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-047.-

Este capítulo contiene escenas lemmon (Sexo) y violencia. Si no comentan mucho hoy lloro.

—047.—

Majakutsu _________.

Solté un bostezo mientras observaba, cansada, como el líquido salía de la cafetera y llenaba mi taza favorita. No había absolutamente nadie a mi alrededor, mucho menos a estas alturas de la noche, sin embargo, de igual manera no podía dormir.

Mis ojos comenzaron a cerrarse del sueño. Estuve todo el día tomando varias tazas de café gracias a que no me atrevía a dormir —cortesía de mis pesadillas—, observé en silencio una de las ventanas de la sala de la residencia. Las hojas caen de los árboles, el clima se hacía cada vez más templado. La llegada del otoño era inminente. Es algo extraño pensar que pronto toda mi vida cambiará y por fin tendré algo de paz.

Suspiré al ver como la máquina terminaba su labor, tomando mi taza y colocandole azúcar al café, recorrí toda la área común hasta llegar a mi sillón favorito, donde me senté y comencé a ver la televisión. Era extraño pensar que el festival deportivo ya había pasado y estoy a solo unos meses de graduarme.

Miré la hora en mi teléfono, ya había pasado la media noche.

Ugh.

Me toqué la frente con molestia por debajo de mi flequillo, el mareo y el dolor de cabeza me estaban matando lentamente y ya no sabía que más hacer. Vivir aquellas pesadillas como si fueran reales era algo que me asustaba.

Dos toques en la ventana hicieron que me sobresaltara, obligándome a desviar la mirada y ver cómo un hombre sonriente se asomaba y sonreía. Me dirigí hacia la puerta y la abrí con una sonrisa cansada.

No tengo ganas de nada.

— Buenas noches, señorita —dijo Hawks con una sonrisa.

— ¿Pasa algo, Keigo? —pregunté, observandolo mientras restregaba mis ojos y parpadeaba repetidas veces para intentar alejar el sueño.

Eres realmente tierno, pero tengo mucho sueño, lo siento.

— Si, me he dado cuenta que no ha podido dormir bien así que vine para ayudarla —confesó, resplandeciente.

Lo dejé pasar.

— ¿Que sugieres? —pregunté.

— Vayamos a su habitación primero —dijo, avergonzado, sonreí al ver sus plumas ligeramente esponjosas.

Lo obedecí, no preguntaría porque iríamos a mi habitación, no tenía fuerzas para ello. Al llegar a esta, ambos nos recostamos en mi cama, usaba su brazo como almohada mientras Hawks acariciaba mi rostro y me daba calor en aquella noche de otoño, cubriendome con sus alas.

— Confié en mi, por favor, me quedaré despierto para vigilar que tenga un buen sueño. Si veo que tiene una pesadilla la despertaré —dijo, y yo le creí.

Sentí mis párpados pesados, fue allí cuando todo se volvió negro y me sumergí en un oscuro lugar. No había nada. No había escenarios horribles. No había sufrimiento.

Simplemente no estaba soñando nada, le atribuía eso a que me sentía segura estando junto a Keigo, quien realmente me cuidó mientras dormia.

El resplandor del amanecer —o eso suponía que era— se filtraba a travez de mis cortinas de terciopelo, despertandome.

Hize un gesto de disgusto ante esa zona brillante y giré la cabeza lejos de la ventana, pero, mi mejilla chocó con algo crujiente y firme. Definitivamente no era mi almohada.

Frotando el dolor de cabeza que se había formado gracias a las pocas horas de descanso después de prácticamente meses sin dormir correctamente, me incorporé lo suficiente como para ver qué era lo que habían puesto junto a mi cara.

Un regalo. Envuelto en papel crepé color negro y atado con hilo de plata. Y, junto a él, sonriéndome, estaba Keigo.

Habia apoyado la cabeza sobre un puño y sus alas estaban plegadas sobre la cama, detrás de él.

— Feliz cumpleaños, señorita.

Gruñí.

— No es mi cumpleaños, Keigo.

— Lo sé, pero, como también sé que odia celebrarlo decidí adelantarme un poco a los hechos —Con un dedo, trazó la línea de mi columna vertebral.

