𝐚𝐬 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐨𝐫𝐝𝐞𝐫 𝐩𝐭.𝟐
Roseanne me tiró de la muñeca y nos condujo hasta el mostrador donde estaba una chica rubia, justo al lado del vestíbulo. Intercambiaron unas palabras que no alcancé a escuchar y pronto la chica le entregó a Roseanne un par de llaves, junto con una extraña sonrisa de lado.
Roseanne volvió a tirar de mi muñeca, esta vez hacia el pasillo. Estaba iluminado por grandes focos color morados, que creaban la atmósfera perfecta para el lugar al que nos dirigíamos. Por el camino logré contar al menos doce puertas, todas negras, siendo la número trece la nuestra. Introdujo la llave en la cerradura y la abrió en un instante.
— Adelante, Majestad.
Sin poder evitarlo, me sonrojé por el apodo noble con el que me llamó, pero hice caso omiso y me limité a entrar en la habitación.
Los focos de la habitación, a diferencia de los del pasillo, eran de un cálido color amarillo anaranjado, y el minibar de la esquina tenía pequeños focos rojizos. Frente al minibar había un sofá de cuero reluciente en forma de L y una mesita de madera en el centro, debajo de una alfombra blanca peluda. Al otro lado de la habitación había una estantería llena de lo que parecía decoración.
— ¿Por qué tiene tan... buen aspecto? —Pregunté. Esto no era lo que esperaba de un simple club de segunda— Pensé que estaría un poco más sucio y apestoso.
— Oh, las otras habitaciones están descuidadas, estoy segura, pero como esta es una ocasión especial, usé mis contactos para conseguirlo. —Roseanne cruzó la habitación con una encantadora sonrisa dibujada en los labios y se sentó en el sofá.
¿Sus contactos?
— ¿De qué estás hablando? ¿Cuándo la has pedido? ¿Se lo pediste a la chica del pelo naranja?
— Ayer, y no, Xiaoting sólo se encarga de la entrada, se lo pedí a Dayeon.
— ¿Xiaoting? ¿Dayeon? ¿Quiénes son? No, espera, te acabas de referir a la chica de pelo rojo como Xiaoting. ¿Quién es Dayeon?
— Es la chica que entrega las llaves de las habitaciones, la del cabello rubio.
— ¿Por qué ayer?
— Porque así habría tiempo suficiente para limpiar la habitación y recibirte bien. ¿Por qué no te sientas?
— ¿Cómo sabías que vendría? Yo no sabía que tu estarías con Lalisa.
— Aparentemente eras la única que no lo sabía, Jennie.
Ella se rió cuando vio mi cara. Me pregunto que clase de expresión tengo.
— Te lo explicaré; en realidad Jisoo fue quien invitó a Lalisa a este bar. Es la primera vez que viene aquí, así que ella obviamente no sabía el significado de las pulseras... —Levantó la muñeca mostrando el brazalete turquesa.— ...Y por eso ella estaba tan confundida como tú con la encuesta.
— Eso no te explica a ti y porqué estás aquí. —Dije cruzándome de brazos y sonriendo desafiante.
— Eso es lo que voy a hacer. —Dijo levantándose.— Jisoo sabía que Lalisa y yo somos amigas cercanas, no preguntes como lo sabe, porque ni yo lo sé... —Se acercaba más a mí con cada palabra que salía de sus labios— ...y claramente ella también sabía acerca de lo que pasó entre nosotras en la fiesta de la universidad. —Volvió a sonreír juguetona— Aun así, me sorprendí cuando me llegó su invitación por Kakaotalk, especialmente con la parte en la que decía que vendrías sólo para continuar lo que sucedió en la fiesta.
— ¿Cómo?
Volvió a reírse.
— Me pareció bastante extraño, pero ella insistió en que solicitara la sala de antemano, así que no tuve más remedio que hacerlo. Es muy persuasiva. —Comentó más para sí misma que para mí— De todos modos, no podía imaginarte diciéndole eso a Jisoo, y me quedó claro que ella lo había organizado todo cuando nos encontramos en la entrada y te sorprendiste al verme.
