007.ᴄᴀᴍᴇʟɪᴀꜱ ʀᴏᴊᴀꜱ - ᴘᴀʀᴛᴇ 1
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ᴄᴀᴍᴇʟɪᴀꜱ ʀᴏᴊᴀꜱ - ᴘᴀʀᴛᴇ 1
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━━━24 de Septiembre
MICHAEL Y YO NO NOS HABLAMOS POR CUATRO DÍAS.
Bueno, en realidad, yo no quería hablarle.
Estaba tan enojada conmigo misma, no tenía ningún derecho a ponerme celosa, pero sentía que si lo dejaba hablarme iba a terminar siendo totalmente irracional y le iba a gritar.
Y me frustraba más todavía, que otra parte de mí, sí quería que él se acercara y me dijera lo que yo ya sabía, que estaba siendo una estúpida y que me quería. Pero me aterraba que me dijera que también estaba siendo egoísta y se enojara conmigo.
Para colmo, Milena había resultado ser una hija de Afrodita, y la muy babosa se comportaba como si estuviera segurísima de que el hecho de que Michael y ella hubieran sido golpeados juntos por una flecha de amor, era suficiente prueba de que eran almas gemelas.
¡Y alentada por la vivora de Drew!
Se pasó los últimos días colgada del brazo de Michael, coquetéandole y haciéndole insinuaciones bastante subidas de tono.
Así que sí, ahora no le hablaba.
Solté un suspiro y enterré la cara en mis brazos. Estábamos teniendo una clase de matemática, y no entendía nada. Menos si mi cabeza seguía tan metida en un drama que yo solita me creaba.
La noche anterior había vuelto a tener una pesadilla.
Soñé con una invasión enorme, cuerpos esparcidos por toda Manhattan, un enorme puente viniéndose abajo.
Me desperté sintiendo una angustia tan grande que me puse a llorar en cuanto me di cuenta que había sido un sueño. Y mi mente solo reproducía un único mensaje:
«Busca a Michael».
No podía hacerlo. No nos hablábamos. No podía simplemente ir y abrazarlo, pedirle que no me soltara hasta que la angustia que sentía por ese sueño se fuera, como si no hubiera estado ignorándolo por días.
El tiempo transcurría lentamente, mientras la clase avanzaba sin que yo participara. Me había puesto a dibujar ositos en mi cuaderno por lo aburrida que estaba.
Observé a Michael de reojo, su rostro mostraba una sombra de tristeza que se mezclaba con la confusión.
Me sentí una persona horrible por estar haciéndole daño.
La culpa se me pasó cuando un avioncito de papel rosa sobrevoló el comedor hasta llegar a él. Mi cuello crujió al girarme para ver a la babosa que tenía a unos asientos a mi lado y que le guiñó un ojo cuando él la miró confundido.
Sin poder contener mi enojo, partí el lápiz a la mitad.
—Bueno, eso es todo por hoy —dijo Quirón—, ya pueden tener el resto del día libre. No se olviden de traer mañana la tarea de geografía.
Me puse de pie, tomando mis cosas para salir de ahí antes de que le arrancara la cabeza a alguien; y Milena me dio un empujón que casi me tiró al piso cuando corrió hacia la mesa de la cabaña siete, inclinándose para murmurarle algo a Michael.
Él la miró algo irritado, pero asintió a lo que sea que le pidió.
—Vamos —dijo Silena tomándome del brazo—, no vale la pena.
Me sacó del comedor antes de que cometiera un asesinato.
—Si sabes que ella lo hace más por enojarte, que porque le guste él, ¿verdad? —comentó Valentina a nuestro lado.
La rabia seguía ardiendo en mi interior, pero sabía que tenía razón. Drew le había contado todo todito el chisme entre nosotros, y ahora la otra estúpida se había propuesto por meta "robarmelo".
«Me pregunto si piensa meterlo en el bolsillo como si fuera una pulsera».
—Ya lo sé —respondí con frustración en mi voz—. Y es por eso que me enoja más.
—¿Esto significa que finalmente lo admites? —preguntó Valentina.
—¿Admitir qué? —Me detuve a mirarlas confundidas.
—¡Qué te gusta Michael! —exclamaron las dos.
Mis mejillas ardieron, y ambas soltaron risas escandalosas cuando no respondí. Sabía que mi silencio confirmaba para ellas lo que yo ya sabía pero no quería decirle a nadie.
