𝗯𝗼𝗿𝗱𝗲 𝗲 𝗶𝗻𝗻𝗲𝗰𝗲𝘀𝗮𝗿𝗶𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘁𝗲𝗿𝗰𝗮
—Creo que eres mi alfa, Roseanne.
—No.
—Pero lo siento, aquí —apunta su pecho.
—Que no, joder.
—¡Mi loba lo presiente, Rosé!
Jennie no era de elevar la voz, pero se sentía muy frustrada ahora mismo.
Park Roseanne era la alfa más perfecta que conocía, aunque también la más idiota.
—Pues tu puta cachorra se equivoca.
—¡Pero tú me dijiste que también lo sentías cuando me besas-!
La grande palma de Roseanne tapa sus labios, impidiéndole que siga hablando.
—Cállate, quieres —le mira con el ceño fruncido, molesta.
—Pero... —logra murmurar entre los dedos de la menor, con una mueca de confusión pintada en su rostro.
Roseanne quita su mano, alejándose lo antes posible.
Desde que conoce a la rubia, se sintió atraída, buscando cada excusa para estar cerca suyo. Roseanne casi siempre se comportaba ruda y tosca, como lo era con todos, mas habían momentos en los que era dulce, agradable. Hasta llegaba a hacerle mimos en su cabello.
Todo ese cambio de actitud dejaba a la pobre omega confundida, sintiéndose aceptada, y luego rechazada.
◍◍◍
Su cara de desagrado hizo a Jennie temblar.
El receso había acabo y ambas se encontraron por casualidad en los baños.
—No me sigas.
—¡No lo hago, lo prometo! —comenzó a negar con las manos, avergonzada. De todas formas se acercó a la más alta, quien arreglaba su camisa frente al espejo.
—¿Qué quieres?
—¿Por qué me rechazas?
—Porque no me gustas —se encogió de hombros, girándose para quedar frente a ella.
—Me besaste, ¿recuerdas? Siempre lo haces de hecho, y fuiste-
—¿Qué te he dicho de decir esas cosas en voz alta? —se acerca, sosteniéndole uno de sus brazos con fuerza. Su mirada era intensa.
Jennie tragó saliva.
Fue ahí cuando Roseanne cayó en cuenta de la cercanía de sus cuerpos, junto a la respiración agitada de la castaña.
La tensión que se generó, se esfumó en cuanto una beta salió del cubículo, y fue directo a lavarse las manos. Alfa y omega guardaron silencio hasta que la muchacha se fue.
Park suspira, retrocediendo un paso.
—¿Qué tengo que hacer para demostrarte que estamos unidas? —vuelve a insistir.
—No, no, Jennie —comenzó a negar rápidamente—, no eres mi omega y-
La extremidad de Jennie tomando la suya de repente, la agarra por sorpresa, cortándole el habla. Sus dedos eran suaves y pequeños.
—Por favor, Rosé... No me digas eso si luego vas a buscarme... —comenzó a soltar fermonas de tristeza, que hicieron a la otra descomponerse un poco—. ¿De verdad... n-o sientes nada? ¿Absolutamente n-nada? —perecía un gatito perdido mirándola hacia arriba, con sus cejas en claro gesto de dolor y sosteniendo débilmente su mano.
—N-No, Jennie. Ya te lo dije.
Y notó como esos bonitos ojos gatunos se cristalizaron, a punto de romperse frente suyo. Su loba comenzó a aullar dentro de su pecho, suplicando por acercarse.
Pero Roseanne... Roseanne era una alfa borde e innecesariamente terca.
—Es-está bien... Disculpa si fui una molestia, Rosé —usó un tono serio.
Limpió la diminuta, pero sincera lágrima que cayó por su pómulo y se alejó.
A partir de ese día, la castaña se mantuvo distante, sin siquiera echarle una mirada. Estaba decidida a ignorar a la chica que le rompió el corazón, que la utilizó para un par de besos nada más. Aunque no lo mal interpreten, no era algo contra Roseanne, no sentía resentimiento hacia ella, Jennie no era de ese tipo de personas. Más bien lo hacía para protegerse, para intentar que sus sentimientos dejaran de florecer y por fin se marchitaran.
Quería dejar de estar enamorada. Quería descansar.
◍◍◍
Con la cabeza metida entre sus brazos, Jennie dormitaba en la cafetería de su escuela, realmente agotada. Ha tenido un buen de pruebas esta semana y ya ha pasado dos noches de largo estudiando.
Se le olvidó el almuerzo en casa y no tenía muchos amigos como para sentarse con ellos, así que estaba sola en esa mesa, intentando descansar.
Un fuerte agarre en sus hombros la asusta, tomándole desprevenida. La gente al rededor le observa curiosa, pero la chica no entendía.
El mismo brazo tira de ella, levantándola de la silla. No le fue necesario voltearse porque en ese mismo instante sintió ese particular olor a bosque y ligero tabaco.
La rubia la tomó por debajo de la axila, arrastrándola sin decir absolutamente una palabra.
