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En una galaxia distinta a la nuestra con múltiples estrellas y constelaciones, yacía gravitando un planeta de ensueño.

Los moradores de la tierra la describían como el único mundo mágico que existía, sin embargo, nunca habían podido llegar a él.

Había dejado de ser posible.

En los cuentos era llamado el Saturno de las hadas, aunque en muchos de ellos aseguraban que humanos comunes y corrientes vivían en él.

Ciertamente era un mundo de ensueño, que en la tierra sólo podían añorar e imaginar con sus vastas ideas que quedaban cortas a la inmensidad de ese mundo.

Existían en el Saturno de las hadas, una cantidad de seres místicos, con distintos poderes y habilidades.

La mayoría de habitantes eran mágicos, aunque presidían de humanos para gobernar por antiguos conflictos que a los ciudadanos les quedó de experiencia.

Aunque al principio el ser gobernados por humanos sin ningún tipo de poder místico les afectaba de forma negativa, poco a poco se dieron de cuenta que era lo correcto, pues en ese mundo, los humanos sólo vivían por habilidades y talentos, razonaban más y siempre trataban de ser objetivos, mientras que los individuos con algún poder tarde o temprano se dejaban llevar por su avaricia y egocentrismo.

Aunque según leyendas, decían que uno que otro humano nacía con algún poder, producto del enlace entre un padre humano y una madre con algún poder.

Sólo así, nacía un humano con poderes al 34,6%, tampoco era en su totalidad.

Ese mundo tan lleno de paz y calma, quedaba lejos del alcance de los ilusos humanos en la tierra.

Tan solo podían imaginarlo.

Sin embargo, era muy poco su conocimiento y la mayoría de las historias que escribían eran producto de sus deseos y anhelos, por lo que desconocían bastante de ciertos convenios internos y reglas que en ese mundo existían.

Por lo tanto, era imposible imaginarse lo que pasaba en ese lugar, así fuera importante.

Algo importante y vital cómo, por ejemplo, el evento de anillos de hadas.


En el palacio real todo había empezado a moverse.

Con total y entera elegancia, los cocineros y servidores se movían de un lado a otro, con sigilo y tratando de hacer el mínimo ruido posible. Acomodaban el salón principal, el área de la cocina, la entrada y patio trasero.

Era tanto el trabajo debido a la majestuosidad del ostentoso palacio.

Mientras en la parte de abajo habían muchos quehaceres acompañado de sigilosos: ¡Ey! Apúrate.

En la parte superior donde se encontraban las habitaciones, la familia real se despertaba de sus sueños.

Los reyes ya habían iniciado su rutina, mientras que los príncipes y princesa acababan de despertar.

Claro, todos salvo uno que no pudo dormir.

Namjoon, el hijo mayor y el príncipe heredero del trono, tenía un leve nerviosismo en cuerpo y unas pequeñas ojeras debajo de sus ojos.

Le había sido imposible conciliar el sueño, sus nervios y euforia no se lo permitían.

Vería a su pequeño príncipe después de cinco años y no sólo eso, lo verá y le pedirá matrimonio.

La esencia del Anillo de hadas.

Desde pequeños, cada príncipe heredero al trono conocía a los hijos de las hadas, con quién en un futuro se casaría para así renovar el contrato del planeta, asegurando protección y prosperidad.

Esta fiesta se realizaba desde tiempos inmemorables, por lo que el origen del mismo había cambiado según los rumores que se habían inventado al pasar las décadas.

Unos decían que en realidad las hadas eran perversas, por lo que si no aceptaban casarse con una de sus doncellas hadas, morirían.

Algunos decían que usaban a los humanos para extraer su elixir de vida y así poder seguir viviendo.

Y otros solamente iban a las fiestas a disfrutar de los ricos platos que ese día se repartían gratuitamente.

Esta celebración surgía a partir de la tradición de la realeza, pero, si algún habitante también quería comprometerse o contraer matrimonio en esa fecha, podía hacerlo.

Incluso se decía que tendrían buena suerte y vivirían felices por mucho tiempo.

El anillo de hadas era particularmente para el príncipe. Antes del reencuentro del príncipe y su doncella hada, los reyes hadas le daban unos anillos con los cuales se comprometerían.

Años pasaban para realizar anillos únicos, tallados por humanos y bendecidos por hadas.