En su lugar, repetí lo que venía diciendo últimamente.
—Es complicado.
Me alejé de ellas antes de que se pusieran a darme cátedra de por qué no debería reprimir lo que siento.
Decidí dar un paseo por el campamento para despejar mi mente. Claramente, ellas no sabían de mi dilema por culpa del padre y el hijo.
Observé el sol que descendía lentamente en el horizonte, sus rayos dorados tiñendo el cielo de tonos cálidos.
«¿Qué estarás haciendo, Sunshine?»
Solté un suspiro cansado. Aunque intentaba apartar a Apolo de mis pensamientos, su presencia persistía sin importar poco lo que yo quería, recordándome que el muy imbécil se estaba apoderando lentamente de mi corazón.
Me tapé la cara con las manos, dejando escapar un grito de frustración. Me sentía una completa estúpida, egoísta e injusta al mismo tiempo
¡Yo sola me estaba complicando la existencia.
—¿Por qué estás enojada? —cuestionó una voz melancólica y algo rasposa.
Me giré hacia el recién llegado, y todo mi enojo se fue.
—¡Mi sombritas! —grité sonriendo.
Nico soltó un bufido y rodó los ojos, aparentemente irritado por mi exabrupto, pero no se quejó nada cuando lo abracé.
En las pocas semanas que había estado fuera del campamento, ya había crecido al menos otros cuatro centímetros y me estaba por pasar en altura.
Tomé su rostro en mis manos y le besé las mejillas. Se sonrojó fuertemente y se hizo el que estaba enojado para apartarse un poco.
—Dari, basta —dijo frunciendo el ceño—, tengo trece. No soy un bebé.
Le sonreí, enarcando una ceja y abriendo los brazos. Él soltó un suspiro cansado y me volvió a abrazar. Después de unos segundos, lo dejé ir.
—¿Viniste a visitarme? —pregunté.
Él asintió.
—No tengo ninguna otra razón para volver a este lugar.
—Awww —Le revolví el cabello, y él me lanzó una mueca, tomó mi mano y la quitó de su cabeza, pero no me soltó, al contrario, enredado sus dedos con los míos.
Me arrastró hacia una roca y nos sentamos, él más del lado de las sombras y yo disfrutando de los últimos rayos sobre mi piel.
—Deja de dar vueltas para no responderme —siseó frunciendo el ceño—. ¿Por qué estás enojada? —cuestionó llevando la mano disimuladamente hacia la espada que tenía atada en el cinturón—. ¿Acaso alguien te hizo daño?
Sacudí la cabeza y sonriendo con ternura.
—No te preocupes, son solo...problemas de amor.
Nico frunció el ceño, claramente nada satisfecho con mi respuesta.
—¿Problemas de amor? ¿Qué hizo Apolo? —gruñó.
Lo miré confundida.
—¿Apolo? Bueno, técnicamente no hizo nada...ahora.
Nico parecía aún más confundido que yo misma. Su ceño fruncido se acentuó mientras intentaba procesar mis palabras.
—No entiendo. ¿Entonces por qué estás enojada por problemas de amor si no es por Apolo?
Me sonrojé al darme cuenta que quizá Nico se había dado cuenta que me gustaba Apolo, y recordé que cuando llegó al campamento hace un año, él insistía en preguntar si el dios era mi novio.
—Dejémoslo en que es un drama adolescente —respondí incómoda.
Nico me miró fijamente, su expresión llena de comprensión y preocupación.
—Dari, sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? —dijo en tono serio.
—Lo sé. —Asentí apretando su mano—. Pero esto es solo una cuestión de indecisión mía. No te preocupes.
Me sostuvo la mirada unos instantes, y luego suspiró resignado.
—Bien.
Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad del campamento y la compañía del otro.
Y mientras pensaba en mis dilemas, con él a mi lado, recordé lo que había descubierto hacía unas semanas.
Nico estaba enamorado de Percy.
Lo miré por el rabillo del ojo, dudando de cómo sacar el tema de conversación, porque Bianca se había enamorado de mí y creía con firmeza que lo que sentía era un error.
Era claro que eso venía de la educación del siglo pasado que ambos habían recibido, así que no me hacía falta mucho para darme cuenta que Nico seguro reaccionaría mal si le decía directamente que sabía que le gustaba Percy.
