Capítulo 7
Miré la pared inexpresiva; me sentía vacía, como nunca me había sentido. Ahora, ese sueño de libertad parecía tan lejano como nunca antes. Había perdido sentido, pues allí me había dado cuenta de algo muy importante: ¿de qué sirve la libertad si no tienes a nadie con quien vivirla?
Era aterrador, como si ya no pudiese sentir nada; ni amor, ni dolor, ni tristeza... Me había convertido en un alma que vagaba destinada a estar sola y a llevar una cadena de la que nunca escaparía. Ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba en esa habitación, solo recordaba que me habían inyectado algo. Recordaba que ese algo me hizo dejar de sentir...
La puerta se abrió, interrumpiendo mis pensamientos, y miré en esa dirección, sin expresión. Desde que me desperté no habían cerrado la puerta con llave, era obvio que escapar ya no me importaba. Era casi irónico. ¿Por quién iba a arriesgarme a escapar?
¿Por Sangwoo?
Mató a mi amigo, a su amigo. ¿Qué me aseguraba que no hubiera hecho lo mismo si hubiese sido yo?
¿Me habría mirado a los ojos de la misma forma que miró a Ali? ¿Habría sido capaz de engañarme para vivir? ¿De matarme?
El solo pensarlo hizo que todos los músculos de mi cuerpo se tensasen, como si estuvieran preparados para que un enemigo se abalanzase sobre mí.
Sangwoo... ese sería el enemigo que se me abalanzaría. Por un momento fui capaz de sentir un sentimiento, ira.
Me gustaría ver como lo intenta...
Pero a pesar de todas esas preguntas, la verdad era que ni siquiera yo sabía la respuesta. Ya no estaba segura de conocer a esas personas tan bien como creía. Era tan confuso...
—Jugadora 002, ¿cómo se encuentra? —Uno de los tipos de rojo me habló, mientras me acercaba un cuenco con agua.
En el momento en el que lo puso en el suelo le di una patada, provocando que el agua acabase sobre su uniforme.
Trató de acercarse, enfadado, pero alguien lo detuvo. —No. —El de la mascara de negro se abrió pasó, deteniendo las acciones de el de rojo. El mencionado se paró de inmediato y, con una seña del líder, salió de la habitación. Mientras el de negro se sentaba mis ojos nunca le abandonaron. Sabía que debía de tener un aspecto horrible, tras haber llorado tanto sentía los ojos totalmente secos y adoloridos, pero ya no le importaba—. Quería hablar contigo, Chicago.
—Pues yo no quiero hablar con-
—Sé quien eres Chicago —me interrumpió. Un silencio produciéndose en la sala tras sus palabras, y yo no supe si sentirme confusa o alterada—. Quién eres realmente, quién eras antes de ser Chicago —continuó.
—Tú no sabes nada sobre mí —hablé entre dientes, molesta por toda la situación que, definitivamente, era culpa suya.
—Al contrario, soy seguramente la persona que mejor te conoce. Al menos, la que mejor te conocía. —Levanté la mirada sorprendida—. Siempre fuiste muy temperamental, me alegra que hayas llegado hasta aquí. —Se inclinó un poco hacia mí, y casi pareció amistoso.
—¿Me... conocías...? —Tartamudeé.
—Así es, pero no era el único. —Eso me confundió aún más—. Siempre te gustaba jugar con el mismo niño; quedabais a todas horas para jugar a juegos de rol sobre profesiones. —Se acercó mucho más a mí, como si fuera a contarme un secreto—. No me sorprendió que diera su vida por ti —susurró. Me quedé en blanco, y una lágrima se resbaló por mi mejilla.
—No... eso no es posible... —Murmuré.
—¿Por qué iba a mentirte? Sin duda él tampoco quiso mentirte a ti, pero pensó que lo mejor sería que tú no supieras quien era.
—Él... —Negué con la cabeza, sin poder creer lo que decía.
—Lo dio todo para protegerte, tal como lo ha demostrado en los juegos. —Negué con la cabeza; no quería seguir escuchándole—. Jade era fuerte, sabía que si tenía que escoger entre él y tú, te escogería a ti.
—¿Cómo sabes todo eso...? ¿Quién eres? — Le miré, tratando de mantener la dureza en mi mirada a pesar de lo que estaba descubriendo.
—¿Cambiará algo si te lo digo? ¿Dejarás de mirarme con desprecio si lo sabes? —Preguntó acomodándose relajado.
