μοναδικός
—Asmodeo dime, ¿Cuándo piensas salir de nuevo de esta espantosa oscuridad?
—Solo espera a que las trompetas del cielo suenen y de los cielos baje la más hermosa criatura, la cual conocerá en persona lo que es pecar.
—¿Tan bajo piensas que ese ángel puede caer Asmodeo?
—Hasta más de lo que pienso, solo espera que lo tenga débil ante mí, plebeyo.
—Te recuerdo que es todo lo contrario de lo que tú eres, no te dejara que le toques ni un solo pelo y tu piensa que él va a dejar que te lo cojas, estas demente.
—Demente de tenerlo entre mis piernas.
—Eres un terco.
—Y tu un entrometido.
La conversación entre aquel pecado y su pobre plebeyo había terminado, dejando a uno derrotado y el otro victorioso de poder cumplir con su obsesivo capricho.
Asmodeo por fin podría salir a la tierra para hacer que los débiles cedan ante él, pero estaba cansado, necesitaba algo nuevo y más extremo.
Resentido de su turbio pasado y con ganas de ver a su padre decepcionado y furioso por lo que pensaba hacer, su dulce e infernal venganza estaba a punto de ser por fin una realidad. No aguantaba las ganas de ver al cielo y sonreírle con todas sus ganas al que un día lo tacho de lo más sucio y lo desterró hasta los más profundo de las cavernas, que hoy en día era su putrefacta casa y una de las mayores atrocidades que se pueden encontrar entre los distintos pisos del infierno.
El cambio de cuerpo fue algo difícil, hacía tiempo que no salía a buscar la gran necesidad que le quemaba el cuerpo por completo, moreno, alto, 1,88 metros de estatura, pelo rizado pero suelto, ojos de un color miel intenso adornaban sus lujuriosas cuencas. Salió de aquel callejón sucio y oscuro en busca de su próxima y más esperada víctima, pero este no era cualquier virgen lleno de feromonas que se le cruzara por las repletas calles de Las Vegas. No, él ya tenía su víctima y el poder de atacar al pobre e indefenso cordero.
Miradas hacia él no faltaban, tanto chicas como chicos no podían apartar sus miradas de aquel pecado andante, solo con dar un vistazo, sus cuerpos por completo entraban en calor y como perra en celo buscaban aliviar aquel dolor que carcomía su cuerpo y alma.
Pero no podía ni quería perder el tiempo probando algo ya muy usado para él, él busco lo más extremista que puedo encontrar en aquella ciudad, todo lo que lo rodeaba ya había sido consumido por él o tentado por él mismo, por lo que le tomaba la menor importancia.
Hasta que de lo lejos lo vio, la cosa más santa y virginal que sus ojos hayan visto en su asquerosa vida, piel de porcelana, contextura delgada, ojos azules como el cielo en donde el habitaba.
Una sonrisa se asomó de su boca y sin poner atención a los humanos necesitados de él, se dirigió a paso rápido pero seguro hacia su víctima más esperada y deseada, vio como este se dirigió hacia un prostíbulo, el más visitado de aquella ciudad con la palabra de su padre entre sus brazos y con sus ojos entristecidos y decepcionados de ver como la creación más preciada de su padre había caído tan bajo ante las tentativas de su peor enemigo. Su padre le dijo: "hijo mío el mundo que un día adore y ame, hoy ha caído ante uno de los peores hijos que puede tener, no olvides su nombre y por lo que más me ames no te acerques a..."
—Asmodeo, hermano mío que has hecho.— su mirada triste se dirigió ante el pueblo creado por su padre y con sus ojos pudo ver la putrefacción del pecado en sus ojos, mujeres que deberían estar en sus casas cuidando de su familia, estaban casi desnudas restregando sus anotomías a viejos asquerosos que pagaban millones por verlas desfilar ante ellos, la mirada en los ojos de todo aquel pecador al ver tal espectáculo solo representaba una cosa.
Lujuria.
Y no más pensar el nombre de aquel pecado fue suficiente para que apareciera como invocación hacia él.
—No crees que ángeles como tú no deben estar en sucias ciudades como esta belleza.
—He venido a dictar y congregar la palabra de mi padre a este pueblo perdido en tus tentaciones Asmodeo, pecado número tres, la lujuria.
