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🗓: 03 / 07 / 2022
📍: Circuito de Silverstone

La temporada 2022 de la Fórmula 1 ya va casi por la mitad, y aquí, en Silverstone, la atmósfera está cargada de nervios, emoción y el bullicio característico de una de las carreras más emblemáticas del calendario.

La vibrante energía de los aficionados británicos se siente en cada rincón del circuito. Este es el Gran Premio que todos esperábamos, el momento donde Carlos Sainz puede lograr algo que ha soñado durante años: ganar su primera carrera con Ferrari.

Desde la zona VIP, donde me encuentro, tengo una vista perfecta de la recta principal y la zona de los boxes. Pero, a pesar de estar rodeada de personalidades importantes y de las conversaciones que llenan el ambiente, mi mente está completamente centrada en un solo objetivo: Carlos.

La espera ha sido larga, la temporada ha sido dura, pero hoy podría ser el día en que todo ese esfuerzo, todo ese sacrificio, finalmente dé sus frutos.

Visto un conjunto sencillo pero con carácter: una falda negra de corte midi que resalta mi figura, fluida y elegante, acompañada de una chaqueta de cuero negro que le da un toque audaz a mi look.

La chaqueta tiene detalles metálicos en los hombros que aportan un aire sofisticado, mientras que la camiseta blanca de algodón le da frescura y balance al conjunto.

Mis tacones negros no solo aportan altura, sino una sensación de confianza que siempre necesito para sentirme parte del ambiente del paddock.

Las gafas de sol retro, grandes y oscuras, me ayudan a mantener la calma y no dejar que la emoción me sobrecoja. No importa cuántas personas estén alrededor, todo lo que quiero es que Carlos logre la victoria.

El semáforo se apaga y la carrera comienza. El rugir de los motores resuena por todo el circuito, y el Ferrari de Carlos parte en segunda posición, justo detrás de Max, quien ha dominado la temporada.

La pista de Silverstone, con su mezcla de curvas rápidas y rectas largas, promete ser una prueba de fuego. Carlos tiene la oportunidad de poner a prueba todo lo que ha aprendido, todo lo que ha trabajado durante tanto tiempo.

Las primeras vueltas son intensas. Max lidera, pero Carlos lo sigue de cerca. El calor y la humedad juegan un papel crucial, y los pilotos tienen que ser meticulosos con la gestión de los neumáticos. En la primera parada en boxes, Ferrari realiza una parada perfecta, rápida y sin errores.

Carlos sale justo detrás de Max, manteniendo la presión. Pero lo que realmente marca la diferencia en la carrera es la tranquilidad y el control con los que Carlos maneja la situación. La concentración en su rostro es inquebrantable, a pesar de la intensa presión. Cada maniobra es calculada, cada adelantamiento es una oportunidad aprovechada al máximo.

La carrera avanza y el clima no da tregua. Max empieza a sufrir con los neumáticos: la estrategia de Ferrari comienza a dar frutos. Mientras tanto, yo observo a Carlos con una mezcla de admiración y ansiedad. Cada vuelta que pasa, lo veo con más intensidad, luchando, ajustando su ritmo, manteniendo la calma. Es una pelea de resistencia.

Mi corazón late más fuerte a medida que la carrera se va acercando a las últimas vueltas. La victoria está en juego, y Carlos está en una posición envidiable.

Finalmente, en una maniobra perfecta, Carlos supera a Max. La emoción recorre mi cuerpo como una corriente eléctrica.

—¡¡¡CARLOS SAINZ TOMA EL PRIMER LUGAR!!!—

La última vuelta se acerca, y ahora todo está en juego. Cada segundo es crucial. Cada adelantamiento, cada cambio de ritmo puede decidir el resultado final. Pero el Ferrari de Carlos sigue demostrando que está a la altura de las circunstancias.

Los aficionados británicos estallan en vítores mientras el rojo Ferrari se acerca a la línea de meta.

Max empieza a sufrir más con sus neumáticos, y Carlos aprovecha la oportunidad. La última recta está aquí, y no hay vuelta atrás. Carlos ha cruzado la línea de meta en primer lugar, y el equipo Ferrari explota de emoción. La victoria es suya. Ha ganado en Silverstone.

Pero lo que más me impacta es lo que escucho justo cuando Carlos cruza la línea de meta:

—¡Lo he hecho, Alex, he ganado, preciosa… He ganado por ti!— la emoción en su voz es tan palpable que me cuesta respirar por un momento. La radio de Carlos resuena en mis oídos, y mis ojos se llenan de lágrimas.

No importa la multitud ni el ruido que se escucha a mi alrededor, la voz de Carlos es lo único que importa en este momento. ¡Carlos lo ha logrado! ¡Ha ganado en Silverstone!

