030
El sol apenas comienza a despuntar cuando llegamos al centro ecuestre. El aire es fresco, con esa fragancia inconfundible de hierba húmeda y madera. Hazel relincha suavemente en su establo al verme llegar, y no puedo evitar sonreír mientras me acerco.
Christian camina a mi lado, con Storm, su caballo, siguiendo su paso como una sombra. Ambos estamos listos para otro día de entrenamiento, pero hoy hay algo diferente en el aire, algo que no puedo identificar del todo.
—¿Estás lista para demostrarme de nuevo que eres mejor que yo? —pregunta Christian, con una sonrisa traviesa mientras me lanza una mirada de desafío.
—No necesito demostrarlo. Ya lo sabes —respondo, devolviéndole la sonrisa mientras acaricio el hocico de Hazel.
Hazel es mi mayor aliada, mi refugio, y lo sabe. Siento que entiende cada emoción que pasa por mi mente, y hoy parece especialmente tranquila, como si percibiera que necesito de su calma.
Comienzo a preparar su equipo con movimientos automáticos, ajustando la silla de montar y asegurándome de que todo esté en su lugar. Christian, por su parte, está ocupado con Storm, pero no deja de mirarme de reojo.
—¿Qué? —le pregunto, sintiéndome un poco incómoda bajo su mirada insistente.
—Nada. Solo estaba pensando en lo lejos que hemos llegado, tú y yo. ¿Recuerdas cuando ni siquiera podíamos pasar cinco minutos juntos sin discutir?
Río, recordando aquellos días. De niños, Christian y yo no éramos precisamente amigos. Él siempre parecía tener algo que probar, y yo no tenía paciencia para su actitud arrogante. Pero ahora… bueno, las cosas son diferentes.
—Lo recuerdo bien. Tú siempre pensabas que sabías más que todos los demás.
—Porque lo hacía —responde, alzando una ceja con diversión.
Le lanzo una mirada burlona antes de subir a Hazel. La conexión entre nosotras es instantánea; siento cómo su energía se sincroniza con la mía mientras avanzamos hacia la pista de entrenamiento. Christian monta a Storm y se coloca a mi lado, con una expresión seria que rara vez muestra.
—Hoy quiero probar algo diferente —dice, ajustando las riendas.
—¿Diferente? ¿Qué tienes en mente?
—Una carrera. Pero esta vez, apostemos algo.
—¿Apostar? —pregunto, arqueando una ceja—. ¿Qué tienes en mente?
—Si gano, tienes que admitir que soy mejor jinete que tú.
—Y si yo gano, tendrás que admitir que siempre he sido mejor que tú —respondo, aceptando el desafío con una sonrisa.
Christian ríe, pero puedo ver el brillo de la competencia en sus ojos. Siempre ha sido competitivo, pero lo que más me gusta de él es que nunca deja que esa competencia se interponga entre nosotros.
La carrera comienza, y en cuanto Hazel siente la tensión en mis piernas, sale disparada. El viento me golpea la cara mientras nos movemos como una sola.
Puedo escuchar a Storm justo detrás de nosotras, y sé que Christian está dando todo de sí. Pero Hazel tiene un espíritu que no puede ser igualado. Cuando cruzamos la línea imaginaria que marcamos al inicio, sé que hemos ganado.
—¡Lo sabía! —grito, riendo mientras Christian se detiene a mi lado, con una expresión divertida pero derrotada.
—No estuvo mal —admite, aunque su sonrisa sugiere que no lo cree del todo.
Pasamos el resto de la mañana practicando saltos y perfeccionando nuestras técnicas. Christian es un jinete increíble, y verlo trabajar con Storm es un espectáculo en sí mismo. Hay algo en la manera en que se mueve, en cómo parece anticiparse a cada movimiento de su caballo, que me deja sin aliento.
En un momento dado, Christian se acerca mientras estoy ajustando las riendas de Hazel.
