027.ᴄʟᴀᴠᴇʟᴇꜱ ʀᴏᴊᴏꜱ
Aviso de contenido: Apolo se nos puso en modo fifas, pido perdón porque me quedó un toque tóxico al principio.
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ᴄʟᴀᴠᴇʟᴇꜱ ʀᴏᴊᴏꜱ
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APOLO ENOJADO NO SE LO RECOMIENDO A NADIE.
Mi instinto de supervivencia me puso en máxima alerta. Tragué saliva, dando un paso atrás.
—¡¿Qué estás haciendo aquí!? —grité en voz baja.
Él entrecerró los ojos, con las manos detrás de la espalda y avanzó hacía mí con el sigilo de una serpiente. Retrocedí más, y me dio la impresión de ser una presa a punto de ser cazada.
—Resultaste más parecida a mí de lo que esperaba —dijo en voz baja, como si estuviera diciéndoselo a sí mismo.
—No estoy para tus estupideces, Apolo. —Miré hacía la entrada de la carpa, pero no parecía que alguien se hubiera dado cuenta que uno de los Olímpicos se había aparecido en el Santuario—. No puedes estar aquí, si te ven vas a arruinar todo el plan.
Ladeó la cabeza y los celos que brotaron de él me marearon. El aire en la tienda se cargó de un calor abrasador.
—Cuéntame, ¿te divertiste mucho con tu nuevo amiguito? —preguntó, ignorándome por completo.
—Pero... —Lo miré asombrada y la ira me invadió—. ¡Ni se te ocurra venir a reclamar por algo que no te corresponde!
Un destello brilló en sus ojos y avanzó a zancadas hacía mí.
—¡¿Qué no me corresponde?!
Me subí a una de las literas y corrí al otro lado de la carpa, con el psicópata celoso siguiendome. La adrenalina latía en mis venas mientras trataba de ganar algo de distancia, pero no podía evitar sentir una extraña mezcla de miedo y emoción.
Me escondí detrás de una de las vigas que sostenían la tela de la tienda, tratando en vano de poner distancia entre nosotros.
—Apolo, detente.
Pero antes de que pudiera seguir, estiró la mano y me sujetó del brazo, acercándome con tanta fuerza que trastabillé contra él. Entonces una luz incandescente brilló, cegándome, y el calor creció demasiado. Cerré los ojos con fuerza hasta que sentí que la iluminación volvió a la normalidad.
Lentamente, abrí los ojos y me di cuenta que ya no estábamos en el Santuario, sino en una sala de oro, que imaginaba, debía ser su templo, pero no pude prestarle mucha atención.
—¿No puedo qué? —gruñó.
—¿Me...? ¡¿Me has secuestrado?!
Apolo soltó una risa irónica, casi siniestra, que en lugar de tener el efecto que quizá él esperaba, el de hacerme temblar, solo me hizo enfurecer más porque me resultó super atractiva.
—Parecías muy preocupada por ser escuchada por esos mortales, aquí no nos escucharán —se mofó—. ¿O acaso te preocupaba que tu poco atractivo nuevo amigo me viera allí? —agregó con tono cínico.
Jadeé, indignada y cada vez más deseando golpearlo por imbécil.
—¡Si hago amigos o no, no es asunto tuyo!
—¡No es asunto mío, dices! —rugió, su voz resonó en la sala haciendo sacudir todo. Su agarre se volvió más fuerte, haciéndome soltar un quejido por el ardor del calor que desprendía su mano.
—¡Suéltame! —grité intentando safarme sin ningún resultado—. ¡No somos nada, Apolo! ¡No te debo explicaciones ni tampoco ninguna lealtad!
Quizá me pasé un poquito en decirle eso porque la imagen ante mi era una mezcla curiosa entre asombrosa y aterradora. Pero lo que sí he de confesar, que así enojado como estaba nunca me había parecido más atractivo el muy mierda.
—Mírame a los ojos —ordenó acercándome más a él—. Mírame a los ojos y repítelo.
