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ꜰᴀᴍɪʟɪᴀ ꜱɪʟᴠᴀ - ꜱᴇɢᴜɴᴅᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ (𝟣/𝟤)

El cuerpo de Asta brillaba bajo la tenue luz, cada músculo se marcaba aún más por una fina capa de sudor que hacía relucir su piel ligeramente bronceada. No era el cuerpo exagerado de un noble mimado, sino el de un guerrero forjado en batalla –compacto, duro, con cicatrices que contaban historias de mil peleas.

Sus hombros anchos se tensaban mientras sus caderas se movían con el instinto de un depredador sobre el cuerpo de Nebra.

La Silva era la viva imagen de la elegancia aristocrática –su figura, delgada y estilizada contrastaba brutalmente con la robustez de Asta–. Sus caderas delicadas formaban una curva sutil donde sus huesos ilíacos sobresalían tentadores bajo su piel de porcelana, creando pequeños valles que los pulgares de Asta recorrían con hambre. Su vientre plano se hundía suavemente bajo su caja torácica, marcando cada costilla cuando arqueaba su espalda de placer. La estrechez de su cintura podría rodearse completamente con las manos del varón, haciéndola parecer aún más frágil bajo su dominio.

El hueso de su pelvis se marcaba, sobresaliendo tentadoramente cada vez que Asta empujaba contra ella, creando sombras y relieves que volvían loco al cenizo. Sus dedos no podían evitar trazar esos contornos delicados que se movían bajo su piel como las olas de un mar pálido, mientras ella se retorcía bajo sus embestidas.

El falo enhiesto se hundía en las entrañas de la Silva como una espada ardiente, cada penetración arrancaba gemidos que oscilaban entre el éxtasis y la agonía. El prepucio se tensaba y retraía en un baile obsceno, exponiendo un glande hinchado y mojado que trillaba las paredes de su vagina como un arado en tierras fértiles.

Nebra, sometida bajo aquella masa de músculo y testosterona, se aferraba a su conquistador como una garrapata enganchada a su objetivo. Sus piernas, delgadas, gráciles y mortalmente largas, se enroscaban alrededor de las caderas de Asta como serpientes hambrientas, aprisionándolo en una trampa de carne aristocrática. No había escape alguno, aunque ese pensamiento era lo último que quería en aquel momento.

El muchacho estaba perdido en su propia locura primitiva, marcando aquel territorio con brutales embestidas, reclamando aquella carne real como suya mientras sus testículos golpeaban rítmicamente contra los labios mayores empapados de la Silva.

La vulva se abría como una flor carnívora ante cada hundimiento de su presa, sus pétalos hinchados y escarlata devoraban brutalmente la verga plebeya con un hambre insaciable.

Los labios vaginales, antes inmaculados, ahora estaban inflamados y palpitantes, separándose obscenamente para mostrar un clítoris erecto que sobresalía como una perla rosada y brillante entre la carne. Cada penetración hacía que su entrada se dilatara como nunca antes lo había hecho. Su vagina, dilatada al máximo, era un anillo de carne que rodeaba deliciosamente a la circunferencia de aquel falo que la profanaba.

    — ¡Más, maldita sea...! —aullaba la Silva, su voz estaba quebrada por un éxtasis bestial— ¡Así, carajo... rómpeme! ¡Destrózame, Asta! ¡No pares...!

Su cabeza azotaba contra la almohada como si fuera una muñeca poseída, su cabello plateado todo desordenado, se esparcía aleatoriamente entre la almohada como si fuera ríos de plata liquida. Sus dientes, educados para pronunciar palabras refinadas, ahora se hundían en la carne de Asta como los de una loba en celo, marcando su territorio con mordiscos salvajes que pronto florecerían en moretones sobre su piel.

    — ¡Ahhh... puta madre...! —rugía Asta, sus caderas en esos momentos, eran un pistón imparable— eres deliciosa.

Los sonidos carnales inundaban la habitación: el choque húmedo de sus cuerpos, el obsceno chapoteo de fluidos mezclados que goteaban entre sus muslos unidos. Sus jugos combinados formaban un charquito bajo sus cuerpos entrelazados, mientras el clítoris de Nebra, hinchado y expuesto, palpitaba al borde del delirio. Asta, enloquecido por el frenesí, atrapó uno de sus pequeños senos entre sus dientes, devorando el pezón erecto como un animal hambriento. Su lengua caliente torturaba la sensible aureola mientras succionaba con fuerza brutal, como si quisiera extraer leche, así como lo hizo con Vanessa y Mimosa.

    — ¡SÍ... SÍ, CARAJO, SÍ! —aullaba la Silva, su cuerpo entero se sacudía en espasmos violentos— ¡DESTRÓZAME EL COÑO, ASTA! ¡REVIÉNTAME! ¡INÚNDAME CON TU LECHE PLEBEYA...! ¡MÁRCAME COMO TU PUTA...!

El calor entre sus cuerpos alcanzaba niveles infernales, la fricción de carne contra carne amenazaba con incendiar las sábanas. El ritmo se volvió sumamente frenético, cuando el glande comenzó a presionar el cérvix constantemente. Asta, perdido en el éxtasis, sentía sus testículos tensarse como cuerdas de violín, el semen hirviente que se acumulaba, rogaba por ser liberado en las profundidades de la Silva.

Pero no quería acabar aún, quería hacer aún más delicioso aquel momento.

Con un rugido que sacudió las paredes, Asta arrancó su pene palpitante de la vagina empapada de Nebra, su glande rosado lloraba gotas de pre-semen, las cuales caían como lágrimas de lujuria, perdiéndose en las blancas sábanas.

Nebra, con el cuerpo convulsionando y el aliento escapándosele en jadeos entrecortados, lo miró con ojos vidriosos de deseo animal y confusión.

Antes que sus finos labios pudieran formular una pregunta, las fuertes manos de Asta se apoderaron de aquellas estrechas caderas, donde los huesos sobresalían como relieves esculpidos en mármol. La giró con la brutalidad de un depredador hambriento, aplastando su rostro contra el colchón. Sus nalgas, pequeñas como dos medias lunas perfectas y compactas, se elevaron al cielo como una ofrenda pagana, su vagina dilatada y empapada, brillaba entre ellas como una joya lujosa, ofreciendo una visión tentadora que hizo que la respiración de Asta se acelerara aún más y su erección comenzara a palpitar con más intensidad, casi al ritmo de su muy agitado corazón, una agitación que le estaba diciendo algo, algo que no tomó en cuenta en ese momento...