Quizá ni siquiera se había dado cuenta.
No podía sacar el tema así como así, tenía que encontrar la manera correcta, después de todo, no se trataba solo de lo que sentía por Percy, se trataba de su propia identidad sexual. No quería asustarlo, pero él necesitaba saber que no había nada malo en que lo amara.
Bueno...osea sí, Percy nunca le correspondería porque solo tenía ojos para Annabeth, pero Nico igual podría enamorarse de alguien más.
Solo quería que entendiera que no había nada malo con sentirse así. No iba a dejar que él se sintiera de la misma manera que Bianca. Se lo debía a ella.
Tenía que pensar en una manera de sacar el tema sin presionarlo o que terminara poniéndose a la defensiva.
—Deberías venir a verme más seguido —dije dándole un empujoncito en el brazo—. Podríamos entrenar juntos, o podríamos jugar Mitomagía o...
—Ya no me gusta ese tonto juego.
Lo miré por el rabillo del ojo, me mordí la cara interna de la mejilla.
—O podemos jugar al spa.
—Está bien, prefiero Mitomagía.
Pasé mi brazo por sus hombros y se reclinó contra mí en un cálido abrazo.
—Da igual lo que hagamos —murmuré—, solo quiero pasar el rato contigo.
Él asintió, y se recostó tanto en mí que escondió la cara en mi cuello. Sentí su respiración relajarse tanto que por un segundo pensé que se había quedado dormido.
Pero apenas habían pasado solo unos diez minutos cuando se puso de pie.
—Tengo que irme —declaró—. Voy a volver, tal vez en una o dos semanas.
Asentí.
—Bien, te estaré esperando.
Se retorció el anillo que tenia en la mano, era de una calavera plateada. No se la había visto antes, pero suponía que se lo podría haber dado Don Papi Sombras.
—Cuídate —masculló, se inclinó cerca mio y me besó la mejilla—, y si alguien te hace enojar otra vez o llorar...
—¿Vas a defender mi honor? —pregunté con cariño.
Él asintió algo contrariado, y luego se marchó entre las sombras.
«Y luego quiere que no le diga sombritas».
Me puse de pie y volví al campamento algo más calmada.
Lástima que no me dejan estar tranquila.
Supe que no iba a gustarme nadita lo que Silena y Katie iban a contarme cuando aparecieron por uno de los caminos con expresión incómoda.
—¿Qué pasa? —Ambas se miraron como si no se atrevieran a hablar—. ¿Qué pasa?
Silena dio un paso hacia mí.
—Creo que deberías verlo por ti misma.
Evidentemente, no me gustó.
Me crucé de brazos, sintiendo cómo unos celos venenosos me recorría las venas viendo esta imagen desagradable.
—Es un pulpo —comentó Valentina a mi lado.
—Es una babosa —dijimos Silena, Katie y yo al mismo tiempo.
Frente a nosotras en el campo de tiro, Michael ayudaba a Milena a practicar con el arco, pero ella seguía pegándosele y agarrando mal el arma para que él tuviera que corregir su postura y agarre cada cinco segundos.
Era un coqueteo tan descarado que era asqueroso.
Hasta Michael lo sabía porque cada vez que tenía que corregirla, parecía que se estaba enojado más y más. Pero por alguna razón que no entendía, él estaba mostrándole más paciencia de la que normalmente tenía.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Valentina. Ella, Silena y Katie me miraron, esperando mi respuesta.
Me tragué el enojo y negué con la cabeza.
—Nada.
—¡¿Nada?!
Aunque no se sintiera bien, Hímero y Hedoné habían tenido razón. Éramos jóvenes y no teníamos ninguna relación. Y aunque ver esto me dejara como si me estuvieran apretando el corazón, no podía reprocharle nada cuando a mi me gustaba su padre.
—Qué haga lo que quiera —espeté con tono seco.
—Pero...
—Si no le gustara, la apartaría. Él no tendría tanta paciencia con alguien que le cayera mal.
Y dolía darme cuenta que Michael solía ser bueno para enseñar, tenía paciencia y sabía cómo hacer para que alguien que no sabía nada de alquería se volvieron diestro. Al menos así era con todos, menos conmigo cuando llegué al campamento.
—Dari...
—Que haga lo que quiera —repetí cuando Milena se le colgó del cuello para darle un abrazo de pitón.