Me incorporé sobre mis codos, examinando el regalo que él había dejado ahí. Era rectangular y tenía unos cinco centímetros de grosor, más o menos.

— Esperaba que esta año lo olvidaran.

Keigo esbozó una sonrisa de complicidad.

— Por supuesto que si.

Bostezando, me arrastré hasta quedar arrodillada. Estiré los brazos muy alto sobre mi cabeza antes de atraer el regalo hacia mi. Puse los ojos en blanco y sonreí un poco. Aflojando el envoltorio, saqué un asombroso cuaderno encuadernado en cuero negro, flexible, tan suave que era casi terciopelo. Al frente, estampadas en simples y hermosas letras plateadas estaban mis iniciales.

Abrí la cubierta flexible, pasé las páginas y páginas de bello papel grueso. Todo en blanco.

— Cuaderno de bocetos —dijo—. Justo para usted.

— Es hermoso.

Lo era. Simple, aunque hecho exquisitamente. Yo misma lo hubiera elegido para mi.

Nunca imaginé que Keigo recordara mi amor por el dibujo.

Me agaché  para besarlo como agradecimiento, un roce de nuestras bocas, no quería unirnos en un beso largo gracias a que recién me levantaba. Por el rabillo del ojo vi que otra cosa aparecía sobre mi almohada.

Me retiré para ver un segundo regalo a la espera, una gran caja envuelta en papel amatiste.

— ¿Más?

Keigo hizo un gesto con una mano perezosa, era tierno, pero ciertamente arrogante.

— ¿Creyó que un cuaderno de bosquejos bastaría para mi hermosa señorita?

Solté una risa mientras abría el regalo. Una bufanda roja de la lana más suave estaba plegada en su interior.

— Así podrá abrigarse en otoño e invierno —dijo, resplandeciente.

Esbocé una mueca, envolviendome con la bufanda. Cada pulgada de piel que tocaba se sentía como una decadencia.

Ojalá pudiera dormir entre telas tan suaves como aquella bufanda.

Oh, espera, puedo hacerlo si quiero.

— Gracias —dije, acariciando el material—. El color es precioso.

— Mmmm —otro gesto de su mano, y apareció un tercer regalo.

— Esto se está poniendo excesivo.

Keigo arqueó una ceja:— ¿En quién voy a gastar mi salario como héroe si no es en usted? —solté una risita mientras abría el tercer obsequio.

— Una nueva cartera para mis instrumentos de pintura —exhalé, pasando las manos sobre el cuero fino mientras admiraba los diversos bolsillos y correas. Un conjunto de lápices y carbones ya estaban acomodados en su interior.

El frente también tenía mis iniciales bordadas y una leve insignia de un par de alas.

— Gracias —Volví a decir, mirando sus hermosos ojos ámbar mientras sonreía.

— Supuse que ya tenía demasiadas joyas —reí ante lo que había dicho.

— Esto sería exactamente lo que hubiera pedido —susurré, acariciando sus cabellos para luego besar su frente.

Por un segundo sentí un cosquilleo en mi estómago, el cual, lo atribuía a mi hambre.

Observé, con cierta molestia, la mañana soleada, resoplando mientras terminaba de echarle la leche a mi cereal para luego servirme algo de café y endulzarlo.

— ¿Por qué te ves tan enojada? —preguntó Sakura, mordiendo una manzana—. Es un hermoso día.

La observé, su cabello se encontraba trenzado mientra cubría su cuerpo con una manta rosa en donde, en un esquina, su nombre se encontraba bordado, llevaba el uniforme de Yūei mientras dibujaba en su cuaderno de bocetos y sostenía la manzana en su boca.

Suspiré, tomando un sorbo de mi café mientras ojeaba los mensajes que Bakugo, Shoto y Denki dejaban en mi teléfono —casi me manera sagrada— todas las mañanas.

— Precisamente por eso, querida, preferiría que el clima se templara y comenzara a llover. Con este cielo despejado hay más probabilidades de ir a la escuela y que deba sonreirle a todos —respondí sin mirarla.

Suspiré al ver los mensajes de Denki.

Que tengas un buen día ♡

No te agobies mucho con la escuela.

Espero que podamos vernos a la hora del almuerzo ♡

Aveces podía ser demasiado agobiante.