Con un movimiento depredador, Asta se posicionó tras su presa noble, sus dedos separaron aquellas nalgas inmaculadas como quien abre un regalo. La entrada de su vagina, todavía palpitante y empapada por el asalto anterior, se exhibía como un festín, un portal rosado que llamaba a ser profanado nuevamente. Su otra mano guió su verga pulsante hacia aquel tesoro húmedo.

    — Prepárate, Nebra —murmuró con voz ronca—. Esto te va a gustar...

Y entonces, como una bestia reclamando su territorio, hundió nuevamente su falo en aquella carne aristocrática. El glande hinchado se abrió paso entre aquellos pétalos, hundiéndose en el canal vaginal que lo recibía con espasmos hambrientos. 

Un gemido animal brotó de la garganta de la Silva:

    — ¡SIIÍ...! —aulló Nebra, sus caderas huesudas ondulaban como una loba en celo—. ¡AHÍ... JUSTO AHÍ, MALDITA SEA...!

Asta comenzó a moverse nuevamente, más calmadamente, para evitar soltar su esperma apresuradamente, sus manos se deslizaron por la columna de Nebra, empujándola hasta que su pecho tocó el colchón, dejando su culo en alto, expuesto y vulnerable. Sus omóplatos sobresalían como alas rotas bajo su piel de porcelana, mientras su espalda se arqueaba en una curva tentadora y sensual.

El varón se relamió ante la vista de aquella noble sometida, su vagina chorreante estaba enmarcada por aquellos finos muslos temblorosos.

    — Así te quiero ver —gruñó Asta, sus manos dejaron huellas rojas en aquellas caderas huesudas, tras unos cuantos golpes.

Los dedos de Nebra se crisparon sobre las sábanas, con su rostro enterrado en la almohada mientras su cuerpo entero temblaba de anticipación. Su entrada palpitaba vacía, hambrienta, goteando sus fluidos que manchaba sus muslos.

    — Métemela ya, maldita sea —suplicó la Silva, meneando sus caderas sensualmente.

La resistencia de Acier se quebró al fin. Su lengua, caliente y ansiosa, se deslizó sobre su palma. El sabor la golpeó tan rápido como una descarga eléctrica –dulce como miel líquida, cremoso como el más fino postre–. Era como estar saboreando la leche condensada mas deliciosa. Un sonido de puro placer se escapó de su garganta mientras sus pupilas se dilataban y su mente entraba en trance.

Su cuerpo entero se estremeció cuando el sabor de su hija inundó su boca, despertando en ella una incontrolable excitación, prueba de aquello eran sus muslos, de los cuales bajaba mucho flujo.

    — Mierda —jadeó Acier, lamiendo nuevamente su mano— ¿por qué es tan delicioso?

Con una urgencia que rayaba en la desesperación, comenzó a lamer su mano como si fuera el último helado en un día muy caluroso.

    — Hmmm, que delicia.

Una vez se quedo sin ese tan dulce manjar, en automático sus ojos se clavaron en los de su hija, quien yacía aún tendida en la cama, vulnerable y aturdida.

Aquella imagen de Noelle, se grabó a fuego en su mente: luz del sol filtrándose por las ventanas, acariciando suavemente su blanca piel, resaltando las curvas de su cuerpo, haciendo brillar la leche en su vientre y la que goteaba directamente de sus pezones hinchados, convirtiéndola en una visión irresistible.

La luz del sol bailaba sobre el cuerpo desnudo de Noelle, haciendo brillar los ríos de leche que decoraban su vientre como perlas líquidas, y los hilillos blancos que escurrían de sus pezones erectos e hinchados brillaban, llamaba a Acier como si el canto de sirena se tratase.

La Silva mayor quería más de ese liquido prohibido, mucho más, no le bastaba con esa pequeña muestra; anhelaba beber directamente de la fuente.

Noelle se incorporó temblorosa sobre el colchón, sus pechos goteaban sin control mientras observa a su madre aproximarse. Acier, al alcanzar la cama, comenzó a avanzar a cuatro patas como una gata en celo.

    — Madre... ¿qué vas a...? —susurró Noelle, a pocos centímetros de Acier.

El espacio entre ellas se reducía con cada gateada de la Silva mayor. La distancia entre ellas, se convertía en un puente hacia la inevitable colisión de sus deseos.

La Silva menor, al sentir la proximidad de su madre, se incorporó en la cama. Su cuerpo, aún se estremecía levemente tras las atenciones anteriores en sus tetas, reaccionó al instante retrocediendo un poco.

Su respiración se tornó aún más errática. Un rubor intenso, carmesí como la sangre que hervía bajo su piel, tiñó sus mejillas. Intentaba resistir aquella invisible atracción, resistencia que a estas alturas, ya había culminado dentro de su madre.

Acier, en ningún momento apartó la vista de la fuente de aquel néctar que la había enloquecido, se inclinó sobre su hija. Quedaron a escasos centímetros la una de la otra. El aliento cálido de Noelle acariciaba su rostro suavemente, igual a una ligera brisa de otoño.

    — Eres... —susurró Acier con voz sedosa— tan increíblemente dulce...

Y entonces, como una fiera que se lanza sobre su presa, Acier la tumbó en la cama, quedando la Silva mayor sobre el cuerpo de la menor. No hubo delicadeza ni preámbulos, solo el deseo aflorado que la impulsaba a actuar.

Noelle sintió como era atrapada en un abrazo posesivo del que no tenía escapatoria alguna, y en un parpadeo, percibió como una boca rodeaba su goteante pezón.

Aquel amamantamiento forzado, rozaba lo salvaje, Noelle inútilmente intentaba apartar a la fiera plateada encima de ella, dándole golpes cada vez mas débiles, hasta que sus pupilas se dilataron al completo, cesando su resistencia y entrando en trance.

La lengua, húmeda y caliente, jugaba con la punta endurecida del pezón como si fuera el más preciado de los manjares. Entonces lo inevitable sucedido, los gemidos de la Silva menor comenzaron:

    — ¡Ahhhmm! —aquellos sonidos se mezclaron con el rítmico succionar de su madre. Su espalda se arqueó, buscando un punto de apoyo que no encontraba en la suavidad del colchón, presa completamente de la lujuria.

