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˗ˏˋ苦痛 ▸ ℂ𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝟏𝟐.๋⭑

꩜ㅤ𝚁ㅤ𝙴ㅤ𝙿ㅤ𝚁ㅤ𝙸ㅤ𝙼ㅤ𝙴ㅤ𝙽ㅤ𝙳ㅤ𝙰ㅤ⭑

𝐄l ambiente era tenso. Butsuma no les dirigía la palabra. Tenía un semblante serio a la vez que los miraba con desaprobación. Parecía más centrado en los papeles delante de él que en sus hijos, los cuales estaban nerviosos ante el inesperado llamado.

Hayami tragó saliva, hacía dos meses que no veía a su padre. El tiempo sin él fue... ameno. Le hubiera gustado que se quedase más semanas liderando tropas, pero ahí lo tenía, delante de ella, disgustado, ¿decepcionado?

Su mirada se plantó instintivamente sobre Tobirama: mantenía su postura firme, como si estuviera protegiendo la puerta. Hayami comenzó a sospechar en su hermano. Tal vez tenía que ver en todo esto:

Aquella mañana, el sol salió resplandeciente. Era como si el día le sonriera, y ella le respondía. Su semblante era sonriente, diferente a la Hayami cabizbaja de hace unos meses. Soltaba risas alrededor de los pasillos de la casa, parecía una niña pequeña que se había puesto feliz por algún regalo.

Claro que lo estaba.

—¿Hoy te confesarás al amor de tu vida o qué? el murmullo de Hashirama en su oreja hizo que su faz se pusiera tan roja como un tomate.

—¡Hashi! —exclamó, con ligera molestia—. Pareciera que el enamorado es otro. ¿Tienes celos?

Antes de comenzar una guerra de cosquillas, Tobirama los detuvo. Tenía los brazos cruzados, una postura común en él.

—Hashirama, Hayami, mantengan la compostura —reprendió.

La niña miró al de cabello albino, examinando la expresión tallada en su rostro. Lucía más molesto que de costumbre. Hacía mucho que no hablaba con él. Era lo mejor, así no podría sacarle información acerca de su misterioso paradero.

—Diviértete un poco, Tobirama. —El mayor rió.

—Padre los llama —soltó de golpe—, tienen mucho que explicar.

Su padre dejó de lado las hojas y se cruzó de brazos. Sus cejas se arquearon y apoyó su mano sobre su frente. Aún no hablaba. La pierna de la niña amenazaba con temblar en cualquier momento.

— Tobirama, hijo mío, ¿podrías decirme qué estuvieron haciendo tus hermanos en estos cuatro meses?

—Tenían una amistad clandestina, con un chico.

La imagen de su hermano, firme y confiable, se resquebrajó como vidrio bajo sus pies. Ellos se quedaron callados, mirándose entre sí. Hayami divagaba en su mente con la esperanza de que Hashirama encontrara una forma de no involucrar a Madara, de que no se viera afectado por sus torpes acciones. Nada. No había excusa que fuera creíble.

—¿Cómo lo saben...? —preguntó la niña.

Butsuma señaló al hermano del medio.

—Estuve siguiéndolos por órdenes de padre —comentó.

—¿Tú, Tobirama? —el mayor solo veía a su hermano asentir.

—En temas de percepción, soy mejor que ustedes. —Evitó mirar a sus hermanos directamente a los ojos—. Salían muy a menudo, juntos... venían sonrientes, a altas horas de la noche. Fue un cambio muy abrupto en tan poco tiempo. Más en ella, que prefería quedarse en casa o en la carpa médica.

Una gota de sudor descendió por el rostro de Hayami. Aún no sabían de su despido, o no pretendían no hacerlo. Durante el último mes, ella dejó de pensar en el trabajo, solo jugaba con su hermano y Madara. Su cabeza se hizo pesada de repente. Quería esconderse detrás de su hermano mayor, pero la mano de Tobirama la detuvo. Las palmas de sus manos comenzaron se humedecieron.

