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Kabella era un clan vampírico ubicado en la zona rural de Inglaterra.

Al igual que en el resto de los clanes de su mismo tipo, los vampiros que allí vivían se dividían en tres jerarquías según sus habilidades al nacer...aunque se podían identificar fácilmente por el color de sus ojos.

Estaban los Ruber, que eran vampiros pura sangre de ojos rojos, altamente poderosos, y en su mayoría racistas y soberbios.

Le seguían los Smaragdus, quienes también eran vampiros pura sangre, pero de ojos verdes, menos poderosos que los Ruber pero sí iguales de racistas y soberbios en su mayoría, aunque ellos también eran discriminados en ocasiones.

Y por último estaban los Amethystos que no eran más que vampiros impuros, o sangre sucia, de ojos lila, que, como eran más humanos que vampiros, no poseían muchos poderes y por ello eran altamente discriminados y usados como esclavos.

Por supuesto que los Amethystos estaban en contra de aquella injuria a la que eran sometidos, pero el precio con el que pagaban su rebelión era su propia vida. Ya casi ninguno tenía el valor para protestar.

Contados con los dedos de una mano eran los vampiros pura sangre dispuestos a ayudar a los impuros, puesto que sentían que no había motivo de discriminación porque, a fin de cuentas, todos eran vampiros; unos menos aventajados que otros, pero vampiros al fin.

Entre ese grupo, estaban Sophie Carter (una Ruber de 2000 años, de procedencia inglesa, rubios cabellos hasta el busto, pálida piel y mediana estatura), Danielle Buck (también una Ruber inglesa pero de 1800 años, alta, con un oscurísimo cabello hasta las caderas y una piel con tonalidad casi miel) y Margaret Monticci (una italiana Smaragdus de 621 años, de rizados y castaños cabellos hasta la cintura y una piel ligeramente tostada).

La primera poseía como habilidades la psicometría (capacidad de conseguir información de un objeto sólo tocándolo) y la telepatía (capacidad de leer los pensamientos de otra persona o hablarle mentalmente).

La segunda, la clarividencia (capacidad de encontrar personas desaparecidas sin la necesidad de haberlas conocido, sólo teniendo como referencia una foto u algún objeto personal) y la profecía (afirmación sobre el futuro).

Y la última, la visión remota (capacidad de obtener información de un evento, objeto, persona o lugar que se encuentra a grandes distancias) y precognicíon (percepción de eventos antes de que ocurran, mayoritariamente mediante sueños).

Mientras Danielle y Sophie se habían conocido cuando decidieron dejar sus familias atrás (dado que no compartían la misma manera de pensar y querían mantenerse con vida) e irse a vivir a Kabella, Margaret no había corrido con la misma suerte.

La menor del grupo era hija de un humano y una Amethystos y pasó sus primeros seiscientos años de vida junto a su familia en Italia hasta que un grupo de expedicionarios de Kabella decidió hacer un bosquejo por varios países de Europa para reclutar Smaragdus y Rubers para unirse al clan y aprovecharon para eliminar a cuanto humano y Amethystos se encontraran en el camino, como fue el caso de los familiares de Margaret.

Cuando fue llevada a Kabella, se hizo una ceremonia de recibimiento a los nuevos miembros del clan y allí fue donde conoció a sus amigas. Sophie pudo leer sus pensamientos, encontrándola pidiendo ayuda y llorando internamente, así que ni ella ni Danielle tardaron mucho en ofrecerse a ser sus guías puesto que, al ser tan joven y pasar su vida entre humanos y Amethystos, Margaret no había tenido la oportunidad de desarrollar sus habilidades. Ella no era la única a la que le asignarían un guía, pero le resultaba un gran consuelo saber que, pese a lo sucedido, había caído en buenas manos.

Así como Danielle y Sophie le enseñaron todo lo que sabía, Margaret las ayudó a aprender su idioma natal y manejar las cuentas de la casa aprovechando su destreza en las matemáticas e inconscientemente, con su lado amoroso, logró que sus amigas se volvieran más abiertas cuando de muestras de afecto se trataba.

En nombre a todo ello, su amistad, y la profecía que habían declarado los profetas como Danielle hacía poco más de un año, las tres decidieron que era hora de armar un plan para crear un clan propio y acabar con cualquier tipo de discriminación.

Vivían en una enorme mansión de dos pisos. En la planta baja estaba el enorme recibidor donde, algo apartadas, estaban las escaleras y más para atrás estaban la biblioteca y las puertas que daban al patio con vistas a un lago; a la izquierda estaban el comedor y la cocina y a la derecha, la sala de estar, tres habitaciones de invitados y dos baños. La planta alta estaba dividida en tres secciones pertenecientes a cada chica y estaban ubicadas de forma continua una al lado de la otra siendo separadas por grandes distancias y compartiendo el mismo balcón con vistas al patio. En cada una de esas secciones habían tres habitaciones, un baño y una pequeña sala de estar.

Si bien eran muy unidas, al grupo de amigas les gustaba conservar su privacidad.

En aquellos momentos, las tres estaban reunidas en la biblioteca, un lugar donde sabían no podían ser escuhadas, y por precaución, hablaban en italiano, idioma que sólo ellas tres dominaban en todo el clan para su fortuna.

-El terreno que heredé de mis padres y que destinamos a nuestro plan tiene buenos avances-comentó Sophie-. Ya se han construido y amueblado varios edificios y ayer comenzaron con nuestra mansión, pero, como lo pedimos, no dejarán de lado las otras construcciones.

-Entonces ya podemos ir "comprando esclavos" para llevarlos allí-Danielle hizo comillas con sus dedos.