— Ella sólo me dijo que Lalisa vendría acompañada, nunca pensé que tú serías la acompañante. Ahora lo entiendo todo.
Definitivamente me vengaré de Jisoo por engañarme.
— ¿Ya conocías este lugar, Roseanne? —pregunté acercándome. Mis manos recorrieron el contorno de su cara y luego bajaron por su cuello, presionando ligeramente su músculo tenso— Conoces los nombres de las chicas que trabajan aquí, así que supongo que la respuesta es sí.
Ella sonrió, asintiendo a mis palabras.
— Vengo con regularidad.
— Ya veo... —Pasé las manos por su pelo, tirando suavemente de él y observando cómo las pupilas de Roseanne se dilataban poco a poco— La pulsera... —Hice un extraño gesto de labios al referirme al objeto— ¿Fue una coincidencia o la pediste de antemano para mí? ¿De verdad esperabas que me tocara la rosa?
Ella sonrió aún más.
— Obtuve la pulsera turquesa la primera vez que vine. Creo que me sienta muy bien, aunque debo decir que el color rosa me da envidia. —Me acarició los hombros durante un instante, pero la caricia cesó antes de que pudiera disfrutarla. Roseanne volvió al sofá para sentarse— Ven aquí. —Abrió las piernas y palmeó una de ellas, invitándome a sentarme.
Atravesé la habitación igual que ella, pero cuando llegué a su lado, los nervios hicieron acto de presencia. Algo avergonzada, me senté en su regazo, intentando no cargar todo mi peso sobre ella. Roseanne me quitó hábilmente las sandalias.
— Debo admitir que no creí que realmente sacaras la rosa, tal vez la lila. —La rubia dejó caer sus manos a ambos lados y acarició la piel expuesta de mis muslos.— Y bueno, el turquesa nunca fue una opción para ti. Eres una bottom. —Se rio y me miró desafiante.
— Tu no pareces exactamente una top. —Dejé que mis manos recorrieran de nuevo sus hombros. Me acerqué lentamente a su cara, rozando sus labios y los míos en un intento de tentarla— Es más, Roseanne, me atrevería a decir que como mucho eres una switch.
— Una apuesta bastante atrevida. —Sus manos recorrieron mis muslos y sus dedos rozaron peligrosamente el borde de mi ropa interior— Deja que te enseñe, Jennie.
Me temblaron las piernas al contacto y sé que ella lo notó por la intensa sonrisa que se dibujó en su rostro.
Me acarició el muslo derecho.
—Levántalo. —Y lo hice. Roseanne movió su pierna libre y puso la mía en medio, de modo que ahora yo sólo estaba sentada sobre su muslo. Tiró de mis caderas y llevó todo mi peso sobre su pierna, provocando un contacto casi directo, nuestras bocas a centímetros— Sé una chica buena y comienza a moverte, Jennie. —susurró.
Algo vacilante, y muy, muy avergonzada, empecé a frotarme contra ella. Era lento, pero eso no me permitió evitar los jadeos involuntarios. Con cada roce podía sentir la humedad entre mis piernas, humedad que probablemente estaba manchando los pantalones de Park.
Sus manos seguían el vaivén de mis caderas y lo aprovechaba para apretarme aún más contra su muslo.
— R-rosé... —Escondí la cara en el pliegue de su cuello y mordí su piel tratando de silenciarme. Sus manos acariciaron mi espalda.
Al sentir el familiar cosquilleo recorrer mi vientre, aumenté la velocidad de mis caderas para acelerar las sensaciones placenteras en todo mi cuerpo. Mis piernas seguían temblando vigorosamente a ambos lados de la suya y mis manos se aferraban con fuerza a los hombros de su camisa. Estábamos tan cerca que podía sentir la errática respiración de Roseanne en mi oído y ella podía oír mis jadeos.
De un momento a otro, y al borde del placer, Roseanne detuvo todo movimiento con sus manos.
— Sé que estás cerca —susurró—Estamos jugando, Jennie, no lo olvides. —Roseanne se movió ligeramente intentando verme la cara— Mírame. —Me exigió.