—Y era necesario decir todo lo que tu querido padrecito te hizo aprender caído mío.
—Ten más respeto ante mi padre y no soy ningún caído, no como tú.
—Ten más respeto hijo de puta, he tenido bastante paciencia, no sabes cuantos milenios tuve que esperar para que tu bajaras a dictar las palabras de aquel sucio padre y hacerte pecar igual que todos aquellos que pasan por aquí.— De manera algo ruda apretó su delicado cuello.
—Oye ten más cuidado con las palabras que salen de aquella horrorosa boca tuya, mi padre solo quiere la redención de este pueblo y de todos los que habitan en este mundo, solo busco divulgar su palabra y salvarlos de tus tentaciones asquerosas.
—No dirías eso si me tuvieras ahora mismo entre tus piernas.
Indignado y sin ganas de seguir gastando su saliva con aquel caso perdido, empezó a caminar por las pegajosas baldosas, la gente sudaba por el exceso de personal que estaba en aquel establecimiento, buscando sanar y libertar todas las almas perdidas que estaban bajo el conjuro de su hermano caído y perdido entre el infierno.
—Buenas noches, vengo a dictarte la palabra de nuestro padre, él solo quiere tu bienestar y el poder de sanarte y libertare de este pecado que rodea tu mente y alma, necesitas alejarte de todo esto y empezar a pedir piedad de tu alma hermano mío.— Se acercó de manera delicada Gabriel hacia un hombre que se encontraba en la barra de licores viendo cuál era su próxima presa de la noche.
—¿Qué carajos haces?, ¿estas drogado?, no necesito la palabra de ningún padre, mejor porque no vamos a liberar esta tensión juntos.
Aquel gordo hombre lo agarro de la cintura, podía sentir su mal oliente aliento entre sus labios y por poco su lengua no roza con su labio inferior.
—Arrepiéntete del pecado que te consume y te consumirá por el resto de la vida, nuestro padre solo quiere lo mejor para nosotros.
—Lo mejor es tenerte gritando en una cama ahora mismo, vámonos.
El hombre lo jalo con todas sus fuerzas, pero él no cedió ante él, con su divina daga se acercó al cuello del hombre y sin piedad rezo primero por aquella alma y rajo de un costado a otro el cuello de este, pidiendo a su padre el perdón de este ser perdido.
"Padre salva su alma perdida en la lujuria y ten piedad de él, su cuerpo y mente fueron cegados por el peor ángel que me diste a conocer, Asmodeo tenía las riendas de todo su cuerpo, mente y alma.
Pero ahora lo libero ante ti, cuida de él y llévalo al descanso eterno, amén"
Al terminar su rezo guardo la sagrada daga y mirando por el vidrioso techo del prostíbulo el estrellado cielo nocturno. Se dispuso a salir de aquel infierno y poder predicar la palabra divina en otro sitio donde pueda ser escuchado de manera correcta. Paso ante las miradas llenas de deseo a su alrededor he intentado ignorar esta horrible sensación que sentía su cuerpo al ver como las almas de los hijos de Dios estaban perdidas totalmente en el pecado eterno. Pocos alababan hoy la palabra de su padre y eso le dolía.
—No es necesario estar triste cariño, las personas disfrutan de no tener mandatos que los persigan por siempre, ¿no ves lo felices que se sienten?, deja eso y ven conmigo.
—Por eso necesito salvar a estas condenadas almas de demonios como tú Asmodeo, solo causas asco al tener a todo este pueblo en el pecado carnal, ellos necesitan redención y paz en sus vidas. Tú solo los condenas a tener ese pecado en sus vidas.
—Pero no crees que si tú la vivieras te sentirás mejor, solo una probada es suficiente para que puedas sentir el verdadero placer que ni tu padr...
Sin llegar a terminar su oración, el ardor se sintió por toda su mejilla extendiéndose hasta lo más bajo de su entrepierna, no sabía cuan excitante era recibir una cachetada y más si esta era bendecida con agua bendita para no tener sus manos sucias de cualquier pecado.
