiado tarde cuando un poderoso gemido retumbó en la espesura. Un gemido profundo, húmedo y ahogado, como si un animal estuviera gorgoteando desde lo más hondo de su garganta... El sonido fue tan fuerte que pareció resonar dentro del pecho de Jimin, ocasionando que brincara del susto. El corazón casi se le sale del pecho y la linterna se le cayó de las manos por los chasquidos ahogados que se propagaron por cada rincón del bosque oscuro; iguales al los de un engendro, pero más fuertes, agresivos y vibrantes, como si aquella cosa se estuviera ahogando e intentara respirar.

No era un gruñido cualquiera. Era el sonido de algo que no debía existir. Algo macabro. Algo grande. Algo que respiraba con dificultad... o que tal vez estaba intentando oler a su nueva presa.

Jimin nunca había oído nada parecido, nada más espeluznante. Fuera lo que fuera esa maldita cosa, emitía un sonido vigoroso, alto y autoritario, imponía fuerza, debía poseer una caja torácica grande, y estaba mucho más cerca de lo que pensaban.

Abrió los ojos con pavor y miró a su alrededor. No vio nada, pero lo sentía cerca. Aquella cosa estaba cerca. Muy cerca. Lo suficiente como para que su presencia moviera el aire. Los pajarillos que estaban dormidos salieron volando repentinamente con aleteos agitados por encima de sus cabezas al oírlo.

Jungkook reaccionó al instante. Estiró su brazo en un movimiento rápido y lo posó contra el estómago de Jimin, obligándolo a ponerse detrás suyo, al mismo tiempo que retrocedian viendo hacia todas las direcciones que yacían totalmente a oscuras.

Jimin se aferró a lo espalda de Jungkook, sintiendo cómo su respiración se aceleraba sin control. El pelinegro levantó su arma con lentitud y comenzó a caminar hacia atrás sin quitar los ojos del entorno, moviéndose como si pisara sobre hielo. Sus pasos eran sigilosos, tensos, y sus sentidos encendidos. Jimin respiraba detrás de él, sosteniendo su brazo, tratando de no hacer ruido mientras sentía el peso de la oscuridad sobre sus hombros.

Y luego, otro sonido. Más cerca. Más fuerte. Sin embargo, no parecía moverse de manera torpe y desesperada como un errante cualquiera. No. Era preciso. Calculado. Como si estuviera acechando...

El castaño estiró la correa de Byron que volvió a lloriquear. Los ruidos guturales de sorda naturaleza se escuchaban por todas partes. No sabían de qué dirección provenían o si eran más de uno.

Con su fusil recargado a la altura de su mejilla, Jungkook agudizó su oído y barrió el área con su mirada, alumbrando los arbustos esponjosos que bailaban de un lado hacia otro por el viento helado. Los gruesos troncos de los árboles formaban puntos ciegos y el denso follaje los rodeaba completamente.

Era imposible saber en dónde estaba.

Jungkook tragó saliva con dificultad, reuniendo todas sus agallas. No debía sucumbir al pánico cuando tenía a Jimin temblando detrás suyo a Byron encorvado entre sus piernas. Tenía que controlarse, a pesar de tener el corazón latiendo frenéticamente y la respiración agitada.

De pronto, una ramita crujió y Byron se inquietó al oírlo; el rottweiler enloqueció como nunca antes y se sacudió completamente desesperado para escapar de aquella criatura infectada. La correa metálica se tensó cuando se lanzó hacia adelante con toda su fuerza y el metal oxidado se rompió, dejándolo libre..

Byron salió disparado directo a la lateral selvática y se perdió en la oscuridad antes de que pudieran detenerlo.

—Byron, no — dijo Jimin y estuvo apunto de echar una torpe carrera detrás del perro, pero fue retenido.