Salí del hueco de su cuello sabiendo lo mal que me había dejado aquel casi orgasmo y lo mucho que le gustaría a Roseanne verme así. Sonrió cuando nuestras miradas se encontraron y me besó suavemente.
— Levanta los brazos.
Obviamente lo hice.
Sus dedos se clavaron en la parte inferior de mi camiseta y me miró, con una mezcla entre pidiendo permiso y diciendo "lo haré de todas formas". Asentí y sus manos la sacaron lentamente hasta que estuvo en el sofá junto a nosotras.
— Levántate, Jennie.
Con cierta dificultad y con las manos en los hombros de Roseanne, mis pies tocaron el suelo de la habitación y mis piernas se estiraron deliciosamente bien. Las manos de la menor volvieron a tomar mis caderas, acercándome más a ella, con su cara a pocos centímetros de mi estómago. Mi falda cayó a mis pies cuando ella bajó la cremallera que la mantenía cubriéndome.
Casi se me cae la cara de vergüenza al recordar mi ropa interior sin estrenar. Se me hacía tarde y al salir de la ducha me puse lo primero que encontré en el cajón de la ropa interior.
Al menos eran de encaje.
Roseanne pasó sus manos por mi cuerpo semidesnudo, deteniéndose en puntos muy concretos del mismo. Entonces sus dedos encontraron el borde de mis bragas y las bajó hasta la mitad de mis muslos. Sus ojos miraron ansiosos la piel desnuda recién descubierta y se ensancharon cuando vio cómo la humedad entre mis piernas se extendía al tirar de la prenda, sin romperse.
Sin darme cuenta, una risita traviesa escapó de mis labios. Era realmente divertido y excitante observarla.
Aún de pie, Roseanne empezó a besarme el estómago, moviéndose peligrosamente más allá de mi barriga, pero sin llegar nunca al lugar que yo quería. Sus ojos observaban cada una de mis reacciones.
Su lengua no tardó en subir por mi vientre, mientras sus dientes tiraban de mi piel. Sus manos viajaron por mi espalda hasta que estuve firmemente contra su boca y mis gemidos no se hicieron esperar cuando la sentí en mi centro. Mis dedos se enredaron en sus mechones rubios mientras su lengua envolvía con fervor mi clítoris. Su lengua daba vueltas a pesar de la incómoda posición, presionando y lamiendo apetitosamente, enseñando los dientes en el momento más oportuno. Una de sus manos recorrió mi cuerpo hasta llegar a mi pecho, aún cubierto, y lo masajeó suavemente. El subidon de mi vientre empezó a crecer, llenándose más cada vez que los labios de Roseanne succionaban y su lengua exploraba. Sus ojos se ennegrecían con cada gemido que brotaba de lo más profundo de mi garganta, adquiriendo más vigor al sentir cómo mis dedos tiraban de su pelo. Podía oírla gruñir mientras su rubio platino se desordenaba.
Y entonces todo se vino abajo.
Roseanne se separó, con los labios y la barbilla brillantes de excitación. Oleadas de corrientes magnéticas recorrieron mi columna vertebral hasta llegar a las puntas de mis pies y los estiraron, tratando de liberar toda aquella tensión acumulada. Apenas podía mantener la compostura, las piernas me temblaban como si estuviera en el lugar más frío del mundo, estando en una situación increíblemente opuesta. Si no tuviera sus manos sujetándome, ya me habría desplomado sobre ella, agotada. Pronto terminó de bajarme las bragas y, con su ayuda, me senté en su regazo con la cabeza apoyada en su hombro.
Sus manos hacían dibujos deformes por mi espalda para intentar calmarme, pero mi respiración seguía siendo errática. Entonces su perfume entró por mi nariz; dulce y floral, casi tropical. Los músculos de su cuello parecían relajados en comparación con la última vez que los miré, y mis labios se cerraron alrededor de la piel juguetonamente expuesta.
Roseanne gimió, tensándose bajo el peso de mi cuerpo al sentir mis labios besar su cuello. Mantenía la mandíbula apretada, intentando que no salieran sonidos desvergonzados de su boca. Mis manos recorrieron su pecho y retiraron uno a uno los botones de su camisa negra sin mangas, para luego bajársela por los hombros y dejar al descubierto sus clavículas.