Por ello, Namjoon sentía una inmensa presión en sus hombros, de reojo observaba la caja de porcelana en la mesita, pequeña y cuadrada como un cofre. Él sabía lo que había allí, pero le daba miedo acercarse y tomar esa cajita, sentía que sus torpes manos dejarían caer ese objeto valioso y preciado.

“Ya somos grandes” pensó “No hay por qué temer” se dijo a sí mismo y se levantó de su cama para darse una ducha bien relajante.

Namjoon había conocido a Seokjin en una de esas grandes reuniones.

Lo vio con sus pequeñas alitas impregnadas de los colores de la aurora, de ellas destilaba un polvillo de plata y un olor a vainillas que embriagó por completo a un Namjoon de trece años.

Con bastante naturalidad y de manera sutil, se acercó al árbol donde se encontraba sentado Seokjin.

—– Hola —– dijo y sonrió, pero cuando Seokjin lo miró con su cabello color ceniza, sus ojitos claros y las mejillas sonrosadas, Namjoon no supo cómo seguir respirando.

—– Hola —– contestó sonriendo —– Me ha encontrado, príncipe —– Namjoon asombrado miró a todos lados, volviendo a respirar con normalidad.

—– ¿Sabes quién soy? —– Seokjin lo observó confundido, y sonrió en grande asintiendo.

—– Por supuesto, todos saben quién es usted —– con delicadeza, se bajó del árbol aleteando sutilmente —– Mucho gusto, príncipe, mi nombre es Kim Seokjin, aunque puede llamarme Jin, para servirle —– hizo una pronunciada reverencia.

El príncipe sonrió —– Mucho gusto, Kim Seokjin, encantado de conocerte —– temeroso, acercó su mano a la que el hada había extendido y tal cual como le habían enseñado dejó un casto beso en el dorso. Se alejó y sonrió cuando notó el fuerte rubor en los pómulos ajenos.

Desde ese día, ambos niños iniciaron una amistad que desarrolló lazos muy fuertes y bastante rápidos.

Seokjin se mudó al palacio y allí permanecería hasta cinco años antes del compromiso. Luego, Seokjin volvería a su reino y sería preparado para ser un buen esposo, siempre y cuando, él así lo quisiera y según la experiencia vivida junto al príncipe en el palacio.

Seokjin había aprendido tanto de Namjoon que todos los días que pasó junto a él, en su niñez, adolescencia y parte de su juventud, los disfrutó y en cada uno de ellos, se enamoró más de él.

Por parte de Namjoon, se había enamorado espontánea y genuinamente de Seokjin desde el primer momento en que lo vio. Ese pequeño amor a primera vista se hizo más y más fuerte, haciendo sus lazos irrompibles.

Eran una pareja bastante peculiar y adorable.

Seokjin de apariencia delicada, con hombros anchos, una piel bastante suave y blanquecina, una sonrisa encantadora y un sonrojo que traía loco a Namjoon.

Por parte de Namjoon era alto, musculoso, con un tono de piel bronceado y llamativo, con uno ojos profundos de color caramelo y una tierna sonrisa de conejito que provocaba que su nariz se arrugara.

Namjoon tenía una alta necesidad de proteger a Seokjin, mientras que Seokjin, sólo quería estar en los sexys y fuertes brazos del mayor.

Sin embargo, su felicidad se vio interrumpida cuando Jin se graduó de la universidad y ya se daba por finalizada su estadía en el palacio. Debía volver a su reino y prepararse para la boda en cinco años.

Ese día ambos estaban acostados en la cama del mayor, Jin entre las piernas de Namjoon siendo abrazado por sus fornidos brazos.

—– No quiero irme —– susurró contra su pecho —– Realmente quiero quedarme ¿Por qué hacen esto? Es injusto —– reprimió las ganas de gritar. Había dejado de llorar minutos antes y no quería volver a caer en ese círculo.

—– Yo tampoco quiero que te vayas —– respondió dejando un beso en la cabellera clara del menor —– No ayuda en nada esto que diré, pero... —– suspiró —– Te quiero —– el menor sonrió y se alejó de sus brazos, tentando su suerte se sentó a horcajadas encima del mayor.

—– También te quiero, príncipe —– sonrió y Namjoon correspondió acariciando las mejillas de Jin —– Joon, ¿Y si nos escapamos? —– La mirada dulce de Namjoon se entrecerró y enarcó su ceja —– Vale, es broma —– reprochó.