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No fui a cenar, se me había quitado todo el apetito, y eso me enojaba porque esa noche tocaba hamburguesas.
Al final quizá fue mejor, porque Will había tenido otro ataque de pánico, así que me quedé con él en su cabaña hasta que se quedó dormido.
Sabía que estaba pasando un mal momento, en unas semanas se acercaba el cumpleaños de su mamá y se había empezado sentir nostálgico por su hogar.
Solté un suspiro, mientras me apretaba el puente de la nariz; esta maldita guerra nos estaba cobrando lentamente la vida a todos, incluso si seguíamos vivos o si aún fingíamos que teníamos tiempo, la realidad era que esto no era vivir.
Miré al pobre Will, dormido con los puños tan apretados que estaban blancos. Acaricié sus dedos, dejando que mis poderes lo relajaran un poco. La expresión en su rostro se volvió más calmada.
Salí de la cabaña en silencio y fui hasta la enfermería. Will guardaba ahí los jugos terapéuticos que le habían dado los gemelos de Dioniso. Él iba a necesitar uno cuando despertara.
El campamento estaba en silencio en su mayoría, todos estaban todavía en el comedor cenando.
Entré en la enfermería y el aroma a desinfectante me dio de lleno. Este lugar me daba una sensación de paz la mayoría del tiempo. Fui directo al escritorio del fondo, detrás del escritorio había un enorme armario donde se guardaban los suministros especiales.
Lo abrí y comencé a buscarlo, el silencio rondaba todo, el único sonido era el del vidrio de los frascos y mi respiración. Quizá por eso me di cuenta.
Un escalofrío me recorrió la espalda cuando la puerta de la enfermería se abrió tan despacio que apenas se escuchó como un suspiro del aire. Sin delatarme, saqué de mi abrigo una de mis cuchillas y me giré lo más rápido que pude, arrojándola al otro lado de la estancia.
El arma se clavó en la puerta, a centímetros de la cara de Michael. Él no tenía ninguna expresión en su rostro, se había movido igual de rápido para evitarla, como si hubiera esperado esa reacción de mi parte y hubiera actuado en consecuencia.
—Buen tiro —dijo retirando el cuchillo de la madera con un movimiento rápido. Se acercó a mí haciéndolo girar en su mano.
—Lo siento, no sabía que eras tú —murmuré.
Él ladeó la cabeza y me lo devolvió.
—Sí hubieras sabido que era yo, no habrías fallado.
No lo negué. Me di la vuelta para seguir buscando el frasco.
—¿Qué estás buscando?
—Un jugo terapéutico para Will. —Ninguno de nosotros dijo nada más; el aire se volvía tenso a nuestro alrededor y podía sentir la mirada de Michael clavada en mi espalda. Finalmente, él soltó un suspiro y se acercó a mí, demasiado cerca, tanto que sentía su respiración en mi cuello. Con determinación, metió la mano y sacó el frasco, entregándomelo—. Gracias —respondí tomándolo.
Michael se mantuvo en silencio por un momento, y luego habló con suavidad.
—¿Por qué estás evitándome?
Tragué nerviosa, mi pecho se sentía como si ardiera por ácido quemando todo a su paso. Quería estar enojada con él, pero Michael no me lo ponía fácil siendo tan dulce. Sus palabras no eran un reproche, solo curiosidad y tristeza.
Me sentía tan culpable.
—No te estoy evitando, solo...
—Ya te dije que no tienes que estar celosa —dijo seriamente.
—No estoy celosa —Traté de mantener la mirada fija en el frasco que sostenía en mis manos, sin atreverme a mirarlo. Mis dedos se aferraron al vidrio y temí romperlo, me temblaba el labio por hacer esfuerzos para no llorar de frustración.
—Dari...
—No estoy celosa, Michael —repetí.
—Dari...
—Además —agregué fingiendo un tono de indiferencia—, solo somos amigos; puedes hacer lo que quieras con quién quieras, no me tienes que dar explicaciones, no te las pedí.
Solté un jadeo de sorpresa cuando su mano se aferró a mi brazo y me giró bruscamente, obligándome a verlo. Se me atoró la respiración cuando me di cuenta de lo cerca que estaba de él, su aliento cálido rozando mi rostro.