La mano de Jungkook se engulló en su muñeca para impedírselo. Jimin enfureció, sin embargo, no pudo forcejear contra el hombre cuando volvió a oír el cloqueo ensordecedor, esta vez un poco más cerca que antes. Su cuerpo se paralizó involuntariamente por el pánico y los vellos de su nuca se levantaron al sentirlo literalmente detrás suyo.

Si se concentraba lo suficiente, ralentizaba su respiración y aislaba las pulsaciones palpitando en sus oídos, se podía escuchar el plop fuerte y descuidado de las pisadas lejanas aunado a los gemidos ahogados que se acercaban. La pestilencia hizo presencia en el viento que corría por el oeste. Estaba aquí.

Estaba muy cerca.

Era como un monstruo maligno de pesadilla que venía por ellos.

Jungkook le dedicó un gesto para que hiciese silencio y descendió su agarre, terminando por entrelazar su mano con la de Jimin. El castaño aguantó la respiración en sus pulmones y cerró los ojos apesar de no ver nada. Escuchaba todo. Tenía miedo, pero no iba a llorar en esta ocasión. Este era el momento donde debía mostrar su fuerza y coraje.

Jimin apretó la mano de Jungkook como respuesta para permanecer juntos.

—Pueden olfatear muy bien...—articuló Jungkook sin emitir sonido.

Oler...

La cabeza de Jimin hizo conexión rápidamente.

Entonces, el castaño siquiera lo pensó cuando se aventó en el fango. Agarró un puñado de barro en su mano y se la pasó por toda sus ropas y el sobrante lo untó en sus mejillas. Jungkook entendió e hizo lo mismo que Jimin embarrando el fango en sí mismo hasta quedar sucio.

No había espacio para la repulsión: hundió las manos y se embadurnó de inmediato todo el cuerpo, tallándose la mezcla espesa en la ropa, los brazos, el rostro, el cuello.

Sin dudar, Jungkook se arrojó junto a él, revolcándose entre el lodo como cerdo. Era un acto de supervivencia. El pelinegro se cubrió hasta el último rincón: el rostro, el pecho, la nuca, los dedos. Jimin gateó hacia él, y comenzó a untarle barro por la espalda y los hombros, asegurándose de no dejar un solo trozo de piel o tela limpia. Los dos parecían guerreros primitivos cubriéndose para una batalla.

El barro se adhería a ellos como una segunda piel. Marrón, pesado, maloliente... perfecto. Eso debía ser suficiente para camuflar su olor corporal y que el animal infectado no se diera cuenta de sus presencias ahí, pues olían a su propio hábitat.

Ambos respiraban despacio. El aire parecía denso, espeso como el fango que tenían encima.

Un gruñido ahogado vibró entre los árboles, grave, húmedo, ahogado, como el estertor de una bestia con los pulmones llenos de baba. Jimin y Jungkook no se atrevieron a alzar la mirada. Solo escuchaban cada movimiento. El depredador estaba cerca. Demasiado cerca. Pero nada cambió. No sabía que estaban ahí. Y por eso estaban vivos.

Se tomaron de la mano casi al mismo tiempo, buscando el contacto del otro mutuamente. Con movimientos cautelosos, Jungkook se lanzó hacia el interior de la jungla estirando a Jimin consigo, yendo hacia el lado contrario en donde el viento soplaba y venía la asquerosa fetidez del animal medio muerto.

Metiéndose entre los arbustos, Jungkook escaneó su entorno alumbrado por la única linterna. Entonces, sus ojos siguieron el recorrido de la luz y aterrizaron en una curva de tierra dura cubierta por las raíces gruesas de los árboles añejos. Era una especie de madriguera medianamente grande. Jimin también la vio y sin dudar, se acercaron rápidamente al túnel natural que estaba formado en el suelo.

Byron no estaba ahí, no obstante, el gemido todavía los seguía de cerca. El pelinegro evaluó la entrada de tierra y raíces torcidas antes de mirar a Jimin.

—Vamos, adentro — ordenó Jungkook en voz baja, sabiendo que el cuerpo pequeño del castaño tenía más posibilidades de entrar sin atascarse.