Su mirada oscureció de tal manera que el pobre ángel tembló solo un poco delante de él, no se había sentido tan intimidado ni con la mirada de su padre, pero con el de un desterrado era diferente, su mirada no era de decepción ni enojo como lo veía en los cielos cuando decía o hacia algo indebido o mal visto a los ojos del todo poderoso, su mirada era de completa lujuria y satisfacción, el fugo consumía sus cuencas de manera tan ardiente que a kilómetros se podía ver sus ganas de pecar con él.
—Hazlo de nuevo caído.
—Deja de decirme así y no lo hare de nuevo, solo quemas mis manos, ardes como el infierno.
—Eso es lo que quiero, quiero arder como el infierno y que tú lo hagas junto contigo, déjate caer en la tentación y que tus ojos con las más puras aguas remojen toda tu cara de placer y le supliques a el que todo lo ve el perdón de ti, vamos a ver si después de esto podrás entrar de nuevo a tus tierras, caído.
—Mira te voy a decir algo y espero que te quede claro, esto va contra de mis palabras y ordenes, pero, espero que te mueras y que mi padre te de el castigo más grande que él te pueda dar, no se por qué Dios me trajo justo para poder libertar a estas personas de ti, pero por lo que veo solo nos queda arrasar con ellos y volver a tener el orden.
—No crees que tú Dios puede hacer y deshacer, son sus hijos y se supone que él tiene la palabra sobre ellos, no son unos malditos títeres que necesiten ir detrás de su culo, son autónomos y pueden seguir o no su mandato, así que te voy a decir algo hijo de perra.— su paciencia se había agotado, el divino arcángel no paraba de hablar y hablar del ser que más odiaba.
—Mátame de todas maneras sabes que me pueden reemplazar y estaré feliz de que por lo menos pude servirle al padre, no como otros que solo miraban que ángeles poder coger para degustar sus deseos.— una sonrisa algo burlona apareció de su perfecta cara, pero no tardo más de un segundo en ser reemplazada por una de dolor al sentir la gran y pesada mano sobre su mejilla.
—Si no sabes lo que originalmente paso es mejor mantener la boquita calladita no crees, así que vamos a hacer una cosa. — El arcángel se encontraba con su cara baja, pero de un sopetón fue hacia arriba por los dedos que Asmodeo enredo entre sus mechones dorados.— Te voy a dar la mejor noche de tu vida y tú mismo decides, vas con tu padre y ruegas perdón o te consideras un caído.
—Primero muerto a ser un plebeyo tuyo.
—Está bien.
Y en contra de su voluntad Asmodeo forcejeó con Gabriel, pero era inevitable y aunque su daga se clavara en lo más hondo del pecho de Asmodeo, beso aquellos delgados y vírgenes labios. Asmodeo sintió sus pies en el cielo al sentir la suavidad de estos sobre los suyos, no se había sentido así con ningún simple humano que se le había atravesado en el camino, Gabriel era diferente, el ser su primer arcángel entre sus manos, le daban ganas de dejarlo ahí y jamás soltarlo.
Por otra parte, Gabriel no sabía cómo reaccionar, Asmodeo estaba prácticamente devorando sus labios y estos se sentían calientes, pero para que mentir ¿era normal sentir asco, pero ahora solo necesitaba probar un poco más de estos?, debe estar loco.
—¿Estas demente? Oh mi padre perdón por el pecado que he cometido en contra de mi voluntad, deje que mi cuerpo cayera en la tentación de la lujuria.
—¿Qué?, orando a tu padre por un pecado que ni fue tuyo, enserió dime ¿Qué tan comida te tiene la cabeza aquel hombre?
—No tengo la cabeza comida, tú la tienes ¿Cómo se te ocurre besar a un hombre en pleno prostíbulo?, eso no es para nada bien visto.
—Haber cariño, primero estamos en una época diferente es completamente normal que pase esto y segundo podemos ir a un lugar más privado si quieres.
—No lo creo, prefiero ir de nuevo a casa y decir que este mundo ya está perdido, es hora de que las campanas suenen y el fin de todo esto se lleve a cabo.
—Que mente tan fría tienen por allá, y los creyentes alabando esa llegada tan atroz.— su brillante y cautivante sonrisa llego a los ojos de Gabriel, quien no pudo apartarlos de momento por lo deslumbrante que le llego ser, ¿Cómo carajo podía tener semejante sonrisa? Joder. Perdón padre.