—¿Sabes? A veces pienso que tú y Hazel son como una sola persona. Es… increíble de ver.
—Gracias —respondo, sorprendida por su sinceridad.
—Quiero que sepas que, pase lo que pase, siempre voy a apoyarte. Ya sea aquí, en las competencias o… en cualquier otra cosa que decidas hacer.
Lo miro, sorprendida por la seriedad en su tono. Pero antes de que pueda responder, Charlotte aparece en la pista, interrumpiendo el momento.
—¡Qué par de tortolitos! —grita, riendo mientras se acerca.
—Charlotte —murmuro, aunque no puedo evitar reírme también.
Charlotte siempre ha sido así, directa y un poco descarada, pero es una de las personas más importantes en mi vida. La conocí cuando comenzamos a montar juntas, y desde entonces, hemos compartido muchísimos momentos, tanto de alegría como de tristeza.
Aunque a veces nos cuesta mantenernos en contacto debido a nuestras ocupadas vidas, siempre que nos vemos es como si nunca hubiéramos estado separadas.
—¿Qué te trae por aquí? —pregunta Christian, aunque su tono es más amable de lo que esperaba.
—Solo quería ver cómo iban. Además, alguien tiene que asegurarse de que no se maten el uno al otro.
La broma hace que todos ríamos, y el resto del entrenamiento se siente más ligero gracias a la presencia de Charlotte.
Mientras Charlotte y yo charlamos, me doy cuenta de que mis pensamientos vuelven una y otra vez a Carlos. Sé que está en México para el Gran Premio, y aunque trato de no pensar en ello, mi mente no puede evitar ir hacia él.
La noticia de que ha comenzado a salir con Rebecca Donaldson, la modelo famosa, me ha alcanzado hace unos días. No me duele, o al menos eso trato de convencerme, pero la idea de verlo con otra persona me ha dejado algo confundida.
No sé qué esperaba. ¿Que Carlos nunca saliera con nadie más? ¿Que esperara por mí? Quizás fue ingenuo de mi parte pensar que las cosas podrían ser diferentes.
Aunque estoy feliz con Christian, con lo que tenemos, a veces, en los momentos más tranquilos, su rostro aparece en mi mente, como una sombra que se niega a desaparecer. La ruptura con él sigue dejando huellas, aunque la vida continúe.
—¿Alex? —me llama Charlotte, sacándome de mis pensamientos.
—Sí, ¿qué pasa? —respondo rápidamente, tratando de disimular la incomodidad en mi voz.
—Te noto un poco distraída. ¿Todo bien?
—Sí, solo… solo pensando un poco en cosas —admito, mientras me esfuerzo por sonreír.
Charlotte me observa fijamente, sabiendo perfectamente cuándo algo no está bien. Pero antes de que pueda preguntarme más, Christian se acerca a nosotros con Storm a su lado.
—Bueno, creo que es hora de terminar. ¿Listos para una bebida? —pregunta Christian, sonriendo mientras lanza una mirada a Charlotte.
—Sí, seguro —respondo, pero mi mente sigue atrapada en los pensamientos que no puedo soltar.
A medida que nos dirigimos a los establos, no puedo evitar sentir una pequeña punzada de tristeza. Todo ha cambiado, y aunque trato de avanzar, sé que algunas cosas, algunas personas, nunca se olvidan del todo.
—Christian, ¿Puedes dejarme a Alex un momento? Necesito hablar con ella, en privado— la voz de Charlotte hace que deje de pensar en todo.
Me detengo frente a ella y deslizo los guantes con cuidado de mis manos. Hazel sigue agitada, pero mi yegua sabe que no es el momento de soltarse. Echo un vistazo a mi amiga y noto en su rostro una mezcla de curiosidad y preocupación, como si quisiera hablar de algo más que de caballos.
—Todo bien —respondo, asintiendo con la cabeza—. Solo quiero mantener a Hazel enfocada. Hoy necesito dar lo mejor de mí.