Era un espacio estrecho, sofocante, pero no tenían otra alternativa, Jimin se arrojó al suelo sin pensarlo dos veces y comenzó a arrastrarse pecho tierra por el túnel. Cada centímetro era un desafío, las rocas raspaban sus costillas, la humedad del suelo se pegaba a su ropa, y cada bocanada de aire sabía a polvo y encierro. Se sentía como un gusano, retorciéndose hacia la oscuridad. Aún así, se movía con agilidad, pues era delgado y escurridizo. Cuando al fin llegó al final del túnel, respiró con dificultad y se acomodó de lado, su mejilla contra el suelo frío.

Una vez aquel se acomodó, Jungkook no perdió el tiempo, aventó su mochila y su arma detrás de un arbusto para que no abarcaran espacio y se introdujo en la madriguera en donde muy apenas cupieron ambos hombres adultos.

Jimin escuchó a Jungkook lanzando su mochila y su arma hacia unos arbustos cercanos para liberar espacio. El pelinegro se arrastró con esfuerzo, maldiciendo en voz baja cuando sus anchos hombros quedaron atorados por un instante en el acceso. Luego, con un empujón brusco, logró deslizarse adentro, llenando el reducido espacio con su cuerpo.

Jimin lo sintió antes de verlo. Prácticamente estaba encima suyo. Sintió su calor corporal. La vibración de su respiración. La tensión en sus movimientos.

Jungkook resopló con molestia, intentando girar para encontrar una posición menos incómoda, pero no había lugar. Las suelas de sus botas quedaron sobresaliendo por la entrada, y al intentar reacomodarse, avanzó apenas unos centímetros más... solo para recibir un golpe seco en la cabeza contra el techo de tierra endurecida.

—Joder —gruñó entre dientes, bajando la cabeza con una mueca y alumbrando el túnel con la linterna.

El contacto era demasiado. El encierro, opresivo. Estaban muy apretados e incómodos. Tan solo quince centímetros separaban sus rostros sucios. Las respiraciones agitadas mezclándose entre sí y eclipsando cualquier ruido que pudiera haber afuera.

De repente ya no había nada, solamente ellos dos.

Cuando los ojos de ambos se encontraron, estaban tan cerca que podían sentir el aliento del otro rozarles los labios. Jungkook intentó concentrarse y saber que sucedía afuera, saber si habían burlado a esa cosa, pero el escondite no lo dejaba moverse. No había espacio para mover los brazos y las piernas.

—No puedo moverme — dijo Jungkook tratando de levantar la cabeza para ver hacia afuera —. ¿Alcanzas a ver algo?

Jimin también intentó moverse, levantando un poco la cabeza —. Creo que se ha ido — dijo el castaño.

Dudaba que los encontrara ahí. Estaban a salvo.

—Byron... Tenemos que ir a buscarlo o esa cosa lo atrapara — el susurro de Jimin se escuchó más fuerte debido a la cercanía que compartían. No sabía porque se había metido aquí, debían ir a buscarlo —. Hay que salir. ¡Está en peligro! ¡Lo infectará!

—Shhh cálmate — siseó Jungkook, frustrado por la posición estrecha —. Estoy seguro que Byron está escondido incluso mejor que nosotros. Es su sentido de supervivencia, no se dejará atrapar, pero eso escapó — le contestó para tranquilizarlo un poco.

La linterna quedó atrapada entre sus cuerpos, proyectando un haz de luz. A tan poca distancia, podían ver con nitidez los rostros del otro. La luz iluminaba la tierra, el vapor de sus alientos y los detalles crispados de sus expresiones. Jimin estaba al borde del colapso. Sus ojos grandes y enrojecidos por las lágrimas, brillaban con angustia. Su labio inferior temblaba, como si apenas lograra mantener los sollozos, por el pánico de no saber qué le estaba pasando a Byron allá afuera, solo y vulnerable.

