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OCHO.

Septiembre 2017.

Tragó saliva seguido de un carraspeó que hizo fruncir su ceño. Sus manos sudorosas convertidas en tensos puños se refregaban nerviosas sobre la tela de la toalla blanca alrededor de su cintura cubriendo su intimidad. Su corazón retumbaba en su pecho y no sabía porqué.

—¿JungKook, amor?

—Ehm, si, ya salgo —respondió, casi en un jadeo alto.

Quería golpearse por sonar tan mal. Inhaló una gran cantidad de aire inflando sus pulmones y lo expulsó en el mismo momento en que se levantó para mirarse al espejo. Su contextura era delgada, tenía músculos en los lugares necesarios y nada más, su rostro redondo y aniñado lo hacían ver menor de lo que parecía a sus veinte años, no era el típico hombre sexy y hermoso por la que toda mujer se moriría.

Su propia percepción le decía seguir siendo demasiado inocente e inmaduro, pero aún así no entendía como es que aquella tremenda y hermosa mujer que lo esperaba del otro lado de la puerta se había fijado en él. Cómo es que lo había elegido a él para practicar algo tan intenso y complicado como lo era el sexo. Su primera vez, el día de su cumpleaños. No iba negar que la mayoría de sus fantasías eróticas tenían un rostro y cuerpo, esa era Kim Shiho. Si, la mejor amiga de su madre.

Seguía sorprendido, ligeramente aturdido por el acontecimiento de hacía una hora atrás. Luego de haber festejado su día junto algunos amigos y su familia, les había dicho a sus padres que saldría alguna discoteca, pero la realidad era que fue tras la invitación de la morocha, una invitación que lo tenía preparándose desde hacía meses, desde que las insinuaciones a escondidas entre ambos habían comenzado siendo bastante claras.

Al principio, se dejó llevar por los besos subidos de tono y las caricias que ella repartió por su cuerpo, él también aprovechó hacerlo, pese que no fue mismo. Disfrutó de cada cosa que ella le hizo, por no decir que sus hormonas colaboraron. Pero al momento en que ambos se encontraban sin ninguna prenda que los cobijará, piel contra piel, los nervios de JungKook se vieron disparados en manos temblorosas y movimientos torpes.

Esa nimiedad duró tan solo minutos, hasta que se encontró embistiendo el cuerpo femenino sosegado por la lujuria. Se dejó llevar y lo disfrutó, tanto que sintió mariposas en su estómago al verla sonreír y felicitarlo cuando llegaron al ansiado orgasmo. Su primera vez había sido espectacular. Pero ahora, no entendía porqué no salía y seguía adorando a esa mujer servida en bandeja de plata.

Abrió la puerta del baño con reticencia, la observó de espaldas frente a la cama con las sábanas desechas. Shiho llevaba puesto un albornoz negro de seda. Tragó saliva duramente al ella voltear dándole el panorama de su cuerpo desnudo. No hacía falta estimulación cuando él ya se encontraba más que duro ante aquella visión. Aceptó la mano femenina dejándose llevar de nuevo por la pasión, por las hormonas, y por aquellos sentimientos de adolescente que juraba ser amor.


Julio 2018.

La frecuencia con la que se veían era muy seguida. JungKook estaba tan emocionado por tener a Shiho entre sus brazos cada que podía que la coherencia no era algo importante a la hora de pensar. La idea de peligro lo entusiasmaba, que los descubrieran en medio del acto le divertía, solo quería saciar su sed de sexo. Había conocido ese mundo, inclusive el BDSM, y le encantaba practicarlo solo con ella.

Se excusaba diciendo que iría a estudiar a la biblioteca de la universidad o con compañeros de su carrera. Shiho, la de tomarse una horas para ella sola. Solo eran una de las muchas justificaciones para encontrarse en un apartamento lujoso,pero escondido en alguna parte remota de Seoul. Era como un sueño hecho realidad, su historia de “amor prohibido”.

Shiho decía que era mejor buscar otras maneras de mantener la chispa y JungKook solo aceptaba porque adoraba verla feliz. Porque adoraba lo feliz que él se sentía con aquella atención, la de una mujer mayor con experiencia enseñándole. Se sentía el más grande del mundo. Solo había una cuestión que no le dejaba ser pleno. Y eso era que la mujer estaba aún casada.

Una de esas noches dónde luego de saciar la sed del otro, decidieron dar una vuelta, un plan diferente de lo de siempre. JungKook estaba muy entusiasmado ya que no sabía a dónde los llevaría la velada, solo rogaba que no terminará y volvieran de nuevo a la habitación para seguir amándose.

El Audi se detuvo en la vereda frente a un edificio de ladrillos negros, un cartel de neón color fucsia relucía en lo alto el nombre, Dyonisus. JungKook frunció el ceño extrañado, no conocía ese lugar.

—¿Qué es esto? —preguntó, mirándola desde su asiento de copiloto.

—¿Aún quieres que probemos cosas nuevas? —respondió con otra pregunta y una sonrisa pícara en sus labios pintados de un rojo cherry que al chico le parecieron terriblemente apetitosos.

Tragó saliva, intentando concentrarse y no lanzarse a comerle la boca. Asintió.

—Bien, este lugar será de ayuda —ante la confusión en el rostro del menor, ella dijo— te ayudará a matar esa timidez que tienes, hará que te desenvuelvas más, no solo en la vida, sino en la cama.