No pierdo ni un segundo más. Me levanto de mi asiento y corro hacia la barrera, atravesando a toda prisa la multitud que celebra eufóricamente. El equipo Ferrari está estallando de felicidad, abrazos, saltos, gritos de emoción, pero yo solo tengo una cosa en mente: Carlos. Él ha cumplido su sueño, y yo quiero estar ahí, junto a él, en este momento tan único.

Cuando finalmente llego, veo el Ferrari de Carlos detenido en la zona de pit. Él aún no se ha quitado el casco. La camiseta empapada de sudor, los ojos brillantes de felicidad, y una sonrisa tan amplia que parece iluminar el mundo entero. Mi respiración se acelera, y antes de que pueda pensar en nada más, Carlos me ve. Y, en un abrir y cerrar de ojos, él corre hacia mí.

El mundo se desvanece mientras cruzamos nuestras miradas. No hay nada más importante ahora mismo que él. Carlos se acerca a mí y me abraza con tal fuerza que casi me quita el aliento. A pesar de la gente alrededor, a pesar de todo el caos, solo existen él y yo. No se ha quitado el casco, y en cuanto sus brazos me rodean, sin pensarlo, le doy un suave beso en el casco. Ese gesto, tan simple pero tan lleno de emoción, dice todo lo que siento en ese momento.

Carlos me abraza con una fuerza que me hace sentir que el mundo ha desaparecido. En su abrazo, siento todo el esfuerzo, la dedicación, y la emoción de este logro tan esperado. Él me mira, sus ojos brillando, y dice:

—Lo he hecho, preciosa. Lo logramos— la voz de Carlos resuena dentro de su casco.

Mi voz temblorosa responde:

—Lo hiciste, cariño… Lo hiciste— respondo en cuanto él se quita el casco.

El Español me besa en la frente, con una suavidad que me hace sentir que el mundo está en sus manos. Sus ojos están llenos de orgullo, de un orgullo que me emociona profundamente.

—Este es solo el comienzo, preciosa— dice, su voz llena de una confianza y emoción que solo alguien que ha alcanzado su sueño puede tener. —Lo logramos juntos—

Las lágrimas siguen acumulándose en mis ojos. La victoria de Carlos es la culminación de un viaje largo y desafiante, pero también es solo el inicio de algo más grande. Carlos ha demostrado todo lo que es capaz de hacer. El sacrificio, el esfuerzo, la perseverancia… Todo ha valido la pena. La victoria de Silverstone no es solo suya; es nuestra.

Mientras el equipo Ferrari sigue celebrando a nuestro alrededor, con los mecánicos abrazándose y saltando de alegría, yo no puedo evitar pensar en todo lo que hemos vivido hasta llegar aquí. En lo que hemos luchado, en lo que hemos soñado, y ahora, en lo que hemos alcanzado.

Carlos ha ganado su primera carrera con Ferrari, y yo estoy aquí, a su lado, compartiendo ese momento tan especial. Y, por primera vez, siento que todo ha valido la pena.

La noche está llena de magia. Es el tipo de noche que no sabes si es real o si es parte de un sueño que nunca quieres despertar.

Ferrari acaba de lograr algo monumental, y Carlos, ha conseguido su primera victoria con el equipo. La celebración está en pleno apogeo, una fiesta llena de risas, luces brillantes y música que rebota en cada rincón de la lujosa sala.

Me encuentro de pie frente al espejo en nuestra habitación del hotel. Estoy nerviosa, una mezcla de emoción y ansiedad. Es una noche especial, no solo por la victoria de Carlos, sino porque todo esto lo compartimos juntos. Sé que el ambiente será eléctrico, lleno de personas que admiran a Carlos y a todo el equipo, pero, a la vez, esta fiesta será nuestra.

Mi vestido rojo es sencillo, pero elegante. Se ajusta perfectamente a mi cuerpo, con un escote discreto que no sobrecarga el diseño, y la falda cae suavemente hasta mis tobillos, con un corte que da espacio para mostrar mis tacones dorados. Mis ondas caen con naturalidad, y el maquillaje, aunque natural, resalta mis ojos y pómulos. Es un look que me hace sentir segura, aunque, entre nosotras, una parte de mí está deseando que Carlos se quede sin palabras al verme.

Carlos aparece en la puerta, impecable como siempre. Lleva un traje oscuro, con una camisa blanca que resalta el bronceado de su piel. La corbata negra, perfectamente atada, hace que su conjunto sea elegante y formal, pero con ese toque relajado que lo caracteriza. El cabello ligeramente despeinado le da un aire más casual, más él. Es imposible no notar lo guapo que está, y lo noto, porque su mirada se queda fija en mí cuando me ve.

