
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 2
Beverly apagó la televisión. Su mirada viajó al reloj en la mesita de noche a su lado y no pudo evitar suspirar; otra noche en la que su perfecto esposo llegaría ―si es que lo hacía― de madrugada. Para este punto, luego de tantos años, no sabía si sentirse aliviada o preocupada, posiblemente era la primera opción.
Su matrimonio era una jaula de oro y siempre lo supo, incluso lo supo cuando su tía lo presentó ante ella, pero se había dejado cegar y manipular por el dinero y la vida que siempre soñó. Lo había perdido todo; sus amigos y el hombre que amaba, lo merecía, merecía todo lo horrible que vivía día a día.
―" Eres fuego en invierno, en enero brasas, mi corazón arde por ti" ―recitó con la mano sobre su pecho deseando dentro de su corazón que aquellas palabras fueran dichas por Ben. Cada día lo extrañaba más y más.
Cerró los ojos con el incesante de deseo de retroceder el tiempo, con la necesidad de correr a sus brazos y no soltarle jamás. Quiso volver el tiempo atrás a aquella tarde en donde aún eran unos adolescentes que solían mirar el atardecer una y otra vez, incluso a aquellos días en donde le ayudo a acompaño a construir la casa club, en realidad, no importaba el momento, solo él.
Se preguntaba todas las mañanas al despertar y todas las noches antes de dormir, ¿qué había sido de su vida? Nunca se había llenado de valor para averiguarlo, no quería que la herida doliera más de lo que ya lo hacía.
Supo por Tom que Ben había contraído matrimonio con Helen, sintió envidia; lo admitía, pero también sabía que no podía sentirse así ―estaba mal hacerlo ― cuando ella fue la que arruino todo. Él merecía ser feliz y Helen era un ángel, uno que ella sabía lo haría feliz. Al contrario de ella que solo había traído dolor, sufrimiento y mentiras.
Por la ventana la luz de lo que era un lejano relámpago la hizo saltar del susto iluminando la habitación a su paso, odiaba la lluvia, aunque se sentía como tal todas las noches; fría y triste.
―Mamá... ¿puedo pasar? ―tres golpes en la puerta acompañados de la voz de su hijo la hicieron volver de nuevo al presente, limpió una solitaria lágrima que escapó de su ojo y sonrió.
―Adelante, cielo.
Cassian entró en la habitación haciendo que Beverly retuviera el aliento cada que lo miraba, sus ojos llenos de inocencia y su tierna sonrisa le recordaban sin duda a su padre; Ben. Sin duda alguna, Cassian había sido lo mejor que la vida le había dado. Tal vez sería lo único bueno que había hecho y que haría en lo que le restara de existencia.
― ¿Padre no ha llegado?
―No, seguro se quedó trabajando hasta tarde ―mintió como siempre lo hacía.
Cassian bufó.
―Seguro, ¿quieres que me quede contigo?
―Me encantaría, cielo, pero sabes que a tú padre no le agrada...
―Lo sé, tienes razón, mamá.
―Te amo, ¿lo sabes?
Cassian sonrió, aunque su corazón se encogió de tristeza al ver la mirada melancólica de su madre. Sabía que algo albergaban aquellos ojos tristes que fingían felicidad al verlo, ya él no era aquel niño al que podían mentirle. Conocía la melancolía que rodeada a su madre porque meses atrás él había empezado a albergarla también.
―Lo sé, descansa ¿sí?
―Tú igual, no te quedes hasta tarde por favor. Sabes que tú padre detesta eso y mañana tienen reunión en el campo de golf.
― ¿Con los ancianos millonarios que buscan el prometido perfecto para sus artificiales hijas? Lo sé ―pronunció girando sobre sus talones ―, descansa, mamá.
Beverly asintió viéndolo marchar, resopló antes de apagar las luces de la habitación dejándose sumergir en lo que parecía una extraña pesadilla.
Las luces, se sentía en el aire mientras frente a sus ojos observaba a sus amigos, veía sangre y varias muñecas cortadas... tantos finales horribles para cada uno de aquellos seres que la habían salvado sin saber.
Se removió con incomodad en la cama hasta que una gota de agua le salpicó en la mejilla haciendo que abriera los ojos sobresaltada. La tenue luz de la única lámpara que había dejado encendida la hizo sentir menos sola mientras que a su costado Tom dormía, parecía que había llegado hace poco porque aún permanecía en él aquel perfume barato que reconocía de semanas atrás.
Su celular vibró a su costado, extrañada lo tomó sin dudar. En su interior sabía que no eran buenas noticias.
―Hiciste una promesa, Beverly.
―Lo siento tanto, Mike ―susurró sentada en una pequeña esquina de su vestidor intentando no hacer ruido―, casi no recuerdo lo que pasó.
― ¿Nunca te preguntas por qué no puedes recordar lo que la mayoría sí?, ¿De tu pueblo natal?, ¿de quién eres?, ¿por qué tienes una cicatriz en tu mano?
Mientras él hablaba, con horror ella confirmo todo aquello que él decía. ¿Qué estaba pasando?
―Ben...
― ¿Ben? ―repitió.
―Tienes que volver con nosotros.
― ¿Cuándo? ―susurró.
―Pronto.
―Es...está bien.