—– Ganas no me faltan —– admitió el mayor —– Pero eso causaría muchos problemas —– Jin asintió, tampoco lo decía tan enserio, sí quería pero, no era tan capaz de eso.

Se recostó en el pecho del mayor pensando en algo para distraer sus pensamientos y una idea bastante atractiva surgió en su cabecita, sonrió con picardía y ser acercó al apetecible cuello ajeno; primero dejó castos besos y luego mordisqueó la piel jalando sutilmente siendo consciente de lo que eso provocaba en el mayor.

Namjoon respiraba profundamente resistiendo sus desenfrenados deseos, aunque no soportó mucho cuando Jin empezó un suave vaivén con sus caderas rozando su miembro, sus manos se movieron a los muslos ajenos y apretaron con fuerza gruñendo bajo.

Jin sabía que Namjoon no era tan fácil de provocar, pero, él había probado algunas formas de provocarlo.

Siguió moviéndose hasta que una de las manos del mayor se movió del muslo hacia el miembro erecto y oculto debajo de sus vaqueros, al acariciar tortuosamente, Jin gimió en el oído del mayor, causando un cambio de posición en ellos.

Cuando Seokjin estuvo debajo de Namjoon, los belfos encontraron el camino a seguir y las lenguas no tardaron en encontrarse. Las caricias dejaron de ser suaves y se volvieron un tanto egoístas sacando las ropas ajenas y contrarias.

—– Namjoon —– murmuró Jin al escuchar mucho ajetreo fuera —– Espera —– se sentía avergonzado de estar en esa situación. Namjoon con dos dedos en su interior y su miembro encerrado en la boca contraria, mientras que los trabajadores o familia pasaban por la parte de afuera.

Namjoon hizo caso omiso e introdujo el falo en su boca y movió los dedos en el interior, causando un chillido en Seokjin quien se encontraba muy sonrojado.

—– Jin —– Namjoon se alejó del falo ajeno y se acercó al oído del menor —– Gime para mí.

El menor luchaba por contener sus gemidos, algo casi imposible cuando los movimientos, caricias y besos extraían todo de él. Su cuerpo temblaba, las lágrimas dejaban un camino marcado desde sus ojos cristalizados, las embestidas eran suaves y tortuosas.

El príncipe se valía de la situación.

Estaba tan sumergido en el placer cuando sintió el tirón en su vientre y no pudo soportar, gimiendo el nombre de Namjoon a gran voz y arañando su espalda.

El mayor sonrió y luego de unas cuantas estocadas más él llegó a su clímax.

Jin trataba de recomponerse, aunque sentía mucha vergüenza por haber gritado, quería esconderse o que lo tragara la tierra y lo escupiera muy lejos de allí.

—– T–te dije que esperaras —– murmuró —– Estaban pasando afuera.

Namjoon se encogió de hombros —– Tú empezaste.

—– No me eches la culpa a mí —– abrió sus ojos cristalizados —– Me escucharon.

—– Lo sé, y ahora saben quién te—–

—– Cállate —– le interrumpió sonrojado, golpeó el brazo de Namjoon quien reía fuertemente —– Idiota, maldito fetichista —– cubrió su rostro —– Sabes que nos pueden castigar si nos descubren.

Namjoon se acercó a Jin y depositó un beso en la mejilla del descarado mejor.

—– Piensa en eso antes de sentarte a horcajadas sobre mí —– Y se alejó acomodando un poco su cama.

Mientras que Jin, aunque se encontraba avergonzado, sonrió porque había logrado su cometido un poco masoquista.

Después de eso, Namjoon pensó que su despedida había sido más distinta de lo que pensaban. Ciertamente fue triste, lloraron y se aferraron el uno al otro como si no hubiera un mañana, pero tras su fogoso encuentro, tenían una emoción y una esperanza que los hacía pensar en otras pequeñas cosas.

Con esa esperanza burbujeante y los recados que se enviaban el uno al otro, Namjoon pudo llegar y mantenerse hasta ese día.

Cinco años habían pasado, ya tenía veintiocho años y Seokjin dentro de meses cumpliría los veintisiete.

Cuando salió de la ducha se observó en el espejo, reconociendo la vulnerabilidad que sentía en esos instantes, lo que le aclaraba sus dudas.

Seguía enamorado de Seokjin.

Unos toques en la puerta le distrajeron, amarró con firmeza la toalla alrededor de la cadera y se dispuso a buscar en su armario un vestuario para la ocasión.