— Jennie... —gimió, una de sus manos enredándose en mi cabello.
Mi lengua siguió explorando la piel desconocida que acababa de liberar, y su mano se aferraba temblorosa a la parte baja de mi espalda. Mis manos acariciaron suavemente su vientre, jugando con el cierre de su pantalón.
Roseanne me miró llena de lujuria una vez que me separé de su cuello, como tratando de controlarse.
— Levántate. —Le pedí. Ella levantó una ceja— Por favor, Rosé. —Le supliqué.
Roseanne se apartó del sofá y se enderezó, sus labios casi rozaron los míos. Ella sonrió y yo también. Supuse que había adivinado mis intenciones cuando la vi intentando quitarse la camiseta, pero la detuve bruscamente.
— Ah-ah, déjame a mí.
Sus manos dejaron de aferrarse a mi espalda para que yo pudiera deslizar las mangas de la camisa por sus brazos, pero en cuanto sus brazos estuvieron libres de la prenda volvieron al mismo sitio. Pronto la camisa estuvo junto a la mía. Con su parte superior ahora medio desnuda, acaricié todo lo que mis manos pudieran tocar antes de que Park decidiera que estaba teniendo demasiada libertad. Mis pulgares acariciaron sobre el sujetador blanco y el valle entre sus pechos, mi boca salivando por el deseo de poner mi boca en su piel nuevamente, por quitarle aquella estúpida prenda y ver sus pezones erectos en toda su gloria debido a mí.
Saliendo de mi ensoñación, volví mi mirada a Roseanne, que me miraba divertida, con aquel ceño burlón en los labios.
— Creo que la reina siempre consigue lo que quiere. —Dijo entre una risa nasal— Lo has hecho bien, Jennie.
— Ya lo sé. —alardeé.
Roseanne rió y sus ojos volvieron a ennegrecerse. Su mano me sujetó la barbilla con firmeza, obligándome a mirarla a los ojos oscuros.
— Dijiste que te gustaba pedir las cosas a gritos, así que quiero oírte hacerlo. —Sonrió con impaciencia.
Con sus frías manos recorrió mi espalda hasta el broche de mi sujetador, que en un par de segundos se unió al resto de mi ropa.
— Yo no...
— ¿No quieres seguir jugando, Jennie?
Roseanne me miró expectante con aquella sonrisa adornando sus labios, sabiéndose dueña de la situación, pero igualmente atenta a cada una de mis reacciones.
— Claro, pero creo que me toca jugar a mí. —Rápidamente me arrodillé en la alfombra entre sus piernas. Mis manos siguieron acariciando su abdomen desnudo y se dirigieron lentamente hacia el cierre de sus pantalones.
La sonrisa de Roseanne vaciló durante unos segundos, pero luego se hizo más grande al comprender los motivos ocultos de mis palabras.
— Creía que tu turno había terminado, pero lo dejaré pasar. —Me cogió la barbilla y acercó sus labios a mi oído.— Luego veremos el costo.
Roseanne me cogió las manos y se levantó para ponerlas sobre la cremallera.
Todavía desorientado por las palabras de Park, intenté concentrarme en poder hacer lo que quería, pero la proximidad de ella me estaba volviendo loca. Cuando me encontré con sus ojos, noté la diversión con la que me miraba, sabiendo el efecto que ella tenía sobre mí y que yo estaba en la palma de su mano.
En un acto de confianza, bajé la cremallera y con ella los pantalones de Roseanne, encontrándome con un par de bragas rosas.
— ¿Una top de rosita?
— ¿Qué puedo decir? —Rio— Es mi color favorito —Dijo haciéndome reír.
Me levanté, intentando seguir su ritmo. Mis manos recorrieron su cuello desnudo, mi mirada se desvió hacia sus hombros y sus labios hinchados. Mis dedos jugaron con el tirante de su sujetador, sus ojos me miraban esperando su oportunidad.
— ¿Puedo? —pregunté con los dedos aún en el tirante y la goma elástica de sus bragas.
