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El fuerte rayo de luz que entró por la ventana hizo que Betty abriera sus ojos de mal humor. Pero tan rápido como vio la hora en su reloj quiso morir, tan sólo tenía una hora para hacer sus maletas, desayunar y llegar al andén a tiempo.

—Buenos días, Bett —su abuelo acababa de entrar en la habitación—. La abuela está histérica, dice que vamos a perder el tren. Vístete rápido y baja tus maletas, te daré dinero para que desayunes en el tren.

Betty asintió mientras su abuelo salía de la habitación. Ella sacó de su armario una sudadera y unos vaqueros y se vistió. Puso todos los uniformes, libros y su varita en su enorme maleta y salió de su habitación.

—Buenos días, abuela —Betty la saludó cuando la vio esperándola en la puerta, pero no se veía muy contenta—. Siento la tardanza, abuela, es que me he quedado dormida y cuando...

Pero ella le sonrió.

—Vamos, no querrás perder el tren, ¿no?

Betty negó enseguida con su cabeza y corrió fuera para entrar en el coche. Sus abuelos subieron y Charlie condujo hasta Kings Cross.

Betty no paraba de jugar con su pelo nerviosamente. El quinto curso en Hogwarts estaba a un paso de ella y por fin iba a volver a ver a sus dos mejores amigos, Leo Malfoy y Kiara Moon. No pudo pasar su verano con ninguno de los dos ya que Kiara estaba de vacaciones en Italia y a Leo nunca le dejaban ir a sitios muggle. Pero aquello no le impidió pasar un verano fantástico con sus abuelos.

Después de media hora en el coche, el abuelo Charlie por fin aparcó delante de la estación. Bajaron del coche con todas las maletas apresuradamente y entraron en la estación tan rápido como una bala. Tan sólo tenía diez minutos para llegar a tiempo al tren. Apartando a todos los muggles que se interponían en su camino, llegaron al andén nueve y tres cuartos.

—Pásatelo bien, cariño —le dijo su abuela mientras la abrazaba—. Prométeme que me enviarás una carta cada semana.

—Lo prometo, abuela —sonrió Betty.

—Ven aquí, Bett —su abuelo la atrajo para darle un fuerte abrazo—. Te echaremos muchos de menos.

—Y yo a vosotros —murmuró Betty contenta. Sentía que era la persona más afortunada en el mundo en estos momentos. Sus abuelos eran lo mejor que tenía en su vida—. No vamos a estar tanto tiempo alejados, si lo piensas, Navidad es dentro de tres meses.

Pero el pitido de su reloj avisando de que quedaban cinco minutos para que el tren se fuera sonó.

—Será mejor que te vayas si no quieres perder el tren —le dijo su abuela mientras Betty asentía y cogía sus maletas.

—Nos vemos en Navidades —se despidió Betty y corrió hacia el muro del andén.

Cuando abrió sus ojos, lo primero que vio fue el expreso de Hogwarts escupiendo vapor junto a todos los alumnos que esperaban con sus familias la hora de partir. Ella también quedó esperando la hora de poder entrar en el tren para llegar a Hogwarts, pero alguien de repente gritó su nombre.

Betty se giró confundida, tratando de encontrar con la mirada a la persona que la había llamado y fue entonces cuando vio a Kiara, su mejor amiga, saludándola desde lo lejos. Ambas corrieron hasta encontrarse y se abrazaron.

—Te he echado de menos, Kie —le dijo Betty, feliz de ver a su amiga de nuevo, la cual había estado de viaje todo el verano.

—Yo también, Bett —dijo Kie separándose del abrazo.

—¿Qué tal Italia? —le preguntó Betty impacientemente—. Seguro que ha sido genial, quiero decir, es Italia.

—Lo fue, mis padres y yo visitamos un montón de lugares e incluso hice amigas —Kiara rió—. Pero echaba de menos hablaros, traté de comunicarme con Leo, pero ya sabes como es su familia.

—Hablando de Leo, ¿dónde está? —preguntó Betty mirando por todo el andén en busca de su mejor amigo

—Está con su familia, los he visto hace un rato —respondió Kiara señalando hacia la dirección en la que se encontraba—. Supongo que vendrá con nosotras cuando subamos al tren.

De repente, el sonido del silbato del tren sonó, indicando que los alumnos ya podían entrar. Rápidamente, Betty y Kiara corrieron para subir en el tren y encontrar un compartimento vacío para ellas y Leo.

—Este está vacío —le dijo Kiara abriendo la puerta.

Ambas entraron y dejaron sus cosas en el estante que estaba encima de los asientos. Cuando Betty dejó sus cosas en el estante, se giró para ver a Kiara tratando de dejar su última maleta. Betty iba a ayudarla, pero una voz la detuvo.

—¿Necesitas ayuda?

