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Ya era viernes, recién abría mis ojos para poder levantarme, pero sentía un peso sobre mí,  así que miré a donde estaba mi compañero de habitación.  Efectivamente,  aquel castaño estaba apegado a mi cuerpo, durmiendo abrazado a mí.  No lo quería despertar así que me movía con cuidado y me reemplace por un peluche algo grande de unicornio el cual era mío pero tenía ganas de dárselo a ese lindo angelito que descansaba en mi cama.

– Sigue durmiendo pequeño.

Murmuré bajo mirando como el Elías abrazaba el unicornio. Acurrucandose ahí.  Yo no perdí más tiempo, busqué ropa y me fuí al baño para poder ducharme. Tarareando alguna melodía que se me venga a la mente. Luego de cortar el agua y estar mojado tomé una toalla colocandola por mis caderas,tomé otra para secarme mis cabellos, los cuales eran rubios, lo extraño era que mis cabellos eran claros pero mis ojos eran oscuros, un color café. 

Me seque el cuerpo en el baño y me coloqué ropa interior saliendo del baño. Suspirando un poco, miré en dirección a mi cama viendo como el lindo niño, bueno, le digo así como broma, en fin, él se estaba despertando. Llevó sus manos a sus ojos frotando estos con suma pereza dando un bostezo. Dirigió sus ojos verdes hacia mí,  al hacerlo. Me tensé un poco, sonreí y el se ruboriza tal cual tomate.

Tapó su rostro apenado y toma al unicornio colocandoselo en la cara para no verme. Luego me fijé por que estaba así. 

– ¡Vi-vistete!

Exclama él en su tartamudeo, su voz sonaba apenada. Yo sólo me dediqué a dar una pequeña carcajada y ponerme mis pantalones negros. Tomé una playera sin mangas colocandomela.

– Ya pequeño.  Pero no tienes que avergonzarte

Dije riendo. Me acerqué y tomé al unicornio alejandolo de él para luego tomar sus manos besando el dorso de estas mismas.

— Bien, iré a preparar el desayuno. Tú tomate una ducha. Luego iremos a por tus cosas ¿Ok?

Dije amable y de forma dulce mirandolo. El sonrió y se aleja de mí, sacando de su mochila una faldita, una polera y ropa interior. Miré como se fué al baño, suspire pesado para irme a la cocina empezando a cocinar unos waffles. Sentí como una puerta se abría.

Había despertado mi hermana junto a su amiga.

– Buenos días Princesas durmientes

Dije lo último en broma pero sonriendoles a ambas cuando pasaron por la cocina.  Mi hermana llevaba un pijama de gato y su amiga de un oso.

– Buenos días hermanito pervertido

Me decía mi hermana, ella siempre me decía a mí  así,  por verle el doble sentido a las cosas. Rodé los ojos mirando de reojo como su compañera me saludaba con la mano.

– ¿Y el enanito trapito?

Pregunta su amiga. Yo apunté a mi habitación. 

– Está ahí.  Bañandose..

Dije tranquilo colocando las cuatro tasas, con los platillos y cucharas en sus lugares. Luego puse a calentar el agua, suspirando pesado revisando los waffles para así ponerlos en los platillos. Con unos tenedores dejandolos en los respectivos puestos.

En eso miré como el Elías se venía a sentar a la mesa. Llevaba una faldita de color rosa pastel, una polera cortita por adelante y larga por detrás, esta de color arco iris al igual que sus medias que le llegaban al muslo. Me mordí el labio inferior con cierta fuerza. Dios, se veía hermoso y me gustaba mucho como se le veían las medias.

Sacudí mi cabeza para reaccionar y le sonreí. Aunque el me miró con una sonrisa coqueta, espera...eso significa ¿que notó mi mirada en él?, me quede mirando como idiota a el chico. Éste río y solo se hecha café en la tasa.

Pasó exactamente una hora, ya habíamos tomado el desayuno y ahora estaba caminando junto a Elías hacia su hogar.

Llegamos, el abrió la puerta con unas llaves. Me sorprende que el lugar sea tan grande.

– Mi padre...Huh, hoy no está.  Le avisé que buscaría mis cosas y me iría.  El no se quiso despedir. Bueno, mejor será que me sigas, ya que...bueno, esta casa tiene algunas cosas antiguas y aquí pasaron sucesos paranormales.

Dijo el tomando mi mano para que lo acompañe.  Llegamos a su habitación.  Rápidamente toma un bolso llenandolo de sus libros, mangas, y unas ropas, oh...eran cosplays.

– Solo me llevo esto. Mi otra ropa no sirve mucho.

Dijo aunque si guardo algunas ropas. Luego toma un cartucho con un violín adentro y otro con una guitarra eléctrica.  Yo tomé el bolso para ayudarlo. El llevaba. los instrumentos y una mochila con más cosas de él.

Luego de unos minutos salimos de esa casa y nos fuimos a mi departamento. Al llegar lo ayudé a ordenar sus cosas. La guitarra la dejó junto a mi batería que estaba en otra sala que antes no se la había enseñado. Y el violín lo dejó en la habitación. 

– Gracias por todo. Te debo mucho

Dijo el, sin previo aviso se acercó a  mi y me besó con suavidad en los labios. Tan solo fue un pequeño roce. Parpadeaba sin poder creer lo que él había hecho. Me sonrió y yo solo pude desviar la mirada.

Pasaron los días,  y así las semanas. De a poco iba conociendo mejor al Elías y el me conocía más a mi. Bromeabamos, jugábamos videojuegos,  lo ayudaba con la escuela. El pronto podría ir a la universidad.  Aunque de todas formas le faltaba. Él tenía 17 y yo 19.

Lo ayudaba en lo que podía y yo le contaba lo que tenía en el día. Leía libros junto a él,  sentandome en el sofá,  el se sentaba en mis piernas siguiendo mi lectura. Yo haciendo las voces de los personajes por lo que le sacaba risas a ese lindo chico.

Todo bien...hasta que supe algo.

Él tenía problemas al corazón, me dijo que quería que lo acompañe a un examen que tendría,  solo iba algunas veces al año. Pero de alguna forma me preocupaba.

Siempre me decía que estaba bien, que no le pasaba nada. Mantenía su linda sonrisa. Yo solo lo acompañaba siempre preocupado.

Ahí nos acercamos más.

Un día,  que pronto iba a ser ya Halloween el me habló. Yo estaba viendo videos de terror ya que faltaban solo pocos días para pedir dulces, jaja, aún estando grandes salía,  solo para ir a unas fiestas de disfraces. Era apenas 27 de Octubre.

Él se acercó a mí de forma tímida.  Yo me quedé mirandolo.

– Matías..debo decirte algo.

Dijo con nervios, su cuerpo comenzaba a temblar demostrando sus nervios. Me acerqué con la intención de ver que le pasaba, sus mejillas se pusieron rojas al instante en el que lo tomé de los brazos.

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