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⟦01⟧

Dos niños jugaban animadamente en el jardín delantero de la casa de uno de ellos.

Por ser vecinos, siempre jugaban juntos y andaban de brazos entrelazados de arriba para abajo por todo el reino de Skygall.

-¡Vamos, SunMi! Sube conmigo al árbol-animó el muchachito.

-¿Y si me caigo?-negó la aludida-. Mejor, no, NamJoonie.

-Estarás conmigo, Sunie, nada malo te va a pasar-animó nuevamente.

La pequeña, rendida, accedió y subió con extremo cuidado por el tronco de la gran planta, hasta llegar a la rama donde su amigo estaba sentado.

-¿Seguro que no se va a caer?-señaló la rama.

-Sunie ¿Acaso no ves lo gordo que estoy? Si soporta mi peso es porque es fuerte. Además, tú no pesas nada-sonrió el niño, mostrando unos preciosos hoyuelos.

-¡No digas eso!-protestó, sentandose a un lado de su amigo.

Era cierto, Kim NamJoon tenía unas libras de más en su cuerpo, a diferencia de Kwon SunMi, que era todo lo contrario.

Pero el niño no dejaba de lucir tierno a los ojos de todos los que conocía, sobre todo cuando sonreía y no sólo mostraba sus hoyuelos, sino también esa graciosa y desordenada dentadura. Normal para un niño de seis años como él.

La niña, en cambio, era mucho más delgada, poseía cachetes rellenos, al igual que sus labios, ojos grandes, diferentes a los de su compañero, piel pálida y hacía reír a todo el que la viera mostrar su dentadura, ya que varios espacios estaban huecos producto a que sus dientes de leche se habían caído para darles paso a los de hueso.

-¿Qué te gustaría ser de grande, Sunie?-cuestiona NamJoon.

-Realmente no hay mucho que hacer en este pueblo más que dedicarse a la agricultura, la hechicería, o pertenecer a la corte de los reyes, que es mi futuro. Ya sabes, mis padres son condes y eso...-explicó.

-No sólo puedes ser eso, SunMi. Puedes ser artista también. Desde el siglo XV se han comenzado a formar generaciones de cantantes, pintores, escritores, actores...¿No te llama la atención?

La niña pareció pensarlo y asintió.

-Tal vez sea pintora, realmente me gusta pintar-sonrió-.¿Y tú?¿Qué quieres ser de grande?

-Sabes lo mucho que me gusta estudiar, así que me gustaría ser hechicero, y también explorador-agregó con emoción.

-Futuros encantadores-aplaudió una joven mujer a los pies del árbol-. Pero es hora de que bajen. Ya es hora de almuerzo.

-Ya vamos, mami-dijo NamJoon-. Tú primero, Sunie-animó a la niña a que bajara.

.。.:*✧✧*:.。.

Sin embargo, mientras los niños comían y conversaban animadamente, un joven pelinegro de cortos cabellos se dejaba caer sobe su colchón, hecho un mar de lágrimas mientras sostenía contra su pecho un retrato de su progenitora.

La mujer había fallecido hacía pocos minutos atrás, y su pobre hijo no podía estar más dolido.

El desdichado muchacho se sentó en la punta de la cama, justo a un lado de su mesita de noche, y observó con nostalgia el luminoso cristal que su madre le había dado antes de morir y que sobre dicha mesita yacía.

Es un verdadero cristal Laith. Cada vez que lo mires, me recordarás.

Eso fue lo que dijo la señora poco antes de ceder ante el llamado de la muerte.

La puerta del cuarto fue abierta.

El pelinegro secó con fuerza las lágrimas de sus ojos y volteó a ver al intruso.

Pero sus ojos volvieron a empaparse cuando vió quién era.

Nada más y nada menos que la reina; su amor platónico desde que ambos se conocieron cuando todavía eran unos chiquillos a los que les gustaba corretear de un lado a otro.

-JungKook...-la joven llamó por su nombre.

-Lo siento, mi reina, pero...-sollozó.

-Sabes que puedes llamarme por mi nombre, JungKookie-sonrió de lado y se sentó cerca del chico.

-L-Lo siento, S-SooRa-murmuró, bajando la cabeza-. Pero...

-Necesitas estar sólo, lo entiendo-asintió-. Sólo vine a decirte que, cualquier cosa que necesites, estaré en el salón del trono.

Con cariño, plantó sus carmines labios en la mejilla contraria, y se levantó, saliendo del pequeño cuarto con algo de trabajo, pues su vestido de reina no la dejaba caminar correctamente.

JungKook miró nuevamente el cristal, y como si de su madre se tratase, habló:

-¿Por qué tengo yo que ser un simple consejero real?¿Por qué el rey SeokJin la tiene a ella y yo no?¿Acaso estaba mal que una princesa como lo era ella, se enamorara de un criado como yo?

Y nuevamente estalló en llanto.

Porque su mozo corazón sufría de dos enormes heridas que a cualquiera le resultarían mortales.

No obstante, las lágrimas del chico comenzaron a secarse de repente.

Sus manos se entumecieron, y el chico, asustado, intentó gritar por auxilio, pero su garganta se cerró, ahogándolo poco a poco.

Entre tanto pánico por su situación, pudo sentir como una fuerte corriente lo recorría de extremo a extremo, y una vez esto ocurrió, todo se volvió negro para él.

No veía, no oía, pero en el exterior, tenía plasmada una sonrisa ladina y sus orbes mostraron unas iris completamente apagadas.

Ten cuidado con lo que deseas.

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