—– Hijo —– Su madre, Hyuna, entró a la habitación como Namjoon se lo esperaba —– Buenos días —– dijo con voz dulce.

—– Buenos días, mamá —– contestó regalándole una hermosa sonrisa.

—– Seré breve —– dijo juntando sus manos delante de ella, exhibiendo su hermoso vestido color vino —– Seokjin será enviado dentro de una hora —– Namjoon asombrado se volteó con las prendas en mano.

—– ¿¡Qué!? —– Hyuna asintió con expresión serena.

—– Te despertaste tarde así que estás sobre la marcha.

—– Ni siquiera dormí —– reprochó frustrado y nervioso.

—– El escondite que me dijiste está listo —– ignoró lo que dijo Namjoon e hizo una pequeña mueca en sus labios —– Algunos no están contentos de que el compromiso sea privado —– Namjoon rodó los ojos y no respondió —– Entiendo tu decisión, espero puedas mantenerla y dar una explicación a los otros reinos.

—– Lo haré, mamá, no te preocupes —– Namjoon tendió sus prendas en la cama —– Por favor, ¿Le puede decir a Momo que no desayunaré? Comeré de lo preparado al escondite —– Hyuna asintió y sonriendo, se acercó depositando un beso en la frente de Namjoon.

—– Te quiero, mamá.

—– Y yo a ti, pequeño —– Namjoon rodó los ojos, pero sonrió mientras su madre se iba.

Se colocó su camisa manga larga blanca con los primeros botones descubiertos, se colocó un par de aretes pequeños, el colgante que Jin le había regalado de un jaspe que él mismo había tallado en una de sus clases, unos vaqueros negros y unos zapatos cómodos color crema.

Sonrió al verse elegante pero a la vez informal, cómodo y satisfecho.

Recogió su cajita y la guardó en uno de sus bolsillos, se perfumó y maquilló un poco para ocultar las ojeras y estuvo listo.

Cuando miró la hora, faltaban quince minutos para su encuentro. Las campanas de bienvenida ya sonaban y el nerviosismo en sus manos comenzaba aparecer.

—– Bien, Namjoon debes tranquilizarte —– le habló a su reflejo en el espejo y se señaló colocando expresión seria frunciendo sus ceja —– Tranquilízate.

Acomodó su habitación porque seguramente Jin se quedaría allí con él.

Abrió su puerta dispuesto a salir, pero percibió a muchas personas en el piso de abajo. Entornó sus ojos y cerró de nuevo la puerta.

—– Bueno, salir normal no es una opción.

Abrió la ventana de su habitación y como había hecho anteriores veces. Se guindó de la pasarela de su balcón, colocó el pie en uno de los ladrillos, maniobró para mantenerse agarrado y siguió bajando por las fisuras, eso hasta que le tocó saltar a una mediana distancia para caer en el pasto verde y recién regado.

Cuidando de no mojarse, cayó al pasto y se mantuvo firme.

—– Estoy bien —– se dijo, sacudió sus ropas y miró el reloj en su muñeca, notando el retraso que tenía —– Jin me va a matar.

Salió corriendo cuesta arriba de la montaña, saltando las piedras y rocas, las raíces de los árboles y agachándose antes de tiempo.

Se conocía tan bien ese camino que era fácil cruzarlo.

Cuando vio la cabaña sonrió, pero el olor a vainilla lo atrajo y le dejó en su lugar.

Con cautela vio a los lados y sintió un pequeño deja vú. Cerró sus ojos y siguió la dirección, sonrió cuando supo en qué lugar se encontraba, por lo que confiado y seguro en sus pasos, avanzó hacia ese árbol donde lo vio por primera vez.

Bajó su cabeza evitando una rama y reconoció las alas extendidas con la aurora plasmada en su afinidad.

Sintió como el sonido de su alrededor se reducía para ser sustituido por el fuerte bombeo de su propia sangre.

Fue consciente de lo paralizado y embelesado que había quedado cuando Seokjin bajó del árbol aleteando sus alas y movió varios dedos frente a sus ojos.

—– ¿Nam? —– el mayor parpadeó enfocándolo de nuevo, Jin colocó sus manos a cada lado de su cadera y sonrió —– ¿Te comió la lengua el ratón, príncipe?

No respondió, optó por envolver sus brazos alrededor de Jin, quién plegaba sus alas y las escondía.

Namjoon no podía describir lo que sentía.

