Madeleine x Espresso
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A Madeleine siempre se le educó que un caballero, un paladin, debe proteger a quien lo necesita, sin embargo, Madeleine siempre fue alguien diferente, si era verdad que la justicia siempre reino en la moral del rubio, sin embargo, desde que conoció a Espresso, los ideales de proteger a todos se desvaneció.
Madeleine comenzó a protegerlo, mucho más a como lo hacía con los habitantes del reino, cuidaba de él y de su salud, no había día en que el rubio preguntara por el profesor.
Era claro que el paladin estaba tan enamorado de ese profesor que no le quedaba otra opción más que brindarle su más sincera presencia.
Por otro lado, Espresso fue diferente, Espresso habia sido educado de manera correcta, pero sus gustos por los estudios eran primero, las alegrías y otro sentimientos no estaban en su día a día y solo su concentración era lo más notorio.
Pero desde que conoció a Madeleine cambio, el odio que le tenía en un inicio fue cambiando, incluso a tal punto que fue llevado hasta la gran mansión de los Madeleine's.
Espresso conoció a las tías del paladin, se sentía nervioso, fue la primera vez que las propias tías del caballero dieron a conocer todo los encantos que Espresso no había visto con claridad.
Comenzó a apegarse, cuando salían de excursión ambos se separaban del grupo para hablar con calma, darse pequeños mimos y en casa era diferente.
El aroma del café amargo abundaba, el pequeño toque dulzor de algo en el aire era único, pero eso era poco, en la habitación siempre se veía a un Espresso durmiendo cómodamente en el pecho del rubio, no era la primera vez durmiendo así después de una noche, la primera vez fue cuando fue llevado a la mansión en un pequeño baile, en dónde Madeleine pudo ver esa oscura cabellera tan larga que podían decir que esa persona era una chica, pero debido a su traje era evidente que era un chico.
Madeleine comenzó a sentirse atraído, el amor había llegado a su puerta, las veces que lo hacía no paraba de susurrarle lo mucho que lo amaba, los gemidos y como lo llamaba el moreno hacia que su corazon saltará de emoción, haciendo que el amor que tenía fuera en aumento con el pasar del tiempo.
Un día común, el duo despertó, a menos Espresso lo hizo después, ya que tallo sus ojos y tomo sus anteojos, miro a su hombre ya de pie, vistiendo las prendas de guerra antes de ponerse su armadura.
— ¿Eh? ¿Vas a una misión?
— Si, tengo que presentarme temprano, vuelve a dormir, aún es temprano.
— ¿Que? Por qué no fui informado de esto, saben que tú salen junto conmigo. Que clase de idiota se atreve a no avisarme.
El moreno tomo asiento, el suave dolor de sus caderas era notorio, pero no podía dejar ir a su pareja así nada más, tenía que ir con el como apoyo, colocó sus boxer y de ahí su camisa, iba a reclamar, de no ser que el rubio le detuvo, colocando su brazo en el abdomen y atrayendolo a él.
— Calma, solo será de reconocimiento, solo vamos a ir puros caballeros, no deberías preocuparte.
— Pero ¿si te pasa algo? ¿Quien va a cubrirte las espaldas? ¿Quien va a curarte la herida?
— No te preocupes, Herb se unio al equipo para ayudarnos.
— Aún así no me gusta...
El moreno hizo un puchero, el rubio siguió abrazando, incluso comenzó besando el cuello, mordiendo un poco, solo para escuchar un suave jadeo, esto hizo sonreír al caballero, sus manos recorrieron ese cuerpo delgado, incluso rosado la intimidad del profesor.
— Profesor~
— Mmgh~ M-Madeleine~
El caballero sabía bien a dónde iba, quería tomarlo, no sabía muy bien si llegaría tarde, rosaba su bulto en el traseros mientras sus manos sacaban el momento del profesor.
— Profesor~ no piense en nada más que yo~
Espresso se estremeció, incluso junto tanto sus piernas, era increíble lo que estaba sintiendo, comenzó a sentirse débil, su miembro estaba afuera erecto y el mismo Espresso logro verlo, cuando vio su reflejo en el espejo completo que había en la habitación.
— Te ves tan hermoso, tendría miedo si llegas a ir a una misión y te pasa algo~
Madeleine siguió, sus manos subían y bajaban, masturbaba a su amado profesor, quien parecía disfrutarlo sin ningún problema.
Espresso gimió pesado, su espalda se arqueo, cuando sintió que de su miembro se libera el semen, haciando que el rubio quedará sonriente, le beso con dulzura y amor, de nuevo lo recostó en la cama, cubrió con las mantas y se arregló.
[...]
Han pasado ya una semana desde que Madeleine se fue con el equipo de expedición, una semana que el profesor no sabe nada.
Comienza a sentirse un poco inseguro, solo, busca la compañía, incluso toma algo que sea de su amado, no es un animal en celo, pero siente esa necesidad, esa noche, estaba triste, su mente le hacía recordar cómo su amado paladin lo trataba, las caricias, besos y como lo tomaba, haciendo que siguiera pensando en todas esas veces que lo hicieron, antes de irse a dormir, camino hasta el baño, lo hizo, se masturbo, nunca pensó que lo haría él, ya que nunca tuvo sentimientos por hacerlo.
