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💔𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟵💔

Los días posteriores a lo sucedido entre ambos, fue incomodo. Él observaba como ella intentaba esquivarlo e incluso evitaba mirarlo, algo que provocaba un palpitante dolor en su interior.

Él no deseaba incomodarla, todo lo contrario; quería volver a verla sonreír.

Recordaba una y otra vez en su mente ―como si de una película se tratara― la sonrisa de Milán. Su risa y como sus ojos brillaban de amor, amor hacia él. Se aferraba con fuerza al dictado de su corazón, que le decía que él nunca la había engañado.

Había logrado recuperar la mayoría de sus recuerdos, recuerdos en donde ninguna otra mujer figuraba en su corazón a excepción de su esposa. No había nada más. Ni un sentimiento de deseo, amor o lujuria. Nada. Mucho menos para una mujer como Audra.

Podía recordar una que otra pelea por llamada ―su mayoría― con Milán, pero nada que le impidiera o desapareciera el deseo de volver a sus brazos. A casa. A su hogar. A ella. No había nada que él más no deseara que volver a ella.

¿Cómo era posible pasar de tales sentimientos al engaño?

Ninguno.

Podía recordar de manera amarga su despertar en aquella fría y blanca habitación de hospital con máquinas sonando a su alrededor, desconcertado, y luego Audra apareció ante él sembrando una desconcertante sensación haciéndole ruido en las entrañadas.

Algo estaba mal, lo sabía.

No pensó que sus recuerdos volverían tan rápido, pero algo dentro de Bill agradecía por ello, ahora podía ver el sol a través de la tormenta en la que había caído.

―Entonces... ¿dices que alguien te empujo por las escaleras? ―preguntó desconcertado Richie.

Bill asintió.

―Pero, no sabes quién, ¿no es así? ―volvió a hablar.

―No logro recordar quién es ―llevó las manos a su rostro intentando calmar la frustración que empezaba a recorrer su cuerpo―. No logró distinguir su voz, sé que estábamos discutiendo por algo; era importante, luego me marché y, entonces, todo se vuelve negro. ¿Me crees verdad?

―¿Milán sabe de esto?

―No y no quiero le digas nada, por favor ―suplicó.

No quería preocuparla, no quería incluso molestarla. Había decidido aprovechar el momento en el que supo tenía que ir a la disquera para hablarle a Richie. No quería involucrarla en algo que podría lastimarla.

―Bill ―Rich suspiró y Bill lo miró expectante―. Te creo ―murmuró sin saber el peso que quitó de los hombros de su amigo―. Necesito que recuerdes más porque no puedo hacer nada con esto, no puedo ayudarte como debería.

―Lo sé, este recuerdo volvió hoy en la madrugada, estoy seguro que pronto todo se aclarara ―mordió sus uñas con desespero―. Quiero recuperar mi vida, Richie.

―¿A qué te refieres? ―entrecerró los ojos y se inclinó hacia Bill como si estuviera a punto de escuchar un secreto.

―A mi esposa ―pronunció decidido―. Quiero volver a tener al amor de mi vida a mi lado y te juro que esta vez no me alejaré de ella, no me importa si debo dejar de escribir con tal de permanecer a su lado.

Richie lo observó, sorprendido.

―Tú no la engañaste, ¿verdad?

―Te juro por mi vida que no. Ya he recordado todo y no había día en que no agradeciera al cielo haberme casado con la mujer de mi vida ―soltó sintiendo una lágrima rodar por su mejilla.

Su vida perfecta se había ido al carajo y ahora no podía evitar el dolor y la desesperación que le provocaba saber que tal vez no la recuperaría.

―¿No crees que Audra tenga algo que ver?

Las palabras de Richie, le golpearon dejándolo sin aliento, sembrando una duda que no se borraría tan fácilmente.

―No creo que su obsesión de para tanto, pudo haberme asesinado ―rio sin gracia al sentir la duda martillar en su interior.

―Una mujer desesperada es capaz de cualquier cosa y sí está loca es peor, amigo.

Y, aquellas palabras hicieron eco en Bill aun después de horas.

¿Podría ser posible?