—Creo que es hora de irme, este lugar me está mareando.
—Te ayudo.
—No gracias yo solo puedo.— Sin razón alguna sus piernas empezaron a temblar, no entendía que le pasaba, su cuerpo por completo sintió un calor que se emanaba desde sus pies hasta la cabeza, pero donde sentía una increíble presión y acumulación de su divina sangre era justo debajo entre sus piernas.
—¿Te sientes bien Gabriel?— Una sonrisa burlona salió de los labios de Asmodeo.
—¿Qué me hiciste Asmodeo?— de sus ojos se podía ver una fina línea de lágrimas que amenazaban en salir, pero entre más parpadeaba más se acumulaban sin querer salir.
—¿Yo?, me viste hacer algo para que estés en ese estado.— Su lengua paso de un extremo a otro en su labio tanto inferior como superior.— No señales con un dedo sabiendo que tres más te señalan Gabriel, ¿no te enseñaron eso en el cielo?— Se acercó lo suficiente como para quedar justo en su oreja y morder solo un poco el lóbulo de este, lo cual el cuerpo de Gabriel le respondió con un dulce jadeo y una corriente eléctrica que paro justo en su entrepierna.
—¿Qué me estás haciendo? Para, por favor.— Sin poder soportar más el dolor que tanto necesitaba liberar Gabriel solo alcanzo a sostenerse de los hombros de Asmodeo temblando debajo de estos.— Por favor ayúdame, me duele mucho.
—¿Quieres que te ayude? Que yo sepa antes me querías lo más alejado posible de ti, ahora mírate temblando a más no poder, a ver déjame adivinar, tú querido Dios no te conto que mi mayor arma es mi sonrisa, un solo vistazo y los efectos surgen.— Mientras Asmodeo le susurraba al oído una y sin fin de tentaciones bajaba lentamente su mano por todo el pecho del arcángel el cual solo podía temblar y responder ante el tacto.
—Asmodeo por favor, vámonos de aquí, me duele como el infierno.
—No mientas ni siquiera haz pisado aquel hoyo, pero lo sentirás solo espera.
Sin esfuerzo alguno Asmodeo cargo a Gabriel hasta el último piso de aquel lujoso establecimiento, ante sus ojos solo podía visualizar un sinfín de habitaciones donde lo único que escuchaba era los choques de las pieles, los gemidos y jadeos y el terrible olor a excitación que emanaban cada una de las habitaciones.
—Espero estés preparado para todo lo que está a punto de pasar, te aseguro que pedirás suplicas a él todo poderoso y ni él te podrá salvar de este infierno.
—Púdrete, tu alma estará perdida en los lamentos de todas aquellas almas que pedirán el perdón de nues... ¡ahg!— El lamentoso grito de Gabriel solo pudo endulzar los oídos del mas caído.— No lo muevas de esa manera, hmng, ¿Qué me estás haciendo?, dímelo por favor.— Sus piernas temblaban con cada delicado recorrido que daba Asmodeo a lo largo de su hombría con su dedo, las lágrimas por arte de magia empezaron de desbordarse de sus cuencas y rastros de pequeños hilos de saliva decoraban su mandíbula.
—Nada solo quiero el mejor alivio que puedas tener Gabriel.— Su nombre se escuchaba bien saliendo de sus labios.— Solo necesito saber una cosa.
—¿Cuál?— Sin darse cuenta ambos ya habitaban una pieza que simplemente era iluminada por pocas luces pequeñas de colores, casi no podía ver su cara y la luz de la luna daba un vago vistazo a lo que reposaba en el cuarto.
—¿Qué es lo que quieres? Dime.— Los ojos de Asmodeo se tornaron de un color brillante, un dorado que asimilaba a la miel más pura que podías admirar, ante esto Gabriel solo pudo tragar lento y respirar de manera irregular, sintió un gran picor en sus ojos y las lágrimas no paraban de brotar.— Tienes unos hermosos ojos plateados cariño.
—Mis ojos son azules.
—Pero están de color plateado.—Asmodeo hermano mío, mira lo que me haces.— Sin esperárselo Gabriel acerco su mano hacia su entrepierna, así soltando un gemido, había caído. La sonrisa del demonio no se hizo esperar en asomarse al lograr su gran cometido.