Jungkook lo observó, y aunque sus ojos mantenían esa dureza habitual, había algo diferente. Una sombra de comprensión y pena. Sentía el temor de Jimin con cada estremecimiento de su cuerpo que estaba pegado al suyo.

—Debemos quedarnos aquí. Si salimos ahora lo atraerás hacia nosotros. Si ese monstruo nos localiza no lograremos acabar con él. Es muy fuerte para nosotros dos. Es muy fuerte incluso para un escuadrón completo — explicó Jungkook, agitado.

Respiró profundo para no perder la cabeza y no le quedó otra opción que estar de acuerdo en esperar ahí. No quería ser contraproducente y empeorar la situación. No ayudaría a Byron haciendo ruido. Esta amenaza era mucho más poderosa que su mera convicción y amor.

Debían esperar, sin embargo, estar en este lugar no lo hacía sencillo. Mientras más tiempo pasaban en esa maldita madriguera era más doloroso e incómodo, pero sobre todo invasivo.

Para Jimin era imposible no tocar el cuerpo de Jungkook y viceversa. El pelinegro abarcaba mucho espacio y estaba prácticamente encima de Jimin, el cual tenía su espalda pegada contra la pared terrosa para mantener distancia. Ninguno quería mirarse directamente a los ojos porque era extraño debido a la cercanía entre ellos. Estaban muy cerca, lo suficiente para sentir el calor corporal del otro y la respiración haciendo cosquillas en la cara.

La cueva olía a humedad y hierba extraña. De pronto, un hilo de tierra se desprendió del techo cayendo sobre sus cabezas. Demonios. Por un instante pensaron que el techo se les caería encima. A Jimin no le disgustaba tanto, podía soportarlo, pero sorprendentemente quien estaba teniendo un episodio de claustrofobia era Jeon Jungkook. Comenzaba a caer en desesperación conforme pasaba el tiempo.

Aquel se removió en su sitio con un gruñido mientras respiraba cada vez con más fuerza.

—¿Estás bien? —le preguntó Jimin, preocupado.

—No me gustan los espacios reducidos donde no puedo moverme — confesó, fallando en el intento de guardar la calma. A cada minuto sentía que las paredes se iban cerrando a su alrededor hasta aplastarlo y matarlo —. No puedo estar más tiempo aquí — dijo, tomando en cuenta que fue idea suya.

Su cerebro estaba luchando contra el miedo real y el miedo irracional sobre la alternativa de morir afuera o morir allí adentro.

—Calmate, intenta respirar. Vamos, hazlo conmigo, despacio — instruyó Jimin y aquel lo hizo lentamente al compás del castaño. Ambos encontraron un ritmo que, de hecho, funcionó. Jimin mirando a Jungkook mientras este cerraba los ojos y seguía controlando su respiración —. Si, así está bien... Aquí estamos a salvo y no te dejaré salir — sentenció.

Jungkook lo miró fijamente a los ojos, agitado y un poco desconcertado por el repentino cambio de roles. Aún así, siguió respirando pausadamente como le sugirió y el castaño sonrió levemente.

—Creo que he encontrado tu miedo — le dijo en un intento por liberar la tensión —. Miedo a lugares estrechos. Pensaba que no tenías miedo a nada.

—No tener miedo y saber manejarlo es diferente — confesó el hombre, aún con su respiración inestable.

Jimin hizo un mohín y entornó los ojos.

—¿Qué animal crees que era ese? —interrogó luego.

—No lo sé, no soy experto en huellas... Solo espero que no sea un felino o es una batalla perdida — dijo resoplando con pesadez e hizo una breve pausa —. Fue una buena idea... el fango — mencionó entonces y Jimin sonrió un poco.

Siendo sincero, no sabía si funcionaria, siquiera lo pensó demasiado, solo lo hizo. Pero recordó las veces que había hecho cosas parecidas en Seúl.