Me dio la impresión de que se había vuelto unos cuantos centímetros más alto, aunque en realidad él siempre sería más alto que yo. Sus ojos, antes llenos de vida y luz, ardían con una furia inextinguible, y sus pupilas eran como dos supernovas a punto de explotar y consumir todo a su alrededor que amenazaban con absorber todo a su alrededor.
Su rostro tenso resaltaba la fuerte línea de la mandíbula, y no pude evitar notar las venas que se marcaron en su cuello.
Su aura irradiaba un calor abrasador, como si estuviera literalmente ardiendo con la intensidad de su enojo. La energía que lo rodeaba era casi palpable.
—No somos nada —repetí entredientes mirándolo fijamente a los ojos, sintiendo las lágrimas amenazar con derramarse. Nunca, pronunciar esas palabras me dolieron tanto—. Puedo hacer con mi vida lo que quiera, no es de tu incumbencia.
No fui lo suficientemente rápida para predecir su siguiente movimiento.
—¡Fuiste destinada a mí!
Levantó el brazo, su muy pero que muy musculoso brazo, y golpeó una pared detrás de mí. Cerré los ojos con fuerza, sintiendo el leve sacudón, estaba segurísima que por el ruido, debió haber roto el muro.
Los abrí lentamente, sin poder creer que en serio fuera tan neandertal de hacer una cosa así.
—¡Primero, como vuelvas a hacer algo así te juro que te parto otro jarrón en la cabeza, animal! —amenacé, dando unos pasos hacia él, según yo para parecer intimidante. Apolo no se movió, me miró hacía abajo con los ojos entrecerrados y la mandíbula tensa—. Y segundo, ¡no soy un maldito objeto! ¡Las moiras pueden decir lo que les de la gana, no te pertenezco! —Por cada palabra, clavé mi dedo en su pecho tratando de resaltar mi propia furia.
—¡¿Por qué no quieres ver que estamos destinados a estar juntos?! —me gritó, sus dedos se clavaron en mi piel.
—¡Quítame las manos de encima! —chillé tratando de hacer que me soltara sin mucho resultado.
—Escúchame, tú...
—¡Que me sueltes, bruto!
No voy a decir que fue mi mejor idea, pero el cachetazo que le dí resonó bien fuerte.
«Chale, ya la cagué, ¿verdad?».
El silencio que siguió a mi estrepitoso cachetazo parecía llenar toda la sala. Mis ojos se abrieron de par en par mientras esperaba su reacción. Me picaba la mano por el impacto, respiré con dificultad, todavía llena de adrenalina.
Apolo retrocedió un paso, soltándome, con una mezcla de sorpresa y enfado en su rostro. Sus ojos ardían con una intensidad que parecía más amenazante que antes, pero no estaba dispuesta a retroceder o dejarme engatusar por lo mucho que me gustaba así de enojado.
Temí que fuera capaz de pulverizarme, la manera en cómo sus ojos resplandecieron no podía significar nada bueno.
En un movimiento veloz, su mano se cerró en mi cuello, mi espalda impactó contra la pared. Jadeé, sorprendida, intenté aferrarme a su muñeca para liberar el agarre. La última vez que me había hecho esto había querido matarme.
Mis pulmones ansiaban desesperadamente el aire que el dios me negaba. Pero en lugar de lo que esperaba, sin que pudiera tener tiempo a procesar nada, presionó sus labios contra los míos.
Obvio, Apolo sabía cómo besar, con una pasión salvaje que me dejó sin aliento. Sus labios eran suaves y ardientes al mismo tiempo, como si llevaran el calor del sol consigo. Mi mente se nubló, y todos los pensamientos lógicos se desvanecieron.
Me quedé paralizada por un instante, incapaz de reaccionar. Y no creo que le gustara nada, porque me mordió haciéndome soltar un quejido que se perdió entre sus labios.