    — M-madre... —balbuceó entre jadeos ahogados por el placer— ¡Ah... s-sigue...!

El aliento de su madre, cálido y húmedo, acariciaba su piel, creando una corriente de escalofríos que la recorrían de la cabeza a los pies. Los dedos de Acier, se deslizaron por su vientre, acariciando la piel tensa, descendiendo lentamente hacia el centro de su excitación.

La madre, sin dejar de deleitarse con el sabor intensamente dulce del pezón de su retoño, respondió con un gemido de satisfacción:

    — No te preocupes, mi niña... —murmuró contra su pezón—. No pienso detenerme... hasta que las dos estemos satisfechas...

La presión en su pezón aumentó, la succión se volvió más intensa, si eso era posible, más profunda. Noelle gimió de nuevo, esta vez con más fuerza, al punto de hacer temblar un poco el cristal de la ventana. Sus caderas se movieron involuntariamente, buscando el contacto de los dedos de su madre.

    — M-más... —suplicó con vulnerabilidad— por favor, madre... m-más...

La aludida sonrió contra su piel, una sonrisa que no expresaba ternura, sino una satisfacción casi cruel.

    — Eres impaciente, ¿verdad? —murmuró, sin dejar de succionar y crear morbosos sonidos acuosos—. Pero me gusta... me gusta tu desesperación... me gusta que me necesites...

La mano de Acier se deslizó por el vientre ligeramente redondeado de Noelle, deteniéndose en la cintura de sus bragas blancas, ahora marcadas por una gran mancha oscura que delataba la humedad creciente entre sus piernas. Con un gesto lento y deliberado, la madre deslizó la tela húmeda hacia abajo, con algo de dificultad debido a que estas estaban empapadas, revelando la intimidad oculta de su hija.

Un vello púbico, suave y abundante, de un blanco inmaculado que a simple vista se camufla con el tono pálido de su piel, cubría el monte de Venus algo hinchado de Noelle. Acier se detuvo, sorprendida por la visión. Sus dedos, aún húmedos por la leche materna, se acercaron tentativamente, acariciando la suave pelusa.

    — Vaya... —murmuró fascinada— no te depilas.

Noelle, con la respiración entrecortada y el cuerpo estremeciéndosele por la excitación respondió:

    — N-no... casi no tengo tiempo —balbuceó recuperando el aliento—, además crece muy rápido, y a Asta le gustó así... con pelos.

    — Ya veo... —respondió Acier, al tiempo que sus dedos continuaban con su exploración, jugando con aquellos finos vellos— ¿y qué más le gustó a nuestro pequeño semental...?

Los dedos de Acier se deslizaron hasta alcanzar su objetivo, separando delicadamente los labios mayores, revelando la entrada húmeda y palpitante. Sus ojos brillaron con malicia al sentir lo empapada que estaba.

    — Dime todo —continuó Acier, presionando su pulgar contra el clítoris erecto, mientras dos dedos delineaban los labios mayores y el otro jugaba con los rizos blancos—. ¿Qué te hizo Asta? ¿Te folló duro? ¿Qué tanto te hizo gritar?

Noelle arqueó su espalda tras sentir como su clítoris era estimulado, sus pechos gotearon una ráfaga de leche, mientras los dedos de su madre la torturaban con caricias lentas.

    — Él... él me... —sus palabras se cortaron en un gemido cuando Acier deslizó un dedo dentro de ella.

    — ¿Te da vergüenza contarle a mami? —ronroneó Acier, curvando su dedo dentro de Noelle—. Tu coño está tan ansioso... igual que el mío cuando Asta me estaba haciendo el amor.

    — Ah... entonces... ya sabes la respuesta —gimió Noelle, mientras movía sus caderas, acercándolas a la mano invasora—. Él... él...

    — ¿El qué, mi niña? ¿Te hace correrte así? —Acier se encamino entre la carne, encontrando ese punto dulce dentro de su hija— ¿Te folló hasta que lloraste de placer? Puedo sentir cómo tu coñito se aprieta muy fuerte contra mi dedo con tan solo mencionarlo, no me quiero imaginar como le aplastaste la verga.

    — ¡Mamá! —chilló Noelle—. No... Ahmm.. no, ahmm, digas esas cosas...

    — ¿Por qué no? Si tu cuerpo me está contando todo —susurró Acier, incrementando la velocidad de su dedo.

    — ¡Ahh...! —gimió Noelle en respuesta al cambio de ritmo— M-madre...

    — Shhh... —susurró Acier, acallando las protestas de su hija con un beso en su cuello de cisne—. Relájate... déjame hacerte sentir bien.

Acier, usando la yema de sus dedos junto a sus uñas, apretó con una calculada presión el clítoris endurecido de su hija, provocando un potente gemido agudo.

    — Eres muy sensible, mi amor —murmuró Acier, con una sonrisa perversa dibujada en sus labios—. Tan deseosa...

Introdujo otro dedo en el sexo de Noelle, esta vez más profundo, sintiendo las paredes internas contraerse a su alrededor, apretando sus dedos, al tiempo que el flujo vaginal era liberado sin control, empapando sus dedos.

    — Dime, mi niña —susurró Acier con suma lujuria, mientras movía sus dedos con una cadencia rítmica, explorando las profundidades vaginales de Noelle— ¿te tocaba así...? ¿Te hacía gemir de esta manera...?

Los gemidos de Noelle se intensificaron, a su cuerpo constantemente le llovían múltiples espasmos de placer. Las palabras de su madre, cargadas de un erotismo implícito, avivaban aún más el fuego de su deseo. Apretó sus muslos, atrapando el dedo de Acier en su interior, buscando una mayor presión, una fricción más intensa.

    — Mmmm... me encanta lo apretada que estás, es increíble, estas casi cerrada —gruñó Acier, empujando sus dedos más profundo— Cada vez que menciono a Asta, tu coñito se contrae. ¿Te pone cachonda que mami hable de cómo te folló?

    — Nnngh... sí —jadeó Noelle, su cuerpo tembló mientras más leche goteaba de sus pezones.

    — Cuéntame más, mi amor —susurró Acier, lamiendo el cuello de su hija mientras sus dedos mantenían un ritmo implacable—, ¿te dio por el culo?

    — ¡Ahhh! ¡Sí! Me... Nnngh... dio por ahí —chilló Noelle entre gemidos, al tiempo que movía sus caderas sin control—. Y muy duro.