Cuando terminó, no parecía ser suficiente de nuevo, su miembro se ponía duro, erecto, cosa que le causó una enorme malestar.
— Maldito seas Madeleine, me hiciste un maldito pervertido...
Reclamo a la nada, mientras camina hasta la cama, en dónde importandole poco comenzó a meter sus dedos, era claro que eso era lo que deseaba, el no había tenido algo que le ayudará a estimularlo, los dildos o vibradores no existían en su pequeño hogar.
Siguió así, gimiendo, mientras sus dedos hacia el trabajo, poco a poco el moreno se iba haciendo un desastre.
Unos orbes azules brillaron en la oscuridad, viendo como su pareja se estaba autocomplaciendose. El paladin queria tocarlo, abrazarlo, había pasado una semana y tal parecía que la bestia ansiaba tanto a su presa.
Momentos antes, Madeleine entro tranquilo, miro la casa oscura, era claro que su amado estadía en el sótano estudiando, pero no, estaba vacío, subió a la recamara solo para verlo, la única luz del pasillo provenia de la habitación de ambos, la puerta estaba entreabierta, pudo verlo, estaba con una bata, parecía que se había dado una ducha, pudo notar ese rostro, suplicando, incluso los gemidos llamándolo, era claro que lo necesitaba.
Se acercó, se acercó con deseo, su armadura se había quitado desde la entrada, ya que era pesada y molesta, camino hasta su amado, la poca luz era de las lamparas y un poco de la luna que estaba en fase de luna llena.
— Mmgh~ Ma-Madeleine~
El profesor lo llamo, cuando lo tuvo cerca, el moreno estaba tan excitado que ni siquiera podía ver con claridad, podía dintiguid esos orbes celeste brillar en plena oscuridad y de un momento a otro, los labios del más alto, fueron bruscos, sus manos grandes tomaron las caderas buscando levantarlo, que pudiera sentir su duro miembro, sus dientes rosaban los labios del moreno, mientras el profesor pasaba sus delgados dedos por los pectorales de su amado, incluso rozando los pezones del mismo.
El profesor se sentía tan indefenso, su cuerpo estaba tan caliente, era como un pequeño animal en celo, que buscaba saciar su deseo sexual, cosa que el paladín le iba a ofrecer.
Tomo las piernas de su pareja, las alzó lo más que pudo, bajo sus pantalones de una manera fácil, dejando al descubierto su miembro, estaba listo, así que sin mucho cuidado, lo metió, de una sola estocada, haciendo al moreno gemir de placer, mientras su cuerpo se arquea.
El rubio dejo de moverse, solo para besar, lamer y morder los pezones de su profesor, el profesor podía sentir como el rubio succionaba de su pezones, como si quería sacarle algo más.
Los gemidos no cesaron, eran tan ahogadores, Madeleine se excitaba a cada momento, buscando más y más, sus movimientos fueron rudos y rápidos, buscando saciar su simple deseo.
Cuando Madeleine estaba en la cama, la educación no existía, la moral jamás había sido aprendida, solo estaba el deseo mundano, la carne, el deseo de la lujuria, todo.
Sus estocadas eran rudas, Espresso estaba en el delirio del placer, de sus labios salia pequeños hilos de saliva y lágrimas de placer, era claro que lo estaba disfrutando.
Siguieron así por un buen rato, hasta que el mismo moreno termino por correrse, manchandose su pecho y abdomen, dejando una escena que Madeleine demostró una sonrisa de orgullo, acercándose a su pareja para besarla mientras sus movimientos no se detenian. No fue momentos después que logro correrse dentro, importandole poco si el moreno le reclama otro día, termino dejando unos besos en su cuello, incluso marcando, ya que comenzó a morder los hombros del profesor, incluso los chupetes en su cuello.
[...]
Profesor abrió sus ojos, su cuerpo le dolía, el sueño o alucinacion que tuvo anoche había sido inexplicablemente buena, incluso le hizo ruborizar, pero cuando quiso salir de la cama, alguien se lo impidió, unos brazos fuertes lo envolvian, incluso lo atraían más hacia el cuerpo del contrario, el moreno temblo, creyendo que se había metido con otro. Pero al girarse se dió cuenta que se trataba de él, de su pareja.
Pudo ver los rasgos tranquilos, esas pestañas albinas, incluso sus delgados dedos recorrieron ese rostro, solo para después ver cómo abría los ojos el caballero, dejando a la vista un par de canicas zafiro.
— Buenos días ~
Espresso se ruborizo, sin embargo jamás alejo su mano, demostrando una sonrisa tímida, regresando le el saludo y besandolo en el trascurso.
El dúo tenía mucho de que hablar, eso estaba claro, pero por el momento no podía negarse a los pequeños mimos, después de todo una semana debían de reponer.
Fin.
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