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EPÍLOGO.

Un año más tarde.


—Señor Jeon, aquí está la cuenta.

Recibió la tableta en mano junto a la pluma, tecleó un par de cosas y firmó, devolvió el aparato al mozo, este se alejó dejándole solo. Bebió un poco de su café admirando desde aquella terraza la ciudad de París. A pesar que era un viaje fugaz de negocios, se tomó un momento solo para él.

Acomodó la solapa de su saco gris LV, caminó hasta el final colocando su mano derecha sobre la superficie de granito del balcón, la izquierda la guardó dentro del bolsillo de su pantalón de vestir. Inspiró aire sintiendo la brisa primaveral. Sintió la presencia de alguien acercarse a su lado, su perfume profanando sus sentidos, hipnotizándolo.

—Sabías que para cada persona existe un amor soñado y perfecto, alguien con quién todo sea posible —su voz era tan dulce que no evitó sonreír tenue al escucharla aún con la vista en la ciudad.

—¿Ah sí?

—Ajam, alguien que encajará perfectamente en tus latidos, en tus locuras y en toda tu vida de una forma inexplicable, a pesar de los errores o las tormentas. Porque para cada alma hay una sonrisa que todo lo cura, un amor que se vuelve tan indestructible que jamás acabará.

Giró su cuerpo para contemplarla. Había extrañado su rostro, aquel color verde en sus irises, que su cabello rubio danzará con la brisa del día. Su cuerpo y toda ella. Acortó el espacio entre ambos llevando una de sus manos a la cintura femenina.

—Y dígame, señorita Yeon —rieron por lo sarcástico que sonaba que sus apellidos sonarán parecidos— ¿Ya conoció a esa persona?

Maelie sonrió, dejando que JungKook removiera de su rostro algunos débiles mechones que escapaban de su perfecta coleta baja culpa de la brisa primaveral. Ella asintió sin apartar sus ojos de los del pelinegro. Disfrutó de su sonrisa de dientes perlados, admirando las leves arruguitas a los costados de sus ojos al sonreír.

Tomó la solapa de la chaqueta acortando la distancia, uniendo sus labios en un beso tan dulce y lento que no les importó el tiempo que les llevase mientras solo sean ellos dos. Se sonrieron, Maelie acomodando el saco de JungKook al arrugarlo un poco.

Dejó que ella le limpiara los labios al mancharse con el gloss que le había dejado al compartir el beso. Entrelazó sus dedos observándola atentamente, se veía deslumbrante con aquel traje corto azul Prada. Tan elegante y hermosa. Tan suya.

Subieron al elevador sin separarse el uno del otro. Ella le sonrió al percatarse de su mirada penetrante, él le correspondió sintiendo entre sus dedos la sortija de compromiso que le había entregado días después de su reconciliación.

.............

Suspiró, revolviendo distraídamente el arroz en el cuenco, apenas había probado bocado ese día. Se veía muy delgado, más de lo normal, su cabello había crecido logrando que tuviera que atárselo en una coleta en ocasiones. Dos meses sin ella. Desistió del viaje que planeaba hacer al extranjero ya que sus padres lo habían persuadido muy bien.

Sintió una mano ajena quitarle los palillos.

—¡Deja de hacer eso!, sabes que es de mal augurio clavar los palillos en el arroz.

Bajó la mirada ante el regaño de SeokJin. Sin embargo, este cambio su actitud de inmediato al ver a su menor igual de retraído que los últimos tiempos.

—Aigoo, come JungKook-ah, come por favor.

—No tengo mucho apetito —murmuró, parándose de la silla.

—¡Siéntate y come!

Retornó a su asiento, obligándose a llevar a la boca una cuchara de arroz mezclado con verduras, el cual le supo insípido costándole más tragar a causa del nudo que se formó en su garganta.

—Lo siento, hyung, no puedo —se disculpó, levantándose para dirigirse hacia la salida.

—¿A dónde vas?

Suspiró, tomando asiento en el suelo colocándose sus Timbaland con tranquilidad. Luego, lo mismo con su chaqueta.

—Saldré a caminar un rato, no volveré tarde, lo prometo.