—Investigué a ese niño. —El de cabellos albinos sacó unos papeles y se lo entregó a su padre—. Pertenece al clan Uchiha.

Los ojos del castaño se abrieron, no estaba enterado de ello. No esperaba que su mejor amigo, hermano de otra madre, fuera parte del clan que arrebató la vida a dos de sus hermanos. No consideraba a Madara como una amenaza potencial, no, se negaba a creerlo.

Por su parte, la niña no tuvo reacción. Ya lo sabía. De hecho, lo supo hace dos meses atrás, después del regalo del Uchiha:

La noche era fría, oscura. Hayami no tenía ganas de dormir. Estaba emocionada por su primer libro de Anatomía. Trataba con sumo cuidado las hojas de este. Era el primer día con su regalo y ya había leído más de cincuenta páginas, pero le quedaban muchas más.

—Todo está tan detallado, jamás vi un libro así en la carpa médica. —Acercó más la vela para poder leer—. ¿De dónde sacó esto?

Y fue cuando volteó a la siguiente página cuando supo el origen del libro, de Madara. Cuando leyó el dogma Uchiha, todo conectó. Su físico, su personalidad, sus habilidades...

«Conque eres Madara, Madara Uchiha...», miró hacia la ventana, fijándose en la luna con una expresión melancólica.

Sabía perfectamente que él pertenecía al clan enemigo. Y admitía algo: estaba tan enamorada del pelinegro que no quería que nada ni nadie tratara de apartarlo de su lado. Prometió no decir nada, no delatarlo, para que evitar que los altos mandos lo capturaran y lo obligaran a exponer a su clan.

—Acabó con algunos adultos de nuestro clan. Es un shinobi con un gran talento desde que nació, criado para matar Senju.

—No pensé que...

—¿Él sabe de sus identidades? —preguntó Tobirama, preocupado.

—Creo que no —respondió Hashirama—. No tocábamos el tema de la guerra.

Butsuma suspiró pesadamente y colocó ambas manos en su escritorio.

—Nadie sabe de esto, nadie lo sabrá si hacen lo que les digo. Hashirama, la próxima vez que te encuentres con el Uchiha, síguelo y mátalo de ser posible. —Le dio una señal a su hijo del medio—. Enséñale cómo lo hará.

—Padre... —Hayami quería oponerse, pero Butsuma dio un golpe al escritorio.

—Contigo hablaré en privado.

Hashirama salió, a la fuerza, de la oficina de su padre. Solo estaba Butsuma y Hayami, un padre con su hija.

Su cuerpo se tensó, nunca había visto a su padre de ese modo, tan molesto, tan irascible... Su respiración se hizo más pesada, su boca se secó. El miedo la rodeaba. Si se enteraba de que ella sabía la identidad del Uchiha, le pondría un terrible castigo. ¿Le volvería a obligar a arrodillarse y poner dos tablones pesados de piedra sobre sus rodillas? ¿La ataría a un árbol hasta aprenderse las reglas shinobi? No, eso sería muy sutil para semejante falta.

—Lo sabías, ¿no? —dijo sin mirarla—, lo sabías y te importó un carajo.

—No sé a qué se refiere...

—Esto te refrescará tu corta memoria. —Sacó de uno de los cajones el libro que le regaló Madara—. Anatomía detallada, escrita por un Uchiha.

Sus ojos se abrieron, amenazando con brotar lágrimas de estos. Ni Hayami, quien estaba a nada de llorar, podía ablandar el corazón de Butsuma.

—¡L-lo lamento! —Hizo una reverencia en señal de disculpa—. Creí que era un error, ¡no quería que Hashirama se viera involucrado! Por favor, padre, no le haga nada al Uchiha, se lo imploro.

—Conque las sospechas de tu hermano eran ciertas. —Guardó el libro en una estantería—. Te gusta... a mi hija le gusta un Uchiha.