JungKook no sabía cómo interpretar aquello, no podía negar que aún seguía siendo algo tímido, bastante con los desconocidos. Sobre todo con las mujeres y aunque tenía algunas amigas las trataba muy educadamente, jamás se le pasaría por la mente ser irrespetuoso. Pero con aquella morocha a su lado, la moral y la decencia desaparecían en un abrir y cerrar de ojos. Kim Shiho le invitaba a pecar y él lo hacía con mucho gusto.

Entraron sin problemas, las luces de colores hacia el espacio mucho más íntimo, había varias mesas altas dónde los tragos se llenaban, grupos de mujeres alborotadas alrededor mientras la música sonaba a todo volumen y un hombre de porte exuberante les movía el cuerpo de forma insinuante, les bailaba a todas ellas que gritaban y tiraban dinero al escenario.

JungKook no pudo evitar sentir vergüenza ajena, sentirse impactado por aquel acto tan lujurioso y mundano. Miró de reojo a la mujer a su lado, cómo se mordía el labio disfrutando de aquel show. ¿Acaso le gustaba lo que ese desconocido hacia?

Parecía haberle leído la mente, porque giró hacia él sujetandole la barbilla para acercarle a su rostro y plantarle un casto beso en sus finos labios. Apenas tenían diferencia de altura y más cuando ella llevaba tacones de diez centímetros.

—Eso quiero que hagas, Kook. Quiero que bailes.

Suspiró nervioso, mirando de nuevo el despliegue. Observó lo imponente que el tipo se veía, musculoso y sudoroso con tan solo una tanga de leopardo que marcaba su hombría, él apenas había comenzado a formar músculos, pero imaginarse así lo puso ansioso. Si a ella le gustaba lo intentaría.

Se dejó rodear el cuello siendo atraído nuevamente al rostro femenino.

—¿Confías en mí, corazón?

Asintió, embobado por tener esos labios a escasos centímetros de los suyos. Los besó fugazmente y se dejó arrastrar de la mano a donde sea que ella quisiera. Tomó asiento en una de las mesas casi frente al escenario con Shiho entre sus piernas. Presenciaron los shows completos, escucharon el ruido de los gritos ensordecedores con palabras calientes, sintieron la lujuria en cada rincón. Era demasiado excitante y a JungKook comenzó a gustarle la manera en que los bailarines se dejaban llevar y hacían lo que querían con sus cuerpos.

No se veía allí arriba haciendo esos movimientos tan atrevidos, primero, porque no sabía bailar y segundo, su timidez no se lo permitiría. Pero sí Shiho lo trajo ahí era por algo y confiaba en ella. Se dejaría llevar nuevamente.

Cuando el show acabó la siguió detrás de bambalinas luego de sobornar a uno de los guardias, ambos chocando con un chico de ojos felinos y piel muy pálida, JungKook envidió la personalidad misteriosa que destilaba este.

—Disculpa cariño, ¿sabes dónde puedo encontrar al dueño de todo esto?

El chico los observó a ambos, se notaba a leguas que pertenecían a la alta sociedad, sabía reconocer ese tipo de gente, además la elegancia de sus ropas y las joyas de la fémina los delataba.

—Ahí está —les marcó, con un ademán de cabeza al fondo del pasillo donde llevaba a los camerinos. Dio un último vistazo a ambos, chocando miradas con el pelinegro, soltó una risita por lo bajo. <<Un lindo e inocente corderito a punto de entrar a la boca del lobo>>, se dijo. Aunque prefirió nombrar como el lobo hambriento a esa hermosa mujer y al pobre corderito al chico de ojitos redondos.

—Disculpe, mi nombre es Lee Marie —tendió su mano y el hombre la apretó.

—Bang SiHyuk.

—Quiero hacerle una oferta —el hombre los miró, sobre todo al chico detrás de ella, una cara bonita, alto y de buen porte— quiero que él participe de los shows.

—¿Sabes bailar, muchacho?

JungKook tragó saliva nervioso. No se sentía cómodo en ese lugar y menos viendo pasar a los bailarines disfrazados o con escasa tela dejando muy poco a la imaginación. Negó rápidamente.

—Puede aprender, le aseguro que en poco tiempo, si le da una buena pulida, tendrá un diamante en bruto.

—¿Por qué hace esto? —SiHyuk podía ver las intenciones de la mujer y la incomodidad del chico. Le importaba más la actitud de él.

—Queremos que la chispa siga encendida como el primer día, ¿no es cierto, cariño?

—S-si, haré lo que sea para aprender, quiero probar.

El hombre suspiró no tan convencido. Todos los que bailaban allí lo hacían porque querían, dependiendo de sus circunstancias y para él, la comodidad y felicidad de cada uno era importante para que dieran un show increíble arriba del escenario. Sin embargo, a duras penas acepto. En otro momento hablaría con el muchacho a solas.

Se despidieron, luego de arreglar un nuevo encuentro para que el pelinegro aprendiera lo necesario.

Esa noche no solo disfruto del sexo sucio con su amante como forma de agradecimiento por cumplir con el capricho, sino que había logrado entrar al lugar que le cambiaría la vida para siempre.

Dyonisus fue el comienzo de todo. Dónde el show debía seguir a pesar de todo.

Pequeño recuerdo de como JungKook entró a Dyonisus. De cómo comenzó todo eso.

Las leo, hagan su descargo.

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