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━━━Manía 022

El sol de otoño brillaba con suavidad mientras Tom Riddle y Dorien Karvagiannis caminaban por el sendero hacia la mansión Black, con Harry corriendo alegremente delante de ellos. El pequeño saltaba sobre las hojas secas, riendo mientras estas crujían bajo sus pies.

—¡Maná, mira, mira! —exclamó Harry, levantando una hoja dorada que había encontrado en el suelo, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro.

Dorien se inclinó para tomar la hoja y sonrió.

—Es una hermosa hoja, cariño. Estoy seguro de que a Regulus le encantará verla.

—¿Crees que me comprará más juguetes hoy? —preguntó Harry con inocencia mientras miraba hacia la imponente mansión que se alzaba frente a ellos.

Tom soltó una leve risa, su mirada cálida se suavizó al ver a su hijo tan emocionado.

—No lo sé, Harry. No deberías esperar que siempre te compre algo cada vez que lo vemos.

—Regulus tiene la mala costumbre de mimarlo demasiado, —añadió Dorien, con una sonrisa irónica dirigida hacia su compañero—. Aunque debo admitir que es difícil resistirse cuando Harry lo mira con esos ojos.

Al llegar a la puerta, antes de que pudieran llamar, esta se abrió de golpe, revelando a Regulus Black, su cabello oscuro perfectamente peinado y sus ojos brillando de emoción al ver a su sobrino adoptivo.

—¡Harry! —exclamó Regulus, abriendo los brazos. El niño corrió hacia él, lanzándose en sus brazos sin dudarlo. Regulus lo levantó con facilidad, girando en un círculo mientras Harry reía—. ¿Cómo está mi sobrino favorito?

—¡Bien! ¡Mira lo que encontré! —Harry le mostró la hoja con orgullo.

—¡Es preciosa! —dijo Regulus, fingiendo admiración absoluta—. Vamos a colgarla en un lugar especial en la casa.

Tom negó y Dorien se acercó con una sonrisa.

—Regulus, por favor, no lo consientas demasiado, —dijo Tom con un tono suave, pero con una advertencia subyacente.

Regulus levantó una ceja, con una expresión burlona.

—¿Yo? ¿Consentirlo? No sé de qué estás hablando, Tom.

—Sabes perfectamente de qué hablo, —intervino Tom—. La última vez que lo dejamos contigo, volvió con tres nuevas escobas de juguete y una colección de criaturas mágicas de peluche.

Antes de que Regulus pudiera defenderse, otra figura apareció detrás de él, su cabello negro y su expresión estoica. Severus Snape, el maestro de Pociones, observó la escena con una mezcla de exasperación y afecto oculto.

—Si lo sigues malcriando, Regulus, nunca aprenderá a estar satisfecho con lo que tiene.

Regulus puso los ojos en blanco.

—Oh, por favor, Severus. Harry es un niño. ¿Qué daño puede hacer un poco de mimo?

Tom inclinó la cabeza hacia su antiguo compañero de Slytherin.

—Severus tiene razón. Queremos que Harry aprecie las pequeñas cosas también.

Harry, ajeno a la conversación de los adultos, se había deslizado de los brazos de Regulus y ahora corría por el vestíbulo.

—Kreacher, trae esos regalos para Harry, —ordenó Regulus sin dudar.

El elfo doméstico de los Black apareció en el marco de la puerta, cargado con una pila de paquetes envueltos. Tan pronto como vio a Harry, los dejó caer al suelo con un ruido sordo y desapareció en un chasquido, visiblemente alarmado por la energía del niño.

—Siempre haces que Kreacher huya, Harry —señaló Regulus con una sonrisa mientras se levantaba—. Pero creo que al menos dejó todos los regalos.

—¡Regalos! —exclamó Harry, corriendo hacia los paquetes sin dudarlo.

Dorien, riendo suavemente, cruzó la habitación para atrapar a su hijo antes de que pudiera destrozar los envoltorios con demasiada impaciencia. Lo levantó en brazos, aunque no pudo ocultar la diversión en su rostro.

—Agradece primero a tus tíos, Harry —le recordó suavemente.

El niño, con su típica energía, se detuvo y miró a Regulus y Severus con una sonrisa amplia.

—¡Gracias, tíos! —dijo antes de girarse hacia Dorien—. Ahora, ¿puedo abrirlos?

Regulus y Severus intercambiaron miradas, y Severus se encogió de hombros.

—Bueno, tal vez solo uno... —dijo.

—O todos —respondió Regulus.

Dorien suspiró resignado mientras Tom sonreía.