Sakura se centró en sus diseños, y yo, en esos momentos, no podía hacer nada más que odiar al mundo. Bostecé. No dormía tan bien desde hace bastante tiempo y en aquellos momentos lo único que quería era lanzarme a mi cama y hundirme en mis sábanas de seda mientras Keigo acariciaba mi cabeza.

Por más aburrido y monótono que fuera, debía mantener mi fachada, por lo menos, hasta poder vivir felizmente en Paris comiendo Beigles y gastando mi dinero en algo diferente a planes malévolos.

— Salvenme —rogó Inuko desde el otro lado del comedor, hundida entre pilas de papeles que había estado acumulando. Sonreí mientras masticaba mi cereal— Disfrutas el sufrimiento de los demás ¿no?

Asentí mientras sonreía, juguetona:— Como no tienes idea —confesé.

Levanté la vista cuando pasé por el pasillo, observando como Ochako caminaba en dirección hacia mi. Su cabello era un poco más largo que al inicio del año, realmente, ella era muy hermosa. No pude evitar sonreír al ver con quien se acercaba.

— ¡Hola! —exclamé, de inmediato noté las reacciones de ambos.

No pude evitar notar que Izuku se sonrojara, poco más de lo habitual, ante mi presencia.

— Hola, yo..., iré a buscar mis apuntes a la oficina de profesores —sospechoso.

Ví como Izuku corría, dejándonos solas a Ochako y a mi. Inmediatamente pude visualizar como ella miraba a los alrededores en busca de ayuda.

— Uraraka, hoy hace un lindo día, ¿no? —sonreí.

— ¡Si! Es porque tú estás aquí —dijo, su voz temblaba, y, luego de darse cuenta de lo que había dicho, parecía arrepentirse— ¡No! Em, quiero decir, ¿por qué estás aquí?

Levanté una ceja:— Estamos en el pasillo, Uraraka, solo caminaba —me burlé.

Ella se puso aún más nerviosa. Suspiré pesadamente al notar que la carga del coqueteo recaería en mi.

— ¿Por qué no te relajas? —sugerí, dirigiendo mi mano a su rostro y acariciandolo—. Así dejarás de resistirte y podrás tenerme.

— ¿Que? —tartamudeó.

Me acerqué un poco más a ella y la acorralé, podía sentir incluso su corazón latir contra su pecho tan rápidamente que amenazaba con salir.

Tan tierna y tan ingenua.

— Lo que escuchaste, cariño. Me gustas —susurré contra su oído y me aleje mientras sonreía.

Ahora ya no podría diferenciar si aquello era verdadero o una alucinación, cosa que ne favorecía. Sabia que Ochako ha estado enamorada de mi desde hace un tiempo, por lo cual, aquellas palabras significan un gran peso sobre ella, sobre todo porque aún sigue en su relación con Izuku.

Aunque también me convendría comenzar a convivir un poco más con él, a pesar que su atracción por mi es innegable, debo reforzar nuestra relación un poco más. Quiero saber si puedo llevarlo un poco mas allá, hacerlo dependiente.

— Joder —jadeé, mi cabeza me estaba matando.

Disfruté de mis papas. Cuanto amo las papas a la francesa, sobre todo cuando les ponen páprika. Majar de los dioses. Miré a Sakura por un segundo, notando como se encontraba concentrada en diseñar y no le tomaba mucha atención a su comida.

Justo cuando estaba por hablar con ella, llegó Bakugo:— Buenas tardes, princesa —susurró en mi oído.

— Buenas tardes, Bakugo —respondí.

— ¿cuando comenzarás a llamarme por mi nombre? —preguntó, sonriente, tomando mi mano y besando mis dedos.

— No somos tan cercanos —Él levantó una ceja mientras yo sonreía con inocencia, jugando con su corbata.

El rubio suspiró:— Es como si quisieras que te rogara. ¿te gusta eso? —por supuesto que si— ¿Te gustaría verme de rodillas?

Apreté los labios.

Eso es claramente lo que quiero.

— ¿Te gustaría estar de rodillas? —crucé mis piernas, tirando de su corbata para acercar un poco más nuestros rostros— Dime todos tus secretos, muéstrame tus verdades.

Los secretos, la información. En estos tiempo eso vale mucho más que el dinero.