Charlotte observa con atención cómo muevo las riendas y ajusto la postura. Luego, con un suspiro, se cruza de brazos y me lanza una mirada significativa.
—¿Quieres hablar de eso ahora? —pregunta. Su tono no es directo, pero está claro que se refiere a algo más personal. Lo conozco demasiado bien.
Dejo escapar un suspiro, resignada. No es que no quiera hablar con Charlie; al contrario, ella ha sido mi apoyo constante.
Pero hablar sobre la situación con Lando, Charles y George me ha estado pesando mucho últimamente. Mis relaciones con ellos han cambiado, y no sé si me siento completamente lista para ponerle palabras a todo eso.
—No sé si tengo ganas de hablar de eso ahora, Charlie —respondo, con algo de cansancio en mi voz.
Charlotte da un paso hacia mí, levantando una ceja, como si supiera exactamente lo que está pasando por mi mente. Ella siempre ha sido capaz de leerme, y eso es algo que nunca me ha molestado. En este caso, parece que no va a dejarme escapar tan fácilmente.
—Sé que te ha estado preocupando, y no tienes que esconderlo —dice con suavidad, pero sus palabras son directas—. He notado que, últimamente, con Lando y los demás pilotos, las cosas no son lo que eran antes.
Mis ojos bajan brevemente hacia el suelo, y un peso se instala en mi pecho. Charlotte tiene razón. Lando, Charles, y George... todo comenzó con tanta energía, tanta complicidad. Pero algo cambió.
Tal vez fue el tiempo o las circunstancias, pero la relación con ellos comenzó a enfriarse poco a poco. Ya no es lo mismo que cuando nos reíamos juntos, bromeábamos, y compartíamos esos momentos de camaradería.
—Es cierto —admito con un suspiro—. Al principio, era como si nada pudiera separarnos, pero luego... todo se fue distanciando. Cada vez se volvieron más ocupados, sus agendas más llenas... y yo, bueno, también empecé a darme cuenta de que ya no compartíamos las mismas cosas... Apoyaron a Carlos por todo lo que pasó y a mí... bueno, me enviaron mensajes diciendo que estaban para mí, pero ya no es lo mismo—
Charlotte asiente, comprensiva. No necesito explicar más; ella lo entiende perfectamente. Nos miramos por un momento, como si el silencio también fuera parte de la conversación.
—Yo no soy tonta, Alex —dice, su voz suave pero firme—. Sé que fue un golpe para ti, especialmente con Lando. Pero hay algo que quiero que sepas: no eres la única que ha notado ese enfriamiento. Ellos también parecen haber tomado distancia, tal vez sin querer, pero lo han hecho.
No puedo evitar mirar a Charlie, sorprendida por su observación. Siempre había pensado que el distanciamiento era algo solo mío, que tal vez había hecho algo mal o que simplemente las cosas habían cambiado sin que pudiera hacer nada al respecto. Pero parece que todos lo notaron.
—No sé qué pasó entre nosotros —murmuro, frustrada—. Al principio me sentía cercana a Lando, como si fuéramos los mejores amigos. Compartíamos tantas cosas, pero ahora... Ya ni siquiera hablamos tanto. Y lo de Charles y George... siento que se ha vuelto una competencia constante. Como si estuviéramos midiendo cada paso, cada logro. No quiero eso, Charlie. No quiero sentir que todo está basado en la rivalidad.
Charlotte me mira y su expresión cambia a una mezcla de preocupación y determinación. Se acerca un paso más y coloca una mano sobre mi hombro.
—Entiendo cómo te sientes. Pero déjame decirte algo: lo más importante es que sabes lo que vales. Si ellos no pueden ver lo que has dado por ellos, si no pueden apreciar todo lo que has aportado a esas relaciones, entonces no lo hagas por ellos. Hazlo por ti. Y si tienes que seguir adelante, hazlo con la cabeza en alto.