Tragó saliva. No podía negarlo, su padre ya lo sabía. Ocultó su faz entre sus manos, temerosa de lo que le pasaría. La sombra de su padre se hizo más grande, levantó la mirada y Butsuma aprovechó en tomarla del mentón.

—Hayami... —Apretó más fuerte—. Te importó una mierda el clan. Creíste que te saldrías con la tuya. ¿Acaso el maldito te prometió ayudarte a escapar de aquí?

—P-padre, no sé de lo que hablas. ¡Él no sabe nada!, ni siquiera corresponde mis sentimientos.

—Tengo una hija muy inocente, casi rozando lo idiota. —Suspiró—. Tuviste suerte de que no te hiciera nada. Ese Uchiha no volverá a acercarse a ti, no se aprovechará de tu limitada capacidad intelectual.

—No es así, lo conozco. —Con miedo, se paró del suelo—. Me mentiste sobre los Uchiha, no son seres despiadados, no todos. Él nunca me trató mal.

—Tienes nulo conocimiento del mundo. Muchos tratarían de aprovecharse, sobrepasarse, con una joven como tú. Sin importar el clan, te expusiste a mucho peligro.

—¡Madara nunca lo trató de hacer! Tengo más cosas en común con él que con el resto de los chicos del clan. Y si no fuera del clan Uchiha... —Un sonrojo apareció en sus mejillas.

—¡Basta, Hayami! No hay ni una pizca de arrepentimiento en ti. Eres una maldita traidora.

La tomó abruptamente del cabello y la miró con rabia. El tirón fue tan brusco que sintió la piel del cuero cabelludo estirarse, ardiente. Las lágrimas brotaron sin permiso, pero ella ni siquiera lloraba por el dolor. La niña podía oír los gruñidos de su progenitor chocando con su cuello. Tan solo tenía enfrente de ella a un hombre errático, colérico. Su expresión se volvió neutra y el brillo en sus ojos desapareció.

—Eres una decepción.

El cuerpo de Hayami se tensó en cuanto oyó aquellas palabras. Más lágrimas salieron sin avisar; su rostro se mantenía inexpresivo. Estaba acostumbrada a que su padre se quejara de ella con los consejeros del clan. Sin embargo, oírlo directo de él, era como ser apuñalada en el corazón.

—Deberás aprender los modales de una verdadera señorita. —Soltó el agarre—. No permitiré que te pierdas en el camino... Uzumaki, los Uzumaki...

«El clan que estaba interesado en una alianza. Es cierto que últimamente padre había hablado mucho con un emisario Uzumaki... ¿Pero por qué los menciona?», apretó sus puños cerca de su pecho. La intriga la invadió, tenía ganas de preguntarle, mas se contuvo.

—Lo he decidido: solicitaré tu transferencia a su aldea. Mejorarás tus habilidades como kunoichi médica y estarás alejada de los conflictos del clan.

El mundo se achicó para la niña. Su rostro empalideció. El sueño de formar una aldea junto a su hermano y Madara se desvanecía de sus manos. ¿Cómo podrían establecer la paz en el mundo shinobi si ya no podrían verse?

—Padre, no puedo. —Lo miró con firmeza—. Déjame decidir mi vida.

—Bien, así lo quisiste —bajó el tono de su voz, volviendo a sonar tranquilo, sin reflejar ninguna emoción—. Quédate y verás qué le pasará al Uchiha. Es tu decisión.

Lo sabía, sabía que su progenitor no le dejaría las cosas fáciles. Tal vez, rendirse sería la opción más racional. Le dolería estar separada de sus seres queridos, pero... «Es lo mejor para ellos, para Madara».

—Iré con el clan Uzumaki sin poner resistencia. No le hagas daño, no tiene nada que ver en esto.

—Como digas. No sé qué hice para tener una hija como tú.

Hayami solo bajó la cabeza. Pero en su interior, algo había empezado a romperse.

—1725 palabras.

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