Salió escuchando el suspiro cansado de su hyung detrás. SeokJin ya no le decía nada. Era pan de cada día que JungKook saliera de paseo después de cenar. Se estaba quedando unos días con el castaño mientras la novia de este no estuviera. Quería su espacio.

Jin agradecía que aquellas salidas sirvieran para que su compañero llegará tan agotado que caía rendido a su cama.

Al salir del edificio, miró al cielo nocturno de tonos violáceos por culpa de las nubes cargadas. Se pronosticaba fuertes lluvias durante toda la noche. A él no le molestaba el hecho de mojarse, la verdad ya no era demasiado trascendental.

Caminó sin un rumbo fijo. Muy poca gente por los alrededores en ese horario, lo cual agradecía en el caso de que tuviera que desahogarse sin testigos que lo miren. La temperatura iba descendiendo paulatinamente causando que tiritara del frío, subió hasta el final el cierre de su aviadora negra y resguardó sus manos hecha puños en los bolsillos a los costados de la chaqueta.

Unos cuantos metros más delante, siguió por el sendero que marcaba el medio de un enorme parque de frondosos árboles junto a las farolas encendidas. De día, el lugar era hermoso y soñado. De noche, se veía desolado y triste. O puede que él era la extrema desolación en compañía de la más sombría tristeza.

—Decías que no te gustaba la lluvia.

Se detuvo en seco ante esa voz. El frío de su cuerpo se esfumó repentinamente. Su pecho subía y bajaba a causa de su respiración alterada en lo que sus orbes ardían nublándose por las lágrimas.

Miedo. Sintió miedo de que solo fuera su imaginación como otras tantas veces en que se la imaginó a su lado, pero no lo era. No era su imaginación verla frente a él cuando volteó sobre sus pies.

¿Por qué dolía tenerla tan lejos y tan cerca a la vez? ¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué había regresado? ¿Por qué? Tenía demasiados que le era infinitamente molesto no responder a ninguno.

—Las personas cambian —contestó agachando la cabeza, no se atrevía a sostenerle la mirada.

La escuchó suspirar, pasos acercándose hasta tener el panorama de las zapatillas blancas frente a él. La tenía a solo centímetros de su persona, su perfume de durazno y fresas profanando su nariz, su calor invadiendo su espacio. ¿Qué clase de broma macabra era está?

Maelie apoyó suavemente su mano en la mejilla de JungKook causando que este cerrase sus ojos e inhalara profundamente. A ella también le dolía, le dolía el haberlo extrañado tanto.

—Mírame, bunny bonito —él negó, aún disfrutando del dulce tacto en su mejilla— ¿Por qué?

—Porque eres solo un sueño, desaparecerás cómo las otras veces —su voz sonaba frágil y a ella le hincó escucharlo así.

—Soy real, bae, estoy aquí.

JungKook abrió sus ojos mirándola al fin, observando con detenimiento cada facción de aquella chica que lo volvió loco desde la primera vez que la conoció.

—¿Qué haces aquí?

Ella sonrió dejando caer su mano al costado de su cuerpo. Las de él seguían guardadas en el bolsillo de su chaqueta. Maelie buscó algo dentro de su pequeño bolso colgado en su hombro, extendiendo el papel.

JungKook observó con ojos bien abiertos. Esa carta supuso una despedida, una confesión, una verdad que había lanzado a la basura. No entendía como había llegado a ella.

—Tu madre me lo entregó hace unos días cuando fue a verme a Busan.

Ahora podía entender las extrañas actitudes de sus padres. Bufó, riendo irónico.

—¿Es verdad lo que dice?

—¿Cambia algo si te digo que sí?

—Mucho.

—Nunca mentí cuando dije que te amo, ni que quisiera un futuro contigo. Siempre has sabido lo que quería, lo que sentía o anhelaba. Ese pedazo de papel solo tiene una pequeña parte de lo mucho…

No pudo terminar la frase puesto que fue interrumpido por los labios de la rubia sobre los suyos. Ella le rodeó la cintura aferrándose a su cuerpo.

Alivio. Eso era lo que Maelie sintió al besarlo, añoranza también.

—Te extrañe mucho —confesó al separarse— perdón por tardar tanto, te necesite y no...

Ella fue la interrumpida cuando él salió del shock acunándole del rostro entre sus manos para besarla con más ímpetu.