Esas palabras, tan simples pero tan sabias, me golpean como una ola. Durante tanto tiempo, me había sentido atrapada, como si no pudiera moverme de la sombra de aquellos que habían sido mis amigos. Pero ahora, algo dentro de mí comienza a despertar. Tal vez es hora de dejar ir lo que ya no funciona.
—Y luego está Max... —continúa Charlotte, su tono más suave—. Él sigue siendo tu amigo, ¿verdad?
El nombre de Max hace que mi pecho se afloje un poco. Es cierto. De todos los pilotos con los que alguna vez me relacioné, Max es el único que ha permanecido a mi lado.
A pesar de las diferencias, de los cambios en la dinámica del grupo, Max ha sido el único constante. Siempre ha estado allí, incluso cuando las cosas parecían difíciles. No somos pareja, pero el vínculo que compartimos es fuerte, genuino.
—Sí —respondo con una sonrisa pequeña, pero sincera—. Con Max, las cosas nunca han cambiado. Es el único que sigue siendo mi amigo, en el verdadero sentido de la palabra. Con él, no hay pretensiones. Es solo él y yo, y eso es lo que me ha permitido seguir adelante.
Charlotte sonríe al escuchar esto. Me da un apretón en el hombro y asiente con la cabeza.
—Es bueno tener a alguien en quien puedas confiar, alguien que te vea por lo que eres, no por lo que pueden sacar de ti —dice con convicción.
Asiento, sintiendo una ola de gratitud hacia Max. Aunque las cosas con los demás hayan cambiado, él ha sido la excepción.
Es difícil encontrar personas en este mundo que no te vean como una competencia, como alguien con quien medir tus logros. Pero Max siempre me ha tratado como una amiga, sin más.
—Lo sé —respondo, ya más tranquila—. Y la verdad es que, en estos días, valoro mucho su amistad.
El entrenamiento continúa, pero mis pensamientos siguen con Charlotte y con lo que acaba de decir. Las relaciones cambian, las personas cambian, pero a veces es necesario dejar ir lo que ya no te hace bien para hacer espacio a lo que realmente importa.
Al final, tal vez lo más importante no es cuántas personas permanecen a tu lado, sino aquellas que se quedan sin necesidad de que tengas que demostrarles nada.
Max ha sido uno de esos amigos, y aunque no sé qué depara el futuro para mi relación con los demás, sé que lo que tengo con él es algo que no quiero perder, no después de todo.
El ambiente en el restaurante italiano es acogedor y elegante. Las luces cálidas y tenues resaltan las paredes de ladrillo expuesto, y el suave murmullo de los otros comensales crea una atmósfera tranquila.
En la mesa, Christian y yo estamos sentados en un rincón apartado, lejos del bullicio, como si el resto del mundo no existiera.
La fragancia de la comida se mezcla con el aroma de los vinos que se sirven, y mientras miro a mi alrededor, me doy cuenta de que este es el tipo de lugar donde uno puede desconectar de la vida diaria. Aquí, solo existe el presente, el momento.
Christian, con su elegancia natural, lleva una chaqueta oscura y una camisa de botones blanca que resalta su figura. El corte de su ropa es impecable, y sus ojos, esos ojos azules que siempre me han cautivado, parecen brillar aún más bajo la luz suave del restaurante.
Estoy aquí con él, rodeada de una paz que no había experimentado en mucho tiempo, y por un instante, me siento feliz de estar en su compañía.
—¿Te gusta el lugar? —pregunta Christian, su voz suave pero llena de interés mientras observa el menú.
Asiento lentamente, disfrutando del ambiente. Todo está perfecto: la comida, la decoración, el servicio. Pero lo que realmente resalta es la compañía. Christian tiene esa capacidad única de hacer que todo a su alrededor parezca mejor solo por estar presente.
—Es perfecto. Gracias por traerme aquí, me encanta —respondo, y mis ojos no pueden evitar fijarse en él. Es curioso cómo, incluso después de todo este tiempo, sigue siendo el centro de mi atención.