—Quizás... —Me mordí el labio, bajando la mirada.
Él se acercó más a mí para volver susurrarme. —Puede que no fuese la persona que estuvo ahí cuando tanto lo necesitabas, pero siempre te quise, a pesar de no tener la oportunidad de demostrarlo. Padre siempre fue muy duro conmigo, a pesar de eso yo le seguía; lo admiraba. Hasta que un día descubrí lo que te hizo a ti... hermana. —Sus palabras quedaron en el aire, resonando entre nosotros, y mi respiración se cortó por un instante.
Todo lo que conocía... era mentira.
—Perdóname, hermanita. Ojalá hubiera podido protegerte de él. —Agachó la cabeza—. A pesar de que nuestro hermano siempre te hizo más caso que yo, ahora yo sí estaré ahí para ti, Sun-hee.
Sin soportarlo más, me levanté y aproveché que la puerta estaba abierta para correr, correr como nunca antes, tratando de huir de algo que nunca supe que estaba ahí. Pero como dicen, da igual cuánto corras pues la verdad siempre te alcanza antes de que puedas afrontarla. Ya no sabía quién era, pero si sabía algo seguro era que tenía una familia, tenía hermanos, y tuve un mejor amigo. Por una vez, quería lo que más había temido en el mundo, recuerdos.
Recuerdos de una vida que no recordaba, pero que añoraba.
Alguien agarró una de mis manos y la acarició dulcemente. Me giré para ver al hombre de negro, mi hermano.
—Todavía puedes recuperarla, Sun-hee, puedes recuperar tu vida. Tienes una familia, tienes un hogar. Recuerdo lo cabezota que eras así que no te pediré que abandones los juegos, pero sé cuidadosa, gana, y, si quieres, nosotros te estaremos esperando. —No me había dado cuenta de en qué momento se había quitado la mascara. Era un adulto de rasgos definidos y a su vez un tanto cansados. Mi hermano parecía ser un hombre trabajador, y eso en el fondo me hacía sentir orgullosa, pero luego recordaba a lo que se dedicaba y esa admiración desaparecía de un plumazo. No sabía como sentirse respecto a él; era su hermano sí, pero también el causante de que tres de sus mejores amigos estuvieran muertos. Él se encargaba de los juegos que tantas vidas habían costado. Sin embargo, había algo en su mirada casi obsesivo que me advertía de la forma en la que analizaba mis reacciones. Como si se asegurara de que estuviera de su lado, pero me causó escalofríos pensar que pasaría si no le apoyaba. Había matado a mucha gente sin ningún tipo de remordimiento y, por mucho que fuera su hermana pequeña, hacía mucho que no nos veíamos y ese orgullo por sus juegos parecía estar por encima de todo lo demás.
Si quería salir viva y, tal vez, lograr salvar a el resto de sus amigos, debía saber jugar bien mis cartas; mi hermano podía ser tan peligroso como listo, y definitivamente no me aportaría nunca verdadera protección; no mientras me opusiera a sus juegos. Decidida a manejar la situación con inteligencia, sonreí con lágrimas en los ojos y dejé que me abrazara, correspondiendo. Mi cuerpo temblaba, pero no por la emoción que mi hermano creía, por pura rabia contenida. Aquel hombre, llevara o no mi sangre, era el asesino de mis mejores amigos, y jamás se lo perdonaría. Ni mucho menos le apoyaría.
—Sé lista, hermanita, el mundo está en tus manos; solo tienes que saber manejarlo —susurró, y sentí otro escalofrío. Eso era lo que él hacía, manejar a todos a su antojo sin importar a quién derribara por el camino.
Asentí y cuando abrí los ojos me sentí más fuerte, más lista, más decidida. Estaba preparada para cualquier cosa y, por primera vez, ganar los juegos se había convertido en algo personal.
Lo haría por Jade, por Ali, por Ji-yeong, y por ella...
Sin haberlo imaginado, en poco tiempo había conseguido la familia que siempre había soñado con tener, su verdadera familia. Era lo que había soñado toda su vida, pero ahora que estaba a su alcance pelearía contra ella. Había aprendido algo en aquellos juegos...
A la verdadera familia no la forma la sangre.
[...]
