Soledad
Esto no es tan poema, pero creo que si poesía. Me base en sucesos y sentimientos de mi vida, en este texto tomo a la soledad como si fuese un ser vivo y mas o menos como nos sentimos con ella.
Soledad. Una palabra tan bonita pero de un significado tan triste.
Se lo que se siente. Se como es. Se como luce. Sé cómo vive.
Porque sé que solo los más fuertes son capaces de sobrevivir a ella. Solo los más fuertes son capaces de seguir adelante y dejarla atrás.
Es adictiva, hermosa, te da consuelo donde nada ni nadie más te lo da. Eso la hace tan atrayente.
Pero ¿Realmente es tan honesta como dice ser? ¿Realmente nos hace bien estar a su lado, convertirnos en su pupilo y que nos trate como si fuéramos sus propios hijos? ¿Qué nos abrace, nos susurre que todo va a estar bien, que hay que dejar todo atrás y quedarnos con ella, lejos de todo lo que nos hace daño, a salvo, seguros?
Su aspecto tranquilo, su manto de calma con el que nos arrulla y su voz suave con la que nos canta palabras de consuelo mientras su vestido azul cielo se llena de lágrimas. Lagrimas de dolor, lagrimas de tristeza, lagrimas de pena, lagrimas de pánico, lagrimas de soledad.
Aquellos ropajes antes vírgenes ahora siendo víctimas y testigos de los males y penas de sus protegidos. Ella sufre con nosotros, siente nuestro dolor como si fuese propio, pero también es capaz de enredarnos en nuestro sufrimiento y darnos a entender cosas inciertas.
Cuando queremos acordar, lo que pensamos que eran horas fueron días, lo que creímos que eran días se volvieron meses, el tiempo que pasamos a su lado refugiándonos, aislándonos de nuestro alrededor y guardando lo que nos hacía daño en lo más profundo de nuestras almas, sintiéndonos seguros, una seguridad enfermiza pero adictiva con la cual nos convencimos que todo estaba bien.
Solo hay un problema, la realidad. Para aquellos aferrados a la soledad, la realidad parece tan lejana que nos es complicado recordar fragmentos que no estén rotos de ella. Nos convencimos que todo estaba bien, que todo estaba yendo por el camino correcto y ella nos brindaba apoyo. Pero cuando es momento de salir al mundo real lo notamos: Nada está bien.
Aquel tiempo que pasamos aislados, aquel tiempo donde creíamos que las cosas estaban mejorando y aquel tiempo donde creímos que la soledad nos ayudaba solo fue una mentira. Una vil mentira hecha por quien nos trato como a sus propios hijos para que no la abandonásemos.
Porque tiene miedo. Miedo de ella misma. Está asustada de caer en su propio ser, de que no quieran su compañía. Y al final del día lo notamos: Ella es tan humana como nosotros.
Aquellos momentos donde nos proporcionaba calma, seguridad, confianza. Aquel momento donde nos daba un hogar, nos proporcionaba un brazo en el cual llorar y un receptor para hablar de nuestros problemas... Aquellos momentos se fueron, y lo hicieron para no volver.
Envenenados, nuestros seres corrompidos por tiempo aislados y nuestras mentes ya no estando seguras de que hacer. Donde ir o donde no ir, en quien confiar o en quien no confiar, detenerse o seguir adelante.
Nos escondemos, nos sentimos inseguros hasta delante de nuestra propia familia. Aquellos en quienes antes confiábamos sin dudarlo ahora no parecen tan confiables, aquellos a quienes echaríamos una mano sin dudarlo ahora dudamos si hacerlo o dejar que alguien más lo haga.
La soledad nos cambia. No lo hace para bien. No lo hace para mal. Solo nos cambia, nos vuelve más maduros y nos enseña una dura lección de la vida: No todo es real, así como no todo es mentira.
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