Había querido tanto que me besara sin darme cuenta de lo que sería realmente ser besada por un dios como él. Me sentía tan mareada. Siempre había sabido lo intenso y posesivo que podía ser, pero ese beso me estaba consumiendo por completo.
Su mano se deslizó desde mi cuello hasta mi cintura, atrayéndome más cerca suyo, me aferre a sus hombros y cerré los ojos. El calor que irradiaba era embriagador, y lo ubico de lo que podía ser consciente era solo él. Nada más que él.
Sus labios se movían como si quisiera devorar todo a su paso, gemí cuando su lengua entró en mi boca y me estrechó aún más contra su cuerpo, sus manos recorrieron mi espalda con un toque firme pero gentil, como si quisiera explorar cada parte de mi ser.
Apolo se apartó unos centímetros, dejando besos sobre mi mejilla y descendiendo por la mandíbula hasta el cuello. Eché la cabeza hacía atrás, suspirando cuando subió hacía mi oído. Sentí su sonrisa sobre mi piel, y me dieron ganas de golpearlo, pero mi cuerpo no parecía responder muy bien en ese momento, me había dejado completamente lela.
—No somos nada, ¿verdad? —susurró con voz ronca, haciéndome estremecer.
Asentí con la cabeza, incapaz de articular palabras. Había dejado que el calor del momento me llevara, y en ese instante casi que ni recordaba por qué estaba enojada en primer lugar.
Me estiré buscando sus labios, desesperada por volver a sentirlo y él solo se río.
«Jodido cabrón».
Llevé mis manos a su cuello, poniéndome en puntitas de pie para poder alcanzarlo.
—Espera —murmuró tomando mis manos y apartándome un poquito.
—No —supliqué tratando de volver a besarlo, pero solo logré dejar pequeños besos de mariposa a lo largo de su mandíbula.
Suspiró como si a él también le costara.
—Dari, por favor, no lo hagas difícil —susurró contra mis labios—. De verdad, necesito que me escuches.
Lo miré a los ojos, mordiéndome el labio, tratando de concentrar un poco de cordura en mi mente.
—Yo estaba enojada contigo —me quejé.
Apolo se rió, abrazándome por la cintura.
—Sí, pero creo que por fin encontré la manera de evitar que andes arrojándome cosas.
—¡No es justo!
—Cállate —espetó dándome un beso suave.
—¿Vas a hacer eso cada vez que te discuta?
—Si no me dejas muchas opciones, supongo que sí —respondió divertido.
—Lo recordaré.
Continuó sosteniéndome con ternura, apoyó la mano en mi mejilla, sus ojos buscando los míos.
—¿Ahora sí vas a escucharme? —Aparté la mirada, recordando que el problema de que me hubiera ocultado lo de la profecía era que dudaba sobre sus sentimientos—. Tienes derecho a estar enojada, lo sé, no fue justo, pero por favor, necesitamos hablar.
Suspiré, sabiendo que tenía razón.
—Está bien.
—Ven conmigo.
Tomó mi mano y me guió fuera de la sala por los pasillos de su Templo.
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A pesar de la ternura con la que me sostenía, aún sentía una mezcla de frustración y confusión en mi interior. Había dejado que el impulso del momento nos llevara, y ahora no estaba segura de que esperar.
Lo vi caminar frente a mí en un silencio incómodo. Noté la manera en cómo los músculos de su espalda se tensaban bajo la camiseta blanca que llevaba, bajé por su fuerte brazo hasta la mano que sostenía la mía en un agarre firme, como si quisiera asegurarse que no podría escapar.
Mi mente era un torbellino de emociones. No sabía si debía enojarme con él nuevamente o abrirme a lo que tenía que decir. Finalmente, decidí romper el silencio.
—¿A dónde vamos?
Apolo se detuvo y se volvió hacia mí, sus ojos azules clavados en los míos. La tensión en su mandíbula había cedido un poco, y sus labios se curvaron en una sonrisa suave.
—Quiero enseñarte algo.