Ella negó con la cabeza, sonriendo ante la clara expresión de decepción de mi rostro.
— Me gusta verte en desventaja —Volvió a sentarse en el sofá aprovechando para tirar de mí en el proceso— Luego podrás tenerme, cariño —Alzó su barbilla en busca de un beso que no pude negarle—Ahora déjame verte.
De nuevo en su regazo, y ahora sin una prenda de ropa entre su piel y yo, tomó mis manos para guiarlas por mi cuerpo con las suyas. Me hizo acariciar mis pechos y mis pezones sin ningún pudor por su intensa mirada sobre mis reacciones. Gemí, mi centro pulsando entre mis piernas me estaba enloqueciendo y ella lo había notado. Dirigió mis manos hacia el sur, tomándose su tiempo para poder ver todo el contacto entre mis manos y mi piel. Roseanne puso una de mis manos en mi entrepierna, asegurándose de que estaba en ese manojo de nervios del que seguramente quería ella ocuparse, mientras mi otra mano caía sobre su hombro, ajena a todo contacto con mi cuerpo.
Roseanne puso su mano sobre la mía, más concretamente sus dedos sobre los que estaban en mi clítoris y comenzó a moverse. La reacción fue inmediata, mi mano apoyada en su hombro apretó con fuerza la piel expuesta, pero no demasiado como para causarle dolor. Mi otra mano se movió involuntariamente sobre mi clítoris rápidamente y con una serie de movimientos estratégicamente diseñados para no dejarme pensar con claridad, sino para disfrutar de la exquisitez de su agilidad. La mano libre de la rubia rodeó mi espalda para acercarse más a ella, sin detener su agarre y sus movimientos en mi parte inferior, para poder susurrarme algo al oído.
— No puedes correrte, bonita.
Ella lo sabía, por supuesto que lo sabía, de alguna manera supo que yo estaba casi al borde, y claro, todavía un poco sensible por el orgasmo anterior, la velocidad con la que los dedos de Roseanne movían los míos y sus ojos fijos en lo que pasaba ahí abajo, concentrada en la transparencia de mis fluidos cayendo entre nuestros dedos hacia el cuero del sofá. Era imposible no correrse.
— Yo... Ro... Rosé... —Por más que formulaba frases y palabras en mi cabeza, no salían, no querían, o más bien no podían.
Hice todo lo posible por mantener el orgasmo bajo control, estaba literalmente colgada al borde del abismo, intentando no caer y con sólo mis dedos manteniéndome en la superficie para obedecer a mi compañera.
Roseanne apartó su mano de la mía en el momento exacto en el que ya casi no podía más, las lágrimas caían de mis ojos por la estabilidad que ponía en mantener mi cordura a flote. La rubia iba a volver a acariciarme como hace unos minutos, pero eso me llevaría.
— Rosé... —susurré con dificultad.
Pero claro, se trataba de Park Roseanne.
Terminó recostándome en el sofá negro, tenía esa mueca jalando de la comisura de sus labios cuando su rostro se acercó al mío para besarme con ese par de pétalos tan deseables que poseía. Su mano subió por mi cuerpo hasta llegar a mi cuello, sus dedos lo apretaron suavemente mientras sus labios se encargaban de robarme cada respiración que me hacía soltar.
Mis manos, deseosas de sentir su cálida piel sobre mi palma, acariciaron con sus uñas el contorno de sus costillas, sin llegar a lastimarla. Rosé suspiró en mi boca.
— Tenga cuidado con lo que hace, su Majestad —Su mirada ennegrecida me advirtió de que no me estaba metiendo en algo muy favorable.
Rosé utilizó su mano libre para clavar la mía justo al lado de mi cabeza, pero claro, tengo dos manos.
— ¿Con qué debo tener cuidado, Roseanne? —Intenté sonar lo más desafiante posible, pero la respiración errática que me atacaba por la cercanía del orgasmo seguía ahí y la mirada de ella no me dejaba recuperar la compostura. Aun así, mi mano, todavía ávida de la suave piel que tenía sobre mí y totalmente a mi alcance, acarició su costado con cierta agresividad, haciéndole notar las ganas que tenía de tocarla como ella hacía conmigo.
