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019.ᴀʙᴏᴜᴛ ᴄᴀᴍᴘꜱ ᴛʜᴀᴛ ʀᴇQᴜɪʀᴇ ᴀɴ ᴜʀɢᴇɴᴛ ᴍᴀɢɪᴄᴀʟ ᴀʀᴛɪꜰᴀᴄᴛ

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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴀᴍᴘᴀᴍᴇɴᴛᴏꜱ Qᴜᴇ ʀᴇQᴜɪᴇʀᴇɴ ᴜɴ ᴀʀᴛᴇꜰᴀᴄᴛᴏ ᴍÁɢɪᴄᴏ ᴜʀɢᴇɴᴛᴇ

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PARA CUANDO LLEGAMOS al campamento fue bastante caótico. Era ya de noche y el taxi casi nos despluma de lo caro que nos salió el trayecto desde el aeropuerto.

El campamento era un desastre. Habían pasado unas dos semanas bastante duras. La cabaña de artes y oficios había quedado carbonizada hasta los cimientos a causa de un ataque de un Draco Aionius (un dragón).

Las habitaciones de la Casa Grande estaban a rebosar de heridas; los chicos de la cabaña de Apolo habían tenido que hacer horas extras para darles los primeros auxilios.

Lee me dio un fuerte abrazo, negado a dejarme ir y llenarme de preguntas sobre mi bienestar, Will a su lado asentía a todas las dudas, escuchando atentamente para traer cualquier cosa que necesitara, todo mientras Kayla se aferraba a mi cintura llorando angustiada.

—Me prometiste que entrenaríamos juntas y luego te fuiste —sollozó. Le di un abrazo, bastante arrepentida por haberla hecho llorar, pero ella no parecía tener intenciones de soltarme.

La peor parte me la llevé de Michael. Me gritó hasta dejarme sorda.

Lo aceptaba, quizá me pasé un poco yéndome sin avisar a nadie, pero no es que tuvimos mucho tiempo, las arpías iban a despellejarnos.

—Percy hizo aparecer un mensaje Iris hace unas horas en medio del comedor —dijo Will, ansioso por contarme todo lo que me perdí—. Tántalo ya no es más el director de actividades.

—Reinstauraron a Quirón y no van a expulsarlos —agregó Lee cuando lo miré confundida.

Solté un suspiro de alivio. Eso explicaba porque Dionisio aun no me había convertido en una ardilla.

No fue mucho después, quizá unos quince minutos desde que llegamos que Percy, Annabeth, Grover y Tyson aparecieron subidos en una manada de centauros fiesteros y locos.

Al parecer, los centauros tienen una increíble habilidad a la hora de viajar, las distancias que son capaces de recorrer cuando tienen prisas, son muchos más cortas que las de los humanos.

«Oww yo quiero viajar en centauro también» pensé casi haciendo un puchero cuando vi a Percy bajarse del lomo de Quirón.

—Percy ya llegó, hurra —dijo Michael con tono seco—. Ahora Darlene podrá babear tranquila y a gust...¡Ay!

Sus hermanos se rieron cuando le di una patada para callarlo.

El resto del campamento apareció por la colina, emocionados se agolparon en torno al árbol de Thalia.

En cuanto Clarisse cubrió la rama más baja del pino con el Vellocino de Oro, la luna pareció iluminarse y pasar del color gris a plateado. Una brisa fresca susurró entre el valle, todo pareció adquirir más relieve: el brillo de las luciérnagas en los bosques, el olor de los campos de fresa, el rumor de las olas en la playa.

Poco a poco, las agujas del pino empezaron a pasar del marrón al verde. Todo el mundo estalló en vítores.

La transformación se producía despacio, pero no había ninguna duda de que la magia del Vellocino de Oro se estaba infiltrando en el árbol, lo llenaba de nuevo vigor y expulsaba el veneno.

Quirón ordenó que se establecieran turnos de guardia las veinticuatro horas del día en la cima de la colina, al menos hasta que encontráramos al monstruo idóneo para proteger el vellocino.

Dijo que iba a poner de inmediato un anuncio en El Olimpo Semanal.

Entretanto, los compañeros de cabaña de Clarisse la llevaron a hombros hasta el anfiteatro, donde recibió una corona de laurel y otros muchos honores en torno a la hoguera.

Al resto...nos ignoraron. Actuaron cómo si ni siquiera nos hubiéramos ido. Y fue mejor así.

—Si les damos honores por haber participado, sería reconocer que se escaparon y sí tendrían que ser expulsados —me dijo Silena en voz baja.