-No nos alcanzará el dinero para más de cinco y sólo podemos quedarnos con tres, que sugiero los dejemos aquí con nostras para mantener laa apariencias-las palabras de Margaret hicieron a sus mayores fruncir el ceño-. Tuve un sueño donde íbamos a una compra de esclavos y la única a la que tenemos pronosticado ir hasta el momento es la de esta noche-Danielle y Sophie asintieron, dándole paso libre a que narrara su sueño-. Estábamos dispuestas a comprar cinco esclavos, pero unos Amethystos se rebelaron y los mataron a casi todos. De cien esclavos, sólo veinte quedaron vivos y sólo tres de ellos pudimos comprar nostras-la mirada de la castaña estaba perdida. Muy bien sabían sus amigas que la masacre de su familia aún no era del todo digerida.

-¿Recuerdas bien los rostros de esos tres?-preguntó Sophie y Margaret asintió.

-Son dos chicos y una chica...Ella...su mirada delataba angustia...Imposible de olvidar.

-Entonces ya está-sentenció Danielle-. Tú serás nuestra guía esta noche. Yo iré preparando la camioneta. Sophie, tú ve alistando el dinero y los papeles de la compra y tú, Margaret, prepara las habitaciones de nuestros nuevos huéspedes, de preferencia dentro de nuestros departamentos independientes. Si tenemos que fingir ser unas esclavistas, no se nos puede pasar ningún detalle por alto.

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El sueño de Margaret no se equivocaba. Cuando llegaron al muelle donde se llevaba a cabo la compra de esclavos, todo estaba hecho un caos.

Los capataces estaban decapitando y degollando a un considerable número de humanos y Amethystos que luchaban por su libertad...al menos aquellos que estaban despiertos pues una parte de los esclavos estaba inconciente.

Uno de los capataces se encargaba de llevar a cabo las compras mientras sus compañeros daban un espectáculo de fondo y los Ruber y Smaragdus que compraban veían la masacre con gracia...a excepción de las tres amigas, claro.

Por su parte, los ojos de Margaret coincidieron con los de aquella chica de sus sueños y enseguida avisó a sus mayores.

-Ve con ella, Sophie ¡Rápido!-rogó la Smaragdus entre desesperados susurros y su mayor obedeció.

Siguió buscando a los otros dos chicos y agitó a Danielle cuando encontró a un muchacho de cabellera castaña, recostado en un muro cerca de donde estaban Sophie y la otra chica.

-Ese chico de allá, Danielle ¡Está a punto de desmayarse!

Y la pelinegra no se lo pensó dos veces antes de correr hacia el muchacho.

Desesperada por no encontrar al otro muchacho que se suponía (según su sueño) debía estar cerca, la rizada se adentró en el grupo que daba batalla y sus asesinos, y buscó por todos lados. No le importaba salir herida si tenía la oportunidad de salvar a alguien, así que se detuvo unos segundos e hizo uso de su visión remota.

Inmediatamente la imagen de un pelinegro joven, ya desmayado, vinieron a su mente y enseguida corrió en su dirección.

Casi al final del tumulto, junto a varios cuerpos sin vida, estaba aquel chico. Sabía que estaba vivo porque, agudizando su oído, logró oír los débiled latidos de su corazón por sobre tanto griterío y no tardó mucho en cargarlo con delicadeza y sacarlo de allí para ir junto a sus amigas.

Había una fila para realizar la compra, así que Sophie y Danielle estaban esperando a Margaret a pocos pasos de que llegara su turno.

-¡Mocosa!-exclamó Danielle con reproche-¿Cómo se te ocurre meterte dentro de esa masacre?¡Pudiste haber muerto!

La menor simplemente sonrió de lado y llevó su mirada hacia los dos chicos sentados en el suelo a un lado de sus amigas.

La muchacha luchaba por no cerrar sus ojos y el muchacho ya estaba inconciente; tenía una herida en la zona del abdomen y el hombro y, por la rasgada falda de Danielle, supo que ella había sido quien había tenido la intención de detener el sangrado.

Aquella vista hizo a Margaret hacer un recorrido con sus ojos del cuerpo del chico en sus brazos y suspiró aliviada al no ver más que un par de golpes.

-Son humanos-informó Sophie-. Llevan días sin comer y por eso están así de débiles.

-Igual servirán para atendernos-Danielle se encogió de hombros. Su intención no era sonar grosera, pero debían mantener una fachada estando público.

Como Margaret, Sophie y Danielle también cargaron a los humanos que a partir de entonces serían sus "esclavos" y con ellos caminaron hasta el puesto donde estaba el capataz.

Sophie dejó a su humana momentáneamente con los pies en el suelo, dejándola apoyarse en ella y se encargó de todo el trámite, que por fortuna fue bastante rápido.

No tardaron mucho más de veinte minutos para llegar a su hogar y de inmediato ubicaron a sus humanos para asearlos (puesto que se notaba en sus cuerpos no caía una gota de agua desde hacía buen tiempo) y dejarlos descansar sobre cómodas y suaves camas.

Luego de tanto ajetreo, se reunieron en la cocina y, como siempre que se trataban de temas confidenciales, hablaban en el idioma natal de la rizada.

-Están demasiado débiles y no tenemos sueros fisiológicos de los que ellos usan a mano-suspiró la recién mencionada.

-No me gusta la idea...pero creo que lo mejor será que los convirtamos-Danielle mordía la uña de su dedo pulgar con nerviosismo.

-Estaremos hacíendolo sin su consentimiento, pero es eso, o pierden la vida.

Y con aquellas palabras de Sophie bastó para que se tomara una decisión.

Nadie dijo nunca que la justicia tuviera caminos fáciles de recorrer.

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