—¿Te duele bastante Gabriel?— El pobre arcángel asintió con un suave movimiento de cabeza acompañada con un lamento que se asimilo como un chillido de un perro indefenso.
—Por favor sálvame.— Al parecer estaba comenzando a delirar al no poder salir de su desespero.
—Como digas.
Sin hacerlo esperar más beso de nuevo sus vírgenes labios que al primer bocado solo podía pensar en "gloria". Sin separarse un solo centímetro lo llevo a la acolchonada cama que estaba a la espera. Sin separarse ambos ocuparon aquel cómodo mueble y los chasquidos no dieron espera para llenar la pieza de sonidos obscenos, Asmodeo solo podía pensar en lo glorioso que era estar por encima de Gabriel, mientras el nombrado solo podía retorcerse de todo lo que su contraparte le estaba haciendo sentir, no era nada bueno.
—Para por favor, recibiere esto como un castigo del cual debo aprender, pero libérame de tus cadenas, por favor.
—Entre más suplicas más ganas me dan de enterrarme dentro tuyo Gabriel.
—Para, ahg~
No lo soportaba más, era ahora o nunca, sin esperar un segundo más Asmodeo rasgo las sagradas prendas que cubrían el celestial cuerpo del indefenso caído, y era la perfección completa. Su piel color vainilla estaba cubierta de una delgada capa de sudor, su abdomen era plano y su cintura de avispa solo le daban ganas a Asmodeo de enterrar sus garras sobre ellas, la punta de su hombría goteaba el dulce sabor que había mantenido dentro durante milenios.
—No sabes lo apetecible que te ves en este momento cariño.
—No digas blasfemias, esto es lo más vergonzoso.
—Dejaras de tenerla, solo aguarda.
Frente a sus puros ojos Asmodeo le mostro lo que su propio padre denomino como pecado, sus ojos aguaron y su boca se seco por completo, no tenía control absoluto del temblor que recorría por completo su anatomía. No entendía lo que le pasaba, pero su nublada mente buscaba algo que lo asustaba por completo, Placer.
—Desearas no haber nacido Asmodeo padre del pecado más atroz, la lujuria.
—Desearas cometer una y sin fin más de pecados conmigo Gabriel padre de la castidad.
Con un solo brazo la lujuria dio vuelta a su virtud dejándolo boca abajo y dándole una buena vista de la anatomía que acompañaba su pura alma, sus manos picaban al no tenerlas sobre aquellas dos suaves masas que cubrían su entrada al cielo. Lentamente delineo desde el inicio de su columna hasta el final de esta con su puntiaguda uña, acusando un gran escalofrió y excitación a la pobre alma desamparada.
Cuando por fin ambas manos estuvieron en el comienzo de aquellas masas, las toco de manera suave provocando más escalofríos y calores en el pobre ángel, amaso a tal punto que no lo soporto y su pesada mano derecha impacto en un fuerte impacto contra la mejilla derecha.
—¡Ahg¡ ¡¿Qué crees que estás haciendo?!
—Liberándote del dolor que yo mismo cause.
—Se más suave idiota.— Otro golpe impacto sobre su pobre masa.
—Los ángeles no dicen malas palabras y a decir verdad no pensé que fueras a caer tan bajo Gabriel.— En ese momento su mente se ilumino ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba en ese estado con su peor enemigo? Su mente daba vueltas.
—¿Qué estoy haciendo?, ¿Qué me estás haciendo?— Saladas lagrimas cayeron de su rostro al saber que había caído ante la tentación y el deseo.
—Yo nada, eres tan frágil y pobre de poderes que no resististe como me lo esperaba, pero tranquilo no es nada malo lo que vamos hacer.— Mientras hablaba acomodaba de manera correcta su dedo para deslizarlo hacia su objetivo. —Tu padre ha metido tanta mierda en tú cabeza que no ves todo con claridad amado mío, pero yo te abriré la venda que cubre tus ojos y veras de lo que de verdad todos estamos hechos.— Lentamente comenzó a introducir su dedo en su apretado canal.
—Duele, para, me duele.
—Pronto te acostumbraras, solo relájate.