A mi no me importaba realmente. Solo quería dormir y una hamburguesa con queso. No en ese orden precisamente.

A la mañana siguiente, una vez que los centauros partieron para Florida, Quirón hizo un anuncio sorprendente: las carreras de carros continuarían como estaba previsto. Tras la marcha de Tántalo, todos creíamos que ya eran historia, pero al fin de cuentas parecía lógico volver a celebrarlas, en especial ahora que Quirón había regresado y el campamento estaba a salvo.

Tyson no quería saber nada de volver a subirse a un carro, y Percy y Annabeth esta vez competirían juntos. Me estaban pidiendo que participara con ellos cuando los de la cabaña siete me secuestraron.

—¡Es nuestra y no la devolvemos! —gritaba Lee mientras corría llevándome en su hombro como bolsa de papas.

—¡Lee, bajame! —le dije riéndome.

Sobra decir que Percy y Annabeth no se lo tomaron muy bien. Michael y Percy acabaron discutiendo bastante fuerte y Annabeth incluso lo atacó y salió corriendo detrás de nosotros en mi defensa.

Al final, Kayla y Will me pusieron ojitos de bebé y no pude negarme, les dije que seguiría siendo con ellos.

Lee y Michael me interrogaron esa tarde, querían saber todo sobre la misión. Ninguno estaba contento con casi haberse perdido mi boda.

—La próxima vez que vayas de misión, seremos nosotros tres —dijo Michael. Su hermano mayor asintió.

—Sabemos que te gusta Percy —agregó Lee. Michael a su lado hizo una mueca como asqueado—. Pero no estaba jugando cuando dije que eras nuestra, la cabaña siete te adoptó, ahora estás estancada con nosotros.

Había notado lo posesivos que eran ambos. Posesivos y egoístas. Pero sabía que no lo hacían por maldad, eran celosos en su idea de ser el centro de todo, lo cual tenía sentido considerando quién era su padre.

Y además, Percy y Annabeth también eran celosos.

Pero así los amaba, aun cuando no querían aceptar que mi amor alcanzaba para todos.

También me pusieron al tanto de lo que había ocurrido mientras no estuvimos, sobre todo en el mundo mortal.

Al parecer, Apolo estaba en medio de una rabieta.

—No sabemos qué le pasa —me dijo Lee—. Pero esta muy enojado, los incendios en el este son incontrolables y los focos de enfermedades virales aumentaron un 14% en comparación al año pasado.

Yo sí sabía por qué estaba tan enojado.

Pero decidí no contarles a ellos tampoco.

Ambos adoraban a su padre. Aun cuando sabían que podía ser alguien peligroso, estaban orgullosos de ser hijos de Apolo.

Si descubrían la verdad, los heriría. No los haría elegir entre su padre y su mejor amiga. Incluso sabiendo que me elegirían a mí, tomar aquella elección los lastimaría.

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La noche antes de la carrera, me subí al techo de mi cabaña a ver las estrellas. Estaba tan perdida en la tranquilidad que tardé un poco en darme cuenta que no estaba sola.

Era una mujer hermosa, jamás había visto a alguien así. Claramente, tenía que ser una diosa.

Estaba vestida con una sencilla túnica blanca, su cabello castaño estaba recogido y tenía apliques brillantes aquí y allá. Sus ojos azules resplandecían como zafiros, pero su mirada era fría, desdeñosa. Estaba de pie frente a mí, observándome de arriba a abajo de forma analítica.

—Tenía especial interés en conocerte, Darlene —dijo finalmente. Su voz era suave, armoniosa y me hizo sentir como si estuviera frente a una princesa Disney.

—Y-Yo...

Ella sonrió. No cálida, pero tampoco maliciosa, era más una sonrisa melancólica, triste.

Me di cuenta que no era desdén la forma en la que me miraba. Era sufrida. Está diosa sentía dolor de verme.

Como si estar frente a mí la lastimara profundamente.

Sabía quién era.

—Lo siento —murmuré bajando la cabeza—, lo siento tanto, señora Psique.

Ella apartó la vista, soltando un suspiro.

—No te disculpes, no sirve de nada ahora —dijo con tono seco. Me estremecí de solo pensar en tener a otra divinidad planeando mi muerte—. No vine a hacerte daño —agregó quizá sintiendo mi inquietud.

—Lo sé —respondí. Me di cuenta que en ningún momento sentí miedo frente a ella, no me sentía como si estuviera peligro.

—Le diste un buen susto a Eros —comentó divertida—. Ha estado paranoico todo el año, más de lo que normalmente lo ha sido desde tu nacimiento. La paternidad...le sienta bien, aunque no sepa como lidiar contigo a veces.