—Perdóname princesa, no quise mentirte, no quise hacerlo —picoteó sus labios— eres muy importante para mí, te necesite tanto, mi cielo. Casi me vuelvo loco sin ti, te extrañe tanto —sus frentes estaban juntas, JungKook aún sostenía las mejillas de Maelie mientras ella apretaba sus brazos alrededor de la cintura y espalda masculina.

La escuchó reír por los besos que regaba en el rostro de su rubia, ese sonido le supo a gloria.

Quería probar sus labios, recordar el sabor de ellos, pero una finita lluvia comenzó a caer sobre ellos. Maelie chilló sujetando la mano de JungKook con la intención de correr a buscar refugio, se detuvo al sentir que el cuerpo más grande no se movía. Él la jalo atrayéndola a su anatomía con la intención de no dejarla ir mientras la besaba.

Rieron divertidos en los labios del otro sintiendo la lluvia mojarlos, ni aún así se movieron de aquel parque. No hasta que se convirtió en un diluvio y ambos chorreaban agua.

Al llegar al apartamento en medio de una corrida, entraron en silencio entre besos tontos y palabras dulces, a tropezones deshaciéndose de sus prendas cuando ingresaron a la habitación.
JungKook lamentaba mucho por su compañero de piso, pero era algo muy especial y necesario.

Cómo tampoco les importó contraer un fuerte resfrío el cual los obligó a estar días en cama, no cuando estaban juntos al fin.

Se observó al espejo revisando una vez más su aspecto. Retocó su labial humectando sus belfos. Su celular sobre la mesada de mármol vibró con un nuevo mensaje.

Yoonie oppa.
¿Por qué me cuentas esto, Maelie?
¿Qué tramas?
19:49✓✓


Nada, absolutamente nada, solo salió el tema de que YangMi vendrá a Corea justo para la fecha del casamiento, al cual tú también vendrás, ¿no?
Tienes que estar aquí, eres el mejor amigo de Kook, eres el mío también, serás testigo de nuestro civil.
19:49✓✓


Yoonie oppa.
Les prometí a ambos asistir. Pero, te conozco, rubia.
Tampoco creo que el haberme comentado sobre la exposición haya sido por pura casualidad.
19:50✓✓


Cree lo que quieras, yo solo te lo conté.
Que malo eres.
19:50✓✓


Sonrió divertida, tomando un cepillo para peinar su cabello lacio. Otro mensaje llegó, pero está vez de un destinatario diferente.


Mimi.
¿y la chica es linda?
No, no me lo digas.
No me interesa. 😒
Oye, mándame fotos del vestido, omma me dijo que fue a verte a la editorial, que almorzaron junto a YooSun y les mostraste los avances.
19:52✓✓

Ok, está bien. Te mandaré fotos.
Y si, es muy bonita.
19:52✓✓


Mimi.
No lo dudo amiga, te casas.
19:52✓✓

Yo decía por la nueva conquista de Yoongi.
Parece una diosa griega.
19:53✓✓

Mimi.
Yeon, quieres que te bloqueé, ¿verdad? 😑
19:53✓✓

Maelie rio, recibiendo dos mensajes muy parecidos de dos destinatarios diferentes.

Mimi.
Estaré en Corea dentro de unos días.

Yoongi oppa.
Dentro de unos días estaré en Corea.

Chilló de la emoción, su plan maestro parecía estar saliendo a la perfección. Salió hacia la habitación encontrando a su prometido frente al balcón, la observaba con ojos entrecerrados de brazos cruzados.

—Princesa, ¿qué haces?

—Nada —sonrió inocente, dejando el teléfono a un lado.

—No parece que estuvieras haciendo nada.

Él se acercó, tomando la cintura de su prometida atrayéndola a su cuerpo. Ella comenzó a jugar con los botones de su camisa negra esquivando esa mirada inquisitiva que la solía poner nerviosa.

—Solo hablaba con Yoongi oppa —el ceño fruncido le causaba gracia— ¿qué?

—¿Otra vez de cupido, mi cielo?

—Solo le comenté que YangMi tiene una exposición en Corea dentro de poco —picoteó los finos labios de su prometido— ella regresa después de mucho tiempo.