Ante sus instrucciones y lo confuso que se sentía en ese momento Gabriel solo podía acatar las palabras que le decía Asmodeo, solo podía sentir el calor de algo introducirse dentro suyo y de manera casi inmediata el movimiento del mismo asimilando la búsqueda de algo. Hilos de saliva salían poco a poco de su cavidad bucal y las lágrimas se convirtieron de arrepentimiento a placer en un santiamén, de manera inconsciente su cuerpo empezó a moverse para buscar más de aquel extraño placer que le daba su contrario.
—Pensé que no querías nada Gabriel, mírate, estas todo desesperado buscando por más.— No obtuvo respuesta alguna por parte del ángel.— Respóndeme Gabriel, dí algo.
—Eres de los peore... ¡ahg! Asmodeo.— Ante sus palabras nada agradables para sus oídos, Asmodeo introdujo sin previo aviso el segundo dedo dentro del arcángel, moviendo sin compasión ambos en lo más profundo de su ser, Gabriel podía sentir como si Asmodeo buscara algo dentro de él, pero su concentración solo estaba en una, no, dos cosas dentro de él.
Los dedos de Asmodeo se podían sentir atravesar todo su ser, no entendía como había caído tan bajo con tan poco, él era uno de los ángeles más importantes para su padre y ahora esta derretido entre los brazos de su mayor oponente, rogado en dulces susurros lo bien que lo hace sentir y el cómo está desesperado por su pronta liberación.
—Falta poco para encontrarlo, lo sé.— Sus pensamientos lo habían desconcentrado por completo de los diálogos lanzados por Asmodeo, no entendía lo que decía el contrario.
—¿Para encontrar qué?, es todo lo que tengo.— Una gran carcajada se escuchó en la habitación.
—No, tienes un punto demasiado débil, todos los tenemos solo necesi...— Y como si fuera revelación divina encontró aquel pequeño botón que lo llevaría a la locura.— Esto te va a encantar.
—No te entiendo Asmodeo, por favor solo...— Ambas cuencas de sus ojos se abrieron al máximo, los hilos se convirtieron en cascadas y las lágrimas salían sin permiso alguno, un grito de éxtasis y gloria envolvió toda la habitación y el pecado sonrió, las embestiduras hacia su cuerpo eran brutales, sus ojos se tornaron blancos del placer que sentía, ¿por qué ese punto en específico le causaba tanto?
—No lo resisto más, lo necesito ya.— Asmodeo sin pizca de cordura en sus ojos alineo su hombría lista para ser recibida, todo su cuerpo ardía y lo único que ante sus ojos podía calmarlo era el pequeño cuerpo que estaba dando una buena vista.
—¿No resistir qué?, Asmodeo por favor te lo suplico, ayúdame con esto.— Sus balbuceos resultaban tiernos para los ojos del oscuro, lamio su labio inferior de extremo a extremo, alineo su necesitada hombría y en un gruñido bestial dijo: "relájate y contente, eso será lo mejor que hayas sentido en la divina gloria de Dios".
Sin necesidad de más palabras, Asmodeo empujo su falo al paraíso que lo esperaba, su mente se nublo, ambos ojos blancos de placer se podían ver en el rostro del pecado y la vista de cómo se enterraba dentro del ángel era algo que quería tatuarse para toda su maldita vida.
Gabriel, el pobre Gabriel solo sintió el ardor de algo entrado en él, grande y picoso era lo que invadía su alma, el sentirse totalmente sumiso ante tal ser lo bloqueo, no sabía qué hacer ni que pensar, solo sentía una cosa.
—¡Ahg!, Asmodeo duele, me duele y quema por completo, me sien... Me siento lleno, no puedo más.
—Sí, sí que pues, no vamos ni en la mitad Gabriel solo... Mierda solo aguantate, juro que no te decepcionare, ahora relájate y disfruta.— En un movimiento brusco Asmodeo lo enterró por completo haciendo que Gabriel no aguantara más, espesos y largos hilos de perlada sabiduría salieran de su cuerpo, manchando por completo su pecho y alguna parte de la cama, su cara estaba hecha un desastre, su cuerpo temblaba y su boca estaba llena de saliva que pedía ser escurrida por su barbilla.
—¿Enserio Gabriel?, solo con hacer eso y ya te vienes, dime ¿Cómo te sentiste?, necesito saber qué es lo que sientes ahora antes de que los estragos desaparezcan.— Hablo Asmodeo.
