QUINCE.
Mantuvo la cabeza escondida entre sus brazos cruzados reposados sobre la mesa, otra vez recriminándose con que no volvería a beber de más. Debía echarle la culpa a esa rubia bonita que solo le ocasionaba problemas, bueno, lo agradecía, porque por ella viviría borracho.
Sonrió inconscientemente al recordar la noche anterior, la forma en que Maelie lo cuidó hasta que volvieron juntos al hotel, inclusive fingió caerse del mareo logrando que lo llevará hasta la cama de su habitación, el impulso por besarla fue tan grande que también fingió dormirse para que está se marchará y no cometiera una locura. Se le hacía demasiado imposible contenerse con ella cerca.
Escuchó el ruido de la silla moverse frente a él, luego un bajo suspiro, muy apenas levantó la cabeza para descubrirla mirándole con una extraña sonrisa en sus labios pintados de rosa. ¿Acaso le divertía verlo adolorido? Comenzaba a creer que si.
—¿Cómo te sientes? —solo recibió un bajo gruñido de su parte— me temo que está vez no tengo sopa haejangguk para la resaca.
—No es nada —respondió, irguiéndose un poco en su lugar, acomodando los lentes de sol sobre su nariz— me tomaré un analgésico al regresar a la habitación.
—¿Qué harás hoy?
—¿Qué harán ustedes?
—Mmm, tenemos un evento de Channel en uno de sus locales, un cocktail de parte de Vogue Francia y luego tu madre tiene una salida con parte del equipo de la revista para ir a recorrer el Río Sena en catamarán, me dijo que tú también estás invitado.
—¿Y tú?
—Prefiero quedarme —de repente JungKook notó el cambio de actitud— ahm, pedí permiso para ausentarme en ese paseo porque tengo algo que hacer.
—¿Qué tienes que hacer?
Se arrepintió en el mismo segundo en que terminó la pregunta, eso había sonado demasiado entrometido, Maelie lo observó con curiosidad, tal vez pedirle ayuda no sonaba tan mal, lo malo era que tendría que contarle más de lo que quería. Pero, no entendía porqué sentía que lo necesitaría para concluir con su plan.
En el mismo momento en que iba comentarle un poco, un camarero se acercó a dejarles el desayuno que había pedido minutos atrás. Café bien cargado para él, un chocolate caliente para ella, zumo de naranja, croissants, pains au chocolat, brioches pan con uvas, tostadas con mantequilla, mermelada y miel.
—Merci beaucoup —agradeció ella al hombre. JungKook solo suspiró conteniéndose, sonaba demasiado linda hablando en otro idioma— come se te enfriará.
Se atrevió a prepararle unas tostadas con dulce viendo que él se movía a dos por segundo quitándose los lentes y acomodándose en el asiento.
—Gracias —dio dos mordiscos luego de beber un sorbo de café— ¿Qué harás luego, no me has dicho?
Maelie depositó la taza de chocolate sobre la mesa mirando por un momento hacia la ventana de aquella elegante cafetería de hotel. A la gente pasar por las calles con sus vidas, con su cotidianidad sin importar lo que pudiera pasar. La perdidas, las derrotas, los logros, esperanzas o alegrías. Porque la vida seguía igual.
—¿Me acompañarías a visitar a alguien? —fue el turno de Kook de apoyar la taza sobre la mesa completamente intrigado— a mi padre.
Luego de lo que se le hizo una eternidad y de perderse en esos orbes verdosos llenos de melancolía, asintió. La acompañaría al fin del mundo si ella se lo pidiera.
Se removió sobre el sofá, sus ojos en la pantalla de la televisión con una película transmitiendo, en realidad no tenía su atención en eso sino en la llamada que tenía con Min Yoongi. Al terminar el desayuno, subió a su habitación, tomó un analgésico y comenzó a hacer planes para salir luego con Maelie. La pasaría a buscar, por lo que había alquilado un auto para poder moverse sin la necesidad de que su madre se diera cuenta.