—Vas a robarte toda la atención esta noche, ¿sabes eso?— me dice con una sonrisa traviesa, mientras sus ojos brillan de orgullo.

—Solo si tú me dejas— le respondo, riendo mientras me acerco a él. Me coloca una mano en la espalda y la otra en mi mejilla, acariciando suavemente mi rostro, y me siento como si fuera la única persona en la habitación.

—Siempre te dejo, preciosa— murmura en voz baja, antes de darme un suave beso en la frente.

Me siento tan afortunada de estar aquí con él. De compartir su éxito, de ver cómo es reconocido por todos, y aún así, que me haga sentir como si fuera la persona más importante del mundo para él.

La fiesta está llena de gente. La sala, decorada en tonos rojos y dorados, irradia la esencia de Ferrari. Luces brillantes y cristales reflejan los destellos de la pista de baile, donde todos se mueven al ritmo de la música. Pero lo que más destaca para mí es el bullicio alegre de los amigos y compañeros de Carlos. Todos están celebrando, sonriendo, abrazándose. Es un momento para recordar.

Carlos me toma de la mano, guiándome hacia la mesa donde están nuestros mejores amigos. Max, Charles y Lando están rodeados de un grupo pequeño, pero animado. Los tres están sosteniendo copas de champán, charlando entre ellos, cuando se dan cuenta de nuestra llegada.

—¡Mira quién llegó, la reina de la
noche!— exclama Max con una sonrisa traviesa, levantando su copa en señal de saludo.

—No hay duda de que el protagonismo es para Carlos, pero creo que tu novia se lleva todo el premio— bromea Charles, guiñando un ojo hacia mí.

—Eso de ser el centro de atención no es lo mío— digo entre risas, mientras me acomodo junto a Carlos, pero no puedo evitar sonrojarme ante los elogios de mis amigos.

—Claro que sí, Alex, ¡siempre eres
increíble!— responde Lando, levantando su copa con un gesto de aprobación. Los tres asienten, divertidos, y la risa se contagia rápidamente.

Los minutos van pasando entre bromas y felicitaciones. Estoy rodeada de los que son como una familia para Carlos, y me siento completamente integrada. Me encanta ver cómo todos están tan felices, cómo celebran con Carlos, con nosotros. A veces la vida parece ir demasiado rápido, pero en momentos como este, deseo que todo se quede detenido en el tiempo.

Después de un rato, la música cambia. La atmósfera se suaviza, y una balada suave llena el aire, creando la oportunidad perfecta para un baile tranquilo. Carlos se acerca y me extiende la mano, invitándome a bailar.

—¿Bailamos?— pregunta, su voz suave, casi como un susurro.

—Claro, cariño— le respondo, tomando su mano con ternura. Al instante, me toma en sus brazos con una suavidad que me hace sentir como si flotara. Su cuerpo está cerca del mío, y, aunque la música es lenta, hay una energía palpable entre nosotros. Cada movimiento se siente sincronizado, como si estuviéramos escribiendo nuestra propia canción.

Carlos me mira con una intensidad que solo él sabe transmitir.

—Nunca dejes de ser tú, Alex. Eres más preciosa cada día— su voz tiene esa calma que solo él sabe transmitir, y en sus palabras siento una mezcla de admiración y cariño.

—Y tú, cariño, siempre haces que me sienta como una princesa— respondo en voz baja, dejando que mis palabras fluyan desde lo más profundo de mi corazón.

Porque, en este momento, Carlos es mi rey, y yo soy su reina. Nos entendemos sin palabras, nuestras miradas hablan más que cualquier frase.

La pista de baile está llena de otras parejas, pero para mí, Carlos y yo somos los únicos en el mundo. Cada paso que damos juntos es como una promesa de que todo estará bien, de que nuestra historia apenas comienza y de que, pase lo que pase, siempre seremos un equipo.

—Voy a ser tu príncipe, Alex. Siempre— dice él, y me da un beso en la mejilla, haciendo que mi corazón dé un vuelco.

El resto de la noche parece borroso, pero no porque no sea importante. Todo lo contrario: cada instante con él es perfecto.

Las risas, los abrazos, las conversaciones, la música, todo se mezcla en una secuencia de momentos felices. Pero mi mente no puede dejar de pensar en ese pequeño rincón en el que estamos juntos, bailando, sonriendo y sintiéndonos como la pareja más afortunada del mundo.

Carlos me mira una vez más, su sonrisa llena de amor, y sé que esta noche será un recuerdo que guardaremos para siempre...

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