Se encontraba frente a un espejo terminando de hacerse una hermosa trenza de raíz. Llevaba un vestido elegante, blanco y ajustado, dividido en dos partes: la de arriba y la de abajo, por lo que se podía ver parte de su abdomen; la parte de arriba era un top un tanto transparente y la parte de abajo una fina y larga tela de color blanco con un corte que dejaba sobresalir una de sus piernas. Resaltaba su figura y le daba un toque clásico y desenfrenado a la vez. Nunca se había sentido cómoda con esa clase de vestidos debido a que en el club donde la obligaron a trabajar los hombres le prestaban más atención de la necesaria, y eso la asqueaba. Sin embargo, en ese momento le gustaba ese vestido; marcaba un nuevo comienzo de su vida, uno en el que por una vez ella tenía el control. Se había perdido dos juegos, el de las canicas y uno de unos cristales. Solo quedaban tres personas: Sae, Sangwoo y Gi-hun. Y ahora, ella también era finalista, y estaba decidida a salir de allí, pero de una manera justa.
Uno de los rojos la condujo hasta la sala donde se llevaría a cabo la cena de los cuatro finalistas. Cuando llegó, las miradas de los tres se clavaron en ella, atónitos. Se podían notar la sorpresa en sus caras a kilómetros. Ella llevaba ahora perlas en el pelo, en su trenza, y maquillaje en los ojos. Los ojos que siempre habían sido curiosos y tímidos ahora solo demostraban fiereza y determinación. Viéndola así, dejaba en claro que ella también supondría un gran amenaza para hacerse con el premio; ya nadie podía estar seguro de quién sería el ganador.
Se sentó en una silla frente a Sangwoo y adoptó una postura relajada, sonriendo con determinación. —Hola, ¿cómo están yendo los juegos de matar? —Inquirió, con una fingida diversión. Aquella fachada solo camuflaba su tristeza y odio hacia aquellos juegos.
Los tres se quedaron callados bajo su mirada divertida, que cambió cuando sus ojos se conectaron con los de la persona frente a ella: Sangwoo. Los ojos de ella expresaban muchas emociones, rencor, decepción... y una promesa que prometía cumplirse. Pasase lo que pasase, ella no iba a permitir que él se llevase el premio, aunque le costara la vida. Si algo le dolía más que las muertes de sus mejores amigos era haberse dado cuenta de que se había enamorado del hombre frente a él, alguien al que consideraba bueno e inteligente que se había vuelto un monstruo por miedo. Sabía que lo quería, por eso no pudo sostenerle la mirada más tiempo cuando esta vaciló. Si quería ganar, tendría que matarla a ella también, y eso no iba a pasar.
Sangwoo giró su cabeza, incapaz de ver el dolor en la mirada de la chica a la que tanto había empezado a querer. No hacía falta que alguien se lo confirmara, él sabía que ella le había visto en los dos últimos juegos; le había visto asesinar a su amigo. Los ojos de la chica reflejaron un profundo odio que hizo que se sintiera aún peor de lo que había hecho. Nunca pensó que haciendo eso la perdería a ella también. Sabía lo que ella quería... que él intentase matarla en el próximo juego. Él nunca sería capaz de hacerla daño, pero sabía que ella jamás lo escucharía, no después de lo que hizo.
—¿Qué te pasa, gafitas? ¿Nervioso por el próximo juego o ya tienes tu estrategia lista? —Me incliné en la mesa para mirarle con una sonrisa burlona. Sabía que ojos disparaban dagas con la mirada. Necesitaba odiarlo, desesperadamente, porque temía haber llegado a quererlo demasiado.
Él me miró triste y avergonzado al principio pero, de repente, pareció dispuesto a afrontar lo que había hecho y me miró sin una pizca de arrepentimiento. Nuestras miradas parecían echar chispas, y el reto en nuestros ojos se veía con facilidad. Los otros dos jugadores presentes, que se habían mantenido al margen de la situación, nos miraban angustiados. Nuestras miradas prometían que el próximo juego iba a ser decisivo... y mortal.
—Si yo caigo, tú caerás conmigo —dije entre dientes, emanando desprecio.
Un hombre que miraba la escena desde una pantalla se giró para hablarle a los demás encargados de los juegos. —El juego final a empezado, muy pronto se derramará sangre...
Lamento el retraso con este capitulo, se me esta dificultando actualizar con los exámenes, espero que os haya gustado. Nos acercamos al final, aquí dejo las próximas decisiones.
-Venus
¿Debería Chicago escuchar a Sangwoo?
O
¿Debería concentrarse en sí misma y en ganar el próximo juego?
¿Queréis una segunda parte? UwU
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