    — Eso es, mi niña —ronroneó Acier, mordiendo el lóbulo de su oreja—. Déjame ver cómo te corres para mami. Quiero ver que tan fuerte gritas.

Acier extrajo sus dedos brillantes y empapados, y los presionó contra los labios temblorosos de Noelle.

    — Pruébate, mi amor. Prueba lo mojada que te pone hablar de nuestro semental.

Noelle abrió su boca obedientemente, su lengua cual serpiente, la enrolló alrededor de los dedos de su madre, saboreando su propia excitación. Antes de que pudiera terminar de limpiarlos de sus propios jugos, Acier se lanzó hacia adelante, capturando sus labios en un beso hambriento y profundo.

Sus lenguas se encontraron, compartiendo el sabor dulce y algo avinagrado de su flujo, mientras Acier devoraba los gemidos de su hija. La agarró del pelo, tirando su cabeza hacia atrás para profundizar el beso.

La mano de Acier, ahora lubricada por la creciente humedad del sexo que atendió, se movía con una precisión milimétrica. Los dedos largos y delgados, como arañas tejiendo una tela, se deslizaban entre los labios menores, rozando el clítoris con una presión justa, provocando en Noelle muecas placenteras en su bello rostro. 

    — ¡S-sí...! —exclamó entre besos— ¡Más...! ¡Madre, por favor, más...!

    — Dime, mi niña —susurró Acier en su oído, mientras le metía la lengua en ese sitio— ¿Te gusta esto...? ¿Te gusta cómo te toco...?

Un gemido tanto agudo como gutural escapó de los labios de Noelle, fue una respuesta afirmativa que no necesitaba palabras.

    — ¡Sí...! ¡Ah, sí...! ¡Mamá! —gritó Noelle, quebrada por el placer—. ¡Más...! ¡Madre, más...!

Con un movimiento decidido, Acier introdujo otro dedo en la vagina de su hija, dilatándola un poco, luego los curvo ligeramente para alcanzar el punto G y arañarlo con sus uñas mientras lo presionaba. La estimulación, precisa y profunda, desató en Noelle una oleada de sensaciones aún más intensas. Su cuerpo se tensó hasta el límite como la cuerda de un arco cuando va a disparar, preparándose para lo inminente.

    — ¡¡¡Ahí...!!! ¡¡¡Oh, Dios, ahí...!!! —gimió Noelle, entre gritos— ¡¡¡Me corro...!!! ¡¡¡Madre, me corro!!!

La Silva mayor, sin pronunciar una sola palabra, incrementó la velocidad de sus movimientos. Sus dedos, ahora empapados en el agua dulce de Noelle, se movían con una ferocidad que rozaba lo salvaje, estimulando su zona más sensible, con una precisión milimétrica, al tiempo que lo arañaba con fuerza. El cuerpo de la Silva menor, se convulsionó de pe a pa.

    — ¡Sí...! ¡Sí, sí, sí...! —gritó, en un alarido agudo que resonó en la habitación— ¡AHHHH...!

Un torrente de placer la inundó, liberando un potente squirt que la hizo perder el control. Chorros de flujo vaginal, caliente y abundante, brotaron de su interior, empapando los dedos de Acier, junto a su corto vestido y las sábanas.

Acier, con una sonrisa triunfal, retiró sus dedos, junto a su mojada prenda, dejando al descubierto sus enormes tetas.

No perdió el tiempo y llevo sus dedos a su boca, disfrutando del sabor del agua dulce de Noelle, ya había disfrutado de la leche cremosa, ahora lo hacía con el agua viscosa.

    — Delicioso —murmuró, en una voz ronca por la satisfacción—. Sabes riquísimo.

El cuerpo de Noelle, aún tembloroso por las secuelas del orgasmo, yacía inerte sobre las sábanas, ahora marcadas por la humedad de su reciente éxtasis. Su respiración se iba tornando poco a poco más calmada, aunque su corazón aún latía con fuerza en su pecho.

    — Nghhhh... mamá... —llamó Noelle—. Todavía... todavía necesito...

    — ¿Más? —sonrió Acier, su lengua humedeció sus labios mientras observaba la leche gotear.

No se quedó observando aquel blanco liquido gotear. No. Se inclinó nuevamente comenzando a amamantarse, perdiéndose en largos y deliciosos minutos, en aquel mágico sabor. Los pezones de Noelle cambiaban poco a poco a un color rojo sangre, debido a la excesiva estimulación que recibían sin cesar. Acier tragaba y saboreaba, su hija gemía y ardía. 

Poco a poco, aquel flujo que parecía ilimitado, comenzó a salir en menor cantidad. Las blancas tetas de la Silva menor se estaban vaciando, y con ello, el efecto mágico de su leche...

Cuando la Silva mayor se percató de la disminución de leche, liberó el pezón con un sonido húmedo, dejando mucha leche goteando de sus labios mientras miraba a su hija con ojos brillantes de lujuria y algo más...

    — ¿Nunca te preguntaste por qué somos idénticas? —ronroneó, al tiempo que su lengua atrapaba una gota de leche solitaria que corría por el pecho de Noelle.

    — Nnnngh...No... —respondió con una exhalación.

    — La magia de agua más poderosa del reino... necesitábamos mantenerla pura —susurró contra la piel húmeda antes de volver a devorar su pezón, mordiendo su piel esta vez—. Él y yo éramos perfectos, idénticos, dos gotas de agua... Y tú... —mordió suavemente un pezón goteante—. Tú eres el fruto más puro de esa unión.

Noelle gimió, su mente en este punto ya estaba completamente nublada por el placer. Su madre continuaba bebiendo de ella, saboreando la leche que brotaba de su propia sangre.

    — Eres la magia más pura en las venas más puras.

Acier se apartó de los pechos sobre-estimulados, lamiendo la leche de sus labios mientras su magia de acero comenzaba a brillar entre sus dedos. El acero líquido cual mercurio, se solidificó lentamente, tomando una forma fálica, pulida y brillante.

    — La magia Silva corre tan pura en ti —ronroneó, mientras deslizaba el frío metal entre los muslos de Noelle—. Tan perfecta... tan nuestra —soltaba Acier palabras que no diría en su sano juicio, pero ahora, influenciada por algo que no comprendía, las escupía sin filtro alguno.