¿Alivio? ¿Alegría? ¿Emoción? ¿Euforia? ¿Lágrimas? “No, eso último no” se retractó de inmediato, aunque de igual forma ninguna de las anteriormente mencionaban se asemejaban a lo que sentía.

Mientras Namjoon se reservaba las lágrimas y las enterraba de nuevo en el cajón, Seokjin había fallado en el intento, por su parte, lloraba silenciosamente al reconocer esa calidez abrazarle y envolverle con tanta suavidad como si fuera un bebé envuelto en seda y algodón.

Se acurrucó más en el cuello del mayor inhalando el característico olor que emanaba de su príncipe.

—– Te extrañé, Jin —– El hada se sorprendió al escuchar la voz grave del príncipe retumbarle más que en sus oídos, era tan dulce que le causó escalofríos.

Avergonzado sonrió —– Por fin hablaste —– reprochó burlón y alejó su rostro de él para verlo a los ojos y lo admiró.

Su cabello tenía líneas doradas, sus ojos color caramelo le miraban con dulzura, sus pómulos marcados y su mandíbula definida, acompañado de unos labios rosados.

Namjoon percatándose de la mirada de Jin, sonrió pícaro, se acercó seductoramente al oído contrario y le susurró.

—– ¿Te comió la lengua el ratón, pequeña hada? —– Avergonzado, Jin entornó los ojos y golpeó cariñosamente el hombro formado.

—– ¿Te vas a burlar de mí, sólo porque estás lindo? —– Namjoon sonrió ladinamente y se acercó a sus labios lentamente, previendo la acción, Jin cerró sus ojos esperando un beso que nunca llegó, cuando abrió sus ojos se encontró con Namjoon muy muy cerca pero mirándolo burlón —– Eres un estúpido.

Jin se alejó de él avergonzado, con el rostro colorado, las orejas teñidas de rojo y con su corazón muy agitado, se fue a la cabaña con la dulce risa de Namjoon siguiéndole detrás.

—– Sigues refunfuñón —– dijo Namjoon metiendo su mano en los bolsillos y siguiendo al menor que casi corría de nervios.

—– Y tú sigues idiota —– refunfuñó Jin, causándole aún más gracia al mayor.

Sus pisadas eran fuerte sobre las hojas caídas y agradecía haber llegado antes para apreciar el bosque o se lo perdería por su enfado "Namjoon, tonto" pensaba alejándose más.

Namjoon podía apreciar una pequeña nubosidad sobre la cabeza de Jin, está era de color rosa.

La nubosidad era algo que delataba el estado de ánimo de las hadas, sobretodo cuando ésta se expresaba muy de lleno.

Suspiró y corrió hasta el menor y se posicionó delante de él. Podían tener veintitantos años, pero la situación entre ellos sería la misma.

—– Vale, era una pequeña broma —– Seokjin mordió su labio inferior y le miró aún con sus mejillas enrojecidas —– Lo siento.

Jin suspiró y formó un puchero que Namjoon no se contuvo de besar castamente.

—– ¿Sólo así? —– afincó más su puchero y batió sus pestañas con delicadeza.

—– Bueno —– Namjoon miró el cielo y sonrió —– Ven conmigo —– Tomó la mano de Jin y siguió caminando hacia el centro del bosque, dónde los árboles formaban una especie de cráter como de volcán.

Jin lo siguió en silencio, sonriendo cuando ambas manos encajaron tan perfectamente como lo recordaba.

Frunció el ceño —– ¿Qué haces? —– le preguntó cuándo lo colocó justo en el centro y lo sentó en una de las piedras que allí se encontraban.

Namjoon miró el cielo y sonrió.

—– No te muevas —– Jin se quedó quieto.

—– ¿Estás loco? —– Namjoon asintió.

—– Un poco.

—– Esto ya n—– el sonido de un trueno lo acalló.

—– Ahora sí —– dijo el príncipe mirando el cielo, Jin confundido miró el cielo y una particularidad en los árboles que lo rodeaban llamó su atención.

Todos se convertían en los colores de la aurora.

Asombrado y cautivado no pudo alejar su mirada de los árboles, hasta que no hubo ninguno bañado en grafiado.

La sombra debajo de sus pies fue sumergida en oscuridad cuando el sol quedó a oscuras cubierto por un eclipse que jamás había visto.

Sus ojos brillaban de admiración y su boca formaba una tierna o viendo a su alrededor.