—Solo uno, —dijeron al unísono.

Mientras Harry comenzaba a abrir el paquete con entusiasmo, Regulus se giró hacia Tom y Dorien.

—Deberían dejarlo con nosotros más a menudo. Es un placer tenerlo en la casa.

—Quizás lo hagamos, —respondió Tom—, pero la próxima vez, por favor, trata de no regalarle la mitad del Callejón Diagon.

—Lo intentaré, pero no prometo nada, —contestó Regulus, lanzando una mirada divertida hacia Harry, quien ya estaba absorto en su nuevo juguete—. Espero que no estéis demasiado molestos —bromeó—. Ya sabes, simplemente no puedo resistirme.

Dorien soltó una suave risa, sacudiendo la cabeza.

—Lo sabemos, Regulus. Y sabemos que adoras a Harry. Solo recuerda que no necesitamos todo un almacén de juguetes.

—Oh, lo sé, lo sé —respondió Regulus, fingiendo estar ofendido antes de lanzar una mirada cómplice a Severus—. Pero es que me encanta verlo feliz. Y ya sabes, me recuerda a mí cuando era un niño. Además aún no tengo cachorros, soy el tío consentidor.

—Debo admitir que la idea de un pequeño Black corriendo por aquí no me desagrada del todo —replicó Severus, sus ojos oscuros brillando con una leve ironía.

El comentario de Severus hizo que Dorien y Tom intercambiaran una mirada divertida, mientras Regulus simplemente sonreía con afecto.

—Tal vez algún día —murmuró Regulus, sus ojos suavizando mientras miraba a Harry, quien ya estaba inmerso en sus nuevos juguetes.

—Mientras eso pasa, Regulus, ¿quisieras ser el padrino de Harry? —preguntó Dorien sentándose en uno de los sofás.

—Creí que ya lo era —respondió el Black—. ¡Claro que sí! Harry seré tu padrino, ¡te voy a regalar un swooping evil!

—¡No! —gritaron los otros tres adultos y Regulus rodó los ojos.

—De peluche, ¿creen que le compraría uno de verdad? —y los tres contrarios asintieron—. ¡Me ofende!

—Ofenderte no importa aquí, ¿puedes cuidar a Harry mañana?

—Sí claro, pero ¿por qué?

—Será la segunda prueba del torneo —y Regulus asintió.

—Ojalá muera alguien —dijo con una sonrisa.

—¡Regulus! —regañó Severus.

—¿Qué? Es más divertido cuando alguien muere, los traumas se huelen a la distancia y más si lo ves morir.

—¡Estás loco, Regulus Black!

—Y por eso soy tu omega, Sev.

Tom negó sentándose junto a su omega para pasarle un brazo por los hombros. El griego se acurrucó al lado de su alfa observando a Harry jugar con los casi veinte peluches. ¿20 peluches? Sí, Regulus era demasiado consentido.

La atmósfera en el lago de Hogwarts era tensa.

Dorien Karvagiannis, observaba nervioso la superficie del agua mientras la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos se desarrollaba. Su mirada se centraba en Fleur Delacour, su estudiante y una de las competidoras, que había decidido usar el Encantamiento casco-burbuja para poder respirar bajo el agua.

Pero a medida que el tiempo pasaba, una inquietud comenzó a anidar en su pecho cuando ya no logró ver a Fleur.

—¿Estás bien, Dorien? —preguntó Madame Maxime, su voz profunda y tranquilizadora resonó a su lado.

Dorien apartó la mirada del lago y se volvió hacia su directora, tratando de forjar una sonrisa.

—Sí, solo… es que Fleur es tan valiente pero a la vez la estimo mucho. No puedo evitar preocuparme —admitió, su voz apenas un susurro.

—La enseñanza en Beauxbatons ha hecho que sepa cómo cuidarse, Dorien. Confía en ella —dijo Maxime, con un aire de autoridad. Sin embargo, sus ojos mostraban una preocupación similar.

Unos minutos después, un grito ahogado resonó desde las profundidades. Dorien sintió que su corazón se detenía. En ese instante, vio la burbuja de aire de Fleur tambalearse antes de romperse por un ataque repentino de Grindylows.

—¡Fleur! —gritó, lanzándose hacia el borde del lago, su instinto de protección innato despertando en él. Las estudiantes omegas de Beauxbatons que lo rodeaban se acercaron, sus rostros llenos de preocupación.

Dorien vio cómo los profesores de Hogwarts, entre ellos Tom Riddle, observaban la escena en silencio. Tom se mantuvo al margen, su expresión serena, pero los ojos oscuros del joven estaban fijos en él.