— Siendo la reina que es, debe saber la importancia que tiene el respetar el título de una persona —Agradecía el ligero juego de roles que Park estaba armando, pero si ella no ponía su lengua sobre mi en ese mismo momento, estaba segura de que bajaría mi propia mano y me liberaría sin su ayuda. La mano que estaba en mi cuello dejó su posición para recorrer el valle entre mis pechos, sus ojos atentos a la piel recién vista mientras su mano tomaba la mía y la dejaba al otro lado de mi cabeza. Bien, cambio de planes— Y como puedes ver, la pulsera rosa está en su muñeca, no en la mía, lo que significa que usted es mi bottom, siempre lista y dispuesta para mi —Sus ojos se dirigieron al trozo de papel que envolvía mi muñeca mientras cada palabra hacía que su rostro bajara más y más por mi cuerpo— ¿Estoy en lo cierto? —preguntó justo entre mis pechos, con la mirada clavada en mis ojos.
Asentí, ansiosa por sentir su boca o sus manos sobre mí.
—Así que le pido que se quede quieta y respete mi lugar como su top para satisfacerla como se debe, su alteza —Su lengua se enredó en mi pezón derecho cuando terminó de decir eso, húmeda y caliente por la temperatura de su cuerpo, con energía para retorcerse a su alrededor y así poder arrancarme los gemidos que tanto ansiaban sus oídos.
Mi espalda se arqueó ante la suave textura de su lengua en aquel punto sensible de mi cuerpo. Mis dedos querían enredarse en sus suaves hebras platinadas y tirar de ellas para escuchar los gruñidos frustrados salir de sus labios, pero sus manos me sujetaban al sofá negro sin darme la opción de desatar la emoción que poco a poco se iba acumulando en mi vientre.
La boca de Roseanne recorrió el valle en busca del otro botón rosado que sobresalía y, al igual que antes, su lengua se clavó en él con renovada energía, saboreando toda la piel que lo rodeaba.
— Por favor... —Mis piernas se enredaron a su cintura por la insoportable excitación que provenía de mi interior, sentía tanto calor que incluso la pequeña brisa que hacían las piernas de la rubia por accidente me hacía retorcer— P-por favor, Rosé... —Mi centro buscaba desesperadamente algo con lo que apagar la frustrante palpitación presente incluso en sus rincones más oscuros. Quería cerrar las piernas y poder sentir ese pequeño grano de satisfacción al presionarme, pero incluso eso me impedía ella al estar encima de mí.
Roseanne tenía la barbilla apoyada en uno de mis pechos y me miraba sonriente, como si ya hubiera conseguido lo que quería.
— Te ves tan bonita suplicando, Jennie —Su cara bajó varios centímetros hasta mi estómago para plantarme allí suaves besos—Pidiendo qué... ¿Qué me estás pidiendo? —La creciente sonrisa en sus labios envió una gran chispa a mi centro, liberando otra oleada de humedad entre mis piernas.
— Yo... —Los besos seguían bajando y clavándose en mi piel— Por favor... —Sabía lo que ella quería oírme decir, pero estaba tan espaciada y tan avergonzada por la cantidad de humedad presente en mi entrepierna que no podía pensar en el orden de las palabras. Su risa divertida interrumpió mis sentidos bruscamente— Por favor...
La rubia me soltó las manos sólo para agarrarme de los muslos y abrirme de piernas para ella, totalmente expuesta y vulnerable en su cara. Tenía tantas ganas de ver sus chispeantes ojos negros tratando de guardar cada centímetro de mí en su memoria, pero su aliento golpeando directamente allí, en su objeto de admiración, me tenía enloquecida.
— Estoy tan o más ansiosa que tú,... —Rosé reanudó su camino de besos en toda mi extensión. Ella tenía el camino libre y todo el tiempo del mundo en esta habitación. Sus labios vibraban cada vez que tenía contacto con la piel sensible— ...pero aún no me has dicho lo que quieres, Jennie.
