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─¡Tackery! ─lo llamé al mirarlo tan lejos de donde me encontraba─. ¡Espera! ─grité alarmada al ver desaparecer a mi amigo, quedándome sola en el bosque.

Fijé mi vista a todas partes con el miedo recorriendo mi cuerpo, al darme cuenta que me encontraba sola en medio de la nada. Traté de procesar lo sucedido desde que salí corriendo atrás de mi viejo amigo, dándome cuenta que todo había sucedido demasiado rápido. Sin embargo, ya estaba ahí y tenía que observar el lugar para ver si todo esto era real o era mi imaginación. Pero estaba segura que aquello era real y lo agradecía, agradecía ver a un viejo amigo y el sospechar que pronto estaría en las maravillas, me alegraba por completo.

Comencé a caminar lentamente en dirección a dónde había visto por última vez a Tackery, en espera de verlo de nuevo. Y mientras lo hacía, iba analizando cada parte de ese bosque, entrando en la duda del porqué la liebre me había traído hasta aquí y cuál o qué era lo especial de este lugar. En eso estaba, cuando de un momento a otro, el piso se había ido. Y comencé a caer en un pozo del suelo, y todo por no poner atención a mis pasos.

Empecé a gritar con temor mientras creía que la liebre de marzo había pasado lo mismo que yo. Caí, caí y caí siendo solamente acompañada por la oscuridad del lugar y mis gritos. No podía ver nada mientras caía y eso me ocasionaba un temor terrible, hasta qué, finalmente una luz apareció y cerré los ojos de inmediato por lo intensa qué era. Y al abrirlos, me di cuenta que ahora estaba en el cielo mientras caía, caía y caía. Todo esto era una mezcla de mis dos llegadas al país de las maravillas; era extraño, pero así era este lugar, y eso me fascinaba.

Después de todo lo que había pasado, finalmente logré aterrizar en un suelo completamente limpió y brillante, dándome un fuerte golpe en mi mejilla izquierda, ya que allí había impactado mi rostro.

Me levanté de golpe con una sonrisa, dándome cuenta de donde estaba.

Estaba en Marmoreal, Infratierra; el país de las maravillas.

Una sonrisa apareció en mi rostro y volteé a ver a todos lados esperando que alguien conocido estuviera cerca de mí para reencontrarme con un viejo amigo. Estaba feliz y ansiosa.

─¿Alicia? ─preguntó alguien y volteé a la dirección de esa voz conocida, con una enorme sonrisa─. ¡Eres tú! Sabía que volverías ─exclamó alegre el pequeño conejo mientras se acercaba a mí.

Le sonreí agachándome para estar más cerca de él y poder abrazarlo cuando se colocó frente a mí, con fuerza por la felicidad que tenía al estar con él.

─Yo creí que nunca lo haría, pero estoy aquí lista para comenzar una fiesta de té ─contesté para después sonreírle a mi viejo amigo, Nivens McTwisp.

─Me alegra tanto que estés aquí ─comentó McTwisp moviendo su nariz y ojos de forma nerviosa e impaciente como solía hacer.

─¿Pasa algo? ─pregunté de inmediato un poco confundida por su forma de actuar.

El conejo ─mejor llamado McTwisp─ me sonrió de forma extraña y brinco hacía mis brazos para abrazarme. Sonreí y acepté su abrazo de forma alegre, después de todo, lo había extrañado tanto; a él y a todos en Infratierra. En varias ocasiones, llegué a hablarles a los animales de mi mundo en espera de que sea uno de Infratierra, pero, por desgracia, terminaba siendo marcada por una mujer demente.

Suspiré y cerré los ojos apreciando el momento con mi amigo, dejando atrás esos sucesos de la tierra que ya no tienen importancia. No ahora que estaba en Infratierra.

─Prometo quedarme ahora sí ─susurré y McTwisp se alejó de mí de inmediato para verme directamente a los ojos. Así que aclaré mi garganta: ─En el lugar dónde vivo ya logré lo qué quería. Finalmente, mi madre tiene dinero para mantenerse de por vida y un buen empleo, creo que ya no me necesita más.

McTwisp parecía sorprendido, asustado y nervioso. Lo miré extrañada sin entender lo que pasaba por su mente.

─Pero, pero tú... ─empezó a decir tartamudeando hasta qué lo interrumpí.

─Decido quedarme ─dije finalizando así la conversación con una sonrisa, levantándome del suelo y esperando ver a más de mis amigos.

Volteé a observar a todos lados esperando encontrarme a alguien más aquí para saludarlo, ya que me encontraba tan entusiasmada y alegré por todo. Y quería ver a todos de una vez.

─¡Alicia, Alicia has vuelto! ─escuché las voces de los gemelos y sonreí de inmediato.

Tweedledum y Tweedledee estaban corriendo para estar cerca de mí, y al llegar a mí, cada uno agarró una mano mía.

─Ya te extrañaba ─mencionó uno con una sonrisa.

─No, yo te extrañaba ─mencionó el otro haciendo qué mi atención fuera ahora sólo de él─. Él nunca pensó en ti ─aclaró seguro mirando a su hermano.

Suspire con una sonrisa mirándolos atenta, dándome cuenta de lo que venía. Los gemelos comenzaron a pelearse entre ambos provocando que mis risas aparecieran por los chistosos que solían ser.

