DOS
—No llores pequeña, tú madre se pondrá bien, los médicos la van a ayudar —te consuelo mientras tus lágrimas caen sobre mi camisa manchandola.
Hace dos días que Hana ingresó al hospital, nadie sabe qué le pasó. Cuando Azura llegó de la escuela la encontró tirada en el suelo inconsciente, la trajimos al hospital de inmediato, le han hecho exámenes y análisis sin parar, pero aún no saben que pasa. Ahora el doctor Park un buen amigo mío nos ha dicho que está en estado vegetativo, todo parece indicar que a su cuerpo ingresó una droga muy potente que afectó su tallo cerebral.
—Yo le dije que dejara de tomar tantas pastillas y toda esas porquerías para adelgazar y rejuvenecer su piel mi niña, y ya vez no hizo caso, es una pena que esto haya pasado ahora que te irás a estudiar fuera.
—No me iré papi, tú tenías razón, Inglaterra es una mala idea, nunca debí haber pensado en irme. Si algo le pasa a mamá y yo no estoy no me lo perdonaría nunca y tampoco puedo dejarte solo a tí.
—Gracias mi niña, eres tan buena, sabes que yo no podría estar sin ti, te quiero tanto.
—Y yo también papi.
Te abrazas más a mi cintura, mientras yo dejo un beso en tu frente, y sonrió. Por fin podré tenerte solo para mí, la estúpida de Hana no estará más para molestarme. No solo pretendió burlarse de mí al coquetear descaradamente con mi socio Jin, sino que también fue la que te convenció de ir a estudiar fuera, la muy perra te quería alejar de mí y eso jamás lo permitiré.
Después de un rato más en el hospital volvimos a casa, con diligencia me ofreces de cenar y yo acepto solo porque amo ver tu cara iluminarse cuando te digo que si a algo. Mientras comemos mi vista no deja de clavarse en tu dulce y apetitosa boca que se mueve suavemente mientras masticas, y me imagino como se verá con mi polla profanandola. Está misma noche lo sabré.
—Papi, porque me pediste que viniera al sótano, hoy no me porte mal, me vas a castigar? ¿Hice algo malo?
—No cariño, no has hecho nada malo es solo que quiero que hagas algo por mí. Ahora que ya eres mayor de edad es momento de que hagas algo que me hará muy feliz, ¿Lo harás?
—Claro que sí papi, yo haré todo lo que tú me pidas.
Tu respuesta me hace sonreír en extremo, camino hasta la silla que me encargue de colocar aquí. He estado esperando este momento desde hace dos meses cuando cumpliste tus dieciocho años. Está noche, este cuarto no será testigo de tus castigos, será el escenario perfecto para darte placer y dármelo a mi, si supieras la cantidad de veces que desee poseerte mientras te castigaba, pero no podía, no soy un puto enfermo, no podría estar con una menor de edad.
—Desnudate —te digo mientras me siento frente a ti.
Obediente como eres comienzas a quitar tu ropa, primero tu blusa dejándome ver tus perfectos y pequeños senos, que muero por probar, te inclinas para quitar tus pantalones y dejarme ver las pequeñas braguitas blancas que cubren tu dulce coño.
—Por completo muñeca —te ordenó y tu rostro se tiene de rojo casi al instante, piensas que es la primera vez que te vere desnuda, sin saber la cantidad de veces que te he visto mientras te bañas.
—Incate y gatea hasta aquí cariño —te vuelvo a ordenar cuando ya no hay nada que cubra tu perfecta anatomía.
Tu obedeces, ver tu trasero menearse al acercarse a mi me pone más duro de lo que ya estaba antes, cuando llegas hasta mis pies y me miras con tus hermosos ojos esperando mi siguiente orden, mi polla brinca gustosa por entrar en tu boca y después entre tus piernas.
—Vas a sacar mi miembro cariño y lo vas a probar con tu boca —te digo y tus ojos se abren con asombro mientras tus mejillas se tiñen de rojo.
—Pero papi yo… —te interrumpes y bajas tu mirada.
—¿No quieres? Está bien, no lo hagas, pero me temo que me pondré muy triste, además tú sabes que un hombre tiene ciertas necesidades, tu madre las saciaba un poco y yo pensé que tú querrías ayudarme, pero si no es así… no importa ya habrá quien sí quiera.