Madame Maxime tomó la delantera, ordenando con firmeza:

—¡Dorien, ve a ayudarla!

Sin pensarlo, levantó su varita y conjuró un hechizo de levitación, haciendo emerger a  Fleur del agua y quedando en sus brazos. Sin embargo, la adrenalina de la situación hizo que ella se debatiera con fuerza en sus brazos.

—¡Déjame volver! —gritó Fleur, su voz quebrada por el pánico. Se retorcía, tratando de zafarse de la agarre de Dorien.

—¡Fleur, cálmate! —le dijo Dorien, intentando que su voz sonara firme, pero su propio corazón latía con fuerza. Se acercó a ella, buscando su mirada—. No estás en peligro. Tu hermana está bien, ¡confía en mí!

Dorien podía sentir cómo el sudor le resbalaba por la frente mientras las estudiantes omegas de Beauxbatons se acercaban, ofreciendo toallas y palabras de aliento. Sus murmullos envolvían a Fleur en una burbuja de consuelo, pero la ansiedad aún la mantenía agitada.

—¡Gabrielle! —gritó Fleur, su rostro pálido, los ojos desbordantes de lágrimas—. ¡Debo salvarla!

—La única forma de salvarla es quedándote aquí —replicó Dorien, la determinación en su voz creciendo. Se inclinó hacia ella, su tono más suave—. Fleur, tienes que escucharme. Estás a salvo. Los rehenes no están en peligro. Déjanos ayudar.

La mirada de Fleur se ablandó un poco, pero su lucha interna continuaba. Justo en ese momento, Albus Dumbledore, con su característica calma, se acercó a la orilla.

—Fleur Delacour —anunció con voz resonante—. Lamentablemente, no has completado la prueba.

Dorien sintió que el mundo se detenía un instante. Una mezcla de alivio y desilusión lo invadió. Al ver a Fleur rendirse un poco, sus hombros se hundieron.

—No… —susurró ella, y finalmente, se dejó caer en los brazos de Dorien, la batalla finalmente abandonada.

—Está bien, está bien —murmuró, envolviéndola en una toalla mientras las otras chicas la rodeaban, dando palabras de consuelo.

Fleur pudo quedar de pie y fue rodeada por sus compañeras que empezaron a ponerle toallas.

Tom se acercó discretamente a Dorien quien lo miró e hizo una leve mueca.

—Ella lo hizo bien —dijo el alfa a lo que el griego asintió.

—Sí. Pero el hechizo que usó no fue el correcto. Ya aprendió la lección. Ahora me preocupa Gabrielle.

—Oye, tú mismo lo dijiste, el rehén no corre peligro —Dorien negó.

—Solo lo dije para calmarla —y Tom se tensó.

—¿Qué? —el omega no respondió debido al gran bullicio que se formó cuando Cedric Diggory el campeón de Hogwarts salió llevando a un omega de Gryffindor de nombre Naoko Cheng.

—¡El primer campeón en terminar la prueba es Cedric Diggory! —anunció Albus Dumbledore.

—Poco a poco los verdaderos campeones terminan las pruebas, solo alfas pueden hacerlo —dijo un estudiante de Durmstrang

—No es sorprendente —dijo otro lo suficientemente alto como para que todos lo escucharan—. Después de todo, Beauxbatons está lleno de omegas. No son más que cargas.

Dorien lo escuchó claramente. Su mandíbula se tensó y, antes de poder controlarlo, giró la cabeza hacia el grupo de Durmstrang. Su mirada oscura estaba fija en Igor Karkarov, el director, quien sonreía con una mezcla de suficiencia y burla.

—¿Tiene algo que decir, Karkarov? —la voz de Dorien era afilada como el acero.

El aludido levantó una ceja, sin molestarse en disimular su desprecio.

—Solo observo los hechos, Karvagiannis. Vuestra campeona no pudo ni completar la prueba. ¿Qué se puede esperar de una escuela donde todos son omegas? La naturaleza sigue su curso. Los alfas estamos hechos para liderar.

Dorien sintió una oleada de ira recorriéndole el cuerpo. Las palabras de Karkarov no solo eran insultantes, sino que también desafiaban algo que había luchado por demostrar toda su vida: que ser omega no significaba ser débil.

—Si eso es lo que crees —replicó Dorien, sus ojos brillando con furia contenida—, entonces eres más estúpido de lo que pensaba. ¿De verdad crees que el género define la fuerza de alguien?

—La experiencia me ha enseñado que sí —dijo Karkarov, encogiéndose de hombros.