Betty y Kiara se giraron al instante y vieron a Leo en la puerta.

—¡Leo! —exclamó Kiara y fue directa a abrazarlo—. Te he echado mucho de menos.

—Yo también, Kie —le dijo separándose del abrazo.

Betty sonreía burlonamente. Sabía que sus mejores amigos se gustaban, pero ambos tenían miedo de perder la bonita amistad que tenían si las cosas salían mal. Kiara, al darse cuenta de la sonrisa de Betty, le miró con los ojos entrecerrados mientras ella levantaba sus hombros inocentemente.

Leo se acercó para abrazar a Betty también.

—Odio que tus padres no me dejen escribirte —le dijo Betty molesta.

—Ya, yo también odio no poder escribiros —dijo Leo mientras ponía la maleta de Kiara sobre el estante—. Mis padres os odian, sobretodo a ti, Bett, y se pasan todo el verano atentos para que no me llegue ninguna carta.

—Suena como estar en una prisión —comentó Kiara.

—Bueno, es muy parecido —dijo Leo y miró a las chicas—. Pero dejando a parte mi espantoso verano, ¿qué tal los vuestros?

—Bastante bien, la verdad —respondió Betty con una sonrisa—. Como no tenía a nadie con quien pasar el verano, mi abuela y yo horneamos galletas cada semana para la gente de la residencia y mi abuelo y yo nos encargamos de la granja y del huerto.

—Dios, Betty, que productiva eres —dijo con burla Leo mientras Kiara soltaba una carcajada y Betty rodaba los ojos—. No, en serio, yo no fui capaz ni de salir de mi casa.

—En verdad me lo he pasado bien con mis abuelos estas vacaciones —sonrió Betty.

—Yo estuve en Italia con mis padres y visitamos un montón de lugares e incluso hice amigas allí —les dijo Kiara.

Pero cuando Leo estuvo a punto de responder, la puerta del vagón se abrió revelando a Malfoy con sus dos guardaespaldas detrás de él.

—Vaya, Leo, sigues juntándote con ellas después de todo —empezó a decir Draco mientras Leo lo miraba con ira—. Eres muy valiente, te atreves a desobedecer a nuestro padre y juntarte con esta sangre su...

Malfoy no pudo acabar su frase porque Leo lo había empujado fuera del compartimento y le había cerrado la puerta en su cara.

—¿Estás bien, Betty? —le preguntó Leo avergonzado.

—No te preocupes, ya me da igual lo que me diga Malfoy —respondió Betty sin importancia, pero un mal presentimiento entró en ella—. ¿A qué se refería Malfoy cuando te dijo "después de todo"?

Leo se atragantó con su saliva y carraspeó su garganta.

—Mejor os guardo la historia para otro momento.

La inquitud en Betty y Kiara era bastante notoria, pero Leo siguió insistiendo en que no era un buen momento para contarlo. Kiara, después de insistir durante tanto tiempo, acabó rindiéndose.

El tren seguía avanzando hacia Hogwarts y cada vez quedaba menos para llegar. Estuvieron horas hablando, durmiendo y comiendo golosinas que le pidieron a la señora del carrito.

—¿Habéis oído lo que dicen de Harry? —les preguntó Leo mientras le daba un mordisco a una de sus golosinas.

—Llevo meses sin saber nada del mundo mágico —comentó Kiara.

—Es súper injusto —dijo Betty molesta—. No creo que Harry sea capaz de mentir con algo tan fuerte. ¿Decir que el-que-no-debe-ser-nombrado ha vuelto y que él mató a Cedric? No sería capaz de decir eso si no fuera verdad.

—¿Eso es lo que dicen? —les preguntó Kiara atónita.

—Sí, el Ministro dice que es todo mentira y los medios están tachando a Harry de mentiroso —respondió Betty—. Y lo peor es que la gente cree esos periódicos basura cuando no estuvieron presentes cuando Cedric murió.

—Mi hermano estaba súper contento cuando vió que Harry ahora era odiado por todos —comentó Leo.

—Pobre Harry, él nunca jugaría con algo tan grave —dijo Kiara molesta.

—Lo sé, por eso sé que todo lo que escriben es falso —dijo Betty, dejando el tema cerrado.

La lluvia salpicaba las ventanas con fuerza y de vez en cuanto, algún rayo se iluminaba en el cielo. Cuando oscureció y se encendieron las luces dentro de los vagones, Betty miró su reloj.

—Será mejor que no cambiemos —comentó—. Estamos a punto llegar.

Cuando los tres se cambiaron, empezaron a notar como la velocidad del tren disminuía y el alboroto que montaban los alumnos en el pasillo del tren se escuchó. Los tres se pusieron en pie y recogieron sus equipajes y mascotas, listos para salir.

Al salir del compartimento, Betty notó por primera vez el frío de la noche al reunirse con los demás alumnos en el pasillo.

