ᴅɪ́ᴀ 22 ↦ ᴘᴇʟᴇᴀɴᴅᴏ ᴊᴜɴᴛᴏs
La comisaría estaba muy unida. Todos eran camaradas que se llevaban muy bien, por lo que decidieron que sería genial organizar un Día Familiar; la idea era que cada miembro llevara a sus familias para un bonito día grupal.
Había abierto hace poco un establecimiento de paintball y tenía un sector de campo, era ideal para pasar el día todos juntos. Nath pensó que sería maravilloso ir con Ania y Amber, y ambas pensaron que sería divertido.
[...]
Amber al final decidió que deseaba sentarse a tomar sol en una reposera cerca de la mesa donde se habían instalado, no quería tener mucho que ver con pintura. Ania en cambio, fue la primera en saltar a querer ponerse el equipo.
Se decidió que se harían equipos de a dos para que todo fuera justo.
—¿Entendiste todo lo que dijo el instructor? —preguntó acomodando la correa de su chaleco.
—Que sí, pesado —respondió por enésima vez.
—Bien —dijo rodando los ojos a la terquedad de su novia. Le preocupaba cómo sujetaba el arma.
—Ya verás, haremos un equipo increíble —chilló la chica emocionada, sin querer apretando el gatillo y disparando contra el muslo de él.
El aullido de dolor de Nath resonó en el pequeño espacio, mientras se sujetaba la pierna. Ania se apresuró a ver si estaba bien, presa del pánico y la culpa.
—Lo siento, lo siento, lo siento —decía pasando sus manos por el rostro masculimo—. Perdón.
—S-Solo...pro-cura apuntar a los demás —respondió aún levemente adolorido.
La zona dónde había dado no estaba protegida salvo por la tela del pantalón, aquel era un juego al cual por la fuerza y velocidad a la que salían los disparos de pintura podía dejar moretones, aún más si no se tenía la zona protegida con el equipo correspondiente.
Nath sabía que Ania no era la mejor a la hora de apuntar, solía tener cero coordinación mano-ojo y nunca acertaba a los tiros, pero había tenido la esperanza de que al menos alguien atinaría los disparos.
No se equivocó, solo que no esperó ser él mismo el que acabara recibiendo la pintura.
Una alarma resonó en el lugar, y los gritos de guerra acompañaron los estrepitosos pasos del enemigo. Nath se recuperó lo más que pudo y tomó la mano de su novia para arrastrarla a algún lugar cubierto donde pudieran protegerse.
Esto, era la guerra.
[...]
Amber había pasado dos horas realmente tranquilas. Se había bronceado, había escuchado música y había coqueteado con algún que otro compañero de su hermano. Qué lindo día.
Dos sombras aparecieron frente a ella, tapando el sol. Media adormilada, se quitó las gafas de sol y pestañeó levemente intentando ver a través de la incandilación.
Aturdida, observó atónita la imagen frente a ella y soltó una carcajada estridente.
Su hermano y cuñada, cubiertos de pintura y tierra, con expresiones de decepción e irritación ante los vitoreos de dos mesas más allá que festejaban haber ganado.
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