En su mente pasaban muchas cosas, su padre, el reino, su cuerpo y alma, pero ante todo lo que acabo de pasar y es que no era nada de lo que su padre le había dicho, él se sentía...
—Bien, se siente genial Asmodeo, no me había sentido así en vida, ni sintiendo el gozo y amor que mi padre me da.— Gabriel lo miro a los ojos y este pudo ver como Asmodeo sonreía victorioso.
—Que bien, porque este es el inicio de lo que va a pasar a continuación.— Asmodeo pudo sentir como Gabriel volvía tener ese calor característico de la debilidad que sentía hacia él, lentamente se empezó a mover sacando un pequeño gemido de Gabriel, quien inconscientemente poco a poco empezó a mover sus caderas hacia el en busca de algo.
—¿Qué buscas Gabriel?
—Nada, no busco nada.
—¿Seguro?
—Si.— ante las preguntas de Asmodeo decidió aclarar su cabeza y poder tener por lo menos un poco de razonamiento en su ser y se dio cuenta de que Asmodeo no movía ni un solo musculo, todo el trabajo de penetración lo hacia el mismo.
—Parece que quieres buscar algo por ti solo, utilízame como quieras Gabriel, hare lo que más deseas y lo cumpliré, pero solo déjame verte en este estado para siempre.
—Deseo que dejes de tentar a todos y dejes este mundo libre de ti.— Grave error.
Asmodeo enfadado por la respuesta y harto de que le restriegue a su padre, con su mano agarro un puñado de su dorada cabellera y respirando hondo comenzó a moverse de manera brutal, embistiendo una y otra vez el cuerpo de Gabriel.
Ante esto Gabriel grito, sus ojos se llenaron de nuevo de lágrima. Balbuceos y gemidos llenaron aquella habitación iluminada por la luna, Gabriel era un desastre, su cara era una imagen indescriptible de placer, mientras Asmodeo se empeñaba en dejar en claro lo majestuoso que era su trabajo.
—Cae Gabriel, cae junto a mí y encontraras lo que de verdad es todo lo que te rodea, vivirás con este placer toda tu vida y podemos ser felices juntos, solo quiero que lo digas.
—Jamás.
—Dilo.
—No.
—¡Dilo!— su furia se intensifico, y comenzó a arremeter contra Gabriel con más rudeza y fuerza a tal punto que Gabriel solo gritaba y temblaba, su cara mojada de lágrimas y su lengua afuera preparada para recibir cualquier cosa, estaba sumido en el placer, solo podía pensar en el placer del momento, ya se dio cuenta de que perdió.
—Yo Gabriel ángel de la castid... Ángel de la castidad renuncio a mi puesto ya que he caído.
—Eso era todo.
En eso lo encuentra de nuevo, su punto débil y sin pensarlo más, violento este punto haciendo perder más la cordura de ambos, el sudor recorría sus cuerpos, las venas de cuello, brazos y hombría de Asmodeo eran cada vez más notorios, Gabriel solo podía gritar, llorar y babear en respuesta a lo que sentía y el choque de sus pieles era la nueva melodía favorita de ambos.
—Perdón padre porque he pecado.
—Tú padre anhelaba tal pecado.
Unos choques más y sin piedad alguna Asmodeo dio el último y más bestial movimiento lo cual llevo a el orgasmo de ambos.
Por un lado, Asmodeo se sentía libre, sentía como su esencia recorría todo el cuerpo de Gabriel marcándolo como su mayor premio. Mientras que Gabriel solo sentía algo muy caliente llenarlo por completo y el cómo su propia esencia mancho por cierta su cara, ¿Cómo pudo ser eso posible?
Sin tener la más mínima energía en su cuerpo miro la luna y pudo ver como esta se encontraba roja, algo que maravillaba a los humanos, pero para él solo era la señal de su padre enojado y decepcionado de él. Pero no salió ni una sola lagrima por parte de él, ¿Por qué?
Solo pudo asomar una sonrisa y antes de cerrar sus ojos escucho la voz cansada de Asmodeo decir:
"Eres todo un caído, mi ángel caído y ten en cuenta, que tu padre quiere que en los cielos pase esto, así en la tierra como en el infierno"
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