— Dejame destruirte, Katsuki, y te aseguro que podrás estar plácidamente arrodillado entre mis piernas —susurré en su oído. A él pareció una idea agradable.

Estaba claro gracias a su sonrojo y su mueca de satisfacción y entusiasmo.

— Tal vez, incluso, te dejaré amarme y te amaré yo también —dije, tomando su mano mientras sonreía. Todo no era más que una vil y terrible mentira.

Sin embargo, para mi, eso es el amor. Destruir y ser destruido.

— Suena tentador. Soy todo tuyo.

Su mano viajó por mi pierna, pero, a pesar de aquel acto que demostraba interés, yo lo alejé. Habia notado gracias a mi vista periférica que Shoto había terminado de almorzar. No me arriesgaría a perder una ficha solo por obtener otra.

Jugar con los sentimientos de otros era como jugar con piezas de ajedrez, sin embargo, yo siempre protegía cada una de ellas y hacia mi mejor esfuerzo para protegerlas a todas.

La torre era mi ficha favorita. Sobre todo por el significado que adoptó para mi.

La torre es una pieza magnífica, siempre se utiliza al final del juego de manera estratégica y táctica. Siempre moviéndose en línea recta y llevándose a toda pieza que encontrara a su paso.

Yo quería ser una torre. Aunque ser una dama no estaría relamente mal.

Toda las piezas tienen un uso y un valor. Es precisamente por ello que debía ser cuidadosa y no cometer un error. No podía arriesgarme a perder piezas en este punto del partido. La etapa final.

— El rubor de tus mejillas es adorable.

Cuando dije aquello, Katsuki se sonrojó aún más, frunciendo el ceño y negando súbitamente que se había sonrojado.

Acorralé a Sakura contra la pared, mirándola directamente a los ojos.

— ¿Que almorzaste? —pregunté, entrecerrando los ojos mientras la miraba.

Ella pareció nerviosa, eso me fue suficiente para suponer que no había almorzado:— Dejame reformular la pregunta, ¿haz comido hoy? —ella asintió, dudosa—. Quiero la verdad.

— Una manzana —confesó.

Suspiré, mirando a Rina, quien asintió y se dirigió a la cocina:— Sakura.

— Maja.

— Sakura —la miré mal.

— Maja-chan —sonrió, inocentemente.

Suspiré.

— Te traeré algo, no te atrevas a huir a tu habitación para seguir con tus bocetos —amenacé—. Se que estás nerviosa, pero, debes alimentarte bien.

— No tuve tiempo —dijo, haciendo un puchero.

Puede los ojos en blanco:— Siempre hay tiempo para comer —golpeé su frente con mi dedo, echándole un ojo a sus diseños.

Como una persona que come mucho, sinceramente no puedo entender que alguien se salte las comidas.

Antes de que me detuviera, me dirigí a la cocina, pero, como siempre sucedía, Inuko terminó por sacarme a patadas luego de que —por accidente— el agua que estaba hirviendo se evaporará y luego quemará las tostadas y el pollo. Nunca era mi intención, sinceramente, pero todo lo que preparaba terminaba carbonizado.

Soy buena en muchas cosas, sin embargo, cocinar no es una de ellas.

De todas maneras, ya me resigné.

Ayude a Rina a llevar las bandejas con comida para Sakura, quien se sorprendió ante la cantidad de comida que había preparado, aunque, para mi, aquello no era más que un día bueno en mi restaurante favorito. Soy conciente de que como mucho y, sinceramente, no me interesa.

Resoplé al ver un destello blanco afuera.

Aquí vamos de nuevo.

Salí de la residencia y me adentré un poco al bosque, fue allí donde lo encontré, sonriente. Habia armado un picnic con lámparas de papel al rededor. Todo realmente muy romántico y empalagoso.

— ¿Cuantas veces debo decirte que no para que me dejes en paz? —me fue inevitable sonreír.

— No hay un número, jamás te desharás de mi —Touya me ofreció su mano y yo la tomé.

Me senté a su lado, observando su rostro, sano, sin quemaduras. Era hermoso con o sin ellas, sin embargo, de esta manera, era simplemente perfecto.