El dildo de acero brillaba con la luz, su superficie suave reflejaba las gotas de leche que caían de los pechos de su hija.

    — ¿Ves cómo brilla? —susurró Acier, presionando la punta metálica contra la entrada húmeda de Noelle—, mi pequeña vaca lechera.

Noelle soltó una risilla ante la ocurrencia de su madre.

Entonces, Acier mordiéndose los labios y sonriendo pervertidamente, manipuló su magia, creando bandas de acero que se entrelazaron alrededor de sus caderas. El metal se solidificó formando un arnés intrincado que aseguró el falo de Acero contra su pubis, brillando como si fuera plata pulida. Y más pronto que tarde, se posicionó sobre el cuerpo tembloroso de su hija.

    — Mira cómo goteas por mami —ronroneó, deslizando la punta del dildo entre los pliegues empapados de Noelle—. Tu coñito está tan ansioso como tus pezones.

Noelle jadeaba debajo de ella, sus pechos salpicaban leche con cada respiración agitada mientras el metal frío rozaba su entrada. Sus piernas se abrieron un poco, mostrándole una parte de su vulva hinchada a su madre.

    — Abre bien esas piernas para mami —ordenó, posicionándose entre los muslos temblorosos de Noelle—. Déjame ver ese coño hambriento que heredaste de mí.

Noelle, sin decir una palabra, abrió sus piernas. De inmediato las manos de la Silva mayor agarraron las caderas de la menor, dejando marcas rojas en la pálida piel. 

El dildo de acero brillaba como un trofeo, mientras Acier lo introducía un poco haciendo gimotear a Noelle.

    — Tan obediente —susurró Acier, inclinándose para lamer un chorro de leche que brotaba del pezón de su hija—. Como debe ser una buena Silva.

    — Nnngh... mamá...

    — Estás tan mojada, mi amor —ronroneó, sacando un poco el dildo que había introducido, para presionar suavemente contra el vestíbulo vaginal, sin penetrar aún—. Tu cuerpo sabe lo que necesita. Cierra los ojos e imagina que es la verga de Asta, de nuestro semental.

    — Mamá... por favor... —gimió, cerrando sus ojos y apretando sus labios con anticipación. Moviendo sus caderas involuntariamente, anhelando sentir ese frio dildo dentro de si, abriéndole su cerrada vagina.

    — ¿Por favor qué? —repitió Acier, inclinándose para atrapar un pezón goteante entre sus dientes—. Dile a mami exactamente lo que quieres.

    — Fóllame, mételo —suplicó Noelle, sin resistencia alguna—. Por favor, mamá... necesito...

Acier sonrió contra el pecho húmedo de su hija, su lengua giraba alrededor del pezón mientras alineaba el dildo con su entrada.

    — Tan ansiosa por sentir a mami —susurró.

Con un empujón firme, enterró el falo metálico hasta la base, arrancando un grito agudo y doloroso de la garganta de Noelle. Sus pechos salpicaron leche como fuentes mientras Acier comenzaba a moverse.

Las paredes internas, dilatadas, apretaban el pene de acero queriendo cerrarse inútilmente. 

El dildo vibraba gracias a la magia de la dama de Acero. La exagerada vibración arrancaba gritos agudos de la garganta de su hija, mientras el metal pulsante se deslizaba dentro y fuera de su empapada vulva.

    — Nghhhh... ¡m-mamá! —gimoteó Noelle cuando Acier ajustó el ángulo. Sus jugos goteaban por el metal brillante, manchando las sábanas bajo ellas.

    — Eso es, mi pequeña vaca lechera —jadeó Acier, inclinándose para lamer los chorros de leche que brotaban de los pezones de Noelle—. Deja que toda esa leche dulce fluya mientras mami te folla.

Acier se inclinó, devorando la boca de su hija con un beso hambriento mientras empujaba más profundo. Noelle probo su propia leche en la lengua de su madre, quien seguía penetrándola dejando que el dildo alcanzara su cérvix ligeramente dilatado por el embarazo.

    — AHH... —sollozó Noelle contra los labios de su madre. Sus pechos dejaban de rociar leche con cada embestida, el líquido dulce, cada vez más escaso, se mezclaba con el sudor entre sus cuerpos.

    — ¿Te gusta sentir a mami tan dentro? —gruñó Acier, mordiendo el labio inferior de Noelle mientras aumentaba la vibración del metal.

    — ¡Ahhhnnn! ¡S-sí! —chilló Noelle, moviendo frenéticamente sus caderas contra el metal vibrante. Sus paredes internas palpitaban alrededor del dildo, sus jugos escurrían por sus blancos muslos— ¡MAMÁÁÁ! —chilló Noelle, su espalda se arqueó violentamente mientras el orgasmo la atravesaba otra vez. Sus paredes internas se contrajeron salvajemente alrededor del metal vibrante, soltando sus jugos.

Acier sonrió depredadoramente, observando cómo su hija se deshacía bajo ella.

    — Eso es, mi amor... córrete para mami —ronroneó mientras comenzaba a deshacer su magia lentamente.

El pene de acero empezó a derretirse dentro de Noelle, el metal líquido se deslizó fuera de su vulva palpitante, dejando una imagen semejante al semen escapando de una vagina satisfecha. Los gemidos de Noelle se volvieron más agudos cuando el metal fundido y frio serpenteó entre sus pliegues, rojos e hinchados, prolongando su orgasmo que se escurría de ella.

    — Nghhhh... se siente... tan raro... —jadeó Noelle, temblando al completo, mientras el frio metal líquido goteaba de su entrada, evaporándose en el aire como niebla plateada antes de tocar las sábanas.

    — Mira cómo goteas, mi amor —susurró Acier, usando sus dedos para separar los labios húmedos de su hija para ver mejor cómo el acero líquido escapaba de ella—. Tu coñito está tan rojo e hinchado... tan bien follado por mami.

Las últimas gotas de metal se evaporaron entre los muslos temblorosos de Noelle, dejándola jadeante y empapada de sus propios fluidos y leche materna.

    — Eres tan hermosa cuando te corres —murmuró Acier, inclinándose para lamer un rastro de leche que corría por el vientre ligeramente redondeado de su hija.

Acier, en un movimiento inesperado, llevó sus manos a su cabello, deshaciendo el elaborado moño que mantenía su melena plateada en control. Las hebras brillantes cayeron como una cascada sobre sus hombros, e igualmente dejo caer dos gruesos mechones plateados al lado de su flequillo, enmarcando su rostro de una manera que hizo que Noelle jadeara sorprendida.