No se negaba a creerlo, pero tampoco le era fácil procesar que la mujer que era la agente que la editorial le había enviado y a quién en algún momento considero una amiga, había sido capaz de querer asesinarlo.

¿Su vida se había ido a la mierda por ella?

La oscuridad de la noche llegó más rápido de lo que hubiera deseado, aún tenía muchas cosas que pensar, además de encontrar la verdad. Bill se encontraba sentado con Draco en su regazo cuando la puerta principal se abrió, giró el rostro con una sonrisa surcando su rostro y el corazón rebosante de alegría al verla.

Milán detuvo su andar para verlo por unos breves instantes; segundos que parecieron horas.

―¿Qué tal tu día? ―se apresuró a preguntar en un intento de no verla marchar.

―Bien, algo cansado.

―¿Algo nuevo?

Milán se tomó un momento para deshacerse de sus tacones, los ojos de Bill brillaron al verla volver a su estatura normal.

Su pequeño duende pelirrojo era hermoso.

―Lo mismo de siempre, ¿tú día que tal?

―Normal, escribí y bueno ―una suave risa de vergüenza, erizó los vellos de Milán―, Draco y yo estuvimos durmiendo.

―¿Juntos?

―Sí... en tu habitación.

―¡¿Qué?!

―Draco extrañaba a su mamá, no lo culpo, yo también te extraño ―susurró levantándose del sofá para acercarse a ella, el gato se escabulló de sus brazos.

―William...

―Me gusta como suena mi nombre al salir de tus labios ―confesó sin dejar de acercarse.

Milán por su parte deseo poder salir corriendo, para su desgracia sus piernas no respondían.

―A mí no, te detesto y me caes mal.

―No te creo.

―¿Por qué? ―murmuró mirándolo asustada.

―Sí me detestaras como dices no estarías temblando al verme acercarme a ti, cariño.

―Lo hago porque... porque me das miedo.

Al escucharla, Bill no pudo evitar soltar una carcajada.

¿En serio esa era su excusa?

Al llegar hasta ella no dudo ni un segundo en tomar su rostro con sus manos, lo acarició con las yemas de sus dedos y observó sus inmensos ojos azules. Era hermosa.

Milán en un acto de desafío le sostuvo la mirada, ella no era débil pero entonces... ¿por qué lo estaba besando un minuto después?

Se maldijo una y mil veces mientras los resecos labios de Bill danzaban con sus suaves labios empapándose del gloss que había usado esa mañana.

¿Por qué era tan difícil odiarlo?

¿Por qué de nuevo se estaba convirtiendo en su necesidad?

Una necesidad de tenerlo a su lado. De abrazarlo cada noche al dormir. De formar una familia a su lado.

Con los ojos cerrados se aferró a él, tirando abajo todas las barreras que había intentado interponer días atrás. Tirando abajo el dolor que sintió al perderlo, deshaciéndose de todo aquello que la hacía cuestionarse si estaba haciendo lo correcto.

¿Lo estaba haciendo?

No lo sabía, pero quería creer que sí.

Tal vez él solo estaba jugando con ella y le rompería el corazón de nuevo, pero se sentía tan bien besarlo que con gusto moriría por él. Sus besos le sabían a deseo y amor ―sobre todo amor―, pero también podría ser una mentira disfrazada.

Correría el riesgo, lo haría.

Quería correr el riesgo de sentir la felicidad tocar su puerta, no importaba si ardía en el proceso. No importaba nada, solo saber que lo dio todo de sí misma.

―La vida me ha premiado de nuevo al volverme a dejar tenerte entre mis brazos y te prometo que nunca más te voy a soltar, cariño ―susurró Bill agitado al separarse de sus labios.

Ella elevó su rostro tan solo un poco para mirarlo a los ojos, en ellos se reflejaba amor y la lealtad.

Los ojos de Milán por primera vez en mucho tiempo brillaron con ilusión.

Porque no había nada en la vida que Bill no estaría dispuesto a hacer ella; el amor de su vida.

Holaa, lamento no haber actualizado antes pero surgieron unos imprevistos, este capítulo si es feliz así que espero les guste.

No se olviden de votar y comentar, me hace muy feliz leerlos. 


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