De repente, Jimin se quedó en silencio, sumergido en sus pensamientos, pues no podía dejar de pensar en Byron. Estaba tan asustado porque le sucediera algo. No podía pasarle nada malo o moriría.

—Byron está bien. Es un perro inteligente — le dijo Jungkook con un tono de voz diferente al normal, más calmado y amable —. Lo encontraremos.

Jimin se obligó a sostener la mirada de Jungkook y asintió suavemente con la cabeza cuando las palabras no salieron de su boca. Era la primera vez que Jungkook era amable con él y por alguna razón se sentía bien, era reconfortante escucharlo. Tal vez precisamente porque nunca lo era.

Luego de decir aquello, todo se volvió oscuro cuando la batería de la linterna se agotó y ambos se quedaron en silencio lo que pareció una eternidad.

[...]

La guarida era sorprendentemente cálida durante la noche, o eso es lo primero que piensa Jimin al despertar cuando sintió una presencia sólida apretada contra su cuerpo y un peso descansando sobre su cadera. Le dolía todo el cuerpo por la posición y suelo duro. Ronroneó suavemente mientras seguía en estado de somnolencia. Frotó su mejilla contra "la pared" dura que se inflaba de arriba hacia abajo y después, escuchó un corazón latiendo rítmicamente contra su oreja, lo cual le confundió unos segundos.

No obstante, una mano acariciando su espalda baja le hizo despertar abruptamente de un saltito. Jimin abrió sus ojos asustados, los cuales tardaron en adaptarse a la escasez de luz. La iluminación natural de un nuevo día ingresaba por la entrada de la cueva, alumbrando a los dos hombres acostados de los pies hacia la cabeza.

Jimin se quedó inmóvil al darse cuenta que el brazo de Jungkook lo estaba rodeando por completo, el cual había desaparecido la distancia que existía entre ellos. Sus cuerpos estaban pegados el uno al otro, con las piernas entrelazadas.

Jimin tragó saliva y se alejó un poco, solo lo que el brazo musculoso de Jungkook le permitió para así poder ver su rostro a unos cuantos centímetros de distancia. Estaba lleno de barro, y aún dormido, Jungkook tenía el ceño fruncido. Balbuceó varias palabras incoherentes, maldijo entre dientes y de pronto, apretó su mano a la cintura de Jimin cuando tuvo ligeros espasmos a causa de una pesadilla.

Jimin se estremeció por esa acción, pero guardó la calma y no quiso moverse a pesar de que Jungkook lo estaba acercando más de lo permitido. Él también solía tener espantosas pesadillas, todos los días, otra de las razones por las que siempre dormía abrazando a Byron, lo hacía más ligero. Sentir que tienes a alguien que te resguarda y te brinda calidez.

Jimin clavó sus dientes en su labio inferior, nervioso.

—Jungkook... — murmuró casi con temor de despertarlo y romper la calma —Jungkook despierta, ha amanecido... Tenemos que irnos... Tenemos que buscar a Byron...

Jimin estiró una mano temblorosa y rozó su hombro para mecerlo suavemente aunque el pelinegro no despertó.

Entonces, el castaño no volvió a intentarlo de inmediato. Permaneció inclinado hacia él, observando de cerca el rostro masculino que tantas veces había temido mirar de frente. No sabía si era el silencio, la quietud o simplemente el extraño momento, pero algo lo mantuvo allí, atrapado.

Aunque estaba lleno de fango seco, los ojos de Jimin descendieron por la línea firme de su mandíbula, luego a la comisura de sus labios entreabiertos, delgados, suaves, alejados del gesto severo con el que acostumbrado a mostrarse. Luego, subió hacia la nariz recta, las pestañas oscuras y la cicatriz que cruzaba parte de su ojo. Esa herida que antes le pareció monstruosa, ahora le causaba pena. No solo por lo que representaba, sino por lo que tuvo que vivir para tenerla.