Los pasillos de aquel lugar estaban desiertos, no había nadie, ni espíritus de la naturaleza, ni dioses ni nada. Lo cual era raro porque yo sabía que ahí solían haber ninfas que le servían.
«¿Las habrá echado?».
Llegamos a una enorme puerta tallada con símbolos que no reconocía del todo. Él la abrió y me hizo una seña para que pasara.
Dentro, había un pasillo iluminado con candelabros de oro. Apenas había dado un par de pasos cuando me di cuenta que el ambiente allí era diferente. Las paredes y el suelo parecían transformarse lentamente, cubriéndose de pasto suave y enredaderas por todas partes.
Me quedé maravillada por la imagen que estaba viendo.
Era un jardín. Un jardín enorme dentro de una habitación.
No parecía contener paredes por ningún lado, pero estaba segura que sí debía ser porque Apolo no me había sacado de su Templo, habíamos subido escaleras y muchos pasillos, así que esto debía estar dentro del palacio.
Y era hermoso.
Un verdadero paraíso escondido, lleno de flores exóticas y plantas exuberantes. En ese momento la luna brillaba en el cielo, pero los árboles estaban repletos de guirnaldas iluminando por completo todo.
Una fuente en medio con aroma de jazmines en el agua, decorada con una estatua de dos personas en la cima.
«Una pareja» noté al ver a la joven mujer estirando una mano con delicadeza hacía hombre a sus pies que le devolvía la mirada con amor.
Ambos llevaban túnicas antiguas y joyas. Ella tenía cabello largo y portaba una preciosa corona dorada con destellos como rayos de sol, pero lo que más destacaba era...
Jadeé al comprender que era yo. Las alas de ángel y las esmeraldas que adornaban sus ojos eran mías.
—Es para tí —susurró detrás de mí.
Negué, confundida.
—No...no entiendo.
—Es un regalo de mi parte. —Me tomó de la cintura, girándome hacía él—. No importa si es el campamento o tu apartamento o a dónde quiera que vayas, siempre habrá una manera de que puedas venir aquí si lo deseas. Este jardín es solo tuyo, contiene todas las flores del mundo, las que ya existen y las que aún no se han descubierto.
Miré a mi alrededor sin poder creer lo que veía.
—Es... —No tenía palabras para describirlo.
—Aún falta algo más —dijo divertido.
Se apartó, dando unos pasos hacia atrás y chasqueó los dedos.
Por el pasillo por el que habíamos entrado, aparecieron una multitud de satiros y ninfas, cargando canastas de flores rojas rojas. Se pusieron a trabajar, algunos solo dejaron las cestas en el suelo, otros desmembraron cada petalo sobre el pasto a mi alrededor hasta que poco a poco, me di cuenta que estaban formando una imagen con ellos.
Un corazón.
Observé boquiabierta, asombrada por tal detalle. Cuando acabaron, se inclinaron ante mí y retrocedieron.
Apolo volvió a acercarse a mí, tomando una flor de una de las cestas y me la entregó. Eran claveles rojos.
—Sé que te has convencido que mis sentimientos no son sinceros, pero créeme, mi amor, estoy completamente loco por tí.
Solté un suspiró, y me aguanté las enormes ganas de llorar que me invadieron. Esto era lo más bonito que alguien hubiera hecho jamás.
—Yo...
Una sonrisa juguetona se dibujó en su rostro al verme tan aturdida, tomó mi mano entre las suyas y la acarició suavemente con sus pulgares.
—Cada flor aquí presente es una pizca de lo que provocas en mí, un pétalo cada segundo que mi corazón late por tí. Despertarás cada día con una nueva y así sabrás que estás siempre en mi mente.
El sonido de su voz resonaba en mis oídos como una melodía celestial, y me sentía abrumada por la intensidad de sus sentimientos. Mi corazón latía con tanta fuerza que pensé que se me saldría del pecho.
—¿Una nueva cada mañana? —pregunté con la voz rota y lágrimas en los ojos—. ¿Y cuándo se te acaben las flores?