La figura de Roseanne arqueada frente a mí, con su cara entre mis piernas y sus manos venosas tendidas sujetándome, no me dejaba pensar con claridad. Su risa llenó el silencio de la habitación y me hizo preguntarme si Jisoo y Lalisa estarían en la misma situación que Roseanne y yo, pero sin la claridad necesaria para formar frases, sólo pude responderme que era bastante probable.
Por suerte, Jisoo y Lalisa tenían los brazaletes morados y no se vieron afectadas por un trozo de papel y el emocionante juego de roles entre una bottom y una top.
Aun así, no era el momento de pensar en ellas con Roseanne ahora delante de mí y sus labios a escasos centímetros de los míos, casi rozándose.
—Dímelo y lo haré, Jennie —Sus palabras no lo decían, pero su tono al decirlas sí. Park me lo estaba suplicando— Necesito escucharte. No sabes las ganas que tengo de sentirte —cogió mis muslos y los volvió a separar para su disfrute.
Claro que yo también quería sentirla, solo quería oírla así de angustiada por tocarme y saber lo que era tener el control, por pequeño que fuera el ejemplo. La mirada confusa de Roseanne ante mi sonrisa me hizo desfallecer de orgullo.
Acerqué mis labios a su oído y le susurré, tan sensual como me permitía mi temblorosa voz.
—Ya te lo he dicho, Roseanne, fóllame como si tu estúpida vida pendiera de un hilo, ¿Es que acaso no eres una top?
Supongo que nunca sabré medir mis palabras, porque lo que dije hizo que los ojos negros de Roseanne se transformaran en la misma eternidad negruzca de la que hablan los cuentos de hadas y que todos temen, pero en lugar de traer oscuridad y martirio, mostraron deseo en estado puro. El lateral de sus labios se dibujó en una sonrisa de suficiencia, sabía que ahora tenía vía libre para hacer lo que quisiera. Como ya había hecho varias veces, bajó por mi cuerpo con su pesado aliento chocando con mi piel, sus manos acariciaron suavemente mis muslos y sus labios besaron el interior de los mismos. De un momento a otro y con sólo una profunda mirada de advertencia, su boca se perdió entre los sensibles pliegues de mi vulva. Su lengua se movía desesperadamente entre los labios sin molestarse en atender a mi clítoris hinchado y lloroso que pedía a gritos un poco de atención, pero en el momento menos esperado, su músculo viscoso entró en mí. Fue ciertamente excitante. En toda la sesión nada de ella se había molestado en entrar y ahora, con su lengua casi experta entrando y saliendo, era toda una experiencia.
Sus uñas arañaron toda la longitud de mis muslos, enviando punzantes escalofríos hasta los dedos de mis pies.
—Yo... yo... —Era humillante decirlo, sobre todo pensando en que no había tocado ni una sola vez el bulto rosado que tenía delante de los ojos, pero sí, me sentía venir— Voy a..
—No puedes, Jennie —Dijo cuando su lengua dejó de trabajar.
Sus labios recorrieron mi cuello y di un respingo al sentir uno de los fríos dedos de Roseanne extenderse por los pliegues empapados hasta tocar el interior caliente de mis paredes.
— No puedo, pero... —Un empujón de ella me hizo callar de inmediato, pero no pude evitar dejar escapar un gemido ahogado que había estado conteniendo por lo que parecían años.
—No, no puedes —Su dedo frío dió otro empujón antes de introducir otro dedo dentro de mí.
El lento movimiento de sus dedos me hizo estremecer. La sensación era jodida, sí, pero que su pulgar comenzara a prestar atención a mi clítoris era totalmente otra cosa de la que hablar.
La lentitud del principio desapareció sin dejar rastro, casi como si nunca hubiera existido, y dio paso a la ráfaga de placenteros empujones de los fuertes dedos de la rubia, penetrando sin piedad. Su boca estaba pegada a la mía intentando tragar todas las incoherencias que dejaba escapar mientras hacía lo suyo allí abajo.
