Capitulo 7: Tres son mejor que uno
A mirar por la hora, pensé en que esto era una locura, pero agradecía enormemente que papá ya estuviera dormido y que JiHyun haya decidido no hacer parte de mi visita no programada a las casi una de la mañana. Tomé el abrigo que reposaba en el perchero, me puse mis pantuflas de Stich que había comprado la otra vez y bajé hasta la primera planta para luego abrir la puerta principal, sin embargo, no lo vi por ninguna parte.
¿Dónde pudo haberse metido? No creo que haya tardado tanto en abrir la puerta como para que se aburriera de esperar y se fuera a casa. Aunque, si lo mirada por un lado más sensato, eso sería lo correcto, ya que es muy tarde. Me asomé un poco en dirección a la acera de la calle pero todo estaba en completo silencio, las luces de la acera eran tenues, dando ese ambiente de paz y descanso total en el que todos mis vecinos se encuentran. Suelto un suspiro una vez que confirmo que ya se ha ido a casa y me atrevo a entrar a casa y cerrar la puerta.
―¡Hola!
Pego un respingo al verlo sentado en uno de los peldaños de las escalera, sosteniendo un vaso de leche y un plato de galletas que seguramente le dio JiHyun. MíngHào sonríe como un niño travieso.
―¡¿Cómo entraste?! ―reclamé ―¡Bajé para abrirte la puerta y ya no estabas! ¡¿A donde fuiste?!
―Trepé por tu ventana ―levantó los hombros con relajo ―. Es más fácil de lo que parece, teniendo en cuenta que soy muy atlético.
Llevo ambas manos hasta mi rostro, ocultando mi cansancio de los ojos de MíngHào. Me acerco a él y le hago señas para que me siga hasta mi habitación. A penas y me doy cuenta que está vestido completamente de negro, desde su sudadera con capucha, hasta sus holgados pantalones de lana. Se acomoda en mi cama, no sin antes poner el vaso de leche casi vacío y el plato de galletas en la mesa. Abre sus brazos y suelto un suspiro que no sé si interpretar como frustración o comodidad. A los segundos se reincorpora y adopta una postura estilo indio. Por mi parte, me encuentro sentada en la silla con rueditas que siempre permanece en mi escritorio.
―Necesito decirte algo ―toma la palabra antes de que yo le diga alguna cosa ―. Creo que estoy volviéndome loco ―hecha sus brazos hacia atrás, así mismo, deja caer su cabeza en la misma dirección mientras suelta otro suspiro que si puedo interpretar como frustración.
―¿Por qué piensas que te estás volviendo loco, MíngHào? ―ruedo la silla para estar más cerca del borde de la cama y dejar que mis pies toquen el borde de esta misma.
―Es que, estuve pensando algo y o sea, no es que me sienta muy cómodo haciéndolo pero tampoco pienso que esté mal ―toma su postura inicial y me mira ―. Por eso necesito que me digas si estoy haciendo lo correcto.
―¿De qué se trata? Me has dicho todo y nada a la vez ―abulto mis labios.
Veo la duda entrar al rostro del chico. Supongo que sea lo que sea que haya estado pensando, debe hacerlo creer que es de vida o muerte. Parece tener un debate silencioso consigo mismo, ya que ni siquiera se toma la molestia de conversarlo conmigo, así mismo, niega repetidas veces, luego asiente y aplaude cuando finalmente parece tener una dedición final.
―Tomaré el trabajo de hacer de Jeon JungKook una mejor persona y un mejor jugador de lacrosse ¿Cómo la vez?
Mi boca se abre a tal punto que pienso que terminará machacada contra el suelo. MíngHào parece muy seguro de sus palabras, y me parece lindo que él quiera hacer eso por Kook pero... ¿Cómo lo tomará él? No creo que quiera aceptar la ayuda de MíngHào así como así, mucho menos cuando ni siquiera se la ha pedido.
―MíngHào ¿Estás seguro de eso? ―pregunté dudosa.
―¡Tan seguro como que mi nombre es Sam! ―levanta su pulgar.
―No te llamas Sam ―niego con un rostro de «No es momento para chistes»
―En las vegas si ―revuelve mi cabello ―. Ahora, necesito que me ayudes a convencerlo de que yo soy su mejor opción para llevarlo por el buen camino como el buen samaritano que soy.
Ni siquiera ha empezado su plan y tengo toda la fe puesta en que no va a lograr nada bueno. No quiero arruinar las esperanzas del chico, así que asiento y me convenzo a mí misma de que tal vez las cosas no son como las imagino y si saldrá algo bueno. Dios está de nuestro lado y aunque a Kook le cueste reconocerlo, MíngHào tiene todo lo que a él le falta.
―De acuerdo ―asiento ―. Te ayudaré.
―¡Genial! ―de un sólo brinco se pone en pie, me extiende su mano y la zarandea violentamente mientras sonríe ―. Es un placer hacer negocios con usted ―finge llevarse un cigarrillo hasta los labios y acomoda su sudadera como si se tratara de un traje de esos que usan los hombres de negocios.
Lo siguiente que sucede luego que termina de atragantarse ‒muy literalmente‒ con las galletas y el vaso de leche, es que se despide de mí, haciendo un saludo militar y procede a bajar por la ventana de mi cuarto. Me apresuro para ver como hace aquello, notando que en realidad es complicado trepar por ahí, pero él hace que parezca fácil. Una vez que toca el suelo, eleva su mano lo más que puede y levanta una bicicleta del suelo, para finalmente dirigirse a su casa.
La música está por reventar mis tímpanos pero no me importa, lo que más deseo es que nadie se atreva a interrumpir mi preciado día de descanso, en el que puedo hacer lo que se me de la gana. Mamá, papá y Hanna, me pidieron que los acompañara el fin de semana a Daegu para visitar a unos familiares, pero realmente no me encontraba dispuesto a verle el rostro a los demás, no cuando me siento inconforme con lo que pasó. Mis padres no mencionaron nada sobre el cambio que hubo en el equipo, así mismo, tampoco esperaba que lo hicieran, papá siempre dice que a veces no se puede ganar, pero yo discrepo de su opinión y pienso que nací para ser un ganador.
Soy Jeon JungKook, mi nombre jamás estará en segundo lugar, mucho menos bajo el de Xú MíngHào.
Suelto una queja cuando una llamada de un número desconocido, interrumpe mi armonioso tiempo de paz y tranquilidad. Espero a que la llamada se caiga, y una vez que lo hace, cierro los ojos para dejar que la voz de Ariana Grande me lleve a otro lugar, sin embargo, vuelvo a ser interrumpido por el mismo molesto número. Suelto otra queja y rechazo su llamada, de seguro se trata de TaeHyung o MinGyu intentando comunicarse conmigo, pero no les pienso contestar. El número insiste un par de veces más hasta que finalmente se da por vencido. Levanto las comisuras de mis labios y festejo internamente mi victoria.
Segundos después, siento como una de las almohadas de mi cama, se estampa contra mi rostro y me trae de vuelta a la realidad, dejándome ver a un idiota con sus comisuras elevadas.
―¡¿Qué demonios?! ―reniego con un evidente enojo ―¡¿Qué mierda te pasa?!
―¡Huy, nos levantamos asquerosos hoy! ―habla con su patético y molesto tono de diversión.
―¡Responde! ―rechisto ―¡¿Cómo entraste a mi casa?!
―Por tu ventana, por supuesto ―señala lo mencionado y levanta los hombros como si fuese cualquier acto natural meterse por la ventana de la casa de alguien ―. ¿Puedes traerme agua? Estoy cansado, estuve llamándote y nunca atendiste, eres muy mal educado.
―¡Largo, ahora mismo!
MíngHào niega, haciendo que mi enojo se incremente y mis deseos por lanzarlo por la ventana se apoderen de mí. Trato de calmarme y respirar profundamente, sin embargo, él no parece cooperar, ya que ha decidido sacarse los zapatos y sentarse en la mitad de mi cama, revisando mis revistas y opinando de mis gustos como si fuéramos los mejores amigos del mundo.
No dejo pasar un segundo más y, con molestia, tomo su antebrazo y hago que se ponga en pie. Tomo sus zapatos y los estrello contra su pecho, haciendo que su estúpida sonrisa burlona desaparezca. No pienso aguantarlo, no cuando se ha encargado de ser un maldito grano en mi trasero.
―Vete ―señalo la salida.
―No, tengo que decirte algo ―su semblante pasa a ser uno serio.
Yo ni siquiera necesito que me diga algo, no confío en sus intenciones o en cualquier cosa que venga de él. Ignoro lo que tiene para decirme y me atrevo a sacarlo a empujones de mi habitación, dejando pasar los comentarios y apodos absurdos que lanza para mí.
―No eres bienvenido en mi casa y lo que sea que me tengas que decir, ahórratelo, no somos amigos ―tomo el pomo de la puerta y, muy decidido, procedo a cerrar la puerta principal pero él no lo permite ―¡Oh, mierda! Eres peor que una cucaracha.
―Gracias por el cumplido, acabas de decirme que soy indestructible ―suelta una risa estúpida ―. Pero no vine a que me halagaras, lo cual agradezco, pero hoy no se trata de mí y aunque no quieras escuchar lo que te quiero decir, de todas formas lo haré.
Termino rindiéndome, ya no tengo ganas de pelear con este troglodita. Acabo sentado en uno de los sillones de la sala con MíngHào ocupando el que se encuentra en frente de mí. Espero a que se apure con lo que tenga para decirme y después se vaya, porque no quiero verlo más.
―¿Y bien? ―ataco ―Date prisa.
―Bien, ya voy, ya voy ―levanta las palmas en señal de paz ―. Jeon JungKook, para nadie es un secreto que tienes problemas de ira. El mal genio puede aumentar el riesgo de sufrir un infarto o un accidente cerebrovascular, según expertos. Cuando estuve en Estados Unidos, leí que unos investigadores estadounidenses estudiaron la literatura médica y descubrieron que con frecuencia la ira precede un ataque, por lo que puede servir de detonante ¿Sabías eso? ―levanto una de mis cejas para demostrarle que no necesito que me de clases, yo lo comprendo perfectamente y soy consiente de eso ―. Tomaré eso como un sí, pero yendo al grano, estoy aquí para ofrecerte mi ayuda para que seas una mejor pers-
―No la necesito ―corto su aburrido y patético discurso ―. No necesito nada que venga de ti, ni de nadie. Soy suficiente yo solo, si tengo algo que mejorar, lo haré yo.
―Pero si no lo haces en compañía de alguien ¿Cómo sabrás lo que debes mejorar? Eso no tendría ningún sentido ―niega una vez más ―. Mira, si tu ego te lo permite, Mulán y yo estamos dispuestos a cooperar con tu causa. Si te animas, ya sabes donde encontrarme.
Se puso en pie, no dijo una sola palabra más y salió de mi casa. Por mi parte, no le di más vueltas al asunto e ignoré su payasada de ayudarme, yo no necesito de MíngHào, mucho menos de esa tonta chica. No cambiaré de parecer porque no lo necesito.
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