La miré atónita, no podía creerme que ella se tomara todo con tanta tranquilidad.

—Pero él...

—No es lo mismo, los dioses no son iguales a los mortales —interrumpió entendiendo lo que estaba pensando—. La eternidad y el poder divino tiene sus beneficios, pero la mortalidad es preciada aunque probablemente ningún dios lo admitiría nunca.

»La fragilidad de la vida humana, y por ende, la fuerza de la subsistencia, de nunca rendirse, la manera en que enfrentan el tiempo, siendo conscientes de su propia mortalidad y fingiendo que son imparables. Eros sabe que puedes morir en cualquier momento, no sólo por tu esencia mestiza sino también por una infinita lista de posibles causas comunes. Por eso muchos dioses eligen no vincularse con sus hijos semidioses, el dolor sería...insoportable.

»Es por eso que estoy aquí —dijo mirándome fijamente—, lo que te ocurrió durante la misión lo tiene bastante preocupado. Él sufrió mucho cuando tuve que pagar el precio de mi traición, ya habrás comprobado que la crueldad de los dioses puede ser bastante para un mortal.

Asentí—. Pero no estoy dispuesta a esperar tranquila a que los dioses me castiguen por algo que no hice.

Ella sonrió.

—Ojalá hubiera tenido tu valentía cuando era humana, pero eran otros tiempos. Yo no hubiera podido enfrentarme de esa manera a la señora Afrodita, aunque me hubiera gustado.

—Usted también era inocente —murmuré recordando su historia. Ella no había tenido nada que ver en la imprudencia de los ciudadanos que idolatraron su belleza por encima de la misma diosa de la belleza. Ellos eran los que deberían haber sido castigados.

—Así es, y porque conozco el sufrimiento de cargar con la ira de una divinidad cuando eres inocente, es la razón por la que nunca intenté nada contra tí o tu madre —dijo—. Incluso aunque quiera estar furiosa con ella, no puedes decirle que no a un dios. Al único que culpé fue a mi propio esposo.

La señora Psique realmente era un ángel. Entendía fácilmente por qué papá se había enamorado de ella. Lastima que para que yo naciera, ella tuviera que sufrir.

—Me temo que te ha tocado un destino cruel —murmuró—, estás atada a un dios.

—¿Es por Apolo? —pregunté enarcando una ceja. La verdad es que medio ya sabía eso, sunboy no dejará nunca de incordiarme.

Ella asintió, aunque la sonrisa que me dio me hizo dudar de si estábamos hablando en los mismos términos.

—Supe que conociste a Peitos —comentó.

—Ella me dio un buen consejo —dije asintiendo. Psique sonrió, como si tuviera un secreto que la divertía.

—Peitos es...bueno, muy persuasiva, ese es su dominio, pero es más que solo persuadir, es la persuasión ligada a la atracción —explicó—, pudiste lograr tu cometido y pronto descubrirás por qué.

Quería preguntarle sobre eso, pero la verdad, quién sabe cuándo volvería a hablar a solas con ella.

—Papá me había dicho que quería presentarnos.

—Sí, lleva insistiendo en eso por meses, su deseo era que pudieramos llevarnos bien —respondió—, pero no me sentía cómoda con eso todavía.

—¿Ahora sí?

Ella hizo una mueca.

—Me temo que Eros está pasando un mal momento, ha descubierto algo que no le gusta para nada y está en negación, creyendo que puede evitar algo que está destinado por las moiras. Mi lugar como su esposa es apoyarlo y darle calma, y sí eso puedo hacerlo visitándote y quitándole un peso de encima, entonces lo haré.

—Creo que ustedes tienen una relación muy bonita.

—Gracias —dijo sonriendo.

—Lamento ser la piedra de la discordia en su familia —murmuré avergonzada.

—Las familias a veces son una verdadera carga —dijo con afecto—, y ya habrás notado que las familias inmortales son una carga eterna. Lo mejor que podemos hacer, es recordar que seguimos siendo una y por qué nos queremos, eso reduce un poco los efectos colaterales de las discusiones.

Sonó la caracola a lo lejos, marcando el toque de queda.

—Deberías ir a dormir —dijo mirando los establos de pegasos a lo lejos con los ojos entrecerrados—, tienes una gran carrera por la mañana, te estaremos animando.

—Gracias.

—Ah, y cuando tengas unos días libres, ven a visitarnos —agregó—, me gustaría conocerte un poco más, Darlene Backer.

Dari conoció a su madrastra y sobrevivió. Otro día viva en el mundo de los semidioses.

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