—Debiste ver cómo la tocaba, como si… ash —su entrecejo se frunció con sus dedos allí— solo me contuve porque teníamos gente alrededor y porque no haría un espectáculo frente a ella.
—¿No te parece un poco hipócrita de tu parte ponerte celoso por eso? —bufó, claramente él no entendía— quiere decir que si llegara la oportunidad de que Maelie te corresponda, ¿serás de esos novios celosos, posesivos y controladores?
Se detuvo por un momento a pensar en eso, claro que no sería así, claro que confiaría en ella, pero no confiaría en los de afuera. Y menos en un ex novio del pasado, lo cual sonó tonto cuando el pálido agregó.
—Además, de qué te quejas mocoso, tú te has follado a la década cuarenta más veces de las que se puede contar y ni hablemos cuando tuviste el desliz con Yeri —refiriéndose a una de sus compañeras de trabajo.
—¡Hyung! —exclamó, avergonzado— yo pensé que estaba enamorado de Shiho y lo de Yeri, fue culpa del alcohol y el calentón del momento, tenía veintiuno en ese entonces y me dejé llevar —revisó el smartwatch en su muñeca, aún faltaba una hora para salir— tú no puedes decir mucho, bien que te sigues follando a Minsuk, idiota.
Escuchó el suspiro cansado del otro lado de la línea, le divertía enojar a sus hyung.
—Mira pedazo de puberto irracional —rió ante el insulto halagador— no quiero hablar de ella ahora, tengo los cojones llenos de su actitud caprichosa. Solo te diré, que si realmente vas en serio con Maelie, lo adoptes con madurez y la trates bien, que seas sincero ante todo, recuerda que tener una relación en nuestra situación no es fácil.
Y él lo sabía, pero no por eso se alejaría de Maelie. Lo que sentía era demasiado fuerte como para echarlo todo a perder.
Estacionó el auto frente la imponente entrada de granito del particular sitio que era parte fundamental del turismo del país, las paredes contenían palabras y frases escritas en un estilo de letra griega en latín, a la vez que el nombre del lugar se dejaba ver más arriba de forma central: “Cimetière du Père Lachaise”
Su mirada pasó a ella quien sostenía la suya sobre sus manos jugando con el botón de su sobretodo, estaba nerviosa y común se acercaban al lugar se volvió taciturna. Se encontraba realmente sorprendido al saber que el padre de Maelie se encontraba en otro país, en saber ahora, del porque de sus facciones no tan asiáticas. Tenía sangre francesa.
Se apearon del vehículo, JungKook colocándose al lado de Maelie, se atrevió a entrelazar los dedos de sus manos y con lentitud avanzaron hacia el interior del enorme complejo que era el cementerio intramuros más grande de París. Inspirado en el estilo de los jardines ingleses, te invitaba a experimentar la mezcla de un bello y original paseo con la excepcional muestra de arte funerario europea de los siglos XIX y XX. Y dónde las tumbas de personajes célebres se encontraban.
Pero para Maelie eso era tan insignificante que ni siquiera podía disfrutar del ambiente que el clima cálido de finales de invierno les regalaba, con las estelas del sol escabulléndose por entre las copas de los enormes y frondosos árboles. Caminaron en silencio, observando a la gente pasear. Una increíble peculiaridad del lugar era que muchos parisinos lo utilizaban como un parque.
JungKook ante la distracción de ella, se dirigió de regreso al auto donde había guardado el ramo de flores que sería un regalo, suspiró, no pensó que ese detalle romántico terminará siendo para otro fin. Sin embargo, creía era lo mejor. La alcanzó, caminando a pasó lento y dubitativo, volvió a entrelazar sus dedos siguiéndola a donde sea que fuere mientras, al mismo tiempo, saciaba su curiosidad por lo magnánimo del lugar y sus monumentos.