    — ¿Qué? —susurró Noelle, recorriendo el rostro de su madre que ahora era un espejo perfecto del suyo. La misma nariz delicada y perfilada, los mismos finos labios, los mismos ojos penetrantes. Solo el brillo de experiencia en la mirada de Acier las diferenciaba, junto al color del iris.

    — Somos idénticas —ronroneó Acier, inclinándose sobre su hija para depositarle un beso en los labios—. Como dos gotas de agua...

De repente. Acier, con una agilidad felina, se elevó sobre su hija, su cuerpo voluptuoso y escultural se recortó contra la luz que se filtraba por las cortinas. Con un movimiento fluido, se colocó a horcajadas sobre la joven, situando sus caderas, las cuales chorreaban sus jugos, directamente sobre el rostro de Noelle.

La visión, inesperada y cargada de un erotismo explícito, hizo que los ojos de Noelle se abrieran de par en par, mientras hacia una mueca de nerviosismo y tragaba saliva. El aroma de la feminidad de su madre, sumamente intenso como un rayo, la invadió en un segundo, despertando en ella una nueva oleada de deseo, menos intensa, debido a que el efecto de su leche perdía su efecto a cada segundo.

    — Ahora... —susurró Acier, en un ronroneo seductor que resonó en la habitación— es hora de complacer a mami...

Sus manos se deslizaron por sus propios muslos, acariciando la piel tersa, aún húmeda por el sudor y los jugos de su reciente encuentro. Sus dedos, largos y elegantes, se dirigieron hacia su coño, y cuales pétalos abriéndose bajo el sol, se separó sus labios mayores y menores lentamente para que Noelle vislumbrara en todo su esplendor la vagina abierta y mojada de su madre.

    — ¿No te parece, mi niña...? —preguntó, en una voz cargada de una sensualidad arrolladora— ¿Qué es hora de que me devuelvas el favor...?

    — Hmasgmm... —Noelle articuló, algo ininteligible.

    — Vamos, mi amor —dijo, mientras bajaba poco a poco sus caderas—. No estes nerviosa, ya estuviste aquí adentro una vez.

De repente, la Silva mayor sintió un escalofrió en su abierta vagina, pues su hija le había soplado.

    — Así me gusta... —murmuró, acercando su sexo palpitante al rostro de su hija—. Una niña obediente... siempre dispuesta a complacer a su madre...

Entonces, Acier se dejó caer con todo su peso sobre el rostro de Noelle. Un grito ahogado escapó de los labios de la Silva menor. La vulva de Acier, turgente y rebosante de lubricación natural, se presionó con firmeza contra la boca y la nariz de su hija, sumergiéndola en un mar de viscosa excitación.

Un gemido agudo, cargado de placer y dominio, brotó de la garganta de Acier. Su cuerpo, ahora en control absoluto de la situación, comenzó a moverse con un ritmo lento y deliberado, frotando su vagina contra el rostro de su hija, buscando la fricción que la llevara al orgasmo.

    — ¡Ahhh...! —gimió, su voz reverberó múltiples veces por las paredes, provocando ecos—. ¡¡Así...!! ¡¡Así, Noelle!!

Sonidos acuosos, el chapoteo inconfundible de la lubricación vaginal llenó el pesado aire cargado de sexo. Acier, con los ojos cerrados y el rostro contorsionado por el placer, se entregó por completo a la experiencia que la marcaria, dejando que su cuerpo se moviera con libertad, guiándose expresamente por el instinto.

Su mano libre, esa que no estaba ocupada aferrándose a las sábanas, se deslizó por su propio cuerpo, acariciando con ternura la barriga de Noelle, allí donde su nieto o nieta crecía, ajeno a la escena que se desarrollaba a su alrededor. La caricia, suave y rítmica, contrastaba con la crudeza del acto que estaba llevando a cabo.

    — S-sí... —gimió Acier, su voz se entrecortaba, debido a su respiración agitada— t-toma... a mami... Hazla sentir bien...

Los movimientos de su cadera se intensificaron, buscando una mayor presión, una fricción más profunda. Su clítoris, ahora completamente expuesto y erecto, rozaba con insistencia contra los labios cerrados de Noelle, quien comenzaba a despertar del trance.

Los músculos de su sensual abdomen se tensaron mientras se acercaba al orgasmo, el placer se acumulaba dentro de Acier, semejante a un volcán que está a punto de estallar. La anticipación la hizo gemir con más fuerza, un sonido que se mezclaba obscenamente con el chapoteo de sus fluidos en la cara de la joven Reina.

Noelle, atrapada bajo el peso de su madre, se vio inmersa en tantas sensaciones, que le era imposible asimilarlas...

Sin poder evitarlo, su lengua se deslizó fuera de sus labios, rozando tímidamente la vulva de su madre. Un gritó sin inhibiciones se escapó de la garganta de Acier ante el contacto, siendo esta una respuesta que animó a Noelle a continuar.

Con movimientos torpes al principio, pero cada vez más seguros, comenzó a lamer con avidez. Su lengua se movió con rapidez, recorriendo los labios vaginales con fluidez, delineando el clítoris con intrepidez.

La sensación era indescriptible, una mezcla de suavidad y rugosidad, de dulzura y salinidad, que la transportó a un universo de placer desconocido.

Acier gimió con más fuerza. Las manos de Noelle, ahora libres, se aferraron a las caderas de su madre, guiando sus movimientos, intensificando la presión, buscando el ángulo perfecto para maximizar el placer.

La succión se convirtió en el siguiente paso. Noelle, con una voracidad que la sorprendió incluso a ella misma, succionó el clítoris de su madre entre sus labios, tirando de él con suavidad, pero con firmeza, provocando una oleada de placer que hizo a su madre gritar, con la misma potencia con la que impacta un trueno.

    — ¡¡¡Ahhh...!!! ¡¡¡Sí...!!! ¡¡¡Así...!!! —gimoteó Acier entre gritos, haciendo temblar el cristal de la ventana y rajándolo— ¡¡¡No pares Noelle!!! ¡¡¡Por favor, no pares...!!!

Noelle obedeció, succionando con más fuerza, con más intensidad. Podía sentir el pulso de la sangre de su madre, el latido de su corazón, la vibración de su sexo contra su boca. La vergüenza y las dudas se disolvieron; solo existía el placer, crudo y visceral.