Con delicadeza, Jimin extendió los dedos y apartó un mechón de cabello negro que caía sobre la frente ajena para verlo mejor. Fue un roce, pero suficiente para sentir su piel. Los ojos cerrados de Jungkook no eran intimidantes así. Hasta ese instante se dio cuenta que su cara no era desagradable ni fea... de hecho, tenía un rostro apuesto.

Por un segundo eterno, Jimin se quedó allí. Mirándolo como si no recordara todo lo que había hecho. Como si no fuera el enemigo. Como si de pronto la línea entre víctima y captor se hubiera desdibujado. Por un momento, olvidó quién era Jungkook y simplemente lo vio cómo un hombre...

Y eso fue lo que más lo perturbó.

Jimin cayó en cuenta de lo que hacía y se alejó por completo repentinamente.

No sabía qué mierda estaba haciendo. No sabía que le pasaba. Se había vuelto loco. No comprendía por qué su corazón latía tan fuerte. No entendía ese calor en su vientre ni la extraña sensación que recorría sus brazos por el contacto físico. Había algo muy equivocado con esto. Con él. Con ellos.

Más allá de lo extraño, era confuso. La situación en la que estaba no era normal. Lo que estaba viviendo no era correcto. Había vivido muchas tragedias, su cabeza estaba tan afectada psicológicamente por todo lo que había pasado los últimos días, semanas, meses, incluso el último año; la soledad a la que fue sometido por mucho tiempo y después todo lo que ha vivido con Jungkook en contra de su voluntad.

No debía olvidar con quien estaba tratando. No debía olvidar porque estaba metido en esa situación en primer lugar. Era horrible que la mínima muestra de bondad y preocupación humana le confundiera de esa forma. ¿Acaso era estúpido?

Ya no estaba pensando con claridad. No estaba bien sentir esta clase de seguridad con Jungkook porque a este ni siquiera le importaba su vida, y no tendría porque. No se conocían, no eran amigos, solamente eran dos sobrevivientes a su causa.

Jungkook gruñó, finalmente volviendo a la conciencia y el agarre a su cuerpo aflojó, permitiéndole a Jimin moverse un poco hacia atrás antes de que Jungkook notara lo que estaba haciendo mientras dormía.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? — cuestionó adormilado, apretando los ojos hinchados.

—Horas. Incluso ha amanecido. Tenemos que salir. Hay que buscar a Byron — dijo Jimin ocultando su nerviosismo.

Jungkook asintió con un suspiro.

—Saldré primero. Espera — con cuidado, Jungkook despabiló y seguidamente, se arrastró hacia afuera de la madriguera para asegurarse que el peligro se había ido. Jimin salió un minuto después mientras el pelinegro recogía sus cosas —. Vamos a buscarlo, pero primero hay que lavarnos en el lago. Estás hecho un asco.

Jimin lo vio con mala cara mientras también recogía sus cosas.

—Supongo que no te has visto en un espejo —le respondió con molestia, pero asintió. Se sentía asqueroso, sudado, con mal olor y su ropa estaba dura por el fango.

El lago no estaba lejos de ahí. Llegaron con rapidez hasta la orilla donde la niebla matutina comenzaba a disolverse entre los rayos del sol. El agua cristalina, de un azul claro casi mágico, reflejaba las copas de los árboles como un espejo que se rompía cuando las olas se formaban.

Jimin tocó el agua delicadamente con su mano.

Por otro lado, sin perder tiempo, Jungkook se adentró en el lago y sumergió su camiseta en el agua para lavarla. La frotó con fuerza para desprender los restos de fango endurecido. Luego, hundió toda la cabeza bajo la superficie. Él no conocía la delicadeza ni la sutileza. No era meticuloso. Cuando emergió, su cabello negro empapado le caía por la frente y la nuca. El agua se llevó la tierra y el sudor y respiró profundamente al sentirse limpio otra vez.

Volvió a ponerse sus vaqueros, no obstante, guardó su camiseta mojada, quedándose únicamente con su chaqueta abierta.