— ¿Me estás coqueteando? —me burlé, tomando un sándwich y metiendolo a mi boca.

Él se acercó a mi, sonriendo:— Creo que es algo evidente —susurró, a nada de unir mis labios con los suyos.

— Pues yo no lo estoy haciendo —sonreí—. Pero esto está realmente exquisito.

Casi me atraganté con el sándwich cuando ví que sus ojos se oscureciendo y sentí sus dedos deslizarse por mi cintura.

— Recuestare, mi reina —Tiró de mi, acercándonos mientras su mano rodeaba mi cuello—. Te voy a sacar todos los gritos que no te he sacado en un tiempo.

Santa madre...

— Si a todo —lo provoqué.

Él soltó una carcajada, sin apartar sus ojos de mi rostro:— Que te quede en claro que esto significa nada y te sigo odiando, Touya Todoroki —lo frené.

¿Por qué lo aclaro tantas veces? ¿Por qué siempre digo que lo odio?

— Bueno, que te quede claro que tú eres el amor de mi vida. ________ Majakutsu.

— Eres un mentiroso —susurré.

Me alejé de él y me incliné hacia la cesta, resbucabdo algo de comida y sintiendo la mirada de Touya en mi nuca, por lo menos ahí era donde quería creer que estaba:— ¿Tienes hambre? —preguntó.

— Si, ¿tú no? —pregunté, tensandome al sentir sus manos en mis caderas.

— Mm, bastante —susurró en mi oído, pegando mi espalda a su pecho.

— También hace frío, mucho —intenté decir antes de sentir sus manos recorrer la parte interior de mis piernas.

— No tanto —volvió a decir.

Eché la cabeza hacia atrás al sentir como metia su mano debajo de mi ropa y comenzaba a tocarme. Suspiré.

— Eres de lo peor —gruñí—. No puedo llamarte Satanas porque sería directamente un insulto para el diablo.

Escuché una risa ronca contra mi oído mientras sentía como poco a poco el frío desaparecía.

Controlate.

— Me pregunto, si yo soy el diablo, ¿qué eres tú? Porque definitivamente...—suspiré al sentir sus labios contra mi cuellos—. Eres peor que yo. Pequeña.

Jadeé su nombre al sentir como introducía dos de sus dedos dentro de mi mientras mordía mi cuello. Solté otro jadeo mientras comenzaba a moverlos dentro de mi, usando su pulgar para estimular mi clitoris. Solté un último gemido antes de correrme.

— Creeme, cariño, los sándwiches son lo único que traje para que tú comieras —su mirada malévola me fue suficiente para adivinar lo que estaba a punto de pasar.

— ¡Touya! —gemía, tras cada embestida mientras su lengua recorría mis pechos, saboreando el chocolate que anteriormente había esparcido en ellos.

— Eres deliciosa —susurró, yo mordí mis labios mientras sentía mis ojos arder gracias a las lágrimas de placer que comenzaron a recorrer mis mejillas.

Cuando su miembro salió de mi, me sentí vacía y confundida, sin embargo, de poder hablar, Touya giró mi cuerpo, aplicando chocolate desde mi espalda baja hasta mi cuello, haciéndome jadear al sentir como su lengua me recorría la espalda hasta llegar a mi cuello, fue en ese momento cuando volvió a adentrarse en mi, pegando mi espalda a su pecho.

Touya me dio un último beso antes de hacerme bajar el pecho y recostarlo en la manta, alzando mis caderas.

— Gime para mi.

Sus manos se colocaron sobre mis muñecas, comenzando a hacer sus embestidas más duras que antes.

— Joder —gemí.

Un cosquilleo se depositó en mi abdomen bajo mientras lo sentía lentamente salir y entrar en mi, pronto, sus embestidas subieron de velocidad, incluso, podía escuchar su cuerpo chocar con el mío rápidamente mientras yo me perdía poco a poco en el placer que Dabi me proporcionaba. Solté un fuerte gemido.

— Maldita sea —gruñó—. Me estás apretando.

Sus embestidas pronto se convirtieron en algo salvaje:— Touya —gemía, mientras me levantaba y me ponía sobre él, quien no tardó en comenzar a acariciar mis pechos.