Te digo poniéndome de pie y tú te aferras a mi pierna.
—No, no puedes dejar que nadie más te toque, yo lo haré, yo te voy a ayudar —dices mientras me jalas de vuelta a la silla y yo sonrió por lo bajo.
Te conozco tan bien que se que no querrías que tuviera sexo con nadie más. Con tu madre lo tolerabas, pues porque creías que era lo correcto, pero muchas fueron las mañanas en que te vi bajar enojada después de haber escuchado los gritos de tu madre cuando me la cogía la noche anterior.
Vuelvo a sentarme y tu te sostienes sobre tus rodillas, acercas tu rostro a mi entre pierna, tocas el bulto de mi erección por encima del pantalón antes de desabrochar el botón y bajar el cierre, metes la mano entre mi boxer y liberas mi miembro, me miras con asombro, mientras pasas la lengua por tus labios.
—Hazlo cariño, necesito follar tu linda boquita —te digo mientras tú asientes.
Tus manos se ven pequeñas mientras sostienen mi polla mientras la sobas de arriba hacia abajo, antes de acercar tu boca abierta, tu rosada lengua lame la punta goteante de mi miembro como si de una paleta se tratara, luego la pasas por toda mi extensión, yo tengo que hacer uso de todo mi autocontrol para no jalar tu cabello y ahogarte al métela hasta tu garganta.
Cuando comienzas a meterla, siento un poco tus dientes rozar, mostrando tu inexperiencia y eso me excita aún más, saber que soy yo el primero en todo me hace sentir poderoso, tratadas de engullir todo pero te es imposible, comienzas a mover tu cabeza mientras tú ayudas de tu mano, y ya no logro soportarlo más.
Una de mis manos se enreda en tu cabello y lo jala mientras mis caderas se elevan haciéndote tragar todo, siento en mi polla el vibrar de tus cuerdas vocales cuando gimes, aumentó la velocidad, la saliva escurre por las comisuras de tu boca. Tus ojos llorosos, te hacen ver aún más apetecible, jalo tus hebras doradas sacando mi miembro de tu boca provocando un morboso sonido y un hilo de saliva uniendo tu boca a mi polla.
—Eso fue delicioso muñeca, pero ahora quiero más, mucho más —te digo y te tomo de los hombros y te levanto.
Te llevo hasta el medio de la habitación, del techo cuelgan las cadenas y grilletes, amarró tus manos, dejando tu cuerpo suspendido.
—Me encantas Azura, he esperado mucho por esto —te digo mientras me colocó detrás tuyo.
Abro tus piernas usando mis pies, acarició tus pechos desde atrás, me delito mordiendo y chupando la piel de tu cuello, hombros y espalda, tus gritos de dolor por las mordidas, resuenan en mi polla, tu blanca piel se ve perfecta con las marcas de mis dientes.
—Aahhh… papi me duele… aaahhh —me dices gimiendo cuando aprieto tus pezones.
Mi polla comienza a frotar tu húmeda entrada, mis caderas se empujan y entró de golpe en ti, sentí como tu vagina se expandió desgarrándose por el tamaño de mi miembro, mientras tus gritos resuena en la habitación.
Tenerte así a mi disposición era mi mayor deseo y no me decepcionaste, eres perfecta, mi polla entra y sale de ti casi por completo antes de volver a golpear con fuerza, hilos de sangre recorren tus piernas, tus gemidos son cada vez más intensos, siento como tú coño aprieta mi polla como si quisiera arrancarla.
—Aaahhh… papi así… aahhh… más….
—¿Te gusta? ¿Quieres más de la polla de papi?
—Ohh… si… ahhh…
Tres estocadas más y te corres con fuerza mientras yo me libero llenando tu cavidad con mi semen. Salgo con cuidado y me complazco al ver cómo mi semilla comienza a resbalar por tus piernas. Desató tus muñecas, y tu cuerpo flácido cae sobre mi cuerpo, pero esto aún no termina, mis ganas de ti aún no se calman.
Te cargo y te llevó hasta mi habitación, ahora te haré mía en mi cama, y en cada rincón de esta casa, no tengo prisa tenemos toda una vida para estar juntos.
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