Después, sacó la cantimplora vacía de su mochila y la llenó con el líquido, dándole un trago antes de volver a ponerse en pie.

—Puedes lavarte por mientras — dijo él, notando que Jimin aún no se metía al lago, solamente estaba parado en la orilla —. Me adelantaré a buscarlo. Y voy a asegurarme de que esa cosa no ande cerca todavía.

Jimin lo miró en silencio mientras el otro se preparaba para partir. Jungkook señaló con la barbilla hacia el borde del lago.

—Quédate por aquí, cerca de la orilla — indicó con firmeza — . Si pasa algo, si ves algo extraño... te metes al agua de inmediato. Los infectados no pueden nadar.

Jungkook se colgó el fusil al hombro y giró sobre sus talones, listo para internarse en la espesura, pero no dio más de tres pasos cuando Jimin lo llamó de vuelta.

—¡Jungkook, espera!

El pelinegro se detuvo en seco, girando la cabeza, con una expresión desconcertada. Sus cejas negras se alzaron un poco.

—Nosotros... tenemos una forma de comunicarnos — explicó Jimin, levantando la mirada hacia la copa de los árboles. Su voz era baja, pero firme —. Escucha esto.

Entonces silbó. Una nota pequeña pero armoniosa, que se alzó entre los troncos y se dispersó como una brisa entre las hojas.

—Byron irá hacia ti si escucha eso —añadió mientras bajaba lentamente la cabeza.

Los grandes ojos de Jungkook se abrieron ligeramente hacia él, pero asintió. Luego, sin apartar la mirada de él, abultó los labios e imitó el silbido con una precisión sorprendente. Un poco más áspero, pero igual de claro.

Jimin asintió con calma y no pudo evitar que sus labios se curvaran ligeramente. Fue una sonrisa leve, invisible para cualquiera que no estuviera buscándola.

—No te alejes demasiado de este punto. Y Jimin — Jungkook hizo una pausa, como si dudara—no intentes escapar otra vez.

Jimin soltó una risa sin humor.

—No lo haré —murmuró, y tras un instante de vacilación, añadió en voz más baja—: Ten cuidado.

Jungkook lo miró por un segundo más. No respondió. Solo asintió una vez, firme, con determinación, y sin decir nada más se volvió hacia el bosque, desapareciendo entre la maleza con pasos veloces.

No volvió a mirar atrás, le dio a Jimin un momento de privacidad, pues por supuesto que se había dado cuenta que Jimin no quería quitarse la ropa para lavarla mientras estuviera frente suyo. Eran hombres, tenían lo mismo, no es como si fuera a ver algo nuevo, pero aún así le dio su espacio porque no era un pervertido.

Luego de lo que pasó con Chen, tampoco lo culpaba por estar a la defensiva.

Además, a orillas de la laguna había menos riesgos que en el interior del bosque. Aquella maldita criatura traída del infierno se había marchado, por pura suerte, pero siempre existía el riesgo de que volviera o hubiera más como ella. El bosque era muy grande y peligroso.

Jungkook caminó hacía el sur en busca del rottweiler y al mismo tiempo aprovechaba en identificar rastros del animal infectado. En el fondo tenía una inmensa curiosidad por saber que había sido esa jodida cosa.

Caminó por media hora o posiblemente más. Busco en cada árbol, cada matorral, cada madriguera, cada roca... El mencionar que Jeon no se puso intranquilo al comenzar a buscar al perro de Jimin a lo largo del caducifolio y no encontrarlo sería falso. ¿Y si realmente algo malo le había sucedido?

No dudaba que Jimin se diera cuello a sí mismo si eso fuera así. Desde el primer día se dio cuenta de lo apegado que estaba el hombre al animal. No lo juzgaba por ello. Incluso era un poco... tierno.