Cuando bajaron al andén, a Betty se le hizo extraño no oír el grito de Hagrid para guiar a los de primer año. Sin embargo, fue la voz de una mujer la que gritó.

—¡Los alumnos de primero poneos en fila! ¡Todos los de primero aquí!

Fue la profesora Grubbly-Plank, la sustituta de Hagrid, la que gritó con tantas fuerzas.

—¿Dónde está Hagrid? —Betty les preguntó en voz baja a sus amigos.

—No tengo ni idea —contestaron Kiara y Leo.

Mientras avanzaban para llegar a los carruajes, Betty seguía tratando de distinguir a Hagrid entre la multitud, pero no logró verlo.

Cuando llegaron donde estaban los cientos de carruajes que los llevaban hasta el castillo, Betty se acercó para observar a las criaturas que tiraban de los carruajes. Kiara y Leo ya estaban acostumbrados a que cada año Betty se quedara observándolos por un tiempo, a pesar de que ellos no pudieran verlas.

Las criaturas no tenían ni pizca de carne, y el pelaje negro se pegaba al esqueleto del animal, del cual podías distinguir perfectamente cada uno de sus huesos. La cabeza parecía la de un dragón y sus ojos eran blancos. De la parte más alta del lomo de la criatura le salían unas alas negras y curtidas, parecidas a las de un murciélago.

Cerca de ellos pasó Draco Malfoy, que iba acompañado por Pansy Parkinson y sus dos guardaespaldas. Cuando vieron a Betty acariciando la "nada", empezaron a reírse de ella e imitarla. Ella rodó los ojos y se separó del animal para volver con Leo y Kiara.

—No le hagas caso, Betty, puedes seguir con el Thestral si quieres —le dijo Leo, pero Betty avergonzada negó.

—Mejor vamos a ver si hay algún carro vacío —murmuró Betty empezando a caminar.

Después de dos minutos buscando algún carruaje vacío, encontraron uno. Rápidamente fueron, pero a medida que se acercaron, se dieron cuenta de que sólo cabían dos personas más.

—Id vosotros dos, yo ya buscaré otro —les dijo Betty.

—¿Qué? Ni se te ocurra —negó Kiara, pero Betty siguió insistiendo hasta que aceptó—. Vale, pero nos reunimos en el Gran Comedor.

Betty siguió buscando entre la multitud algún carruaje libre, pero le era imposible encontrar uno con sitio para ella, hasta que vió en frente de ella el carruaje de su amiga Luna Lovegood.

En el momento en el que vio que Ron Weasley iba a viajar en aquel carruaje también, se arrepintió de no haber aceptado la opción de buscar un carruaje para Leo, Kiara y ella.

Dudaba que Ron supiera de su existencia, pero para ella la idea de estar diez minutos con la persona que le gustaba era horrible, sobretodo para ella, que era una persona introvertida.

Betty se planteó en su cabeza la idea de ir caminando hasta Hogwarts, pero estaba demasiado cansada como para aguantar caminando tanto tiempo. Así que, repitiéndose en su cabeza que no iba a ser tan duro, caminó hacia el carruaje nerviosa.

—Hola —murmuró Betty, llamando la atención de las dos chicas.

—Hola, Betty —la dulce voz de Luna Lovegood saludándola relajó un poco sus nervios.

—Todos los carruajes están llenos, ¿me podría subir en este? —les preguntó Betty tímidamente.

—Sí, claro, ¿por qué no? —respondió Hermione Granger, la cual ya estaba subida en el carruaje.

Betty, algo nerviosa, subió en el carruaje y se sentó entre Luna y Hermione.

—Gracias —murmuró Betty hacia Hermione agradecida.

—No hay de que —le sonrió ella amablemente.

—¿En serio no veis a los caballos? —la voz de Harry hizo que todos lo miraran. Él y Ron estaban teniendo una conversación, y por lo visto, no se habían dado cuenta de que Betty estaba con ellos.

—¿Hablas de las criaturas que tiran de los carruajes? —le preguntó Betty tímidamente. Harry asintió sorprendido—. Tranquilo, yo también las veo. Luna me explicó que esas criaturas se llaman Thestrals.

—¿Ah, si? —le preguntó Harry, desesperado por obetener respuestas.

—Sí, claro —Betty asintió—. Los veo desde el primer día que vine a Hogwarts. Siempre han tirado de los carruajes.

—¿Cómo es que los podemos ver y los demás no? —le preguntó Harry curioso.

—Sólo las pueden ver las personas que han visto morir a alguien —le explicó Betty mientras los demás escuchaban atentamente—. Es por eso que tu y yo podemos verlos.

ᯓ★ 𝗺𝗮𝗱𝗱𝘀𝗰𝗹𝗶𝗻𝗲

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