—No, no me las pediste —murmuró. Su voz, llena de una mezcla de tristeza y determinación, resonó en mis oídos como una llamada de atención—. Pero yo quiero dártelas.
Mis ojos se encontraron con los suyos, me estremecí al darme cuenta de cómo sus pupilas se dilataban al verme.
Sus dedos se deslizaron suavemente por mi brazo, enviando pequeñas descargas eléctricas a lo largo de mi piel. Lo miré fijamente, sintiendo que mi corazón latía con fuerza. Mi mente iba a toda velocidad sin poder establecer un pensamiento concreto, y ni hablar de mis emociones.
Negué con la cabeza tratando de concentrarme, me solté de su agarré alejándome un poco de él.
—No hace falta...
—Es solo un estúpido plan de Milena para ponerte celosa —dijo frustrado, pasandose la mano por el cabello.
—¿Qué?
Estaba más perdida que cuando me meto sola en el bosque.
—Cuando se nos pasó el efecto de las flechas, sí coqueteó un poco conmigo y sí, fui amable con ella porque ambos nos sentíamos incómodos después de lo que pasó. Pero luego quiso saber por qué te habías enojado tanto con ella, Drew le dijo...le dijo lo que... —Nos señaló a ambos, y recordé lo que esa estúpida le había contado de nosotros.
»Y se le metió en la cabeza la idea de que "iba a ayudar" a que salieras conmigo.
—¡¿Qué?!
—Le dije que era mala idea, que no necesitaba que se metiera, pero me ignoró y siguió tratando de hacerte enojar.
Lo miré boquiabierta, incrédula por la estupidez que Milena había intentando. Me llevé una mano a la frente y cerré los ojos tratando de controlar mi enojo.
—Es la cosa más estúpida que he escuchado.
Y es que aun cuando yo soy la primera en defender el ayudar a alguien a conseguir la persona que le gusta, también soy consciente que hay que tener en cuenta ciertos factores.
Los celos son la peor manera de recurrir a ello porque generan inseguridad, tristeza y furia; no son una buena estrategia para establecer una relación.
—No tiene mucho sentido de la supervivencia —dijo bromeando—, no sabe que hacerte enojar no es una buena idea.
—No eres quién para hablar —murmuré en el mismo tono mostrándole la daga.
Él se rió.
—Yo me enamoré de tí cuando me rompiste la naríz, no soy precisamente el mejor ejemplo —respondió mirándome como si fuera lo único en su mundo, las mariposas comenzaron a revolotear en mi estómago—, pero los demás si deberían tener cuidado de no hacerte enojar.
Bajé la vista para que no viera mi sonrojo. En su lugar me concentré en lo que sí era importante.
—Lo siento —dije tras respirar profundamente para darme valor.
Sus dedos se entrelazaron con los míos con una dulzura que hizo que mi corazón saltara.
—¿Por qué me evitabas? —volvió a preguntar.
Me mordí el labio, avergonzada por mi manera de actuar.
—Me sentía...tan enojada que no quería terminar lastimándote —confesé.
Michael se quedó en silencio un instante, su mirada se desvió hacia el suelo mientras procesaba mis palabras. El ambiente se llenó de tensión y podía sentir que cada segundo que pasaba era eterno.
—¿Por qué estabas enojada?
Tragué saliva, sintiendo cómo la angustia se apoderaba de mí. Era difícil poner en palabras mis sentimientos y miedos, pero sabía que después de cómo me comporté, él merecía una explicación.
—Yo...
—Dari , ¿por qué te enojaste tanto? —cuestionó más firme, buscando mi mirada con anhelo.
Vamos a hacer un recuento de todas las flores que llevamos hasta ahora:
Dalia Rosa = Voy a intentar hacerte feliz
Clavel Rosado = Nunca te olvidaré
Rock Rose = flor de los que padecen terrores nocturnos
Lavanda = Serás amada sin condiciones durante toda tu vida.
Pino Salvaje = Culpa
Margaritas Rojas = Pasión e intensidad
Rosas Amarillas = Celos e inseguridad
La Camelia saldrá en el siguiente, se me hizo muy largo para que fuera un solo capítulo.
Vi que a muchas en el capitulo anterior dijeron que eran Team Apolo y algunas incluso diciendo que no les gusta Michael....perdón por el siguiente capítulo entonces 😅🤭
Y AHORA....MEME TIME!
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