Los movimientos de la cadera de Acier se volvieron más frenéticos, más exigentes. Noelle, con cada lamida y succión, acercaba a su madre a un inminente orgasmo:

    — ¡¡¡Me corro...!!! ¡¡¡Me corro, Noelle...!!! —gritó, su voz se quebró en su totalidad, las palabras le salían de los labios como un estertor— ¡¡¡AHHHHH...!!!

Y entonces, sucedió. 

Un torrente de líquido caliente y viscoso brotó del sexo de Acier, un squirt copioso e incontrolable que empapó el rostro de Noelle, bañándola en el néctar del placer de su propia sangre. Un chorro tras otro, no paraba de fluir de su interior.

Noelle, sorprendida por la intensidad del squirt, se vio obligada a tragar, recibiendo el flujo abundante del líquido con una mezcla de sorpresa y deleite. Aquel sabor se quedaría grabado en su memoria, un gusto que jamás olvidaría, el sabor del placer prohibido.

Tragó y tragó, intentando en vano contener el torrente que la anegaba. El líquido se escurría por las comisuras de sus labios, resbalando por su barbilla, por su cuello, empapando sus pechos, su vientre, perdiéndose entre las sábanas. Era un diluvio de puro placer.

Acier, con el cuerpo aún temblando por las secuelas del orgasmo, se dejó caer pesadamente sobre su hija, su respiración agitada rimbombeó en la habitación como el resuello de una bestia satisfecha.

    — Ahhh... —suspiró Acier, en un murmullo exhausto—. Eso... eso fue... increíble...

Noelle más consiente que inconsciente y sin aliento, con el rostro y el cuerpo cubiertos por el líquido de su madre, solo pudo asentir. Las palabras se habían quedado atascadas en su garganta, ahogadas por la magnitud de lo que acababa de experimentar. Tragó una vez más, saboreando el regusto del placer de su madre, antes de acurrucarse junto a ella.

Después de un tiempo, que pareció una eternidad, el efecto del suero del Follador 3000, que había actuado en menor potencia y duración sobre ambas Silvas, se desvaneció por completo.

La bruma de la lascivia se disipó, dejando paso a una cruda realidad, una realidad que golpeó a Noelle con la fuerza de un maremoto golpeando una indefensa isla.

Palideció.

Su piel, antes sonrosada por la excitación, adquirió un tono blancuzco y descolorido, casi fantasmal. Acier tenía la cabeza apoyada en su hombro, su respiración calmada indicaba que se había sumido en el reino de Morfeo.

    — Madre... —susurró Noelle, mientras le daba leves golpecitos a la espalda de la mujer— madre...

No obtuvo respuesta. Solo silencio. Denso y pesado.

Con movimientos lentos y cautelosos, Noelle se deslizó fuera del agarre de Acier. Su cuerpo, gracias a estar cubierto por los fluidos viscosos de su madre, se deslizo con facilidad fuera de su agarre.

Su destino fue el baño. Para su alivio, era el baño de la misma habitación, un espacio aséptico que le ofrecía la calma que necesitaba para digerir lo que acababa de vivir.

Se miró en el espejo. Su cuerpo desnudo, aún cubierto por el líquido transparente y viscoso del squirt de la Silva mayor, brillaba bajo los farolillos mágicos del ambiente. Su rostro, enmarcado por los mechones plateados de su cabello ahora pegados a su frente, reflejaba un sentimiento de horror indescriptible.

No gritó. No hizo ningún escándalo. Solo la invadió el shock, un silencio atronador que retumbaba en sus oídos, que le impedía pensar con claridad. Sus ojos, de un iris rosado vibrante, se habían encogido, reducidos a pequeños círculos temblorosos rodeados por la blancura de su esclerótica. Sus pupilas se habían contraído a diminutos puntos negros.

En ese estado catatónico, se acercó a la tina. Abrió la llave, observando con una paciencia sepulcral como el agua cristalina la iba llenando de a pocos. Esperó en silencio, hasta que el agua llegó al borde. Sin dudarlo un instante, se metió, sumergiéndose con la esperanza de quitarse no solo la suciedad de su cuerpo, sino también lo que acababa de hacer.

Cerró los ojos, deseando con todas sus fuerzas que, al abrirlos de nuevo, todo hubiera sido una pesadilla...

Asta empaló de nuevo a Nebra hasta la base, tomándose su tiempo en cada penetración, su pene exploraba ávidamente las profundidades hasta encontrar aquel punto sagrado para las mujeres, si, el punto G.

Sus manos se hundían en aquellas caderas donde los huesos sobresalían como relieves de marfil, dictando un ritmo tortuoso que la hacía temblar. La fina pelusa plateada de su monte de Venus, digna de su linaje Silva, cosquilleaba sus testículos tensos con cada embestida, creando una sensación que se perdía en el mar de placer que lo consumía.

Asta ajustó su ángulo de ataque como un depredador calculando su presa. Lo sintió claramente entonces: aquella resistencia especial, ese punto donde la carne vaginal se tensaba de manera única. Con precisión milimétrica, dirigió su falo palpitante hacia ese sagrado punto.

Un alarido bestial desgarró la garganta de Nebra cuando el miembro encontró su punto más vulnerable. Sus músculos se tensaron como cuerdas de violín a punto de romperse. Y entonces, el infierno se desató.

Un geiser de fluidos explotó desde su vagina, lloviendo sobre las sábanas como una tormenta de placer, bañando el vientre marcado del muchacho con su esencia.

    — ¡AHHH... CARAJO, SÍ! ¡ME CORRO, MALDITA SEA! —aulló la Silva, su voz se quebró en el éxtasis— ¡¡¡Nunca me habían follado así!!!

Su vagina se convirtió en un puño de terciopelo ardiente, aprisionando la erección invasora en un abrazo mortal que destrozó el último vestigio de control en Asta. Sus testículos se contrajeron violentamente, bombeando chorros de esperma caliente y espeso en las entrañas de Nebra. La matriz de la Silva se inundó con aquella leche que marcaba su territorio más sagrado.

Los cuerpos de ambos, aún unidos, temblaron por las secuelas del orgasmo compartido. Asta, aún dentro de Nebra, se dejó caer sobre ella, comenzando a besar su fino y niveo cuello.