Mis propios dedos se aferraban al brillante cuero negro del sofá para tratar de hacer frente a las abrumadoras sensaciones que la rubia me estaba provocando, pero era mucho mejor escuchar los jadeos de Roseanne mientras recorría su espalda con mis uñas. Incluso siendo siendo bombeada de esa manera, me hacía sentir poderosa poder darle placer con algo tan pequeño como un arañazo.
De nuevo, el electrizante nudo comenzó a armarse, siendo mucho más rápido e insoportable esta vez por los dos nuevos intrusos en mi cuerpo. La electrizante tensión se hacía mayor, mis brazos y piernas se apretaban contra el escultural cuerpo de Roseanne intentando desatarlo todo, pero una vez que los músculos se relajaban agotados, la tensión volvía con más fuerza.
— Estás por venir, lo siento en mis dedos, Jennie... —Me susurró al oído, aumentando sus caricias sobre mi clítoris— Qué bien te sientes —Gimió de placer al sentir cómo mis paredes se tensaban en torno a sus dedos, su lengua manchada lamía el lóbulo de mi oreja.
— P-por favor... —Su pulgar presionó, arrancando un grito desesperado de mi garganta— Quiero... ¿Puedo...?
— Oh, cielo —Por su tono, supe que Roseanne estaba más que satisfecha con mi petición, seguramente por verme y tenerme así, un desastre lloroso gimiendo su nombre, retorciéndose bajo su cuerpo y suplicando mi liberación. Aumentaba su lado dominante en todos los sentidos— Mi chica buena ¿Tanto lo deseas?
— Sí... sí...
Rosé besó mis labios separados con dulzura y dijo: —Adelante, cariño. Puedes correrte.
Y explote, una sola caricia de los dedos de Roseanne bastó para empujarme finalmente al abismo, como la gota desbordada que hizo caer el agua del vaso, se sintió exactamente igual. Aunque bueno, es retórico. La tensión que se acumuló fue tan grande que todo mi cuerpo permaneció inmóvil, tenso, convulsionándose por dentro y esperando a que todo pasara. Mis dedos se clavaron en el rubio platino de Park y gemí su nombre, quizá de una forma demasiado depravada para su bien y el mío. Sus belfos repartían tiernos besos por toda mi cara para ayudarme a salir del orgasmo, mientras sus dedos intentaban alargarlo al máximo para nuestro disfrute. Ella también había gemido, posiblemente por la placentera fuerza con la que mis paredes se estrechaban a su alrededor. Sus manos acariciaban mis temblorosas piernas buscando calmarlas, pero no tardaron en detener los movimientos involuntarios.
— Qué placer verte venir —Roseanne me miró apoyándose en mi pecho, dibujando figuras deformes en mi estómago y secándome lágrimas que ni siquiera sabía que había botado, una enorme sonrisa adornaba su rostro.
— Bueno... —reí, algo avergonzada—Sentí tu placer —Y qué manera de hacerlo.
Ella también rió audiblemente mientras se levantaba. Se acercó a mi cara sudorosa y me plantó un beso en los labios, acariciándome la cara con el pulgar (sí, el mismo con el que me hizo correrme). Sentir mi sabor almizclado con el suyo en mi boca y su lengua jugando con la mía fue solo una pequeña muestra de su resistencia, además de lo ansiosa que se encontraba por continuar.
— ¿Está lista para otra ronda, Majestad?
Levanté la vista hacia ella, buscando en sus ojos burla u orgullo inocente, pero sólo encontré deseo renovado, la misma mirada lujuriosa de mi primer orgasmo. Sonreí, excitada por la maravillosa noche que me esperaba.
— Tu deberías responder —Con mis fuerzas casi agotadas, la empujé hacia el sofá para sentarla y meterme en su regazo, manteniéndola acorralada contra el brillante respaldo de cuero negro que tenía detrás— ¿Estás preparada para recibir a tu reina?
Sus ojos marrones se volvieron negros por vigésima vez esta noche y sus labios carnosos formaron una sonrisa soberbia, casi desafiante. Era simplemente encantadora. La clase de top perfecta para mí.
— Estoy a tus órdenes.
Y yo su perfecta bottom.
muchas gracias por leer y también agradezco mucho a borangerine por permitirme adaptar su obra ♡
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