—– Esto es…

—– ¿Sabes lo que sucede cuando hay eclipse? —– Jin dejó de ver a su alrededor, miró a Namjoon totalmente cautivado y negó con suavidad. El príncipe sonrió y se arrodilló frente a él, sacó de su bolsillo esa cajita que tantos nervios le había causado y la abrió mostrándole el precioso anillo brillante y de oro rosado —– El día que hay un eclipse y una pareja se compromete, lo hacen sellando su amor delante de todas las divinidades que supervisan momentáneamente nuestro mundo.

Jin se había quedado sin palabras, sí sabía que pasaría, pero, no sabía que en ese preciso instante Namjoon se arrodillaría.

—– Nam... —– Susurró.

—– Kim Seokjin, príncipe de las hadas —– dijo con seguridad y Jin no pudo evitar su mirada ni el sonrojo en sus mejillas —– ¿Aceptas casarte conmigo?

El hada observó el anillo tal cual como en su reino le habían dicho: “Bendecidos por las hadas” pensó “Si el anillo estaba bendecido significaba la aprobación de la diosa y de mis padres” sonrió y sintió húmedas sus mejillas.

—– Sí, claro que sí, tonto. Me fui cinco años para prepararme para este momento y ¿Tú me preguntas si quiero? —– Sonrió —– Por supuesto que quiero —– Namjoon supo que los nervios de Jin empezaban hacer estragos por la cantidad de palabras e insultos que le decía por tantas cosas que habían pasado cuando se separaron.

Enternecido, Namjoon sonrió, tomó la mano extendida de Jin y colocó la sortija en su dedo anular.

Sintió inexplicable esa sensación que su madre le había explicado, aunque no podía describirlo.

Si lo explicaba, quedaría como deshonra al sentimiento mismo.

—– Gracias —– le susurró a Jin quién se lanzó a abrazarle.

—– ¿Tú tienes uno? —– le preguntó a lo que Namjoon asintió —– Menos mal —– El príncipe sonrió y le extendió la cajita con su sortija. Seokjin sonrió —– ¿Quieres que te pregunte?

—– ¿Crees que es necesario? —– Jin se encogió de hombros en respuesta.

—– Es como una tradición.

—– Nosotros dejamos la tradición hace tiempo —– Jin lo miró y Namjoon le guiñó un ojo haciéndole sonrojar.

—– Me retracto, ya no quiero que seas mi esposo —– amagó con quitarle la sortija pero Namjoon lo envolvió entre sus brazos y le besó interrumpiendo el resto de sus palabras y las sonrisas, sellando así su amor eterno.

Ellos concentrados en su intercambio, ensimismados en sus emociones guardadas desde un lustro, aprovecharon tanto su intimidad y momento que no se percataron de los dioses que desde arriba le observaban enternecido, avergonzados y divertidos.

Claro que sabían exactamente que los príncipes habían dejado las normas de un lado.

Pero no les culpaban, ellos también hubieran hecho lo mismo.

Justo alrededor del eclipse, el típico anillo de fuego fue sustituido por un camino dorado de polvo de hadas.

Se alejaron cuando el eclipse pasó sobre ellos, reflejando en sus rostros la felicidad que ambos tenían y sentían.

Cuando llegaron al reino se llenó de celebración, de otros reino, ciudadanos y todo tipo de seres vivientes vistieron de fiesta y acompañaron al príncipe y a su hada con emoción.

Una vez más, el anillo de hadas se había cumplido como décadas antes.

Un nuevo anillo sería forjado para cuando su descendencia viniera al Saturno de las hadas y celebrarán como siempre el mayor evento...

Un ciclo sin fin.

El anillo de hadas.

END

ᴍᴜᴄʜᴀs ɢʀᴀᴄɪᴀs ᴘᴏʀ ʟᴇᴇʀ, ɢʀᴀᴄɪᴀs ᴘᴏʀ ᴠᴏᴛᴀʀ ʏ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀ.

ᴇsᴘᴇʀᴏ ʟᴇs ʜᴀʏᴀ ɢᴜsᴛᴀᴅᴏ ʏ ʜᴀʏᴀɴ ᴅɪsғʀᴜᴛᴀᴅᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ʟᴇᴄᴛᴜʀᴀ

ᴄᴜɪ́ᴅᴇɴsᴇ ᴍᴜᴄʜᴏ ♡
ɴᴏs ʟᴇᴇᴍᴏs ᴘʀᴏɴᴛᴏ 🌻

ⁿᵘⁿ

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