No espero nada más, colgó la llama y con prisa empezó a empacar en una mochila algo de ropa para ella e incluso se atrevió a tomar las prendas de Cassian que mantenía oculta en su armario. No quería dejarlo con Tom.
Camino hasta la salida con sus zapatillas en mano, recordó guardar su identificación en la mochila y retrocedió. No esperaba que al volver a la salida Tom estuviera ahí.
Soltó un gemido asustado.
―Uy, ¿qué tienes? ¿qué sucede? Agh es medianoche...
No lo dejó terminar, aún por más que odiara hacerlo, plantó sobre sus labios un beso.
―No quería despertarte, cariño ―susurró pasando a su lado de prisa―, sé que está semana ha sido agotadora.
Con la otra, pensó.
Se dejó caer en la cama y actuando como si fuera lo más normal del mundo, empezó a colocarse sus zapatillas. No quería mostrarse nerviosa, sin embargo, estaba cerca de colapsar.
―Recibí la llama de un viejo amigo de Derry ―con el miedo corriendo por sus venas confesó lo que haría―. Tengo que volver allá y... es... difícil explicar por qué.
―Sí ―por un momento creyó que Tom lo comprendería al sentirlo sentarse a su lado con calma―. No tienes que explicármelo. Relájate, confió en ti.
―Gracias ―murmuró dándole el beso que sería una larga despedida, se levantó dispuesta a marcharse cuando supo que él jamás la comprendería.
―Aunque no entiendo porque me mentirías, creí que ya habíamos quedado claro con eso ―su mirada fue lo que la hizo saber que debía correr―. Te escuché, dijiste el nombre; Mike.
―Sí, mi amigo. Éramos amigos en ese entonces e hicimos una promesa cuando éramos niños.
―La confianza lo es todo en una relación. Sabes que lo es todo para mí ―siguió hablando sin dejarla decir nada, extendió su mano hasta acariciar su cabello―. ¿No?
―Lo sé, esto no es...
― ¿Qué? ¿Cómo la última vez?
―Nunca te he sido infiel...
No pudo seguir, quejidos de dolor fueron los que brotaron de sus labios bajó el abrupto agarré que Tom ejercía sobre ella. Temía por su vida.
―No irás a algún lado, ¿entiendes? ―exclamó con brusquedad―. Quiero que te quedes aquí y me enseñes que es lo que harás con Mike.
El golpe de su espalda contra la pared no hizo más que llenarla de pánico.
―Me lastimas, cariño.
Tom pareció entender otra cosa porque su mano se posó sobre su cuello, estrujandolo. Con desespero Beverly hizo la única cosa que podría haber hecho; rasguñarlo en el rostro.
―Lo... lo siento mucho ―tartamudeo con miedo.
Gritó de dolor cuando Tomo se giró con su cinturón en mano y empezó a azotarla con él. Quiso cubrirse con sus manos y en el momento menos esperado logró arrebatarlo de sus manos.
― No hagas esto más difícil ―gritó él al tomarla de sus brazos para posterior sin piedad alguna golpearla en el rostro. Su cuerpo chocó contra la cama.
Ahora más que nunca tenía claro que debía marcharse cuanto antes de esa maldita casa y llevarse a su hijo con ella.
― ¡¿Qué mierda haces, padre?! ―el gritó de Cassian congeló a los dos adultos, Beverly observó con horror aún bajó aquella oscuridad la mirada asustada de su pequeño y, entonces, lo supo; el infierno en el que había aceptado vivir se había acabado.
― ¡Ve a tu maldita habitación, Cassian!
―No ―susurró el menor decidido ―. No voy a dejar a mi madre aquí contigo.
Antes de que Tom se girara para arremeter contra su hijo, Beverly no dudo en patearlo en el rostro. Se lanzó de la cama y tomó uno de los tantos marcos con fotos para lanzarlo sobre él. Por otro lado, Cassian tomó entre sus manos lo que parecía ser un estúpido y costoso jarrón, se sintió mal por no dudar al momento de estrellarlo sobre la cabeza de su progenitor, sin embargo, la vida de su madre iba primero.
Con las manos temblorosas observó el cuerpo de su padre caer sobre el de su madre, su mirada acuosa y el nudo en su garganta no lo dejaban formular ninguna palabra con claridad.
― ¿Ma... mamá? ―pronunció con temor de haberla perdido.
―Aquí estoy ―susurró Bev conmocionada por lo que acaba de pasar, aunque teniendo en mente que debían correr ―. Tenemos que irnos ―pronunció fingiendo calma mientras alejaba a Tom de ella y se ponía de pie.
Cassian asintió saliendo de la habitación de sus padres para correr a la suya en busca de algunos objetos rápido. En el pasillo se topó con su madre que tomó su mano para arrastrarlo con ella fuera de aquella casa había llamado hogar.
― ¡No son nada sin mí! Lo saben ―gritó con furia aquel ser que en su niñez pensó lo quería ―. ¡Los encontraré!
La fuerte ventisca los recibió al salir de la casa, por el rabillo del ojo Cassian pudo observar a su madre deshacerse de su anillo de bodas, entonces lo supo; no había vuelta atrás.
Eso lo hizo sentir en paz.
Que votes o comentario me haría muy feliz, además de inspirarme a actualizar más rápido.
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