Gemí fuerte al llegar al clímax, luego de un rato, él también llegó. Ambos nos tumbamos uno al lado del otro, nuestros pechos subían y bajaban, jadeantes.

— ¿quieres probar la salsa de cereza? —Pregunté. Touya sonrió.

— Provaremos las cinco salsas dulces que traje, mi reina.

Reí.

Cualquiera que pudiera vernos diría que entre nosotros aún hay algo, sin embargo, no puedo olvidar. No fueron sus acciones en si las que me hicieron daño. Fue el amor. Si él no me hubiera amado cuando me alejó, cuando terminó lo nuestro, el dolor hubiera sido un poco más fácil de soportar.

Observé a Aizawa con una ceja levantada.

— Entonces, ¿quieres que cuide a Eri mientras vas a una misión para averiguar la guarida de la liga? —pregunté.

Shota asintió:— Eres la única persona en quien confío, la mayoría de los heroes y estudiantes de último año estarán por la ciudad, por lo tanto, no tendremos mucho tiempo para cuidarla —asentí. No los encontrarían jamás, porque ahora se encontraban dentro de uno de los complejos de mi padre, cerca de la playa.

— Entonces será un placer —sonreí, observando como Eri, tiernamente, asomaba la cabeza en nuestra dirección—. Pero debo ir a la agencia de Endeavor a buscar un par de cosas y avisarle a Shoto que no podremos cenar juntos hoy.

Tenia una cena con Shoto. Si.

¿La cancelaría? Por supuesto que no. Solo decía eso para manipular los sentimientos de Shota.

— No hay problema —respondió con pereza, a pesar de su vaga respuesta, pude ver cómo su expresión se deformada un poco hasta formar una leve sonrisa.

Tomé la mochila que Shota me ofrecía y la colgué en uno de mis hombros, ignorandolo cuando pasé a su lado para poder saludar a Eri, quien me observaba fijamente.

— Hola, Eri-chan, ¿me recuerdas? —Ella asintió como si su vida dependiera de ello.

¡Que tierna!

Si algún día tendré un hijo, espero que sea un niña tan tierna como Eri. Aunque no creo que suceda.

— Eres la hermana mayor que hizo el dibujo en el pastel gelatinoso —dijo en voz baja.

Miré a Shota, parecía tan confundido como yo con eso de "Hermana mayor."

— ¿Te gustaría pasar el día conmigo? —pregunté. Su sonrisa casi purifica mi asquerosa alma.

¡Ja! Ni con esa bella sonrisa lograré algo como eso.

Pronto, pasos se escucharon por detrás de nosotros. Sostuve a Eri entre mis brazos para emprender nuestro camino hacia la agencia de Endeavor, sin embargo, me encontré con tres cuerpos estorbando a mi camino a la puerta.

— Hola —dijo el más alto con efusividad, parecía algo sonrojado y nervioso.

— Un gusto —respondí, sonriendo.

Me duelen las mejillas, ¿cuando podré volver a mi habitación y dejar de sonreír como estupida?

— ¡Tu debes ser Majakutsu-chan! —exclamó la chica con efusividad.

Me estremecí. Solo Sakura decía mi apellido de aquella manera.

— La única y original —respondí, deteniendo mi mirada en el último chico.

— Ugh —dijo, tímido, tapando su rostro con la capucha de su traje.

Miré a Shota con el ceño fruncido, pidiendo una explicación:— Ellos cuidan a Eri cuando doy clases, espero puedas darles tu número de teléfono y cual es tu habitación de residencia, así podremos ubicarte y recoger que Eri cuando terminemos —explicó.

— Entonces, es un gusto conocerlos —tomé mi bolso, buscando entre todas mis cosas tres tarjetas con mi número—. Siento que parezca tan peliculezco, desde que comencé a dirigir la empresa de mi padre me vi obligada a imprimir estas cosas, aunque, estas son especiales. Tienen mi número de trabajo y mi número personal.

En sus rostros de estupefacción me quedó claro que no esperaban que una estudiante de estudios generales dirigiera una empresa a tan corta edad, sobre todo porque no había terminado mis estudios aún.

— Pensé que era parte del departamento de estudios generales —dijo la chica.