—Entonces crearé una nueva cada día, de todos los colores que existan, por el resto de la eternidad, para que cada vez que despiertes nunca haya una repetida frente a tus ojos.
—Apolo...
Se acercó tanto que tuve que levanta la cabeza para poder verlo al rostro, me sujetó de la cintura y me estrechó contra su pecho. Se inclinó hacía, acarició mi mejilla y su mano se deslizó hacía la parte de atrás de mi cuello.
—El mundo entero admirará la dimensión del amor que siento por mi reina —susurró.
Se acercó a mí oído, su aliento cálido me estremeció y recitó:
Mi amada, la joya que ilumina a la tierra con su belleza,
ya no puedo seguir escondiendo más mi codicia.
Eres mi debilidad y fortaleza, mi amor y mi esperanza.
Eres mi felicidad y mi agonía, mi realidad y fantasía.
Mi única compañera, por tí, las flores por fin son más bellas,
ante tu presencia, el universo palidece, radiante doncella
Solo pido un deseo por toda la eternidad,
rompe las cadenas de mi destino, toma mi alma vacía.
Por este corazón que te anhela, amor mío, ten piedad,
eres la alegría que me enloquece cada día.
Ángel de mi vida, decir que te amo no es suficiente,
las palabras son pocas para lo que tu me provocas.
Estaré esperando cada latido para a mi lado tenerte,
te busqué por tanto tiempo entre tantas promesas.
Si pudiera, detendría las arenas del tiempo
para que tu humanidad no se vaya con el viento.
Mis piernas se aflojaron. Estaba agradecida de que me estuviera agarrando porque estaba segurísima de que me habría desmayado.
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Apolo le ordenó a sus sirvientes que nos dejarán solos. Yo ni me acordaba que estuvieron todo ese tiempo con nosotros, pero bueno, estaba más perdida que cuerda.
Nos sentamos en el borde de la fuente, con el sonido de algunos grillos de fondo. Miré la estatua, aún sin poder creerme todo esto.
—Sé que tú estás acostumbrado —dije señalándola—, ¿pero no crees que hacerme una estatua es un poco pretencioso?
—Si hubieras nacido en la Grecia antigua, no hubiera permitido que nadie osara retratarme sin tí a mi lado —dijo colocando un mechón de mi cabello tras la oreja, sonreí apartando la mirada—. Aunque también pienso que ningún artista se habría negado a esculpir tal belleza.
—Ya estás siendo demasiado adulador —respondí bromeando.
—No me alcanzarán nunca las palabras ni el tiempo para explicarte todo lo que significas para mí, pero déjame al menos intentarlo.
Nos miramos sonriéndonos el uno al otro, pero su mirada de repente se puso serio, como si hubiera recordado algo malo y no supiera cómo abordarlo.
—Lamento haberte ocultado la verdad —dijo finalmente, me tensé ante sus palabras y supongo que él se dio cuenta porque hizo una mueca con sus labios.
—¿Pensabas decírmelo algún día?
—Sí. No...no lo sé.
Me aparté, y él me dio el espacio que necesitaba.
—Entiendo por qué lo hiciste, de verdad que sí —Necesitaba esa distancia, sobre todo cuando sabía que si no lo hacía terminaría arrojándome a sus brazos para besarlo, ahora no necesitábamos mi dramatismo novelero—. Pero eso no lo hace más sencillo.
—No, no lo hace —admitió—, y sé que es por eso que dudaste tanto de lo que siento.
—El amor en mi familia es...una fantasía. Sé lo ridículamente fácil que es crearlo, pero seguirá siendo falso. Anteros me contó lo que hizo Afrodita y...