—Pues déjame enseñarte algo más, entonces —dijo Dorien, su tono firme y desafiante.

Antes de que alguien pudiera detenerlo, Dorien comenzó a desabotonar su elegante chaqueta azul marino, una prenda que siempre llevaba con orgullo como símbolo de Beauxbatons. La lanzó a un lado, revelando la camiseta simple y sus leves músculos bien tonificados por debajo. Sin más advertencia, se giró y corrió hacia el borde del lago.

—¡Profesor Dorien, no! —gritó Fleur aún jadeante desde el borde del lago.

Pero Dorien no se detuvo. Se lanzó al agua con un chapoteo fuerte, el frío le cortaba la respiración, pero su determinación era más fuerte que el dolor. Sabía que Gabrielle Delacour, la pequeña hermana de Fleur, seguía atrapada bajo el agua, y que si no la sacaban pronto, moriría.

La oscuridad del lago lo envolvió rápidamente, pero su varita brillaba en su mano, emitiendo una luz tenue que le permitió ver los contornos de las profundidades. Avanzó con brazadas poderosas, impulsado por la ira y el instinto protector.

Sin embargo, no estaba solo. En cuanto llegó a una mayor profundidad, los selkies y los grindylows se movieron a su alrededor, acechando como sombras hambrientas. Sentía los ojos fríos y depredadores de las criaturas clavados en él.

Vio por el rabillo del ojo al campeón de Durmstrang usando un hechizo que lo convirtió —solo la cabeza de tiburón— el omega no presto más atención y siguió notando a las criaturas acercarse

Con un movimiento rápido, Dorien lanzó un hechizo.

—¡Protego! —gritó, creando un escudo brillante a su alrededor, que repelió los primeros ataques de los grindylows.

Pero los selkies eran más persistentes, y se lanzaron sobre él con una velocidad sorprendente. Uno de ellos logró arañar su brazo, y el dolor fue inmediato. Dorien apenas tuvo tiempo de contrarrestar el ataque con otro hechizo antes de que más grindylows intentaran envolver sus brazos y piernas.

—¡Diffindo! —gritó con fuerza, cortando a través de las criaturas que lo agarraban.

El tiempo corría. Sabía que no podía permitirse perder más minutos combatiendo. A lo lejos, entre la oscuridad, vio la silueta pequeña y pálida de Gabrielle, flotando inmóvil en el fondo del lago. La vista de la niña desató en él una fuerza nueva, una energía que lo empujó más rápido.

Con un último hechizo, lanzó un poderoso Confringo que dispersó a las criaturas que quedaban, creando una explosión de luz en las profundidades. Avanzó hacia Gabrielle, sacando de su bolsillo un vial pequeño con un poco de aire encapsulado, que permitió que la niña respirara, antes de tomar el otro para respirar él. Abrazó firmemente contra su cuerpo a Gabrielle y nadó hacia la superficie con todas sus fuerzas.

Cuando finalmente emergió del agua, jadeante y con Gabrielle en sus brazos, los aplausos y los gritos de sorpresa llenaron el aire. Pero Dorien no se detuvo a prestarles atención. Al llegar, entregó a Gabrielle, que tosió y abrió los ojos poco después, viva y a salvo. Llevó a la niña hacia Fleur, que corrió hacia ellos con lágrimas en los ojos.

—¡Gabrielle! —gritó Fleur, arrodillándose para abrazar a su hermana pequeña.

Luego, se puso en pie, empapado y jadeante, pero firme. Su mirada se dirigió hacia Karkarov, quien, sorprendido, lo observaba con los labios apretados.

—Dime otra vez, Igor —dijo Dorien, con una sonrisa desafiante en los labios—, ¿quién es el débil aquí?

Sin esperar respuesta, se apartó y se envolvió de nuevo en su chaqueta, mientras Tom Riddle, se acercaba a él con una mezcla de preocupación y orgullo en sus ojos oscuros mientras lo envolvía en una toalla.

—Estás loco —susurró Tom, inclinándose para que solo él pudiera oírlo—. Pero esa es una de las razones por las que te amo.

Dorien solo sonrió de lado, sus ojos brillando con una mezcla de triunfo y desafío.

—Si alguien quiere volver a hablar de "debilidad", que lo haga. Estoy listo para enseñar otra lección.

Los jueces estaban discutiendo un asunto, hasta que Albus Dumbledore llamó la atención.