— Lo soy, es legado familiar —expliqué, sonriendo mientras pegaba una pegatina de corazón en el lindo rostro de Eri, quien sonrió abiertamente cuando yo también lo hice— No quiero retenerlos más tiempo, me iré. Escribanme un mensaje con su nombre para poder registrar su número, por favor.

Pasé a un lado de todos ellos luego de despedirme apropiadamente de Shota, solo dándole un asentimiento de cabeza a los otros tres héroes. No soy tonta, sabia quienes eran, pero debía actuar como si no fuese así.

Cuando sentí una mirada sobre mi, luego de notar que no quien fijaba la vista en mi no era la chica ni el rubio, sonreí.

— ¿Quieres un helado? —le pregunté a la niña que llevaba en brazos.

— Si, por favor —dijo, con un ligero sonrojo en sus mejillas.

Reí. Después de comprar un helado de vainilla para Eri y uno con galletas para mi, tomamos un taxi hacia la agencia de Endavor, donde mi suegro —por parte de dos de sus hijos— me esperaba impaciente en la puerta, seguramente, ansioso por ir hacia su encrucijada para hallar el escondite de la liga.

— Buenas tardes, Señor Endeavor —él resopló, dirigiendo su mano grande a mi cabeza y despinandome.

— Ahora que estás comprometida con mi hijo solos familia, puedes llamarme por mi nombre —dijo, yo asentí.

Somos familia desde hace muchos años.

— Entendido —Cuando Eri terminó su helado, tomé una servilleta de mi bolso y limpie sus labios y mejillas— ¿Shoto está por aquí? Quiero desearle suerte antes de irse.

Enji sonrió. Parecía creer fielmente que yo realmente quería a su hijo, y, de alguna forma y otra, realmente lo hacía.

— Hermana mayor, ¿quieres que me baje? Puedo ser pesada y no quiero que se canse —dijo la tierna niña, cuando la miré, parecía avergonzada.

— Estoy bien, Eri, eres tan linda que no quiero soltarte jamás —Parecía haberse sonrojado cuando dije aquello.

Antes que pudiera adentrarme a la agencia junto a Enji, Shoto salió de uno de los vestidores del primer piso. Según tenía entendido lo usaban cuando debían irse rápido. Al verme, se dirigió rápidamente hacia mi.

— Mirate, te ves realmente guapo —Cuando lo halagué, casi pude jurar que sus orejas se enrojecieron un poco—. Procura tener cuidado, no quiero quedar viuda.

Shoto sonrió y asintió:— ¿Puedes sostener a Eri un minuto? Quiero limpiar sus manos, solo pude limpiar un poco su boca —él no se negó, por lo cual, le entregué a la niña y rebusque en mi mochila los paños húmedos que había empacado por si Eri se ensuciaba comiendo—. Ven aquí, princesita.

Delicadamente, pase el paño húmedo por sus mejillas antes de atender sus manos, algo pegajosas por el helado, cuando terminé, sonreí y acaricié su mejilla con una mano luego de desechar el paño.

— Listo —sonreí, tomando de nuevo a Eri en mis brazos, notando como Shoto me miraba tiernamente— ¿Que?

— Cuando te concentras entrecierras los ojos y frunces las cejas —explicó, sonriendo.

Lo hice sonreír, eso es un gran avance.

— Sht —lo callé, no era algo que quería que otros supieran.

— Seguramente serás una buena madre —comentó Enji, haciendo que me sobresaltara.

Miré a Shoto pidiendo ayuda, él, por supuesto, cambió el tema de conversación:— Ya debemos irnos —dijo, besando mi frente.

— Suerte, si te pasa algo yo te haré algo mucho peor —advertí.

Shoto sonrió y asintió para luego irse mientras caminaba a un lado de su padre.

Joder, me duele la cabeza.

Abrí los ojos, encontrándome en una habitación cerrada, solo con una luz amarilla iluminando el lugar y permitiéndome ver a Eri, inconsciente, frente a mi. Estábamos atadas de manos.

Fue allí cuando los recuerdos vinieron como un destello en mi mente.

Luego de un par de horas, después que Endeavor y Shoto se fueran, Eri y yo jugábamos un poco en la oficina de Enji, pese a la seguridad de esta, un gas extraño entró por debajo de la puerta y antes de poder reaccionar caí inconsciente.