—¿Y qué le comentaste a YangMi?

—Que Yoongi conoció a alguien y está muy entusiasmado.

JungKook negó.

—Eres terrible, Yeon Maelie.

Verla sonreír cometiendo travesuras como si fuera una niña pequeña le divertía. Tampoco iba negar que formó parte en ese plan al insinuarle a su amigo un par de cosas en cuanto a Yangmi. Le hacía ilusión que ellos se reencuentren después de tanto tiempos separados.

Salieron del hotel tomados de la mano, caminarían disfrutando de las calles parisinas y su ambiente.

—¿No tienes miedo, bunny? le pedirás mi mano a mis abuelos.

—Creo que eso no es nada con lo que tuve que pasar con tu madre.

—Ella te adora.

—Lo hace ahora, pero esos días en que fui a Busan a pedir tu mano, en que tuve que dormir en un cuarto separado al tuyo, en que no podía tocarte o besarte porque tu madre me tenía entre ceja y ceja —resopló— demasiada tortura para mí.

Maelie rio, recordando el momento en que le contaron a la madre de esta sobre la decisión de comprometerse y a futuro no tan lejano, casarse. JiYoung aún estaba un poco resentida por haber visto a su hija muy triste por días. Por lo cual, JungKook tuvo que ganarse su confianza demostrando lo mucho que amaba a la chica y que realmente quería algo serio con ella.

Entraron al “Le Pré Catelan” uno de los restaurantes más famosos y caros de la ciudad con tres estrellas Michelin. El abuelo de Maelie era parte del grupo accionista de una cadena de hoteles y restaurantes. Ahora podía entender el porque su padre siempre había sido aficionado a la cocina.

Un camarero los condujo hacia el piso superior donde los mayores ya los estaban esperando. Ambos saludando a su nieta con un fuerte abrazo. Todo resentimiento o mal entendido había quedado en el pasado. JungKook cruzó manos con el señor Wilfried, luego dejándose abrazar y dar dos besos en la mejilla por la esposa de este.

—Espero no hayamos tardado mucho.

—Claro que no, llegaron a tiempo.

—Siéntense por favor.

A Maelie le sorprendió escuchar a su abuela hablar en coreano.

—Ha aprendido un poco del idioma, quiere comunicarse elocuentemente con tu prometido —explicó su abuelo.

—Me alegra, pero puedes hablar cómodamente en francés, abuela, le he enseñado un poco del idioma a JungKook.

La mujer sonrió apretando la mano de su nieta entre la suya. Estaba muy arrepentida de haber desperdiciado tiempo en no conocer a la chica por culpa de sus prejuicios, sin embargo, ahora estaba muy feliz de poder disfrutar del poco tiempo que compartían. Ninguno perdería  en seguir apoyando a Maelie cómo debieron hacerlo con su difunto hijo.

—Nos alegra tenerlos aquí, Maelie nos comentó que estarás por pocos días a causa de trabajo —se dirigió hacia el pelinegro.

—Si, estamos pensando con mi padre expandir 'Cosmetics Jeons' hacia otros países. Queremos tener más alcance.

—Que interesante. Si necesitan ayuda puedo hablar con conocidos de ese rubro que tal vez quieran entrar en el negocio.

—Muchas gracias, señor Giraud—agradeció, con nerviosismo.

—Por favor, llámame Wilfried o abuelo —murmuró, haciendo reír a los cuatro.

—Esta bien, Wilfried. Merci.

—En realidad, ese no es el motivo por el cual los venimos a visitar —ahora la nerviosa era ella— Ahm, queremos contarles algo muy importante.

Pronunció, tomando la mano de su prometido por debajo de la mesa, dándole pie a qué él se los contará, cómo habían quedado anteriormente.

—Si, la verdad es que…

—¡Nos casaremos! —chilló Maelie, mostrando a sus abuelos el anillo de compromiso en su mano izquierda.

Ambos adultos se levantaron de sus asientos demostrando felicidad extrema ante la declaración, abrazando a la vez, a su nieta. Era una hermosa noticia de escuchar. JungKook sintió bonito el cariño que parecían tenerle a su prometida a pesar del poco tiempo que se conocían.