Y cuando Jennie estuvo a punto de hablar, Roseanne ya la había sacado del comedor, dirigiéndose al mismo baño donde estuvieron juntas la última vez que se vieron.
La empujó, obligándola a que entrara por completo y cerró la puerta tras su espalda, y ágilmente logró colocarle seguro sin ver la cerradura, importándole poco que el resto de alumnas no pudiesen ir a hacer sus necesidades.
Jennie seguía aturdida. Su cuerpo quieto, pero sus pupilas dilatadas hicieron que Roseanne se acercara con brusquedad, tomándole del cuello de su camisa, pegándola al lavamanos con fuerza. No le importó el gemido de dolor que soltó la omega y atacó sus labios con la desesperación haciéndole cosquillas.
Kim quedó en blanco. Por más que Roseanne siempre iniciaba sus encuentros así, con cero delicadeza y un poco de agresividad, pensó que se habían acabado.
Cuando las manos ansiosas de la menor le sostuvieron la cintura, apretándola más contra la cerámica, fue cuando Kim Jennie se rindió.
Correspondió el beso, se dejó dominar por sus partidos labios, se dejó libre ante lo que la alfa quisiera hacer, sus manos recorriendo su piel y sus respiraciones agitadas a más no poder.
Jennie llevó sus brazos por detrás de su cuello cuando Roseanne la subió al lavamanos, posicionándose entre sus piernas.
Pero algo en su corazón le decía que las cosas no estaban bien. Roseanne siempre fue poco cuidadosa, mas aquel beso se sentía diferente. Era amargo, casi triste.
Sintiendo pena, se separó de la rubia, empujándola suave por el pecho.
Roseanne la miró confundida, a punto de reclamar, pero Jen se adelantó:
—¿Qué pasa...? —le preguntó con un tono tan preocupado, que Roseanne quiso llorar.
En general, una mirada de lástima la hubiese hecho molestarse, refunfuñando que ella no necesitaba la lástima de nadie, pero los ojitos de Jennie, sus pestañas largas y perfectas, su puchero, sus cejas demostrando preocupación... Roseanne se rompió; la alfa tosca y seria se hundió en el pecho de la omega, sollozando.
Por unos instantes, Jennie no supo qué hacer. Es decir, estaba segura que si le contaba a alguien la escena que estaba pasando frente a sus ojos, no le creerían.
Y no era para menos.
Pero su loba reaccionó, llorando también. La abrazó con fuerza, dejando que la chica más alta se desmoronara en sus brazos. Le acarició el cabello y la enrolló con sus piernas. Volvió a aceptar, de alguna forma u otra, estar a la disposición de Park Roseanne cuando esta quisiera.
Cinco minutos después la alta se separa un poco, limpiando sus ojos y observándola.
Jen iba a preguntarle si estaba bien, pero Roseanne volvió a juntar sus labios en un beso desesperado, aunque esta vez se fue regulando hasta que el contacto entre sus belfos se volvió suave, tranquilo y cariñoso.
Park pasó su extremidad derecha por detrás de la cintura de Jennie y la izquierda buscó su mano, entrelazando sus dedos en un acto romántico.
Jennie estaba contenta de volver a tenerla de vuelta, aunque con el miedo y la inseguridad en su pecho.
Unos minutos después, la alfa volvió a separarse.
—L-Lo... Y-Yo lo siento, Jennie... —la mencionada guardó silencio—. Yo, m-me cuesta aceptar lo mucho que me gustas. Toda mi vida mi padre se encargó de enseñarme que me enfocara en mí y sólo en mí, que el tener omega te hace débil. No es que él quiera que pase una vida en la soledad, pero mamá se fue con otro alfa hace unos años y lo dejó marcado supongo...
No se esperaba una explicación, no esperaba que se abriera ante ella. Ya verla llorar fue un shock en su cabeza.
Y aunque nada le aseguraba que Roseanne al día siguiente no se comportara como una imbécil, ignorándola hasta que estuvieran a solas, su corazón latía de pura felicidad.
Podía ser aquello un avance.
No dijo nada, tampoco sabía qué, así que hizo lo que sintió mejor; sus labios fueron a la punta de la nariz de la mayor, dejando un adorable beso, después siguió por sus mejillas, sus pómulos y su mentón.
Ambas lobas ronronearon a gusto, y por primera vez en muchos años, Rosé tenía un preciso color rosa en sus cachetes.
Ese gesto de amor puro, siendo mucho más honesto de lo que alguna vez tuvieron, le hicieron a Roseanne entender que no necesitaba palabras de consuelo (que tampoco quería); con todo eso, entendió que ya estaba perdonada.
—Estás soltando fermonas de felicidad, Rosie~ —soltó una pequeña risita, que logró marearla. Un sonido único y hermoso.
Rosé rió también, tenía razón. Rodó los ojos antes de caer rendida a los brazos de su omega.
Su omega, porque Jennie era la omega de aquella borde e innecesariamente terca alfa. Siempre lo ha sido.
muchas gracias por haber leído, también agradezco el hecho de que hayan dejado adaptar esta obra ♡
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