—Y pensante que mi amor era producto de sus poderes —me interrumpió. No pude más que asentir. Cerró los ojos mientras movía la cabeza de un lado a otro con media sonrisa en su rostro hermoso, y no era una sonrisa feliz—. Después de todo lo que hemos pasado, ¿cómo pudiste creer que sería magia? ¿No te di suficientes motivos para que vieras lo mucho que te amo? —Yo no contesté. Estaba demasiado paralizada para darle forma a una respuesta racional—. Esa noche en tu casa, estabas convencida que mi amor era falso, que yo mismo me había obligado a quererte. Vi en tus ojos que de verdad creías que todo lo que pasamos juntos había sido una mentira. ¡Completamente absurdo! —exclamó indignado, tomó mi rostro en sus manos, haciéndome mirarlo a los ojos—. ¿Tienes una idea de cuánto vives en mi mente? ¡¿Acaso no te ha quedado claro que no concibo la idea de un mundo donde no existas?!
Quería responder, encontrar las palabras adecuadas, pero estaba atrapada en un silencio que parecía eterno.
Apolo continuó sosteniendo mi rostro con sus cálidas manos, y sus ojos seguían buscando los míos, como si intentara encontrar la respuesta en lo más profundo de mi ser. Sabía que merecía una respuesta, que tenía que romper este paralizante silencio.
Finalmente, después de un suspiro profundo, encontré la voz para hablar.
—Creo que...de alguna manera tenía más sentido para mí, creer que era falso a la posibilidad de que alguien cómo tú pudiera amarme de esa manera —susurré cerrando los ojos con fuerza.
Sus dedos se deslizaron suavemente por mi mejilla, secando una lágrima solitaria que se había escapado.
—¿Alguien como yo? Tú sabes que el amor de un dios puede ser infinito y único, que podemos amar a un mortal hasta la locura. Sabes que era posible, ¿por qué...? —se detuvo abruptamente—. Darlene. —Abrí los ojos, y él me miraba con una mezcla de indignación y horror—. ¿Crees que no eres lo suficiente para ser el amor de un dios?
—Yo...
—¡Por todos los dioses, Darlene Backer! —gritó poniéndose de pie—. ¡Todos te lo han dicho! ¿No te dijo Dioniso que eras más de lo que yo merecía? ¿Acaso Hefesto no te dijo que perderte me haría caer en la locura? —Señaló la estatua con enojo—. ¡¿Por qué crees que elegí representarte así, conmigo a tus pies?!
—Lo siento —sollocé.
Se arrodilló ante mí, tomando mis manos y la adoración bailando en sus ojos.
—Tú naciste para ser la debilidad de un dios, ángel mío —susurró con voz entrecortada—. Solo un dios puede ser digno de contemplar la belleza que los mismos dioses te han concedido. Mi amor por tí no conoce límites.
Las lágrimas caían sin control por mis mejillas. Su confesión me dejó sin aliento, y mientras lo miraba arrodillado a mis pies, sentí que mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
Apolo levantó una mano para secar mis lágrimas, y su mirada ardiente se encontró con la mía.
—No quiero que dudes de mi amor, Darlene. No más, ya es suficiente.
Asentí, sin poder contener más lo que sentía, me arrojé contra él, mis brazos rodeándolo con fuerza, como si temiera que desapareciera si lo soltaba, y lo besé con la misma intensidad con la que él me había besado antes.
Ya no tenía dudas de nada. Apolo era el amor de mi vida, mi corazón y única elección.
¿Alguien más siente que NECESITA un Apolo con urgencia en su vida?
Estoy igual que Dari, ya no puedo más de llorar y eso que yo misma me hago este daño.
Estos dos siempre han sido bien dramáticos e intensos, y su primer beso tenía que ser acorde a eso.
¿Les gustó el poema?
Hace mucho que lo tenía escrito pero no estaba segura de cuando usarlo, y por fin se dio la ocasión, lo mismo con el regalo del jardín. Mi idea original era usarlo al final de la saga, pero me dio la impresión de que era necesario ahora.
Bueno, para calmar las aguas...llegué a más de 1k en tiktok hace un par de semanas, ¿les gustaría un en vivo y hablamos más de Apolo?
Que verguenza. Soy bien simp de ese señor.
MEME TIME
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