—En primer lugar queda Cedric Diggory campeón de Hogwarts usando el hechizo casco-burbuja, y en una hora y en un minuto logró salir del agua con el joven Naoko Cheng, obteniendo así 47 minutos —miró al alfa de Hogwarts que celebraba antes de llamar la atención—. En segundo lugar queda Viktor Krum campeón de Durmstrang usando la transformación incompleta de un tiburón blanco y en una hora 10 minutos, logró salvar a la señorita Melia Smith, obteniendo así 40 puntos. La señorita Fleur Delacour campeona de Beauxbatons usando el hechizo casco-burbuja no pudo terminar la prueba al ser atacada por grindylows, quedó en tercer lugar con 25 puntos.

Durmstrang empezó a celebrar, igual que Hogwarts. Beauxbatons por órdenes de Madame Maxime fueron a descansar, mientras Gabrielle era llevada junto a Fleur a la enfermería.

—Ven, hay que curar tú herida —dijo Tom tomando la mano de Dorien ignorando a los demás para caminar hacia el castillo. Dorien iba pensativo, ¿Harry se estaría portando bien?—. Harry debe estar bien —dijo Tom de repente, como si hubiera leído sus pensamientos. Su voz profunda y calmada siempre tenía un efecto reconfortante en Dorien.

Dorien esbozó una ligera sonrisa y miró a Tom. El rostro de su pareja, normalmente severo y en control, mostraba una leve suavidad al mencionarlo. Tom nunca había sido de muchas palabras, pero Dorien sabía que en su interior, la presencia de Harry había suavizado las oscuridades que alguna vez lo rodearon.

—Sí, lo sé. Regulus lo cuida bien —respondió Dorien, asintiendo.

Los dos continuaron su camino en silencio hacia el castillo, cuando algo en el suelo captó la atención de Dorien. A lo lejos, un objeto pequeño, casi imperceptible, brillaba entre las sombras de los árboles. Deteniéndose abruptamente, Dorien se acercó sin dudarlo, sus pasos cautelosos pero seguros.

—¿Qué sucede? —preguntó Tom, deteniéndose al ver la reacción de su compañero.

Dorien no respondió. Se inclinó y tomó el objeto entre sus manos. Al tocarlo, su mente fue arrastrada hacia una visión violenta y estremecedora. De repente, estaba en Grecia, en su hogar. Los cielos estaban oscuros, llenos del rugido ensordecedor de los dragones que su familia criaba desde generaciones atrás. Vio a los imponentes reptiles batallando, sus escamas brillando bajo las llamas que escupían. Y en medio de todo, su madre. La vio lanzando hechizos con desesperación, tratando de proteger a las criaturas, mientras el caos reinaba.

Un grito resonó en su mente, una voz oscura y apremiante:

Vuelve a casa... —ordenó la voz, susurrando con la urgencia de algo inevitable.

Dorien se tambaleó, la visión desvaneciéndose abruptamente. La sensación de peligro aún lo envolvía cuando su entorno volvió a ser el claro del bosque, el objeto frío y real en sus manos.

—¿Estás bien? —preguntó Tom, ahora más cerca, su mirada aguda notando el cambio en el rostro de Dorien.

Dorien se obligó a asentir rápidamente, dejando caer el objeto al suelo y ocultando su confusión.

—Sí, estoy bien —respondió, sin mirarlo directamente. Su corazón latía con fuerza, pero no estaba listo para compartir lo que había visto. No aún.

Tom lo observó por un momento más antes de asentir lentamente. Aunque sus ojos oscuros mostraban una leve sospecha, no presionó a Dorien para que hablara.

—Bien. No quiero que te distraigas, tenemos que mantenernos atentos con lo que sucede aquí. Este torneo es solo la superficie de algo más oscuro —advirtió Tom, reanudando el paso hacia el castillo.

Dorien lo siguió, el peso de la visión presionando su pecho. ¿Qué significaba lo que había visto? ¿Por qué sentía que algo terrible estaba por suceder en Grecia? Las preguntas le revolvían la mente, pero sabía que no podía compartirlas. No aún.

Sentía el peso de las palabras: Vuelve a casa. Pero ¿cómo podía irse ahora, cuando Harry los esperaba en la Mansión Black bajo el cuidado de Regulus, y el Torneo aún no había terminado? Dorien apretó los puños, decidido a entender lo que estaba ocurriendo. Si su hogar estaba en peligro, si su familia estaba en medio de una batalla, tendría que hacer algo. Pero primero, debía encontrar respuestas.

Mientras se acercaban a las puertas del castillo, el viento aullaba a su alrededor, como si advirtiera de lo que estaba por venir.

Actu al fin!!!

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