Él sonríe, una sonrisa que ilumina su rostro, y me doy cuenta de cuán profundamente me tiene cautivada. Todo entre nosotros ha cambiado desde que comenzamos a salir.
Desde que era una niña, siempre tuve una relación distante con él, siempre hubo algo entre nosotros que nos impedía conectar de verdad. Pero ahora, es diferente. Ahora, no hay barreras. Lo que alguna vez fue una rivalidad silenciosa, se ha convertido en algo más profundo, más verdadero.
—Te veo pensativa —dice, mientras toma un sorbo de vino—. ¿En qué estás pensando?
Es una pregunta tan inocente, pero en este momento, no estoy segura de cómo responder. Los pensamientos se arremolinan en mi mente, pero lo primero que aparece es Carlos. Aunque trato de no pensar en él, a veces es imposible evitarlo. Él sigue presente, incluso después de todo lo que ha pasado entre nosotros.
—Solo pensaba en cómo las cosas han cambiado —respondo, dejando escapar una risa nerviosa.
Christian me mira con una expresión que denota comprensión, como si supiera exactamente lo que quiero decir. A veces me sorprende lo mucho que puede entenderme sin que le diga nada. Su capacidad de escuchar, de leer entre líneas, es algo que valoro profundamente.
—Sí, han cambiado mucho —dice, su voz suave pero firme—. Pero quiero que sepas que, pase lo que pase, estoy aquí para ti.
Esas palabras me calan hondo. No sé por qué, pero escucharlas me hace sentir algo que no había sentido en mucho tiempo: seguridad. La sensación de que, al menos en este momento, todo va a estar bien. En un mundo que a menudo se siente caótico, él es mi refugio.
El camarero se acerca con una botella de vino, y mientras la sirve en nuestras copas, aprovecho para cambiar de tema. No quiero quedarme atrapada en mis pensamientos sobre Carlos, no ahora, no cuando todo lo que tengo es este momento con Christian.
—Este vino está delicioso —comento, mirando la copa que tengo en la mano.
—Sí, lo es. Te dije que este restaurante tiene los mejores vinos —responde él con una sonrisa confiada—. Pero hay algo que quiero decirte.
Mi corazón da un pequeño salto. Hay algo en su tono, algo en su mirada que me hace ponerme alerta. El ambiente parece haberse tranquilizado aún más, y de repente, todo se siente más intenso.
Mis dedos se aprietan alrededor de la copa de vino, como si necesitara algo físico para anclarme a la realidad. Christian se recarga ligeramente en su silla, observándome fijamente.
—Te escucho —digo, intentando mantener la calma. Pero dentro de mí, algo empieza a acelerarse.
—Alex —comienza, y su voz se suaviza aún más—, sé que hemos pasado por mucho. Desde que éramos niños, nuestras vidas han sido tan diferentes, pero, al mismo tiempo, tan conectadas. Recuerdo cuando no podíamos ni estar cerca el uno del otro sin discutir. Ahora, aquí estamos, sentados juntos, compartiendo algo mucho más profundo.
Asiento, recordando aquellos días de infancia cuando Christian y yo no nos llevábamos nada bien. Desde pequeños, nos competíamos por todo. Ya sea por nuestras habilidades en el jineteo o por la atención de otros, siempre había algo que nos separaba.
Pero todo cambió. El tiempo y las experiencias nos unieron, y ahora estábamos aquí, juntos, en un restaurante hermoso, disfrutando de una noche perfecta.
—Lo sé —respondo, mi voz tranquila pero cargada de emoción—. Pero lo que realmente me sorprende es lo fácil que ha sido para nosotros, a pesar de todo lo que hemos vivido.
Él sonríe, y por un momento, siento que el mundo se desvanece. No necesito nada más. Solo estar con él, en este momento, es suficiente.
—A veces las cosas que parecen más complicadas son las que, en realidad, nos llegan cuando menos lo esperamos —dice Christian, y sus palabras resuenan en mi cabeza.