Se detuvieron al llegar hasta una hilera de panteones de mármol negro colmados de flores, coronas o simples plantas adornando los cuadrados. Sin soltar la mano de JungKook se adentró por el pequeño pasillo buscando un nombre en particular, uno que hacía su corazón latir como loco sabiendo que en cualquier momento lo encontraría, hasta que sus ojos dieron con el puesto indicado.
Esnifó, dejando escapar un sollozo por entre sus labios, le era imposible no reaccionar en un momento así. Era la primera vez que visitaba la tumba de su padre y la vorágine de sensaciones que se arremolinaban en su interior eran algo complejo de identificar, aunque tenía muy bien reconocidas dos de ellas. Tristeza y alivio.
Giró la cabeza hacia un costado observando a JungKook en cuclillas a su lado sosteniendo un ramo de flores, rosas blancas. Este le sonrió tenuemente dejando que le secará una gruesa lágrima que surcó su mejilla, por lo menos su compañía le daba fuerzas.
—Supongo que a él le gustará que le hables —susurró, Maelie negó, imposibilitada por el nudo en su garganta— entonces podrías acomodar estás, se verían bonitas junto a su foto, ¿no crees?
Asintió, dejando que el chico a su lado la ayudará a acomodar las flores junto a las demás, se notaba que todo estaba pulcro y muy bien cuidado, sus ojos no podían apartarse del nombre de su progenitor, de la frase grabada que solía decirle cuando pequeña: “La seriedad es el único refugio de los superficiales” de Óscar Wilde. Los pocos recuerdos que tenía de su padre eran siempre viéndole feliz, sonriendo, jugando, amándolas a ella y a su madre. Quería recordar su infancia junto a él de la mejor manera posible.
Se colocó de pie percibiendo a JungKook a su lado. Agradeciéndole en silencio que no preguntara nada y solo la acompañara. Sollozó, eran demasiadas emociones que no sabía manejar, se dejó abrazar por esos fuertes y contenedores brazos sintiendo calidez en su cuerpo no solo por la fría brisa sino también en su corazón. Como si estuviera en su hogar. Recostó la cabeza en el hombro masculino con su nariz rozándole la piel del cuello respirando su aroma.
Y lloró, lloró como nunca lo había hecho, cómo jamás se lo había permitido, ni siquiera cuando supo que su padre había muerto y jamás lo volvería a ver.
—¹*qui êtes-vous? —la voz femenina llamó la atención de ambos, Maelie se separó despacio de JungKook dejando que él seque con mucha delicadeza su rostro. Volteó a mirar a esa pareja que conocía muy bien. Se inclinó en una reverencia cómo forma de saludo dejando a los adultos en silencio. La habían reconocido.
—Maelie —la voz del hombre sonó entrecortada y dolorosa.
La mujer solo la observó despacio de arriba abajo despectivamente y comenzó a hablarle de forma acelerada a su esposo. El hombre canoso intentó calmarla, pero era imposible, Maelie solo se dejó rodear por uno de los brazos de JungKook protegiéndola. Él no entendía del todo el idioma, pero podía entender perfectamente que esa mujer estaba rechazándola.
—Va-t’en, je ne veux pas te voir, tu n’es pas le bienvenu ici.
(Vete, no quiero verte, no eres bienvenida aquí)
El hombre a su lado la detuvo, reprochándole su azaroso comportamiento, la mujer seguía sin querer entender, se marchó echando un insulto al aire. JungKook estaba incómodo por no entender nada, sin embargo, Maelie se sentía de lo peor.
—Discúlpenla por favor, no ha sido su intención, está muy sensible —habló en un coreano no tan perfecto, colocando toda su atención en la rubia— ¿Eres tú querida, eres la pequeña de nuestro Sébastien?
JungKook pudo notar como aquel hombre la admiraba con ojos brillantes, dentro de su cabeza se hilaba cierta teoría que lo tenía demasiado inquieto y curioso. Maelie tragó saliva, asintiendo lentamente. Jamás pensó que se encontraría al padre de su padre. Su abuelo.
—Disculpa, mi nombre es Wilfried Giraud —estiró la mano hacia JungKook y este correspondió sin soltar a Maelie de su abrazo.
—Jeon JungKook, un gusto.
—Lo siento mucho, señor, nosotros nos iremos de inmediato, no quisimos molestar —murmuró ella, alejándose con JungKook detrás, siendo retenida por el mayor.
—No se vayan, por favor —suplicó suavemente, su mirada cristalina no podía apartarse de la muchacha, se desvío por un momento hacia su acompañante pidiéndole algún tipo de permiso regresando a ella nuevamente— estás tan grande, tan hermosa, tienes mucho parecido a mi Sébastien, tienes sus ojos verdes —esnifó, con miedo a moverse y asustarla— siento mucho lo que les hemos hecho, querida, me duele no haber cumplido el deseo de mi hijo, debí dejar los prejuicios de lado y protegerlas.
Maelie ahogó un sollozó, sus ojos abnegados de lágrimas que no quería permitir salieran, ella no sentía pena ni lastima, no cuando vio a su madre sufrir y llorar por años la muerte del gran amor de su vida. No sentía nada hacia las personas que las negaron y alejaron sin permitirles despedirse una última vez.
—No se preocupe, el pasado es pasado.
—¿Me dejas darte un abrazo?
Dio dos pasos hacia atrás cuando su abuelo con brazos abiertos quiso acercarse a ella, el rostro del hombre fue de pura tristeza y decepción, pero le entendía. Maelie volvió a refugiarse en los brazos de JungKook y él la rodeó dándole su apoyo fuera lo que sea que decidiera.
—Lo siento mucho, pero no me siento cómoda.
—Esta bien, querida —sonrió— me alegra verte tan bien, me alegra verte así —observó al pelinegro suponiendo— cuídala mucho por favor, tienes mucha suerte de tener una mujer tan hermosa a tu lado, muchacho.
—Lo sé, no se preocupe, conmigo nada le faltará.
Maelie ignorando la pequeña conversación de los hombres observó por última vez la lápida dónde yacía la tumba de su padre, miró por última vez a aquel hombre con el cual compartía un poco de su sangre y giró queriendo salir corriendo de allí, ambos despidiéndose con una reverencia.
El silencio fue lo único que los acompañaba desde que salieron del cementerio. Habían encontrado un parque muy bonito cerca donde tomaron asiento. JungKook aún no podía salir del shock culpa de la situación que había ocurrido unos momentos atrás, pero seguía pendiente del estado silencioso de Maelie, le preocupaba que no hablara o siquiera llorara, incluso para él había sido algo muy fuerte.
Tragó saliva, queriendo preguntarle cómo se sentía, calló cuando ella decidió hablar con la mirada perdida hacia el frente.
—Mi padre es francés, conoció a mi madre cuando estudiaron gastronomía juntos en los Estados Unidos. Se enamoraron a primera vista, pero sus padres no veían con buena cara que una chica asiática de bajos recursos, esforzada y que ganó una beca tuviera algo que ver con alguien acomodado económicamente.
La observó escuchándola atentamente, se acomodó de costado teniendo su bonito perfil frente suyo, sostuvo su mano entre las suyas como prueba de su apoyo, él sería su sostén de ahora en adelante, la cuidaría, así como ella lo hizo con él en su momento.
—Se casaron en secreto cuando omma supo que estaba embarazada, decidieron vivir en Corea donde nací con la idea de abrir un enorme restaurante familiar donde la comida oriental se fusionará con la europea —esnifó, dando ligeros golpecitos con la yema de su índice a los nudillos de JungKook— pero mis abuelos tuvieron otro tipo de planes. Así que él tuvo que marcharse cuando su madre enfermó y jamás volvió.
—No tienes que seguir, princesa, está bien así...
—Appa murió cuando yo tenía seis años en un accidente automovilístico —suspiró, cada palabra que soltó fueron carentes de emoción— en ese momento no teníamos suficiente dinero como para viajar, ellos no querían que mi madre viniera, por lo cual no pudimos despedirnos de él, así que decidieron sepultarlo aquí, en su país natal, muy lejos de nosotras.
JungKook se percató de algo que hizo doler su corazón.
—Dijiste que es tu primera vez en Francia, ¿no es así? —ella asintió evitando mirarle— entonces… es la primera vez lo que visitas.
Maelie tragó duramente sintiendo el nudo en su garganta, su vista se había nublado a causa de las lágrimas que cayeron silenciosas por su rostro y tembló. JungKook la atrajo hacia su pecho, besó su frente y parte de su cabello. Inconscientemente se prometió a si mismo que no sería la última vez, se encargaría de que Maelie tuviera muchas oportunidades de volver a visitar la tumba de su padre.
—Deja de comprar, no comeré todo esto.
—Este está rico, tiene relleno de chocolate —acercó el churro a los labios de una renuente Maelie— una mordida y ya. Prometo que será el último.
Maelie negó, JungKook frunció el ceño de una manera infantil que ella le causó gracia, rodó los ojos y le dió un mordisco grande viendo la sonrisa de conejo. Tuvo un bajón que los obligó a comprar algo para comer. Él demasiado preocupado no escatimó en gastar por cualquier cosa que a ella se le antojara. Pero ahora tenían que acabar con la media docena de churros rellenos que había comprado.
—¿Cómo te sientes? —preguntó, luego de tragar colocando el dorso de su mano sobre la frente y cuello de la rubia sintiendo su temperatura— te ves mejor.
—Me debo ver terrible, se me habrá corrido todo el maquillaje y mi cara debe parecer galleta de lo hinchada que estoy —refunfuñó, recostándose del barandal que separaba el pavimento del río.
—Una rica galletita que comería con mucho gusto —ronroneó, riendo por el puchero que ella hizo.
Sonrió, apreciando la imagen que la vida, el destino o lo que sea que fuere en ese momento le regaló, la de Maelie con rostro melancólico mirando hacia el Río Sena, su cabello rubio danzaba a causa de la brisa, los colores claros de su ropa haciendo contraste con aquel cielo violáceo del atardecer lleno de nubes y el sol entrante. La de ella siendo un hermoso ángel. Por un momento, sus ojos fueron a parar al césped verde a un costado consiguiendo pequeñas flores entre medio. Margaritas.
Se agachó arrancando una de la tierra, con el tallo siendo lo suficientemente largo formó un círculo dejando la flor como centro. Tomó con delicadeza la mano izquierda femenina llamando su atención, la piel estaba fría, con su pulgar acarició los nudillos de esta intentando impartirle un poco de calor, la miró a los ojos con una sonrisa genuina y deslizó aquel intento de anillo en el dedo corazón prometiendo en un juramento silencioso que la haría feliz, que no permitiría que ella tuviera oportunidad de soltar lágrimas de dolor más que de felicidad. La amaría todo lo que la vida le permitiera.
—Es muy bonito, Kook —musitó, mirando la flor con una leve sonrisa en sus labios.
—Tú lo eres más —acotó, peinando un mechón de cabello rubio detrás de su oreja. La atrajo hacia su cuerpo aspirando el aroma de su piel, conteniéndola entre sus brazos mientras disfrutaban en silencio la llegada de la noche estrellada.
Traducción.
1*: ¿Quienes son ustedes?
Decidí contar la historia de Maelie, ya que sabemos la de JungKook, pero, ella también es importante. Les juro que lloré escribiendo este capítulo con música de fondo. 🤧
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