Cada cierto tiempo, Jungkook silbaba con fuerza, creando un sonoro eco que se expandía por el aire y hacía sintonía con el bello canto de los pájaros vivos. Si Byron estaba cerca debería escucharlo, no obstante, lo que Jungkook definitivamente no esperó fue que alguien más le devolviera el mismo silbido en respuesta.

Confundido, Jungkook lo hizo una vez más y recibió como una respuesta un silbido que viajó armoniosamente entre los árboles desde una distancia cercana.

Volteo a todas partes, esperando encontrar una silueta, pero no había nadie a la vista. No podía ser Jimin porque básicamente lo había dejado atrás, se hubieran encontrado en el camino o lo hubiera visto alcanzarlo.

Cauteloso, el pelinegro preparó su fusil y siguió silbando para recibir otra respuesta y aproximarse hacia ella. Sus ojos saltaban de un lado a otro mientras se escondía entre los matorrales como si fuese un depredador. El bosque estaba más solo que un cementerio, pero finalmente recibió una respuesta diferente, la respuesta que estaba esperando; un ladrido.

Inmediatamente después de escucharlo, Byron apareció entre la línea de árboles, dirigiéndose directamente al pelinegro a toda velocidad mientras agitaba el rabo feliz de un lado hacia otro como si viniera de vivir una gran aventura. Estaba perfecto, sano y salvo, cochino pero entero.

Jungkook sonrió de soslayo y relajó un poco los hombros.

—Byron, ven aquí, demonio — dijo al mismo tiempo que se dirigía al perro.

Definitivamente Jimin estaría muy aliviado, pensó, sin embargo, sus pies se detuvieron repentinamente a mitad del camino cuando un hombre salió entre los arbustos, acompañando al rottweiler y su sonrisa se desvaneció en un dos por tres.

Era un tipo alto y delgado, su rostro estaba cubierto de tierra, sus ropas descuidadas y sus manos temblorosas portaban un fusil. Los hombros del hombre se cuadraron al verlo también, su ceño se frunció inmediatamente y luego, se detuvo a unos metros de distancia en modo alerta.

El perro llegó emocionado hasta Jungkook, estampándose contra él para ser acicalado, no obstante, el pelinegro no podía prestar atención a nada que no fuera el otro hombre que estaba parado delante suyo y lo veía de mala forma.

—Dijiste su nombre—habló el otro hombre en tono bajo. Manteniendo el arma entre sus manos —... Dijiste su nombre; Byron. ¿Cómo sabes su nombre? —exigió, escudriñando a Jungkook de arriba hacia abajo, haciendo una mueca disgustada por la cicatriz

Jungkook no respondió, se mantuvo sereno y arrogante, analizándolo de pies a cabeza con una ceja negra alzada. Estaba tratando de intimidar sosteniendo su pistola de esa manera. Jungkook quiso reír. Se necesitaba más que eso para asustarlo.

Jungkook no necesito mucho para saber quién era el hombre. Era increíble precisamente a quien se había encontrado aquí. Esto se pondría interesante.

[...]

Ժ

CAPÍTULO DEDICADO CON TODO MI AMOR A PROBABLEMENTE LA PERSONA QUE MÁS ESPERA QUE ACTUALICE, BESITOS, CORAZÓN: silkyshine01 ♥️

Mi meme más personal xd

*Se escapa por dejarlo en esta parte*. Que emoción aaa. Se viene el otro encuentro más esperado: Jungkook vs los enamorados de Jimin💀

La moraleja de este capítulo con Jimin es que siempre nos empiezan a gustar personas que no deberían TwT.

Más aparte, no sé qué nombre ponerle a los animales infectados. Acepto sugerencias aquí jaja 👉🏻

NOTA: Probablemente la mayoría ya lo leyó así, pero en el capítulo siete subí un borrador que no era y no narre explícitamente como le hacen la cicatriz a Jk (subí la primera versión que hice censurada), pero ya lo cambié. Lo que quiero aclarar con esto es que Jk si sufrió daño en el ojo, ósea está tuerto.

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