De repente, una sensación de cansancio inesperado y sed, se apoderó de Asta. Los días previos, una maratón desenfrenada de sexo y lujuria, estaban comenzando a cobrar su precio, comenzaba a llegar a su límite, pese a que el Follador 3000 hacia maravillas, tampoco hacía milagros. Su cuerpo le pedía descanso y energía, que no tenia.

Con un suspiro de satisfacción, pero también de agotamiento, retiró su pene, ahora flácido y cubierto por los jugos de ambos.

Con un gesto casi automático, casi inconsciente, Asta descargó una nalgada en la nalga izquierda de Nebra. El sonido resonó sutilmente en la habitación. La joven, aún aturdida por el orgasmo, se estremeció ligeramente, pero no emitió sonido alguno.

Asta se levantó de la cama y se vistió lentamente, mientras recuperaba el aliento.

    — Voy a salir a tomar un poco de aire —masculló—, me siento cansado...

Sin esperar respuesta, se dirigió hacia la puerta. La luz del sol, al filtrarse por la ventana, lo golpeó con una intensidad que le hizo entrecerrar los ojos. El mundo exterior, después de la oscuridad y el calor de la habitación, le pareció casi irreal.

Encontró uno de los balcones del castillo, de inmediato, sintió el golpe de aire fresco en su rostro como una caricia revitalizante. El espacio era amplio y abierto. El suelo estaba recubierto por un mosaico de cerámica, tenía dibujado un patrón geométrico que simulaba un cielo estrellado, con teselas de un azul profundo salpicadas por pequeños fragmentos de cuarzo blanco, brillantes como astros lejanos.

En el centro del balcón, una mesita de mármol pulido, blanca y veteada de gris, reflejaba la luz del sol como un espejo. Su superficie fría y lisa al tacto, ofrecía un contrapunto perfecto a la calidez del ambiente.

Sobre ella, una jarra de cristal tallado, con intrincados detalles que atrapaban la luz, contenía un líquido ambarino, probablemente un costoso licor añejo. Dos copas, también de cristal, esperaban junto a la jarra, listas para ser usadas.

Una sombrilla de lona blanca, con un mástil de madera y un mecanismo de apertura impecable, protegía la mesa del sol directo. Su sombra se proyectaba sobre el suelo, ofreciendo implícitamente un descanso que el cenizo necesitaba.

Alrededor del balcón, una serie de macetas de terracota, esculpidas a mano por artesanos locales, albergaban una exuberante variedad de plantas. Rosas de un rojo intenso, casi escandaloso, competían en belleza con delicadas orquídeas blancas, cuyos pétalos parecían tallados en porcelana. Jazmines trepadores, con sus diminutas flores blancas, perfumaban el aire con un delicioso olor, que se mezclaba con el aroma más fresco y penetrante de la menta y el romero que crecían en macetas más pequeñas.

Todo en el balcón, desde el mobiliario hasta la decoración, denotaba un gusto exquisito, una opulencia discreta pero innegable, creando un ambiente de refinamiento y exclusividad.

Asta, caminaba directo a la mesa, dispuesto a sentarse en una de esas sillas y beber lo que ahí se encontrara. Sin embargo, el destino, caprichoso y juguetón, tenía otros planes.

Justo en el umbral, a punto de cruzar la puerta que separaba el balcón del castillo, se encontró de frente con la persona que había estado buscando recientemente:

Noelle.

Ahí estaba ella, parada, mirándolo con una intensidad inusual que lo desconcertó. Sus ojos, de un rosado que le recordaba al algodón de azúcar, ahora brillaban con una luz inusual, una mezcla extraña de desesperación y anhelo que no supo interpretar, al igual que su Ki, el cual lo sentía turbado, muy turbado.

Entonces bajo la mirada, abriendo sus ojos con sorpresa, notando por primera vez el vientre abultado de Noelle donde crecía su hijo o hija. Un embarazo que lo tomo por sorpresa. Antes de que pudiera articular palabra, o siquiera procesar la información, Noelle se abalanzó sobre él.

La fuerza del impacto, inesperada y violenta, lo hizo retroceder, perdiendo el equilibrio. Cayó al suelo del balcón con un golpe seco, La Silva menor quedó encima de él, su cuerpo voluptuoso lo cubría por completo. Y entonces, ella comenzó a besarlo.

Fue un asalto, no un beso. Noelle lo besaba con una desesperación que rayaba la locura. Sus labios se estrellaban contra los suyos, una y otra vez, sin darle tiempo a reaccionar, a respirar. Sus dientes chocaban con cada beso. Inclusive, en su frenesí, Noelle lo mordió con demasiada fuerza, provocando pequeñas heridas donde la sangre comenzaba a manar, mezclándose con la saliva de sus bocas, y dejando ríos rojos corriendo por sus barbillas.

Entre beso y beso, entre esos asaltos húmedos y violentos, Noelle le susurraba palabras que, Asta apenas podía entender:

    — Te necesito —jadeaba, al tiempo que su aliento caliente golpeaba contra su rostro—. Más que nunca...

Sus manos se aferraban a su camisa, arrugando la tela –apretándolo con una fuerza que le causaba dolor al muchacho–. Temerosa de que pudiera escapar.

    — Hazme olvidar —suplicó, con una voz quebrada por la desesperación—. Por favor, Asta... hazme olvidar...

Asta, aturdido por la caída y por la intensidad del ataque de Noelle, no entendía lo que estaba pasando. ¿Olvidar qué? ¿De qué estaba hablando? Intentó apartarla para conversar con ella tranquilamente, pero ella se aferró a él con más fuerza cuando sintió sus intenciones, pegando aún más su cuerpo, si eso era posible.

    — Noelle... —murmuró, su voz se ahogó por los besos de ella— ¿Qué...?

Pero sus palabras se perdieron en el aire. Noelle no lo escuchaba, o no quería escucharlo. Solo seguía besándolo, una y otra vez, con una desesperación que lo aterrorizaba...

Bueno, espero hayan disfrutado de este capítulo. Se vienen cositas.

Me cree una cuenta en X o Twitter como se llamaba antes, pero me la suspendieron al momento de crearla xD. En 48 horas me quitan el ban y la compartiré en mi perfil para que me sigan, en ella publicare la ilustración, sin censura del capítulo anterior e igualmente subiré ilustraciones similares.

Bueno, pasen buena noche. Bye.

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