Ella jamás tuvo culpas en lo que respecta a la relación de sus padres. Ella se merecía ser feliz, disfrutar del cariño de su familia y agradecía a la vida que sus abuelos paternos se dieran cuenta, a tiempo, que tenían a una hermosa persona como nieta.

—Eso quiere decir que pronto tendremos bisnietos —canturreó la mujer en lo que volvían a tomar asiento.

—Suzette —reprochó su esposo a su lado.

—No puedes negar que te gustaría un pequeño, querido. No hemos disfrutado de nuestra hermosa Maelie de niña. Me ilusiona.

JungKook fue quien tomó la palabra.

—Por ahora, esperaremos un poco —volteó su rostro para mirar por un instante a su rubia en lo que le acariciaba los nudillos— Maelie está concentrada en el trabajo de la editorial, además de sus extras como modelo. Ella tiene la última palabra.

Lo observó encantada, sabía muy bien la ilusión que le hacía a su prometido el que tuvieran un bebé. Sobre todo desde la vez que le confesó que se hizo los análisis pensando que había quedado en estado y solo fue falsa alarma. Sin embargo, se sentía cómoda con el hecho de que él respetará sus tiempos.

—No hay apuro —habló el hombre— son muy jóvenes aún, disfruten de su matrimonio y más adelante, los bebés.

Asintieron a la vez, tenían planes a futuro que no incluían hijos, tampoco es que lo necesitasen, solo el tiempo decidiría.

La puerta se abrió de par en par dejando entrar al interior de aquella habitación lujosa de hotel a la pareja en medio de un apasionado beso que parecía subir la temperatura de sus cuerpos.

Luego de aquella cena, les pareció divertido recorrer algunos bares dónde habían disfrutado de distintos y exóticos cócteles.

—Creo que las copas se nos pasaron —murmuró agitada sobre los labios de su prometido.

—Esa no es excusa, señorita Yeon —sus manos apretaron el trasero de su prometida, atrayéndola a su entrepierna demostrándole la ligera erección en aumento.

—Mis abuelos estarían escandalizados si supieran que cometimos el pecado de la lujuria antes de casarnos.

—Jamás lo sabrán —susurró, levantándole el vestido. Callándola con un beso que le quitó la respiración.

—Jung… —gimió agudo al sentir una nalgada.

—No, no, señorita Yeon. Así no —ronroneó sobre los labios hinchados y colorados de la rubia.

Devoró la boca femenina metiendo su lengua dentro, disfrutando del sabor de esta. Los jadeos se mezclaban con los chasquidos del beso, sonaban logrando poner el ambiente ardiente. JungKook bajó los breteles del vestido dejándola con los senos expuestos. Los apretujo y acarició a su antojo tomándose su tiempo.

A pasos torpes la condujo empotrándola contra una de las paredes de espaldas a él. Le quitó la prenda dejándola solo con las bragas de encaje color negro. Ella lo usaba a propósito sabiendo que a él le gustaba ese color. Besó la piel del cuello femenino con pasión, una de sus manos apretando uno de sus pechos, la otra inmiscuyéndose entre sus pliegues húmedos.

Ni siquiera se habían molestado en encender las luces, no teniendo las del exterior y la luna llena en su cénit iluminando todo.

La volteó acorralándola entre sus brazos. Vislumbrando como las mejillas de su prometida adoptaron un sonrojo que a él le dió ternura.

—Te amo, princesa.

Ella sonrió llevada por el poco alcohol en su torrente sanguíneo y se abrazó al cuello de su prometido, las lágrimas abnegando sus ojos mientras escondía su rostro en la curvatura del cuello masculino oliendo su piel.

—Yo también te amo, mi bunny bonito.

—Vamos a la cama.

La levantó en brazos, recostándola en la enorme cama matrimonial. Se despojo de toda su ropa quedando en completa desnudez. Atrajo el cuerpo de su rubia acariciando cada rincón de su piel, cada curva que adoraba. Disfrutando, también, de las caricias que ella le daba, los besos llenos de amor que regaba por su rostro.

Deleitando a sus oídos con sus gemidos al hacerla suya. Deleitándose ella con las caricias que él le hacia. La única misión que tenían era la de amarse mutua e intensamente hasta el final.

Quisiera saber. ¿Quieren extra o la dejamos así?


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