─Supongo que los dos me extrañaron de igual forma ─dije atrayendo la atención de ambos, que después volvieron a comenzar a pelear de nuevo dándose un pequeño golpe cada quien con mi atenta mirada.

No podría negar que volví a reírme de ellos nuevamente por lo graciosos que eran, hasta que el ambiente se sintió tenso y levanté mi mirada, dándome cuenta que a mi costado estaba la Reina Roja. Me mantuve seria, mirándola con precaución.

A pesar de que la relación de las reinas había mejorado, aun no me acostumbraba a esto.

─Son graciosos al principio, después, solamente quieres que se mantengan sin pelear al menos un segundo ─soltó Iracebeth con seriedad─. Hola, Alicia ─saludó rodando los ojos─, creí que nunca nos volveríamos a ver.

─Ni yo ─contesté de inmediato─. ¿Qué hace usted aquí?

─Vivo aquí ─contestó con una sonrisa aquella pelirroja─. ¿Acaso no lo recuerdas?

─Por supuesto, me alegro que su situación con la Reina Blanca mejorara ─dije con una sonrisa amable e Iracebeth solo asintió fijando su vista en el suelo, sin prestarme atención.

─Alicia. ─me llamó alguien y fije mi vista a la voz encontrándome a la Reina Blanca.

Al mirarla una alegría me invadió por completo y corrí a abrazarla, y está acepto con una sonrisa.

─Reina Blanca, la extrañé demasiado ─murmuré con las lágrimas a punto de salirme de los ojos.

─Yo también te extrañé, mi campeona ─aclaró alejándose de mí con sus manos levantadas─. ¿Por qué no entras a descansar? Debió de ser muy duro el viaje que tuviste qué recorrer para llegar hasta aquí ─ofreció la mujer con una sonrisa fijando su mirada a mí y limpiando mis lágrimas.

─No tiene idea ─contesté recordando el dolor que tenía en mi cuerpo por el impacto qué tuve al llegar.

─De cierta forma, volaste ─mencionó de forma divertida Mirana haciendo un movimiento extraño con sus manos y yo reí.

─Como la segunda vez ─susurré melancólica.

Mirana me miró de la misma forma y la observé confundida sin entender la expresión de su rostro y la tristeza de sus ojos, ya que esa mirada la había visto anteriormente con McTwisp y era tan extraño verla de nuevo con ella.

La Reina Blanca al darse cuenta que la observaba, me sonrió y movió sus manos nerviosamente para después ver el suelo pensando en algo. Y después de unos minutos, empezó a caminar sin sentido alguno manteniendo sus manos arriba de ella, jugando con estas, para finalmente volverme a ver.

─Alicia, no quisieras ver al Bandersnatch ─ofreció con nerviosismo.

La miré extrañada, pero aun así asentí alegre por reencontrarme con otro gran amigo.

─¿Dónde está? ─pregunté de inmediato, pero los sonidos del piso moverse y el rugido de mi amigo provocó que una sonrisa saliera de mi rostro.

Cerré los ojos esperando qué terminará de rugir y cuándo finalmente lo hizo, le sonreí y lo abracé. Estaba contenta de tenerlo de nuevo en mis brazos.

─Bandersnatch, ¿me extrañaste? ─pregunté acariciando su melena─. Todos los días pensaba en ti, amigo ─murmuré viéndolo con lágrimas en los ojos.

La tristeza invadió cada parte de mi cuerpo y mi corazón comenzó a latir rápidamente haciéndome sentir tan extraña. Realmente no entendía lo que me pasaba, pero estaba feliz de estar con mis amigos.

─Todos te extrañamos mucho ─aclaró Mirana acercándose a mí─. Principalmente, mi hermana Iracebeth.

Volteé a ver a la Reina Roja y miré su cara de desagrado qué me dio tanta gracia. Después volví a mirar al Bandersnatch recordando el frabulloso día y cada persona que fue parte de él.

Tarrant.

Fijé mi vista a todas partes dándome cuenta de algo importante; no estaba mi mejor amigo.

─¿Dónde está el Sombrerero? ─pregunté de inmediato y la Reina Blanca me sonrió.

─¿En dónde más? En su casa, con su familia. Desde qué se volvieron a encontrar él y su familia son inseparables ─afirmó la Reina moviendo sus manos de forma divertida, regalándome una sonrisa.

Suspiré y me subí al Bandersnatch decidida en ir a reencontrarme con mis amigos, en especial con Tarrant.

─Iré a verlo ─dije con una sonrisa─. Tengo qué decirle las buenas noticias.

Los presentes me vieron de forma seria y confundida, sin entender mis palabras.

─¿Cuáles noticias? ─cuestionó la Reina Roja con fastidio rodando los ojos.

─Me quedaré con ustedes ─solté con una sonrisa, pero esta se eliminó al ver las miradas de todos que permanecían confundidas, y nuevamente miré esos ojos melancólicos en cada rostro de los presentes. Los miré confundida hasta que Mirana suspiró y se acercó a dónde estaba.

─Espero verte de nuevo, mi campeona ─murmuró la mujer de forma seria y el Bandersnatch empezó a correr. Dejando atrás a mis amigos.

En el palacio de los sueños, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧

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