— ¿Están inconscientes? —preguntó una voz afuera.

— Eso creo, ¿no puedo hacerle nada a la pelinegra? Es preciosa —preguntó otra voz masculina.

Me daba asco, pero sentía como si estuviera viviendo alguna clase de Déjà vu.

— No, si le hacemos algo y el intercambio sale bien, Endeavor nos matará —dijo la otra voz.

Solo parecían ser ellos, a demas de la otra persona cuyos pasos había escuchado anteriormente antes de desmayarme. Tenían armas, pero no serían difíciles de manejar. Al observar mi entorno, noté que estaba atada con sogas a una silla de madera.

Novatos.

Grité hasta que ambos entraron.

— ¿Quienes son ustedes? —finjí estar espantada.

— No te preocupes, cariño. Solo tomaremos algo y nos iremos —dijo uno de ellos.

Ambos comenzaban a acercarse cada vez más, yo los observé con temor y miedo.

— ¿Que tomaran? —Balbuceé.

— Solo queremos que Endeavor nos dé algo de su dinero, no le importará mucho —dijo el otro. Cuando estuvieron suficientemente cerca como para acariciar mi mejilla, balanceé la silla, me puse sobre mis pies y me eché hacia atrás bruscamente. Rompiendola y destando los nudos débiles que ellos habían hecho.

Antes de que pudieran apuntarme, tomé un arma por la boquilla y golpeé al dueño con la parte trasera, noqueandolo y haciendo el mismo procedimiento con el otro.

Idiotas.

Activé mi particularidad e hice una pequeña plataforma en donde recosté a Eri suavemente, comenzando a caminar mientras la plataforma se movía frente a mi y yo desarmaba ambas pistolas, lanzando las municiones a otro lugar, al igual que la bala que había sido cargada por uno de ellos. Si apenas sabían usarlas dudaba que supieran cómo rearmarlas.

Me dirigí hacia la salida, con las manos vacías. Tomé a Eri entre mis brazos, que poco a poco despertaba de la inconsciencia, y salí por la puerta principal, donde había un gran grupo de reporteros, policías y héroes frente a otra persona.

— No tengo esa cantidad ahora mismo conmigo —dijo Enji—. Dejame ir a casa y recoger el dinero.

Un hombre lo apuntaba con el arma:— ¡Envía a alguien más! O tú y las otras dos morirán, solo debo llamar a mis compañeros —sonrió.

Suspiré, notando como Eri frotaba sus ojos y miraba a sus alrededores:— Quedate aquí, linda —le susurré, nadie nos había notado, después de todo estaban ocupado solucionando nuestra aparente captura.

Camine hacia el hombre y toqué su hombro, el giró, sin embargo, antes de que pudiera reaccionar le dí un puñetazo en la cara que lo tumbó al suelo y lo dejó sangrando por la nariz, luego, pisé la mano en la que sostenía su arma y no tardó en soltarla, por lo cual, la pateé lejos.

Eri se acercó dando pequeños pasos rápidos hacia mi cuando le indiqué que podía acercarse. La pequeña no tardó en darle una patada en las costillas al hombre, ganando seguridad, por lo cual, sonreí.

— Puede que esto te despertara malos recuerdos, pero, conmigo, nada te herirá mientras yo esté contigo —Acaricié su cabello antes de darle una última patada que noqueó al hombre, tomarla en mis brazos y acercarnos hacia la cinta policial, donde Endeavor y Shoto nos observaban boquiabiertos— ¿Que?

— Ibamos a recatarlas —dijo, incrédulo.

Me encogí de hombros:— Me puedo rescatar sola —dije, acariciando la espalda de Eri.

Sonreí, viendo por el rabillo del ojo como una de las personas con las que hablé esta mañana salía de la multitud y se iba a quien sabe donde.

Otoño 1/2

Holis ¿cómo están?

Espero que bien.

Hoy quise hacer un capítulo completo narrado por ella, me pareció interesante. ¿Que opinan ustedes?

Déjenme su opinión en los comentarios y to a los personajes que quisieran que salgan en el próximo capítulo.

Alerta de sensualidad ⚠️ especial de imágenes familia Majakutsu. Kotaro.

Bueno, siendo todo por hoy...

Gracias por leer.

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