La comida llega, pero no nos apuramos a comer. El tiempo parece estarse estirando, y aunque estamos rodeados de gente, la conversación fluye entre nosotros como si fuéramos los únicos en el mundo. De alguna manera, todo parece perfecto, como si nada pudiera interrumpir este momento.
—Alex, te quiero —dice, de repente, con una sinceridad que me corta la respiración.
Sus palabras son suaves, casi como un susurro, pero al mismo tiempo, hay una firmeza en ellas que me deja sin palabras. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, y por un segundo, me siento completamente desnuda frente a él.
No puedo evitar sentir una oleada de emoción al escuchar esas tres palabras. No es la primera vez que las escucho de él, pero hoy, en este lugar, con todo lo que hemos vivido, tienen un peso diferente. Más profundo. Más significativo.
—Te quiero también —respondo, mi voz apenas un susurro.
Él sonríe, pero hay algo en su expresión que me dice que no está terminando ahí. Algo más está por venir. Su mano se desliza por la mesa hasta encontrar la mía, y cuando sus dedos se entrelazan con los míos, siento que algo está a punto de cambiar en nuestra relación, algo que no esperaba.
—Quiero que sepas que no quiero que nuestra historia se quede aquí, en este momento. Lo que tenemos es mucho más grande que lo que podemos ver ahora, y quiero vivirlo todo contigo. —Se detiene un segundo, y me mira fijamente, como si estuviera buscando mi reacción.
Mis palabras se atoran en mi garganta. Siento una mezcla de felicidad, incertidumbre y esperanza. ¿Qué significa todo esto? ¿Está sugiriendo lo que creo que está sugiriendo?
Entonces, con un movimiento suave, Christian toma algo de su bolsillo y lo coloca sobre la mesa frente a mí. Es una pequeña caja de terciopelo negro. Mi respiración se corta, y mis ojos se agrandan.
El mundo parece detenerse un momento mientras él abre la caja lentamente. Dentro, hay un anillo. Un anillo hermoso, con un diamante brillante que parece captar toda la luz del restaurante.
—Alex —dice, su voz un poco más grave ahora—, sé que solo llevamos un año juntos, pero cada día a tu lado ha sido perfecto. Quiero que seas mía para siempre. ¿Te casarías conmigo?
El aire en la habitación parece volverse denso. Mis manos tiemblan levemente mientras observo el anillo. Mi corazón late con fuerza, y por un momento, todo lo que puedo hacer es mirar a Christian, sin saber qué decir.
Las palabras me faltan, y aunque una parte de mí sabe que este es el paso que siempre he querido dar, otra parte de mí duda. ¿Estoy lista para este compromiso? ¿Para un futuro juntos?
Sus ojos no se apartan de los míos, esperando mi respuesta, mientras el silencio se extiende entre nosotros como una cuerda tensada a punto de romperse.
Lo miro una vez más, y aunque mi mente está llena de preguntas, algo dentro de mí sabe que este es el momento. El momento que siempre imaginé, pero nunca supe que llegaría tan pronto.
─ Continuará...─
Quiero aprovechar este momento para agradecer de todo corazón el apoyo que he recibido durante todo el proceso de It’s just him.
Ha sido un viaje increíble y no hubiera sido posible sin las maravillosas personas que he tenido el privilegio de conocer en el camino. En particular, me gustaría agradecer a siisi_03, _byalma, iamyaizaa gracias por darme ánimo, compartir ideas y, sobre todo, brindarme su apoyo incondicional.
Su amistad y energía han sido fundamentales para llevar esta historia hasta donde está hoy. Estoy emocionada por lo que vendrá, y me hace muy feliz anunciar que nos veremos en la segunda parte de It’s just him.
¡Bienvenidos a la saga “Together or nothing” y que esta nueva etapa nos traiga tantas emociones como la primera. ¡Gracias por ser parte de este viaje! ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro